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e-ISSN: 2215-2563

Número 61E (3) Especial CLAG • Julio-diciembre 2018

Doi: http://dx.doi.org/10.15359/rgac.61-3.29

Páginas de la 553 a la 568 del documento impreso

Recibido: 2/7/2018 • Aceptado: 16/7/2018

URL: www.revistas.una.ac.cr/index.php/geografica/



La espacialidad urbana en la construcción socio espacial de los lugares: una mirada desde el giro espacial

The space social construction of the places: a look from the turn special

Iliana Araya-Ramírez1

Universidad Nacional, Costa Rica


Resumen

El objetivo de este ensayo consiste en relacionar los aportes del giro espacial y la espacialidad urbana en la construcción socio espacial de los lugares. La conceptualización tradicional de espacio alude a la concepción positivista del espacio abstracto, la cual se transforma en el contexto de la globalización que viene acompañada de una transición epistemológica. Es aquí donde el “giro espacial” plantea una nueva interpretación de la espacialidad urbana desde una perspectiva interdisciplinaria que integra las dimensiones materiales e inmateriales del espacio y las formas en que estos devienen en lugares. La construcción del lugar está elaborada a partir de las prácticas socio-espaciales y la subjetividad espacial; las primeras remiten a las formas de habitar la ciudad de acuerdo a las actividades cotidianas y la segunda está entendida en términos sociales y los sentimientos hacia el entorno en diálogo entre el lugar y los actores sociales.

Palabras clave: giro espacial, lugar, espacialidad urbana, prácticas socio-espaciales, subjetividad espacial.

Abstract

The objective of this essay is to relate the contributions of spatial turn and urban spatiality in the socio-spatial construction of places. The traditional conceptualization of space refers to the positivist conception of abstract space, which is transformed in the context of globalization that is accompanied by an epistemological transition. This is where the "spatial turn" proposes a new interpretation of urban spatiality from an interdisciplinary perspective that integrates the material and immaterial dimensions of space and the ways in which they become places. The construction of the place is elaborated from socio-spatial practices and spatial subjectivity; the first refers to the ways of inhabiting the city according to daily activities and the second is understood in social terms and the feelings towards the environment in dialogue between the place and the social actors.

Keywords: spatial turn, place, urban spatiality, socio-spatial practices, spatial subjectivity.

Introducción

Desde finales del siglo XX, las transformaciones económicas, sociales, ambientales y culturales produjeron la visibilización, en la dimensión espacial, del espacio-tiempo. Es así como la reconfiguración del sistema capitalista se reestructura a partir de las redes y flujos de información, capital, mercancías y personas que ocurren de forma masiva en el espacio urbano a nivel global y latinoamericano.

Por tanto, las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) producen simultaneidad temporal entre sitios distantes dentro del espacio (De Sousa, 2000); de forma que se modificaron las prácticas socio espaciales en la vida cotidiana. Es así como, Berger (1987) afirmó que las personas no debían hacer su historia, sino principalmente su geografía; estamos viviendo una situación histórica que puede ser descrita en términos geográficos. La forma en que ahora concebimos el espacio va más allá de la discusión filosófica y rejuvenece la teoría social crítica, inspirada en la tradición marxista y en adaptaciones del análisis materialista histórico. La globalización se acompaña de una transición epistemológica.

Actualmente, en la Sociedad de la Información y la Comunicación (SIC) tales simultaneidades transforman el espacio, el cual responde a los intereses del capital global y la estandarización de los lugares, las personas, los gustos, las modas, los patrones de consumo, entre otros. En este contexto, el estudio de la cultura y la trialéctica espacial, desde la perspectiva crítica, en la investigación geográfica, es un tema reciente que interpreta la forma en que las prácticas culturales dejan una impronta en los territorios y los lugares.

De forma tradicional el abordaje de la cuestión urbana hace referencia a la materialidad de la ciudad en cuanto su estructura y funcionalidad; no obstante el “giro espacial” ofrece una apertura hacia enfoques alternativos al estudio del espacio abstracto o materialista; donde se reconoce la importancia de la dimensión sensible del espacio urbano que habitamos. El interés acerca de la espacialidad, por parte de otras distintas disciplinas, forma parte del denominado “giro espacial” el consiste en la interpretación de la espacialidad de la vida humana, desde un enfoque transdisciplinario en un proceso similar al recorrido por la historia y la imaginación histórica durante el siglo XIX (Albino y Barsky, 1997).

