Arte, Cultura y Sociedad: Revista de investigación a través de la práctica artística
E-ISSN: 2215-6461, Vol. 1, N.°1
Abre 15 de julio, 2021; cierra 15 de enero, 2022
Muñoz-Brenes, T. Reflexiones sobre la historia, legitimación e inserción del tatuaje en el arte
contemporáneo
1
Reflexiones sobre la historia, legitimación e inserción
del tatuaje en el arte contemporáneo
1
Reflections on the history, legitimization, and insertion
of tattooing in contemporary art
Reflexões sobre a história, legitimação e inserção da
tatuagem na arte contemporânea
*Tatiana Muñoz Brenes
*Universidad de Costa Rica, Costa Rica
Contacto: tatiana.munozbrenes@ucr.ac.cr
ORCID ID: https://orcid.org/0000-0002-4367-8941
Envío original: 2021/06/24 Preprint: 2021/07/22
Aceptado: 2021/11/02 Publicado: 2021/12/06
Resumen
Más que un recorrido cronológico por la historia del tatuaje, nos
proponemos descubrir cómo algunos hitos de esta historia, aún en
construcción y todavía no muy clara del todo, están llenos de
contradicciones, de uso del poder y de estatus sociales, políticos y
religiosos; pero siempre con un elemento de segregación, exclusión y
distinción de individuos y grupos, sea a través de marcas voluntarias y
consensuadas o no. En ocasiones, como veremos, esta práctica se ha
entrelazado con una doble moral o un doble discurso y esto nos permite
problematizar que los tatuajes al contrario de lo que el estigma social
sugiere no son solo un signo de desviación de la norma. Tras el repaso
histórico, terminaremos con una discusión acerca de la inserción del
1
Ponencia presentada en la mesa redonda “El arte del tatuaje” en el marco de la exposición “Relatos desde la
piel” de Sr. Loki Studio en el Centro Cultural de España, Costa Rica, el jueves 5 de marzo de 2020.
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contemporáneo
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tatuaje dentro del paisaje del arte contemporáneo, a partir de categorías
extrapoladas desde el concepto histórico y “oficial” del Arte.
Palabras clave: Arte, Arte Contemporáneo, Tatuajes, Historia del Arte,
Historia.
Abstract
More than a chronological journey through the history of tattoo and
tattooing, we intend to discover how some milestones in this history, still
under construction and not entirely clear yet, are full of contradictions,
the use of power and social, political, and religious status, but always with
an element of segregation, exclusion and distinction of individuals and
groups, whether through voluntary and consensual branding or not. On
occasions, as we will see, this practice has intertwined under a double
standard or a double discourse that allows us to problematize those
tattoos contrary to what the social stigma maintains are not just a sign
of deviation from the norm. Following the historical review, we will end
with a discussion about the insertion of tattoos within the contemporary
art landscape, based on categories extrapolated from the historical and
"official" concept of Art.
Keywords: Art, Contemporary Art, Tattoos, Art History, History.
Resumo
Mais do que um percurso cronológico pela história das tatuagens,
propomos-nos a descobrir como alguns marcos desta história, ainda em
construção, ainda não totalmente claros, estão repletos de contradições,
de uso do poder, estatuto social, político e religioso; mas sempre com um
elemento de segregação, exclusão e distinção de indivíduos e grupos, seja
por meio de marcas voluntárias e consensuais, ou não. Em ocasiões, como
veremos, essa prática tem sido vivida sob um duplo padrão ou um duplo
discurso que nos permite problematizar ao contrário do que sustenta o
estigma social que a tatuagem não é apenas um sinal de desvio.
Posteriormente, encerraremos com uma discussão sobre a inserção da
tatuagem no panorama da arte contemporânea, a partir de categorias
extrapoladas do conceito histórico e "oficial" de Arte.
Palavras-chave: Arte, Arte Contemporânea, Tatuagens, História da
Arte, História.
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Introducción
El arte es subjetivador, nos constituye como sujetos inquietos de
2
al tener una experiencia estética mediada por lo sensible y por lo que
supera nuestros sentidos. Si el arte se lleva en el cuerpo, ejerce con más
fuerza su capacidad de distinción individual, su elemento ya sea
separatista o gregario de una población, su posibilidad de disfrute y la
opción de llevar sobre y hasta la muerte la marca de un rasgo unario
que nos define. Proponemos el tatuaje como un tipo de arte
personalizado, relativamente accesible, pero único en la piel e
irrepetible de cada individuo.
