N.º 83 • Enero - Junio 2021
ISSN: 1012-9790 • e-ISSN: 2215-4744
DOI: https://dx.doi.org/10.15359/rh.83.11
Licencia: CC BY NC SA 4.0

sección Cuadernos de Memoria

La resistencia de la mujer mapuche. Liderazgo comunitario

The Resistance of the Mapuche Roman. Community Leadership

A resistência das mulheres Mapuche. Liderança comunitária

Pablo Cayuqueo*
Samuel Quiroga
**

Resumen: A partir del modo de concebir la comunidad que promueven los liderazgos de las mujeres mapuche, en este ensayo rescatamos el valor que tienen las estructuras sociales que no se basan en las lógicas capitalistas. En un momento, en el que estamos sufriendo los efectos de una crisis social, económica, sanitaria y medioambiental, a lo que se suma que las formas de autoridad occidental han perdido legitimidad, se vuelven relevantes los liderazgos femeninos. El pensamiento colectivo, el compañerismo, la amistad, la recepción amorosa y las respuestas comunitarias hoy se presentan como alternativas plausibles frente al liderazgo patriarcal.

Palabras claves: mujer mapuche; comunidad; resistencia; anticapitalismo; antipatriarcal; historia.

Abstract: Starting from the way of conceiving the community promoted by the leaderships of Mapuche women, in this essay we rescue the value of social structures that are not based on capitalist logic. At a time when we are suffering the effects of a social, economic, health and environmental crisis, to which is added that Western forms of authority have lost legitimacy, female leaderships become relevant. Collective thinking, companionship, friendship, loving reception, and community responses today are presented as plausible alternatives to patriarchal leadership.

Keywords: mapuche woman; original towns; community; resistance; anti-capitalism; antipatriarchal; history.

Resumo: A partir da forma de conceber a comunidade promovida pela lideranças das mulheres Mapuche, neste ensaio resgatamos o valor que têm as estruturas sociais que não são baseadas na lógica capitalista. Num momento em que sofremos os efeitos de uma crise social, econômica, sanitária e ambiental, além da perda de legitimidade das formas ocidentais de autoridade, as lideranças femininas ganham relevância. O pensamento coletivo, o companheirismo, a amizade, a recepção amorosa e as respostas da comunidade são hoje apresentados como alternativas plausíveis à liderança patriarcal.

Palavras chaves: mulher mapuche; comunidade; resistência; anti-capitalista; antipatriarcal; história.

«Además de dirigir la asociación Wallontu Witral hace más de 10 años, también me encargo de transmitir las técnicas del Witral a diferentes organizaciones y mujeres artesanas de la IX Región y otras localidades. Me apasiona enseñar a otros grupos para que no se pierda el arte de tejer, esta herencia ancestral no puede morir conmigo».

Ana Luisa Paillamil Antiqueo1

La lucha de la mujer mapuche es parte de una larga resistencia de su pueblo por la defensa de su territorio y de una cosmovisión que se opone radicalmente a los dictados del capitalismo. A pesar del hostigamiento sistemático y de la criminalización de la resistencia, las comunidades mapuches siguen cohesionadas en gran medida gracias a la labor de las mujeres. La sociedad mapuche, es un problema para los promotores del progreso económico a costa de la explotación de la tierra y sus recursos; más aún cuando las mujeres de este pueblo rechazan el modelo patriarcal que acompaña al capitalista.

En este ensayo queremos reflexionar sobre cómo estas mujeres, desde distintos ámbitos, generan dinámicas de resistencia, sobre todo ahora que una pandemia global afecta sus vidas y las de sus familias.

La exclusión del pensamiento mapuche, sobre todo del significativo aporte de sus mujeres en el desarrollo de redes de afecto, protección, apoyo y sustento, se debe a que la acción mancomunada les da poder y despierta en sus comunidades formas de sociabilidad que van en el sentido contrario de los paradigmas liberales que promueven la competencia y el individualismo.

El deseo de cooperar con los demás, de apoyarse mutuamente, genera sistemas de reciprocidad e interdependencia que fortalecen los lazos de la comunidad. Además del valor de la comunidad y del trabajo colectivo, la mujer mapuche transmite a sus hijos la lengua, la cosmovisión, la memoria y los protocolos culturales. La cosmovisión mapuche es un buen ejemplo de que la interdependencia no es una amenaza para la sociedad, como sí lo es el individualismo.