Así cuando autores de las diferentes áreas estudian la cultura, idioma, religión, género, clase y representaciones espaciales reconocen el sentido de lugar con relación a lo social y ambiental. De esta manera, surgen los diálogos interdisciplinarios y transdisciplinarios como aproximación a algunos conceptos claves, que desde siempre fueron entendidos por la geografía. Estos eruditos pueden ser lingüistas, novelistas, críticos de cine, antropólogos, sociólogos, historiadores y politólogos. El cuestionamiento ¿cómo comprender la nueva espacialidad de la ciudad en el contexto de la globalización? constituye uno de los grandes desafíos que plantea el giro.

La globalización viene dada con el giro espacial, algunos autores como Bhabha (2002), Foucault y Miskowiec (1986), Harvey (1998), Lefebvre y Lorea (2013) y Soja (1989) forman parte de la crítica cultural, además tratan de explicar la nueva espacialidad en la globalización neoliberal y difundir la coordenada espacial para pensar espacialmente fuera del ámbito geográfico, esto en la teoría social.

En las nuevas formas de las relaciones de poder, consecuencia del “giro espacial”, el control del espacio constituye el mecanismo central en la reproducción del capitalismo (Löw, 2013). De este modo, la globalización revaloriza la movilidad y los flujos de información y de personas en lo que Harvey (1998) denomina “compresión espacio temporal”, en donde se transforma la noción de distancia y se crea la ilusión que todos somos parte de la aldea global. Asimismo, con la movilidad máxima, donde convergen el tiempo y el espacio se aniquila el lugar para crear patrones espaciales dominantes, en lo que Augé (2008) denomina como “no lugares” construidos para las burguesías (Hiernaux y Lindón, 2004).

El objetivo de este ensayo consiste en relacionar los aportes del giro espacial y la espacialidad urbana en la construcción socio espacial de los lugares. En el primer acápite se abordan las concepciones del espacio como como localización, como producción social y como construcción social. Así, en la primera concepción se parte de positivismo que alude al espacio abstracto y sus representaciones geométricas; la segunda procura preocupación por el desarrollo geográfico desigual y la última en una perspectiva más humanista busca la interpretación del espacio vivido. El espacio como construcción social deviene en el lugar, el cual no tiene límites fijos y sus fronteras son abiertas; en esta vertiente está enfocado este ensayo.

El segundo apartado está referido a la construcción del lugar desde las prácticas socio espaciales y la subjetividad espacial. Estas prácticas remiten a las formas de habitar la ciudad de acuerdo a las actividades cotidianas de sus residentes relacionadas al ámbito doméstico, laboral, de estudio, el consumo, recreativas, deportivas y de transitar expresadas en su corporalidad y espacialidad. Por su parte la subjetividad espacial está entendida en términos sociales y la construcción de sentimientos hacia el entorno en diálogo entre el lugar y los actores sociales. La construcción del lugar, en este caso el espacio urbano está elaborada a partir de las dimensiones macro y micro social, la primera remite a la dimensión objetiva de la ciudad, en tanto la segunda está vinculada a la subjetividad espacial.

Concepciones del espacio: como localización, como producción social y como construcción social

En el análisis del espacio se diferencian tres vertientes: la primera corresponde a una perspectiva positivista y fragmentaria preocupada por el espacio cuantificable. La segunda recurre al análisis materialista que muestra una mayor preocupación por los problemas de justicia social y el desarrollo geográfico desigual e intenta incorporar el espacio social. La tercera vertiente se preocupa por el espacio como construcción social, denominada constructivismo geográfico, la cual propicia la comprensión de los lugares donde habitamos y simultáneamente nos habitan, desde nuestra experiencia de vida.

