N.º 86 • Julio - Diciembre 2022
ISSN: 1012-9790 • e-ISSN: 2215-4744
DOI: https://dx.doi.org/10.15359/rh.86.7
Licencia: CC BY NC SA 4.0

sección CRÍTICA BIBLIOGRÁFICA

Comentario del libro Exiliados, expatriados e integrados: chilenos en Costa Rica (1973-2018), de Mario Oliva Medina (coordinador)

Commentary on the book Exiliados, expatriados e integrados: chilenos en Costa Rica (1973-2018), by Mario Oliva Medina (coordinator)

Comentário sobre o livro Exiliados, expatriados e integrados: chilenos en Costa Rica (1973-2018), de Mario Oliva Medina (coordenador)

Loreto Rebolledo González*

Resumen: En este trabajo, se elabora un comentario de dicho libro, coordinado por Mario Oliva y publicado por la Editorial Nacional Universitaria en el 2021, el cual es resultado de una exhaustiva y rigurosa investigación sustentada en variedad de fuentes escritas y orales. En cuatro capítulos, se aborda la solidaridad recibida por la comunidad chilena que arribó a Costa Rica después del golpe de Estado, considerando las dimensiones políticas y socioculturales de su integración, la inserción de personal académico chileno en diversas universidades; los sentidos que las personas exiliadas asignan a la experiencia del exilio a partir de sus subjetividades y una mirada al exilio del pintor Julio Escámez Carrasco. Es destacable y novedoso que el texto se sitúa en el lugar del país anfitrión, enfocado en la población exiliada chilena, pero en un diálogo permanente con el contexto del país al que llegó y se integró, mostrando cómo su presencia repercutió en diversos ámbitos de la sociedad costarricense, generando beneficios mutuos.

Palabras claves: reseña bibliográfica; historia; exilio chileno; integración; Julio Escámez; Costa Rica.

Abstract: A comment is made on this book, coordinated by Mario Oliva and published by the National University Editorial in 2021, which is the result of an exhaustive and rigorous investigation supported by a variety of written and oral sources. Four chapters address the solidarity received by the Chileans who arrived in Costa Rica after the coup, considering the political and sociocultural dimensions of their integration, the insertion of academics in various universities; the meanings that exiles assign to the exile experience based on their subjectivities and a look at the exile of the painter Julio Escámez Carrasco. It is remarkable and novel that the text is located in the host country, with its center in the Chilean exiles but in a permanent dialogue with the context of the country to which they arrived and were integrated, showing how their presence had repercussions in various spheres of Costa Rican society generating mutual benefits.

Keywords: book reviews; book review; history; Chilean exile; integration; Julio Escámez; Costa Rica.

Resumo: É feito um comentário sobre este livro, coordenado por Mario Oliva e publicado pela National University Editorial em 2021, que é o resultado de uma investigação exaustiva e rigorosa apoiada por uma variedade de fontes escritas e orais. Quatro capítulos tratam da solidariedade recebida pelos chilenos que chegaram à Costa Rica após o golpe, considerando as dimensões políticas e socioculturais de sua integração, a inserção de acadêmicos em várias universidades; os sentidos que os exilados atribuem à experiência de exílio a partir de suas subjetividades e um olhar sobre o exílio do pintor Julio Escámez Carrasco. É notável e inédito que o texto se situe no lugar do país anfitrião, com seu centro no Exilados chilenos mas em diálogo permanente com o contexto do país onde chegaram e se integraram, mostrando como sua presença repercutiu em diversos âmbitos da sociedade costarriquenha, gerando benefícios mútuos.

Palavras chaves: crítica de livro; história; exílio chileno; integração; Julio Escámez; Costa Rica.

«Al aeropuerto llegaron cinco chilenos como una semana después —del golpe—, había gente del mundo del teatro, de ciencias sociales, profesores. Entonces yo me fui al aeropuerto a ver qué hacía, en un taxi me los traje. No sabía cómo iba a pagar».1 La cita anterior sintetiza en tres líneas los aspectos que definen el exilio chileno; por una parte, la salida de miles de hombres y mujeres de diversas actividades y profesiones, huyendo de la persecución de la dictadura pinochetista, y por otra, la solidaridad y generosidad inmediata e irrestricta de quienes los recibieron y apoyaron, en este caso, en Costa Rica. La cita, además, refleja en pocas palabras los aspectos esenciales que aborda el libro que comentamos: la llegada, instalación e integración de 3000 personas provenientes de Chile en este país.

