Vol 16, No 31, Enero-Junio 2018 ISSN: 1409-3251 EISSN: 2215-5325

 

 

 

 

 

 

 

Disciplinamiento de las subjetividades

como estrategia de prevención de incendios:

El caso de las plantaciones forestales en el sur de Chile

Disciplination of Subjectives as a Fire Prevention Strategy:

the Case of Forest Plantations in Southern Chile

 

DOI: http://doi.org/10.15359/prne.16-31.7

 

Marien González Hidalgo

Universidad de Chile, Chile.

mariengonzalez@uchilefau.cl

 

 

Recibido: 03/08/2017 Aceptado: 20/03/2017 Publicado: 30/06/2018

 

 

 

Resumen:

El establecimiento del modelo forestal chileno basado en el monocultivo de especies de rápido crecimiento, no sólo fue posible gracias a la concentración de la tierra e inversiones público-privadas para el establecimiento de una industria extractiva dirigida a la exportación, sino también a través de un vuelco en el uso del fuego en el territorio. En este artículo reviso el papel histórico del fuego en la instauración del modelo extractivo en el sur de Chile. La noción de disciplina de Foucault es útil para explicar cómo se sustentó discursivamente, en el pasado y en la actualidad, la exclusión del fuego a partir de mensajes ambientales a las poblaciones locales, mientras estado y capital privado favorecen la forestación en monocultivo con graves impactos socio-ambientales para las comunidades locales. En este artículo muestro cómo las campañas de prevención de incendios en zonas con elevada superficie de plantaciones forestales buscan instaurar una disciplina en lo subjetivo y en lo emocional, que permita la acumulación de capital asociada al extractivismo forestal.

Palabras clave: ecología política, extractivismo, incendios, disciplina, emociones.

Abstract:

The establishment of the Chilean forestry model based on monocultures of fast-growing species was possible not only thanks to the concentration of land and public-private investments to establish an extractive industry aimed towards export, but also through a shift in fire use in the territory. This article reviews the historical role of fire in the establishment of forestry extractivism in southern Chile. Foucault’s notion of discipline is useful in explaining how the exclusion of the use of fire was and is discursively supported, by means of the dissemination of environmental messages to local populations, while state and private capital favor the expansion of tree plantations with severe socio-environmental impacts for local communities. In this article I show how fire prevention campaigns seek to establish and subjective and emotional discipline that guarantees the accumulation of capital associated with forest extractivism.

Keywords: political ecology, extractivism, fires, discipline, emotions

 

Introducción

Varios estudios han analizado los incendios más allá de una perspectiva únicamente técnica o ecológica, las relaciones de poder, los diferentes lenguajes de valoración que rigen el uso del territorio y las diferentes percepciones de las causas y los impactos de los incendios. Desde la perspectiva de la ecología política, destacan los análisis de los conflictos entre visiones conservacionistas o urbanas, que tienden a conceptualizar el fuego como “malo”, frente a la visión de los grupos cazadores-recolectores, pastores, y agricultores de roza y quema, que lo consideran como “bueno” por ser agente regenerador de sus recursos (Eriksen, 2007; Kull, 2002; Sletto, 2008). La mayoría de estos estudios se centran en zonas con bosques tropicales o donde se usa la técnica de la roza y quema, aunque también se han desarrollado estudios en los casos mediterráneos (González-Hidalgo, Otero Armengol y Kallis, 2013). Sin embargo, la cuestión del poder en la prevención del fuego en contextos extractivos forestales a base de plantaciones forestales no ha sido abordada. El estudio de caso de este artículo, a partir del modelo forestal chileno, permitirá cubrir este vacío.

En este artículo analizo las formas en que los incendios son excluidos de los territorios cuando el territorio forestal es visto como fuente de valor de uso y de cambio. Las plantaciones forestales son monocultivos para la producción con altas tasas de crecimiento (Cossalter y Pye-Smith, 2003), para abastecer a los mercados externos (Pryor, 1982): madera, carbón de leña, troncos y celulosa (Carrere y Lohman, 1996). En la actualidad, Chile cuenta con cerca de tres millones de hectáreas de plantaciones forestales (CONAF, 2011) concentradas principalmente en las regiones de Maule, Bío-Bío, Araucanía y los Ríos, el 78% perteneciente a grandes propietarios (CONAF, 2011; INE, 2007). El modelo económico basado en la extracción forestal a base de especies de rápido crecimiento, Pinus Radiata y Eucaliptus Globulus, se destina principalmente al comercio exterior, de los cuales Estados Unidos y China son los principales países a los que Chile exporta las materias primas forestales. En el año 2013, las exportaciones forestales de Chile supusieron más de 5 mil millones de dólares, constituidas principalmente por astillas, papel y madera aserrada, cuyos valores anuales se han mantenido en aumento desde los últimos veinte años (INFOR, 2014).

