N.º 81 • Enero - Junio 2020
ISSN: 1012-9790 • e-ISSN: 2215-4744
DOI: http://dx.doi.org/10.15359/rh.81.4
Fecha de recepción: 16/10/2019

Cultura, revolución y hegemonía: reseña de La isla gigante: Cuba y su cultura contemporánea. Principales vínculos con América Latina
(1959-2016),
de Antonio Álvarez Pitaluga

Culture, Revolution and Hegemony: Review of La isla gigante: Cuba y su cultura contemporánea. Principales vínculos con América Latina
(1959-2016)
, by Antonio Álvarez Pitaluga

Esteban Barboza Núñez*

Resumen: El libro reseñado aquí centra su análisis en la producción cultural cubana desde el triunfo de la Revolución Cubana hasta el presente. Haciendo uso del concepto de hegemonía cultural de Gramsci, este texto muestra cómo se ha desarrollado la relación entre cultura y política en el contexto cubano, cuáles han sido sus puntos de encuentro y cuáles han sido sus discrepancias. El análisis histórico del libro muestra cómo la producción cultural ha jugado el rol de fuente de poder en la vida política y social de Cuba, y cómo los diferentes tipos de artistas se dan desempeñado como intelectuales orgánicos en la vida cultural de la isla.

Palabras claves: Cuba; revolución; industria cultural; sistemas sociales; historia; reseña.

Abstract: The book reviewed here centers its analysis on the cuban cultural production from the triumph of the Cuban Revolution to the present. Making use of the concept of cultural hegemony from Gramsci, this text shows how the relationship between culture and politics has been delevoped on the cuban context, which have been its points of encounter and which have been its discrepancies. The book’s historical analysis shows how the cultural production has played a role of a source of power in the political and social life of Cuba, and how the different types of artists have performed as organic intelectuals on the cultural life of the island.

Keywords: Cuba; Revolution; Cultural Industry; Social Systems; History; Book Review.


La isla gigante,1 del historiador cubano Antonio Álvarez Pitaluga, presenta una reseña panorámica de la producción cultural en Cuba, desde el triunfo de la revolución liderada por Fidel Castro, en 1959, hasta bien entrado el siglo XXI. Como el autor advierte, el ensayo es un intento de sistematizar el devenir cultural de la revolución cubana, y, al mismo tiempo, tratar de estudiarlo a partir de la concepción de la hegemonía como referente teórico interpretativo. En este sentido, el libro no es solamente una reseña descriptiva de la producción cultural en Cuba durante los últimos 60 años. También es una forma de interpretar esa producción cultural, ya sea en forma de literatura, cine, música, danza, y demás variantes, como reflejo de imaginarios sociales fomentados a partir de las formas en que la revolución imaginó la cultura, y, al mismo tiempo, en términos gramscianos, cómo estos resignificaron las distintas manifestaciones culturales de modos que dialogaran y sirvieran de justificación ideológica para los propósitos de la revolución misma.

Al mismo tiempo, el ensayo intenta rastrear el intenso diálogo entre esa producción cultural en el contexto de la revolución y su recepción en el resto de América Latina, dado que, como es bien sabido, el interés por el devenir de la isla a partir de 1959 en otros contextos no se ha circunscrito solamente al ámbito político o económico. El espacio cultural también ha sido foco de gran interés, no solamente, por el hecho de que este haya sido visto por el mismo Fidel Castro como un pilar fundamental de la revolución —basta con leer su discurso a los intelectuales, pronunciado en 1961—; también porque ninguna revolución socialista, surgida en una pequeña isla caribeña a menos de 200 km de una superpotencia hegemónica capitalista, se pudo haber sostenido por tanto tiempo, solamente a partir de propaganda oficial o de represión política. La cultura y su producción también jugaron un papel fundamental.

En La isla gigante la producción cultural es vista como una actividad que establece un diálogo ineludible con la revolución. En este sentido, las distintas formas culturales reseñadas se nutren de imaginarios revolucionarios para poder ser difundidas dentro de la isla; o bien, para ser acogidas fuera de esta por un público interesado en la revolución. Al mismo tiempo, la revolución misma se nutre y se justifica a través de esa producción cultural, en una imbricación que recuerda la idea de la hegemonía, según Gramsci, y el papel del intelectual orgánico en un determinado contexto social, en el caso que nos concierne, el de la Cuba revolucionaria. Este diálogo se presenta en el texto en dos niveles principales: la producción cultural como un ente subversivo que trata de justificar los ideales del nuevo orden ante los del viejo orden de larga data, anterior a la revolución; y, por otra parte, los que tratan, una vez que la revolución triunfa, en parte gracias a ese torrente cultural insurrecto, de mantener y justificar el nuevo orden hegemónico.

