Revista Ensayos Pedagógigos

Vol. XII, Nº 1 Enero-junio, 2017 (ISSN 1659-0104)

URL: http://www.revistas.una.ac.cr/ensayospedagogicos

Recibido: 11 de octubre de 2016 • Aprobado: 9 de mayo de 2017

De la página 39 a la 50 del documento escrito


La educación rural: un camino de lastre en un mundo de autopistas

Bryan Rugama López1

Universidad Nacional

Heredia, Costa Rica

bryanrulop@gmail.com

Resumen

Este ensayo tiene como objetivo poner en perspectiva algunas de las situaciones que enfrenta la educación en las zonas rurales en Costa Rica, en torno a las prácticas educativas que se desarrollan, ya que estas difieren en comparación con algunos centros de estudio del área metropolitana. Las zonas rurales claman por ver la luz en temas de educación, sociedad y políticas educativas.

Palabras clave: educación, rural, política, instituciones educativas, universidades.


Abstract

This essay aims to provide some insight into some of the situations that rural education in Costa Rica has to face in terms of the educational practices developed in it since these are different from the ones found in some educational institutions of the metropolitan area. Rural areas demand a better education and better social and educational policies.

Keywords: education, rural, politics, educational institutions, universities

Introducción

El sistema educativo evalúa a todo el estudiantado por igual, pero ¿tienen la totalidad de estudiantes las mismas facilidades en todos los centros educativos? El presente escrito busca sensibilizar, reflexionar y generar conciencia sobre la educación rural de Costa Rica. Además, poner en perspectiva datos que proveen no solo el mismo Ministerio de Educación Pública (MEP), sino también otras instituciones del Estado. Aunado a esto, se proveerán experiencias el proceso de aprendizaje (kínder, escuela, colegio y universidad) que un educando puede recibir en un lugar periférico del país, específicamente en la zona sur. Para iniciar, es importante aclarar que este ensayo contiene varias metáforas, que buscan asemejar el arduo y complicado camino por el cual la educación rural debe transitar diariamente.

Realizada esta pequeña aclaración, es primordial describir brevemente cómo está organizado este ensayo y los temas que abarcará. En primera instancia, se iniciará con un panorama breve sobre lo que ha sido la educación como tal, y la educación rural de Costa Rica. Luego se continuará con un posicionamiento sobre los centros educativos con los que cuenta el país, las formas en la que las clases son impartidas en ellos y los resultados que se obtienen. Con la luz de esa consigna, se abordará el tema de la sociedad y de cómo esta, en ocasiones, podría estar reflejando el papel que tiene la educación. En tercera instancia, se hará hincapié en el aspecto político y de cómo las políticas emanadas desde los altos mandos tienen efecto en las zonas alejadas de la Gran Área Metropolitana (GAM). Para concluir, se planteará parte de los retos que se evidencian ya no como educación de I, II, III ciclo y diversificada, sino en el plano de la educación superior. Se espera, por lo tanto, realizar una reflexión sobre el quehacer educativo y que este documento sirva como herramienta de análisis para la búsqueda de una mejora sustancial, que motive a diferentes entidades y en especial a las que trabajan en el ámbito educativo a redoblar esfuerzos por la búsqueda de una educación más equitativa, sin mirar los kilómetros que distancian a San José de los demás lugares.

La educación costarricense, candil de la calle, oscuridad de la casa

La educación es uno de los principales pilares y retos para el avance de una nación. Costa Rica siempre ha hecho alarde de haber cambiado las armas por libros, lo cual, a los ojos del mund,o ha sido una gesta de aplaudir de pie. Sin embargo, esta situación no ratifica que a nivel educativo todo marche a la perfección, por el contrario, siempre hubo, hay y habrá retos que necesitan ser enfrentados. Uno de los retos en materia educativa es la búsqueda de una mejora para ese camino de lastre, rocoso y doloroso por el cual las zonas rurales con mucho esfuerzo deben transitar a diario. En una sociedad cambiante que avanza a pasos agigantados en muchos aspectos, las zonas rurales parecen estar sufriendo un “letargo vial”. Los avances en materia educativa de las regiones periféricas difieren, en ocasiones, con lo que se realiza en algunos centros educativos de la Gran Área Metropolitana (GAM). Las zonas rurales claman por ver la luz en temas de educación, cultura y políticas educativas. Todo esto con el fin de asfaltar su camino y luchar por lograr una mayor equidad que permita una mejora educativa y, por ende, también de vida.