Una de las principales fuentes de vulnerabilidad para las plantaciones forestales es la incidencia de incendios, que suelen ser más comunes en las temporadas de verano. Los incendios en zonas de plantaciones forestales como el de enero y febrero de 2017 entre las regiones de Coquimbo a la Araucanía, donde murieron 11 personas y se quemaron cerca de 600 mil hectáreas (De la Barrera y Ruiz, 2017) no solo ponen en evidencia las limitaciones en la capacidad e extinción de instituciones públicas y privadas en situaciones climáticas adversas, sino también al propio modelo forestal. Puesto que, a priori, la quema de capital productivo no produce beneficios económicos1, las instituciones estatales y privadas en Chile dedican gran cantidad de recursos para la prevención y el control de fuego. Por ejemplo, en la temporada 2015-2016, se dieron 2.430 incendios en las zonas de propiedad de las empresas forestales (CONAF, 2017). Sin embargo, puesto que estas cuentan con elevado presupuesto para la extinción de incendios, la superficie media de estos incendios es mínima (2 ha). Aunque la estrategia principal de control de incendios en las plantaciones forestales es la extinción, las estrategias de prevención y campañas de comunicación general y puerta a puerta son también estratégicas en el territorio, ya que la Corporación Nacional Forestal (en adelante, CONAF) señala la accidentalidad y la intencionalidad como causas principales del inicio de los incendios2. Además, por parte del Estado y los medios de comunicación, en las zonas forestadas de las regiones del Biobío, Araucanía y Los Ríos, la intencionalidad de los incendios forestales se vincula al conflicto histórico del Estado de Chile con el pueblo Mapuche, algunas veces auto-atribuidos por las comunidades Mapuche en resistencia. La vinculación directa e indiscriminada del delito de incendio a comunidades Mapuche y la aplicación de la ley antiterrorista (López y Nitrihual, 2013) ha sido recientemente sancionada por la corte interamericana de Derechos Humanos (ACNUDH, 2014).

Una mirada histórica sobre el establecimiento del modelo forestal extractivo en el sur de Chile3 muestra cómo la instauración de este fue posible gracias a la destrucción previa del bosque nativo mediante el uso activo e intencionado del fuego; aunque, una vez establecido, el modelo necesitó dar un vuelco a la concepción y uso del fuego para asegurar su exclusión y control del mantenimiento de la actividad económica. Y, aunque la extracción forestal en plantaciones forestales se asocia a impactos socioambientales negativos, tales como pérdida de biodiversidad, contaminación, escasez de agua, migración forzada, precariedad laboral, dependencia del mercado externo, etc. (González-Hidalgo, 2015; WRM, 2013), los mensajes de exclusión del fuego para el mantenimiento del capital forestal están cargados de valores ambientales. Esta paradoja guía las preguntas de investigación de este artículo: ¿De qué modo Estado y empresas, a lo largo del tiempo, han creado un discurso, relativo a los incendios forestales, que no pone en cuestión los impactos socioambientales que supone el mantenimiento de los monocultivos forestales a nivel local? ¿Se pueden entender las estrategias de educación e intervención locales en el territorio como intentos de disciplinar a la población, en lo que debe pensar y sentir con respecto a las plantaciones forestales?

Tras explicar brevemente el concepto de disciplina de Michel Foucault y cómo sirve para analizar la reciente historia forestal en Chile y los valores asociados a esta misma (sección 2) y la metodología y datos utilizados (sección 3); presento una breve historia del establecimiento de la industria forestal desde su relación con el fuego (sección 4). Tras aportar evidencia empírica sobre el contenido de las campañas de sensibilización y comunicación del Estado y las empresas forestales en territorios con plantaciones forestales (sección 5), finalizo en la sección 6 discutiendo la relevancia del análisis crítico en lo que refiere a prevención de incendios forestales y las limitaciones de programas de sensibilización ambiental que forman parte de procesos económicos hegemónicos.

