Bibliotecas. Vol 37, N° 2, julio - diciembre, 2019. EISSN: 1659-3286




Análisis de los artículos de Derrida, Foucaul y Agamben en una mirada constructivista

Analysis of the articles of Derrida, Foucault and Agamben in a constructivist look

Lic. Héctor Souza Valencia
Biblioteca América, Chile
Hacalfo57@gmail.com

Análisis del artículo “Mal de Archivo. Una impresión freudiana” de Jacques Derrida

Lo primero que tendríamos que preguntarnos es ¿Por qué Derrida se interesa en Freud para darnos a conocer su perspectiva de los archivos? ¿Qué encuentra en los conceptos de Freud y del psicoanálisis que le hacen reflexionar fuera del campo psicológico? Pero a su vez que es mirar de afuera un fenómeno, esto nos puede llevar a las nuevas ideas de la percepción que nos invita a preguntarnos si hay un afuera y un adentro; es decir, si la percepción del mundo, el cómo lo percibimos, tiene independencia o dependencia con el observador. Las nuevas corrientes biológicas y sobre todo psicológicas nos hablan de que no hay independencia entre el que observa y lo observado, muchas corrientes constructivistas apoyan estos enunciados y dan peso a estas ideas que cada vez más ponen de cabeza a la percepción y a lo que comúnmente conocemos como la “percepción del mundo”.

El interés principal de este análisis es darnos cuenta de si Derrida, con toda su aguda percepción de Freud, del psicoanálisis y sobre todo de la archivística, nos puede aclarar conceptos para luego ver la convergencia.

¿Puede realizarse un recorrido, un camino de ida y de vuelta con los conceptos de Freud y con los conceptos de archivo que usualmente utilizamos en el campo de la conservación de la memoria?

El artículo cuyo título se denomina “Mal de archivo. Una impresión freudiana” tiene un acercamiento al concepto de huella, en el sentido de lo que vamos dejando en el mundo mientras habitamos en él. Este concepto que en los últimos años ha tomado protagonismo, se acerca mucho a la huella psicológica que dejan los libros después de leerlos en nuestro cerebro. También habla de la memoria en el psicoanálisis freudiano.

El libro nos muestra en diversas etapas su pensamiento sobre los archivos a través de Freud. Comienza con un exergo, continúa con un preámbulo (en el cual Derrida analiza el concepto de “impresión” para hablarnos de los tres sentidos que tiene para él la impresión freudiana), un prólogo, en el que analiza el último capítulo del libro de Yerushalmi: El Moisés de Freud. Judaísmo terminable, un monólogo entre el autor con Freud; una tesis y un postcriptum, en los que continúa hablando de la Gravida de Jensen (como lo realiza a lo largo de todo el texto) por boca de Freud, y en su propia voz.

Al comienzo del exergo se representa “el lugar y la ley” según los cuales se forma lo “arcóntico1” bajo sus leyes, su espacio y sus propias limitantes y beneficios donde se hace la ley y donde se respeta la ley de un modo no natural. Aquí se ofrecen dos ideas que vinculan dos lugares de inscripción: la imprenta y la circuncisión. La cuestión del archivo, para él, es una cuestión de un afuera (independencia entre el observador y lo observado).

Este principio arcóntico, su autoridad, sus títulos y su genealogía, el derecho que él manda, la legalidad o la legitimidad que de él dependen, en todas partes donde el secreto y lo heterogéneo vinieran a amenazar la posibilidad misma de consignación, todo esto no podría tener graves consecuencias para una teoría del archivo. Una ciencia del archivo debe incluir la teoría de esa institucionalización, es decir, de la ley que comienza a escribirse en ella y del derecho que la autoriza.

Entonces una teoría del archivo debe preguntarse por el principio arcóntico (comienzo y mandato; topos y nomología) e incluir su propia historia de institucionalización y en cuya deconstrucción, el psicoanálisis, no puede estar ajeno. El concepto de archivo trae a la memoria el nombre de Arkhé, en el sentido físico, histórico u ontológico, es decir, a lo originario, a lo primordial, a lo principal, al comienzo, pero también remite al arkhé, en el sentido físico nomológico, como mandato. Se remite al Arkheion griego como domicilio, residencia de los magistrados superiores y los arcontes, quienes como guardianes de los documentos oficiales que se guardan en esas residencias, tiene también el poder de interpretar los archivos, esto es el decir de la ley.

