N.º 84 • Julio - Diciembre 2021
ISSN: 1012-9790 • e-ISSN: 2215-4744
DOI: https://dx.doi.org/10.15359/rh.84.13
Licencia: CC BY NC SA 4.0

sección América Latina

Representaciones históricas y sociales del trabajo en Colombia y sus consecuencias en las economías sumergidas

Historical and Social Representations of work in Colombia and their Consequences in the Underground Economies

Representações históricas e sociais do
trabalho na Colômbia e suas consequências
nas economias submersas

Omar Cabrales Salazar*

Resumen: El artículo explora las bases de la construcción histórica del trabajo en el periodo colonial, sus representaciones sociales y la incidencia en la constitución de economías sumergidas en el periodo republicano. Se argumenta la forma en que el déficit de institucionalidad y las representaciones históricas y sociales del trabajo tienen consecuencias en la creación y maduración de economías informales y la tendencia a buscar el enriquecimiento rápido y fácil en algunos sectores de la sociedad colombiana. Para vincular los escenarios históricos, se recurre al enfoque de path dependence –trayectorias dependientes–, mediante el cual se puede afirmar que, a partir de los contextos y condiciones que dieron origen al trabajo fácil, se fueron consolidando las bases de una «industria»’ ilegal que se reinventa permanentemente y da origen al desarrollo de ciertas competencias útiles para sobrevivir en el periodo de la Colonia, se extiende hasta la República, y contribuye, así, a la tendencia a ganarse la vida de manera ilegal.

Palabras claves: historia; economía informal; trabajo; trabajo clandestino; ilegalidad; historia; Colombia.

Abstract: The article explores the bases of the historical construction of work in the colonial period, its social representations, and the impact on the constitution of submerged economies in the republican period. It argues how the deficit of institutionality and the social representations of work have consequences on the creation and maturation of informal economies and the tendency to seek quick and easy enrichment in some sectors of Colombian society. To link the historical scenarios, it resorts to the path dependence approach, through which it can be stated that, based on the contexts and conditions that gave rise to easy work, the bases of an illegal «industry» were consolidated, which permanently reinvented itself and gave rise to the development of certain skills useful for survival during the colonial period, extending to the Republic, thus contributing to the tendency to make a living illegally.

Keywords: história; economia informal; trabalho; trabalho clandestino; ilegalidade; história; Colômbia.

Resumo: O artigo explora as bases da construção histórica do trabalho no período colonial, suas representações sociais e o impacto na constituição das economias submersas no período republicano. Discute-se como o déficit institucional e as representações históricas e sociais do trabalho têm consequências na criação e no amadurecimento das economias informais e na tendência de buscar o enriquecimento rápido e fácil em alguns setores da sociedade colombiana. Para articular os cenários históricos, utiliza-se a abordagem de path dependence –trajeitorias dependentes–, através da qual se pode afirmar que, a partir dos contextos e condições que deram origem ao trabalho fácil, consolidaram-se os alicerces de uma «indústria» ilegal que se reinventa permanentemente e dá origem o desenvolvimento de certas aptidões úteis para a sobrevivência no período colonial, estendendo-se à República, contribuindo assim para a tendência de ganhar a vida na ilegalidade.

Palavras chaves: history; informal economy; job; clandestine job; illegality; history; Colombia.

Introducción

El artículo argumenta sobre las representaciones históricas y sociales del trabajo en Colombia y las consecuencias que deja el modelo extractivo colonial en la República y en la constitución de economías sumergidas. Estas circunstancias se asocian a una particularidad colombiana: la malicia indígena. Denominada por Gómez Buendía1 como el almendrón, la malicia indígena hace referencia a la creatividad que se pone en ejercicio para sobrevivir en escenarios agrestes, la cual termina convirtiéndose en un exceso de individualismo que impide acuerdos colectivos y la consolidación de la institucionalidad y legalidad como forma de ganarse la vida y de proceder en la sociedad. A esta malicia indígena se le puede adherir el apelativo de afro e ibero, pues los españoles traían su propia concepción del trabajo y una marcada tendencia hacia la corrupción, cuestiones que han terminado de madurar en el caos de la Colonia y, de alguna forma, permitieron la sobrevivencia de nativos, negros y mestizos en la República.

Al día de hoy, y después de que una parte de la sociedad y de las instituciones se han visto permeadas por situaciones de evidente corrupción, como lo es el fenómeno del narcotráfico, las condiciones de sobrevivencia de algunos sectores sociales han trascendido como una competencia adaptativa que se filtra y madura en una gran cantidad de oficios, hasta la concreción de una cultura de la ilegalidad y la sagacidad; se marca, así, el surgimiento de actividades económicas que se desarrollan fuera del marco de institucionalidad, a lo que se le denomina «economía sumergida».

En relación con las representaciones sociales del trabajo, a lo largo del documento se retoman las teorías del desarrollo psicológico de Delval,2 Delval y Padilla3 y las concepciones sobre las creencias que, según Ramos Méndez,4 son percepciones perdurables e individuales construidas a través de la experiencia personal, al contemplar su contexto social y cultural, siendo estas últimas determinantes al vincular las condiciones de la Colonia con las ideas macro que caracterizan parte de la población colombiana.

En cuanto a la construcción histórica del concepto de trabajo en Colombia, se puede afirmar que está mediada por la religión católica y las consecuencias que deja el modelo de explotación colonial; así mismo por las tradiciones mestizas, negras e indígenas que se van consolidando en la República. Estas adolecen de una particular concepción peyorativa del trabajo duro, la cual redunda en su evasión, y se encuentran otras formas de ocupación más ligadas al enriquecimiento rápido y fácil que se llevan a cabo inicialmente para la supervivencia, pero que después se convierten en factores que redundan en la creación de economías ilícitas que evolucionan hacia estructuras de crimen organizado5 y prósperas industrias ilegales aupadas por la multiplicidad de agentes armados proveídos entre otros, por el narcotráfico.6

Siguiendo el enfoque de las trayectorias dependientes –path dependence– de Pierson,7 para quien la formación de las instituciones se da a partir de una configuración compleja entre distintos componentes que se mezclan y perduran a través del tiempo, en la medida en que se siguen presentando las mismas condiciones que las originaron, se argumenta sobre cómo las creencias sobre el trabajo designan ciertos pormenores de la economía sumergida, así como la producción de la representación social del trabajo fácil a través de los procesos históricos.

Igualmente, se acudirá a Tovar8 con su proyección crítica al colonialismo hasta el presente, al indicar que los mecanismos de dependencia se fueron delineando en periodos precedentes, y se siguen proyectando hacia la actualidad como procesos de larga duración. Para este propósito, se realizó una revisión de dos de las más importantes novelas costumbristas colombianas: Manuela, de José Eugenio Díaz Castro9 y La Marquesa de Yolombó de Tomás Carrasquilla.10 Como método de análisis se empleó el denominado análisis crítico del discurso propuesto por van Dijk, por medio del cual se estudian algunos rasgos sociales como el abuso de poder, la dominación y la desigualdad en el contexto social y político.11 La aplicación de este tipo de análisis se considera pertinente, ya que en las novelas se encuentran los trazos ideológicos que permiten identificar algunas de las formas de comprensión del trabajo, deshonestidad, las artimañas y argucias utilizadas por las autoridades, los negros, indios y mestizos para sobrevivir en un mundo caótico en el que la corrupción se da de manera generalizada. Por último, se presenta cómo esta malicia indígena se convierte en una necesidad para sobrevivir en las circunstancias anárquicas y de entropía signadas por la ausencia de institucionalidad.

La constitución del concepto de trabajo en Colombia

El trabajo es una categoría fundamental para la especie humana. No solo es la actividad que permite producir los elementos para la supervivencia, sino también alude al espacio de socialización, desarrollo del ente productivo y la elevación de la capacidad adquisitiva de los trabajadores; elementos que, después de la Revolución Industrial, permiten configurar la identidad del hombre más como trabajador que como ser humano. El tiempo dedicado a la labor del sustento da como resultado la supervivencia material y psicológica de la especie, pues a partir del siglo XVIII, la humanidad ha estado ligada al trabajo como un proceso natural de la vida, al punto que se le considera como una categoría antropológica12. En palabras de Beck:

Esta exigencia de orden de la sociedad laboral se ha mantenido, más aún, se ha revalorizado y convertido en una visión antropológica del hombre según la cual éste logra su identidad y personalidad sólo en y a través del trabajo.13

Desde esta perspectiva, en la construcción histórica del trabajo intervienen las consideraciones culturales de los pueblos que entran en tensión para buscar la sobrevivencia en un territorio agreste y desconocido para españoles y negros, y bajo nuevos modelos sociales y económicos para los indígenas, en el periodo colonial. De ahí que las creencias y las concepciones sobre el trabajo adquieran sus particularidades en unas dinámicas que incorporan los oficios honestos y los que surgen de las oportunidades que brinda el caos y el desorden social.