Esta subjetivación en la era contemporánea se refiere al sujeto-
gobierno de sí, marcado, ciertamente conocedor de su corporalidad (que
finalmente es en el cuerpo donde se juega el poder) como para ejercer
en ella transformaciones en busca de su verdad y enganchado a un ritual
de pasaje privado (este tatuaje me lo hice cuando…”), es decir, un sujeto
que puede comunicar o mantener en secreto el antes y el después de un
acontecimiento personal y significativo.
El aporte de una reflexión sobre el tatuaje en la época actual ayuda
a preguntarnos si vivimos ya las condiciones de posibilidad para introducir
en el rígido, pero cada vez más amplio esquema del Arte, una práctica
milenaria, no occidental necesariamente, de una estética subvalorada y
de riqueza semántica como el tatuaje.
2
Referido al sujeto y a su constitución como tal, enfatizando lo referido a la relación del ser humano consigo
mismo que permita emprender una hermenéutica de sí. Michel Foucault, La hermenéutica del sujeto (Buenos
Aires: Fondo de Cultura Económica, 2002).
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Para ello, en un primer momento, se hará una revisión bibliográfica
del origen y pasado histórico en torno a la legitimación y legitimidad del
tatuaje, en distintas culturas y épocas. Este enfoque teórico-conceptual
podrá poner a nuestro alcance, en un segundo momento, un ejercicio de
extrapolación del tatuaje al quehacer del mundo artístico, donde se abran
quizá pequeñas rendijas que permitan al tatuaje acceder a la porosidad
de las definiciones clásicas y vigentes del arte (por ejemplo, lenguaje
museístico, jerga coleccionista, análisis desde la Historia del Arte).
Breve historia del tatuaje¿Cómo? ¿Quién? ¿Dónde? ¿Cuándo?
¿Por qué?
Cualquier referencia a la historia del tatuaje mencionará sus
orígenes en el registro arqueológico, desde el Paleolítico Superior. Aunque
hay una gran incertidumbre sobre su función, la evidencia de la
longevidad de esta práctica milenaria ha sido registrada en todos los
continentes menos en la Antártida. Este es un tema controversial por
desacuerdos entre la comunidad científica, pero, según algunos estudios,
el tatuaje más antiguo se ubica en una momia que han llamado Ötzi,
quien vivió alrededor del 3370 al 3100 a. e. c. (Deter-Wolfa, et al., 2016).
Las civilizaciones antiguas también hicieron uso de esta práctica;
por ejemplo, en Egipto se han hallado momias con tatuajes. Esta era una
práctica reservada a las sacerdotisas, un grupo en particular en términos
de género, estatus social, religión y posiblemente edad. Se cree que
dichos tatuajes se relacionaban con el tema de la magia, la protección y
la fertilidad.
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En los escritos de Heródoto se documenta esta práctica entre los
tracios, utilizada para distinguir a la nobleza (Tassie, 2003). No obstante,
si recordamos el proyecto civilizatorio griego, es de esperarse que el
tatuaje lo leyeron y lo pasaron a la posteridad como una práctica de
barbarie, puesto que proyecta una otredad. De hecho, la palabra
“estigma” se origina en la Antigua Grecia para referirse a la marca dejada
en la piel de criminales y esclavos (castigo y posesión): “The tattoo is,
then, a sign of shame and subjugation, whereby the body is marked by
another and also marked as ‘other’” (Burrus, 2003).
Los romanos continuaron con esa noción y utilizaron lo que
llamaremos la marca no consentida. El tatuar a los esclavos
desmoralizaba sus intentos de huida, pues serían fácilmente reconocidos;
al ser liberados acudían a usar un fleco sobre la frente, dado que llevaban
una sentencia de por vida. También, en Roma, como contradicción, los
tatuajes demarcaban rangos militares: “This allowed soldiers from
different units to be distinguished from one another as well as
strengthening the bonds between the men within the units” (Marczak,
2007).