El artículo plantea tres hipótesis que tienen algo en común, todas conciernen a la impresión que habría dejado, a mi entender, la firma freudiana sobre su archivo, sobre el concepto de archivo y de su archivación; es decir, también, inversamente y de reborte, sobre la historiografía.

La primera cita se refiere a la inscripción pública, esta fue tomada del libro El malestar en la cultura, en el cual Freud, con un rastro de melancolía y enojo, confiesa su contrariedad por estar gastando papel y tinta (del impresor) en reproducir “cosas archisabidas”, cosas que caen por su propio peso, pero con un discurso que lleva a otro lugar: al reconocimiento de la pulsación de la muerte, que modifica la doctrina psicoanalítica de las pulsiones, y que justifica, entonces la impresión del texto.

La pulsión de la muerte no tiene voz, obra siempre en silencio destruyendo su propio archivo por adelantado: Trabaja para destruir el archivo: con la condición de borrar, pero también con el fin de borrar sus propias huellas y la pulsación de muerte es anarchivistica, archivolítica. Es destructora del archivo por vocación silenciosa. “Salvo, excepcionalmente, cuando se disfraza de bellas impresiones, en la belleza de lo bello, como memorias de la muerte.

El archivo no es la memoria; al contrario, el archivo tiende al desfallecimiento originario y estructural de la memoria, por eso no existe archivo sin repetición. Lo que trae la siguiente paradoja: no hay archivo sin la consignación en algún lugar que asegure la repetición. Pero la repetición, su lógica, e incluso la compulsión de la repetición son indisociables de la pulsión de la muerte. El archivo trabaja siempre y a priori contra sí mismo.

Sobre la archivación del archivo freudiano, Derrida plantea que hay dos cuestiones en sí mismas: una en relación al objeto del psicoanálisis, y otra concerniente no solo al objeto teórico del psicoanálisis, sino a la archivación del psicoanálisis mismo (la vida misma, sus actos, la práctica institucional y clínica, los aspectos jurídicos y editoriales, académicos y científicos, los problemas de publicación y traducción).

La técnica archivadora no determina la manera en que se conserva un material determinado, sino que condiciona el material mismo, la institución del acontecimiento archivable.

En cuanto a la inscripción privada, la circuncisión, Derrida cita la dedicatoria que el padre de Freud le dejara en una biblia que fue el regalo de 35 años de Sigmund, que es la biblia que estudiaba en su juventud. Derrida lee en la dedicatoria un nuevo pacto que renueva, inaugural y recurrentemente, el concepto de circuncisión, porque la cita recuerda la propia circuncisión de Sigmund Freud.

En el artículo se menciona el concepto de ciencia y judaísmo, aquí Derrida nos plantea que el proyecto de ciencia que se llama psicoanálisis, pretende transformar el estatuto mismo del objeto del historiador, la estructura del archivo, el concepto de verdad histórica, incluso de ciencia en general, los métodos de desciframiento del archivo, la implicación del sujeto en el espacio que pretende objetivar, y especialmente la topología de todas las barreras internas/externas que estructuran al sujeto y hacen de él mismo un lugar de archivo en relación con el cual ninguna objetivación es pura, ni en verdad rigurosamente posible; es decir, completa y terminable.

Derrida en este artículo le da la razón a Freud, a quien afortunadamente no lo priva de su derecho a la palabra. Y con justa razón, porque Yerushalmi se equivoca cuando supone que el acto de memoria o archivación, por un lado, y la represión, por el otro, son mecanismo que se pueden reducir, ya que se dice que efectivamente el pueblo judío es el que asesinó a Moisés, quien lo recordaría y lo archivaría, y no lo hubiese reprimido como señala Freud.