La fuerza que le permite al pueblo mapuche seguir resistiendo después de tantos años está dada por sus creencias, ellas son el agente que mantiene unidas a las comunidades. A la episteme capitalista le gusta mucho ese darwinismo del que surge la idea de una constante competencia entre individuos, organismos y especies, pero a los partidarios de esta premisa se les olvida que entre los seres de una misma especie no se da esa lucha, que en los diversos ecosistemas del planeta son numerosos los casos de comunidades que se organizan con base en la cooperación y que en gran medida, tanto la humanidad, como el resto de las especies debe su desarrollado a la acción colectiva. Sin embargo, la razón por la que la episteme capitalista combate estas ideas colectivistas es porque ellas atentan contra sus intereses.

Durante la pandemia de COVID-19, se hizo evidente que el sistema económico neoliberal que rige en Chile es inhumano, pues no pudo asegurar el bienestar sanitario y económico de las personas. En los últimos 30 años, el Estado chileno ha sido un promotor de las políticas económicas que dicta el libre mercado y la ortodoxia capitalista.

Se ha intensificado el poder del dinero en todas las áreas de la economía, sobre el aparato estatal e incluso sobre la vida humana, sin tomar en cuenta las consecuencias que sufren el medioambiente y la salud de la población. En Chile, el dogma económico se ha llevado al extremo promoviendo la disminución del gasto social, la flexibilización del trabajo, la privatización de recursos tan básicos como el agua y una bancarización de los trabajadores que es la causa de que hoy dependan de los créditos y de las reprogramaciones de deudas inclusive para comprar comida.

Durante la crisis provocada por el COVID-19, muchos de los males que aquejan al mundo mapuche son los mismo que afectan a la población chilena. En estos últimos 30 años, los gobiernos no han tenido entre sus prioridades que los ciudadanos logren suplir sus necesidades básicas o proteger el trabajo de las personas, sino que más bien su principal objetivo ha sido lograr que las grandes inversiones obtengan una libertad sin límites para generar el máximo de beneficios en el menor tiempo posible durante el mayor tiempo posible.

Objetivo que bloqueó el desarrollo de un pensamiento social que permitiera políticas económicas que fueran en beneficio de todos los chilenos. En el Wallmapu,2 el Estado chileno incentiva con subsidios a la gran industria extractiva, forestal y eléctrica, que depreda el territorio, seca las napas subterráneas de agua, no paga impuestos locales y que genera empleos muy precarios.

En Chile, la crisis social que provocó la pandemia dejó en evidencia que el relato que hasta hace poco legitimaba el pacto social que sostuvo la institucionalidad de la posdictadura, se ha derrumbado. Ha quedado al descubierto que aquellos paradigmas impuestos por una elite blanqueada que se siente occidental, ya no convocan, ni forman parte del sentido común de una sociedad que cuando sale a protestar enarbola la bandera mapuche.

La respuesta del Estado ha sido la violencia. Se puede decir que la represión se propagó tanto como el virus, y que la imposición de medidas autoritarias excepcionales y la restricción de movimiento no tuvieron como objetivo principal el control sanitario, sino que más bien buscaban desmovilizar la protesta social.

La comunidad

La cosmovisión mapuche, sus creencias, su profundo respeto por la tierra y sus prácticas comunitarias resultan incompatibles con lógicas del trabajo asalariado capitalista. Por ello, el poder político de la zona en alianza con los intereses del empresariado y con la complicidad del Estado chileno buscan integrar a este pueblo a su sistema, para de esta forma romper los lazos que unen a sus numerosas comunidades.

Prueba de ello es que la elite política se niega a reconocer que Chile es un país plurinacional, así como también, su contumaz oposición a respetar el derecho, que como nación tienen los pueblos originarios a la autonomía y a la libre determinación de su territorio y sus recursos. En la cosmovisión mapuche, no es posible la supervivencia sin la colaboración de todos los integrantes de la comunidad, y menos aún, sino se toma en cuenta la fragilidad de los ecosistemas.