En la era paleocristiana del Imperio Romano, los cristianos que eran
perseguidos y condenados necesitaban identificarse entre a través de
símbolos que solo ellos podrían reconocer como comunidad, por lo que no
era extraño que se tatuaran cruces, ichthys, peces y demás. Según Burrus
(2003), los antiguos cristianos subvirtieron los símbolos de sumisión y se
apropiaron de la identidad del esclavo o criminal (de un Cristo crucificado
y estigmatizado), y de esta forma lograban traducir la marca humillante
de la subyugación política en una inscripción de elección divina. Sin
embargo, una vez legalizado el cristianismo, se prohibió esta práctica bajo
mandato de Constantino (siglo IV) y luego por los padres de la iglesia,
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pues veían en el tatuaje resabios de paganismo (Martí, 2012). En la Edad
Media, a pesar de la supuesta prohibición mencionada, los caballeros
cruzados se tatuaban motivos como la cruz para que, en caso de morir,
se les diera sepultura cristiana. También, es posible que se tatuaran
dragones (típica usanza de la caballería medieval), símbolo iconográfico
de San Jorge, su patrono y protector. Notamos allí la coexistencia de la
prohibición y el honor.
El contacto a través de expediciones de la Edad Moderna hizo que
se conociera la práctica del tatuaje más famosa de la historia: la de los
pueblos polinesios. Ya existían registros de personas completamente
tatuadas en los relatos de Marco Polo en el siglo XIV, aunque estos
escritos eran más fantásticos que científicos. No obstante, el personaje a
quien se debe su popularización es el capitán inglés, James Cook, y sus
viajes por Tahití en el siglo XVIII (nótese el contexto que lo permite:
época de Ilustración, descubrimiento, deseo de saber, exploraciones
ultramarinas, exotismo). Los marineros expedicionarios aprendieron las
técnicas del tatuado y en los muelles instalaban especies de “talleres”, lo
cual explica que, a nivel de imaginario, desde niñas y niños hemos
asociado el tatuaje con los navegantes y los piratas. Con la mentalidad
occidentalista y colonial de la época, Cook trasladó a Londres algunos
“ejemplares” de polinesios para ser exhibidos, podría decirse que como
parte de una colección para gabinete de curiosidades y rarezas.
Cook “descubrió” a los maoríes en las islas del Pacífico y su arte
Moko, al cual muchas fuentes describen como el tatuaje “más artístico del
mundo”, pues poseen diseños muy complejos, en líneas y espirales que
recorren a la persona desde la cara hasta los pies. Se trata de un tatuaje
tribal (de acuerdo con la jerga que se usa actualmente en la subcultura
del tatuaje) que distingue rasgos sociales no solo a nivel de la tribu, sino
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que hace a cada persona inconfundible. Se empieza el proceso de tatuado
desde la infancia y tarda prácticamente toda la vida. Así, entre más
tatuajes y más elaboración, más edad y más estatus
3
.
Ahora bien, las contradicciones de este proceso de intercambio
cultural se han complejizado. Por un lado, está la noción del otro salvaje
y exótico; pero, por otro lado, existe una segunda noción del tatuaje en
lugares visibles como marca de delincuencia y clases bajas (muchos
marineros se hacían a la mar por años para evadir la justicia). Sin
embargo, también hubo una tercera salida con respecto al impacto que el
tatuaje tuvo sobre la aristocracia y la burguesía europeas, quienes, en su
doble moral victoriana, ocultaban los tatuajes que se realizaban. Una
contradicción, o más bien, ironía, o más aún, una broma macabra de la
historia es que, si bien los expedicionarios llevaron el tatuaje a Europa,
los misioneros cristianos se fueron encargando de erradicarlo de sus
zonas originarias (los pueblos “primitivos”), obedeciendo a los decretos
papales. No obstante, los samoanos mostraron una resistencia tal a los
intentos de evangelización que, actualmente, es la población que ha
logrado mantener la continuidad de su práctica ancestral del tatuaje
4
.
