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ISSN 1023-0890 / EISSN 2215-471X
Número 30 • Julio-diciembre 2022
Recibido: 25/11/21 • Corregido: 14/02/22 • Aceptado: 22/04/22
DOI: https://doi.org/10.15359/istmica.30.3
Licencia CC BY NC SA 4.0

Nuevas miradas en el cine centroamericano del siglo XXI

New perspectives in the 21st century Central American cinema

Charo García Diego

Radio Universidad de Salamanca

Programa: “Enfoque. Cine Iberoamericano Siglo XXI”

España

Resumen

Este artículo se postula como un aporte valioso para acercar el cine centroamericano a todas las personas que habitan la región y a los foráneos que sienten un interés particular por el cine que se realiza en Guatemala, Nicaragua, El Salvador, Honduras, Costa Rica y Panamá. ¿Es el cine centroamericano realizado en el siglo XXI un espacio de reflexión sociopolítica?, ¿el tratamiento de sus temáticas conduce a los directores a reivindicar causas?, ¿cómo abordan los directores de cine centroamericano la ética y la estética en sus producciones artísticas? En la respuesta a dichas preguntas se basa la investigación del cine centroamericano. Una importante carga de denuncia acompaña a películas que contemplan las migraciones en sus dos vertientes, forzosa y voluntaria, en búsqueda de una mejor calidad de vida. Las maras son la columna vertebral de la violencia junto a la recreación de las guerras civiles y los desaparecidos. La memoria colectiva, las persecuciones a los pueblos indígenas, la diversidad sexual, el poder de la religión en su versión evangélica y la maternidad como única respuesta a los embarazos no deseados, constituyen algunas de estas nuevas miradas.

Palabras clave: cine centroamericano, diversidad, reivindicación, lenguaje

Abstract

This article is proposed as a valuable contribution to bring Central American cinema closer to all the people who inhabit the region and to foreigners who feel a particular interest in the cinema made in Guatemala, Nicaragua, El Salvador, Honduras, Costa Rica and Panama. Is Central American cinema made in the 21st century a space for a socio-political reflection? Does the treatment of its themes lead directors to claim causes? How do Central American film directors approach ethics and aesthetics in their artistic productions? Central American cinema research is based on the answer to these questions. An important charge of denunciation accompanies films that contemplate migration in its two aspects, forced and voluntary in search of a better quality of life. The maras are the backbone of violence together with the re-enactment of civil wars and the disappeared. Collective memory, persecution of indigenous peoples, sexual diversity, the power of religion in its evangelical version, and motherhood as the only response to unwanted pregnancies constitute some of these new perspectives.

Keywords: Central American cinema, diversity, vindication, language

“La pasión y la curiosidad en los tiempos culturalmente penosos que vivimos son armas contra la ignorancia, son armas de construcción masiva. Por eso siempre realicé cine clásico, sin rebuscamientos, aunque intentando volcar ideas, porque mi intención ha sido hacer una obra para compartir con todos los espectadores. Nunca me dejé llevar por modas o recurrencias pasajeras. Practiqué el cine tal como lo descubrí y lo defendí, con voracidad y eclecticismo, pasando con mayor o menor acierto de un género a otro”1.

Bertrand Tavernier

La llegada del siglo XXI: despegue y cambio de objeto del cine centroamericano

Consideremos como punto de partida una película realizada por el guatemalteco Luis Argueta en 1994, EL silencio de Neto, semilla de lo que acontece en los países del Istmo que conforman Centroamérica [Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica y Panamá] a lo largo del siglo xxi en las producciones cinematográficas.

El cine desde sus inicios a finales del siglo xix fue una reinvención de la realidad, una interpretación de esta. Las primeras imágenes que se proyectaron a los espectadores consistían en una visión selectiva y elaborada por parte del realizador, quien rodó una imagen al azar de lo que pretendidamente era la realidad. Esta sencilla acción que podemos creer espontánea y no intervenida tenía trampa, ¿quizás lo real era lo que quedaba fuera de campo? Lo que está claro es que este nuevo arte fue muy mal recibido por las clases poderosas dado el componente educativo que poseían las imágenes que salían de la pantalla de copiosa índole y todo lo que fuera sacar de la incultura al pueblo alertaba de una peligrosidad inminente. Un nuevo lenguaje surgía para enseñar el mundo y esta vez solo precisaba servirse del órgano de la visión para acercarse a este, sin la necesidad de alfabetos como los libros y su lectura precisan. El poeta Antonio Machado en uno de sus Proverbios y cantares alude: “El ojo que ves no es ojo porque tú lo veas; es ojo porque te ve”2. Lo esencial está en el ser, en este caso ocupado por la posición personal de los directores de cine y sus particularidades, independientemente de la percepción externa que yo como espectador reciba.

El cine que se hace en Iberoamérica y en el que nos vamos a centrar concretamente, la región centroamericana, en este siglo que vivimos, va a servirse del discurso del director francés, Bertrand Tavernier, aludido con anterioridad para llenar las pantallas de entusiasmo, sin dejar de lado el sufrimiento y su propensión a denunciar el pasado, a investigar íntimamente su presente desviando el foco del objeto al sujeto y su interior. Un cine que siente el beneficio de la bajada de los costes de producción, la formación de los directores en las escuelas de cine foráneas y el interés emergente de las nuevas generaciones.

