http://dx.doi.org/10.15359/mhs.11-2.2
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Revista MHSalud® (ISSN: 1659-097X) Vol. 11. No. 2. Febrero-Agosto, 2015
Fortalezas Personales y Hábitos de Salud en Estudiantes Universitarios de Ciencias del Movimiento Humano
Character Strengths and Health Habits in College Students of Human Movement Sciences
Kristy Barrantes-Brais, Pedro Ureña Bonilla y Juan Carlos Gutiérrez Vargas
Escuela de Ciencias del Movimiento Humano y Calidad de Vida,
Universidad Nacional, Costa
Rica
kristy.barrantes.brais@una.cr
Resumen
El propósito de este estudio
fue caracterizar y relacionar las fortalezas personales y los
hábitos de salud en estudiantes universitarios de carreras de
Ciencias del Movimiento Humano. Un total de 234 estudiantes (137
hombres y 97 mujeres) brindaron información sobre fortalezas
personales, hábitos de sueño y consumo de sustancias. Se
analizaron diferencias entre grupos y correlaciones entre variables.
Los resultados sugieren que las fortalezas predominantes son gratitud,
curiosidad, integridad, bondad y liderazgo; se encuentran diferencias
según género y carrera. Predominan los hábitos
saludables, los cuales se asocian con algunas fortalezas. Los
estudiantes presentan fortalezas que denotan preocupación por
los demás y posibilidades de expresar y ser sensibles a las
emociones. Los hábitos saludables y su relación con
algunas fortalezas parecen evidenciar coherencia con las
características de la unidad académica a la que
pertenecen.
Palabras Claves: población estudiantil, psicología positiva, sueño, consumo de sustancias
Abstract
The purpose of this study was to
define and relate character strengths and health habits in a sample of
college students enrolled in Human Movement Sciences careers. A total
of 234 students (137 males and 97 females) provided information on
character strengths and sleep and substance use habits. Group
differences and variable correlations were analyzed. The results
suggest that the main strengths are: gratitude, curiosity,
authenticity, kindness and leadership. There are differences when
comparing careers and genders. Healthy habits prevail and correlate
with some strengths. Strengths in this sample show that students tend
to care for others and are able to express and be sensitive to
emotions. Healthy habits and their relation with character strengths
appear consistent with the qualities of the school they belong to.
Keywords: student population, positive psychology, sleep, substance use
Introducción
Históricamente las
universidades han creado culturas enfocadas en el rendimiento y la
excelencia (Oades, Robinson, Green y Spence, 2011). Esta
visión promueve la búsqueda de soluciones a
obstáculos que impiden un desempeño adecuado según
los parámetros establecidos, es decir, se constituye en un
enfoque basado en las deficiencias (Roberts, Brown, Johnson y Reinke,
2002) desde el cual lo importante ha sido estudiar a las poblaciones
estudiantiles y los entornos educativos centralizándose en
aspectos relacionados con el rendimiento académico y las
capacidades para cumplir con parámetros de logro (Pedrals,
Rigotti y Bitrán, 2011; Seligman, Ernst, Gillham, Reivich y
Linkins, 2009). Esta visión coincide con las formas
tradicionales de conceptualizar al ser humano desde la ciencia
psicológica, con énfasis en la patología y las
problemáticas que le impiden desarrollarse plenamente (Maddux,
2002). Como respuesta a esta visión, a finales de los
años 90 surge una propuesta para volver la mirada a aquellos
elementos que, según sus precursores, “hacen que la vida
merezca ser vivida” (Seligman y Csikszentmihalyi, 2000),
favoreciendo así el funcionamiento humano óptimo (Linley
y Joseph, 2004).
Desde esta visión alternativa
se promueve el estudio de las fortalezas personales, entendidas como
capacidades naturales que tiene todo ser humano, que se manifiestan en
la forma de pensar, sentir, actuar y posibilitan el funcionamiento y
desempeño de las personas (Linley y Harrington, 2006). Park y
Peterson (2009) hacen énfasis en el hecho de que las fortalezas
constituyen características positivas que existen en diferentes
grados, como en un continuum, y que se hacen evidentes en los
pensamientos, sentimientos y hábitos de las personas.
