Revista Universidad en Diálogo • Vol. 11, N.° 1, Enero-Junio, 2021, 199-214 • ISSN 2215-2849 • EISSN: 2215-4752

Url: http://www.revistas.una.ac.cr/index.php/dialogo/index

Correo electrónico: universidadendialogo@una.cr

DOI: http://dx.doi.org/10.15359/udre.11-1.8

Editarnos, nombrarnos: enunciación y participantes del Taller Colectivo

de Edición

Editing ourselves, naming ourselves: enunciation and subjects of the Taller Colectivo de Edición (Collective Edition Workshop)

María José Rubin

Equipo de Coordinación del Programa de Extensión en Cárceles

Buenos Aires, Argentina

rubinmariajose@gmail.com

https://orcid.org/0000-0002-1343-5121

Recibido: 04/08/2020 Aceptado: 12/11/2020

Resumen. El Taller Colectivo de Edición (TCE) es un curso extracurricular que integra el Programa de Extensión en Cárceles de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Se dicta en centros universitarios del programa UBA XXII, donde se despliega un trabajo colectivo de reflexión y acción en torno a los sentidos que se construyen como parte de la tarea editorial, con el horizonte de publicación de una revista. Proponemos una lectura de textos que abordan los nombres de las revistas para cuestionarlos y resignificarlos, disputando sentidos arraigados en discursos que relatan el encierro y caracterizan a las personas privadas de su libertad desde una perspectiva punitivista y estigmatizante. La revisión del propio nombre como colectivo editor condensa nuestra lógica de trabajo, entendiendo que la edición en este contexto involucra un posicionamiento enunciativo que excede el marco del taller e implica también un movimiento en términos subjetivos.

Palabras clave: talleres, educación en cárceles, extensión universitaria, educación de personas adultas.

Abstract. The Collective Edition Workshop (Taller Colectivo de Edición, TCE) is an extracurricular course that integrates the Prison Extension Program of the Faculty of Philosophy and Literature at the University of Buenos Aires (UBA). It is taught in university centers of the UBA 23rd program, where it displays a collective work of reflection and action around the meanings built as part of the editorial task and with the horizon of publication of a journal. We propose reading texts that address the names of journals to question and re-signify these names, discussing meanings rooted in discourses that relate to confinement and characterize people deprived of their freedom from a punitive and stigmatizing perspective. Reviewing the own name as an editing collective condenses our working logic, understanding that editing in this context involves an enunciative position that goes beyond the workshop’s framework and implies movement in subjective terms.

Keywords: workshops, prison education, university extension, adult education.

Editarnos, nombrarnos: enunciación y subjetividad en el Taller Colectivo de Edición

El Taller y las revistas: un proyecto de extensión universitaria

El Taller Colectivo de Edición (TCE) es un curso extracurricular dictado en penales federales de la Argentina en el marco del Programa de Extensión en Cárceles (PEC), dependiente de la Secretaría de Extensión Universitaria y Bienestar Estudiantil (Seube) de la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL) de la Universidad de Buenos Aires (UBA). El PEC lleva adelante actividades extracurriculares como parte del programa UBA XXII de educación en cárceles.

En este marco, el TCE edita y publica actualmente tres revistas, con dos números por año cada una. La Resistencia es nuestra publicación más antigua: comenzó a editarse en el 2008 y cuenta con veintiún números hasta la fecha. Se edita en el Centro Universitario Devoto, en el complejo ubicado en la Ciudad de Buenos Aires. La Resistencia ha transitado varios formatos, desde un periódico tabloide, pasando por un fanzine A5 impreso en papel obra, hasta su actual presentación, en una revista A4 de tapas satinadas.

Le siguieron, ya en ese formato definitivo, Los Monstruos Tienen Miedo, que editamos desde 2013 en el Centro Universitario de Ezeiza, en el complejo I de varones, y Desatadas. Lanzate a Volar, nuestra publicación más reciente, que inauguramos en el 2019 en el Centro Universitario de Ezeiza, en el complejo IV de mujeres y personas trans. Las tres revistas se publican bajo el sello de la Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras (EFFyL) y están disponibles en la web institucional de la facultad, así como en el blog que mantenemos desde el taller1.

El TCE también se constituye como un territorio de indagación teórica en el marco de proyectos de investigación UBACyT sobre escritura y contextos de encierro, radicados en el Instituto de Filología y Literatura Hispánica “Doctor A. Alonso” de la FFyL, UBA. En ese contexto, desarrollo actualmente mi investigación de doctorado en torno a la actividad editorial desarrollada en cárceles argentinas durante los últimos veinte años.