Su identidad como «gente de la tierra» surge de un profundo respeto por la tierra, ya que se consideran una parte de ella. Para este pueblo, su territorio no es algo que esté separado de su devenir, ni mucho menos un espacio destinado a la explotación, sino que es la base de un ecosistema del cual dependen sus vidas. No se equivocan cuando sostienen que los ríos y los esteros son fundamentales para un buen vivir, y que las sequías se producen porque se modifican sus cauces, ignorando los ciclos vitales de la tierra.

El impacto que provocó la pandemia se viene a sumar a una profunda crisis socioambiental. Fue a partir de la dictadura cívico-militar que se instalaron en la región de La Araucanía empresas forestales que arrasaron con el bosque nativo para dejar espacio a las plantaciones de pinos y eucaliptus. Luego, durante los gobiernos de la posdictadura se promulgaron leyes que permitieron la privatización del agua, situación que acentuó la sequía que el cambio climático ya había provocado en amplias zonas de la región.

En una relación de colonizador-colonizado el Estado chileno, controlado por hombres blanqueados y cristianos, subdesarrolló al pueblo mapuche. En La Araucanía, son decenas de miles las familias, muchas de ellas mapuche, que dependen de camiones aljibes para obtener agua potable.

El pueblo mapuche es una nación que cree que no es posible la supervivencia, sin la colaboración de todos sus integrantes, que, conectados como nodos, en conjunto contribuyen a la construcción de lo común. Esto desarma las formas de poder que hasta ahora se promovían en la sociedad chilena, pues el individualismo y la competencia pierden legitimidad cuando se reconoce que por el simple hecho de habitar un mismo espacio somos mutuamente interdependientes.

En tiempos en que las antiguas formas de autoridad occidental están en decadencia, la autoridad patriarcal perdió su legitimidad. Entonces, adquieren relevancia nuevas formas de coordinar las respuestas a los problemas sociales, sobre todo aquellas que no dependen de los dictados de un líder, sino de decisiones colectivas.

Más allá de las cuotas de género, ya que hasta ahora muchas mujeres se ven obligadas a asumir el liderazgo a la manera masculina, las nuevas formas de interacción se inclinan hacia formas de relación femeninas, donde prima el apoyo mutuo, el compañerismo, la amistad, la recepción amorosa, el diálogo y donde, las decisiones ya no se imponen de forma vertical, sino que se consensuan colectivamente. Por tanto, ya no tienen cabida los liderazgos mesiánicos, donde una mayoría tiene que confiar en las decisiones de un solo líder que se pone a la cabeza del resto.

La mujer mapuche

El poder político-económico que hasta ahora impera en Chile castiga sobre todo a la mujer mapuche, porque no se pone al servicio del orden capitalista. Es decir, ellas no concuerdan con el modelo femenino que promueve la economía patriarcal. Es por eso por lo que ninguna mujer del pueblo mapuche está a salvo: las líderes, las ancianas y hasta las autoridades religiosas como las machis están expuestas a la persecución por parte de las instituciones del Estado. Sus formas de relación comunitaria, su emancipación, su capacidad para elegir modos de vida alternativos a los dictámenes occidentales, las ponen en el foco de la represión, pues quienes no son explotables por el capital se convierten en una molestia.

Estos liderazgos basados en las lógicas femeninas cuestionan y desmantelan las formas de autoridad occidentales que se basan en un sistema de gestión jerarquizado, donde la autoridad se ejerce desde una posición que está por sobre el resto. Los liderazgos de mujeres en las comunidades mapuche no dependen de subordinar al resto, sino que su mayor preocupación es generar redes que conecten a toda la comunidad, y donde cada integrante pueda aportar según sus capacidades.

Esta forma ancestral de organización contrasta con las de autoridad occidental, donde el poder es sustentado por un sistema patriarcal que privilegia a los hombres cisgéneros heterosexuales, los cuales tienen aseguradas las posiciones más altas de una pirámide social creada y continuamente reforzada por la subjetividad masculina.

Según Silvia Federici, el desarrollo del sistema capitalista se organiza como parte de un proceso de compraventa, donde no solo los objetos o la tierra son transformados en mercancías, sino que también, las personas y sus cuerpos son incorporadas a la cadena productiva, para mantener en marcha la producción.