Estos autores proponen una clasificación de 24 fortalezas
personales (FP) agrupadas en seis virtudes: la Sabiduría y el
Conocimiento, el Coraje, la Humanidad, la Justicia, la Templanza y la
Trascendencia. Bajo este modelo, se argumenta que las FP desencadenan
procesos o mecanismos psicológicos específicos que
definen y dan contenido a las virtudes (Park y Peterson, 2009). La
Sabiduría y el Conocimiento engloban: la creatividad, la
curiosidad, la apertura mental, el amor por el saber y la perspectiva.
El Coraje está constituido por la valentía, la
persistencia, la integridad y la vitalidad. La Humanidad se caracteriza
por el amor, la bondad y la inteligencia social. La Justicia es
definida por la ciudadanía, la imparcialidad y el liderazgo.
La Templanza la integran: la clemencia/misericordia, la
humildad/modestia, la prudencia y la autorregulación. La
Trascendencia está compuesta por la apreciación de la
belleza y la excelencia, la gratitud, la esperanza, el humor y la
espiritualidad (Park, Peterson y Seligman, 2006).
Con base en este modelo se han
realizado numerosos estudios en los que se comparan los perfiles de
fortalezas entre diversos países, regiones y culturas (Brdar y
Kashdan, 2010; Leontopoulou y Triliva, 2012; Park et al., 2006).
Importantes aportes ha brindado el análisis de la
relación entre las fortalezas personales y constructos como el
bienestar subjetivo y la calidad de vida (Gillham et al., 2011;
Giménez Hernández, 2010; Proctor, Maltby y Linley, 2011),
el éxito académico (Cosentino y Castro Solano, 2012;
Lounsbury, Fisher, Levy y Welsh, 2009) y el consumo de sustancias
(Logan, Kilmer y Marlatt, 2010). Fortalezas como la gratitud, la
esperanza, la vitalidad, la curiosidad y el amor se asocian
consistentemente de manera positiva con indicadores de bienestar
subjetivo; mientras que la perseverancia, el amor, la gratitud, la
esperanza y la perspectiva, han mostrado ser buenos predictores del
éxito académico (Leontopoulou y Triliva, 2012; Park et
al., 2006).
En general se plantea que las
fortalezas personales se vinculan a indicadores positivos de salud
física (Seligman, 2008; Vázquez, Hervás, Rahona, y
Gómez, 2009; Veenhoven, 2008). Asimismo, la práctica de
la gratitud se relaciona con la reducción de síntomas
físicos, con estrategias de afrontamiento adaptativas y
con más tiempo dedicado al ejercicio físico, lo que
podría vincularse a una mayor sensación de bienestar y
funcionamiento social. Incluso en personas con enfermedad
neuromuscular, la práctica de la gratitud se vincula con
aumentos en la sensación general de bienestar (Emmons y
McCullough, 2003).
Bajo el supuesto de que las
fortalezas tienen un componente conductual, no cabe duda de que el
ejercicio de las características positivas personales en forma
de hábitos contribuye con la salud física y
emocional de las personas (Oblitas, 2008). También se ha
reportado que la participación de los jóvenes en
experiencias que fortalezcan el carácter y la valentía se
asocia con aumentos en la satisfacción con la vida (Proctor et
al., 2011). Fortalezas como la bondad y el trabajo en equipo se
relacionan con la reducción de síntomas depresivos;
mientras que fortalezas trascendentales, como la espiritualidad, se
vinculan con niveles altos de satisfacción con la vida (Gillhan
et al., 2011).