Recordar y archivar también se encuentran en la represión, ya que la represión también es una forma de archivar, es archivar de otro modo, el reprimir el archivo archivando lo reprimido. El texto de Derrida nos habla de cómo el archivo, mirándolo desde un punto de vista científico y psicoanalista, nos muestra un archivo complejo donde la objetividad y la subjetividad están en juego en cada momento, tiñendo nuestras experiencias y probando que el mundo de la documentación no se separa de estos avatares de la ciencias y de la mente; por el contrario, es un gran enriquecimiento de la archivística.

Análisis del artículo “Lo que queda de Auschwitz” de Giorgio Agamben

Gracias al minucioso trabajo de los investigadores, por medio de documentos, materiales, técnicas, sondeos (a través de la burocracia, la jurisprudencia etc…) el problema del exterminio judío está aclarado. Este trabajo ha permitido dilucidar históricamente cómo aconteció el genocidio. Sin embargo, todo lo que atañe a la parte ética del holocausto, está en penumbras. Este problema ético que llevó a los victimarios a actuar de tal manera es una disyuntiva que se mantiene hasta hoy y que tiene a los investigadores proponiendo hipótesis.

Todos los pormenores de la matanza, a lo que concierne a la muerte misma de los judíos, comunistas, gitanos, polacos y que tienen que ver con el traslado de los prisioneros de Auschwitz a las cámaras de gas; es decir, el procedimiento, la muerte misma de los prisioneros, el operativo para lavar los cadáveres, el sacarles el oro de los dientes y después cremarlos, se conoce básicamente por el trabajo documentado de Salmen Lewental, un miembro judío de un comando que hacía el trabajo descrito con anterioridad. Este miembro escribió con detalle lo acontecido dentro del sitio y lo enterró, siendo descubierto diecisiete años más tarde. Este proceso de Auschwitz nos da un pie forzado, el archivo en este ejemplo es un testimonio, el que a su vez es indispensable para entender el exterminio.

Según el artículo existen dos componentes del concepto testigo: el testis que es de donde proviene el término testigo y que involucra a la persona directamente, primera persona; y el terstis que es en tercera persona y es como si existiese un adentro y un afuera, y que determina que la realidad es independiente del observador, desde el punto de vista epistemológico.

El archivo, nos dice el artículo, está teñido por otras ramas éticas del saber humano como es el derecho: culpa, responsabilidad, inocencia, juicio, absolución. En este trazado el archivo es una conducta responsable del ser humano y tal como lo dice el término “spondeo” del cual proviene la palabra responsabilidad y que significa “salir garante de alguno (o en sí mismo) en relación a algo y frente a alguien”, nos antepone a la difícil tarea de ser objetivos frente a un hecho.

La confusión entre lo ético y lo jurídico ha provocado discusiones interminables en el caso de Auschwitz. Sabemos de la palabra holocausto debido al archivo histórico que ha hecho el hombre en el transcurso del tiempo y que en cierta forma ha estado ligado desde sus inicios a la matanza de judíos. El término holocausto es matanza sin causa.

Existe en el artículo de Agamben una mirada sobre el archivo y específicamente sobre el archivo histórico muy interesante, y es la mirada del que archiva, el que da testimonio sobre un suceso y que, para nuestro análisis, es importante pues indica si existe un algo afuera de nosotros mismos o es que ese algo no puede existir si nosotros no existiésemos; es la mirada del observador y lo observado tan discutido dentro del mundo científico- psicológico.

Podemos analizar este fenómeno con el nacimiento de la palabra holocausto cuyo concepto que significa “todo quemado”, nos indica una postura ética frente al exterminio. Lamentablemente y como lo relatan los archivos históricos, la palabra holocausto siempre ha estado relacionada con matanzas de judíos, la historia semántica del término es esencialmente cristiana, porque los padres de la iglesia utilizaron el concepto para justificar los sacrificios de la Biblia. ¿Pero qué responsabilidad hay frente al holocausto? ¿Es posible entender la realidad sin comprender que esta se construye en la medida que nos hacemos responsable que su construcción es la colaboración de todos nosotros y que no es ajena o independiente del que observa?

