Revista de Historia
N.º 79 • ISSN: 1012-9790 • e-ISSN: 2215-4744
DOI: http://dx.doi.org/10.15359/rh.79.1
Enero - Junio 2019
Fecha de recepción: 01/04/2019 / Fecha de aceptación: 19/04/2019

Construyendo el Estado a palos. Garavaglia, el Estado fiscal-militar y la historia social de la guerra

Building the State Through Stick Blows. Garavaglia, the Fiscal-Military State and the Social History of War

Alejandro M. Rabinovich *

Resumen: La producción académica del doctor Juan Carlos Garavaglia fue prolífica, razón por la cual sus valiosos aportes a la historiografía latinoamericana han conformado un amplio espectro en el que destacan estudios de historia agraria y rural en distintos países de esta región, así como investigaciones sobre la construcción estatal en el continente; trabajos en los que el tema de la milicia y la guerra se devela de forma relevante y frecuente. En el presente artículo se esboza el recorrido erudito del Dr. Garavaglia: quienes abonaron a su formación, sus principales escritos y las líneas de investigación que dejó abiertas tras su fallecimiento.

Palabras claves: historia; historiografía; Estado; guerra; historia social; Juan Carlos Garavaglia.

Abstract: The academic production of Dr. Juan Carlos Garavaglia was prolific, for this reason, his valuable contributions to the Latin American historiography have conformed a wide spectrum in which studies of agrarian and rural history in different countries of this region stand out, as well as state construction on the continent; research work in which the issue of the militia and war is revealed in a relevant and frequent way. This article outlines the scholarly path of Dr. Garavaglia: those who paid for his training, his main writings and the lines of research that he left open after his death.

Keywords: History; Historiography; State; War; Social History; Juan Carlos Garavaglia.

Vista en su conjunto, la obra de Juan Carlos Garavaglia se caracteriza por la coherencia y la persistencia de ciertas preocupaciones que lo acompañaron siempre, incluso a través de una gran variedad de objetos de estudio. Sin embargo, creemos que puede señalarse una especie de parteaguas con el cambio de milenio. Si durante las tres décadas previas sus trabajos presentaban sobre todo aportes en historia agraria y rural de Paraguay, el Río de la Plata y México, en los últimos quince años de su carrera el eje fundamental de su obra pivoteó hacia la problemática de la construcción estatal en América Latina. Abordó este tema desde múltiples facetas, que van desde el desarrollo burocrático hasta la administración de justicia. Pero se destaca siempre, según su visión, el papel que la guerra, lo militar –tanto en su versión de línea como miliciana– y la violencia represiva jugaron dentro de dicho proceso, de la mano de una fiscalidad y un inexorable endeudamiento público destinados mayormente a pagar los gastos bélicos. Este nudo problemático central definido por las coordenadas “sociedad-guerra-Estado”, es algo que ya se adivinaba en algunos de sus primeros trabajos, pero que se sistematiza a partir del año 2001, cuando Garavaglia empieza a explorar la potencialidad del modelo del Estado fiscal-militar desarrollado en Europa por Tilly y Brewer para explicar ciertos aspectos del state-building latinoamericano, dedicando una serie de trabajos señeros al caso rioplatense y al de diversos países de la región. En los apartados siguientes intentaremos reseñar, sin ninguna pretensión de exhaustividad, sus principales aportes al tema y la manera particular en la que colaboró con la configuración actual de la historiografía de la guerra, lo militar y la construcción estatal en Latinoamérica.