En general, se afirma que las
fortalezas prevalentes en los seres humanos son en orden descendente:
la bondad, la justicia, la honestidad, la gratitud y el juicio;
mientras que las de menor prevalencia son la prudencia, la modestia y
la autorregulación (Park et al., 2006). Adultos
jóvenes norteamericanos con edades entre los 18-28 años,
comparados con homólogos japoneses, mostraron perfiles similares
en cuanto a fortalezas personales. Los valores más altos
correspondieron a la bondad, el humor y el amor; como contraste, los
valores más bajos se registraron en relación con la
prudencia, la modestia y la autorregulación. Asimismo, las
mujeres, en comparación con los hombres, mostraron valores
significativamente más altos en bondad, valentía y
creatividad (Shimai, Otake, Park, Peterson y Seligman, 2006).
Además, se argumenta que la
esperanza, la bondad, la inteligencia social, la autorregulación
y la perspectiva reducen los efectos negativos del estrés
traumático (Park y Peterson, 2009; Park et al., 2006).
También se ha reportado que fortalezas como la esperanza,
el ánimo y el liderazgo tienen una relación inversamente
proporcional con los niveles de ansiedad y depresión
(Park y Peterson, 2008).
De igual forma, se ha planteado que
el reconocimiento y puesta en práctica de fortalezas
personales podría asociarse también con la
presencia de indicadores positivos de salud física (Seligman,
2008; Vázquez, Hervás, Rahona, y Gómez, 2009;
Veenhoven, 2008). Existen algunas explicaciones psicobiológicas
para esta relación (Chida y Steptoe, 2008; Kiecolt-Glaser,
McGuire, Robles y Glaser, 2002; Steptoe, Dockray y Wardle, 2009); ahora
bien, si se considera que las fortalezas tienen un componente
conductual, podría plantearse que el ejercicio de las
características positivas personales en forma de hábitos
contribuiría al funcionamiento óptimo, incluyendo la
salud física y emocional. Siguiendo a Oblitas (2008), se
reconoce que “nuestra salud está profundamente
influenciada por nuestra conducta, pensamientos y relaciones sociales
(…) nuestra conducta tiene un efecto inmenso en nuestra
salud” (p.11).
El estudio de los hábitos de
salud se circunscribe a su naturaleza como componente de los estilos de
vida de las personas (Sanabria, González y Urrego, 2007). Los
estilos de vida comprenden el conjunto de pautas y hábitos
comportamentales cotidianos de una persona o aquellos patrones de
conducta individuales que demuestran cierta consistencia en el tiempo,
bajo condiciones más o menos constantes y que pueden
constituirse en dimensiones de riesgo o de seguridad. Dependiendo de su
naturaleza, incluye entre sus componentes el factor cognitivo.
Específicamente, los estilos de vida saludables incluyen
conductas de salud, patrones de conducta, creencias, conocimientos,
hábitos y acciones de las personas para mantener, restablecer y
mejorar su salud (Arrivillaga y Salazar, 2005; Roth, 1990).
Estudios previos han señalado
que los estudiantes universitarios se encuentran en riesgo de
presentar hábitos no saludables de sueño (Gaultney, 2010;
Sing y Wong, 2010) y de consumo de sustancias como alcohol, tabaco y
otras drogas (Guerra de Andrade et al., 2012; Jiménez-Muro,
Beamonte, Marqueta, Gargallo y Nerín de la Puerta, 2009; Primack
et al., 2012). Otras investigaciones presentan resultados en los que
los estudiantes universitarios reportan hábitos saludables
(Grimaldo, 2012; Lema et al., 2009). Desde el movimiento de
universidades promotoras de la salud se ha reconocido la importancia de
generar conocimiento y realizar intervenciones en áreas que
involucren los estilos de vida de la comunidad universitaria (Lange y
Vio, 2006; Muñoz y Cabieses, 2008).
La evidencia es clara en cuanto al
rol que juegan las fortalezas personales en la salud física y
emocional de las personas. La caracterización de grupos
poblacionales a partir de las fortalezas personales brindará
información valiosa para implementar intervenciones
direccionadas hacia su fortalecimiento, máxime si se trata de
futuros profesionales en el campo de la educación, quienes
tendrán la tarea de coadyuvar en el proceso conducente a la
interiorización de valores y al desarrollo integral de
niños, niñas y jóvenes. Sobre esta temática
se ha investigado poco en Costa Rica, de manera que se acusa un
vacío importante de conocimiento en materia de fortalezas y
valores. Con base en la evidencia reportada, y conscientes de la
importancia que tiene el estudio de las fortalezas personales, el
propósito de esta investigación fue caracterizar y
relacionar las fortalezas personales y los hábitos de salud en
estudiantes costarricenses de Ciencias del Movimiento Humano.