En el siglo XIX, los tatuajes eran contenido circense a modo de freak
show: al lado de la mujer con barba, estaba el fenómeno del hombre
tatuado. Pero, también era, en ese momento, una práctica de rigor en la
aristocracia europea y las clases altas de los Estados Unidos. De tal
manera que es allí donde, después de la Guerra de Secesión, se da una
reivindicación del tatuaje (posiblemente asociada al tema de la esclavitud)
3
Para más información del tatuaje Moko y sus técnicas de tatuaje, véase Ngahuia Te Awekotuku, “Ta Moko:
Maori Tattoo”, en Goldie, ed. por R. Blackley (Auckland: Auckland Art Gallery, 1997): 109-114.
4
Para una sensibilización acerca de las luchas maoríes contemporáneas por conservar sus prácticas, revisar
Linda Waimarie Nikora, Mohi Rua y Ngahuia Te Awekotuku, “Renewal and Resistance: Moko in
Contemporary New Zealand”, Journal of Community & Applied Social Psychology, n.° 17 (2007): 477-489.
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y se abre en Nueva York al que podríamos llamar el primer estudio de
tatuajes (como los concebimos actualmente), época en la que también se
patentiza la primera máquina eléctrica para tatuar (innovación
tecnológica que permite que el proceso sea más rápido, menos doloroso,
con más recursos y posibilidades pictóricas). Las antiguas colonias
inglesas de América se convirtieron en la metrópolis del tatuaje a partir
de finales de siglo. En 1898, se registra una edición de Harmsworth
Magazine referida al uso del tatuaje en la realeza europea como queer
craze (Gretchen, 2014) (actividad rara y extremadamente popular, algo
disruptivo que causaba fascinación). Esta discordancia puede leerse como
una de las formas en que una aristocracia podía sostenerse en una
sociedad moderna; es decir, estar vigente en una época antiaristocrática.
Ejemplos de contradicciones alrededor del uso del tatuaje se siguen
encontrando a inicios del siglo XX. Por ejemplo, los nazis usaban el tatuaje
para identificar y humillar a los prisioneros semitas (Fisher, 2002), pues
la ley judía prohíbe las marcas sobre el cuerpo. Actualmente, ciertos
judíos las utilizan contrariamente como símbolo de resistencia y memoria
histórica de la tragedia, tatuándose los códigos de sus padres, abuelos u
otros familiares que estuvieron en los campos de concentración. Otro
ejemplo bastante popular y del otro lado del orbe es Japón, donde
sabemos que se daba la identificación de delincuentes a través de tatuajes
involuntarios (desde el siglo VII), y luego voluntarios, tanto que llegaron
a ser el distintivo de una organización criminal sindicalizada. La
iconografía yakuza es muy particular, pues se basa en personajes
mitológicos o literarios con un diseño que rememora la estampa japonesa
del período Edo, llamada ukiyo-e. Lo utilizan como símbolo de lealtad y
coraje, lo cual hasta nuestros días ha desarrollado un estigma enorme
(por ejemplo, el tabú llega a la prohibición de entrada a los baños públicos
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tradicionales, práctica cultural nipona, si el cuerpo desnudo presenta un
tatuaje).
Las contraculturas y subculturas de la segunda mitad del siglo XX
fueron decisivas para entender el tatuaje como lo hacemos actualmente.
El movimiento hippie dignificó la práctica del tatuaje y le agregó un
importante elemento colorista, y en los 80 las movidas del punk, el rock,
el heavy, los motoristas y otros, constituyeron lo que se suele llamar el
renacimiento del tatuaje. Se debe resaltar que, para esa época, el tatuaje
seguía demarcando a un grupo particular. Ya para los 90, la industria del
tatuaje fue una de las de mayor crecimiento en los Estados Unidos, pero
actualmente se vive la contradicción entre el estigma por ser una persona
tatuada y, al mismo tiempo, se ha popularizado al término de que hay
quienes empiezan a sentirse segregados por no tener tatuajes. Se habla
así del mainstream del tatuaje y su normalización en la industria
mediática.
Esto ha llevado a intentos de clasificación. Por ejemplo, DeMello
(1995) propone una periodización donde el tatuaje primitivo formaría
parte de lo que ella denomina ritual work”, asociado a las prácticas
étnicas de culturas lejanas; al segundo estadio relacionado con el tatuaje
como práctica de grupos marginales, lo denomina folk art” y, por último,
el período correspondiente a la época actual, en la que la clase media
acepta y practica el tatuaje de forma notoria, y correspondería al tatuaje
como “fine art”.