Las palabras del filósofo español Javier Sádaba indican un preámbulo de los infinitos y cuantiosos daños que se han causado en las poblaciones centroamericanas y sirven de base a muchas de las narraciones cinematográficas que se abordan durante este siglo xxi: “El amor es un dato primario. El amor es un supuesto sin el cual no habría forma de hablar de nada; no habría forma que entendiéramos mínimamente cualquier documento de la cultura humana por lejana que ésta sea”.3

Palabras de las que servirnos para englobar el transcurrir de las narrativas fílmicas que nos recorren en este siglo xxi, sin olvidar cuanto de amor y de desamor al ser humano profesan. Guerras, desaparecidos junto a paz y búsqueda de impunidad. Totalitarismo ideológico religioso frente a diversidad sexual, todo ello con la ineludible perspectiva del tiempo transcurrido, aunque la lucha sea larga e inconclusa.

El indigenismo4 propio de la tierra centroamericana y el acontecido a través de la diáspora africana da lugar a la incursión en el cine de sus temáticas propias. La demografía arroja datos de interés para ubicarnos en el cine que se realiza en torno a sus vidas. Guatemala se posiciona como el país donde la población indígena es mayoritaria con un 65%, contiene en su acervo cultural varias lenguas; Honduras, El Salvador y Nicaragua están ocupando posiciones de corte intermedio con un 20%-30% del total de su población. Panamá cuenta con un 14% y Costa Rica con un 1% que podríamos considerar relativo y fluctuante. Los datos indicados se dejan sentir en las películas. Existe una parte de realizadores que luchan contra el olvido de estas y reflejan en sus filmes a estas poblaciones que cuentan una cultura propia, que asientan su bienestar en la tierra y los recursos naturales, aportes de identidad y espiritualidad. Muy diversos en su demografía, sus sociedades y su territorialidad. Poblaciones donde muchos tienden al aislamiento, roto por la falta de recursos que empuja cada vez más al asentamiento urbano. Su historia de discriminación y exclusión social viene de largo. El caso de Guatemala arroja una situación de vulnerabilidad en su alimentación, su salud y educación. Ocho de cada diez indígenas son pobres. Películas como Gasolina (2008) y Polvo (2012) de Julio Hernández Cordón recrean las agresiones sufridas por estos de la manera más injuriosa e indignante. En la primera de ellas una mujer utiliza el q´eqchí para hacerse entender y en la segunda se utiliza el quicke. Distancia (2010) de Sergio Ramírez narra el reencuentro entre un padre que se comunica en español y una hija que lo hace en quicke, separados desde la guerra, tardan 20 años en volverse a ver.

Honduras contiene la cifra más alta de líderes indígenas asesinados por su defensa del medio ambiente y los derechos humanos. La hondureña Katia Lara entra de pleno con Berta Vive (2016) a la exposición y denuncia de la muerte de la defensora de los derechos humanos y líder de la comunidad indígena lenca, dotando a su trabajo de un alto valor discursivo logra captar con cámara al hombro imágenes en tiempo real con una expresividad y notoriedad no comunes.

El Salvador se encuentra en desventaja para el acceso a la justicia y en este se producen graves violaciones de los derechos humanos. Altares (2020) de Brenda Vanegas es un recorrido íntimo por la memoria de las abuelas que sobrevivieron en la masacre de El Mozote. Con el aporte inigualable de las personas que presenciaron los hechos y los grabaron en sus memorias. Nicaragua viola los derechos políticos, la protección judicial y la igualdad y no discriminación de sus comunidades. El mito blanco (2020), de Gabriel Serra, recrea tres historias de vida. En primer lugar, están una madre soltera nicaragüense y sus tres hijos que viven en La Carpio (asentamiento urbano situado entre dos ríos altamente contaminados que se encuentra próximo a la capital de San José). La segunda historia la protagoniza una indígena Ngäbe de Panamá que trabaja en los cafetales de la comunidad de Sabalito y la tercera de las historias tiene por actor principal a un abuelo antillano que vive en un pueblo abandonado, rodeado de naturaleza, cerca del tren en el Caribe costarricense, donde las oportunidades laborales para los jóvenes son nulas. Tres historias que nos sitúan ante la migración forzosa y el racismo que hay detrás de esta no visibilización recreada. Costa Rica mantiene a los indígenas como una población sociocultural distinta. Río sucio (2020) de Gustavo Fallas relata cómo la presencia del “otro” como agresor, hablante boruca, en nuestras sociedades dedicadas a invisibilizar lo que molesta y estropea el paisaje, es fruto de la actitud discriminatoria y neoliberal, que acaba infligiendo daños irreparables en las víctimas, donde se ensaña el odio y la enfermedad mental. En sociedades regidas por la confundida leyenda de la superioridad biológica, la ética se ejerce de manera irresponsable. Ceniza negra (2019) de Sofía Quirós nos lleva al Caribe costero, hablantes de criollo limonense, a la convivencia de una joven adolescente con un abuelo ya delirante que se está dejando morir, entre paisajes imaginarios y sombras llenas de misterio. Por último, Panamá altera el derecho a la propiedad colectiva de los indígenas, con ello les quita la protección judicial. Panquiaco (2020) de Ana Elena Tejera, es el viaje de Cebaldo, indígena panameño perteneciente a Guna Yala, un recorrido melancólico a la par que esperanzador en su planteamiento. La visión del indigenismo no es agresiva en sí, se nos muestran sus costumbres y la magia de la que gozan en sus entornos.