Metodología
Participantes.
Se contó con la
participación de 234 estudiantes de la Escuela de Ciencias del
Movimiento Humano y Calidad de Vida de la Universidad Nacional
(CIEMHCAVI), 137 hombres y 97 mujeres, con edades promedio de
22,8±4,8 años y 23,3±4,4 años,
respectivamente. Se pretendió recolectar información de
la totalidad de la población estudiantil de la Escuela
CIEMHCAVI (según se indica en el procedimiento), la tasa
de respuesta fue del 70 %. El criterio de inclusión fue
encontrarse matriculado en al menos un curso de la carrera
correspondiente en el II ciclo 2012. La muestra se distribuyó de
la siguiente forma: Bachillerato en Educación Física,
Deporte y Recreación (45 %), Bachillerato en Promoción de
la Salud Física (28 %), Licenciatura en Ciencias del Deporte (11
%) y Maestría en Salud Integral y Movimiento Humano (16 %).
Instrumentos.
Se utilizó el Inventario de
Virtudes y Fortalezas [IVyF] (Cosentino y Castro Solano, 2008). Este es
un autoinforme mediante el cual se estudian 24 fortalezas humanas (Park
y Peterson, 2009; Peterson y Seligman, 2003). El IVyF se
desarrolló como una opción breve del VIA-IS (Peterson y
Park, 2004) y mantiene características psicométricas
similares (Cosentino y Castro Solano, 2012). El IVyF está
compuesto por 24 ítems bipolares (uno para cada fortaleza), con
cinco opciones de respuesta tipo Likert. Se solicita a los encuestados
que indiquen en qué grado se parecen más a una de dos
auto-descripciones propuestas, una con presencia de una fortaleza del
carácter y la otra con ausencia. La puntuación de cada
ítem va de 1 (Soy muy parecido a la 1ª persona) a 5 (Soy
muy parecido a la 2ª persona). A mayor puntaje, mayor presencia de
la fortaleza. Al IVyF se le reporta una estabilidad test-retest
que oscila entre 0.72 a 0.92 (Cosentino, 2009; Cosentino y Castro
Solano, 2012).
Asimismo, se aplicó el
Cuestionario de prácticas y creencias sobre estilos de vida
(Arrivillaga, Salazar y Correa, 2003), el cual evalúa aspectos
relacionados con el sueño y el consumo de alcohol, tabaco y
otras drogas. Para cada componente se presentan 10 enunciados que se
responden de acuerdo a la frecuencia de su puesta en práctica
(siempre, frecuentemente, algunas veces y nunca). A mayor puntaje,
más saludables serán los hábitos. Los valores
promedio permiten establecer categorías de calificación
de los hábitos o prácticas: muy saludable, saludable,
poco saludable y no saludable (Arrivillaga y Salazar, 2005; Arrivillaga
et al., 2003). Se reporta una consistencia interna de α = 0,873.
Procedimiento.
Los instrumentos se aplicaron a todos
los estudiantes presentes durante lecciones regulares de todas las
carreras de Ciencias del Movimiento Humano, distribuidas en
mañanas, tardes y noches en el periodo entre agosto y setiembre
del 2012. Se coordinó previamente con la administración y
los profesores a cargo. La aplicación de los cuestionarios
estuvo a cargo de asistentes graduadas de carreras de Ciencias del
Movimiento Humano con experiencia en recolección de datos. En el
encuadre (verbal y por escrito) se le indicó a la
población estudiantil que la participación era voluntaria
y se garantizó la confidencialidad en el uso y procesamiento de
la información.
Análisis estadístico.