Y es este sistema el que establece una división del trabajo, donde a las mujeres se les asigna una enorme carga laboral que abarca el cuidado, la crianza y el sostén emocional. Sin embargo, todas estas tareas no son remuneradas, pues, aunque tributan significativamente a la acumulación capitalista, estratégicamente, toda labor que se realiza al interior del hogar no se considera trabajo.

La episteme patriarcal ha establecido que el cuidado de la familia, que involucra el cuidado de niños, ancianos y enfermos, pertenece al ámbito femenino, pues para que sean posibles las enormes ganancias del capital resulta indispensable que el trabajo femenino no sea remunerado.3 Entonces, bien se puede afirmar que el modelo de mujer que se promueve en occidente es aquel que contribuye al aumento de la ganancia capitalista.

Resistiendo la violencia

En el último tiempo, ha ido escalando la brutalidad de la represión que se ejerce en contra de los mapuches. En Chile, las instituciones del Estado, a través de varios mecanismos jurídicos y policiales, crean distintos mecanismos que incluso han llegado al extremo de falsificar pruebas para perseguir a este pueblo. Esta violencia es la respuesta política de un Estado que no reconoce la autodeterminación de un pueblo que a pesar de haber sido derrotado e invadido se sigue resistiendo a la colonización. Para las comunidades mapuche los agentes del Estado representan un peligro para su integridad física, e inclusive para sus vidas.

Cualquier dirigente o líder religiosa corre el riesgo de ser acusada de terrorismo, sin que siquiera existan las pruebas que acrediten los hechos. Y muchas veces el sistema judicial se hace parte del aparato represivo que persigue a las líderes mapuche, validando el encarcelamiento sin un debido proceso.

La Machi Francisca Linconao, líder espiritual de su comunidad que denunció la destrucción de un bosque sagrado, fue acusada de terrorismo, fue a prisión, estuvo en arresto domiciliario, su casa fue allanada en reiteradas ocasiones por la policía, y después de cinco años de persecución fue declarada inocente.

El asesinato de Macarena Valdés, en 2016, quien luchaba para impedir la instalación de una central hidroeléctrica de paso en su comunidad, en Panguipulli, hasta ahora no ha sido clarificado. Este siete de agosto en la comunidad Juan Pinoleo de Ercilla fueron encontradas colgadas en su casa Iris Rosales Quiñilen, dirigente mapuche, y su hija de 17 años. Y al igual que en el crimen de la activista Macarena Valdés, las instituciones del Estado se apresuraron a decir que se trató de un suicidio.

Para combatir la pandemia el eje central del gobierno chileno ha sido endurecer las medidas represivas, por lo que la crisis sanitaria acentuó las prácticas estatales que las mujeres mapuches ya sufrían de manera cotidiana: racismo, violencia, persecución, etc. Estas mujeres, que desde la invasión chilena han tenido que lidiar con la violencia patriarcal, sufren a diario y en carne propia los efectos de las jerarquías establecidas por los paradigmas que derivan de los conceptos de género y raza.

Un ejemplo de que la inequidad social es promovida desde las esferas del poder es que desde antes del inicio de la cuarentena para combatir los efectos del COVID-19, el alcalde de Temuco4 se había propuesto sacar a las mujeres, en su mayoría mapuche, que venden sus hortalizas en el centro de la ciudad. Las hortaliceras mapuche realizan esta labor en el centro de Temuco desde la ocupación militar de su territorio en los años 1881-1883, para poder sobrevivir luego de que se les despojara de la tierra.

Figura 1

Fuente: Hortaliceras en Temuco. Imagen recuperada de: https://www.eldesconcierto.cl/2020/06/25/hortaliceras-mapuche-la-lucha-por-mantener-su-trabajo-ancestral-en-la-pandemia/.

Hortaliceras y tejedoras

La brutalidad de la persecución estatal se acentúa cuando la represión se ejerce en contra de la mujer mapuche. Aún así, estas mujeres, por medio de la autogestión, el trabajo comunitario y las dinámicas de sociabilidad, donde prima la colaboración y no la competencia, ponen en práctica diversas formas de resistencia para no ser doblegadas por las lógicas capitalistas que disciplinan a la mano de obra.