El exilio chileno y el de otros países del cono sur, entre los años setenta y ochenta del siglo XX, ha sido objeto de múltiples estudios y publicaciones, que suelen centrarse en las memorias y en aspectos culturales, psicológicos y políticos, dando cuenta de cambios identitarios, procesos de adaptación, formas organización de los partidos políticos, labores de solidaridad y denuncia. Muchos de estos resultados de investigación son fruto del trabajo de las mismas personas exiliadas y sus preocupaciones, donde la mirada está puesta en Chile, ya sea desde la pérdida, las dificultades de adaptación a otro lugar o desde la esperanza del regreso.

En este sentido, es destacable el libro coordinado por Mario Oliva, que muestra diferentes aspectos de la experiencia del exilio chileno en Costa Rica, pero donde el foco está puesto en el lugar de llegada; por tanto, la perspectiva no es unilateral, al abarcar solo lo que ocurre con quienes fueron acogidos, sino que incluye el efecto que tuvo su presencia y sus problemáticas en diversos ámbitos de la sociedad anfitriona, una perspectiva de beneficios mutuos que casi no ha sido estudiada2 y que, en un contexto de migraciones transnacionales a gran escala, cobra especial importancia al abordarla desde una óptica más amplia y abarcadora.

A lo largo de 284 páginas organizadas en cuatro capítulos, es posible conocer de la solidaridad que recibió la comunidad chilena que arribó a Costa Rica y de la inserción de profesionales de ese país en diversas universidades; los sentidos diferentes que las mismas personas exiliadas asignan a la experiencia exiliar a partir de sus subjetividades e introducirse en el exilio del pintor Julio Escámez Carrasco.

El primer capítulo titulado: «Expresiones de solidaridad y sociabilidad en Costa Rica con los exiliados chilenos: agrupaciones, actos y espacios de reunión, 1973-1988», escrito por Diana Rojas Mejías y Marcela Ramírez Hernández, a partir de un amplio y riguroso trabajo con archivos, periódicos y otros documentos, así como numerosas entrevistas a hombres y mujeres, da cuenta de la recepción a esta población que, desde el comienzo, contó con el apoyo solidario de comités organizados con ese propósito, partidos políticos y otras organizaciones; lo cual fue facilitado por la simpatía que despertaba en sectores de izquierda el gobierno de Allende y su propuesta de una vía pacífica al socialismo, además de su figura engrandecida con su muerte.

Las autoras dan cuenta del papel que esa solidaridad —en la que intervinieron comités, agrupaciones, partidos y otras organizaciones— jugó en tanto apoyo a los exiliados en su acogida e instalación, así como en la denuncia al régimen de Pinochet. Simultáneamente, esa actividad solidaria permitió la activación de las propias orgánicas de comités y partidos del país anfitrión, a través de instancias de sociabilidad propiciadas en festivales de música y otras manifestaciones artístico-culturales, además del espacio en bares y restaurantes que posibilitaban el encuentro con las personas exiliadas y, a la vez, reforzaban sus identidades. Es destacable el rigor y la ecuanimidad de las investigadoras que no eluden mostrar la existencia de diferentes posiciones gubernamentales y de otros sectores, incluidas las posturas disidentes, a propósito de la población chilena exiliada y la condena o no al gobierno militar chileno.

En la perspectiva de mirar el tema del exilio no solo desde la experiencia de los exiliados chilenos y de los sucesos políticos en Chile, sino también de su contexto e impacto en Costa Rica, se expone como en los años 79-80, se produce un giro en la centralidad del exilio chileno como foco de la solidaridad, que se había hecho evidente en las publicaciones de izquierda y manifestaciones de multitudes, mostrando un cambio de énfasis en los discursos desde la denuncia al capitalismo e imperialismo, hacia los derechos humanos. Ello, en el contexto de una serie de procesos entre los que destacan la emergencia de conflictos armados en Nicaragua y El Salvador, divisiones y escisiones en partidos de izquierda costarricenses, así como en el Partido Socialista chileno, que llevan a un segundo plano diferente el tema de la solidaridad con Chile. Además, poco a poco la comunidad chilena se había ido integrando al país de acogida y preocupándose de lo que ocurría allí.