Esta postura no nos interesa desde un punto de vista cronológico ni
categorial más que por una facilidad didáctica. El llamado primitivismo
que dio origen a las prácticas de pigmentación permanente de la piel se
refiere a un extenso período en la historia, aún preservado, en el que el
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tatuaje tenía un sentido ritual. Entran allí los ejemplos ya conocidos de
las sacerdotisas egipcias como un hallazgo del pasado, el trabajo
detallado en los motivos maoríes como una práctica vigente e incluso las
iniciaciones en el mundo de pandillas en distintas zonas culturales del
orbe. Este punto de vista meramente histórico, arqueológico y etnográfico
arroja información valiosa, mas no deja de ser la mirada de la otredad
(occidental) la que determina y agrupa esta categorización.
El segundo momento explicado por DeMello (1995) hace dos virajes
interesantes. Hay un pasaje de lo ritual a lo folklórico, donde hay un
sentido también de iniciación, pero de minorías o subculturas en las que
engañosamente entran de nuevo las pandillas como ejemplo que
disrumpe la categorización rígida del tema. La cultura yakuza es el
ejemplo más conocido de los que hemos mencionado, importado desde
Lejano Oriente y apropiado por las culturas de guetos alrededor del
mundo. La identificación como grupo es lo que interesa en este estadio.
También hay un cambio en el léxico y a este folklore se le da un
estatuto de arte, aunque sea mínimo y reducido. Ya no es un “trabajo
ritual”, binomio de palabras que insinúa una labor manual no distinguida
de lo que haría un zapatero o una costurera. Al acercar paulatinamente la
práctica del tatuaje hacia un estatuto de Arte, aunque sea incipiente,
empieza a dar una connotación distinta y pueden acceder a ella nuevas
disciplinas contemporáneas como la Sociología, la Filosofía, la Estética, la
Psicología Social, entre otras.
Este viraje de work hacia art nos lleva al tercer estadio del tatuaje
como parte de las Bellas Artes, aunque DeMello (1995) utilice letras
minúsculas para expresarlo. La legitimación tímida del tatuaje como fine
art nos abre la puerta para hacer una lectura más atrevida a partir de
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parámetros y argots propios de un mundo exclusivo y elitista como el arte
contemporáneo y sus modalidades de exhibición, pero también el acceso
más democratizado que nos ha llevado al mainstream del tatuaje como
un arte de todas las clases sociales. Dar ese estatuto artístico, aunque
sea de palabra, nos ayuda a dar unos primeros pasos hacia la
identificación de problemas, potencialidades, dificultades, facilidades y
afinidades tanto conceptuales como prácticas que dan ciertas condiciones
para hacer una lectura como la que se propone a continuación.
Tatuaje y arte contemporáneo… una lectura heterodoxa del
concepto de arte
Nos hemos valido, hasta ahora, de la Historia, de la Antropología,
de la Arqueología, de la Sociología, de la Etnografía y de otras disciplinas;
mas no de la Historia del Arte. ¿Por qué? Simplemente por un
contrasentido: la Historia del Arte mayúscula al estilo de Vasari o, mejor
aún, de Winckelmann y sucesores jamás iba a estudiar el tatuaje desde
que la Historia del Arte fue disciplina. Actualmente, con el
cuestionamiento y caída del concepto de las Bellas Artes y con el
surgimiento de nuevas teorías y métodos para el estudio de la imagen y
la cultura visual, podemos tratar de discutir el tatuaje desde el contexto
del arte contemporáneo. Esto tomando en cuenta que la historia del
tatuaje está aún en construcción, por lo que este intento de traer a la
mesa de disección una supuesta correspondencia tatuaje-arte no deja de
ser problemático. Es por ello que denominamos este atrevimiento
conceptual como una ampliación heterodoxa del concepto de “arte”.
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¿Es el tatuaje un arte? Si nos proponemos hablar desde la pregunta
y no desde el saber, podemos arrojar algunas interrogantes al aire.