La concepción de espacio como localización se relaciona con la geometrización de este, rescata la sistematización el método geográfico que ofrece respuesta a los problemas espaciales con la utilización de modelos; la crítica a la geografía cuantitativa proviene de la perspectiva crítica. La conceptualización del espacio abstracto suprime el ser humano, a la vez que excluye el movimiento social y “elimina de sus preocupaciones el espacio de las sociedades en movimiento. La geografía se convirtió en una viuda del espacio” (Santos, 2000, p. 97).

El espacio como producto social pierde el carácter absoluto de medición cartesiana y adquiere la dimensión social del espacio. Para Santos (2000), el espacio geográfico como proceso y producto es el resultado de la impronta temporal: pasada y presente. De esta forma

El espacio se define como un conjunto de formas representativas de las relaciones sociales del pasado y del presente y por una estructura representada por las relaciones sociales que ocurren ante nuestros ojos y se manifiestan por medio de los procesos y las funciones (p. 138).

En esta conceptualización el autor introduce el principio de incertidumbre propuesto por Heinserberg al señalar que ese espacio es un campo de fuerzas con aceleración desigual, lo que impide que la evolución espacial sea idéntica en todos los lugares. El concepto de espacio social enfatiza en lo material, como producción histórica, que le permite perdurar en el tiempo a modo de rugosidad, lo que es definido por Santos (2000) como aquello que “(…) permanece del pasado como forma, espacio construido, paisaje, lo que resta del proceso de supresión, acumulación, superposición, a través del cual las cosas se sustituyen y acumulan en todos los lugares” (p. 118). Es decir, se consideran relictos de un pasado y modo de producción donde pueden coexistir muchos pasados.

La materialidad del espacio es heredada a otras generaciones y cada una de ellas la integra a otras formas espaciales, de temporalidades posteriores, con las formas de vida presentes. Esto se logra por medio de la refuncionalización del espacio, la patrimonialización o destrucción del patrimonio. La aportación giro espacial a la categoría de espacio como construcción social enriquece la conceptualización evita las reificaciones en su uso, a su vez que otorga centralidad a lo social (Lindón, 2012b).

Las tendencias del análisis del espacio geográfico se han centrado, preferentemente, en el espacio objetivo y como producto social, con un lento deslizamiento a la concepción de espacio vivido, experimentado y el espacio construido socialmente. De acuerdo con Rochefort (1963) primero es lo social y luego lo espacial ya que para este autor no es posible interpretar “el espacio vivido, percibido, imaginado representado, experimentado sin empezar por quien lo vive y lo experimenta” (p. 19)

En este sentido, los pilares de la dimensión sensible son desarrollados por Yi Fu Tuan, en cuanto a lo perceptual, referido a la respuesta de los sentidos a los estímulos externos sensorial, y lo actitudinal representada en la perspectiva cultural que asume cada sociedad. Este autor reconstruye el concepto de lugar, mientras que el concepto de espacio se asocia con amplitud, falta de límites y libertad, el concepto de lugar aparece con una carga de significados que las personas le otorgan (Tuan y De Zapata, 2007).

Los enfoques humanistas integran lo material e inmaterial para constituir lo que se denomina como “una tercera dimensión” que requiere de una posición metodológica diferente en la observación del espacio en su materialidad. Así, “el constructivismo geográfico busca la comprensión del espacio a partir de la experiencia espacial del sujeto que ocurre en su mundo de la vida cotidiana” (Lindón, 2012b, p. 599).

En la perspectiva constructivista, la comprensión de la realidad muestra que las personas construyen el territorio por medio de las prácticas socioespaciales y que los saberes espaciales están configurados por el lenguaje con el que entendemos y transmitimos las percepciones espaciales de los lugares, los significados y las fantasías respecto a éstos.

La dialéctica entre lo global y local plantea una tensión entre los conceptos de espacio geográfico y el lugar. De un lado, el espacio como categoría reúne algunos elementos; en primer lugar es el producto de las interrelaciones e interacciones entre lo global y lo local que conllevan a una identidad espacial y surgen de una negociación entre ambas que alude a una subjetividad política. En segundo lugar, forma una esfera de posibilidades en la multiplicidad y heterogeneidad que depende del reconocimiento de la espacialidad. En tercer lugar; el espacio siempre está en construcción con apertura al diálogo con la pluralidad (Massey, 2013).