En Costa Rica, la ley N.° 2160 llamada “Ley Fundamental de la Educación”, indica en su artículo 1, que la educación es proporcionada por el Estado en toda su extensión y de forma adecuada. Por esta razón, se cuenta con un gran número de centros educativos en todo el país. Según el Atlas de la Educación Costarricense (2013) “…en 2011 Costa Rica contaba con 4.070 centros educativos de primero y segundo ciclo, de los cuales un 92,1% eran públicos… de estos más del 75% estaban fuera de la GAM” (p. 11). Tomando como base los datos anteriores, se puede mencionar que en Costa Rica la lucha por mejorar la educación rural debe ser uno de los retos más grandes por los que se está atravesando actualmente. Aunado a esto, resulta importante enfocar la inversión de los recursos educativos, en la mejora de la infraestructura educativa, además de un mejoramiento sustancial en todos los aspectos posibles en torno a la educación, como ejemplo: formación y actualización docente, pero eso será un aspecto que se abordará luego.

Los centros educativos en zonas rurales caminan aún por carreteras de lastre (con dificultades) que aún el gobierno no logra asfaltar (solventar). No está demás mencionar que, en las zonas rurales del país, los centros educativos, en ocasiones, carecen de las herramientas básicas y a veces muy necesarias para poder llevar a cabo el proceso de aprendizaje. Un ejemplo de ello podría ser la carencia de aulas, pupitres, pizarras y textos educativos actualizados. Esto, sin querer mencionar la tecnología como una de ellas, ya que, a veces, si acaso se logra tener energía eléctrica en los salones de clases.

Hay un verso que dice “todos estamos bajo el mismo sol” (Soler, 2015). Es cierto, pero no a todos nos pica (quema la piel) por igual. Parte de los esfuerzos a realizar para obtener mejores centros educativos está en lograr una mayor eficiencia en los aspectos primordiales que se describieron anteriormente, como es el caso de la infraestructura, la cual juega un papel importante; pero también hace falta trabajar en otros aspectos fundamentales. Por ejemplo: proveer capacitaciones docentes actualizadas y contextualizadas, superar la herrada idea del arrastre de materias que poco beneficio trae al sistema y, en especial, al estudiantado, para así, lograr realizar compromisos y soluciones efectivas que realmente beneficien fundamentalmente la educación de la periferia.

Las escuelas y colegios del país necesitan programas de estudio que enseñen habilidades para la vida, no contenidos aislados y sin significado sustancial. Con esto se hace referencia a que al modelo tradicional ya le está llegando el momento de bajarse del autobús escolar y dar paso a un modelo que realmente contextualice la educación con base en las realidades que vive el estudiantado, en especial el de educación rural, cuyo modelo de vida dista en igual o mayor cantidad que los kilómetros que existen desde Peñas Blancas o Paso Canoas a las oficinas centrales del MEP. Con la contextualización e implementación de otros modelos pedagógicos se puede lograr una mejor educación al servicio del estudiantado y obtener “una educación de calidad, que, partiendo de sus propias realidades, propicie el desarrollo de todo su potencial” (MEP, 2008). Por lo tanto, no permitir que los niños, niñas y jóvenes de secundaria y universidad continúen desertando en el proceso educativo por motivos como instalaciones educativas paupérrimas o por el sistema educativo que todo lo pretende medir, clasificar en números y, basado en ello, determinar quién obtiene un buen rendimiento (apto) para avanzar y culminar dichos procesos.

El rendimiento escolar siempre ha sido uno de los aspectos en los que el MEP ha puesto mucha atención. Esto se debe a que la deserción escolar está presente año tras año en el entorno educativo. Otárola (2015) destacó que 32.113 estudiantes desistieron de continuar en el proceso educativo en el 2014, sin dejar de lado que los lugares con mayor abandono escolar fueron en las regiones educativas: Grande de Térraba (17,5%), Aguirre (16,5%) y Coto (15,9%), todos estos de la zona periférica del país. Mientras tanto, en la otra cara de la moneda se encuentra San José oeste (5,7%) y San José norte (6,0%) que presentaron los índices más bajos de deserción escolar. Muchas preguntas pueden surgir entorno a los motivos que llevan a estudiantes a dejar “botados” los estudios. Esas razones la mayoría de las personas las saben: poca adaptación al sistema y falta de recurso económico, las cuales llevan al inicio temprano de la vida laboral, que ya por sí mismo es escaso en las zonas rurales. También el consumo de sustancias psicotrópicas, embarazos a temprana edad, contenidos en los programas de aprendizaje desfasados con el entorno social en el que vive el estudiantado y un desarrollo humano en las zonas rurales muy lamentable forman parte de dicha decisión.