 

Disciplinar para la extracción forestal

No son pocos los estudios que han considerado marcos foucauldianos para evidenciar las formas de poder y disciplina en lo que se refiere a manejo forestal (para una revisión completa ver Winkel, 2012) y, más en concreto, en lo relativo a manejo de bosques y la prevención de los incendios forestales. Entre ellos, Sletto (2008) y Mathews (2005) analizan el ejercicio de poder de los Estados venezolano y mexicano, respectivamente, en las formas de gobernar la exclusión del fuego (Foucault entiende gobierno como la “conducción de la conducta”) y, por otro lado, cómo el uso del fuego es mantenido y reivindicado como herramienta agro-silvo-pastoral y simbólica, por algunos grupos locales. Michel Foucault define disciplina como los “métodos que permiten el control minucioso de las operaciones del cuerpo, que garantizan la sujeción constante de las fuerzas y les imponen una relación de docilidad-utilidad” (Foucault, 1990, p. 141). Es decir, el enfoque de disciplina de Foucault permite ir desde lo macro (en la constitución de la políticas económicas o ambientales relativas al desarrollo forestal y prevención de incendios) a lo más micro, para poder considerar cómo los regímenes económicos impuestos se incorporan, o no, a las formas de pensar y relacionarse con el poder en determinadas poblaciones y territorios.

En el establecimiento de plantaciones forestales, los territorios sub-urbanos, campesinos o indígenas se transforman en paisajes extractivistas industriales (Bridge y McManus, 2000). La concentración de la propiedad es una institución clave del poder en relación con las plantaciones forestales (Gerber y Veuthey, 2010), ya que facilita los procesos capitalistas en relación con la tierra, a través de créditos, subsidios, la industrialización y la proletarización del trabajo (Bull et al., 2006). Pero, además, los conocimientos, valores y discursos también son cruciales para garantizar y proteger los proyectos de plantaciones de árboles (Vandergeest y Peluso, 2006): por una parte, algunos mecanismos de responsabilidad social corporativa, como el Forest Stewardship Council son calificados como “lavado verde” de la actividad forestal (Bloomfield, 2012); por otro, la criminalización y violencia hacia las protestas contra los proyectos extractivos (Gerber, 2011) también son reportados como mecanismos de control territorial con el fin de establecer, sostener y ampliar las actividades forestales de monocultivo.

El control territorial de estos espacios ocurre, también, mediante el uso de la disciplina o la formación de subjetividades, es decir, mediante estrategias en que las instituciones estatales y de capital despliegan sistemas disciplinarios que buscan ser “tecnologías del yo” (Lemke, 2001), con el fin de que sean los propios sujetos los que asumen la responsabilidad de la aplicación de los mecanismos disciplinarios (Foucault, 1990). Por ejemplo, Du Monceau (2008) muestra cómo las plantaciones forestales en Chile transforman a los sujetos mediante la creación de una “mentalidad extractiva”, que varios grupos campesinos y comunidades indígenas adoptan, convirtiéndose en pequeños propietarios forestales. Una de esas tecnologías de poder es el énfasis en la responsabilidad individual, la cual promueve que sean los sujetos quienes asumen responsabilidades internalizando lógicas hegemónicas, actuando, por ejemplo, como protectores de bosques o abandonando formas tradicionales de subsistencia que dificultan el extractivismo forestal (Agrawal, 2005; Malhi, 2011). De esta manera, el énfasis en la responsabilidad individual quita el foco a los procesos más amplios de despojo y concentra la atención en individuos o grupos concretos como causantes de la degradación ambiental (González-Hidalgo et al., 2013). En este artículo analizaré cómo este mecanismo de poder disciplinario se despliega en el territorio forestal extractivo en el sur de Chile.