De otro lado, la geografía como disciplina se ofrece opción de investigar desde el lugar; el viaje entre lo local y global se trabaja desde el pluralismo paradigmático, que influye en la geografía. La tensión entre el lugar y lo global alude a un refugio político conservador entre la cotidianidad y la globalidad abstracta.

La dimensión espacial adquiere importancia en el contexto de globalización económica, la cual procura la homogenización de los espacios del capital e incide en la configuración del espacio geográfico. La contribución de la espacialidad responde a la resignificación de lo local y del concepto de “lugar”, por lo que este se aborda con una nueva mirada, para pensar la cultura. El desdibujamiento del lugar tiene consecuencias profundas en nuestra comprensión de la cultura, el conocimiento, la naturaleza, y la economía. Lo cual se evidencia en los movimientos sociales, con fuerte referencia al lugar, que buscan reivindicar sus prácticas culturales, ecológicas y económicas en relación con su entorno (Escobar, 2000).

Como parte de la práctica cultural contra-hegemónica, resurge lo local y se convierte en una de las caras de la globalización (De Sousa, 2000). En este sentido, el estudio de lo local debe considerar la “reafirmación del lugar, el no-capitalismo, y la cultura local opuestos al dominio del espacio, el capital y la modernidad” (Escobar, 2000, p.115), la profundización de tales aspectos puede resultar en teorías que visibilicen la emergencia para reconcebir y reconstruir el mundo desde una perspectiva de prácticas basadas en el lugar.

Las prácticas socio-espaciales y la subjetividad espacial en la construcción del lugar

En la actualidad, los cambios que ocurren en la geografía humana, señalados como giros, abren la posibilidad de diálogos entre el orden de lo social con lo cultural, lo cual contribuye a los aportes de la investigación en ciencias sociales. Inclusive, en la concepción de lo social, en términos de “sujetos sociales territorializados, entendidos como agentes activos que pueden transformar la sociedad” (Lindón, 2012b, p. 588).

Cuando en la construcción epistemológica de la teoría social se invisibiliza de la dimensión espacial de lo social, se está cercenando lo social que se quiere comprender, aunque muchos científicos sociales comprometidos con la coordenada espacial de lo social omiten el devenir geográfico (Lindón, 2012b).

La representación única del espacio se impuso como una verdad absoluta sobrepuesta sobre otras formas (Boynard, 2013). Por esta razón, la hegemonía del concepto espacio, sobre el concepto de lugar, coexiste como una forma de colonialismo occidental y actúa como un mecanismo epistemológico del eurocentrismo en la construcción de la teoría social. Para Escobar (2000)

Al restarle énfasis a la construcción cultural del lugar al servicio del proceso abstracto y aparentemente universal de la formación del capital y del Estado, casi toda la teoría social convencional ha hecho invisibles formas subalternas de pensar y modalidades locales y regionales de configurar el mundo” (p. 116).

En la actualidad, se presentan otras formas alternativas para el abordaje de la realidad social y las representaciones del mundo, por esta razón cada vez es más frecuente la incorporación del sujeto y la subjetividad como derroteros de la investigación en las ciencias sociales (Pérez, 2013). El devenir de la subjetividad en la geografía refiere a una ruptura con la visión cartesiana y euclidiana del espacio.

La concepción de experiencia y vivencia espacial aproxima a la construcción social de los lugares entre la materialidad y la subjetividad, esta concepción resulta afín al momento actual dada la presencia del giro cultural y la centralidad del sujeto en relación con otras disciplinas (Lindón, 2007b). Por tanto, se retoma el interés por otras formas de representación del espacio, distintas a la abstracta que aluden, inevitablemente, a la incorporación de la dimensión sensible del espacio. De ahí que la integración de las dimensiones macro y micro social remiten a la dimensiones material e inmaterial en la construcción del lugar.