Existen datos que infortunadamente demuestran cómo la situación en las zonas rurales dista de la GAM. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo-Costa Rica (2016), en el estudio más reciente realizado en el 2014, cantones como Coto Brus, Buenos Aires y Corredores se colocan entre los veinte cantones con menor índice de desarrollo, ratificando el poco avance que se presenta en estas zonas del país. Lo contrario ocurre con los primeros quince puestos de dicho informe, conformado por cantones ubicados en el casco metropolitano. Esto ratifica que las situaciones adversas en zonas rurales ocurren tanto en lo escolar como en lo social.

Estudiantes cambiantes en una sociedad cambiante

La sociedad en ocasiones puede ser un reflejo de lo que ocurre en el sistema educativo. La periferia del país ha luchado por proveer a sus estudiantes de lo mejor posible, con el fin de animarles y motivarles a permanecer en el sistema educativo. Pero, la sociedad en general ha dado muestras claras a la vista de todas las personas, de que, si el sistema educativo no reajusta su accionar y quedará solo con quienes puedan adaptarse al modelo y quienes puedan pagarlo. La escasez de dinero en zonas rurales lleva a las poblaciones estudiantiles a salir de un hoyo para entrar a otro, ya que en diversas ocasiones se murmura en los pasillos de colegios o universidades “…se salió para trabajar”. Esta es una realidad latente en los centros educativos de las zonas periféricas. Según el Ministerio de Planificación Nacional y Política Económica (MIDEPLAN), en el índice de desarrollo social cantonal (2013) se ubican los cantones de Coto Brus (68), Osa (69), Corredores (74), Golfito (77), y Buenos Aires (79) entre los cantones con menor índice de desarrollo social (p. 12). Además, el Instituto Nacional de Estadística y Censo (INEC), mediante la Encuesta Nacional de Hogares (2016), reveló que el nivel de pobreza disminuyó en relación con el 2015; sin embargo, la región Brunca continúa siendo unas de las zonas más desfavorecidas económicamente del país. Esto da como resultado un panorama complicado para estudiantes de dichas zonas que ya no solo enfrentan situaciones estudiantiles adversas sino también sociales.

La búsqueda de dinero para “ayudarse” con los estudios les lleva, en ocasiones, por rutas (toma de decisiones) equivocadas, que a la postre aumentan otros datos no muy gratos no solo para el MEP, sino para otras instituciones. Por ejemplo, el consumo de drogas como la ingesta de alcohol, el fumado no solo de cigarrillos, sino también de cannabis sativa (mariguana). Esto empieza a edades tempranas y en muchos casos, son jóvenes del sistema educativo las primeros individuos en probar dichas sustancias. El Instituto de Alcoholismo y Farmacodependencia (IAFA) (2016) menciona que, para el 2015, estudiantes de secundaria, alrededor de trece años y medio, realizan su primera ingesta de alcohol y a los catorce años el consumo de mariguana. Estos datos, aunados a problemas de narcotráfico en zonas rurales del país, invitan a hacer un análisis sobre las herramientas que se están implementando en el sistema educativo. Ya tal vez es hora de que se realice un currículo adaptado a las necesidades y retos que enfrentan los estudiantes de zonas rurales. No bajar la calidad, no se debe malinterpretar el mensaje, sino un currículo que les ofrezca, no solo los conocimientos para cursar todos los niveles educativos sino para evidenciar y hacer frente a las coyunturas sociales que aquejan sus entornos.

Algunos aspectos a considerar en la búsqueda de las soluciones que requieren los sectores rurales pueden ser proveer de herramientas a los padres y madres de familia (talleres, reuniones o debates, etc.) para mejorar la comunicación entre el centro educativo y los hogares. Además, proveer un currículo educativo orientado en la región donde se desenvuelve el estudiantado, es decir, que sea contextualizado y que realmente tenga un impacto no solo educativo sino social, para que realmente el proceso de enseñanza-aprendizaje resulte útil para su aplicación en la parte no solo laboral sino en la vida. Adicionalmente, personal educativo identificado y comprometido con la mejora educativa de la zona, promover que sea concebido como un sujeto facilitador del proceso, no considerado como el dueño absoluto del conocimiento. Estos aspectos pueden resultar claves si son acuerpados con una aplicación de un modelo educativo como el constructivista, que no solo enseñe al estudiantado a pensar en posibles respuestas para contestar en un examen, sino que trascienda del aula y se embarque en el contexto en el que el centro educativo se encuentre enclavado.