En el capítulo II, «Trazando nuevas rutas: chilenos exiliados en la educación superior costarricense, 1974-1989», Marcela Ramírez Hernández, como resultado de un exhaustivo trabajo de revisión de archivos universitarios, periódicos y entrevistas a hombres y mujeres, da cuenta de las disciplinas, espacios de acción y el trabajo desplegado por el personal académico chileno que se insertó en la Universidad de Costa Rica (UCR) y la Universidad Nacional (UNA), revisando además sus legados en esos espacios de educación superior.

Es un hecho conocido que la instauración de la dictadura en Chile se produjo luego de un cruento golpe de Estado que, además de la violaciones a los derechos humanos, la tortura, muerte prisión y desaparición de personas, estuvo acompañada de una intervención sin precedentes en las universidades chilenas, que se tradujo la instalación de rectores designados, cuya tarea fue disolver los cuerpos colegiados, decretar el cierre de algunas carreras y títulos, modificar estatutos así como la realización de sumarios y despidos del personal académico, al cual se le consideraba sospechoso de integrar partidos de izquierda o ser simpatizantes del gobierno de Allende. Resultado de este proceso, miles de académicos, intelectuales y artistas se vieron obligados a salir al exilio, ya fuera por persecución directa, condenados al destierro, expulsados o empujados a salir de Chile por la imposibilidad de desempeñarse en sus trabajos.

Este segundo capítulo se inicia con una revisión de las relaciones académicas entre Costa Rica y Chile desde finales del siglo XIX, lo que permitió la creación de redes de intercambio intelectual, político y artístico, que se siguieron fortaleciendo en la primera mitad del siglo XX, lo que facilitó la inserción de más de un centenar de personas exiliadas chilenas de diversas disciplinas, trayectorias y edades, en la UNA y UCR entre 1973 y 1980, en un escenario de expansión estatal y de la cobertura de la educación superior.

Dado el perfil diverso de los miembros de la comunidad chilena, estos se ubicaron en los espacios universitarios, abarcando diversos ámbitos desde la cultura, la teoría y la administración y algunos de ellos, simultáneamente, se dedicaron a la producción artística. Para la población chilena, el integrarse al trabajo en las universidades le permitió alcanzar cierta estabilidad laboral que les posibilitó seguir haciendo, y en algunos casos potenciando, lo que habían dejado inconcluso en Chile;3 por su parte, ellos aportaron con sus conocimientos en la docencia y desarrollaron investigación y publicaciones, de las cuales se beneficiaron las universidades que los acogieron, lo que fue favorecido por la mentalidad aperturista de los directivos de las universidades.

Marcela Ramírez constata que, inicialmente, los modos en que la comunidad chilena se vinculó e integró a las universidades fueron mediados por redes solidarias constituidas por políticos, contactos con personal académico vinculado a Chile y con docentes e intelectuales de partidos políticos de izquierda y recomendación entre pares. En algunos casos, se estimuló la contratación de personal chileno para el progreso de áreas con poco desarrollo, aprovechando su experiencia para la creación de departamentos y elaboración de planes de estudio. Sin embargo, pese a la buena recepción, también hubo denuncias de algunos que, a través de publicaciones de prensa, explicitaban su temor a la amenaza comunista que podía representar la comunidad chilena en estos espacios formativos y productores de conocimiento.

Algunas de las personas exiliadas de Chile fueron profesores visitantes, pero otros permanecieron en las universidades de Costa Rica y su aporte es el más beneficioso. En el caso de la UNA, fueron 89 profesores y miembros del personal administrativo que se distribuyeron por 8 facultades, pero con tendencia a concentrarse en el área de Ciencias Sociales,4 lo que también ocurrió en la UCR, donde se ubicaron en 9 facultades diferentes. Marcela Ramírez analiza, caso a caso, las diversas Facultades en las que trabajó esta población, identificando cuántos se integraron y sus aportes en ambas universidades, los cuales se produjeron en áreas que requerían transformaciones de sus paradigmas teórico-prácticos —como el teatro— o renovar el modo de abordar problemáticas de orden social, geográfico o profesional. Para la comunidad académica chilena, el tener que enfrentar nuevos escenarios también se constituyó en un desafío que les permitió crecer intelectualmente y concretar algunas de las cosas que habían quedado sin terminar en Chile.