Repensando el Estado y la guerra

La segunda mitad de la década de 1980 fue un momento de ruptura en la manera en que las ciencias sociales abordaban la problemática del Estado. Tras décadas dominadas tanto por el marxismo como por el funcional-estructuralismo, que enfatizaban la explicación de los procesos históricos a partir de factores económico-sociales, la cuestión del papel del Estado empezó a adquirir centralidad en las discusiones dando lugar a perspectivas novedosas. Theda Skocpol lo anunciaba con su célebre Bringing the State Back In, de 1985, donde daba cuenta de un cambio de paradigma que implicaba “un replanteo fundamental del rol de los Estados en relación con las economías y las sociedades”.1 Cuatro años después, John Brewer ofrecía un modelo para el tratamiento de ese Estado que acababa de regresar, sentando las bases de lo que llamó la teoría del “Estado fiscal-militar”.2 Concretamente, su libro, dedicado a la formación del Estado en la Inglaterra moderna, subrayaba la importancia de la guerra como fuerza motriz del proceso, ya que la necesidad de fuerzas militares cada vez más numerosas había llevado al desarrollo progresivo de una burocracia y una fiscalidad mucho más sofisticadas. En la misma línea, al año siguiente, Charles Tilly publicaba su muy influyente Coercion, Capital, and European States,3 donde ratificaba el papel central jugado por la guerra en los procesos de construcción estatal, pero abarcando no solo a Gran Bretaña, sino a toda Europa. Ya en 1992, en un breve ensayo, Tilly refinaba su propuesta avanzando una agenda para la constitución de un nuevo campo de estudios que anclara la sociología de la guerra en una perspectiva histórica. Este campo debía reunir tres elementos fundamentales, estudiando las relaciones entre el Estado, la organización militar y el sistema económico.4 Estos planteos encontrarían un eco poco común y sus premisas serían aplicadas a estudios de caso en toda Europa.5

En América Latina, en cambio, la teoría del Estado fiscal-militar como tal no sería considerada sino varios años más tarde, pero existían desarrollos propios que apuntaban en la misma dirección, y dan cuenta de un “clima de ideas” similar o al menos convergente con el que animaba a sus cultores europeos. En el caso de la historiografía argentina en particular, la publicación de Revolución y Guerra, de Tulio Halperín Donghi, constituyó sin dudas un hito.6 El papel central que se le otorgaba allí a la guerra dentro del devenir político de la región no era, para 1972, nada común. Ahora bien, en lo que refiere a nuestro tema, es aún más significativa la aparición, tan temprano como en 1982, de otro libro fundamental que Halperín pensaba como el complemento necesario del primero: Guerra y Finanzas en los orígenes del Estado Argentino.7 Considerado en su contexto de producción, este libro es absolutamente sorprendente. Escrito en 1980 –cinco años antes del llamamiento de Skocpol y nueve antes del libro de Brewer–, no solo ubica al Estado en el centro de la escena, sino que identifica al binomio guerra-fiscalidad como una de las claves del proceso histórico que se abre con la revolución. O sea, que las premisas centrales que luego conformarían el modelo del Estado fiscal-militar ya estaban siendo exploradas en Argentina desde inicios de la década de 1980.

La relación entre estos trabajos pioneros de Halperín y la obra de Garavaglia es evidente. Juan Carlos, como editor de Siglo XXI, había participado activamente en la corrección y edición del manuscrito de Revolución y guerra. Luego, Guerra y finanzas lo marcaría hasta el punto de escribir el prólogo para su reedición de 2005.8 Y si bien, como decíamos en la introducción, Garavaglia recién abordaría de lleno la problemática del Estado a partir del año 2000, en algunos de sus primeros artículos se percibe ya una capacidad notable para identificar la manera en que la cuestión militar había pesado sobre la historia rioplatense, incluso en escenarios y épocas insospechadas. Por ejemplo, en 1980 –es decir, mientras Halperín escribía Guerra y Finanzas–, Juan Carlos publicaba un artículo extraordinario, dedicado supuestamente a la “historia rural” de Paraguay, pero titulado sugestivamente “Soldados y campesinos”.9 Que el Paraguay colonial hubiera sido un pueblo de soldados era algo que, para la historiografía de la época, sin dudas resultaba llamativo y necesitaba ser respaldado. Garavaglia no ahorraba pruebas e iba sentando las bases, no solo de un estudio concreto de lo que Halperín había postulado como “militarización”, sino de varios tópicos clásicos de lo que constituye aún hoy la mejor sociología de la guerra.