Para responder estas preguntas podemos remitirnos a la aceptación del término holocausto por parte de los judíos mismos, aunque ellos poseen una palabra propia para este acontecimiento (Shoá) ellos no escapan, ni eluden que estas palabras designan un ejemplo de castigo divino o un castigo celestial. Los propios judíos se hacen cargo del antisemitismo que generan en el mundo como una parte esencial de la construcción de la realidad. Esto a teñido el archivisto, el ser objetivo frente a un hecho implica per se una postura subjetiva.

En el caso de Auschwitz el testigo testimonia de ordinario a favor de una verdad, sin embargo, si testimonian sobre algo que falta en él son los testimonios de los que han tocado fondo, los musulmanes, los hundidos, los que lograron salvarse. ¿Quién se hace cargo de esta realidad? Si el mundo lo construimos entre todos ¿cómo pasar de soslayo esta parte de nuestro mundo?

Por ende, cuando Agamben habla del Shoá como un suceso sin testigos, se refiere a la parte oscura de la realidad que construimos y que llevamos a la mano, la cultura ha forjado con mucho éxito la idea que el holocausto se refiere eminentemente con el pueblo judío, sin embargo, en esta matanza hubo un registro más grande que el solo pueblo semita. El problema que se presenta en solo testimoniar con un solo aspecto de la realidad, nos dice el autor, es que se institucionaliza el mismo testimonio.

Existe en el artículo de Agamben una preocupación reiterada por el testimonio de lo que no se dice, el archivo del silencio, y es que en psicología se entiende este fenómeno como la reserva oscura o en el psicoanalismo como la materia gris o el lado oscuro. Si tomamos en cuenta esta variable entramos a una dimensión poco clara de nuestra sociedad y es que siempre tomamos en cuenta los sucesos reales y físicamente demostrables o constatables, pero para realizar un verdadero mapa de una sociedad, fenómeno o de un individuo. Tenemos que poner atención a lo que no se dice, a lo que no se menciona, ya sea por ignorancia, desconocimiento, omisión.

En el caso de Auschwitz ¿Qué es lo que no se nombra? ¿Cuál es la parte oscura? Se nombran casi todos los aspectos del holocausto, es muy fácil conseguir información de todos los aspectos de la masacre, sin embargo, un aspecto que podría tomarse como no hablado y que se menciona en el artículo es el por qué el antisemitismo es casi constitutivo de la civilización universal ¿Por qué el pueblo judío siempre está en la mira de la cultura? Podría pensarse que es porque mataron a Jesús, si lo miramos desde una ideología cristiana o del cotidiano comentario del rencor generalizado por su afición a los negocios y que en todo lo que hacen ponen su ojo comercial y lucrativo. También puede pensarse que es por su sentido de secta en el que se mueve su pueblo. Hay muchas cosas que pueden llevar a crear un prejuicio en contra de los judíos, pero el lado que no se dice del holocausto, es muy probable que salga a la luz en muchos años más.

Existe un elemento del testimonio de Agamben que puede ser muy clarificador y que señala casi al término de su artículo: el caso del niño Hurbinek, cuyo origen es desconocido, pues no se sabe a ciencias cierta cómo apareció en los campamentos y logró sobrevivir a los exterminios y que lamentablemente murió un par de años después de terminada la segunda guerra mundial. De él se sabe solo por el recuerdo de un grupo de hombres que lo veían a diario, y si no fuese por ese remedo de la memoria de unos pocos, ese niño no sería recordado y hubiese pasado por este mundo como un pequeño fantasma. He aquí la importancia del archivo, sea histórico o jurídico.

Creo, sin embargo, que dotar de importancia aquellos aspectos que señala Agamben, en los misterios de lo que no se nombra, en la red de acontecimientos que pasan desapercibidos por el común de los investigadores y que, sin duda alguna, son fibras importantes dentro de la conformación de un archivo y de la disciplina de la archivística.

Análisis del artículo “El enunciado y el archivo” de Michel Foucault

El problema del enunciado descrito en el artículo de Michel Foucault nos presenta varias interrogantes al respecto, si este es arbitrario o con una predisposición semántica, a lo que él llama formaciones discursivas, las que están íntimamente relacionadas con la configuración general del libro, cabe la denominación y abstracción como unidades, al fiel estilo del componente científico que separa los objetos en unidades simples y unidades complejas o compuestas, siendo estas las últimas unidades con mayores relaciones e interacciones y mas divisibles que las unidades simples.