Irrumpir con el término aporofobia, palabra que la filósofa Adela Cortina define de la siguiente manera en su libro Aporofobia, el rechazo al pobre. Un desafío para la democracia5: “se trata de la animadversión de determinadas personas, a las que las más de las veces no se conoce, porque gozan de la característica propia de un grupo determinado que, quien experimenta la fobia considera temible o despreciable o ambas cosas a la vez”

Acompañando a lo anterior conviene insertar unas palabras del filósofo Byung-Chul Han:

El dinero es un mal transmisor de identidad. Sin embargo, puede reemplazarla, pues el dinero proporciona a quien lo posee al menos una sensación de seguridad y tranquilidad. Por el contrario, quien ni siquiera tiene un poco de dinero no tiene nada: ni identidad, ni seguridad. Así forzosamente se evade a lo imaginario, por ejemplo, a la idiosincrasia de un pueblo, la cual pone rápidamente a disposición una identidad6.

Observaciones que conducen al sector más pobre, los indígenas, a la marginalidad y discriminación social. Ocupan posiciones que los excluyen del desarrollo económico, los servicios sociales y los instrumentos legales. Ixcanul (2015) nos coloca en una situación de denuncia a través del personaje que interpreta María Mercedes Coroy, una joven campesina indígena que sueña salir de su país hacia Norteamérica. Víctima del engaño se embaraza de un falso novio y da a luz en un hospital donde le arrebatan el bebé y La llorona (2019) muestra los ecos de redención, los fantasmas de los miserables y a un pueblo que clama justicia en las resonancias de su pasado, ambas del director guatemalteco Jayro Bustamante.

Las lenguas indígenas han sufrido su extinción fruto de la herencia del periodo colonial, victimizadas por su desplazamiento hacia las lenguas europeas. Factores como la enfermedad, las guerras, las masacres, la esclavitud y el asentamiento en comunidades nuevas actúan de manera negativa en la conservación de dichas lenguas. El territorio centroamericano debe a los pueblos indígenas autodeterminación, oficialización de sus lenguas, educación bilingüe e interculturalidad junto a un compromiso de protección y la promoción de sus derechos indígenas. En Guatemala se hablan 21 lenguas cuyo tronco originario parte de la lengua maya además de caribe y xinca. La amenaza constante a su extinción se intenta solventar a través del uso de maneras expresivas que sirvan de instrumento que las soporten como es la literatura, la música, el teatro, la radio, la televisión y el cine junto a una educación inclusiva. Me sirvo para referenciar lo aludido de los trabajos de los directores de cine siguientes. En el mediometraje de Elvis Caj, Flor blanca (2014) oiremos: “que no pinte tu mano, que pinte tu corazón”. La abuela de Sak Nicté la enseña a pintar como arma contra el olvido. El ejército ha desaparecido a su abuelo y a sus padres, antes de convertirse en una niña errante aprende la paz con la fuerza denunciante del arte. Por su parte, Maya, protagonista de Donde nace el sol (2012), película dirigida por Elías Jiménez, teje un tapiz junto a su abuela, al lado dos serpientes representan tiempo y espacio, es otra de las innumerables víctimas del exterminio de su cultura ancestral, con una vida obligada al nomadismo y al abandono de tierras y afectos. Estas vidas itinerantes, no exentas de peligros, muestran la pérdida de los cuidados que demanda la infancia y que son vulnerados con asiduidad.

Controversia entre diversidad sexual versus religiones, una cuestión pendiente

En estas dos últimas décadas, el tratamiento de las temáticas alusivas a la sexualidad y los comportamientos sociales se encuentran dos vertientes que nunca llegan a confluir. Por un lado, quienes son partidarios y fieles defensores de la diversidad sexual y por el otro, los hombres y las mujeres fuertemente influidos por las creencias religiosas, los protestantes con sus predicadores evangélicos acompañados en ideas y prohibiciones de los católicos.

No es posible conocer a ciencia cierta el dato del número de fieles de cada una de las religiones dada la realidad de la práctica del culto religioso en soledad, en la más estricta intimidad sin acudir a las reuniones sociales. Posturas tan disimiles son llevadas a la gran pantalla con visiones controvertidas y siempre prestas a polémica.

Guatemala encabeza la lista de países centroamericanos donde más iglesias evangélicas existen. El director guatemalteco Jayro Bustamante realiza una película, Temblores (2019) donde se observa la confrontación existente entre la pertenencia a la religión evangélica en su versión más exagerada, el neopentecostalismo y el reconocimiento de su homosexualidad de un padre de familia con dos hijos pertenecientes a la clase acomodada de su país. El fenómeno neopentecostal7 actúa con fruición y denuedo con las nuevas tecnologías al alcance y se mete por todas las grietas mundanas de la sociedad. La magnitud de este fenómeno es un motivo altamente preocupante para la convivencia con las personas que no piensan igual, sino todo lo contrario. Con el crecimiento imparable de las iglesias evangélicas en todas sus ramificaciones se mantiene a las poblaciones marginalizadas por falta de economía, educación y sanidad, bajo la falsa idea de mejora de conducta, creando un perfil bajo para su crecimiento exponencial y sometiéndolas a un control constante de su vida que contribuye a la legitimación de la pobreza protegida falsamente. Por su parte, Mercedes Moncada realiza una película, El inmortal (2005), documental donde percibimos cómo una mujer con una salud mental vulnerable dice que la virgen le habla y manda mensajes y narra cómo va a dejar que la iglesia evangélica se lleve a su hija a Norteamérica para procurarle una mejor educación que la que puede recibir en su entorno más inmediato, sin apreciar la posición peligrosa y llena de riesgos a la que se verá sometida la joven.