Son esas herramientas sociales las que les han permitido generar los agenciamientos necesarios para que puedan ir al centro de la ciudad en busca del sustento de sus familias a través de la venta de los productos de su huerta. Sin embargo, esta forma de resistencia a las lógicas capitalistas significa que, además, de soportar las constantes y las múltiples maneras con las que se trata de disciplinar a la población, tienen que enfrentar la represión ejercida por una policía militarizada.

Figura 2

Fuente: Carabineros de Chile y hortalicera. Imagen recuperada de: https://araucaniadiario.cl/contenido/5403/en-tiempos-de-coronavirus-hortaliceras-exigen-poder-trabajar-para-sobrevivir-a-l.

El mercado, ahora que se ha extendido a todos los rincones del planeta, necesita precarizar a las mujeres, ya que, como sostiene Silvia Federici, su explotación tiene una función central en el proceso de acumulación capitalista.5 Por tanto, para estas mujeres la venta de sus cultivos no solo es una forma de agenciamiento que les permite emanciparse del patriarcado, sino que también, es una táctica de resistencia frente a la explotación que subyace en la industria de la alimentación y de los supermercados.

Es decir, ellas, las hortaliceras, han decidido no entrar al sistema de producción postfordista que promueve la globalización económica. Venciendo el miedo, estas mujeres se enfrentan a la violencia de un Estado racista, cuyas herramientas para defender su sistema político y económico son la violencia desproporcionada en contra de quienes protestan o se resisten.

Figura 3

Fuente: Carabineros de Chile y hortalicera. Imagen recuperada de: http://www.gamba.cl/2018/03/vendedoras-mapuche-de-temuco-llevan-una-semana-siendo-golpeadas-por-carabineros-y-a-nadie-le-importa/.

El sistema de acumulación capitalista que ha colonizado el territorio mapuche se basa en el despojo y la violencia, que tiene por finalidad allanar el camino a las inversiones del gran empresariado. En la ciudad de Temuco, se crean decretos para prohibir el trabajo de las mujeres en el centro de la ciudad, se multa a quienes les compran, se les confiscan sus productos, son golpeadas y arrastradas para sacarlas de las calles, en los cuarteles de policía son ultrajadas, todo esto con el consentimiento del gobierno local. Cansadas de ser sistemáticamente hostigadas por la policía, en junio de este año, las hortaliceras presentaron una querella por tortura y violencia sexual perpetrada por una policía que no respeta ni los derechos humanos, ni los tratados internacionales.

Si las hortaliceras mapuche son un aporte para los habitantes de la ciudad de Temuco, si su trabajo no merma las ganancias de los grandes supermercados, ¿por qué se las persigue? Se les quiere sacar del espacio público, porque su sola presencia es la constatación de que hay un pueblo que se niega a asumir los paradigmas del capitalismo.

Su presencia insulta al capitalismo blanco y patriarcal que requiere que las mujeres estén subordinadas a la autoridad, para así poder extraer el máximo provecho de cada una de ellas. Es decir, se les castiga por no estar disponible para servir a la acumulación capitalista, por lo que no es una sorpresa constatar que la opresión que pesa sobre ellas en la ciudad de Temuco es dirigida con la complicidad de políticos financiados por el gran empresariado de la zona.

A pesar de todo, la discriminación, el racismo y la persecución no han vencido a las mujeres mapuche, por el contrario, demuestran a diario una gran fortaleza. Después de siglos de resistencia estas mujeres han desarrollado una capacidad extraordinaria de resiliencia y un gran talento para generar agenciamientos entre mujeres.

Una de las muchas prácticas que se movilizan para generar cohesión y comunidad entre mujeres es la creación de agrupaciones de tejedoras. La práctica del telar mapuche es una actividad que les permite promover una identidad que se transmite a través de una iconografía de gran densidad simbólica; para las mujeres mapuche la textilería es una forma de difundir sus valores, tradiciones y de afirmar su visión de mundo.