Con respecto a las nombradas creencias, Ramos14 las concibe como ideas estables que tiene un individuo y que se construyen a través de su experiencia personal, teniendo en cuenta su contexto social y cultural. Dichas concepciones actúan como un filtro de interpretación de la realidad y se transforman en maneras de actuar en los contextos en los que se desenvuelve, así mismo, tienden a estar limitadas por el contexto cultural. En tal sentido, en el ejercicio de la sobrevivencia, por parte de los criollos, los afros y los indígenas en el periodo colonial y, posteriormente, en el republicano, perviven aún los miedos y las creencias sobre los derechos elitistas de las clases sociales herederas del imperio español y sus posibilidades laborales están limitadas a la poca oferta institucional de fuentes de trabajo o las precarias opciones ofrecidas por los grandes terratenientes. De ahí que la búsqueda de fuentes de ingreso incluya toda una gama de actividades que se realizan por fuera el orbe institucional.15

A nivel cognitivo, las creencias están relacionadas entre sí y actúan como un filtro sobre el pensamiento y el procesamiento de información, también influyen sobre otros aspectos del individuo como su percepción y posibilidad de intervenir en la sociedad o en la naturaleza para obtener los recursos para el sustento. En tal sentido, la posibilidad de trabajar por parte de las clases populares está signada aún por esa percepción de continua opresión y vigilancia del Conquistador, encarnada ahora por el Estado naciente y una élite blanca indiferente, en la que se parte de la creencia de un no merecimiento del trabajo digno, escaso de por sí, por lo que se acude a cualquier oficio para sobrevivir.

Tal como lo expresa Maravall,16 en España, el trabajo es una representación social que data de la misma constitución del Estado español como Estado moderno. Se evidencia en la forma como los hidalgos estructuraron la concepción de poder y riqueza en el hecho de guerrear y en la posesión de la tierra por antonomasia, al punto de considerar el trabajo del cultivo y de su explotación como indigno y propio de los otros. Lo afirma también Murillo Víquez de la siguiente manera:

Así, desde temprano, en la historia de la península ibérica, aún más que en la del resto de Europa occidental, los principales intereses fueron la guerra y la religión. Cinco siglos de lucha entre cristianos y musulmanes, en una casi continua cruzada contra el infiel, engendraron un espíritu militar vigoroso y cierto gusto por un modo de vida irregular y aventurero, junto con algún menosprecio por las artes menos espectaculares de los tiempos de paz, que podían, con toda tranquilidad, dejarse en manos de moros y judíos. Así también, en la cruzada contra los musulmanes, el ideal de solidaridad religiosa se transformó fácilmente en intolerancia y fanatismo.17

Entre tanto, en el resto de Europa, la Modernidad y la Reforma empiezan a cambiar sustancialmente las formas de pensar. En palabras de Jaramillo Uribe:18 «En efecto, varios siglos de guerra y de esfuerzo militar y religioso retardaron en el español el desarrollo de las virtudes, actitudes y prácticas que están en la raíz de la moderna conciencia del trabajo y de la economía capitalista».

Según Cabrales,19 a estas condiciones se les suma la acepción peyorativa que tiene el trabajo para los católicos, signado desde el Génesis como un castigo al que hay que huirle, antes que convertirlo en la acción diaria de aprovisionamiento, frente a la perspectiva protestante que considera el trabajo como una de las formas de hacer la devoción de dios y que marcó las diferencias del desarrollo económico en América del Norte y del Sur, de acuerdo con lo que menciona Acemoglu.20

En estas condiciones, no se puede esperar una buena disposición hacia el trabajo honesto por parte de los españoles que emigran a América, quienes «tenían un sistema legal que se acata, pero no se cumple y en el que se recoge una tradición de simulación, en la que se cubre la apariencia, pero se evade el contenido»,21 según lo dicho por Kalmanovitz. De hecho, se habla de la picardía española como una característica similar a la malacia indígena, definida por Morales22 como un recurso del comportamiento social marcado por el individualismo que permite evitar la responsabilidad del trabajo honesto y embarcarse mejor en actividades laxas que provean una ganancia más inmediata. De acuerdo con Kalmanovitz:

Es la picardía española, expresada en su literatura en personajes descarados, desobedientes frente a la ley y la religión, pero actuando en forma simpática, bufonesca; son personas traviesas y de mal vivir, no rebeldes del todo, que actúan sobre todo cuando el otro no está mirando, en las que el engaño entre las personas y frente a la autoridad es mutuo y permanente.23

En el periodo de la República, que de hecho se caracterizó por la exclusión social y el mantener un prestigio sustentado en el linaje, valores considerados como culturales que se inculcaban desde épocas tempranas,24 la concepción del trabajo es una construcción social resultante de lo que los afros, nativos y españoles entendían por él. Para las tres culturas es totalmente diferente, pues según las teorías del desarrollo psicológico de Delval,25 Delval y Padilla26 y las concepciones sobre las creencias de Ramos,27 que como ya fue expuesto, se construyen a través de la experiencia personal que considera el contexto social y cultural. En relación con el trabajo, intervienen en esta representación las concepciones y oficios de los españoles, los negros y los indígenas. Para estos dos últimos, la noción occidental del trabajo es desconocida, no hay una distinción clara entre la labor efectuada para generar el sustento o proveerse de alimento y el ocio, así mismo, no se traza una diferencia entre las actividades del hogar y las actividades del «trabajo», y ambas tareas se confunden en su diario vivir. Lo confirma Naredo:

Las llamadas «sociedades primitivas» ofrecen un primer ejemplo de sociedades no estructuradas por el trabajo. La antropología ofrece hoy abundantes materiales que muestran que en estas sociedades la noción de trabajo no tiene el soporte conceptual ni la incidencia social que hoy tiene en la nuestra. En primer lugar, se observa que su lenguaje carece de un término que pueda identificarse con la noción actual de trabajo: o bien cuentan con palabras con significado más restringido –que designan actividades concretas– o mucho más amplio –que puede englobar hasta la actitud pensante o meditabunda del «chaman»–. No existe en ellas una distinción clara entre actividades que se suponen productivas y el resto. Como tampoco atribuyen una relación precisa entre las actividades individuales que conllevan aprovisionamiento o esfuerzo y sus contrapartidas utilitarias o retributivas, habida cuenta que entre ambos extremos se interponen relaciones de redistribución y reciprocidad ajenas a dichas actividades.28

La dilución entre las formas honestas e ilegales para ganarse la vida en el periodo republicano, provienen de las secuelas de la Colonia, pues la corrupción del estamento español en la Nueva Granada fue, de alguna forma, adaptada por la raza mestiza que heredaría las ‘mañas’ de las dos culturas. De la misma manera, contribuyó a que los españoles sean también protagonistas de la emergencia de una competencia o habilidad para evadir la autoridad y buscar el trabajo fácil que Cabrales y Martínez29 denominan malicia ibero-indígena.

Además de los relatos, son varios los testimonios que dan fe de la descomposición del español en la Colonia, territorio que por sus características climatológicas y variadas etnias, zanjaba sendas diferencias con los otros virreinatos. Según Rodríguez y Borja, en el Nuevo Reino «se consideró que la tierra misma transformaba la condición de los españoles y que las extrañas conductas que se observaban tenían su origen en la alteración que producía la idea de estar en las provincias más ricas en oro del Nuevo Mundo».30

Así mismo, las voces de algunos de los obispos de la época dan fe de las diferencias entre el Nuevo Reino y la Nueva España o el Perú. Estos afirmaban que en el primero había más desorden y que por ser un reino tan remoto, los españoles terminaban por desarrollar hábitos extraños.