Del lado opuesto, ideológica y conductualmente Centroamérica ha comenzado a dar luz a través de sus producciones a las personas que se encuentran dentro de la diversidad sexual más controvertida. Muy a pesar del peligro real de agresiones por parte de quienes representan posturas homófobas, existe una lucha militante que utiliza la cámara como arma de denuncia. Existe una transformación del rol del homosexual presentado en la mayoría de los casos con sorna de manera estereotipada o en forma de asesino o suicida.

Las películas que se nos brindan han conquistado los escenarios reales y sus personajes al igual. A la hora de mostrar la diversidad sexual nos encontramos por un lado con películas que muestran sus historias que giran en torno a temáticas con personajes homosexuales en relación con el resto y por otro aquellas películas donde los personajes homosexuales son secundarios o su sexualidad no influye en la trama de la película. Florence Jaugey en su película, La Yuma (2009), inserta un personaje, La Cubana que podría ocupar una de las primeras inserciones dentro del cine gay. En el año 2008, Iván Porras con El baile de la gacela muestra por primera vez a un personaje gay en la tercera edad, en una historia llena de nostalgia al servicio de los sentimientos. Los derroteros conmovedores consisten en una aventura que acaba por azar, siendo uno de los personajes pareja de una persona de su mismo sexo en un concurso de baile de la tercera edad, con una moraleja como solo el paso del tiempo puede ofrecernos. En el 2016, el director Li Cheng realiza Jesús, donde la intromisión del pensamiento de una madre fuertemente religiosa hace que la vida del protagonista se vea privada de felicidad futura, la soledad y los encuentros sexuales fortuitos nos narran el transcurrir de una vida añorante de su amor prohibido y perdido. Con Te prometo anarquía (2015), Julio Hernández Cordón, arriesgándose en lo poético del amor y la amistad entre dos amigos desde la infancia, llega a una realidad árida y cruel. Unas secuencias por donde pasean los cuerpos de los jóvenes gozando del sexo con una iluminación roja que nos los muestra sin cortapisas y llenos de belleza, con sus patinetas procurantes de movilidad continua por la ciudad, llenos de energía viven la época que les toca, drogas, sexo, música y una inocencia que les pilla desprevenidos ante la tragedia que se les avecina. Los fantasmas (2020) de Sebastián Lojo muestra la soledad intensa y la asfixia de Koki, su protagonista, chapero, guía turístico, padre de familia que vive con su madre y su bebé. Un país en crisis permanente que se hace dueño de sus aconteceres y donde algo nos indica que no hay salida. El documental de Marlen Viñayo, Imperdonable (2020), inquietante y aterrador, realizado en una cárcel salvadoreña donde conviven las dos maras más peligrosas enfrentadas desde tiempos inmemoriales, ahora están obligadas a cohabitar entre rejas. Un paseo por el amor y la muerte, la pobreza de espíritu, el fracaso individual y la degradación de las relaciones. El joven realizador Nacho Rodríguez muestra a través de los nuevos lenguajes de móvil y Messenger su intromisión dentro del mundo gay tico en Callos (2019). Exposición de los cuerpos de los protagonistas acompañando a sus palabras, en un arriesgado ejercicio de sinceridad no exento de valor, dado que en Costa Rica identificarse como homosexual puede tener consecuencias graves en la cotidianidad de sus días.

La contribución del cine centroamericano con películas de contenido lésbico tiene su primera incursión a través de Patricia Howell y su película Lobas (2015), donde se contempla la vuelta a la relación de dos mujeres separadas por las circunstancias que reviven su amor en la madurez. La película de Alejo Crisóstomo, Nina y Laura (2015) trata del duelo por la pérdida de un hijo donde no veremos coincidir en ninguno de los planos a las dos protagonistas. Una historia dura y lúgubre a pesar de todos los escenarios vestidos de luz y cromatismo. Con Dos Fridas (2016), Ishtar Yasin ofrece una película tomada por lo onírico donde la racionalidad no tiene cabida. Lo mágico se encuentra más allá de la relación lésbica que establecieron Frida Kahlo y su enfermera Judith Ferrero. El filme guatemalteco Pólvora en el corazón (2020) de Camila Urrutia irrumpe en el panorama cinematográfico centroamericano, rompe el molde y muestra una historia de amor entre dos mujeres rota por la intervención violenta provocada por una pandilla en un parque con una agresión sexual a ambas.