Se calcularon valores promedios con
las respectivas desviaciones típicas, t de Student para grupos
independientes con el propósito de realizar comparaciones
según género, análisis de varianza para el
contraste de promedios en función del nivel y la carrera,
así como la prueba HSD de Tukey para análisis post hoc.
La correlación entre las fortalezas y hábitos de salud se
calculó mediante la prueba r de Pearson. Asimismo, el contraste
de proporciones se realizó mediante la prueba Chi² de
Pearson. Los datos fueron procesados mediante el programa PASW
Statistics 18 y todas las decisiones estadísticas se tomaron
considerando un nivel alfa ≤ 0,05.
Resultados
En general, los valores promedio
más altos corresponden a las fortalezas: gratitud, curiosidad,
integridad, bondad y liderazgo; mientras que los promedios más
bajos se registran en relación con las fortalezas: clemencia,
ciudadanía, autorregulación, humildad y amor por el saber
(ver tabla 1).
Las mujeres, comparadas con los
hombres, muestran valores promedio significativamente más altos
en las fortalezas apreciación, amor y amor por el saber. La
comparación de fortalezas por nivel no mostró diferencias
significativas (p > 0,05).
El análisis comparativo por
carrera (ver tabla 2) mostró diferencias significativas en
cuanto a algunas fortalezas. Las comparaciones usando la prueba post
hoc HSD de Tukey mostraron diferencias significativas en apertura
mental entre el Bachillerato en Educación Física, Deporte
y Recreación (EF) y la Maestría en Salud Integral y
Movimiento Humano (MSIMH), siendo este posgrado en el que los
estudiantes reportan niveles más altos. En cuando al liderazgo,
los estudiantes de las carreras de EF y Licenciatura en Ciencias del
Deporte (Licenciatura) presentan puntajes significativamente más
altos en comparación con los del Bachillerato en
Promoción de la Salud Física (Promoción). En la
fortaleza persistencia, se encuentran diferencias entre estudiantes de
Promoción y de la MSIMH (los últimos presentan
puntuaciones mayores en esta fortaleza). En el caso de prudencia, los
estudiantes de la MSIMH se ubican por encima de los que cursan las
carreras de EF y Licenciatura. Por último, los puntajes
correspondientes a las carreras Promoción y MSIMH en amor por el
saber son significativamente más altos que las de EF.
Para el reporte de resultados de los
hábitos de consumo de sustancias y sueño se utilizan las
categorías de clasificación propuestas por Arrivillaga et
al. (2003): Muy saludable, Saludable, Poco Saludable y No Saludable.
Estas categorías se establecieron en términos de la
frecuencia de las prácticas ejecutadas. En cuanto a los
hábitos relacionados con el consumo de alcohol y otras drogas,
el 34 % de los estudiantes encuestados se ubica en la categoría
de saludable y el 66 % en la categoría de muy saludable. La
diferenciación por sexo mostró para el caso de los
hombres que un 37 % reportan hábitos saludables y un 63 %
hábitos muy saludables. En contraste, las mujeres reportan un 29
% hábitos saludables y un 71 % hábitos muy saludables. La
forma en que se distribuyen los porcentajes de hábitos
saludables y no saludables entre hombres y mujeres fue similar
[Chi² = 1,75; p > 0.05)]. Mientras que en los hábitos de
sueño se encontró un 16% clasificado como no saludable,
un 72 % como saludable y un 12 % como muy saludable. Un 12 % de los
hombres reporta hábitos poco saludables, un 77 % hábitos
saludables y un 11 % hábitos muy saludables. En el caso de las
mujeres se reporta en un 21 % hábitos poco saludables, 66 %
hábitos saludables y 13 % hábitos muy saludables. Se
encontraron diferencias significativas en la distribución de
hábitos saludables y no saludables de sueño entre hombres
y mujeres [Chi² = 4,21; p < 0.05)]. Las mujeres evidencian
mayores dificultades que los hombres en relación con los
hábitos de sueño.