 

Metodología

La evidencia empírica que sustenta este artículo se basa en:

  1. Análisis de documentación secundaria y fuentes bibliográficas de contenido histórico, de mano de investigaciones que han recogido buena parte de la historia forestal de Chile. Se revisaron legislaciones estatales y se analizaron discursos e imágenes de campañas de prevención de incendios de CONAF, desde 1965 a 2014, facilitadas por este mismo organismo.
  2. Entrevistas semi-estructuradas (11) realizadas a responsables de prevención y control de incendios tanto del Estado (CONAF) como de las principales empresas forestales activas en Chile (en Santiago, Concepción, Temuco, Chillán, Arauco, Lota).
  3. Observación directa (por tres días) del programa de relaciones educativas y comunitarias que Working on Fire (WoF), una empresa subcontratada por la empresa forestal Arauco, desarrolla en talleres locales para la prevención de incendios.

Una vez recopilada y transcrita toda la información, realicé análisis del discurso (Arribas-Ayllon y Walkerdine, 2008) sistemático de esta, buscando qué narrativas y valores relacionados con los incendios forestales se usan en las campañas estatales y privadas de prevención de incendios. En este artículo no presento la evidencia de la resistencia que realizan las comunidades locales (para más información ver González-Hidalgo y Zografos, 2017).

 

Extracción forestal en Chile a partir de las cenizas

Antes de la colonización española (1598-1810), en los bosques templados del sur de Chile y Argentina vivían comunidades indígenas dispersas Mapuche, que con clareos del bosque establecían asentamientos. Su economía de subsistencia era de caza-recolección, lo que garantizaba la presencia de extensos bosques y alta biodiversidad (Camus, 2006). El mantenimiento de esta densa vegetación facilitó la resistencia indígena en su larga y violenta confrontación contra el imperio español. Durante el siglo XVII, la resistencia Mapuche impidió la colonización española del territorio, y los Mapuche establecieron formalmente su autonomía con el tratado de Quillín en 1641, en el cual establecieron la frontera en el río Biobío.

Esta autonomía terminó cuando el Estado de Chile declaró su independencia de España (1810) y los Mapuche pasaron obtuvieron la ciudadanía chilena (1819): la frontera comenzó a desintegrarse lentamente a través de la adquisición de tierras por grupos colonos chilenos y, posteriormente, alemanes (1845). La “Pacificación de la Araucanía” en Chile (1860-1881) y la “Conquista del Desierto” en Argentina (1878-1885) supusieron estrategias de Estado violentas para el control territorial, incendiaron casas y tierras Mapuche, para terminar con la incorporación de 5 millones de hectáreas de tierra al estado de Chile y la reducción del territorio Mapuche al 5%, con cerca de 4 hectáreas por miembro del clan (Mella, 2007). Esta expansión violenta de la frontera chilena a través de la acción militar fue motivada por el crecimiento del comercio internacional de trigo, en el que el centro de Chile disfrutó de un éxito temprano (Clapp, 1998), junto con la consideración de las poblaciones indígenas como una etnia inferior (Pinto, 2003) y la falta de productividad de las economías campesinas mapuches. El fuego no solo fue una herramienta para la expansión de la frontera, sino que también fue útil para hacer disponibles suelos con una gran cantidad de materia orgánica, que pasaban a ser cultivados con trigo para la exportación (Otero, 2006). Se estima que se quemaron unas 5 millones de hectáreas entre las regiones del Biobío, Araucanía y Los Ríos, (Ormazábal, 1992). La necesidad de leña y tierra productiva llevó al sobrepastoreo, erosión y destrucción de los bosques nativos, transformando a los pueblos Mapuche en campesinado empobrecido (Clapp, 1998).

En 1931, el gobierno decretó la primera Ley Forestal, que concedió exenciones fiscales a 30 años a los grupos propietarios que dedicaron tierra para plantaciones de árboles. La promoción de las plantaciones forestales se inspiró en la obra “conservacionista” de Federico Albert, un ingeniero forestal alemán contratado por el Estado en 1911, cuya “cruzada nacional contra la erosión” (Camus, 2006) vio en las plantaciones forestales una solución con múltiples beneficios: retención de suelos, reducción de la extracción de los bosques nativos, y fomento de una industria próspera. Camus (2006) y Otero (2006) resaltan cómo esta transformación económica y política fue facilitada, especialmente en sus inicios, por la asociación discursiva que realizó el Estado chileno entre el discurso extractivo y el discurso conservacionista: se justificó discursivamente el cambio de usos de suelo hacia forestal aludiendo al estado erosionado de los suelos del Sur. Si bien el uso constante del fuego que había supuesto la ampliación de la frontera agrícola a costa del bosque nativo resultó en una erosión evidente, la forma en que se argumentó estuvo claramente influenciada por los intereses de la época (Camus, 2006, p. 193).