El autor explica que su finalidad es analizar objetos o conceptos y, por esta razón, el análisis, a través de unidades, es de mucha importancia, tomando como una premisa el rol del observador en este proceso, el enunciado toma una relevancia sin precedentes. En su obra la lógica encierra una confabulación con el autor de los enunciados, dejando la pregunta si es que es plausible su utilización. El enunciado en una simple mirada aparece como un elemento último que no se puede descomponer, susceptible de ser aislado por sí mismo y capaz de entrar en el juego de relaciones con otros elementos que se le parezca. En este punto Foucault se interroga si el enunciado es una unidad elemental del discurso ¿En qué consiste? ¿Cuáles son sus rasgos distintivos? ¿Qué límites se le debe reconocer? Su análisis es similar al análisis que hacen los biólogos a una célula. Cuando el autor habla del límite nos está diciendo cuanto es lo que permanece a su interior y cuanto al medio siendo este asunto primordial en su artículo, ya que, el límite estaría siendo tanto adentro como afuera, el límite da forma a la unidad, pero, a su vez, es parte del mismo medio que lo separa.

Un enunciado simple, completo y autónomo puede analizarse como tal, se conoce el ejemplo: “El actual rey de Francia es Calvo”, este no puede analizarse desde un punto de vista lógico, se cierra en sí mismo y no se conecta con otros enunciados al igual que la frase “Yo miento” que no puede ser verdadero sino es en relación con una frase inferior. Estos ejemplos nos hablan de la construcción semántica de los enunciados, a la vez, que nos dicen de la posición del observador en torno a ella. Esto hace pensar en que donde haya una frase gramaticalmente aislable, se puede reconocer la existencia de un enunciado independiente.

Pero ¿dónde podemos encontrar enunciados? podemos encontrarlos por ejemplo en cuadros de clasificación de botánica (Los genera Plantarun de Linneo, es un libro entero de enunciados). Podemos encontrarlos en un árbol genealógico, un libro de contabilidad. A pesar de lo dicho con anterioridad, cuando se quiere individualizar los enunciados no se puede, admitir sin reservas, ninguno de los modelos gramaticales, ni la lógica o el análisis. Debido a su numerabilidad y su densidad.

Una de las reflexiones en cuanto al enunciado es la que no existe nada fuera del lenguaje, es decir, que todo vive gracias a él, más aún, todo cobra vida cuando hay una entidad que se distingue. Sin embargo, lengua y enunciado no están al mismo nivel de existencia debido principalmente a los elementos conectores y residuales que el enunciado contiene en sí mismo, son unidades complejas que pueden separarse en unidades simples o lisa y llanamente son unidades simples, lo que las convierte en material de estudio. En este sentido el enunciado no es una unidad del mismo género que la frase, la proposición o el acto del lenguaje, no nace pues de los mismos criterios, pero tampoco es ya una unidad, como podría serlo el objeto matemático el que tiene límites e independencia, en cierta forma el enunciado no es una estructura (conjunto de relaciones entre elementos variables) es una función de existencia que pertenece en propiedad al mundo de los signos. El enunciado en sí, es lo que hace funcionar a un conjunto de signos. Y, por consiguiente, una serie de signos pasará a ser enunciado a condición de que se tenga con otro referente que puede serle semejante o idéntico. Hay que saber a qué se refiere el enunciado, cuál es el espacio de correlaciones, para ver de esta forma si tiene o no referentes. En este sentido, el correlato mismo sería el enunciado tomado como una premisa lógica sin yuxtaposición de la correlación de signos. Por ejemplo, el enunciado “La montaña de oro está en California” es deducible que esta premisa no se encuentra en un libro de geografía ni de historia más bien es perteneciente a una novela. ¿Qué nos dice esto? Simplemente que hay que conocer las correlaciones correspondientes.