La primera vez que aparece un personaje travestido, como he aludido con anterioridad, es en la película de la guatemalteca Florence Jaugey, La Yuma (2009), será después en 2019 cuando el costarricense Francisco González con Tr3s Marías nos regale un personaje digno, agredido por el entorno que colabora con humildad y de manera cariñosa con sus congéneres sin importarle lo que recibe de estos. En el apartado que ocupa la transexualidad, Jurgen Ureña con Abrázame como antes (2016) nos hace sentir el dolor a la par que la ternura como espectadores de las vidas de estos personajes que el entorno margina sin piedad. Panamá aporta dos incursiones dentro del cine que aluden al cambio de sexo, por un lado, Todos cambiamos (2019) de Arturo Montenegro protagonizado por la española Arantxa de Juan y por otro el increíble documental de Annie Canavaggio Liza… como ella (2005), donde la protagonista vive en la Comarca Guna Yala, en las islas conocidas como San Blas, dedicada al arte textil tradicional de las molas, con la peculiaridad que aporta ser un hombre criado como mujer desde su nacimiento. Todas las películas aludidas muestran a través de sus expresiones la necesidad del cine centroamericano de normalizar la diversidad sexual, aunque en alguna ocasión se conviertan en representaciones idealizadas.

Desplazamiento de la mirada en el cine realizado por mujeres: paso del objeto al sujeto

El cine centroamericano del siglo xxi posee un marcado acento femenino, temas como el aborto, el infanticidio y la posibilidad de dar en adopción a los bebés una vez nacidos preocupan a varias directoras y es por ello que ofrecen sus trabajos cuanto menos en un intento de crear opinión en torno a ellos y de contribuir a la normalización del aborto en sus países de procedencia, estas son las palabras de María Lourdes Cortés al respecto:

En este sentido, el desafío de las cineastas, tanto en Centroamérica como en el resto del mundo, fue mostrar otra representación del cuerpo y del deseo. Si bien no existe una estética “femenina” –entre otras cosas porque “mujer” es una construcción sociohistórica cruzada por dimensiones de clase, etnia, cultura, nacionalidad, edad, identidad sexual etc.–, el cine de mujeres tiende a proponer a la mujer como sujeto histórico y centro de la narración8.

Los desafíos nuevos de los que se impregnan las realizadoras se aprecian de manera notable en la siguiente cita:

El placer que debería traer a los hombres un cuerpo femenino es sustituido por una sensación de empatía y culpa. Se puede argumentar que la mirada perturbadora de la heroína tras su giro no dirige solamente al voyeur diegético sino también al espectador masculino estradiegético. El cuerpo femenino en este momento deja de ser una fuente de placer para la mirada masculina, lo cual desgarra una práctica empleada con tanta naturalidad en la cinematografía convencional9.

El aborto existe de forma clandestina y pone en peligro a la madre y el bebé en casos donde la economía se ve afectada por la escasez de recursos, es muy importante señalar que existen países como El Salvador donde la criminalización del aborto espontáneo puede conducir a las madres a la cárcel con penas superiores a 30 años. En el año 1997, Hilda Hidalgo y Felipe Cordero realizan un documental de gran valor sociológico, Bajo el límpido azul de tu cielo, título alusivo al himno nacional costarricense, donde vemos cómo miseria, machismo y falta de igualdad entre hombres y mujeres están instalados como fenómenos sociales de necesaria corrección. La directora nicaragüense Florence Jaugey es una de las voces más importantes a nivel cuantitativo en la denuncia y marginalidad de la maternidad precoz de niñas de 12 años con la inmisericordia de la utilización de sus cuerpos apenas niñas. Ejemplificada en sus películas, De niña a madre. Episodios 1 y 2 (2003-2006), Historia de Rosa (2005), El engaño (2012), todas ellas con un aporte intersubjetivo añadido por parte de la directora en un intento de compartir conciencia y conocimiento de los hechos. La inocencia interrumpida por una sexualidad forzada y aceptada inconscientemente sin saber cómo evitar la situación, una agresión a la infancia inaceptable y reprobable.

Alexandra Latishev con Medea (2017) hace una propuesta fílmica donde deja latir la posibilidad de ¿aborto o infanticidio?, con una puesta en escena opresiva y gélida, da pie a una historia triste y amarga vivida en soledad por su protagonista, una joven universitaria, María José, quien sale a bailar, beber, drogarse moderadamente, sexualmente activa y libre a la hora de elegir sus parejas, sin mirar las consecuencias de sus actos. De forma severa, áspera y desalentadora, en el baño de su casa, en la más infinita y larga de las soledades, la directora marca los sucesos más sórdidos, frenéticos y enajenados. Con Aurora (2021), Paz Fábrega abre con unas palabras, cuestionamientos en boca de una de las protagonistas principales: “¿¡No les ha pasado cuando ven un edificio en construcción, que está todo el andamiaje y es tan hermoso!, y luego le quitan el andamio y ¡el edificio está horrible! ¡Qué lástima que el mundo no se pudiera quedar en eso, en puros andamios!?”. Asistimos al embarazo involuntario de una niña de 17 años. En su cotidianidad se cruza una maestra y arquitecta de vida independiente quien le abre un abanico de opciones para enfrentar su maternidad que la madre impedirá sin ningún respeto a la postura de la hija. La salvadoreña Celina Escher con Fly so far (2020) cuenta con todo detalle el proceso de bajada a los infiernos de Teodora Vásquez, mujer acusada de asesinato por aborto espontáneo. El Estado salvadoreño se ha encargado de implantar una ética que tiene por costumbre convertir en virtud la maternidad sin pensar en las consecuencias de esta, dejando de lado las virtudes de la inteligencia y la razón. Propuestas cinematográficas valientes, cargadas de empatía por parte de las directoras donde se deja sentir la sororidad y la fuerza de las demandas, de inigualable peso en la denuncia de la criminalización que existe en torno al aborto en los países centroamericanos.