Así, el Estado chileno apostó por suplir la demanda del mercado internacional de madera y celulosa, y el centro y sur de Chile era una zona ideal para el extractivismo forestal: disponibilidad de tierras despojadas (pocas reservas mapuches) y despojables (grandes haciendas agrícolas trabajadas por personas arrendatarias) y características biofísicas favorables para la rotación corta de cultivos forestales (Clapp, 1995). Además, mucho bosque nativo fue desmontado y pasó a ser superficie de plantaciones forestales4. Las empresas usaron tácticas coercitivas para que las comunidades locales vendieran, tales como: eliminar los derechos de propiedad comunitaria, exponer a cultivos, ganado y personas a pesticidas aéreos, aislar comunidades rodeadas de plantaciones forestales y vallar las propiedades para evitar el acceso de los locales. Gran parte de la población campesina vendió sus tierras y acabaron convirtiéndose, en muchos casos, en población pobre urbana, perdiendo, además, el acceso a su cultura indígena o campesina (Clapp, 1998). Entre 1964 y 1973, el Estado estableció aserraderos, fábricas de celulosa y fábricas de papel (que fueron privatizadas posteriormente). La perspectiva de esta industria emergente llenó el sur de Chile de esperanza económica, incluso para el gobierno de la Unidad Popular de Allende (1970-73), que esperaba poder resolver los problemas de la pobreza rural del sur y la desigualdad, lo cual proporcionó campesinado estable y mano de obra proletaria en el sector forestal (Klubock, 2014).

La consolidación del programa neoliberal bajo el régimen militar de Pinochet (1973-90) se constituyó a través de reformas para la liberalización de los mercados de tierras y aguas y la “modernización” de las industrias (Budds, 2013). El Decreto 701 de 1974 reunió, en un solo instrumento, los beneficios que distintos instrumentos de fomento forestal habían estado incorporando en los anteriores cuarenta años: franquicias tributarias, garantía de propiedad de los terrenos plantados, créditos especiales, convenios de forestación y subsidios directos a la actividad forestal (CONAF, 2013); ello dio un respaldo importante a una industria en expansión al subvencionar el 75% de los costos para la siembra (Bull et al., 2006). El ochenta por ciento de los pagos de las subvenciones fue a tres empresas forestales de las más grandes de Chile, que desplazaron los mercados de capitales privados. Por otra parte, muchas de las tierras que fueron redistribuidas entre los grupos campesinos de la reforma agraria (1962-1973) fueron devueltas a sus propietarios anteriores (Torres et al., 2015). Veinte años más tarde, una modificación del Decreto 701 (Ley 19.561, 1998) motivó también a sujetos propietarios individuales a participar como proveedores de materia prima a la industria: campesinado chileno y mapuche dejó de considerarse obstáculo para la expansión forestal y comenzó a recibir subsidios para la plantación de árboles. Hoy en día, las intervenciones políticas activas de los últimos 40 años han logrado diversificar un poco la enorme dependencia de la economía de Chile en sus productos tradicionales (cobre y nitratos) y el sector forestal contribuye al 3,1% del PIB nacional.

Este breve recorrido histórico de la génesis de la industria forestal en el actual Sur de Chile muestra cómo el extractivismo forestal de hoy fue posible debido a sucesivos usos del fuego. Recojo la evolución del uso del fuego de manera histórica en la tabla 1, que permitirá entender la conversión del fuego “malo” al fuego “bueno” en el siguiente apartado:

 

Tabla 1

Usos del recurso forestal y del fuego en el Sur de Chile según épocas

Periodo

Usos del recurso forestal

Usos del fuego

- 1600

Pre-hispánico

Caza, recolección, agricultura (papa, maíz) en vegas por roce

Agricultura de roza y quema por asentamientos humanos Mapuche

1600-1850

Colonización

Explotación de maderas para construcción, mineras y formación de ciudades

Herramienta de guerra por españoles frente asentamientos Mapuche

1850-1930

Incorporación de la Araucanía al Estado-nación chileno

Expansión de la frontera agrícola (trigo) mediante roce de recurso forestal

Herramienta como expansión de la frontera agrícola y ampliación de la frontera hacia territorio Mapuche

1931-1973

Modernización estatal: Inicios de modelo extractivo

Modernización de la gestión de los bosques y del sector forestal. Inicio de plantaciones forestales e industria asociada.