¿Cómo podemos entonces estudiar el enunciado? Michel Foucault nos dice que estudiando las relaciones entre el enunciado y los espacios de diferenciación, tal como se dice en las propiedades de unidades simples y compuestas. La sistémica es la que gira alrededor de estos conceptos, es decir, qué tipo de relaciones existe entre sus componentes. Un enunciado se distingue de una serie cualquiera de elementos lingüísticos por el hecho de mantener con un sujeto una relación determinada. Muchos de los enunciados y su correlación con el contenido, asumen una tautología que enmarca la correspondencia en una relación circular y evolutivamente en un continuo devenir, las que no pueden ser verificadas a partir de sus solas reglas de construcción, y que su curso al referente es necesario para decidir si son falsas o no. De manera general, se puede establecer que una serie o secuencia de elementos lingüísticos no es un enunciado más que en el caso de que este esté inmerso en un campo enunciativo en el que aparece entonces un elemento singular.

En síntesis todo enunciado se encuentra especificado: no hay un enunciado general, un enunciado libre, neutro o independiente, sino simplemente un enunciado que forma parte de un conjunto y que juega un rol en medio de lo demás. Se dirá que existe un enunciado cada vez que se emite un conjunto de signos.

El hecho de que exista un enunciado en un contexto, genera una significación distinta si es que ese mismo enunciado tenga un contexto distinto. Por ende, la relación de una unidad compuesta siempre traerá a la mano una serie de relaciones con las demás unidades simples que configuran una unidad compuesta. En el momento en que existen dos enunciados distintos la complejidad aumenta mayormente, en la cantidad de relaciones posibles entre los componentes que en sí dan forma a un texto.

Como dijimos con anterioridad el enunciado y su correlación genera un texto distinto, según su correlación sea distinta, por esta razón tenemos que un enunciado, dicho por Freud, no es el mismo si lo dijese Neruda aunque el enunciado sea el mismo y su correlación parecida o distinta. El enunciado “Las especies evolucionan” forma el mismo enunciado en Darwin y en Simpson, sin embargo, la configuración con el texto es diametralmente distinta. El argumento de Darwin es la postura original de su obra y la de Simpson es un trabajo neodarwiniano.

En cuanto a la descripción del enunciado está encargado de generar la función enunciativa y las condiciones, según las cuales esta hace aparecer unidades diversas que pueden ser, pero no de forma necesaria, de orden gramatical o lógico. En la descripción de un enunciado debemos tomar en cuenta lo que se dice y lo que no se dice, es la zona oscura del enunciado que se puede dilucidar en el correlato o en el texto y de esta forma se puede transcribir un irreal mapa de lo que se dice y lo que no se dice. Así ¿Qué empuja al autor a nombrar un cierto enunciado? ¿Qué dice y qué no dice el enunciado? Hay una invisibilidad del enunciado que nos trae el mismo sentimiento de lo no dicho y aunque este permanezca invisible siempre se presenta la conceptualización de este en el texto mismo.

Lo que no hay que pasar de soslayo es que el enunciado ni oculto, ni visible o el nivel enunciativo están en el límite del lenguaje. No hay que buscar significado fuera del lenguaje, sino que en el tipo de relación que marca y establece con el cuerpo del texto.

Cuando se toca el punto de lo no dicho, del silencio que ejerce el enunciado no se pretende hacer que hable el mutismo, más bien es estudiar y definir un mapa conceptual de lo que un autor quiere decir con sus contrariedades. Tampoco se trata de encontrar los obstáculos que lo hicieron posible, es tratar de darse cuenta de que mundo lingüístico proviene el enunciado. Por lo tanto, estos no son como el aire, transparentes ni son cosas que se transmiten o se conservan, que tienen un valor y de los cuales tratamos de apropiarnos. Estas conjeturas nos permiten interpretar lo que el autor nos brinda a través del enunciado y, de esta manera, multiplicar el sentido.

Un rasgo importante y característico es el análisis de los enunciados es tratarlos en forma sistemática de la exterioridad. De costumbre, la descripción histórica de las cosas dichas, está atravesada por la oposición del interior y del exterior y por el imperativo de volver de la exterioridad.

El análisis se efectúa sin referencias a un cogito, no plantea la cuestión del quien habla, bien se manifieste o se esconda en lo que se dice y se deja abierta la representación conceptual de lo que se está diciendo en un contexto simultáneo de lo interior y lo exterior.