Las dimensiones macro y micro social en la construcción de la ciudad

Este acápite plantea la construcción socio espacial del lugar, específicamente la ciudad, la cual integra la dimensión material e inmaterial del espacio. La aproximación está articulada desde la perspectiva de Sotolongo y Delgado (2006) con la finalidad de vincular la vida cotidiana con la construcción de la ciudad, la conceptualización macrosocial y microsocial de la realidad social con las dimensiones objetiva y la sensible. De un lado, la perspectiva macrosocial es producto de las estructuras sociales objetivadas y de otro lado, la microsocial es el resultado de la subjetividad espacial. En este sentido, lo macro social se refiere “…a las grandes estructuras objetivas de relaciones sociales” y lo micro social corresponde subjetividades individuales. Ambas dimensiones interactúan en red de forma simultánea porque proceden de una misma fuente “la praxis cotidiana interpersonal –social e histórica- de los hombres y mujeres reales” (Sotolongo y Delgado, 2006, p. 132, p. 133). Esta praxis se concreta en un patrón de interacción social, a saber, “un régimen de prácticas colectivas recurrentes”. La articulación entre la dimensión macro y micro social estructuran las relaciones sociales, tanto del proceso de objetivación como el de subjetivación, lo cual se expresa en un régimen de prácticas socio espaciales. Tales patrones de interacción social poseen su expresión territorial de las prácticas espaciales expresadas en su corporeidad y su espacialidad.

En la perspectiva de Santos (2000) la dimensión macro social remite a la configuración territorial, “ya que su realidad proviene de su materialidad” (p. 54), es decir la morfología, en tanto la vida que anima la configuración territorial constituye el espacio. Para este autor, el espacio se refiere a una totalidad integrada por la materialidad y la vida que la anima. La estructura espacial está circunscrita a su morfología, es decir, la distribución de las diferentes actividades de acuerdo con una localización específica; la cual define la función de cada actividad. Tal estructura espacial está dinamizada por un sistema de acciones que se traduce en flujos, a saber, personas, mercancías, información, dinero, entre otras estructuradas a partir de redes.

La morfología del espacio, aunque de una forma distinta, es retomada por Tuan y De Zapata (2007), quienes señalan que las categorías espaciales de abierto y cerrado adquieren un significado simbológico. Mientras los espacios abiertos invitan a la libertad y al ámbito de lo público, de ahí la importancia de los parques como un espacio público donde las personas tienen la oportunidad de descansar, compartir y celebrar; el espacio cerrado remite a la seguridad, la privacidad, al espacio privado. De la misma forma, las características de las dimensiones vertical y horizontal poseen su simbolismo, de un lado los elementos verticales expresan energía y reto; y de otro los elementos horizontales, aceptación y reposo. Cuando los sujetos imprimen significado a las dimensiones y características del espacio antes mencionadas, estamos en presencia del lugar.

Así la construcción social de la ciudad, por la acción de los sujetos sociales, y desde las prácticas espaciales está tamizada de emociones, apegos o desapegos que generan una variedad de sentimientos. Es aquí donde

[…] el régimen de prácticas colectivas características de la vida cotidiana, se plasma y se concreta, siempre, en unas u otras situaciones de interacción social con co-presencia, es decir, en unos u otros encuentros físicos–con continuidad espacio-temporal entre los hombres y mujeres concretos y reales …involucrados en el patrón de interacción social dado (Sotolongo y Delgado, 2006, p. 136).

La ciudad construye un patrón de interacción social, de co- presencia que posibilita los contactos interpersonales entre los sujetos que forman parte de este. A su vez, en el patrón de interacción social los sujetos se sincronizan en el tiempo y se integran espacialmente conformado a partir de las expectativas mutas, a manera de “cemento aglutinador” que permite el establecimiento de redes de interacción. No obstante, en la vida cotidiana tal patrón de interacción social crea “asimetrías sociales generadoras de la complejidad social” (Sotolongo y Delgado, 2006, p. 134) que remiten a cuatro situaciones articuladas a los ámbitos del poder, del deseo, del saber y del discurso. Estas situaciones se convierten en prácticas locales de poder, deseo, saber y discurso que por un lado se exteriorizan y por otro se interiorizan.