El objetivo de ese proyecto es indagar en las revistas y en los vínculos que se establecen durante su realización, los sentidos creados y desplegados mediante el trabajo de edición, entendida esta no solo como una técnica de producción de bienes culturales, sino especialmente como una práctica político-pedagógica en torno a la que se traman relaciones y se afectan subjetividades.

En línea con esta perspectiva, el TCE propone un trabajo de reflexión y acción en torno a los sentidos que se construyen como parte de la tarea editorial, con el horizonte de publicación de una revista. Este trabajo de edición que se despliega durante el cuatrimestre supone la constitución de un colectivo editor como contracara necesaria de la realización de la revista.

Las decisiones editoriales compartidas configuran a la vez el volumen por publicar y caracterizan el modo de trabajo del colectivo y la manera en que, mediante este trabajo, se presenta en la publicación. Así, la edición involucra una dimensión y un posicionamiento enunciativo que exceden el marco del taller y que implican también un movimiento en términos subjetivos.

En este artículo proponemos una lectura de textos publicados por el TCE, donde voces colectivas abordan los nombres de las revistas para cuestionarlos y resignificarlos, disputando sentidos arraigados en discursos que relatan el encierro y caracterizan a las personas privadas de su libertad desde una perspectiva punitivista y estigmatizante. El ejercicio de revisar el nombre de las publicaciones respecto de las cuales se constituye el colectivo editor condensa la lógica de trabajo que proponemos y que observamos en su despliegue como parte de la labor editorial de cada cuatrimestre.

La edición como práctica horizontal de enunciación

La edición, concebida como práctica que promueve voces ajenas y habilita su participación en la esfera pública, es una tarea política y cultural que adquiere una dimensión particular al ejercerla en instituciones penales, caracterizadas como “el límite inferior del estado de derecho” (Parchuc, 2018, p. 68) por la sistemática vulneración de derechos de todo orden que allí se observa.

En este marco, la práctica editorial se configura a partir de las voces de “personas con historias marcadas por la exclusión, por la marginación, por la privación de derechos” que, como indica Cynthia Bustelo en su tesis doctoral, aparecen “en la escena pública generalmente a través de otras voces que las narran”.

Sus propias voces se encuentran silenciadas y no suelen salir a la escena social sino por discursos mediáticos, cargados de esa mirada externa y esquemática, teñida de un estigma social que los clasifica, los ordena, los exhibe como transgresores de la ley, y los condena. (Bustelo, 2017, p. 229)

Partimos de la noción de que “la educación en la cárcel habilita en el sujeto la posibilidad de escribir otras versiones de sí mismo, diferentes de las que generalmente se le adjudican. Y puede cumplir una tarea de reducción de daños, frente al efecto desubjetivante del encierro” (Frejtman y Herrera, 2009, p. 126). Proponer en este contexto un proyecto editorial supone comprender la edición no solo como la producción de contenidos y soportes, sino como una práctica eminentemente política que resulta perentorio orientar en el sentido de una ampliación de derechos, poniendo sus operaciones al servicio de discursos y voces largamente silenciados y deslegitimados.

En palabras de Ana Lucía Salgado, antigua integrante del TCE, implica…

… centrar como nunca la atención en la voz que se edita, marginal, deslegitimada, ocultada, silenciada. Y abrir un espacio, “hacerle lugar al otro, en el sentido más verdadero del término”. Es un editar por fuera de las lógicas del mercado, tal vez en su contra, retomando el carácter político de la edición: lo que la palabra y su tratamiento pueden lograr (o no) en términos de disputa del poder, en un ámbito de desempoderamiento casi total de los sujetos. (Salgado, 2015)

Contraria a los métodos de trabajo de la edición entendida como industria cultural, en que la figura del editor o de la editora concentra las decisiones atenientes a la producción de bienes culturales, la propuesta pedagógica de editar colectivamente permite habilitar nuevos espacios de ejercicio de la palabra. En este marco se pueden crear y redefinir maneras de nombrarse y presentarse, construyendo lugares de enunciación en discursos propios.