Haciendo revisión bibliográfica, leyendo entrevistas a tatuadores,
pensando desde la propia experiencia de la autora, como mujer
visiblemente tatuada, como trabajadora del sector cultural, y a partir de
otras ideas y asociaciones libres de las que culpo solo a mi curiosidad, fui
creando una serie de ideas a partir de las cuales podemos problematizar
un poco este tema. Veamos, grosso modo, estas categorías de análisis
que nos pueden servir de base para posteriores discusiones, categorías
exportadas directamente de lo que suele definir al “arte”, y aplicadas a
los tatuajes. El tatuaje puede (o no) verse enfrentado a las mismas
preguntas a las que se ha sometido el arte a través de la historia y a
través de las instituciones que la han legitimado.
Formalismos y bases matéricas
1. El dominio técnico y el saber del o la tatuadora. No se trata solo
del trazo, diseño, colorido, claroscuro, perspectiva, composición
(jerga tomada de las artes plásticas, especialmente
renacentistas), sino que además el dominio de la técnica implica
un saber estético y, en cierta manera, dermatológico y sanitario
(hasta ser un ejercicio regulado por leyes de salud pública),
concerniente a variaciones en cuanto a tipos de piel, color, edad,
procesos de cicatrización, parte del cuerpo por tatuar, etc. (algo
de lo clínico puede jugarse en la acción y efecto de tatuar, pero
no es material para esta ocasión).
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2. La modernización de técnicas y materiales y la accesibilidad a las
herramientas más sofisticadas. El último siglo ha presentado un
avance acelerado en las tecnologías del tatuaje (tema que
también pasa por un filtro de acceso y clase social), puesto que
empieza por las patentes de Edison hasta la gama de maquinaria
actual que permite un efectismo mejorado, con tintas menos
tóxicas para el cuerpo y un proceso menos doloroso para el
cliente.
3. El soporte. ¿Es el cuerpo un lienzo móvil? Ello implica la habilidad
para jugar bidimensionalmente sobre un cuerpo con curvaturas
e irregularidades, donde se adapta el diseño a las condiciones
fisionómicas. El cuerpo como objeto de interés artístico, sabemos
que fue ensalzado desde el Renacimiento, especialmente como
cuerpo bello y visual; pero con las vanguardias del siglo XX ese
cuerpo pasó a ser objeto carnal expresivo. En el tatuaje, a
diferencia de las Bellas Artes, el cuerpo absorbe el pigmento y lo
proyecta como una parte del sujeto, de tal manera que abole la
distancia entre la imagen y su soporte.
4. La adscripción a una escuela o corriente específica. La posibilidad
existente: realista, hiperrealista, trash polka, tribal, irezumi, old
school, new school, neotradicional, acuarela, dotwork,
geométrico, blackwork, bosquejo, biomecánico, handpocked…
Trabajo de historiadora del arte
5. La temática, ¿esta es noble o plebeya? El arte en la historia
siempre ha distinguido y jerarquizado los géneros entre los más
prestigiosos (religión, historia, alegoría, retrato) y los menos
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nobles (paisaje, bodegón) según las reglas académicas. Entra en
discusión también la belleza en el sentido más clásico. ¿Lo bello
es lo armónico, ordenado y claro?
6. El significado. ¿Debe tener el tatuaje una intencionalidad? De ser
así, ¿salida de quién? ¿Del cliente o del creador? ¿Se pueden
vislumbrar iconografías del tatuaje según su escuela, región,
época, factores demográficos?
7. Las categorías y lenguajes visuales. ¿Qué tipo de arte es el
tatuaje? Puede ser pictórico, escultórico (pensemos en la
escarificación), conceptual, gráfico, body art, performance,
maquillaje, ortopedia, arte efímero… ¿Todas las anteriores? El
tatuaje tiene esta versatilidad, que le permite un ir y venir entre
ámbitos artísticos.
8. La transmisión de un mensaje y la presencia de un código
semiótico. En realidad, los tatuajes son polisémicos y como
cualquier signo, no pueden no comunicar.
9. La provocación de un sentimiento. ¿Hay un gozo estético en el
espectador? ¿Aplica en este caso la subjetividad del juicio de
gusto que nos enseñó Kant (referido a simplemente “lo
agradable”, y no a un juicio de valor sobre lo estético)? Tampoco
vendría mal un poco de anarquía en este punto.