Sin duda, este capítulo es un interesante aporte al tema de los exilios, ya que son escasas las investigaciones que se hacen cargo de la inserción y el aporte de las personas exiliadas en los países a donde llegaron y son muchas menos las que lo hacen respecto a la inserción de personal académico en los países de acogida. Sobre el caso chileno, se cuenta con un artículo de Paola Bayle5 que, de manera general, hace referencia a la inserción de miembros de la comunidad académica y estudiantil universitaria exiliados en gran Bretaña, lo que se explica por el rol del gobierno laborista de la época que, a través del WUS, reubicó en Inglaterra a integrantes de la academia chilena,6 además en otra publicación,7 ella se concentra en la población británica que recibió y apoyó a la comunidad exiliada, buscando explicar las razones por las cuales se comprometieron, de una manera tan vehemente, en una lucha de un país tan lejano geográficamente como Chile. Sobre la experiencia, algunos académicos chilenos existe lo publicado por José del Pozo.8

Existe, además, una producción bastante más voluminosa respecto a la actividad artística de la comunidad chilena exiliada en los países de llegada, donde se da cuenta de la creación de revistas, el aporte musical y literario, así como en las artes visuales. Pero en general en esos estudios y publicaciones se destaca las realizaciones, más que sus efectos e incidencia en la población receptora9.

El tercer capítulo «Exilios: experiencia chilena en Costa Rica» de Ronald Obando Brenes, se adentra en las subjetividades del exilio. A partir de la recopilación de las sensibilidades y sentimientos, valiéndose de la bibliografía escrita respecto al tema de los exilios y contrastándolas con entrevistas —comunicaciones personales— a diferentes miembros de la población chilena exiliada, el autor va reconstruyendo una memoria que inicia con el período anterior al golpe y pasa por este momento histórico e incluye el proceso de adaptación al lugar de llegada que se caracteriza por un rechazo y distancia inicial, provocado por la nostalgia permanente de Chile.

Posteriormente, se sitúa en el presente, cuando han pasado los años de exilio y, luego de que muchos constataran que ese Chile añorado ya no existía, asumen que sus vidas están en el país que los recibió, pero sin poder resolver la escisión entre el allá y acá que provoca el exilio y que el autor conceptualiza como despertenencia. Despertenencia de los espacios, los territorios y el cuerpo mismo, lo cual se manifiesta como alineación-enajenación.

Luego categoriza las subjetividades que acompañaron los exilios y las vincula con los modos de salida de Chile. El autor plantea que las identidades de quienes llegaron luego de la tortura y la prisión quedan atravesadas por el trauma y cierta postura pesimista frente a la vida; a diferencia de los que salieron voluntariamente después de ser perseguidos, o aquellos que salieron de manera preventiva —autoexilio— y por vía de asilo y posterior refugio antes que los detuvieran; los que tendrían una percepción más optimista. A ellos les asigna una tercera categoría, en la cual sus identidades se asemejan más a la de los migrantes económicos.

El criterio de permanencia o no en Costa Rica le permite a Ronald Obando hacer una clasificación que va desde las víctimas de tortura que vivían en la añoranza de Chile; otro grupo que se integró y decidió, de manera optimista y terapéutica, aportar al país anfitrión; una categoría para quienes hicieron una nueva vida en Costa Rica, desertando del proyecto de regreso y de Chile e integrándose y formando nuevas familias; las personas que llegaron jóvenes y que crecieron fuera de Chile y, finalmente, aquel sector de la población que volvió a Chile y se desencontró con el país que dejaron, por lo cual regresó a Costa Rica.

Finalmente, hace una categorización de acuerdo con el grado de compromiso militante previo a su salida de Chile, según el autor, ello incide el modo en que viven y asumen sus exilios. Lo interesante del artículo, aunque no profundiza demasiado en el punto, es que muestra cómo el exilio es un proceso que puede abordarse desde múltiples variables y según eso hacer clasificaciones.