Educación superior, no por jerarquía sino por exigencia

“A quien más se le da, más se le va a pedir” reza un refrán popular. Las universidades públicas en Costa Rica, si bien es cierto cuentan con sedes regionales alrededor del país, para facilitar la continuación del proceso educativo en zonas rurales; pero, ¿realmente están realizando su máximo esfuerzo por brindar la mejor educación posible? A veces parece ser que solamente se replica lo que en sus sedes principales (centrales) se hace, esto provoca una incursión, un poco vaga si se quiere, en las zonas de la periferia. Ovares, Méndezy Cerdas (2007) señalan que “…en las zonas rurales existe una escaza oferta de empleo, además de pocas opciones educativas” (p. 119). A esto es importante añadir que las pocas oportunidades de continuar con los estudios superiores están enfocadas a carreras poco atinentes a la zona, lo que provoca que el estudiantado tenga que “probar suerte” y trasladarse de su zona de residencia en busca de empleo o bien continuar con su proceso de formación universitaria en la GAM.

Actualmente existen proyectos educativos o divisiones educativas que intentan proveer herramientas para un mejoramiento en la educación rural del país. Por ejemplo, la División de Educación Rural (DER) del Centro de Investigación y Docencia Educativa (CIDE) de la Universidad Nacional (UNA) realiza su trabajo en conjunto con comunidades que se encuentran en zonas rurales. Esto ha facilitado que la educación universitaria luche por una mejora en las regiones periféricas. Igualmente, varias de las universidades estatales ofrecen revistas enfocadas al ámbito educativo, abarcando la ruralidad, como es el caso de la Universidad Estatal a Distancia, Universidad de Costa Rica y la misma Universidad Nacional, con sus revistas Innovaciones Educativas, Educación y EDUCARE, respectivamente.

Estas acciones dan un paso más allá en la búsqueda de una educación equitativa, pero a veces no parecen ser suficientes. Se necesita una formación docente que promueva y concientice en la importancia de mejorar y unir esfuerzos en torno a la educación rural. El estado de la Educación (2015) menciona “… en los últimos 10 años, el MEP no ha logrado generar cambios en las actividades de desarrollo profesional de tal manera que cumplan con la mayoría de los criterios…” (p. 392). Desde esta consigna, se puede pensar que la mejora en docentes es solamente asunto del MEP, pero gran parte del desarrollo profesional se da en los centros universitarios. Esto provoca, en ocasiones, la falta de una formación docente adecuada. Algunas autoridades siempre recurren a la acetaminofén educativa (dar por respuesta) que “por falta de presupuesto” es que no se logra brindar la mejor formación posible. Pero, esto también se debe a la falta de creación de políticas contundentes que, cuando se ejecuten, se logre observar una mejora sustancial en la educación rural del país. ¿Cómo se logra esto? Promoviendo una participación política responsable en las elecciones de puestos jerárquicos, por parte de las personas inmersas en la educación, logrando que las personas postulantes sean conocedoras y se identifiquen con las realidades (necesidades) de las zonas rurales.

¿Política o politiquería?

La política educativa a veces se queda plasmada en documentos impresos o digitalizados, hasta ahí, en reducidas ocasiones se vuelve un proceso de propuesta-acción. Un ejemplo claro de esta afirmación es el documento emitido en el 2008 por el Centro Educativo de Calidad como Eje de la educación costarricense del MEP, que tenía como reto “lograr que todos y cada uno de los centros educativos del país sean centros educativos de calidad” (p. 3). Tomando como referencia dicha afirmación y observando la realidad de los centros educativos en las zonas periféricas, se nota la falta de congruencia entre lo que se decreta con lo que se realiza. Esto ocurre porque muchas de esas decisiones (decretos, leyes, pronunciamientos, etc.) son tomadas por las autoridades desconocedoras de lo que ocurre en el contexto educativo, y desembocan en la creación de falacias impresas o a como llamarían en tiempos de antaño “un diez con hueco”. Chaves y García (2013) recomiendan “mayor protagonismo del docente en la política educativa y los procesos curriculares y del quehacer docente” (p. 24). Bajo la luz de esta afirmación, las políticas educativas podrían ser más viables y ejecutables.