Hasta ahora, se han integrado los patrones de interacción social en el nivel macro social (exteriorización, objetivación), al explicitar la importancia de la estructura espacial o configuración territorial, así como las dimensiones y características del escenario físico. A continuación se abordará en proceso de subjetivación (interiorización) desde la dimensión micro social.

La interiorización de los patrones de interacción social constituyen subjetividades en la dimensión micro; como ya se mencionó, “…los patrones de interacción social se conforman a partir de expectativas mutuas…” (Sotolongo y Delgado, 2006, p. 152) que son de tipo subjetivo. Asimismo, las prácticas locales de poder, deseo, saber y discurso son los componentes que constituyen las expectativas mutuas de carácter subjetivo, así la interiorización de estas prácticas están articuladas en un mismo proceso.

Al igual que las prácticas sociales, las prácticas espaciales remiten a cuatro tipos de circunstancias articuladas al ámbito social del poder, del deseo, del saber y del discurso que finalmente conforman nuestras prácticas cotidianas, según las expectativas mutuas en de interacción social de co-presencia (Sotolongo y Delgado, 2006). Tales expectativas producen vínculos sociales con la ciudad; así, la espacialidad de la práctica está acompañada de sentimientos hacia los lugares que varían entre el temor, la nostalgia, la seguridad o inseguridad, así como recuerdos tanto agradables o desagradables. “De modo tal que las prácticas espaciales, los significados, las emociones y la afectividad integran una trama compleja que se extiende experiencialmente, y dentro de la cual se desarrolla la biografía del sujeto” (Lindón, 2009, p. 13).

El vínculo entre la dimensión micro social y la espacialidad se realiza de dos maneras. En la primera se deriva que la espacialidad de las prácticas cotidianas produce subjetividades empoderadas o des empoderadas, así por ejemplo aquellos lugares oscuros o solitarios conducen a una subjetividad que desempodera mediante vínculos topofóbicos al experimentar inseguridad. Por su parte, la generación de subjetividades deseantes satisfechas que empoderan se expresa con la satisfacción de las necesidades que nos vincula al lugar, de ahí que algunos lugares de la ciudad evoquen recuerdos agradables para establecer una relación de topofilia.

En síntesis, las dimensiones macrosocial y microsocial de la realidad social se articulan a las características y función de la estructura espacial para configurar la subjetividad e intersubjetividad a partir de un patrón de interacción social. En el siguiente apartado se explica la relación entre las prácticas socio espaciales y la subjetividad espacial.

Las prácticas socioespaciales y la subjetividad espacial en la construcción de la ciudad

La construcción socio espacial de la ciudad inicia a partir de las prácticas socios espaciales de los sujetos, expresados en su corporeidad y su espacialidad. Tales prácticas configuran la imaginación geográfica que se plasma en los imaginarios urbanos, de esta forma las características morfológicas del espacio inciden en la subjetividad de los sujetos que habitan la ciudad, y a su vez incide en las prácticas de apropiación del lugar. Aquí el sujeto se introduce por medio de dos formas: las prácticas socio espaciales y la subjetividad espacial.

A fin de comprender los procesos de construcción social de la ciudad movimiento no es suficiente con analizar las prácticas cotidianas espacializadas y sus significados. Es conveniente integrar este nivel de la pragmática espacial con aquello que se viene identificando como los imaginarios urbanos. Si bien los significados de las prácticas espacializadas pertenecen al ámbito de la subjetividad espacial y al igual que los imaginarios, no pueden ser asimilados unos a los otros, ya que los primeros le dan sentido a diversos haceres, mientras que los segundos son mundos de sentido más amplios.

Por otro lado, la motivación para realizar determinada práctica o el sentido que se le confiere, frecuentemente procede del lugar asociado a esta. De modo tal que las prácticas siempre proceden de tramas de sentido y reconstrucción de los significados, pero todo ello está mediado, de manera constante, por su dimensión espacial: los lugares en los que ocurre la vida práctica dan sentido a las prácticas, y estas reconstruyen el sentido de los lugares. (Lindón, 2017).