El análisis de la
relación entre fortalezas y hábitos mostró
correlaciones significativas en varias de las dimensiones estudiadas
(figuras 1 y 2). Las fortalezas humanas relacionadas con los
hábitos de sueño son diferentes a las fortalezas que se
relacionan con el consumo de alcohol y otras drogas.
Discusión
Las fortalezas personales que
aparecen como más relevantes para los estudiantes de CIEMHCAVI
son la gratitud, la curiosidad, la integridad, la bondad y el
liderazgo, las cuales representan expresiones prácticas de las
virtudes trascendencia, sabiduría, coraje, humanidad y justicia,
respectivamente, según la clasificación de Peterson y
Seligman (2003). Entre las fortalezas menos predominantes se encuentran
las relacionadas con la templanza: autorregulación,
humildad/modestia y clemencia/misericordia. Se identifican algunas
diferencias por género y por carrera. Los resultados
correspondientes a los hábitos de salud muestran una
población predominantemente saludable y algunas fortalezas
personales se asocian con prácticas saludables.
El interés por el estudio
científico de las fortalezas humanas se centra en los
potenciales, los motivos y las capacidades que hacen que una gran parte
de las personas se adapte exitosamente en la mayoría de las
circunstancias de la vida (Sheldon y King, 2001). Es decir, las
fortalezas cumplen un papel fundamental en la existencia humana.
La gratitud y la curiosidad, que aparecen como relevantes para la
muestra en estudio, se han asociado de manera consistente con una
elevada satisfacción con la vida e indicadores de bienestar y
felicidad (Brdrar y Kashdan, 2010; Macaskill, 2012; Park y Peterson,
2008; Park, Peterson y Seligman, 2004; Peterson, Ruch, Beermann, Park y
Seligman, 2007; Shimai et al., 2006). La bondad se ha asociado con
bienestar (Proctor et al., 2011), menos síntomas de
depresión (Gillham et al., 2011), afecto positivo y
fortalecimiento de la conducta prosocial (Giménez
Hernández, 2010), y es también una de las fortalezas
más prevalentes en diversas poblaciones (Park et al., 2006;
Shimai et al., 2006). En esta población podría estarse
presentando lo que previamente han descrito Peterson et al. (2007), al
plantear que una vida satisfactoria se relaciona con el ejercicio o
puesta en práctica de las fortalezas personales. Siguiendo a
Aristóteles, los autores plantean que es posible que la
satisfacción con la vida resulte intrínseca a vivir de
manera coherente con ciertas fortalezas personales.
La puesta en práctica de las
fortalezas en muchas ocasiones se ve facilitada en las relaciones con
los demás. En este sentido resulta interesante notar que, con
excepción de la curiosidad, las fortalezas más relevantes
para los estudiantes en esta investigación los ubican como
personas que tienden a centrarse en los demás más que en
sí mismos, según los planteamientos de Peterson, 2006. Se
ha propuesto también que algunas fortalezas se acercan
más al “corazón” (en tanto implican
expresiones emocionales) y otras se relacionan más con la
“mente” (en las que el intelecto tiene predominancia)
(Peterson, 2006). De acuerdo con este planteamiento, los resultados de
este estudio muestran estudiantes más cercanos a las
“fortalezas del corazón” (como gratitud y bondad).
La integridad es la fortaleza relevante en esta población que
más se aproxima a las “fortalezas de la mente”.
Así, el grupo en estudio estaría compuesto por
estudiantes preocupados por los demás y con posibilidades de
expresar y ser sensibles a las emociones, lo cual resulta significativo
en carreras que requieren de habilidades para el trabajo con personas y
cuyas labores se verán potenciadas en tanto se logren establecer
conexiones con las poblaciones meta.