Obispos que previamente habían servido en México y que luego eran enviados al Nuevo Reino, usualmente se quejaban de no tener allí indígenas tan dóciles y dispuestos a vivir en sujeción como los de México. El obispo Fray Luis Zapata expresaba su desconcierto por la vida que llevaban los franciscanos en el Nuevo Reino. Decía que el mundo que se había creado a partir de la Conquista, en Popayán, Sata Fe o las otras gobernaciones, le parecía fuera de control y explicaba que en él a los individuos no les importaba ser amonestados por el obispo en público.31

Entonces, la malicia ibero-indígena es fundamental en la construcción social del concepto de trabajo en Colombia y en su pervivencia a través de los periodos subsiguientes. Esta habilidad, de acuerdo con Pierson32 y el enfoque de las trayectorias dependientes, pudo trascender en el tiempo y configurarse como una idea generalizada sobre las diversas formas de trabajar y de operar en la vida, en la medida en que las circunstancias caóticas perviven; a la vez, genera consecuencias en la aceptación de la percepción social de legalidad de ciertos oficios y labores informales, que dan origen a las economías sumergidas de acuerdo con los postulados de Umbría, quien afirma que una economía informal puede evolucionar hacia una ilícita hasta convertirse en una estructura de crimen organizado33 aupada por la multiplicidad de agentes armados proveídos por los continuos enfrentamientos internos y el fenómeno del narcotráfico34 que habría de emerger en la segunda mitad del siglo XX.

Estas economías sumergidas se extienden desde el periodo republicano con el alegato de que en la medida en que no se presenten fuentes legales de empleo y variadas opciones de trabajo, son viables aquellas actividades informales a veces muy rentables y a veces no, en las que se destaca la figura del agregado. Tal como lo expresan Conde Calderón y Monsalvo Mendoza, este ser se caracteriza así:

Se aproxima a la idea de un hombre libre, sin propiedad, de vida más o menos errática, trabajador inestable que, sin estar integrado a la producción propiamente dicha, mantiene contactos con el sistema contribuyendo, en parte, a su sustentación. No solo y exclusivamente se desempeña en el ámbito económico-productivo del hogar, sino también como un engranaje más de la red social, donde no son únicamente las motivaciones de índole económica las que permiten su aparición e incorporación a la vida familiar.35

El «agregado», entonces, representa ese individuo en estado continuo de alerta y búsqueda de alguna labor que signifique un ingreso, sin importar su licitud, pues, en el ejercicio de su oficio y la meta trazada del sustento diario, ha desarrollado ciertas habilidades que ni él mismo reconoce como lícitas o ilícitas, aspecto que se torna irrelevante frente a las oportunidades que se le presentan y las apremiantes necesidades de su familia.

Desde esta perspectiva, la formación de la sociedad colombiana se da como un proceso en el que el conjunto de instituciones políticas, sociales y del mercado se desarrollan de manera conjunta desde las concepciones de trabajo legal e ilegal en largos períodos de tiempo que, desde la perspectiva de Tovar, «invitan a valorar la importancia del tiempo largo en la comprensión del presente y ver el presente como una congestión de fenómenos que solo pueden ser analizados en función del pasado profundo de la sociedad».36 Estos contextos se consolidan en un proceso recíproco de ajuste y selección competitiva, propuesto por Pierson37 en el que se presenta una trashumancia hacia las fuentes de empleos emergentes e ilegales que ofrecen altas remuneraciones.

Los testimonios de las novelas históricas

Son pocas las investigaciones históricas que dan fe de los abusos y la pereza del español, como también de la secuela que deja en los periodos de la Colonia y la República. Se recurre, entonces, a la literatura, en este caso dos novelas históricas, ya que en ellas se encuentra plasmado cómo se heredaron de los españoles las tendencias hacia la corrupción, la pereza y la explotación que generaron en el indio y el negro la necesidad de aprender a mentir y a evadir la autoridad para poder sobrevivir. Se lleva a cabo su incorporación a la argumentación desde el análisis crítico del discurso propuesto por van Dijk, pues este nos permite estudiar, primariamente, el modo en que el abuso del poder social, el dominio y la desigualdad son practicados y reproducidos por las clases sociales emergentes en el periodo republicano.

En el proceso de la constitución de la República de Colombia se evidencian comportamientos con estas características en la trama y los personajes de dos de las novelas históricas más importantes de la literatura colombiana. Manuela, de José Eugenio Díaz Castro y La Marquesa de Yolombó de Tomás Carrasquilla, en las cuales se aprecia la forma en que la deshonestidad, las artimañas y argucias son utilizadas por las autoridades, los negros, indios y mestizos para sobrevivir en un mundo caótico en el que la corrupción se da de manera generalizada y predomina un «dimorfismo ideológico típico de una época ambigua, atrapada en un mundo predominantemente rural mágico-religioso, poco controlado desde los grandes centros de poder del imperio español»,38 en palabras de Giraldo Castro.

La Marquesa de Yolombó es un testimonio fiel de los usos y costumbres del periodo final de la Colonia, que tal como afirma Giraldo Castro,39 llena el «vacío dejado por la memoria escrita, de reproducir, en versión novelada, la historia de la vida de la región a finales del siglo XVIII, en los momentos en que emprendía el tránsito hacia la República y la vida moderna». Además, según Naranjo,40 los materiales para la novela los venía acopiando Carrasquilla desde la infancia, gracias a los relatos de testigos directos de aquella época, como su bisabuelo Martín Moreno, o indirectos como su abuelo Juan Bautista Naranjo. La novela es fruto de una investigación de muchos años por parte del autor, y como novela histórica, deja un vasto panorama de la vida cotidiana colonial. En ella se da fe de manera fehaciente de las mentalidades, las modas y los usos, las tradiciones y leyendas, los oficios y diversiones que evidencian la historia y el devenir colectivo de los últimos días de la Colonia.

Entre otros comportamientos prescritos a la ilegalidad, Carrasquilla «reproduce algunos racistas propios de la época que afirman las relaciones de poder de la iglesia y de la clase blanca emergente sobre la población negra y sus diversas manifestaciones».41 Esto, según Naranjo, se puede apreciar en el siguiente fragmento de Carrasquilla:

Los sacerdotes apostólicos y heroicos de que se ocupan los historiadores son contados; a la mayoría nos lo [sic] pintan harto preocupados de sus intereses propios y temporales, y harto desentendidos de los de Cristo […] Según fama, los dos o tres sacerdotes que ejercían en Yolombó no daban el precepto, ni mucho menos el ejemplo: como los perros mudos del Evangelio, obraban según la voluntad de los magnates, autorizándoles sus abusos y despreocupaciones.42

En el mismo sentido Córdoba43 afirma: «Los monasterios de las órdenes religiosas en Cartagena, Santa Marta o el Nuevo Reino, eran servidos por mujeres indígenas a las que con frecuencia se obligaba servir de concubinas a los frailes».40 De igual forma lo relata Poma de Ayala:44 el poder de los curas doctrineros en el nivel local de los pueblos de indios fue innegable. Muchos de ellos se aprovecharon de su cercanía con los indígenas para establecer redes de poder que, en muchas ocasiones, los llevaron a convertirse en verdaderos señores regionales.