La evidencia de la militarización se hallaba en la producción de las fuentes mismas: los primeros censos paraguayos no se habían realizado sino en vistas al reclutamiento militar, en el contexto de una frontera muy presionada por indígenas no reducidos. No sabemos si Garavaglia había leído por entonces al gran sociólogo polaco-británico Stanislav Andresky,10 pero a partir de esos censos encaró inmediatamente, por primera vez en la historiografía rioplatense, la confección de lo que en sociología militar se llamaba MPR –Military Participation Ratio– y que hoy llamamos tasa de militarización,11 es decir, la cuestión crucial de conocer el porcentaje de los hombres en armas sobre el total de la población. Aprendimos así que, en lugares como el valle de la Cordillera, para 1721 uno de cada cuatro varones –sin tomar en cuenta a los indígenas– prestaba servicio militar mensual en los fortines adyacentes, lo que implicaba a un hombre movilizado por cada grupo doméstico. Más aún, estas compañías reproducían en buena medida la estructura social, ya que eran los dueños de las estancias ganaderas o chacras azucareras quienes comandaban los fortines. Un dato mostraba incluso que ese servicio militar estaba lejos de ser inocuo, ya que el 8% de las mujeres de la región eran viudas.

A lo largo del artículo Garavaglia iría demostrando que la centralidad de la guerra no era un elemento acotado al Río de la Plata revolucionario, como ya lo había demostrado Halperín, sino que había jugado un rol estructurante en amplias regiones de la América colonial. Así, en una sección titulada “Los hombres y la guerra”, afirmaba que “La historia del hombre de campo paraguayo sería incomprensible sin evocar los problemas derivados de la guerra indígena y de la militarización del campesino”, ya que las guardias en los fortines, las “entradas” al Chaco y los gastos de las campañas “nos muestran un panorama donde la militarización cotidiana jugará un complejo rol en el tipo de diferenciación social del mundo rural paraguayo”.12

A continuación, Garavaglia daba un paso más allá de constatar la presencia abrumadora de la guerra, y se preguntaba por el tipo de prácticas que esta involucraba en el escenario paraguayo. Comenzó a describir, así, un “modo de hacer la guerra” propio de la región: guerra de frontera contra los guaycurúes e influida por las costumbres de estos, donde se alternaban períodos pacíficos con ataques sorpresivos a fondo, y donde los fortines y los turnos de guardia no ofrecían sino una precaria solución. Una guerra de recursos y de desgaste, profundamente miliciana, donde los campesinos rotaban aportando sus propios caballos, armas y comida. La importancia de estos análisis no puede ser soslayada y, si se tiene en cuenta el momento de su publicación, no se puede menos que reconocer en ellos a un precursor inmediato de la historia social de la guerra que se elabora hoy.

Por último, en otra sección titulada “La guerra como divisora de aguas en lo social”, Garavaglia añadía otra capa aún más profunda al estudio, ligando de manera directa la movilización militar y la construcción de liderazgos sociales capaces, en determinadas coyunturas, de jugar un papel político fundamental. Explicaba así que en las zonas de frontera americanas, “pobre” y “soldado” constituían prácticamente sinónimos: “Esto no debe extrañarnos pues no hace sino revelarnos palmariamente el hecho de la desigualdad social frente a la guerra”.13 Es decir que mientras los pobres pagaban el tributo de guerra con su tiempo y sangre, en Asunción los poderosos abonaban una “composición” que los eximía de ir a la frontera. Pero también había citadinos ricos que compraban los cargos de oficiales de milicias, no solo por honores y figuración, sino para dar inicio a un camino de cabildantes o familiares de la santa inquisición. Inclusive, en el espacio rural, algunos notables demostraban una “verdadera vocación militar” y se desempañaban largos años como jefes de milicias y conductores de hombres. Estos “se convierten rápidamente en los hombres de prestigio por excelencia en este mundo rural. Prestigio que deben mantener incluso en plena campaña militar y no solo por la eficacia de su conducción en el arte de la guerra”, sino repartiendo carne propia entre soldados pobres, tolerando a sus soldados como agregados en sus tierras, o empleándolos como arrendatarios suyos. Garavaglia identificaba así, por primera vez, un “proceso sui géneris de militarización de las solidaridades”. La relevancia de estos desarrollos tempranos para la historia latinoamericana del siglo XIX no deja de asombrar.