La primera forma abarca la producción y reproducción en cada localización particular de acuerdo al conjunto de características de cada formación social; de esta manera, la práctica socio espacial asegura continuidad y algún grado de cohesión. En términos del espacio social, cada sujeto interactúa con el espacio y la cohesión garantiza el nivel de competencia y nivel específico de comportamiento (Lefebvre y Nicholson, 1991). Estas prácticas se clasifican en dos tipos, aquellas que corresponden a desplazamientos del sujeto y las otras a las formas de permanecer en los lugares, ambas son repeticiones rutinarias en la vida cotidiana, en el uso y significado del espacio.

En tanto la subjetividad espacial está entendida en términos colectivos o sociales y se preocupan por los imaginarios urbanos; a su vez que establece el diálogo entre el lugar y los actores sociales, así como la construcción social de sentimientos hacia el entorno. Estos elementos otorgan al sujeto y la subjetividad un papel primordial en la construcción social del espacio (Kuri, 2013, Lindón, 2012a y Soto, 2011).

De acuerdo con Lindón (2009) la espacialidad de la ciudad es múltiple, tanto en la variedad de sujetos como en los lugares. La perspectiva de su investigación se circunscribe al papel juegan aquellos lugares clasificados como exterioridades, espacios abiertos, circulatorios, cuya expresión emblemática son las calles en la reproducción socio-espacial de la ciudad. Para que el estudio de los espacios exteriores genere algunos rastros acerca de las formas de producción y reproducción de la ciudad, la autora recurre al análisis de las microsituaciones, las cuales ofrecen indicios de procesos de mayor amplitud, como la reproducción y producción socio-espacial de la ciudad, desde la mirada de la huella holográficas, la cual hace

[…] posible que una micro-situación hable de otras situaciones de la ciudad, porque siempre los actores territorializados que la protagonizan, en una situación reproducen códigos de comportamiento o de interpretación que proceden de otros lugares y tiempos, o bien recrean códigos en diálogo o en confrontación con otros lugares y tiempos en los cuales han sido parte de algo” (Lindón, 2009, p.14).

Hasta ahora coincidimos que la subjetividad espacial integra la corporeidad y emocionalidad hacia los lugares. A este respecto, Santoni (2009) postula algunas características y singularidades de los lugares y su incidencia en la subjetividad de los sujetos que lo habitan respecto al uso, apropiación y vivencia en los lugares.

Conclusiones

La construcción social del espacio urbano remite a una nueva espacialidad; es aquí, de acuerdo con (Jameson, 1991) que la transformación del espacio, en este caso la ciudad, trasciende la capacidad de las personas para autorreferenciarse, y ubicarse perceptivamente en un lugar determinado. De forma que la integración de la dimensión sensible en la investigación geográfica conlleva hacia un cambio de escala, por tanto en el nivel macro se incorpora la experiencia y vivencia espacial que aproxima a la construcción social de los lugares entre la materialidad y la subjetividad.

Esta nueva espacialidad remite a la comprensión de la subjetividad espacial y el vínculo en la construcción de la ciudad expresada en las prácticas socio espaciales que permiten dar cuenta de las transformaciones urbanas y el sentido de lugar. En este sentido, el giro espacial abre el diálogo interdisciplinario desde la subalternidad, como una forma de resistencia a las representaciones hegemónicas, en el contexto de la globalización. El concepto de prácticas espaciales se construye desde la interdisciplinariedad en el diálogo con otras disciplinas como la antropología, el urbanismo, el arte, la sociología, la geografía, la arquitectura, las ciencias políticas, la psicología entre otras. El puente que vincula las distintas disciplinas consiste en el interés por la cotidianidad en la construcción de la ciudad.

De esta forma la articulación de las dimensiones macro y micro social en la construcción de la realidad social del espacio urbano se expresan en las prácticas espaciales y la subjetividad espacial.

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1 Académica Escuela de Ciencias Geográficas, Universidad Nacional, Costa Rica. Este documento forma parte de la tesis doctoral “Representaciones del espacio concebido y vivido: una aproximación desde las prácticas socioespaciales de los jóvenes heredianos”. Correo electrónico ilianaraya@gmail.com

Este artículo corresponde a la ponencia presentada en el 35th Conference of Latin American Geographers realizada en San José, Costa Rica del 20 al 22 de mayo del 2018.


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