En el ámbito educativo, docentes, estudiantes y familias cumplen uno de los papeles de mayor relevancia en el proceso de enseñanza-aprendizaje, sin embargo, a veces parecen ser olvidados cuando se crean políticas que van a regir la educación. Esta situación se debe mejorar a nivel del MEP, gobierno y universidades públicas, para así beneficiar en un mayor grado la educación en las zonas rurales. Es importante hacer hincapié en que cuando se menciona una educación gratuita y de calidad, se debe luchar por realmente ofrecerla a la totalidad de estudiantes, no solamente expresarla en los discursos de las autoridades. ¿Cómo se logra una política real, tangible? Dejando los intereses individuales (de unos cuantos) a un lado, y haciendo propuestas políticas reales, que verdaderamente logren su objetivo, políticas que emanen de abajo hacia arriba, desde la consulta permanente a docentes de centros rurales, hasta investigaciones en la periferia que desemboquen en la construcción de proyectos que beneficien las zonas más alejadas y desfavorecidas del país. Tal vez, de esta manera, se logre evitar que tanta cantidad de estudiantes de las zonas rurales se aburran del colador y encasillador social (el sistema) y caigan en manos de las drogas. Tal vez, teniendo y ejecutando una mejor política, las familias vuelvan a confiar en la forma en que sus hijos e hijas se educan y tal vez, así, los hijos e hijas de las zonas rurales no tengan que dejar sus tierras a probar suerte en la GAM.

Conclusiones

El quehacer educativo en la zona rural implica grandes esfuerzos por parte de toda la comunidad nacional. No es posible seguir con la mentalidad de que una misma política debe regir igual para todos los ámbitos, ya que las realidades educativas entre una región periférica y la GAM distan cuan largo es el rio Térraba. Por ejemplo: en pleno siglo XXI resulta inconcebible que estudiantes de escuela tengan que recibir lecciones en el suelo, con la excusa de que “no se tiene presupuesto” para pupitres; es inadmisible que se sigan utilizando, en secundaria, libros de textos desfasados de la realidad en la que se vive en las zonas rurales “solo porque eso es lo que hay”; es inaceptable que estudiantes de escuela, colegio y universidad continúen caminando gran cantidad de kilómetros de distancia para asistir a la institución educativa solo porque “no se puede construir un centro de estudio más cercano”; es injusto que gran cantidad de estudiantes sigan optando por pocas carreras universitarias solo porque “se debe agradecer que hay una universidad pública”. Pero lo que resulta más ilógico es que se siga utilizando la misma vara para medir a todos y todas por igual, cuando existen diferencias abismales en comparación con la realidad de la GAM, solo porque “es cansado viajar hasta Paso Canoas, Sixaola o Peñas Blancas” para ver el estado en que muchos centros educativos se encuentran y proporcionar una educación e infraestructura digna.

“El cambio debe partir desde casa”, claman algunos educadores. Es sano compartir en toda su cabalidad dicha afirmación, pero también es aún más sano que el cambio parta también del personal docente, directivo escolar, directivo regional, de decanaturas, de rectorías, de regentes de ministerios y administrativo de los recursos educativos en escuelas, colegios, universidades. Se extiende una invitación para que salgan a caminar (recorrer) y vivenciar ese camino empedrado en el que la educación rural está inmersa y preguntarse si la educación que se ofrece ¿es de calidad?, como se menciona en varios documentos; a cuestionarse si ¿es esta educación digna para el siglo en el que se está?, ¿es esta la educación que se quiere reflejar en la sociedad? Pero, sobre todo, ¿es esta la educación que se quiere brindar a estudiantes? Tal vez con esta invitación e interrogantes en un corto y mediano plazo la educación rural empiece a tener la importancia y atención que tanto y por mucho merece.

Para concluir, es fundamental retomar el desafío que se plantea el Programa Estado de la Educación (2015) en donde se señala que “para acortar la brecha educativa que existe en zonas alejadas del valle central, es necesario lograr una adecuada asignación de recursos” (p. 268), para proponer y dar soluciones a las paupérrimas situaciones que rodean a estudiantado, personal educativo y familias, como se mencionó con anterioridad.

Ahora bien, estimado público lector: ¿qué ha hecho para apoyar la educación en general y la educación rural, específicamente?

Referencias

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1 Bachiller en la enseñanza del inglés. Universidad Nacional, Costa Rica. Diplomado en inglés. Universidad Nacional, Costa Rica.

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