Varias circunstancias, además del aislamiento social y geográfico, contribuyen a la consolidación de un ambiente general de caos y desorden que caracterizó la vida en esta y otras poblaciones durante la Colonia. Lo expresa Giraldo Castro de la siguiente manera:

La corrupción de la autoridad, tanto la eclesiástica como la que emanaba del Rey, que era ejercida bajo ciertos cánones de conveniencia local, de tal manera que la regulación del comportamiento de los individuos, y en general de la economía y del espacio, no eran objeto propiamente de un control por parte del régimen monárquico, sino más bien del estricto rigor del poder local.45

Por otro lado, Córdoba sugiere:

Cartagena era descrita como una nueva Babel en donde el mal ejemplo que daba el clero era compartido por los comerciantes castellanos y extranjeros. La numerosa población esclava de la ciudad parecía tomar el control por las noches ante la obligada indiferencia de los dueños de los esclavos, que no se sentían con fuerza para reprimir sus conductas.46

La Marquesa de Yolombó coincide, en gran medida, con las preocupaciones de la Colombia de hoy, pues Carrasquilla, como ningún otro autor, pensó y narró el tránsito que hizo la sociedad colombiana durante el cambio del siglo XIX al XX; mas, como afirma Giraldo, «en su afán modernizador hacia las lógicas citadinas, con las desproporciones que implicaron su estigmatización, olvido y dominación sobre el espacio rural, y que sintetizan una concepción geopolítica vigente hasta nuestros días».47

En la misma línea argumentativa, se presenta la novela Manuela que, según Mujica, da fe de los «aciertos psicológicos, extraordinaria riqueza ambiental y lexicográfica, esclarecedora de dolorosos y significativos episodios de la vida nacional».48 El autor fue capataz de varias fincas y vivió gran parte de su vida rodeado de gente del campo. Según Hoyos Mazuera:

Era un gran conocedor de la vida en el campo y de las formas de vivir y de hablar de la gente trabajadora. Su exactitud y veracidad, su ingenio y sensibilidad para describir en el mundo rural, especialmente de la tierra caliente, le dio la capacidad para describir interesantes y poéticos personajes, objetos y costumbres de la zona caliente del Magdalena.49

En la novela se encuentran fieles testimonios de las formas de proceder deshonestas de la autoridad, cómo sin méritos propios ascienden en la escala social y la manera en que los habitantes de la recién creada República se acomodan a sus decisiones. Por ejemplo, hablando del señor don Tadeo, uno de los gamonales del pueblo, se menciona lo siguiente por Díaz Castro en Manuela:

Luego comenzó a escribir documentos; y luego a sacar las listas del trabajo personal y de las elecciones, mordiéndoles a los jueces y alcaides más de lo que valían; y luego se hizo director de los jueces y en este oficio empezó a ganar más plata enredando a los vecinos con alegatos y pleitos; luego se hizo director del cabildo y quedó mandando en todos los asuntos de la parroquia. Pero no paró en eso, sino que se los fue ganando a todos poco a poco, a unos porque lo necesitaban para que los sacase con bien de sus empeños, a otros para que les ayudase a hacer sus picardías, y otros se iban con él por el miedo; de modo que vino a lograr tenerlos a todos bajo de su dominio.50

En relación con una generalizada costumbre corrupta en Colombia, a partir de la cual alguien que asume un cargo público parece que asumiera también el derecho a apropiarse de los recursos públicos y dominar la vida de los otros, se presenta el siguiente testimonio como parte de Manuela, de Díaz Castro:

De modo que hoy el señor don Tadeo entiende en elecciones, cabildos, pleitos, contribuciones y demandas; pero sacando de toda su tajada, y haciendo que le sirvan de balde los que le necesitan; y todavía no es eso sólo, sino que don Tadeo interviene en los testamentos, y en los casamientos, y en las peleas de las familias, y en los bailes, y en las fiestas y en todo.51

Finalmente, en una de sus partes denota, de manera explícita, la inequidad y desigualdad social de aquel periodo de la historia, que no difiere en mucho de lo que ocurre hoy en vastas regiones de Colombia. Plantea Díaz Castro:

¿Y por qué no me saluda su persona primero en los caminos y se espera a que yo le salude? ¿Y por qué le digo yo mi amo don Demóstenes y sumercé me dice taita Dimas? ¿Y por qué los dueños de tierras nos mandan como a sus criados? ¿Y por qué los de botas dominan a los descalzos? ¿Y por qué un estanciero no puede demandar a los dueños de tierras? ¿Y por qué no amarran a los de botas que viven en la cabecera del cantón, para reclutas, como me amarraron a yo una ocasión, y como amarraron a mi hijo y se lo llevaron? ¿Y por qué los que saben leer y escribir, y entienden de las leyendas han de tener más preminencias (sic) que los que no sabemos? ¿Y por qué los ricos se salen con lo que quieren, hasta con los delitos a veces, y a los pobres nos meten a la cárcel por una majadería? ¿Y por qué los blancos le dicen a un novio que no iguala con la hija, cuando es indio o negro?52

Siguiendo la propuesta metodológica de Teun A. van Dijk,53 más que describir las estructuras del discurso, se pretende explicar las interacciones sociales y la estructura social a partir del discurso; en este caso, las nombradas novelas históricas. Además, esta metodología se enfoca en la forma en que las estructuras del discurso promulgan, confirman, legitiman, reproducen o desafían las relaciones de abuso de poder –dominación– en la sociedad o el contexto dicho.54

La malicia indígena

El gobierno republicano tuvo que darse a la tarea de unificar la nación con la anuencia y participación de la iglesia católica y la sujeción a un ideal de progreso centrado en el crecimiento económico y en la concepción del tiempo que avanza hacia adelante, tratando de dejar atrás el pasado atroz y los oscuros días de lucha que, finalmente, dieron luz a la República. Este nuevo ideal de progreso gira alrededor del modelo de hombre occidental, blanco y educado que ha sido el partícipe de la secularización y quien, a su vez, revindica el modelo a seguir en el discurso histórico, pues es quien maneja la escritura y el gobierno.

Con el expansionismo generado por la industrialización inglesa, la consolidación de mercados a través de las rutas de la colonización europea, el intercambio intensivo de mercancías con comunidades milenariamente asentadas en América, África y Asia, así como la exportación masiva del catecismo cristiano, mezclado con jurisprudencia y filosofía, Europa sienta las bases para la creación de grandes mercados expandidos, enraizados en un nuevo concepto de trabajo y empleo remunerado. Las toldas de compraventa instaladas en las pequeñas plazas de los burgos europeos ahora encuentran nuevas expresiones en los continentes recién descolonizados, con toda una gama de necesidades por suplir, en los que las empresas europeas serán determinantes.

Para Moscovici,55 las representaciones sociales permiten comprender los eventos que se dan en el contexto social y las conductas de las personas ofrecen la posibilidad de participar en la construcción de la realidad social y en el establecimiento de categorías que clasifican las circunstancias, los fenómenos y a los individuos con los que se establecen diversos tipos de relaciones. Para la nueva clase social trabajadora, ser partícipes de la construcción de la nación es irrelevante, pues no hay un ideal de nación aún consolidado, por lo que su tarea diaria, antes que reivindicar los nuevos valores patrios, es la sobrevivencia. Lo que hace social la representación no es la intervención de un individuo o un grupo que la produce, sino la función que cumple de creación de una realidad consensual de ganarse la vida, que está dada, en esencia, por lo que se puede y no por lo que se quiere hacer para obtener el sustento, mediada además por la identidad de los grupos que se dedican a sus labores ancestrales o a cualquier oportunidad laboral que surja del caos, sin importar su carácter legal o ilegal.

Unificadas las formas de ganarse el sustento hacia los oficios en los que los criollos, negros y afros se fueron dedicando, no se puede dejar atrás la apatía y el desgano que genera el hecho de trabajar para el blanco, quien procede de manera brutal para hacer cumplir sus órdenes. Entonces, el aparcero, el esclavo o el empleado de la casa le hacen creer al señor que trabaja, pero por medio de argucias y tretas, y cuando realmente lo hace, lo lleva a cabo con el mayor desgano y pereza por las circunstancias ya descritas.

Las mentiras, entonces, se hicieron costumbre para la supervivencia, así como las triquiñuelas y formas de proceder para desviar la atención de la autoridad, engañarla y hacerle creer que, en realidad, se estaba trabajando. La malicia indígena surgió «como un recurso ante las obligaciones que imponían los encomenderos y autoridades locales y provinciales, que permitieron dilatar los compromisos y hasta la posibilidad de abandonarlos mediante la negociación informal y la sobre exposición de la miseria»,56 a lo que se suma la desconfianza y la predisposición negativa hacia el trabajo por parte de los criollos, negros e indígenas, y que da, como resultado, un tipo de competencia que a través de los años se adapta a los devenires de las autoridades y los sistemas políticos de turno, según los postulados de Pierson.57

Dentro de este esquema, entonces, aquellas sociedades, como las indígenas, que no dedicaban gran parte del día o días enteros al trabajo productivo y que, por el contrario, se dedicaban al ocio, a la recreación de sus ritos, a la contemplación o a la socialización, se catalogaron como por fuera del orden «natural» del progreso y fueron clasificadas como perezosas, excluyéndolas sin mayor reparo. Después de la hegemonía lograda con la instauración del modelo de progreso occidental, viene la del dios occidental, lograda con miedo y culpa, y a la que se accedía solo con la reverencia al clero y las indulgencias, lo que, a su vez, se convierte en otro factor de adoctrinamiento y supresor de las culturas afro e indígena.