La construcción estatal: un proceso con ganadores y perdedores

Para 1980, entonces, Garavaglia conocía muy bien la guerra. Su interés por el tema continuaría inclusive con la publicación en 1984 de un trabajo dedicado, esta vez, al Tucumán colonial.14 Se podría haber perfilado así una línea de investigación que, de guerra de frontera en guerra de frontera, lo llevara a recorrer media Latinoamérica a través de la movilización miliciana de los campesinos. Sin embargo, la agenda historiográfica era otra y Juan Carlos habría de participar, de forma decisiva, en los debates que comenzaban a arreciar en la historia agraria. Es así que, en su muy abundante producción datada de 1985 a fines de la década de 1990 –dedicada en su mayoría a la economía rural de Puebla y de Buenos Aires–, la guerra, lo militar y la problemática de la construcción estatal no vuelven a aparecer sino de manera muy tangencial. ¿Es posible que Garavaglia, tras haberla caracterizado magistralmente en la frontera paraguaya, no reconociera la enorme incidencia que la guerra tenía para la campaña bonaerense? Desde ya que no, y todo hace suponer que estaba más bien “reservando” el tema para más adelante, cuando ya hubiera saldado su aporte de largo plazo a la historia rural. Puede decirse que ese momento llegó en 1999, cuando publicó simultáneamente los dos grandes trabajos que dan forma definitiva a su posición.15

El cambio de foco a partir de ese entonces es evidente, dando inicio a una seguidilla de artículos notables que terminarían reconfigurando la discusión sobre el Estado y lo militar en la Argentina decimonónica: “De Caseros a la Guerra del Paraguay” (2001),16 “La apoteosis del Leviathán” (2003),17 “Ejército y milicia” (2003)18 y “El despliegue del estado en Buenos Aires” (2004).19 ¿Qué características tiene esta nueva línea de investigación? Ante todo, la centralidad del Estado como actor determinante en el proceso de reordenamiento económico y social que traen aparejadas las revoluciones en toda Latinoamérica. A ese Estado Garavaglia lo va a estudiar principalmente a partir de sus rentas, presupuestos y cuentas de inversión, pero también de manera más menuda, en el accionar cotidiano de sus agentes. Su conclusión es bien conocida: lejos de conformar un “aparato” exterior a la sociedad a la que gobierna, el Estado –o mejor los Estados en plural– que se configura en nuestra región no será, durante décadas, más que un “entramado de relaciones sociales de dominación”; es decir, una prolongación directa de las relaciones económicas y familiares que constituyen el entramado social local. Esto trae aparejadas grandes consecuencias, no solo en la capacidad de ciertos sectores sociales –aquellas elites que se arrogan el derecho de hablar “en nombre del Estado”– para utilizar la estructura estatal en beneficio propio, sino en la conformación de una enorme zona gris donde es difícil distinguir lo público de lo privado. No será, pues, sino muy paulatinamente, que el Estado se transformará, recién sobre finales del siglo, en una entidad que pueda aspirar a plantearse como un “poder separado” de la sociedad que le dio origen.