El cuarto y último capítulo escrito por Mario Oliva, quien es además el coordinador del libro, forma parte de una investigación mayor. A través del capítulo, quien lee puede asomarse a la vida y obra de este pintor chileno y constatar como estuvieron marcadas por su exilio en Costa Rica, donde vivió y realizó una importante labor creativa durante 42 años; reconocida con el doctorado Honoris Causa, otorgado por la Universidad Nacional de Costa Rica, donde ejerció como docente y se convirtió en la principal beneficiaria de su legado. Julio Escámez, al igual que otros exiliados, no encontró en Chile el reconocimiento que merecía su obra y fue el país anfitrión, no solo el que lo acogió cuando fue perseguido, sino el que le abrió las puertas y le dio las facilidades para que pudiera desplegar su creatividad, plasmada en una abundante obra plástica.

Este pintor chileno viajó por el mundo y conoció de primera mano las culturas precolombinas y coloniales de Perú, México y Bolivia y en sus viajes fue recogiendo material que posteriormente se transformó en sus trabajos. Julio Escámez, de acuerdo con lo postulado por Mario Oliva, pertenece a la generación de artistas e intelectuales de los 60-70, cuya obra está impregnada del compromiso con lo público y con los procesos de cambio; además de una profunda identificación con lo americano, en su caso, atravesado por un sentimiento bolivariano. Tal vez ello explique por qué un viajero incansable se quedó cuatro décadas en Costa Rica, período en el cual siguió viajando a Chile y —al igual que todos los exiliados—, sin sacarlo jamás de su memoria y lo siguió recreando en su obra a partir de bocetos y dibujos sobre flora, fauna y diferentes tipos humanos que llevó consigo a Costa Rica.

En síntesis, el libro Exiliados, expatriados e integrados: chilenos en Costa Rica, 1973-1989 es el resultado de un laborioso trabajo de investigación interdisciplinaria que reunió a personas de diversas instituciones y trabajó con amplia y variada cantidad de fuentes, entre las que destacan los archivos institucionales, entrevistas personales a hombres y mujeres, revisión de periódicos, cartas, memorias afiches, entre otros; a la que se agrega una revisión bibliográfica que colabora a encuadrar el trabajo. Es importante destacar que tanto los hombres como las mujeres se consideran fuentes valiosas. Esto no siempre ocurre, ya que en general se releva el protagonismo masculino en la política y la producción intelectual y a las mujeres exiliadas se las ubica en espacios más privados y con fuerte acento en aspectos subjetivos de su proceso exiliar.

El nivel de precisión, detalle y amplitud de la información contenida en los dos capítulos centrales del libro, el I y II es, sin duda, un aporte muy valioso para quienes trabajamos sobre el exilio chileno, ya que permite documentar el impacto político, cultural y los lugares y modos de inserción e integración del personal académico en espacios universitarios en el país de acogida, lo que —como se señaló anteriormente— no ha sido un asunto que se haya desarrollado en otros lugares y es altamente probable que ello no ocurra por la dispersión de la información en países más grandes, además del tiempo transcurrido. Cuando se acerca el medio siglo de que se produjo el golpe de Estado en Chile, el libro que comentamos sin duda es un aporte importante a la historia del exilio la población chilena que se repartió por más de 60 países y cinco continentes.

Bibliografía

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Bayle, Paola, «Académicos chilenos exiliados en el Reino Unido (1974). Estrategias políticas y académicas de reubicación». Ponencia presentada en XXVII Congreso de la Asociación Latinoamericana de Sociología. VIII Jornadas de Sociología de la Universidad de Buenos Aires. Asociación Latinoamericana de Sociología, Buenos Aires, Argentina, 2009. https://cdsa.aacademica.org/000-062/1273.pdf

Bayle, Paola. «Emergencia académica en el Cono Sur: el programa de reubicación de cientistas sociales (1973-1975)». Íconos. Revista de Ciencias Sociales, n.º 30 (2008): 51-63. https://doi.org/10.17141/iconos.30.2008.248

Norambuena, Carmen. «El exilio chileno: Río profundo de la cultura iberoamericana». Sociohistórica, n.º 23-24 (2008): 163-195. https://www.sociohistorica.fahce.unlp.edu.ar/article/view/SHn23-24a06