En este sentido, el TCE busca habilitar un espacio y una práctica que apele a las experiencias, los saberes y la capacidad crítica de los y las estudiantes para constituirse en un colectivo de trabajo con miras a la publicación de las revistas. Esta lógica horizontal y colaborativa se contrapone a los procesos de infantilización, la “pedagogía de la irresponsabilidad” (Segato, 2003) y la verticalidad del ámbito penitenciario, proponiendo un funcionamiento que no jerarquice ni cristalice los roles requeridos por la tarea editorial.

Esto implica que la distribución de tareas entre quienes participan del colectivo editor no está afectada tanto por la distinción entre docentes profesionales del rubro que gozan de su libertad ambulatoria y estudiantes privadxs de su libertad, sino que responde a la distinción entre integrantes con experiencia en el trabajo de edición colectiva que desarrolla el taller e integrantes más recientes, que pueden referenciarles y contar con su guía para incorporarse al proyecto.

El Taller Colectivo de Edición debe su nombre al carácter horizontal y compartido de la actividad que propone en el marco de una práctica político-pedagógica:

De esta manera, las clases en principio expositivas pasaron a ser mayormente prácticas; los saberes de los participantes, muchos de los cuales tenían experiencias editoriales previas, asistían a otros cursos extracurriculares en el CUD, o cursaban otras carreras, fueron incorporados a la discusión al mismo nivel que los saberes de los coordinadores para construir conocimientos de manera colectiva y así materializarlos en la producción de la revista. (Gaudio et al., 2013)

Tal como relatan en la cita anterior las coordinadoras y los coordinadores que dieron origen a esta modalidad del taller, este modo de trabajo también se opone a una forma de organizar la labor que delegue a una figura docente la responsabilidad de tomar decisiones y dirimir sentidos durante el tiempo en el aula, destinado a la edición de la revista.

Esta perspectiva de trabajo se sostiene hasta el presente y es transversal a la práctica pedagógico-política que desarrollamos: no solo se edita colectivamente, sino que el taller se propone como un espacio que construimos y reconfiguramos de forma horizontal.

En efecto, el modo en que logramos (o proponemos) constituirnos en un equipo de trabajo colectivo es mediante el intercambio constante de información: aquella propia del hacer técnico editorial y también las bases teóricas e ideológicas sobre las cuales concebimos nuestra práctica. (Rubin, 2019, p. 201)

La propuesta del TCE es editar una publicación que se constituya en vehículo de la enunciación del colectivo de trabajo horizontal. Que se construya con este objetivo supone mantener abierto el diálogo de manera permanente en torno a las percepciones, las opiniones, los deseos y los pareceres de las personas que lo integran. Las temáticas abordadas surgen en sí mismas del diálogo entre las y los integrantes del taller, que parten de anécdotas o vivencias personales puestas en común, compartidas y retomadas por compañeros y compañeras.

Este proceso transforma relatos individuales en escenas biográficas construidas colectivamente: las dificultades de la infancia, los errores de la juventud y los horrores de la vida en el encierro, suelen encontrarse en el diálogo con lxs otrxs con recuerdos similares, y la responsabilidad individual pasa a entramarse con conceptos que ya habitan el pensamiento del colectivo y sus revistas, como la imagen de un Estado ausente, la idea de derechos no garantizados, la falta de acceso a oportunidades que habilitasen un camino de inclusión, entre otras muchas.

Como parte de la actividad desarrollada en el Taller Colectivo de Edición, cada semestre retomamos la práctica en el aula leyendo y evaluando la edición anterior. Esto nos permite establecer un punto de partida para la nueva edición y entablar un diálogo con la historia del taller y su producción. La revista funciona, de esta manera, como “soporte de una memoria del colectivo” (Rubin, 2019): es portadora de una identidad que se mantiene más allá de quiénes asisten al taller en un período determinado.

A través de su historia, el colectivo se reconfigura y a la vez permanece, repensándose sin desconocer su pasado, sino más bien nutriéndose de este. Durante los incesantes intercambios que se entablan en el aula como parte de la práctica editorial del taller, se oponen perspectivas y se construyen consensos temporales, con miras a la toma de decisiones que corresponden al número de la revista en curso, a sabiendas de que las discusiones se reabrirán luego como parte de una nueva constitución del colectivo en torno al siguiente número de la publicación.

Así, el debate como dinámica argumental para la toma de decisiones relacionadas con la revista es también el modo en que el colectivo editor se configura, no solo porque la lógica horizontal de las discusiones que sostiene es constitutiva de su ser colectivo, sino también porque todo lo que se decide para la revista tiene su correlato en el colectivo editor que se forma como contracara de esa publicación.