El segundo elemento característico consiste en que, para Garavaglia, el carácter de este Estado era profundamente militarizado y represivo. Aquí no solo seguía la huella abierta por Halperín en Guerra y Finanzas, sino que el diálogo con Brewer, Tilly y la teoría del Estado fiscal-militar se volvería asiduo y fluido.20 Una y otra vez iba a insistir en este punto: en consonancia con lo que había ocurrido en Europa durante las fases incipientes de la construcción estatal, en todos los países latinoamericanos del siglo XIX los gastos militares representaban por lejos el principal rubro de los presupuestos. La mayor parte de estos gastos, a su vez, se explicaban por el pago de sueldos a los militares. Es que –lo demostró en reiteradas ocasiones– la abrumadora mayoría de quienes trabajaban para el Estado eran siempre los hombres de armas.21 El caso de la provincia de Buenos Aires en 1841 es al que mayor atención le dedicó, y con razón: en esa coyuntura crítica para el rosismo, el 81% de los gastos se dedicó a la guerra –sin contar el pago de la deuda– y el 86% de quienes cobraron un sueldo estatal fueron militares o milicianos. O lo que es lo mismo: ese Estado era ante todo un ejército, una verdadera máquina de guerra. Pero a Juan Carlos le gustaba dar un paso más allá y sumar los militares con los policías, serenos, comisarios, auxiliares de justicia y otros empleados dedicados a lo que llamaba “represión y control”. El resultado era contundente: en total, el 96% del personal estatal estaba dedicado a ejercer directamente la coerción.

Esta visión de las fuerzas militares no solo como unidades de guerra, sino como parte de una más amplia fuerza represiva, se explica por la tercera y definitoria característica que Garavaglia le atribuía a la construcción estatal latinoamericana: si el Estado en sí se reducía a una expresión de las relaciones sociales de dominación, la guerra era uno de los medios privilegiados por los que esa dominación se instauraba y consolidaba. La guerra era, pues, ante todo, una profunda fuente de injusticia, en el sentido de que servía para el empoderamiento de unos sectores muy acotados frente al empobrecimiento y sojuzgamiento de amplias franjas de la población. Esta especie de “denuncia” del papel jugado por la guerra en nuestra historia es algo que recorre su obra de punta a punta. Lo había enunciado para los casos del Paraguay y Tucumán colonial –“la guerra la sudan los pobres y la paz la disfrutan los pudientes”–22 y lo demostraba ahora con fuerza para los primeros pasos del capitalismo agrario pampeano.

¿Cómo se manifestaba, desde esta mirada, la iniquidad constitutiva de la guerra que se hacía en Latinoamérica? Ante todo, en cómo se pagaban los cuantiosos gastos militares: dado que la mayoría de los Estados vivieron todo el siglo XIX de los derechos de importación cobrados en sus aduanas, era el consumo popular de productos encarecidos por esos derechos el que sostenía las aventuras bélicas. A este sostenimiento indirecto del esfuerzo de guerra se le sumaba uno mucho más directo: los milicianos de vastas regiones debían servir con sus propios caballos y armas, a su costa o cobrando rara vez un estipendio adecuado. De manera que el servicio militar configuraba un verdadero tributo pagado no solo en sangre, sino en horas de trabajo no remunerado. Ahora bien, el otro elemento que generaría infinitas quejas y resistencias a lo largo del continente lo constituyeron los métodos de reclutamiento en general empleados: que el servicio militar recayera sobre los más pobres era algo común en todo el mundo, pero el grado de arbitrariedad aplicado en nuestra región encuentra difícilmente parangón.

Los paisanos y migrantes más desprotegidos de cada comarca fueron siempre sometidos a la voluntad de jueces de paz y vecinos notables que, a su gusto, confeccionaban las listas de quienes habrían de cubrir las cuotas de enganches locales. Peor aún, las innumerables leyes contra la vagancia y contra el porte de cuchillo o las sucesivas restricciones a la libre circulación en la campaña fueron tejiendo una tela de araña destinada principalmente a poblar cuarteles y fortines, obligando a generaciones enteras a servir en ellos largos años y sin apelación posible, en una especie de servidumbre militar forzada difícil de soportar. Con el correr del siglo, en algunas regiones como en la campaña bonaerense, a partir de la recepción de grandes oleadas de inmigrantes europeos la situación de injusticia recayó todavía con más fuerza sobre la población local: puesto que los extranjeros estaban exentos del servicio militar, ocupaban con facilidad los puestos laborales dejados vacantes por los hijos de la tierra, obligados a servir lejos de sus hogares. Para sintetizar esta realidad desesperante, Garavaglia citaba regularmente una memoria de 1854. En ella, campesinos de Buenos Aires decían al gobierno:

“Nosotros los pobres pastores y labradores de esta provincia […] ¡hoy día somos todavía los siervos del Río de la Plata!…, siervos de una raza particular, bien inferior a los esclavos del Brasil, a los colonos de la Rusia. Mientras éstos no conocen más que a un amo, nosotros tenemos cientos; mientras gozan el privilegio de quedarse en su casa, de cuidar de su familia, nosotros estamos cada día arrancados de nuestros hogares, o cazados en los campos como se cazan avestruces; y cuando caímos en las bolas de algún teniente alcalde, es para que haga de nosotros lo que se quiere, guardia, blandengue, doméstico, veterano, como se le antoje al primer mandón que nos pille…”.23

Este drama histórico forjado por la confluencia de la consolidación estatal, el triunfo del capitalismo agrario y una profunda militarización de la sociedad, fue seguido paso a paso por Garavaglia desde sus raíces coloniales, a través de la revolución y hasta su corolario alrededor de las décadas de 1860-1880. Los tiempos y las características del proceso variaron según los países, aunque sin alejarse demasiado de una dinámica general.24 En el caso rioplatense, al que Garavaglia dedicó más atención, la recta final del fenómeno estuvo marcada por dos grandes confrontaciones armadas consecutivas que sirvieron para la aceleración definitiva de la construcción estatal. En primer lugar, por la larga lucha entre la Confederación Argentina y el Estado de Buenos Aires, que concluyó con el triunfo de este último en 1861, y luego por la catastrófica Guerra de la Triple Alianza –o Guerra del Paraguay–, que trajo consecuencias profundas no solo para la Argentina, sino para Brasil, Uruguay y Paraguay.

Al primero de los conflictos Garavaglia le dedicó una serie de estudios esclarecedores, reunidos luego en un libro rupturista: La disputa por la construcción nacional argentina.25 Allí, en contra de una visión historiográfica muy arraigada, demostró que en realidad la década clave de la construcción estatal en Argentina no presenta una sola estructura que se desarrolla por sí misma –la del Estado de Buenos Aires–, sino dos estructuras que, a través de la guerra que las opone, generan las condiciones de la futura consolidación estatal. El aporte del libro reside no solamente en la valoración adecuada de lo que el Estado argentino le debe a su antecedente de la Confederación, sino en una constatación inesperada: de la sorda lucha entre Estados rivales que tuvo lugar entre 1852 y 1861, el que se terminó imponiendo fue el más militarizado, represivo y centralizado de los dos. A partir de entonces la injusticia que recaía sobre los pobres de la campaña se redoblaría con un componente geográfico de largo plazo, ya que Buenos Aires no dejaría de acumular riqueza en desmedro de las provincias del interior.

Este proceso, desde ya, no dejaría de encontrar sólidas resistencias. Por eso es que se hizo necesario, desde la perspectiva de las elites liberales gobernantes, un gran conflicto que decidiera no solo los nuevos equilibrios regionales en el Cono Sur del continente, sino que permitiese imponer de una vez por todas el poder represivo del Estado argentino contra todo posible rival interior. Esta guerra llamada de la Triple Alianza, la más grande vista por la América del Sur, serviría de punto de llegada a la vez al proceso de construcción estatal rioplatense y a la obra de Garavaglia. En efecto, como nos hizo notar Raúl Fradkin, Juan Carlos tenía los ojos puestos en este conflicto desde hacía tiempo: la primera publicación que registra su currículum vítae, de 1969, es nada menos que una reseña dedicada a un libro clave sobre la Guerra del Paraguay.26 Es que para Garavaglia esta guerra sirvió de catalizador definitivo para tres elementos confluyentes que, como hemos visto en este ensayo, él venía rastreando desde sus inicios: la obtención por parte del Estado del monopolio del uso legítimo de la violencia, el disciplinamiento brutal de la sociedad campesina y el encaramamiento de una elite que, a través de la conjunción entre negocios privados y funciones públicas, se haría con una posición de privilegio que no resignaría más.