10. La capacidad para aportar o producir conocimiento, lo cual es
innegable y ello es lo que convoca a estas páginas.
11. El ser objeto de estudio y teorización. El tema del tatuaje se
está tornando interdisciplinario (Estudios Visuales, Psicoanálisis,
Psicología, Sociología, Antropología, Arqueología…).
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Museología y coleccionismo
12. El mantenimiento, la conservación, la restauración y la
permanencia. Al igual que lo que sea que llamemos “obra de
arte”, es claro que los tatuajes requieren de medidas para su
conservación con el paso del tiempo, así como son posibles las
restauraciones si la piel tatuada ha sufrido daño. ¿Cuánto dura
un tatuaje? ¿Cuál es su posibilidad de permanencia? Ya el tatuaje
no se muere con su portador. La National Association for the
Preservation of Skin Art es una organización no lucrativa que
rescata los tatuajes de personas muertas y los exhibe como
obras de arte (por supuesto, siempre bajo el consentimiento
previo de la persona). Se pueden mirar ejemplos en
https://savemyink.tattoo/ donde se aprecian las pieles curadas,
extendidas y enmarcadas.
13. La documentación, la catalogación y el registro. Existen bases
de datos y catálogos de tatuajes, en efecto, pero hay aún mucho
por recorrer.
14. La socialización y exhibición de la obra. Sucede naturalmente
desde el mismo cuerpo que la obra puede ser mirada; pero,
también, ocurre en museos, galerías y catálogos, así como otros
espacios que se declaran libres de discriminación.
15. La existencia de un coleccionismo y personas dispuestas a
hacer inversión en ello, en ocasiones por precios inaccesibles
para gran parte de la población global.
16. La existencia de entes legitimadores. Los hay, a pesar de la
discriminación aún existente. Por ejemplo, ciertos espacios
museísticos y culturales, galerías, la academia, el
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Muñoz-Brenes, T. Reflexiones sobre la historia, legitimación e inserción del tatuaje en el arte
contemporáneo
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reconocimiento de expertos, las revistas especializadas… o
simplemente si una persona dice que el tatuaje es arte, lo es.
Esto correspondería a un proceso de resemantización al estilo de
Duchamp, estableciendo una analogía del tatuaje con el urinal
(“Fountain”), que pasan a ser arte por ubicárseles en un contexto
por el que circula la legitimidad y oficialidad del mundo artístico.
17. La existencia de un mercado. Es innegable que, como nunca
en la historia, la oferta y la demanda de tatuajes es abundante.
Estatus
18. La especialización y profesionalización. Existe el gremio, el
taller, la formación en distintos estilos de tatuaje. Esto
posiblemente responda a la llegada al sector de muchas
personas provenientes de las artes plásticas y, no está de más
reiterar, que se juega un asunto de clase social en cuanto a
calidad, precio, prestigio, materiales, efectos visuales,
regulación de salubridad y demás.
19. La masificación vs. la elitización. El arte siempre fue (¿y es?)
reservado para ciertos grupos sociales, limitando el acceso de
las grandes mayorías. ¿Cómo se comporta el acceso al tatuaje
en este sentido?
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“Obra” y “autor”
20. La autoría, la firma, un estilo reconocible del tatuador, su
renombre y su prestigio. Esta variable determina en muchos
sentidos si la persona tatuadora puede ser considerada artista.
En efecto, muchos usuarios solicitan una firma de quien tatúa
cuando esa persona se ubica entre las más famosas de su
gremio. En este punto urge una lectura desde Foucault y
Barthes.
21. El concepto de “obra de arte”. ¿Cuál es la obra? ¿Es el diseño?
¿Es la fotografía que se toma del tatuaje? ¿Es la piel curada en
un bastidor? ¿Es la persona? Un ejemplo desde el arte
contemporáneo es el del hombre tatuado por el artista
conceptual belga Wim Delvoye, quien fue posteriormente
vendido como obra de arte y es exhibido dos veces al año. El
comprador ha adquirido el derecho de prestar, vender y regalar
a este hombre, y de preservar su piel después de su muerte.