El colectivo edita la revista a la vez que “se edita” a sí mismo: la práctica enunciativa es también un trabajo de constitución subjetiva. Cynthia Bustelo, coordinadora pedagógica del PEC, lo enuncia en estos términos: “Se asiste a un movimiento, un tránsito, un pasaje que tiene implicancias tanto singulares como colectivas, ya que permiten dinamizar los vínculos que se construyen y sostienen intramuros tanto como desdibujar las dinámicas y roles propios del contexto” (2020, en prensa).

Construir un discurso propio, conservar la potestad de decidir cómo presentarlo (y a través de ese discurso, cómo presentarse a sí mismo/a), es una primera acción a contramano del silenciamiento y la infantilización que impone el encierro penal. Hacerlo en el marco de un debate colectivo, que involucra no solo a compañeros y compañeras de curso, sino también las voces de editorxs y escritorxs precedentes, sus decisiones y perspectivas también colectivas, amplía el horizonte de diálogo y potencia la voz al sustraerla de un alegato individual, a menudo desoído por los dispositivos judiciales y por los discursos construidos desde los medios concentrados de comunicación.

Editar es nombrar: prácticas nómades del lenguaje

Las escenas áulicas del TCE, como las de otros “dispositivos pedagógicos donde se dinamiza y convoca la palabra”, involucran reflexiones y disputas en torno a la producción de discursos que respondan o propongan alternativas a los juicios emitidos desde el sistema judicial, pero también desde el sentido común, “poniendo en evidencia cómo se construyen estrategias de subjetivación, orientadas a la inclusión social de las personas privadas de su libertad, en los territorios pedagógicos en el (contra él y a pesar del) encierro” (Bustelo, 2020, en prensa).

En una entrevista publicada recientemente, Liliana Cabrera, poeta, fotógrafa, tallerista e integrante de Yo No Fui, se refiere a estos procesos como el acto de poner en palabras lo que antes era inenarrable:

Muchas de las cosas que yo vivía para mí no tenían nombre, y a partir de la lectura de otrxs autorxs, de diferentes cosas y de la charla con compañeras fueron adquiriendo otro sentido. “Ah, esto que me pasó a mí, una presa común en Ezeiza, le pasó también a una presa política en Bolivia”. (Sbdar y Parchuc, 2020, p. 234)

Cabrera recurre al concepto de entremujeres, desarrollado por Raquel Gutiérrez Aguilar, María Noel Sosa e Itandehui Reyes para nombrar la “práctica de la relación entre mujeres” alternativa a la mediación patriarcal en la que “intercambiamos antes que nada palabras para nombrar y organizar nuestra propia experiencia negada” (Gutiérrez, Sosa y Reyes, 2018, p. 9). Se trata de un ejercicio de disputa al monopolio del “nombrar y normar” (p. 3) impuesto mediante los procesos coloniales (Cusicanqui, 2006, citada en Gutiérrez, Sosa y Reyes, 2018).

Nos interesa retomar este concepto, convocado por Liliana Cabrera, en tanto entendemos que echa luz sobre los procesos que observamos en las aulas durante el desarrollo del taller, independientemente del género de lxs estudiantxs que participan. Ellos y ellas son, también, sujetos cuyas experiencias son negadas, nombradas en palabras ajenas que cancelan la posibilidad de responder.

Construyen, acaso, un entrexcluides, por el cual nombrar lo que no tiene nombre o lo que lleva, en cambio, el nombre dado por el propio sistema de exclusión que las y los condena. Resuena, en el mismo sentido, la definición de Gutiérrez Aguilar del acto de “producir nosotros” (Vidas precarias, 2017) en tanto coproducción de “un artefacto de inclusión”, contrapuesto a una práctica de identificación “por tercero excluido”, que fije e inmovilice a los sujetos.

Este camino de hallazgo, encontrar “el modo de decir” (Sbdar y Parchuc, 2020, p. 235) lo que no tiene nombre, implica un trabajo colectivo con el lenguaje y una intervención en la realidad, aun la que se impone con la fuerza del aparato punitivo y de la condena social que lo reafirma.