Las palabras recogidas por María Lourdes Cortés son indicativas de la aportación del cine realizado por directoras:

Un aspecto esencial es, como ya dije, el acercamiento al cuerpo y al deseo, sobre todo a partir de un tratamiento basado en sensaciones y estímulos táctiles. Muchos de estos filmes proponen una estética en la que predomina lo onírico, lo simbólico e incluso lo mágico, así como la ruptura de la estructura aristotélica y la utilización de ritmos pausados, silencios y finales abiertos10.

Dentro del amplio espectro de temáticas que las directoras tratan en sus películas y con una tendencia natural a estar al servicio del desamparo, los invisibles, se muestran en estas imágenes que llevan implícitas un inherente dolor. Existe una frontera que marca la ficcionalidad y el documental, aunque en algunos casos se produzcan hibridaciones entre los géneros de muy recomendable visionado. Dentro de las películas que son ficciones aparece dos temas importantes: la convivencia familiar y la contemplación de las personas mayores. La costarricense Antonella Sudasassi en El despertar de las hormigas (2019) se plantea lo oportuno o inoportuno que tiene para su vida el parir un tercer hijo. La directora intercala sensualidad, deseo, autoerotismo y unos planos de detalle que con anterioridad no eran habituales en el cine centroamericano. Hilda Hidalgo con Violeta al fin (2017) sorprende al depositar el protagonismo de la historia en una mujer de setenta y dos años que vive sola al cuidado de su bonito jardín planificando su futuro. Toda una revolución estética el que una mujer de esta edad adquiera tanta notoriedad. Brenda Vanegas con Volar (2020) arriesga fuerte con una historia en torno a la convivencia de una mujer española víctima de la enfermedad de Alzheimer y una migrante que la cuida.

La emergente denuncia a través de la visibilidad de los abusos sexuales a las niñas y las mujeres encuentran sus mejores denuncias en las películas de Ishtar Yasin con Florencia de los ríos hondos y los tiburones grandes (1999) y El camino (2007). En el primer cortometraje contemplamos cómo una niña de 6 años escapa de la realidad de la violencia de género a través de las historias que le narra su mamá, entrando en un imaginario de pesadilla. Con la segunda incursión en la violencia que se ejerce contra los niños aparecen Saslaya y Darío, dos niños que sobreviven en el basurero de la Chureca, Managua. Niños invisibles ante los ojos de los demás que ocupan los márgenes sociales. Una apuesta narrativa la de la directora que dejará sentir el conflicto que el entorno genera en los niños protagonistas, dos víctimas estratégicamente posicionadas para ganarse un mundo lleno de oscuridad, subterráneo y delictivo. Con Agua fría de mar (2009), Paz Fábrega apuesta por una situación que crea desconcierto en el espectador provocada por una pequeña niña que avanza en la oscuridad de la noche sin que nosotros como espectadores sepamos de qué huye ni qué busca, pero nos inquieta su peregrinar. La película de ficción guatemalteca dirigida por Ana Virginia Bojórquez y Lucía Carreras, La casa más grande del mundo (2015), narra la historia de una niña maya que tiene que sacar por primera vez al rebaño y una de sus ovejas se le extravía. Sometida a retos demasiado grandes para su corta edad nos pasea por sus miedos. Una película especial y mágica donde la sensibilidad y la ruralidad toman el protagonismo natural que demanda lo ético. Por su parte, Verónica Riedel con Cápsulas (2011) incursiona en el mundo del tráfico de drogas en la vida de un niño que tiene una familia desestructurada y compleja.

El cine documental centroamericano que firma con nombre de mujer tiene una calidad notoria. Sus narrativas oscilan en torno a las pérdidas de familiares y amigos, la reconstrucción de la memoria y la denuncia de la impunidad entre otras cuestiones, como expresa Sádaba en su libro EL amor contra la moral (1988):

Tanto es así que autores nada amigos del emotivismo distinguirán entre lo que es bueno y lo que es un deber, considerando que lo segundo tiene que ver con nuestras relaciones externas, con nuestros semejantes, mientras que lo bueno sería lo más interno, lo que atañe a nuestra visión moral de uno mismo y del mundo 11.

Marcela Zamora es una de las miradas más incisivas y denunciantes con las que cuenta no solo El Salvador, por extensión Centroamérica. A través de sus minuciosas y concienzudas investigaciones ha contado en su trilogía María en tierra de nadie (2011), El cuarto de los huesos (2015) y Los ofendidos (2016), la historia de su país y la aniquilación llevada a cabo por la Fuerza Armada del Salvador durante la guerra, junto al calvario que sufren las mujeres al migrar a los Estados Unidos para procurarse a sí mismas y a sus familiares una vida mejor. Junto a ella, Brenda Vanegas con Altares (2010) narra la masacre del Mozote, memoria íntima de las abuelas donde se produjo la quema de todo lo vivo.