Esta última parte de su obra, a la que proyectaba dedicarle varios años, fue truncada por su repentino deceso. Dejó sentadas, sin embargo, las bases para un estudio a fondo de la Guerra de la Triple Alianza desde una perspectiva social.27 Si, como esperamos, una nueva generación de investigadores retoma la posta y sigue el camino trazado con tanta claridad por Garavaglia, se producirá un desarrollo notable para nuestra historiografía, habilitando una relectura completa del proceso de consolidación estatal y de la inserción de los países latinoamericanos al mercado internacional.


* Argentino. Doctor en Historia y Civilización de la Escuela de Estudios Superiores en Ciencias Sociales en París. Académico del Instituto de Estudios Históricos y Sociales de La Pampa (IEHSOLP), Universidad Nacional de La Pampa, Argentina. Investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), Argentina. Correo electrónico: alejandrorabinovich@gmail.com

1 Theda Skocpol, “Bringing the State Back In: Strategies of Analysis in Current Research”, en: Bringing the State Back In, (eds.) Peter B. Evans, Dietrich Rueschemeyer y Theda Skocpol (Cambridge, Inglaterra: Cambridge University Press, 1985), 7.

2 John Brewer, The Sinews of Power. War, Money and the English State (1688-1783) (Londres, Inglaterra: Unwin Hyman, 1989).

3 Charles Tilly, Coercion, Capital, and European States, AD 990-1990 (Cambridge, Inglaterra: Basil Blackwell, 1990).

4 Charles Tilly, “War in History”, Sociological Forum, 7, n. 1 (1992): 187, en: https://www.jstor.org/stable/684359. Tilly habla de ambient economy, lo que es traducido al castellano de maneras muy diversas. Optamos aquí por sistema económico.

5 Christopher Storrs (ed.), The Fiscal-Military State in Eighteenth-Century Europe (Farnham, Inglaterra: Ashgate Publishing, 2009). Rafael Torres Sánchez (ed.), War, State and Development. Fiscal-Military States in the Eighteenth Century (Pamplona, España: EUNSA, 2007).

6 Tulio Halperín Donghi, Revolución y guerra. Formación de una élite dirigente en la Argentina criolla (Buenos Aires, Argentina: Siglo XXI Editores, 1972).

7 Tulio Halperín Donghi, Guerra y finanzas en los orígenes del Estado Argentino (1791-1850) (Buenos Aires, Argentina: Editorial de Belgrano, 1982).

8Guerra y finanzas un cuarto de siglo después”, prólogo de Juan Carlos Garavaglia, en: Tulio Halperín Donghi, Guerra y finanzas en los orígenes del Estado argentino (1791-1850) (Buenos Aires: Prometeo Editorial, 2005), 9-14.

9 El original, publicado en italiano, es: Juan Carlos Garavaglia, “Soldati e contadini: due secoli nella storia rurale del Paraguay”, Annali della Fondazione Luigi Einaudi (Italia) 14 (1980): 527-579. Se publica luego en castellano como: Juan Carlos Garavaglia, “Soldados y campesinos: dos siglos en la historia rural del Paraguay”, Suplemento Antropológico. Revista del Centro de Estudios Antropológicos (Paraguay) 21, n. 1 (1986): 7-71. Aquí seguimos una versión ulterior, publicada como capítulo en: Juan Carlos Garavaglia, Economía, sociedad y regiones (Buenos Aires, Argentina: Ediciones de la Flor, 1987). Agradezco a Elisa Caselli, Darío Barriera y Raúl Fradkin por facilitarme algunos de estos primeros artículos difíciles de encontrar.

10 Stanislav Andreski, Military Organization and Society (Londres, Inglaterra: Routledge & Kegan Paul, 1954).

11 Alejandro M. Rabinovich, “La militarización del Río de la Plata (1810-1820). Elementos cuantitativos y conceptuales para un análisis”, Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani” (Argentina) 37 (julio-diciembre, 2012): 11-42, en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=379444916001.