22. La creatividad y la originalidad vs. la réplica, el molde, la
reproductibilidad (Benjamin). ¿Se trata de un trabajo creativo,
donde la “inspiración” debe tomar lugar y el ingenio romántico
del artista se despliega?; ¿o se trata de una labor instrumental
donde se sigue el diseño de un molde, de una figura vectorizada,
de un diseño ajeno o de una fotografía de Internet? Aquí está de
nuevo la dicotomía entre trabajo manual y arte, que se ha
diferenciado desde la Antigua Grecia.
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Performatividad
23. La acción. ¿Es un acto político?, ¿estético? ¿O se trata de un
documento biográfico (una especie de gramática de la piel)? ¿Es
un elemento subjetivador (nos transforma como sujetos en
proceso)?
Conclusiones
Para finalizar, una pregunta: ¿el mainstream del tatuaje ha
desestabilizado el significado y las prácticas del tatuaje en la sociedad
contemporánea? Definitivamente sí, entendiendo esta contemporaneidad
como la actitud cultural que se caracteriza por el traslape, la apropiación
y la hibridez.
Se debe recordar que la definición de Arte no es neutra y, como
explica Belting (2007), no toda imagen constituye una obra artística. Se
trata de una afirmación evidente y, al mismo tiempo, necesaria en un
entorno icónico como el actual, recargado por imágenes de todo tipo.
Asimismo, la propuesta de acercamiento al arte contemporáneo a
través del tatuaje no deja de ser una mirada reduccionista y colonial. El
tatuaje desprendido de su significación simbólica en culturas no
occidentales puede significar una visión simplificada del tatuaje como
mero objeto que apreciar y poseer. No obstante, esa extrapolación fue un
ejercicio muy incipiente, didáctico, imaginativo y, en ocasiones
intencionalmente, exagerado de parte de la autora. Se trata de una
experimentación de conceptos asociados en dos mundos y procedencias
distintas que, sin duda, corre el riesgo de subvertir en demasía el
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significado de su valor cultural; pero que también refleja la caducidad y
obsolescencia de categorías museales e historiográficas, a propósito de la
visualidad como eje fundamental para la comprensión del arte
contemporáneo.
Por consiguiente, al pensar en el tatuaje no como una “moda”
(término que además parece despectivo cuando en realidad es
meramente un concepto estadístico que arroja datos de frecuencias, pero
la moda como fenómeno de masas es además un tema ideológico
pendiente y los datos estadísticos tampoco son neutros), sino como el
resultado de una asimilación de siglos como ocurriera con las
vanguardias artísticas del siglo XX de una práctica que va perdiendo
paulatinamente su papel de desvío y de disrupción, sin dejar de ser una
historia, un discurso, una expresión artística y una inquietud de
5
.
Conviven y convergen las diferentes significaciones que se le pueden dar,
desde su carácter sacralizado, su inmersión en lo individual-privado-
secreto, lo colectivo como pertenencia, sus posibilidades museísticas,
coleccionables y hasta espectacularizadas: ¿qué tanto difieren en su
efecto sobre la cultura de masas los barcos ingleses que traficaban
maoríes para su exposición, con la exhibición y comercialización de un ser
humano tatuado por el artista Wim Delvoye, coleccionando fragmentos
de una historia descontextualizada?
Una vez pensada la problemática de la otredad y la apropiación
cultural-colonial, que no se soluciona en este texto, nace la propuesta
sobre abrir, por el momento, la discusión más subjetiva y psíquica del
tatuaje como una apropiación del cuerpo territorializado, una
5
Referido al sujeto y a su constitución como tal, enfatizando lo referido a la relación del ser humano consigo
mismo que permita emprender una hermenéutica de sí. Michel Foucault, La hermenéutica del sujeto (Buenos
Aires: Fondo de Cultura Económica, 2002).
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autorrecolonización de la piel, una resistencia a los mecanismos del
biopoder, un cambio paradigmático, una transgresión estética, política,
subjetivadora, conscientemente o no, que registra un proceso de
construcción del sujeto y en la que este literalmente se juega el pellejo.
Como indica Walzer-Moskovic (2015), el cuerpo, que en el pasado se
había ocultado como confirmación del régimen de significado y valor del
movimiento moderno, se ha mostrado de una forma cada vez más
agresiva como un locus del yo, y lugar donde el dominio público coincide
con el privado, donde lo social se negocia.
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