Marcela Zamora en su película documental, Los ofendidos (2016), se pone cámara en mano frente a quien fuera el torturador de su padre, parecería que se olvidase lo incendiario que ello resulta tan solo por el hecho de grabarlo con la intención de denunciar el salvajismo y lo inhumano de los actos cometidos por un ser humano a otro de su misma especie. Las iniciativas depositadas en los hechos narrados conducen a la directora a la recuperación de la memoria histórica y a recrear el sufrimiento del pueblo salvadoreño, que sufría de una violencia institucional por parte del Estado y sus cuerpos de seguridad con los disidentes políticos, que se tomaban la tortura como un derecho normalizado y a su vez un trabajo. Esta denuncia de la violación de los derechos humanos se acompaña de la constancia de la explotación, la miseria y las guerras. Marlen Viñayo, en Imperdonable (2020), expresa en imágenes una visión del maltrato que tiene el personaje protagonista que recibe en su niñez toda la violencia de las guerras, la falta de cuidado se ve reflejada en una personalidad, irracionalidad y posibles mentiras que no han sido sustituidas por una colectividad humanizante.

Así, al igual asistimos a las matanzas masivas de las poblaciones indígenas en Guatemala y de las poblaciones civiles campesinas pobres con ejecuciones sumarias que no eluden los problemas de la realidad propia e inmediata, dentro de una sociedad inarmónica y heterogénea que sigue en crisis permanente con una sociedad discriminada y cotidianamente víctima de represalias, en continuo estado de peligro.

Javier Sádaba, haciéndose eco y reinterpretando a Kant, indica lo siguiente:

…si en la moral uno se relaciona, respeta y hasta “ama” a toda la humanidad, en el amor se ama exclusivamente a uno solo. En la moral uno está en todos. En el amor todo está en uno. Quizá una situación intermedia, tanto en intensidad como en cantidad, sea la de esa pasión tranquila que es la amistad 12.

Películas centradas en el dolor, la extinción y la búsqueda de los desaparecidos por las matanzas de la guerra de las guatemaltecas Ana Bustamante, La asfixia (2018); Ana Lucía Cuevas, El eco del dolor de mucha gente (2011); Anaïs Taracena, El archivo una mirada en el tiempo (2017) e Izabel Acevedo, El buen cristiano (2016).

Las directoras mencionadas se convierten en científicas sociales al realizar películas que investigan y estudian el comportamiento humano dentro del contexto social, y exponen una valoración social de los seres humanos entre ellos y las consecuencias de sus comportamientos. Ante hechos tan brutales como las guerras civiles y las crisis económicas de un calado no conocido, plantean sus consecuencias. Dictaduras, exilios, precariedad y violencia documentan la biografía de los países centroamericanos. Su posición intelectual informa de la orientación y desazón de sus películas. Los testimonios que se adivinan a través del trabajo de investigación previa dan una idea de su compromiso social que las alejan del estado de amenaza en que se encuentran a día de hoy. Se centran en el dolor, las desapariciones forzosas y la búsqueda de los desaparecidos por las matanzas de las guerras. Sus vínculos sociales y familiares las unen en un deseo permanente de buscar la verdad en sus abuelas, sus madres y otros parientes. Asistimos a un recorrido trágico e indignante en el transcurso de sus investigaciones donde hay que señalar la importancia de la aparición de los archivos policiales que son el testimonio real de que los sucesos ocurrieron, fotografías, documentos firmados, órdenes de asesinato…

La filósofa española Adela Cortina piensa que uno de los mayores frenos que enfrentan las sociedades es la intolerancia existente entre las posturas de los unos y los otros. En sus palabras:

Cabe decir entonces que la virtud de la intolerancia es siempre superior a la intolerancia, pero puede favorecer las actuaciones verbales de los intolerantes. Por eso, a mi juicio, la tolerancia es superior a la intolerancia, pero la virtud que realmente supera a la intolerancia es el respeto activo. Quien respeta a otros difícilmente pronunciará discursos intolerantes que puedan dañarlos 13.

Conclusiones

Al inicio de este articulo han sido varias las preguntas que se han planteado y no todas pueden ser contestadas con la misma certeza que los propios trabajos de los directores certifican. Considerar que el cine que se hace en El Salvador, Guatemala y Honduras, triángulo norte de Centroamérica, sí se presta a la reflexión política y social. Los testimonios de las personas que han sobrevivido a las guerras y torturas narran sus vivencias mostrando casos de importantísimo valor, donde no solo la víctima cuenta su versión de lo vivido, al igual el victimario relata actos infames donde participó. Con ello se dan pasos hacia la impunidad en una pretensión de dar notoriedad a los sucesos y que los asesinos paguen con cárcel las consecuencias de sus actos. Mediante la trasversalidad intergeneracional se logra un debate que, en varios casos, se han llevado al parlamento y han conseguido penalizar a quienes salieron indemnes de sus crueldades y a rebajar las penas en aquellos que fueron criminalizados errónea y absurdamente. Los análisis en torno a las guerras permanecen inconclusos al no haberse investigado todos los asesinatos y desapariciones. Los tres países aludidos se encuentran muy lejos del entendimiento social y de la convivencia en paz. Los conflictos heredados de las guerras, con sus deshumanizantes efectos provocados, son de costosa solución y un reclamo importante en espacios de educación, salud mental y vida digna. La población infantil hereda una sociedad enferma a todos los niveles.