Del Pozo, José. «La generación de académicos chilenos salidos a Canadá durante la dictadura: examen de un caso particular». Ponencia presentada en III Jornadas de Trabajo sobre Exilios Políticos del Cono Sur en el siglo XX. SEDICI, Universidad de la Plata, Argentina, 2016. http://sedici.unlp.edu.ar/handle/10915/112342

Rojas, Claudia y Alessandro Santori. «Geografía política del exilio chileno: los diferentes rostros de la solidaridad». Perfiles Latinoamericanos, vol. 21, n.º 41 (enero-junio, 2013): 123-142. http://dx.doi.org/10.18504/PL2141-123-2013


* Chilena. Doctora en Historia por la Universidad de Barcelona (UB), Barcelona, España. Directora del Instituto de Comunicación e Imagen (ICEI), Universidad de Chile (UCh), Santiago, Chile. Correo electrónico: mareboll@uchile.cl ORCID: https://orcid.org/0000-0002-2967-8718

1 Diana Rojas y Marcela Ramírez, «Expresiones de solidaridad y sociabilidad en Costa Rica con los exiliados chilenos: agrupaciones, actos y espacios de reunión, 1973-1988» en: Mario Oliva (Coordinador), Exiliados, expatriados e integrados: chilenos en Costa Rica, 1973-2018 (Heredia, Costa Rica: EUNA, 2021), 33.

2 Respecto al exilio chileno, solo se conoce el trabajo de Claudia Rojas y Alessandro Santori, «Geografía política del exilio chileno: los diferentes rostros de la solidaridad», Perfiles Latinoamericanos, vol. 21, n.º 41 (enero-junio, 2013): 123-142, http://dx.doi.org/10.18504/PL2141-123-2013 Sin embargo, ellos solo se ocupan de la dimensión política de la solidaridad.

3 Respecto a los proyectos inconclusos, es necesario considerar que en 1968 se había iniciado en Chile el proceso de reforma universitaria, que buscaba renovar estos espacios académicos de cara a los requerimientos del país, ello en un contexto de profundos cambios sociales, culturales y económicos. La reforma implicó innovación de las mallas curriculares, cambios en las estructuras y redefinición de las líneas de investigación de modo que respondieran a las necesidades de desarrollo del país.

4 La concentración en áreas de Ciencias Sociales puede explicarse por dos razones: la primera es que fue una de las áreas disciplinares más afectadas por la intervención de las universidades del Cono Sur, después de los golpes de Estado y la otra, por el papel que jugó CLACSO en la reubicación de cientistas sociales de Chile, Argentina y Brasil en universidades latinoamericanas. Cfr. Paola Bayle, «Emergencia académica en el Cono Sur: el programa de reubicación de cientistas sociales (1973-1975)», Íconos. Revista de Ciencias Sociales, n.º 30 (2008): 51-63, https://doi.org/10.17141/iconos.30.2008.248

5 Paola Bayle, «Académicos chilenos exiliados en el Reno Unido (1974). Estrategias políticas y académicas de reubicación», XXVII Congreso de la Asociación Latinoamericana de Sociología, VIII Jornadas de Sociología de la Universidad de Buenos Aires. Buenos Aires, Argentina, 2009.

6 Existe, además, una producción bastante más voluminosa respecto a la actividad artística de la población chilena exiliada en los países de llegada, donde se da cuenta de la creación de revistas, el aporte musical y literario, así como en las artes visuales. Pero, en general, en esos estudios y publicaciones se destaca las realizaciones, más que sus efectos e incidencia en la población receptora. Cfr. Carmen Norambuena, «El exilio chileno: Río profundo de la cultura iberoamericana», Sociohistórica, n.º 23-24 (2008): 163-195, https://www.sociohistorica.fahce.unlp.edu.ar/article/view/SHn23-24a06

7 Paola Bayle, «Los rubios. El compromiso británico hacia las víctimas de la dictadura militar chilena (1973-1990)», Sociedad Hoy, n.º 22 (enero-junio, 2012): 77-93, http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=90228994006

8 José del Pozo, «La generación de académicos chilenos en Canadá durante la dictadura: examen de un caso particular». III Jornadas del exilio político del Cono Sur en el siglo XX”, SEDICI, Universidad de la Plata, Argentina, 2016.

9 Cfr. Carmen Norambuena.

EUNA UNA

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