Según Morales, la malicia indígena surge «como un recurso ante las obligaciones que imponen encomenderos y autoridades locales y provinciales, que permite dilatar los compromisos y hasta la posibilidad de abandonados mediante la negociación informal y la sobre exposición de la miseria»,58 a lo que se suma la picardía y predisposición negativa hacia el trabajo por parte del español y de las culturas sobrevivientes en la República, que evoluciona como un tipo de competencia que, a través de los años, se adapta a los devenires de las autoridades y los sistemas políticos de turno.

La ausencia de institucionalidad

Según Dawson,59 el grado de corrupción de la iglesia católica dio origen al cisma fruto del protestantismo del siglo XVI, marcando una diferencia notoria entre las colonias americanas del norte y las del sur. Según Weber,60 se presenta una divergencia entre la concepción del trabajo de los católicos y de los protestantes, en quienes la responsabilidad individual se constituye en factor determinante de la idea de progreso, uno de los aportes más importantes que la Reforma protestante le indexó a la Modernidad, y que, según Acemoglu,61 comienza a sentar las bases de las diferencias del desarrollo económico entre Norteamérica y Suramérica.

Con la Reforma, la salvación se convirtió en asunto de cada uno, «es el individuo el que a partir de entonces ha de asumir directamente, sin la intermediación del sacerdote, la tarea de su salvación», según Jaramillo.62 De igual forma, tal como lo afirma Weber,63 la ética del trabajo de la religión protestante postuló que, es a través del trabajo duro y constante, que el hombre lleva a cabo la devoción a Dios y alcanza la salvación eterna, en contraposición a la postura cristiana que desde el Génesis sentencia que «te ganarás el pan con el sudor de tu frente», dándole al trabajo una connotación peyorativa, al considerarlo más como un castigo que como una forma de acceder a la vida eterna.

Al respecto, Naredo expone lo siguiente:

En principio, el cristianismo hizo también suyo el desprecio por lo que hoy grosso modo denominamos trabajo: se tomó como castigo fruto de una maldición bíblica y no como un objetivo ni individual ni socialmente deseable, máxime cuando se propugnaba el desapego por los bienes terrenales.64

Esta representación social del trabajo pervive en el imaginario colectivo y marca la diferencia entre la concepción religiosa del trabajo por parte del protestantismo y del catolicismo. Además, incide en la forma en que ambos pueblos construirán su perspectiva de nación y como habrán de acceder al desarrollo económico. Acemoglu65 sugiere que estas dos maneras de pensar fueron definitivas a la hora de forjar las instituciones de las nuevas repúblicas y de las mentalidades en torno al trabajo y a la riqueza, en los territorios conquistados por los protestantes y por los católicos.

De acuerdo con lo planteado, la lucha por la sobrevivencia en una nación incipiente e inmersa en conflictos internos imperecederos, consolida economías sumergidas en las que no hay intención de trabajar de manera honesta y en donde, además, son muchas las oportunidades generadas por la ausencia de institucionalidad para obtener algún beneficio en el que impera la ley del más fuerte o el más avispado, sea negro, indio, mestizo o criollo. Estos contextos darían origen a un tipo de conducta que se caracteriza por la viveza, el desacato a la autoridad, el individualismo y la falta de conciencia social, que Gómez Buendía66 denomina el almendrón.

Desde el enfoque de las trayectorias dependientes de Pierson,67 este modelo de Estado continua desde República hasta el siglo XX, fomentado por la ausencia de institucionalidad, dicho por Acemoglu,64 como otro de los factores que interviene en la construcción social peyorativa del trabajo en algunas esferas de la sociedad colombiana, y que ha incidido en un tipo de comportamiento egoísta, la emergencia de ciertas competencias o habilidades para desempeñarse eficientemente ante la adversidad ligadas a la ilegalidad, a la debilidad de las instituciones y su carácter corruptible.

Así, el bajo grado de institucionalidad en el proceso de constitución de la República fue otro de los causantes de la emergencia de la corrupción, impunidad y pérdida de respeto a la autoridad, además de una administración de justicia por los propios medios, cuestión que pudo haber incidido en el surgimiento de ciertos «oficios» que promueven la operatividad de este sistema corrupto, generando una cadena interminable de odios, resentimientos y rencores que se reproducen mediante el discurso y la tradición oral, según lo dicho por Uribe.68 Considerando lo mencionado por Acemoglu,69 este «retroceso institucional» consistió en que aquellas culturas y territorios americanos, densamente poblados y con una estructura social consolidada de la conquista, condujeron al establecimiento de instituciones extractivas, basadas en las relaciones sociales de servidumbre, que dieron lugar a sociedades escasamente igualitarias.

Las economías sumergidas

Los factores mencionados, además de abonar un clima de anarquía en el que el trabajo ilegal, tienen más posibilidades de desarrollarse frente al legal, por tanto, pudieron haber aportado a la constitución de un sistema en el que, por la extensión del territorio y la debilidad del Estado, las economías sumergidas y grupos irregulares suplen la tarea de generar empleo, de guarnecer la propiedad privada y administrar justicia. Las circunstancias de precarización laboral generaron en los nativos, negros y criollos la necesidad y habilidad de mentir, la capacidad de hacerle creer al patrón que trabajaban, aunque en realidad no lo hicieran o lo hicieran a su ritmo, dando pie a la instauración de un contexto perverso en el que la ilegalidad pervive, que ha generado consecuencias en la forma de vivir el trabajo por parte de algunos sectores de la actual sociedad colombiana.

La malicia indígena es definida por Morales como «una combinación de creatividad, astucia, prudencia e hipocresía, suficientes para suplir las deficiencias del subdesarrollo manifiestas en educación precaria, pobreza y abandono estatal»70 que, como se ha visto, no es exclusivamente indígena, sino el resultado de una condición heredada tanto de nativos como de españoles y, posteriormente, adaptada por los negros y criollos.

Por su parte, Gómez Buendía71 lo ha definido como un modo de organización social: la forma como los colombianos convivimos, nuestro código de interacción, las reglas de juego social que practicamos que constituye una sociedad organizada de tal manera que logramos el máximo de bienestar individual a costa del bien colectivo, o el bien general.

Desde este contexto, «hacerle el quite» al trabajo legal –escaso, además– y a la autoridad, se convierte en una opción de sobrevivencia, al punto de que la invención de artimañas y tretas para burlarla o corromperla es admirada por los otros. De hecho, tal como lo dice Kalmanovitz:72

«El pícaro se vuelve incluso un héroe popular, y el engaño y el incumplimiento obtienen amplia aprobación social», hasta convertirse en una competencia adaptativa que se extendió hasta el siglo XX en aquellos sectores de la sociedad colombiana que representaba un caldo de cultivo para el crimen organizado o el nacimiento del narcotráfico. Al decir de Morales: «Como las estructuras de dominio no se modifican, el mundo inverso y su matriz de malicia ancestral siguen campantes como recurso adaptativo en cada una de las coyunturas que sucesivamente se presentan hasta llegar al momento presente».73

Así mismo, Umbría afirma que una actividad económica ilícita puede convertirse en parte de una operación de crimen organizado, a esto le agrega lo siguiente:

El condicionante principal de origen para las manifestaciones de crimen organizado es la voluntad de hacer uso privado de la violencia para lograr el «enforcement» o imposición de las reglas de interacción institucionalizadas dentro de una actividad económica. En las economías lícitas el desacato de los acuerdos entre socios o entre comerciantes, que generan controversias, también tienen formas institucionalizadas de solución. El problema se manifiesta cuando los mecanismos formales no son una opción aceptable y se hace uso privado de una coerción que solo debería ser administrada por el Estado.74

Esta caracterización generó actitudes que hicieron, de muchos criollos, seres creativos y recursivos que, ante una oportunidad, un descuido de la autoridad o del Estado, operan rápidamente y sin miramientos legales para conseguir lo que por el camino honesto no se logra. Esto ha generado, en algunas esferas de la sociedad, una propensión a lograr lo que se desea por medios ilegales, puesto que, como se ha argumentado, es heredado de un sistema caótico en el que casi nadie trabaja por voluntad propia o ni siquiera trabaja, y que funciona por la ausencia de institucionalidad, una constante opresión, y requiere de una permanente supervisión y vigilancia a la que hay que corromper para poder evadir. Entonces, al grado de experticia a la hora de timar, se le sumará la experticia en el arte de corromper al funcionario del Estado.