Los relatos compartidos en el espacio del taller son los que, mediante el proceso editorial desarrollado durante todo un cuatrimestre, se convierten en una revista. Comienzan siendo anécdotas, de las que se desprenden acuerdos y desacuerdos, debates, redefiniciones. Los textos publicados son escritos por las y los integrantes del colectivo al calor de estos diálogos, que sostienen entre sí y con los colectivos encarnados en las revistas anteriores. Así, el nuevo número resignifica todos los que le precedieron, reconfigurando la escena enunciativa en la que se inscribe la revista en su totalidad.

La subjetivación colectiva que se despliega en las prácticas del TCE describe, así, un movimiento espiralado: se enfrenta a versiones anteriores y a partir de ellas se piensa y se reformula al modificar las escenas enunciativas previstas. Rosi Braidotti (2000) caracteriza procesos de subjetivación semejantes como nómades. La autora propone el nomadismo como una figuración capaz de retratar “la interacción compleja de diversos niveles de subjetividad” (p. 30). Entendido como un “tipo de conciencia crítica que se resiste a establecerse en los modos socialmente codificados de pensamiento y conducta” (p. 31), “el estado nómade ofrece un potencial para redenominar de manera positiva, para abrir nuevas posibilidades a la vida y el pensamiento” (p. 36).

La figuración nómade nos interpela especialmente al momento de pensar los modos en que enunciación y subjetividad se relacionan en el contexto del TCE. Al referirse al nomadismo en el lenguaje, Braidotti recurre a la figura del políglota. “El políglota es un especialista en la naturaleza engañosa de la lengua, de cualquier lengua. Las palabras tienen una manera de no permanecer inmóviles, de seguir sus propias sendas” (2000, p. 37). El políglota se vale de la escritura para denunciar que su carácter aparentemente estable es una ilusión, y que por lo tanto las identidades fijas apoyadas en “la familiaridad del sitio lingüístico” (p. 47) que corresponde a cada quién son, de igual manera, ficciones.

Uno de los elementos de la revista que más fuertemente condensa este modo de subjetivación puesto en juego en términos enunciativos es su nombre; en particular, la recurrencia con la que estos colectivos editores que podríamos llamar “nómades” vuelven sobre ese elemento para interpelarlo y, en el mismo movimiento, interpelarse.

Pese a que el acto de nombrar una revista tiene lugar una sola vez, y la decisión permanece en el tiempo, no porta el carácter indeleble del bautizo: por el contrario, las palabras aparentemente inmutables que componen ese nombre se resignifican con cada edición. Esto puede recuperarse de las conversaciones mantenidas durante el transcurso del taller, y por lo tanto también suele verse plasmado en las revistas.

La Resistencia recupera la pregunta por su propio nombre sobre todo en textos de autoría colectiva que retoman la pregunta: “¿Qué es La Resistencia?”. Las respuestas que suscita este interrogante han cumplido en su mayoría con la función del editorial, el texto que inicia la revista y que propone un tema clave que permite luego trazar ejes de lectura para el resto de la publicación.

En las primeras páginas del número 9 puede leerse un texto colectivo titulado “¿Quiénes somos? La Resistencia somos todos”. Allí se define a La Resistencia, siempre con mayúsculas iniciales y en itálica, como un “antídoto” para el veneno que nos aleja de la sociedad, como un “accionar colectivo” y “solidario”, como una alternativa a la “censura” y al “límite de expresión”.

Se hace hincapié en lo que la resistencia no es: no es “negarse a tal o cual cosa”, incluso “no es sólo resistir, es algo más…”. Con estas últimas palabras cierra el texto, que por su carácter colectivo reúne voces diversas, estilos disímiles, distintas formas de aproximarse a la pregunta; juega con la ambigüedad entre la resistencia como concepto y La Resistencia como nombre de la revista, definiendo ambos a la vez.

Un texto con características semejantes en cuanto a la convivencia de distintas voces en un mismo editorial fue publicado en La Resistencia 11. Allí la pregunta transmuta a “¿qué queremos que sea La Resistencia?”, y bajo este título se congregan nuevamente respuestas que parecen remitir a la revista, otras que evocan el taller y el trabajo de edición que propone, y otras que no trazan una división clara. “La Resistencia: un espacio en donde pueda expresar todos mis objetivos frustrados por la sociedad que no nos da el lugar de expresar lo que, como personas, somos”, lee uno de los párrafos que integra este texto. Elidiendo el verbo, deja abierta la relación con la pregunta: podría expresar un deseo tanto como una realidad, ambos tiempos (el del anhelo y el del presente) se solapan. El espacio del aula y el espacio tan ansiado de la página impresa, de la publicación entregada en mano, concurren.