Un ejemplo de este agenciamiento femenino es la alianza que hicieron con la Facultad de Arquitectura, Artes y Diseño de la Universidad Católica de Temuco y Familias Entrelazadas.6 Junto a estas instituciones lograron un acuerdo que consistió en que 221 tejedoras reunidas en diversas agrupaciones realizaran en telar piezas de un determinado tamaño, directrices cromáticas y de diseño consensuado con el fin de «armonizar e integrar todos ellos en un gran tejido que den cuenta de esta metáfora del tejido social».7

Junto con lo anterior, se llegó a un acuerdo económico con el fin de «generarles una fuente de trabajo por una parte y poder adquirir esas piezas».8 Finalmente, esas unidades de telar «serán integradas en una unidad mayor la que podrá ser expuesta, en distintos lugares significativos en el país, como signo de este gran testimonio de trabajo y fraternidad».9

Figura 4

Fuente: Fotografía de Leslye Palacios, 2020. Sistematización. Gentileza de la Universidad Católica de Temuco.

En respuesta a las coyunturas extremas de los últimos meses de 2019 y lo que va de 2020, se coordinaron para realizar una actividad que se propone como instancia reflexiva. “Un gran tejido de fraternidad en el país. Restituyendo el tejido social y favoreciendo una cultura de encuentro”.

[...] la dura realidad de una cultura de la indiferencia, del individualismo y de una profunda desconexión de unos con otros, habiéndonos transformado en personas indiferentes y con un muy bajo nivel de conciencia social.

Es a partir de esta realidad, que queremos, junto con cooperar en la urgencia inmediata que conlleva lo sanitario, alimenticio y laboral de muchas comunidades, fomentar por distintos medios, nuevas y mejores relaciones como personas y comunidades, a fin de avanzar desde una cultura individualista y mezquina, a una Cultura del Encuentro, donde potenciemos los vínculos y las relaciones humanas, generosas, de compromiso y cooperación, entre quienes compartimos un mismo territorio.10

La Facultad de Arquitectura, Arte y Diseño de la Universidad Católica de Temuco ha realizado un registro audiovisual que recaba relatos e historias de las mujeres artesanas que participaron en el proyecto, difundiéndose este material en la red Instagram –@tejidodefraternidad–.

Hay que dar el valor que tienen las tejedoras, porque esto lo llevamos de tradición, lo llevamos en la sangre y tenemos que sacarle provecho también a nuestros tejidos, a los diseños que sí tienen un significado, que sí hablan por nosotras, que sí hablan de la naturaleza y de lo que nosotras queramos representar. Debemos darle incidencia, promover y darle valor a nuestros tejidos.11

Figura 5

Fuente: Fotografía de Leslye Palacios, 2020. Casa Ana Paillamil de la Asociación Indígena Wallontu Witral. Gentileza de la Universidad Católica de Temuco.

Conclusiones

La crisis provocada por COVID-19 es una advertencia de lo que sucederá si no cambiamos nuestra relación con el planeta y sus ecosistemas. La salud global depende de que cambiemos nuestro estilo de vida, y de que busquemos un sistema económico menos depredador y violento. La mejor forma de prevenir la proliferación de nuevas infecciones es proteger la biodiversidad en todas sus formas, y aprender de aquellos pueblos que tienen otras formas de relación, no capitalistas, con la comunidad y el medio.

Lo que hoy está en crisis es ese individualismo promovido por un capitalismo basado en una macroeconomía que solo beneficia a unos pocos. Este proceso histórico se da en un momento en que la tecnología entrega posibilidades de conexión e interacción nunca vistas.

Ahora que los ciudadanos pueden acceder masivamente, a las tecnologías de la interacción, se dan cuenta de que pueden representarse a sí mismos y ya no están tan dispuestos a que otro les represente. Esta situación favorece dinámicas de relación horizontales, donde las certezas se construyen colectivamente, y la organización social depende cada vez más de los nexos que genera la interdependencia.

Ahora que los liderazgos patriarcales, caracterizados por la imposición forzosa y violenta, están en decadencia a raíz del profundo cuestionamiento hecho por los movimientos feministas, ganan terreno los liderazgos femeninos. En Chile, el rol que juega la mujer mapuche en sus comunidades es un buen ejemplo de este tipo de agenciamientos femeninos que van en contra de las lógicas egoístas de la explotación.