A través de este sistema, se da origen a economías sumergidas en las que una multiplicidad de oficios ilegales funciona mejor, en la medida en que haya alguien del otro lado que facilite las cosas: el político, el militar y el empleado estatal corrupto que aprovecha su «cuarto de hora» en el cargo para hacerse a una pequeña fortuna para salir de un momento a otro de la pobreza. Esta convivencia con el delito y la ausencia de institucionalidad generan individualidades y una obnubilación generalizada que no permite visualizar las consecuencias de los actos individuales delictivos en la constitución de un clima generalizado de inseguridad.

En los años setenta del siglo XX, el advenimiento del narcotráfico y la proliferación de la circunstancia de la ilegalidad e impunidad, la corrupción de los políticos y del mismo Estado, generó en algunos sectores de la población el ejercicio de la malicia ancestral, que les facilitó no solo la posibilidad de salir de la pobreza sino involucrarse con la clase política colombiana en el ejercicio de actividades populistas como la donación de barrios enteros con el dinero del narcotráfico, que también contribuyó a la dilución de las fronteras de lo ilegal y lo legal, e incluso a la disculpa del pueblo de recurrir a la violencia y actividades ilícitas para obtener el sustento, ante la ausencia del Estado en su tarea de ofrecer fuentes de trabajo. Por esto, autores como Ovalle Marroquín identifican una «naturaleza dual del narcotráfico: producto y parte de las sociedades en las que se inserta y al mismo tiempo fenómeno al margen de la sociedad por estar en el ámbito de la ilegalidad».75

Ovalle Marroquin afirma acerca de la relación entre contextos históricos lejanos y la situación actual referente al narcotráfico, lo siguiente:

Sin duda, incluso en las sociedades modernas con aspiraciones democráticas el ejercicio del poder político no escapa a estas sencillas fórmulas y en este sentido el fenómeno del narcotráfico aparece en escena como una caricatura del mundo social en el que está inserto.76

El pasado violento que marcó la historia de Colombia y aún subyace en el presente, junto con el déficit de institucionalidad y los otros factores mencionados, regularizaron los oficios ilícitos como una forma de vida, como una opción laboral que da origen a múltiples opciones de delincuencia.

Conclusiones

La concepción peyorativa del trabajo, gestada a partir de las representaciones sociales de criollos, negros e indígenas, se acomoda a los diversos periodos históricos e inciden en la construcción generalizada de formas ilegales de ganarse el sustento; lo anterior desde un marco de percepción que permite, de manera explícita o implícita, proceder por fuera de la ley en economías sumergidas. Como lo indica Pierson,77 es posible que se perpetúen patrones específicos de secuencias de materia y tiempo, si se dan las condiciones similares para su reproducción. Las consecuencias pueden ser el resultado de «eventos relativamente ‘pequeños’ o contingentes, cursos particulares de acción que una vez introducidos, pueden ser virtualmente imposibles de revertir»78. Se complementa con postulados de Uribe79 que sugieren que, evidentemente, esto ha ocurrido en Colombia, en algunas esferas de la sociedad, al repetirse patrones de comportamiento ilegal, prolongados en los procesos de violencia y quebrantamiento generalizado de ley que generó, entre otras cosas, el narcotráfico.

Desde el enfoque de las trayectorias dependientes de Pierson,80 que supone un retorno a la historia, se argumentó sobre la perpetuación de pautas de conducta ilegal en algunas esferas de la sociedad colombiana evidenciadas en las novelas citadas, estas reproducen y contribuyen a la generalización de la concepción de un clima de anomia y caos. Esta generalización es propicia para los múltiples negocios ilícitos que redundan en la formación permanente de economías sumergidas que mutan a través del tiempo, de acuerdo con los patrones de conducta de los individuos frente a las políticas de Estado en contra del delito, en una suerte de acomodación a la ley desde percepciones latentes en los dichos populares como: hecha la ley hecha la trampa.

La aceptación de la percepción social de legalidad de ciertos oficios y labores se consolida con el fenómeno del narcotráfico, pues gracias a sus ingentes ingresos monetarios van involucrando, cada vez, más amplios sectores de la sociedad y de la política colombiana, que están dispuestos a arriesgarlo todo sin miramientos legales, pues la autoridad judicial es igualmente corruptible. Las amplias opciones de empleabilidad, en toda la cadena de siembra, producción, comercialización, exportación y consumo de drogas ilícitas, llevan a muchos colombianos a dedicarse a estas faenas, que ante los logros monetarios obtenidos en una sociedad que premia al pícaro, aumenta cada vez más en número a las personas dedicadas a estas lides y, a su vez, dan origen a múltiples agrupaciones armadas dispuestas a proteger toda o algunas de las partes de la cadena de producción, fortaleciendo así las economías sumergidas.

Como lo afirma Uribe,81 los períodos de guerra que se dieron en la Colombia del siglo XIX son el resultado de la debilidad endémica del Estado y del concepto de soberanía que estaba puesto en vilo por los diferentes grupos armados. El profesor Pécaut82 coincide con este punto de vista y afirma que los ingredientes constitutivos de la delincuencia siguen presentes desde mediados de los años setenta del siglo XX: el dinamismo de una economía clandestina que conduce a la aparición y consolidación del narcotráfico, expresión y causa a la vez de nuevas fuentes de trabajo y de violencia.

Bibliografía

Acemoglu, Daron. «Los orígenes coloniales del desarrollo comparativo: Una investigación empírica». Revista de Economía Institucional, vol. 7, n.º 13 (2005): 1-51.

https://revistas.uexternado.edu.co/index.php/ecoins/article/view/119.

Barbosa, Francisco R. Justicia, rupturas y continuidades. Bogotá, Colombia: Pontificia Universidad Javeriana, 1974.

Beck, Ulrich. Un nuevo mundo feliz. La precariedad del trabajo en la era de la globalización. Buenos Aires, Argentina: Paidós, 2000.

Cabrales, Omar. «La aceleración del tiempo en relación con la idea de progreso y la crisis del trabajo». Revista Entramado, vol. 8, n.º 2 (2012): 106-122. https://revistas.unilibre.edu.co/index.php/entramado/article/view/3431.

Cabrales, Omar y Rafael Martínez. «Iberian-indigenous malice and institutionalization deficit: the origins of a lazy work mentality in Colombia». Crime, Law and Social Change, n.º 73 (2020): 377-393. https://doi.org/10.1007/s10611-019-09868-z.

Carrasquilla, Tomás. La marquesa de Yolombó. Bogotá, Colombia: Instituto Caro y Cuervo, 1928.

Conde Calderón, Jorge y Edwin Monsalvo Mendoza. «Oficios y categorías ocupacionales en los primeros censos republicanos en la provincia de Cartagena». Revista Electrónica de Historia, vol. 17, nº 2. (2016).

https://doi.org/10.15517/DRE.V17I2.23469.

Córdoba, Luis. «La elusiva privacidad del siglo XVI». En: Historia de la vida privada en Colombia. Bogotá, Colombia: Taurus, 2013.

Dawson, Cristina. Historia de la cultura cristiana. Ciudad de México, México: FCE, 2001.

Delval, Juan, y María Luisa Padilla. «El desarrollo del conocimiento sobre la sociedad». En: Desarrollo afectivo y social. Madrid, España: Pirámide, 1999.

Delval, Juan. El desarrollo humano. Madrid, España: Siglo XXI Editores, 1994.

Díaz Castro, José E. Manuela. Madrid, España: Librería Española de Garnier Hermanos, 1889.

Emmerich, Norberto. Geopolítica del narcotráfico en América Latina. Toluca, México: Instituto de Administración Pública del Estado de México, 2015.

Giraldo Castro, Carlos A. «La Marquesa de Yolombó: Entre el territorio de la magia y el de la razón instrumental». Boletín de Antropología, vol. 27, n.º 44 (2012): 319-334. https://revistas.udea.edu.co/index.php/boletin/article/view/15627.