Líneas más abajo, siguen estas reflexiones:

Un espacio donde podamos estar fuera de esta maldita cárcel, crecer en el taller y vincularnos con gente de la sociedad.

Me gustaría que la revista llegue o sea un medio de mi barrio, el Abasto; que haga tomar conciencia a los pibes para que no vivan o no lleguen a pisar la cárcel.

El adentro y el afuera se acercan también: La Resistencia parece ser un medio de vinculación e inclusión de quienes se encuentran privados de su libertad, que guarda la promesa de llegar hasta el barrio para evitar la reproducción del encierro punitivo.

Otro párrafo relaciona la voz y la visibilización, el ser oído con el ser visto, y la construcción de pensamiento crítico con la posibilidad de denunciar y develar la verdad oculta del sistema que los encarcela. “Que se escuche la voz del invisible que replique. Que construya un pensamiento crítico, una denuncia al sistema político, una verdad sobre veredictos, una hoja de papel sin fin manchada de letras”. “Así resistimos nosotros”, afirma el texto a modo de cierre.

El número 16 de La Resistencia incluyó en la primera página una serie de textos diversos: la mayoría firmados por un autor, uno firmado por dos autores, otro anónimo y uno con su propio título. Se dispusieron en la página de manera que mantuviesen su autonomía, pero compartieron un título principal: “¿Qué es La Resistencia?”. El texto firmado por Juan Ariel hace foco en la palabra resistencia, en los modos en que la utilizamos cotidianamente, para luego considerarla como acción: resistir. El texto anónimo, por su parte, propone una idea de resistencia como creación que pone en evidencia la dimensión simbólica del encierro: “Se resiste y de la resistencia nacen nuevos hijos de la mente que nos enseñan que los muros muchas veces se derrumban con palabras”.

En Los Monstruos Tienen Miedo, la pregunta en torno al nombre ha tomado diversas formas, muchas veces formuladas de manera espontánea durante las horas de taller. “¿Por qué se llama Los Monstruos?” y “¿Quiénes son Los Monstruos?” son las variantes más habituales. Las respuestas también han sido numerosas a lo largo de los años y sostienen abierta la discusión que se genera en el aula: ¿Los monstruos son los otros o somos nosotros? En el número 5 de la revista, Carlos se pregunta: “¿Por qué “monstruos”?”. Esta formulación hace indecidible si la pregunta refiere a la revista, pero en su respuesta el autor sitúa al vocablo como un modo en que “categoriza” a las personas privadas de su libertad. Entendiendo que se trata de poblaciones vulneradas, sin oportunidades y socialmente estigmatizadas, Carlos concluye: “Desde acá adentro, no nos consideramos monstruos, sino sobrevivientes de un sistema monstruoso”.

En Los Monstruos Tienen Miedo 6, el número siguiente, la pregunta se repite, pero esta vez la respuesta se construye a dos voces. Por un lado, el texto de Sebastián propone un ejercicio: imaginar los monstruos como “demonios [que] visten de traje y manejan los hilos del poder”. La pregunta ya no es qué es un monstruo, sino a qué le teme cuando lo definimos según un imaginario diferente. A su lado, Carlos establece una dicotomía: “¿Tendrá algún significado o solamente es una palabra?”. Significar y ser “solo una palabra” se constituyen en alternativas. Ofrece opciones: “Bueno, malo, egoísta, rebelde, dominador, dominado, cariñoso, amoroso, corrupción, poder, asesinatos”. ¿Es “monstruo” algo de esto?, parece preguntarse. ¿O se trata solo de “reglas, o convenciones”? El cuestionamiento atraviesa el nivel de la lengua: ya no basta con pensar qué significa una palabra, sino cuáles son las condiciones por las que significa algo.

“Actualmente vivo en una fortaleza custodiada por monstruos disfrazados de personas”, señalan las primeras líneas del número 7, publicado en el 2016, en un texto titulado “¿Por qué los monstruos?”. La pregunta, indeterminada, no parece cerrar del todo el sentido de su propio cuestionamiento. ¿Cómo responder a esta pregunta? ¿Qué información solicita? Sí resulta claro, en un primer momento, que la figura del monstruo es la de quien custodia la fortaleza. Pero en seguida, continúa: “Se nos obliga a permanecer en esta vivienda, supuestamente porque somos personas cuyo grado de marginalidad constituye para la sociedad legal una monstruosidad que es imprescindible revertir”.