El liderazgo de estas mujeres, inclusivo, amoroso y generoso, trata de evitar el conflicto, promoviendo la amistad y la solidaridad. Así, los espacios cruzados por estas prácticas se proponen como una forma de habitar el territorio muy distinta a las formas introducidas por el colonizador.

La cosmovisión mapuche, en un sentido contrario a las ideas liberales que promueven la competencia y el individualismo, defiende formas de sociabilidad como la reciprocidad, la interdependencia y los sistemas de apoyo mutuo. Históricamente, la sociedad mapuche se ha construido sobre la base de que los seres humanos estamos hechos para ayudarnos, que desde el momento en que vivimos en comunidad somos interdependientes y que las soluciones a cualquier problema son más efectivas si se piensan colectivamente.

En Chile, la pandemia ha venido a acelerar los procesos de transformación de una sociedad que busca alejarse de los paradigmas de lo cuantitativo, para construir formas de pensamiento que se ocupen de lo cualitativo. Sin embargo, pasar de aquellos índices que miden lo material a parámetros que den cuenta de las sensaciones o las percepciones, requiere de dinámicas sociales que se orienten hacia las prácticas femeninas, que de manera amorosa y dialogante generan lazos sólidos entre los integrantes de la comunidad. Fortalecer la vida comunitaria y las redes de solidaridad es una alternativa efectiva y probada para combatir los devastadores efectos del capitalismo.

Bibliografía

Arellano, Pedro. «Un gran tejido de fraternidad en el país. Restituyendo el tejido social y favoreciendo una Cultura de Encuentro». Temuco, Chile, abril de 2020, inédito.

Federici, Silvia. Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria. Madrid: Traficantes de sueños, 2017, 7.° edición.


Fecha de recepción: 5/8/2020

* Licenciado en Historia, Universidad de Arte y Ciencias Sociales (UARCIS), Santiago, Chile. Investigador independiente. Correo electrónico: pablocayuqueo@gmail.com. ORCID:
http://orcid.org/0000-0001-7724-8977.

** Magíster en Historia del Arte, Universidad Adolfo Ibáñez (UAI), Santiago, Chile. Académico del Departamento de Arte, Facultad de Arquitectura, Artes y Diseño, Universidad Católica de Temuco (UCT), Temuco, Chile. Correo electrónico: samuelquiroga@gmail.com. ORCID: http://orcid.org/0000-0002-0383-5965.

1 Presidenta de la Asociación Wallontu Witral, que integra alrededor de 80 mujeres tejedoras de la comuna de Nueva Imperial, Región de La Araucanía, Chile. Recuperado de la red social Instagram: @tejidodefraternidad, 1 de agosto de 2020.

2 Es el nombre que el pueblo mapuche da a su territorio. Históricamente, antes de la llegada de los españoles el Wallmapu comprendía los territorios entre los océanos Pacifico y Atlántico, desde el río Limarí por el norte hasta el archipiélago de Chiloé por el sur y, desde la latitud sur de Buenos Aires hasta la Patagonia, respectivamente.

3 Cfr.: Silvia Federici, Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria (Madrid, España: Traficantes de sueños, 2017, 7.° edición).

4 Ciudad chilena, capital de la Región de La Araucanía.

5 Ibíd., 20.

6 Familias Entrelazadas es una iniciativa liderada por Fundación Tierra de Encuentro: para más información sobre esta fundación y sus acciones consultar en: https://www.familiasentrelazadas.cl/.

7 Ibíd., 2.

8 Ibíd., 3.

9 Ibíd.

10 Documento de presentación del proyecto, no publicado. Pedro Arellano, «Un gran tejido de fraternidad en el país. Restituyendo el tejido social y favoreciendo una Cultura de Encuentro» (Temuco, Chile, abril de 2020), 1. Agradecemos a Mares Sandor, Daniela Gaete, Gonzalo Cueto y Leslye Palacios la información proporcionada para la construcción del relato que da cuenta de este proyecto de tejedoras.

11 María Angélica Pérez Pilquimán, de Relmu Witral Asociación Indígena. Recuperado de la red social Instagram: @tejidodefraternidad, 1 de agosto de 2020.

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