Gómez Buendía, Hernando. ¿Para dónde va Colombia? Bogotá, Colombia: TM Editores, 1999.

Hoyos Mazuela, María X. «La representación de lo nacional en Manuela, de Eugenio Díaz Castro». Historia y Espacio, vol. 5, n.º 33 (2009).

https://historiayespacio.univalle.edu.co/index.php/historia_y_espacio/%20article%20/view%20/1731.

Jaramillo Uribe, Jaime. Ensayos de historia social. Bogotá, Colombia: Universidad Nacional de Colombia, Dirección de Divulgación Cultural, 1969.

Jaramillo, Rubén. «Moralidad y modernidad en Colombia». Cuestiones de Filosofía, n.º 3-4 (2002): 31-50. https://revistas.uptc.edu.co/index.php/cuestiones_filosofia/article/view/583/581.

Jorge A. Naranjo M. «La Marquesa de Yolombó, de Tomás Carrasquilla». Revista Credencial Historia, vol. 4, n.º 110 (1999).

Kalmanovitz, Salomón. Las instituciones y el desarrollo económico en Colombia. Bogotá, Colombia: Norma, 2001.

Kalmanovitz, Salomón. Nueva historia económica de Colombia, Bogotá, Colombia: Taurus Historia, 2010.

Lofstrom, William. La vida íntima de Tomás Cipriano de Mosquera, 1798-1830. Bogotá: Banco de la República-El Áncora Editores, 1996.

Maravall, José A. Estado moderno y mentalidad social. Siglos XV a XVII. Madrid, España: Alianza Editorial, 1986.

Morales, Jorge. «Mestizaje, malicia indígena y viveza en la construcción del carácter nacional». Revista de Estudios Sociales, n.º 1 (1998): 39-43.

https://journals.openedition.org/revestudsoc/31309.

Moscovici, Serge. La Psychanalyse, son image et son public. París, Francia: Presses Universitaires de France, 1976.

Mujica, Elisa. Novelas y cuadros de costumbres. Bogotá: Nueva Biblioteca Colombiana de Cultura, 1985.

Murillo Víquez, Jaime. Europa en el período moderno siglos XV al XVIII. La economía, la formación de los Estados y las doctrinas político-económicas. San José, Costa Rica: EUCR, 1994.

Naranjo Mesa, Jorge A. «La Marquesa de Yolombó», Revista Credencial Historia, vol. 4, n.º 110 (1999):

Naredo, José Manuel. «Configuración y crisis del mito del trabajo». Scripta Nova. Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales, vol. 6, n.º 119 (2) (2002): 13-23. https://revistes.ub.edu/index.php/ScriptaNova/article/view/470.

Ovalle Marroquin, Lilian P. «Narcotráfico y poder. Campo de lucha por la legitimidad». Athenea Digital: Revista de Pensamiento e Investigación Social, n.º 17 (2010): 77-94. https://doi.org/10.5565/rev/athenead/v0n17.632.

Pécaut, Daniel. Orden y violencia: Colombia, 1930-1954. Bogotá, Colombia: Siglo XXI Editores, 1987

Pierson, Paul. «Increasing Returns, Path Dependence, and the Study of Politics». The American Political Science Review, vol. 94, n.º 2 (2000): 251-267. https://doi.org/10.2307/2586011.

Pierson, Paul. «Three Worlds of Welfare State Research». Comparative Political Studies, vol. 33, n.º 6-7 (2000): 791-821. https://doi.org/10.1177/001041400003300605.

Poma de Ayala, Felipe G. El primer nueva crónica y buen gobierno. Ciudad de México, México: Siglo Veintiuno Editores, 1980.

Ramos Méndez, Carmen. El pensamiento de los aprendientes en torno a cómo se aprende una lengua: Dimensiones individuales y culturales. Madrid: Ministerio de Educación y Ciencia (España), 2016.

Rodríguez Jiménez, Pablo, y Jaime Borja Gómez. Historia de la vida privada en Colombia. Tomo I: Las fronteras difusas del siglo XVI a 1880. Bogotá, Colombia: Taurus, 2011.

Tovar, Hermes. La sal del desarrollo. Bogotá: Universidad De Los Andes, 2011.

Tovar, Hermes. Los fantasmas de la memoria: Poder e inhibición en la historia de América Latina. Bogotá, Colombia: Universidad de los Andes, 2009.

Umbría Acosta, Luis Antonio. «Cuatro tesis sobre las economías ilícitas». Revista Latinoamericana de Estudios de Seguridad, n.º 18 (2016): 13-27. https://doi.org/10.17141/urvio.18.2016.2227.

Uribe, María T. «Las palabras de la guerra». Revista Estudios Políticos, n.º 25 (2004): 11-34. https://revistas.udea.edu.co/index.php/estudiospoliticos/article/view/1397.

Van Dijk, Teun A. «Critical Discourse Analysis». En: The Handbook of Discourse Analysis, ed. de Deborah Tannen, Heidi E. Hamilton y Deborah Schiffrin. Londres, Inglaterra: Bloomsbury Publishing, 2015.

Weber, Max. The Protestant Ethic and the Spirit of Capitalism. Nueva York, EE. UU.: Taylor & Francis e-Library, 2005.

Weber, Max. Wirtschaft und Gesellschaft: die Wirtschaft und die gesellschaftlichen Ordnungen und Mächte. Heidelberg: J.C.B. Mohr, 2001.


1 Hernando Gómez Buendía, ¿Para dónde va Colombia? (Colombia: TM Editores, 1999), 42-43.

2 Juan Delval, El desarrollo humano (Madrid, España: Siglo XXI Editores, 1994)

3 Juan Delval y María Luisa Padilla, «El desarrollo del conocimiento sobre la sociedad», en: Desarrollo afectivo y social (Madrid, España: Pirámide, 1999), 125-150.

4 Carmen Ramos Méndez, El pensamiento de los aprendientes en torno a cómo se aprende una lengua: Dimensiones individuales y culturales (España: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2016), 17-18.

5 Luis Antonio Umbría Acosta, «Cuatro tesis sobre las economías ilícitas», Revista Latinoamericana de Estudios de Seguridad, n.º 18 (2016): 13-27, https://doi.org/10.17141/urvio.18.2016.2227.

6 Norberto Emmerich, Geopolítica del narcotráfico en América Latina (Toluca, México: Instituto de Administración Pública del Estado de México, 2015), 36-37.

7 Paul Pierson, «Increasing Returns, Path Dependence, and the Study of Politics», The American Political Science Review, vol. 94, n.º 2 (2000): 251-267, https://doi.org/10.2307/2586011.

8 Hermes Tovar, Los fantasmas de la memoria: Poder e inhibición en la historia de América Latina (Bogotá, Colombia: Universidad de los Andes, 2009).

9 Jose E. Díaz Castro, Manuela (Madrid, España: Librería Española de Garnier Hermanos, 1889).

10 Tomás Carrasquilla, La marquesa de Yolombó (Bogotá, Colombia: Instituto Caro y Cuervo, 1928).

11 Teun A. van Dijk, «Critical Discourse Analysis», en: The Handbook of Discourse Analysis, ed. por Deborah Tannen, Heidi E. Hamilton y Deborah Schiffrin (Londres, Inglaterra: Bloomsbury Publishing, 2015).

12 Omar Cabrales, «La aceleración del tiempo en relación con la idea de progreso y la crisis del trabajo», Revista Entramado, vol. 8, n.º 2 (2012): 106-122, https://revistas.unilibre.edu.co/index.php/entramado/article/view/3431.

13 Ulrich Beck, Un nuevo mundo feliz. La precariedad del trabajo en la era de la globalización (Buenos Aires, Argentina: Paidós, 2000), 344.

14 Ramos Méndez, El pensamiento…, 17-18.

15 Francisco R. Barbosa, Justicia, rupturas y continuidades (Bogotá, Colombia: Pontificia Universidad Javeriana, 1974).

16 José A. Maravall, Estado moderno y mentalidad social. Siglos XV a XVII (Madrid, España: Alianza Editorial, 1986).

17 Jaime Murillo Víquez, Europa en el período moderno. Siglos XV al XVIII. La economía, la formación de los Estados y las doctrinas político-económicas (San José, Costa Rica: EUCR, 1994), 37.