La gratitud se ubica como la
fortaleza más arraigada en los estudiantes de CIEMHCAVI. Con la
excepción de la carrera de Licenciatura en Ciencias del Deporte,
donde el liderazgo se ubica como la fortaleza más sobresaliente,
en el resto de las carreras y en los análisis por género
y nivel, la gratitud predomina. Esta fortaleza implica ser consciente y
agradecido por las buenas cosas que suceden (Peterson y Seligman,
2003). La gratitud como fortaleza relevante podría implicar una
serie de beneficios para la población estudiantil, tanto
individual como colectivamente, así como para la comunidad en la
que se desenvuelven. La capacidad para percibir, apreciar y saborear
los componentes de la propia vida se considera un factor determinante
en el bienestar (Peterson et al., 2007), específicamente, la
práctica de la gratitud se asocia con menos síntomas de
malestar físico, valoraciones más optimistas de la vida,
así como mejoramiento en el bienestar general y funcionamiento
óptimo (Emmons & McCullough, 2003; Wood, Froh y Geraghty,
2010). La gratitud se considera un rasgo de carácter tanto
público como privado que motiva la reciprocidad en la
interacción humana e inhibe la realización de
comportamientos interpersonales destructivos (Emmons y Shelton, 2002).
Algunas hipótesis con respecto a los mecanismos mediadores entre
la gratitud y el bienestar se asocian con la presencia de sesgos
cognitivos, estilos de afrontamiento eficientes y estados afectivos
positivos (Wood et al., 2010).
En el análisis de
correlaciones, la gratitud se asocia positiva y significativamente con
los hábitos saludables en cuanto al consumo de alcohol, tabaco y
otras drogas, lo cual podría llevar a la hipótesis de que
la apreciación de la vida y lo que sucede alrededor suyo
funciona como factor protector ante las opciones que presenta el
consumo de sustancias (Epstein, Griffin y Botvin, 2002). Ya Logan et
al. (2010) habían planteado que las fortalezas asociadas con la
trascendencia juegan un papel importante en la abstinencia del consumo
de sustancias. Previamente se ha planteado que el consumo de alcohol y
otras drogas es utilizado por universitarios como estrategia de
afrontamiento a las exigencias sociales y académicas (Grimaldo,
2012; Jiménez-Muro et al., 2009; Lema et al., 2009). De
ahí que resulten relevantes los hallazgos de Wood, Joseph y
Linley (2007), quienes encontraron que las personas que expresaban y
sentían gratitud tenían mayores probabilidades de buscar
apoyo emocional y social como medios de afrontamiento y en general
tendían a usar estrategias más positivas que
involucraban enfrentar los problemas (afrontamiento activo,
planificación, reinterpretación positiva) en lugar de
evitarlos (distanciamiento conductual, uso de sustancias y
negación).
La curiosidad también emerge
como una fortaleza presente de manera importante en la muestra de
universitarios encuestados. A esta característica se le reconoce
su contribución a los estados de bienestar en tanto facilita el
involucramiento activo en la búsqueda del disfrute en la vida
cotidiana (Kashdan y Fincham, 2004). En este sentido, se le considera
una “meta-habilidad” (Nakamura y Csikszentmihalyi,
2002), entendida como el reconocimiento, la búsqueda y la
autorregulación voluntaria de oportunidades novedosas y
estimulantes. La curiosidad implica valorar los propios intereses y
contar con motivación intrínseca y
autodeterminación (Kashdan y Fincham, 2004). Así, esta
fortaleza posibilitaría que los estudiantes desempeñen
sus actividades integrando el disfrute y sin necesidad marcada de
motivaciones extrínsecas.
Por otra parte, puede notarse que
tres de las cinco fortalezas con menores puntajes corresponden a
aquellas relacionadas con la templanza (humildad,
autorregulación y clemencia). Se ha señalado que la
modestia aparece como una de las fortalezas menos prevalentes en
diversas poblaciones y una de las que menos se asocia con la
satisfacción vital (Park et al., 2004). Si bien el amor por el
saber es altamente valorado a nivel educativo y social, tampoco
presenta correlaciones significativas con la satisfacción con la
vida (Park et al., 2004). Podría plantearse que, en el caso de
los estudiantes universitarios participantes en esta
investigación, la ubicación de estas fortalezas no
afectaría su percepción de encontrarse a gusto con su
vida y condiciones actuales.