En La isla gigante queda bien claro el hecho de que el poder tiene muchas caras, y la producción cultural es una de las más efectivas que podemos rastrear, y, al mismo tiempo, de las más camufladas ante los ojos que tienden a entender el poder como venido de una fuente específica y unilateral. En la periodización de índole histórico que hace el autor del devenir cultural cubano durante la revolución queda claro que, en cada periodo —ya sea el del ascenso de la revolución, las primeras experimentaciones, los años de consolidación, el periodo especial, o bien el presente cultural cubano— es posible notar cómo dialogan la orientación de las principales producciones culturales y los propósitos, necesidades, e incluso las crisis en las que la revolución se ha visto envuelta.

Es así como podemos observar que el cambio radical de paradigma, necesario en cualquier revolución, no hubiese sido posible en Cuba sin una nueva corriente intelectual y artística que contribuyera a clausurar la antigua producción hegemónica de la clase dominante previa. Incluso, durante la aguda crisis económica que siguió a la desaparición de aliados estratégicos en la década de los noventa, conocida como el periodo especial, el accionar del Estado se vio justificado por una producción cultural que tuvo nuevos retos para poder legitimar la continuidad de la revolución, más allá del panfleto. También, fue importante una producción literaria y cinematográfica que retratara la resistencia del pueblo cubano ante la crisis. Así contribuyó la cultura a la lucha ante la embestida de las nuevas y desoladoras circunstancias en las que se veía involucrado un país que, de la noche a la mañana, quedó sin aliados estratégicos o comerciales, y tuvo que reinventarse para poder sobrevivir.

Lo valioso de La isla gigante estriba en que supera con creces una condición a la que la mayor parte de la historiografía hecha en Cuba, durante las últimas seis décadas, ha estado sometida: justificar la revolución, o al menos, evitar cuestionarla. Hechos y figuras históricas anteriores a 1959 a menudo han sido resignificados por historiadores cubanos contemporáneos para acomodarlos a los ideales revolucionarios, hasta incluso convertirlos en personajes de culto inmaculados que supuestamente encarnaban ideales similares a los de la revolución de 1959. Si bien es cierto, el texto del profesor Álvarez Pitaluga pudo haber ahondado en más cuestionamientos en torno a la relación entre cultura y poder en la isla, tampoco cae en el simplismo de creer que toda producción cultural en Cuba contribuyó a poner en movimiento un engranaje político fuera de todo cuestionamiento en el ámbito académico cubano.

Queda por explorar en el libro —lo que puede servir de sugerencia para una segunda edición— las grietas entre la producción cultural en Cuba y la revolución. Está comprobado que no toda puesta en escena artística y cultural en la isla ha estado en comunión con el poder central. Especialmente después del periodo especial, lo subversivo también ha sido parte del escenario. El libro no ahonda en esas manifestaciones, y, dado que, hasta el momento, en la historia de la humanidad, ningún poder, ni político, ni eclesiástico, ni de ninguna otra índole, ha estado blindado ante la subversión, tampoco es ese el caso de la revolución cubana.

Un apartado acerca de este tema ayudaría a entender mejor cómo, a pesar de que en el discurso oficial cubano la cultura es parte integral de la revolución y sus fines, en realidad no en todos los casos ha sido así. Tratar ese tema es pertinente, especialmente, en el contexto temporal inmediato, en el que la revolución ha tenido que experimentar mutaciones para poder adaptarse a los cambios globales, y en algunas de esas mutaciones, ciertos ideales originales de ellas parecen desdibujarse cada vez más.

Bibliografía

Antonio Álvarez Pitaluga, La isla gigante: Cuba y su cultura contemporánea. Principales vínculos con América Latina (1959-2016) (San José, Costa Rica: Editorial Arlekín, 2018).


* Costarricense. Doctor en Estudios de la Sociedad y la Cultura por la Universidad de Costa Rica (UCR), Costa Rica. Profesor catedrático, Universidad Nacional (UNA), Costa Rica, Sede Regional Chorotega, en el Campus Nicoya. Miembro de la Red de Investigación en Turismo, Sociedad y Ambiente de la UNA, investigador del Centro Mesoamericano de Desarrollo Sostenible del Trópico Seco, de dicha institución de educación superior, y coordinador de la Cátedra Antonio Maceo de la Sede Regional Chorotega. Correo electrónico: esteban.barboza.nunez@una.cr.

1 Antonio Álvarez Pitaluga, La isla gigante: Cuba y su cultura contemporánea. Principales vínculos con América Latina (1959-2016) (San José, Costa Rica: Editorial Arlekín, 2018).


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