18 Jaime Jaramillo Uribe, Ensayos de historia social (Bogotá, Colombia: Universidad Nacional de Colombia, Dirección de Divulgación Cultural, 1969), 143.

19 Cabrales, «La aceleración…», 106-122.

20 Daron Acemoglu, «Los orígenes coloniales del desarrollo comparativo: Una investigación empírica», Revista de Economía Institucional, vol. 7, n.º 13 (2005): 1-51, https://revistas.uexternado.edu.co/index.php/ecoins/article/view/119.

21 Salomón Kalmanovitz, Las instituciones y el desarrollo económico en Colombia (Bogotá, Colombia: Norma, 2001), 127.

22 Jorge Morales, «Mestizaje, malicia indígena y viveza en la construcción del carácter nacional», Revista de Estudios Sociales, n.º 1 (1998): 39-43, https://journals.openedition.org/revestudsoc/31309.

23 Kalmanovitz, Las instituciones…, 127.

24 William Lofstrom, La vida íntima de Tomás Cipriano de Mosquera, 1798-1830 (Bogotá: Banco de la República-El Áncora Editores, 1996)

25 Delval, El desarrollo…, 125-150.

26 Delval y Padilla, «El desarrollo…», 125-150.

27 Ramos Méndez, El pensamiento…, 17-18.

28 José Manuel Naredo, «Configuración y crisis del mito del trabajo», Scripta Nova. Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales, vol. 6, n.º 119 (2) (2002): 37, https://revistes.ub.edu/index.php/ScriptaNova/article/view/470.

29 Omar Cabrales y Rafael Martínez, «Iberian-indigenous malice and institutionalization deficit: the origins of a lazy work mentality in Colombia», Crime, Law and Social Change, n.º 73 (2020): 377-393, https://doi.org/10.1007/s10611-019-09868-z.

30 Pablo Rodríguez Jiménez y Jaime Borja Gómez, Historia de la vida privada en Colombia. Tomo I: Las fronteras difusas del siglo XVI a 1880 (Bogotá, Colombia: Taurus, 2011)

31 Ibíd., 53.

32 Pierson, «Increasing Returns…», 251-267.

33 Umbría, «Cuatro tesis…», 13-27.

34 Emmerich, Geopolítica…, 35-37.

35 Jorge Conde Calderón y Edwin Monsalvo Mendoza, «Oficios y categorías ocupacionales en los primeros censos republicanos en la provincia de Cartagena», Diálogos Revista Electrónica de Historia, vol. 17, nº 2 (2016): 146-147, https://doi.org/10.15517/DRE.V17I2.23469.

36 Hermes Tovar, La sal del desarrollo (Bogotá, Colombia: Universidad De Los Andes, Vicerrectoría De Investigaciones, 2011), 4.

37 Pierson, «Increasing Returns…», 251-267.

38 Carlos A. Giraldo Castro, «La Marquesa de Yolombó: Entre el territorio de la magia y el de la razón instrumental», Boletín de Antropología, vol. 27, n.º 44 (2012): 319-334, https://revistas.udea.edu.co/index.php/boletin/article/view/15627.

39 Ibíd.

40 Jorge A. Naranjo Mesa, «La Marquesa de Yolombó, de Tomás Carrasquilla», Revista Credencial Historia, vol. 4, n.º 110 (1999): 4.

41 Ibíd.

42 Carrasquilla, La marquesa…, 12.

43 Luis Córdoba, «La elusiva privacidad del siglo XVI», en: Historia de la vida privada en Colombia (Bogotá, Colombia: Taurus, 2013), 54.

44 Felipe G. Poma de Ayala, El primer nueva corónica y buen gobierno (Ciudad de México, México: Siglo XXI Editores, 1980.

45 Giraldo Castro, «La Marquesa…», 324.

46 Córdoba, «La elusiva…», 54.

47 Giraldo Castro, «La Marquesa…», 319-334.

48 Elisa Mujica, Novelas y cuadros de costumbres (Bogotá, Colombia: Nueva Biblioteca Colombiana de Cultura, 1985).

49 María X. Hoyos Mazuera, «La representación de lo nacional en Manuela, de Eugenio Díaz Castro», Historia y espacio, vol. 5, n.º 33 (2009): 7, https://historiayespacio.univalle.edu.co/index.php/historia_y_espacio/%20article%20/view%20/1731.

50 Díaz Castro, Manuela, 117.

51 Ibíd, 134.

52 Ibíd, 234.

53 van Dijk, «Critical Discourse…», 467.

54 Ibíd.

55 Serge Moscovici, La Psychanalyse, son image et son public (París, Francia: Presses Universitaires de France, 1976).

56 Morales, «Mestizaje…», 39-43.

57 Pierson, «Increasing Returns…», 251-267.

58 Morales, «Mestizaje…», 39-43.

59 Cristina Dawson, Historia de la cultura cristiana (Ciudad de México, México: FCE, 2001).

60 Max Weber, The Protestant Ethic and the Spirit of Capitalism (Nueva York, EE. UU.: Taylor & Francis e-Library, 2005).

61 Acemoglu, «Los orígenes…», 17-67.

62 Rubén Jaramillo, «Moralidad y modernidad en Colombia». Cuestiones de Filosofía, n.º 3-4 (2002): 31-50. https://revistas.uptc.edu.co/index.php/cuestiones_filosofia/article/view/583/581.

63 Max Weber. Wirtschaft und Gesellschaft: die Wirtschaft und die gesellschaftlichen Ordnungen und Mächte (Heidelberg: J.C.B. Mohr, 2001)

64 Naredo, «Configuración…», 16.

65 Acemoglu, «Los orígenes…», 17-67.

66 Gómez Buendía, ¿Para donde…, 42-43.

67 Pierson, «Increasing Returns…», 251-267.

68 María T. Uribe, «Las palabras de la guerra», Revista Estudios Políticos, n.º 25 (2004): 11-34, https://revistas.udea.edu.co/index.php/estudiospoliticos/article/view/1397.

69 Acemoglu, «Los orígenes…», 13-14,

70 Morales, «Mestizaje…», 42.

71 Gómez Buendía, ¿Para donde…, 42-43.

72 Salomón Kalmanovitz, Nueva historia económica de Colombia (Bogotá, Colombia: Taurus Historia, 2010).

73 Morales, «Mestizaje…», 42.

74 Umbría, «Cuatro tesis…», 16.

75 Lilian P. Ovalle Marroquin, «Narcotráfico y poder. Campo de lucha por la legitimidad», Athenea Digital: Revista de Pensamiento e Investigación Social, n.º 17 (2010): 78, https://doi.org/10.5565/rev/athenead/v0n17.632.

76 Ibíd., 83.

77 Pierson, «Increasing Returns…», 251-267.

78 Ibíd.

79 Uribe, «Las palabras…», 13-14.

80 Paul Pierson, «Three Worlds of Welfare State Research», Comparative Political Studies, vol. 33, nº. 6-7 (2000): 791-821, https://doi.org/10.1177/001041400003300605.

81 Uribe, «Las palabras…», 13-14.

82 Daniel Pécaut, Orden y violencia: Colombia, 1930-1954 (Bogotá, Colombia: Siglo XXI, Editores 1987).


Fecha de recepción: 20/04/2020 - Fecha de aceptación: 15/06/2020

* Colombiano. Doctor en Ciencias Sociales y Humanas y magíster en Educación por la Pontificia Universidad Javeriana (PUJ), Bogotá, Colombia. Profesor e investigador de planta en la Facultad de Educación y Humanidades de la Universidad Militar Nueva Granada (UMNG), Bogotá, Colombia. Correo electrónico: omar.cabrales@unimilitar.edu.co. ORCID: https://orcid.org/0000-0002-5227-3081. El artículo es fruto del proyecto de Investigación: “Las prácticas docentes universitarias con base en las inteligencias múltiples para el desarrollo de la creatividad académica”, Código: INV-HUM-02, financiado por la Universidad Militar Nueva Granada.

EUNA UNA

Escuela de Historia, Universidad Nacional, Campus Omar Dengo
Apartado postal: 86-3000. Heredia, Costa Rica
Teléfono: (506) 2562-4125
Correo electrónico revistadehistoria@una.cr