La monstruosidad, que en el principio del texto caracteriza a quienes “custodian la fortaleza”, es asumida también como propia, pero no de manera individual, sino como signo de una marginalidad supuesta y vivida colectivamente. “El problema radica en que los monstruitos que genera la sociedad anden sueltos por ahí, recordándole constante e impúdicamente a la sociedad sobre todo lo que falta arreglar en materia social”, sentencia el texto, reconociendo que los monstruos que la sociedad crea se vuelven contra ella, para señalarle sus propias deficiencias.

Desatadas. Lanzate a Volar, creada en el 2019, contó ya en su primer número con un texto que remite a su propio nombre.

Desatadas expresa como un sentido reprimido, frustrado, que se libera a través de la oportunidad que se nos dio, con garras y fuerza. Luego nos tranquilizamos, buscamos en nuestro ser que toda esta represión se alivie con Lanzate a Volar. Nos tranquilizamos y obtuvimos lindos resultados de parte de nuestras compañeras y las profesoras que nos dan fuerza y nos ayudan a organizarnos.

Publicado, como los anteriores, en la primera página de la revista, este fragmento da cuenta de un momento particular del taller: la instancia de elección del nombre que llevaría la revista. Luego de haber anotado durante varias semanas diferentes opciones, el colectivo realizó una votación para seleccionar el modo en que nombraríamos la nueva publicación. Si bien “Desatadas” tuvo el visto bueno general como opción preferida, hubo argumentos en contra. Para una de las compañeras del taller, parecía remitir a personas fuera de control, llevadas por la ira. Otras argumentaron a favor, señalando que desatarse también significa liberarse de ataduras.

Con el objetivo de mantener abierta la incógnita, para que Desatadas no remitiese solamente a un estado de desapaciguamiento, se decidió incorporar como subtítulo el segundo nombre más votado: Lanzate a Volar. Así, sin cancelar el carácter polisémico del título principal, podíamos guiar la lectura en el sentido que, considerábamos, por sí solo, el nombre no haría prevalecer: el de la libertad.

En cada uno de estos pasajes, la reflexión en torno a los nombres de las revistas adquiere la forma de una disputa por la propia representación como colectivo editor en contextos de encierro. Sabrina Charaf, en su estudio de la producción literaria realizada por jóvenes de dieciséis a veintiún años privadxs de su libertad, señala un ejercicio de la palabra que podemos relacionar con lo observado en torno a los nombres de las revistas y el juego de sentidos que convocan. Al respecto, indica que estos textos “habilitan una disputa con las representaciones hegemónicas de las identidades de las y los jóvenes que se encuentran privados de su libertad”. Identifica el modo en que se valen de recursos literarios para...

... incorporar la mirada del otro y dialogar con las expectativas ajenas, para desarticularlas y proponer otras versiones distintas a las preestablecidas por los medios de comunicación, las instituciones penitenciarias y la industria cultural [...] respecto de las identidades sobre los jóvenes, sus barrios, el delito y la cárcel. (Charaf, 2020, en prensa)

Estas estrategias enunciativas pueden observarse en muchos otros textos de las revistas, y también en otros niveles de la publicación, como el diseño gráfico, la ilustración, la ubicación y jerarquización de los materiales. La constitución de un “nosotros/as” colectivo establece un posicionamiento frente a una persona interlocutora que, de igual manera, se construye en la revista.

El destinatario tácito de estos esfuerzos argumentativos es un lector social, también colectivo. Incauto, desinformado y, sobre todo, indiferente, despierta la vocación de interpelar y sostener la atención que se hace palpable en las estrategias señaladas. Se despliega así una suerte de voluntad pedagógica que supone invertir la asimetría: decir lo que en general se ignora (o se desoye) encarnando una voz autorizada. (Rubin, 2020, en prensa)

Estas operaciones que configuran el eje de los debates y las decisiones del TCE, y que construyen sentidos y posiciones a la vez enunciativas y subjetivas. Se trata de actos de decisión en torno al ejercicio de la palabra que afectan la subjetividad individual y colectiva, y redundan en “experiencias vitales, que disloquen certezas, que conmuevan biografías y permitan reescribirlas, se necesita decidir el lenguaje. El lenguaje permite interrogarnos y poner en cuestión la realidad” (Bustelo, 2020, en prensa).