Conclusión: Una mirada constructivistas del análisis de los artículos de Derrida, Agamben y Foucault

A continuación procederemos a realizar un análisis de los tres artículos: “Mal de archivo. Una impresión freudiana” de Jacques Derrida; “Lo que queda de Auschwitz” de Giorgio Agamben; y “El enunciado y el archivo” de Michel Foucault bajo una mirada constructivista.

¿Por qué realizar un análisis bajo este paradigma explicativo? Creemos que el constructivismo es el modelo del siglo XX que se impuso en todas las grandes disciplinas como la educación, la psicología, la filosofía, etc., y que tiene muchos argumentos concordantes con los tres autores. “El constructivismo es una posición epistemológica que, aun teniendo unas sólidas raíces en la historia de la filosofía de la ciencia y el pensamiento en general, no se ha puesto de manifiesto de forma efectiva en las corrientes psicológicas desde los mediados de los años 80” (Feixas, 2000, p.19). La primera concordancia entre los tres autores es una característica epistemológica, entendiendo este como: “La epistemología es una disciplina filosófica que trata sobre el problema del conocimiento de la realidad. Frente a esta cuestión coexisten dos posturas fundamentales: El objetivismo y el constructivismo”. (Feixas, 2000, p.20). Bajo este estudio, los tres autores tienen una mirada constructivista con respecto de la responsabilidad del observador. Es decir, que es el observador quien construye la realidad bajo lo observado. Esto lo plantea Foucault cuando nos dice: “Y al punto se plantea el problema: Si el enunciado es en efecto la unidad elemental del discurso, ¿en qué consiste? ¿Cuáles son sus rasgos distintivos? ¿Qué límites debe reconocer?” (Foucault, 1970, p. 133).

El rol del observador también es comentario de Agamben cuando nos habla del testigo, de la importancia de este para la construcción de la realidad: “En latín hay dos palabras para referirse al testigo. La primera Testis, de la cual deriva nuestro término “testigo”, significa etimológicamente aquel que se sitúa como tercero (tercis) y que es en síntesis el rol que toma un observador ante un fenómeno , en este punto citaremos a Feixas para sostener nuestro paradigma del constructivismo: “En síntesis diremos que el constructivismo propone que el sujeto (observador) quien activamente construye el conocimiento del mundo exterior, y que la realidad puede ser interpretada en distintas formas, así la idea de adquirir un conocimiento “verdadero” acerca de la realidad se desvanece. “Esta visión contrasta con la visión tradicional, el objetivismo, que sostiene que la realidad se representa directamente en la mente del sujeto, quien recibe pasivamente los estímulos del medio ambiente” (Feixas, 2000, p.35)

Por su parte Derrida postula en su artículo, con respecto al rol del observador diciendo lo siguiente: “Unas atañen a la exposición teórica del Psicoanálisis, conciernen al objeto y en particular a la percepción y a su representación a través de la percepción, como impresión, registro” (Derrida, 1994, p. 30). En estas palabras el constructivismo es un ente activo ya que uno de los postulados básicos es que “Se ha dicho varias veces que la concepción constructivista no es en un sentido estricto una teoría, sino más bien un marco explicativo que partiendo de la consideración social y socializadora, integra aportaciones diversas cuyo denominador común es el constructor que va desarrollando el observador en el transcurso de su vida”. (Coll, 1999, p.8).

En los tres artículos la idea del individuo observador está sujeto a su constructos, del cual va dejando un testimonio (en el caso del testigo de Auschwitz su constructo de vida le permitió darse cuenta de la importancia de su testimonio, que sería de suma importancia cuando la guerra terminara). Mario Carretero nos aclara esta idea cuando define que lo que es el constructivismo: “¿Qué es el constructivismo? Básicamente puede decirse que es la idea que mantiene al individuo –tanto en los aspectos cognitivos y sociales del comportamiento como los afectivos– no es un mero producto del ambiente ni un simple resultado de sus disposiciones internas, sino una construcción propia que se va construyendo día a día con resultado de la interacción entre estos factores.” (Carretero, 1993, p. 21).