Ética y estética son contempladas por los directores centroamericanos con altas cotas de denuncia, reflejo de lo que cuentan en sus trabajos. La estética del horror no siempre viene acompañada por las imágenes brutales, sino por la fobia de lo que se narra de manera oral y podemos imaginar lo ocurrido detrás de los protagonistas reales de lo acontecido. Una estética que pretende no herir la sensibilidad del espectador, pero sí ponerle ante los hechos en un intento de búsqueda de solidaridad y negación del desprecio que sufrieron sus familiares y amigos en su búsqueda infructuosa de la verdad. Término siempre enjuiciado, escondido y censurado por los culpables y los que a través de su silencio y falta de resolución contribuyen a acrecentar más el fantasma del horror. La moral en relación con el comportamiento humano es vivida, como en ninguna otra región, como una ética activa e inductora del cambio de conducta, intentando los directores corregir facetas impuestas años anteriores que son muy cuestionables, por los daños causados en los que se alejaban de la política que imperaba, los marginados y los invisibles.

La posición ocupada por las directoras centroamericanas dentro del panorama cinematográfico expuesto nos sitúa ante nuevos lenguajes narrativos que se centran más en el detalle, lo simbólico y la reivindicación de derechos humanos que se retrasan, como es la despenalización del aborto, la visibilidad de la homosexualidad en un intento de erradicar la homofobia, la reivindicación de la educación y todo aquello que desiguale las conductas de los seres humanos. Las protagonistas de las películas realizadas por mujeres dejan de ocupar el lugar que se les han asignado clásicamente de objeto y pasan a ser sujeto protagonista de las historias.

Referencias bibliográficas

Cortina, Adela. Aporofobia, el rechazo al pobre. Un desafío para la democracia. España: Paidós Estado y Sociedad, 2017. (Quinta edición).

Sádaba, Javier. El amor contra la moral. España: Arnao Ediciones, 1988.

García Diego, Charo, Aarón Rodríguez Serrano, Antonio Peláez Barceló, Claudia Baricco, Javier Payeras, Javier Tolentino, Jorge Fernández-Mayoralas Álvarez, Karen Poe, Luis A. Leandro Trujillo, María Lourdes Cortés, Miguel Martin, Rafael Gordon, Sergio Valdés Pedroni, Servio Tulio Mateo Ponce. Cine Centroamericano y caribeño siglo XXI. España: Extravertida Editorial, 2021.

Han, Byung-Chul. La expulsión de lo distinto. España: Herder Editorial, 2017.

Qi, Fan. La mirada de Gong Li. Estudio del sujeto actoral femenino en el cine chino. España: Asociación Shangrila Textos Aparte, 2020.

Martin Imer. “La vida en un cine. Cine en serie. Cine en serio” https://lavidaenuncine.wordpress.com/2021/04/25/bertrand-tavernier-el-humanismo-como-arma-de-construccion-masiva/ (consultado el 7 de octubre 2021).

Aprender lengua es fácil. Comentario de dos proverbios de Machado. https://aprenderlenguaesfacil.com/2018/04/29/comentario-de-dos-proverbios-de-machado/ (consultado el 7 de octubre 2021).

Grupos étnicos de América central https://www.mineduc.gob.gt/DIGECADE/documents/Telesecundaria/Recursos%20Digitales/1o%20Recursos%20Digitales%20TS%20licencia%20CC%20BY-SA%203.0/02%20CIENCIAS%20SOCIALES/U7%20s%206%20Grupos_%C3%A9tnicos_de_Am%C3%A9rica_Central.pdf (consultado el 14 de febrero 2022).


1 Martin Imer. “La vida en un cine. Cine en serie. Cine en serio”. https://lavidaenuncine.wordpress.com/2021/04/25/bertrand-tavernier-el-humanismo-como-arma-de-construccion-masiva/ (consultada el 7 de octubre 2021).

2 Aprender lengua es fácil. Comentario de dos proverbios de Machado. https://aprenderlenguaesfacil.com/2018/04/29/comentario-de-dos-proverbios-de-machado/ (consultado el 7 de octubre 2021).

3 Javier Sádaba, El amor contra la moral (España: Arnao Ediciones, 1988), 14-15.

5 Adela Cortina, Aporofobia, el rechazo al pobre. Un desafío para la democracia (España: Paidós Estado y Sociedad, 2017), 18.

6 Han Byung-Chul, La expulsión de lo distinto (España: Herder Editorial, 2017), 27.

7 “El Neopentecostalismo se ha expandido en los últimos treinta años, en parte, gracias al uso sofisticado de los medios de comunicación. Se diferencia del pentecostalismo por la centralidad de la ideología de la prosperidad que justifica su participación en la lucha política partidista, por haber logrado penetrar en las clases medias altas y por conseguir una mayor representación de las mujeres en puestos de liderazgo medio en sus iglesias”. Poe Lang, Karen, “Entre el espíritu santo y un hombre desnudo. Neopentecostalismo y resistencia en Temblores (2019) de Jayro Bustamante” en Cine Centroamericano y caribeño siglo XXI, (Madrid: Extravertida Editorial, 2021), 99.

8 María Lourdes Cortés, “Mujeres que filman mujeres”, en Cine Centroamericano y caribeño siglo XXI, (España: Extravertida Editorial, 2021), 21.

9 Qi Fang, La mirada de Gong Li. Estudio del sujeto actoral femenino en el cine chino (España: Asociación Shangrila Textos Aparte, 2020), 82.

10 Cortés, “Mujeres que filman, 24.

11 Sádaba, “El amor…”, 31.

12 Sádaba, “El amor…”, 55.

13 Cortina, “Aporofobia, 52.

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