12 Garavaglia, Economía, sociedad y regiones, 223.

13 Ibíd., 228.

14 Juan Carlos Garavaglia, “La guerra en el Tucumán colonial: sociedad y economía en una área de frontera (1660-1760)”, Revista Latinoamericana de Historia Económica y Social (Perú) 4 (1984): 21-34.

15 Juan Carlos Garavaglia, Una historia agraria de la campaña bonaerense (1700-1830) (Buenos Aires, Argentina: Ediciones de la Flor, 1999). Juan Carlos Garavaglia, “Un siglo de estancias en la campaña de Buenos Aires: 1751- 1853”, Hispanic American Historical Review (EE. UU.) 79, n. 4 (1999): 703-734, en: https://www.jstor.org/stable/2518167.

16 Juan Carlos Garavaglia, “De Caseros a la Guerra del Paraguay: el disciplinamiento de la población campesina en el Buenos Aires postrosista (1852-1865)”, Illes i Imperis (España) 5 (2001): 53-80, en: https://www.raco.cat/index.php/IllesImperis/article/view/69411.

17 Juan Carlos Garavaglia “La apoteosis del Leviathán: el Estado en Buenos Aires durante la primera mitad del XIX”, Latin American Research Review (EE. UU.) 38, n. 1 (2003): 135-168, en: https://www.jstor.org/stable/1555437.

18 Juan Carlos Garavaglia, “Ejército y milicia: los campesinos bonaerenses y el peso de las exigencias militares (1810-1860)”, Anuario del IEHS (Argentina) 18 (2003): 153-187, en: https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=4092564.

19 Juan Carlos Garavaglia, “El despliegue del Estado en Buenos Aires: de Rosas a Mitre”, Desarrollo Económico (Argentina) 44, n. 175 (2004): 415-445, DOI: https://doi.org/10.2307/3456030. Este texto, junto con los tres anteriores, fueron recopilados en: Juan Carlos Garavaglia, Construir el Estado e inventar la nación. El Río de la Plata, siglos XVIII-XIX (Buenos Aires, Argentina: Prometeo Editorial, 2007).

20 Véase la versión más acabada de este diálogo en: Juan Carlos Garavaglia, “Algunos aspectos preliminares acerca de la ‘Transición fiscal’ en América Latina (1800-1850)”, Illes i Imperis (España) 13 (2010): 159-192, en: https://www.raco.cat/index.php/IllesImperis/article/view/261641.

21 Para su visión general de este tema, ver: Juan Carlos Garavaglia, “Servir al Estado, servir al poder: la burocracia en el proceso de construcción estatal en América Latina”, Almanack (Brasil) 3 (enero-junio, 2012): 5-26, DOI: http://dx.doi.org/10.1590/2236-463320120301.

22 Garavaglia, “La guerra en el Tucumán colonial…”, 24.

23 “Memoria descriptiva de los efectos de la dictadura sobre el jornalero y el pequeño hacendado de la Provincia de Buenos Aires”, Revista del Plata (Buenos Aires) 12 (agosto de 1854), disponible en: https://cdn.educ.ar/repositorio/Download/file?file_id=34fb94b1-c99e-4803-a5f7-0fcb9a74abd6.

24 Garavaglia abordaría varios casos nacionales de manera indirecta, a partir de la dirección de tesis de doctorado de los miembros de un gran proyecto de investigación titulado La construcción del Estado en América Latina, financiado por el European Research Council a partir del año 2009, y localizado en la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona. Los resultados del proyecto se pueden consultar en: http://statebglat.upf.edu/.

25 Juan Carlos Garavaglia, La disputa por la construcción nacional argentina. Buenos Aires, la Confederación y las provincias (1850-1865) (Buenos Aires, Argentina: Prometeo Editorial, 2015).

26 Juan Carlos Garavaglia, “Reseña de León Pomer, La guerra del Paraguay. Gran negocio”, Los Libros (Argentina) 13 (1969).

27 Ver: Juan Carlos Garavaglia y Raúl Fradkin (comps.), A 150 años de la Guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay (Buenos Aires, Argentina: Prometeo Editorial, 2016).


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