¿Cómo influye el constructivismo en el archivo? El archivo y la archivística, resumiendo lo dicho en los tres artículos, cumple la tarea de dejar un testimonio bajo un orden y clasificación y bajo la mirada constructivista sería una archivar bajo un constructor dado por la sociedad y por la persona que va dejando testimonio, todo esto teñido por los propios constructos de la persona que va dejando un testimonio.

Cuando Derrida habla de la pulsión de la muerte, la que tanto mencionaba Freud, y que afectaba al archivo en el sentido de que este iba muriendo al mismo tiempo que se iba creando y de esta forma va borrando su propio rastro. “Para el propio Sigmund Freud, la pulsión de destrucción no será ya en adelante una hipótesis discutible. Aun si esta especulación no reviste nunca la forma de una tesis firme, incluso si no llega a plantearse jamás” (Derrida, 1994, p.30).

Se nos habla de que el constructo va muriendo al pasar el tiempo, la realidad va cambiando y sus millones de percepciones también. Además, la realidad la construimos todos con nuestros actos, con nuestras maneras de interpretar la realidad, con el reconocimiento de que todo lo que existe está teñido con nuestras experiencias, con nuestros particulares modo de vivir y de interactuar con lo que nos rodea y con las significaciones que les otorgamos a los objetos y como vamos analizando estos.

En este punto podríamos señalar un análisis importante que realiza Michael Foucault que descompone el objeto en unidades simples y complejas y, a su vez, describe las relaciones entre aquellas unidades. Él plantea las siguientes interrogantes: “Si el enunciado es en efecto la unidad elemental del discurso, ¿En qué consiste? ¿Cuáles son sus rasgos distintivos? ¿Qué límites se deben reconocer?” (Foucault, 1970, p.133). Son importantes estas preguntas porque el autor se separa de la lógica; entrando al mundo de las relaciones, entra en el mundo de la sistémica.

“Nosotros los seres humanos en la vida cotidiana, como observadores distinguimos dos tipos de unidades: unidades simples y unidades compuestas. Distinguimos una unidad simple cada vez que traemos a la mano una entidad en la que no distinguimos componentes, y que de este modo queda caracterizado sólo por las propiedades con las cuales aparece dotada por la operación de distinción que las origina. Distinguimos una unidad compuesta cuando distinguimos una unidad simple en la que llevamos a cabo operaciones adicionales de distinción que traen a la mano unidades adicionales de distinción que al ser distinguidas quedan especificadas como componentes en la relación a la unidad simple que integraban antes de su descomposición” (Maturana, 1996,p.57).

El tratar los enunciados como unidades simples y unidades compuestas conllevan a una serie de relaciones que antes no podían visualizarse e incluso el tema de lo no dicho que comentan los tres autores citados, el componente de represión al que alude Freud en voz de Derrida, o a la materia gris a la cual atañe Agamben y lo no dicho de Foucault. Este punto es muy interesante ya que habla de los propios constructos de una sociedad y se ve reflejado en la misma historia de la humanidad, como en el transcurso de la historia hemos podido darnos cuentas de muchas cosas que en la antigüedad no percibíamos, no por ignorancia, sino porque no existían los medios para poder darnos cuenta. A los ojos de Freud es una represión que lamentablemente aparece más tarde en algún tipo de enfermedad, o en los hechos históricos de Auschwitz o simplemente en la lógica de los enunciados.

Referencias bibliográficas

Agamben. G (2000). Lo que queda de Auschwitz el archivo y el testigo homo sacer III. España: Exlibris 2005.

Carretero. M (1993). Constructivismo y educación. España: Edelvive S.A.

Coll. C (1997). El constructivismo en el aula. España: Graó S.A.

Derrida. J (1994). Mal de archivo. Una impresión freudiana. España : Editorial Trotta.

Feixas. G (2000). Constructivismo y Psicoterapia. España: Editorial Descleé de Brouwer. S.A

Foucaul, M (1970). La arqueología del saber. París: Siglo xxi editores S.A.

Maturana. H (1996). El sentido de lo humano. Chile: Dolmen editores.