Ejercida colectivamente y entendida como práctica que trabaja con y se despliega en el nivel enunciativo, la edición habilita las condiciones para una subjetividad nómade: explicitar la pregunta por quiénes somos y a quiénes vamos a dirigirnos en una publicación abre la posibilidad de pensar escenarios diversos, que se aparten de la escena dada por códigos y valores precedentes.

Si el lenguaje ya estaba allí antes de que “yo” naciera, y estará allí después de que “yo” desaparezca, la constitución del sujeto no es una cuestión de “internalización” de códigos dados, sino más bien un proceso de negociación entre estratos, sedimentaciones, registros del habla, estructuras de enunciación. (Braidotti, 2000, p. 47)

Este tipo de trabajo con la palabra configura, así, un terreno de disputas de sentidos enunciativamente situados y, como contracara, un espacio para la construcción de subjetividades. En la entrevista citada anteriormente, Liliana Cabrera lo expresa en estos términos:

Muchas veces, las diferentes vivencias que tengo las reinterpreto a partir de la escritura y de esta nueva forma de pararme que tengo en la vida. Entonces para mí muchas veces escribir es poder pensar y meditar sobre esas cosas, y poder reinterpretarlas desde otro lugar. (Sbdar y Parchuc, 2020, p. 238)

Lejos de un estado de disgregación, el sujeto nómade conserva la unidad, su cohesión se mantiene por la repetición, a través de “movimientos cíclicos” y “desplazamientos rítmicos” (Braidotti, 2000, p. 58): con cada nueva edición, se reinicia el trabajo de revisar la trayectoria trazada, de lanzarse hacia delante con el impulso de las diferencias (entre compañerxs contemporánexs, con compañerxs de colectivos pasados), de abrir el juego a las posibilidades que el lenguaje, la escritura y el debate nos permiten construir; para luego cerrar temporalmente sentidos que nos convoquen, que den forma al “nosotros” inclusivo y a la nueva revista, la última edición, que pronto ocupará el lugar del número anterior.

Palabras finales

Las líneas precedentes buscaron evocar escenas del taller y textos publicados que condensen un modo y una ética de trabajo que define al TCE. El diálogo abierto en torno a la escena enunciativa es la clave de nuestra propuesta y es sobre ella como principio que se erige toda nuestra actividad.

A partir de este diálogo se traman las relaciones entre los y las integrantes del equipo, que se constituye en colectivo de escritura y comunicación. De esta manera se configura la revista como propuesta estética, perspectiva crítica y vehículo de las voces que, en el mismo acto de enunciación, reafirman su derecho a ser oídas, a pronunciarse y poder narrar sus propias vidas.

Como parte de este ejercicio de un derecho inalienable, la palabra se pone en juego no como una estampa definitiva, como un sello que de una vez y para siempre determine el sentido, sino que el colectivo despliega un trabajo nómade, políglota; recurre a la polisemia, a la resignificación, a mostrar en acto el cuestionamiento a la palabra instituida, al sentido cerrado; busca apelar la condena de un significado incontestable.

Responden así a producciones discursivas cuya especificidad ideológica “consiste en habilitar enunciados excluyentes y discriminatorios que son formulados sin explicitar los predicados excluyentes o discriminatorios en los que se apoyan y que, en consecuencia, se vuelven incuestionables” (Delfino y Parchuc, 2017, p. 112).

El desafío de elevar la propia voz en contextos de privación de la libertad, donde la palabra de las personas en cumplimiento de una condena es injustamente deslegitimada y silenciada, hace de la edición una práctica capaz de orientarse en el sentido de la ampliación de derechos: promover las voces de quienes raramente encuentran espacio para relatar su propia historia con el horizonte de producir así “una disonancia en el concierto de voces que convoca a la ‘mano dura’ y la represión policial; destejiendo y mostrando los hilos que componen la trama cultural del encarcelamiento y las injusticias de la ley” (Parchuc, 2020, p. 23).

Resulta fundamental, en este sentido, “impulsar redes de co-formación, de sostén político-afectivo-intelectual, que promuevan la supervivencia colectiva como modo de resistencia, el despliegue de capacidades autogestivas y que movilicen y reivindiquen el saber de experiencia como saber pedagógico” (Bustelo, 2017, p. 79).

Referencias

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1 Revistas de extensión de la Facultad de Filosofía y Letras, UBA: http://seube.filo.uba.ar/banner/revistas-de-extensión; blog del Taller Colectivo de Edición: http://tallercolectivoedicion.wordpress.com/