Con respecto a la relevancia de las
fortalezas personales en aspectos académicos, se ha encontrado
que la gratitud es un factor predictor de éxito académico
(Park y Peterson, 2009), sin embargo, también lo son las
fortalezas intelectuales (como la curiosidad y el amor por el saber) y
de templanza (autorregulación, prudencia, humildad y clemencia)
(Lounsbury et al., 2009; Shoshani y Slone, 2013). La fortaleza amor por
el saber describe, por una parte, el modo en que una persona se
relaciones con habilidades e informaciones nuevas y, por otra, el
interés individual sólidamente establecido por el cual
una persona se relaciona con contenidos específicos. Las
personas con amor por el saber son cognitivamente activas y
típicamente experimentan sentimientos positivos en el proceso de
adquirir nuevas habilidades e incrementar el conocimiento que poseen
(Cosentino, 2009). Podría plantearse entonces la
hipótesis de que las personas con mayores puntajes en esta
fortaleza se involucren voluntariamente en conductas que conducen a
obtener mejores notas (indicador común del rendimiento
académico), tales como asistir activamente a clases, estudiar
los materiales asignados y preocuparse por aprender los conceptos clave
de las asignaturas (Lounsbury et al., 2009). La relación entre
fortalezas personales y rendimiento académico podría
constituirse en una vertiente de investigación en la
población estudiada, aportando conocimiento relevante en el
contexto de las universidades.
Los resultados relacionados con el
consumo de sustancias presentan una población estudiantil con
hábitos que no ponen en riesgo su salud y no se identifican
diferencias por género, carrera o nivel. Es posible que el
contexto en el que se desenvuelven estos estudiantes (una unidad
académica en la que la promoción de la salud es central)
haya contribuido al desarrollo de creencias que cumplan con un papel
protector y esto se evidencia en los hábitos. La ausencia de
puntuaciones que representen hábitos poco saludables o no
saludables en esta investigación contrasta con otros estudios
donde estas categorías representan el 50.1 % (Salazar y
Arrivillaga, 2004) y 16.6 % (Arguello et al., 2009).
En cuanto a los hábitos de
sueño, aparece una minoría de estudiantes con
hábitos poco saludables, mientras que el resto expresa llevar a
cabo prácticas que se ubican como muy saludables o saludables.
Los hábitos poco saludables pueden deberse a diversos factores,
tales como condiciones poco adecuadas para el descanso, exigencias
académicas y laborales y dificultades de organización
(Gaultney, 2010). El sueño contribuye al estado de salud en la
que medida en que permite al organismo recuperar la energía
vital requerida; la falta de sueño repercute en la capacidad de
concentración, el estado anímico, el tiempo de
reacción, el rendimiento físico e intelectual
(Domínguez y Díaz, 2006; Oblitas, 2008), por lo que
resulta conveniente prestar atención a posibles factores de
riesgo que pudieran precipitar dificultades mayores en este
ámbito.
En general, los resultados indican
que la población estudiada se caracteriza por la práctica
de hábitos predominantemente saludables y fortalezas personales
que facilitarían su desempeño como profesionales en el
ámbito de la salud. Resultaría relevante llevar a cabo
estudios de corte longitudinal que permitan reconocer eventuales
cambios en las variables investigadas durante el proceso de
formación profesional. La información generada en esta
investigación podría tomarse como base para la
generación de procesos de intervención con la
población estudiantil y docente, en el entendido de que las
fortalezas personales constituyen aspectos fundamentales de la vivencia
cotidiana de los seres humanos y su reconocimiento y puesta en
práctica aportaría elementos para experiencias formativas
óptimas y coherentes con estilos de vida saludables.
Referencias Bibliográficas
Arguello, M., Bautista, Y., Carvajal, J., De Castro, K., Díaz,
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Recepción: 05 de junio del 2014.
Corrección: 19 de enero del 2015.
Aceptación: 20 de enero del 2015.
Publicación: 31 de enero del 2015.
Artículo de la Revista MHSalud de la Universidad Nacional, Costa
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