Uso de fuego como herramienta agro-silvo-pastoral, especialmente tras cultivo de cereales. Primeros reglamentos de prohibición de rozas

1973-actualidad

Establecimiento del modelo de desarrollo neoliberal

Economía de mercado y expansión del sector forestal

Vigilancia y sanción del fuego. Despliegue de medidas de control de incendios. Control de incendios coordinado con patrullas de vigilancia de carabineros y policía de investigaciones (Ley Antiterrorista)

 

Nota: Elaboración propia a partir de revisión del texto de Otero (2006) y Camus (2006).

 

La imposición de la disciplina: Del fuego bueno al fuego malo

El empuje a la re-conversión por parte del Estado y empresas a disponer de una industria forestal requería la regulación del fuego, pues, además, las especies introducidas, Pinus Radiata y Eucaliptus Globulus, presentan una gran sensibilidad al fuego (GHD, 2011). Había, por tanto, que difundir una “nueva verdad” para la población: el fuego, ahora, era “malo”. Si bien la preocupación por los impactos del uso masivo del fuego en suelo y vegetación estaban presentes ya desde antes del auge del extractivismo forestal en la década de los 70, las “preocupaciones” en torno al fuego que solían quedar sin implicación legislativa dieron paso al desarrollo de legislación, tecnologías y campañas educacionales desde 1980, cuando ya estaba establecido el sector forestal, para el control y prevención de incendios (ver por ejemplo el Decreto Supremo 276/1980, Ministerio de Agricultura).

Por tanto, la política nacional se hace cargo de la problemática de los incendios, a la vez que apuesta por el extractivismo forestal. Esto supone poner en marcha formas de disciplina por las utilidades que la industria forestal supone, que se transfieren a nivel local, de las siguientes formas:

Según rescata Camus (2006), los incendios provocados por actividades rurales de las temporadas 1985/86, hicieron saltar la alarma de entidades públicas y privadas. El jefe del departamento de protección forestal de Mininco, la empresa que sufrió los mayores perjuicios durante dicha temporada, afirmó entonces que:

Lo que más nos inquieta son las quemas controladas, es decir el uso del fuego como herramienta de trabajo agro-forestal. En Europa está prohibido...hay que ser más drásticos y es indispensable que para la Octava región[Biobío] se considere una modificación y se haga un estudio sobre el uso del fuego. Tenemos 600 mil hectáreas plantadas de pino radiata, la mitad del país, y definitivamente no se pude seguir utilizando tan desaprensivamente el fuego. Hay que modificar decretos y aprovechar la experiencia de otros países! (Camus, 2006, p. 304)

Esta cita muestra cómo el sujeto a educar para la prevención de incendios era la población local vecina a plantaciones forestales; se obvia la responsabilidad de las grandes empresas forestales respecto a los impactos socioambientales de la forestación exótica, legitimando así la expansión de la actividad de la industria forestal.

Analizando las campañas de prevención de incendios desarrollados por CONAF desde 1965 a 2014, resalta cómo, aunque estas están dirigidas supuestamente a todo tipo de vegetación forestal o arbustiva y se usa el apelativo de “bosque”, en realidad estas están dirigidas a la protección del patrimonio de la actividad extractiva6. Por ejemplo, en los afiches de campañas de prevención de 1969-70 (ver Figura 1), aparecen solo árboles similares al pino, sin imágenes relativas a otras especies arbóreas, arbustivas o agrícolas del sur de Chile.

 

 

Figura 1. Primeros afiches para la prevención de incendios donde se muestran imágenes de especies exóticas, en 1969-1970.

Nota: Imágenes facilitadas por CONAF (2013).

 

 

Para difundir medidas de prevención de incendios forestales, CONAF diseña campañas y crea figuras que insten a cuidar o custodiar el bosque: Forestín se define en 1984 como la imagen estatal de la prevención de incendios forestales, tras las imágenes de Custodio (1974) y el Zorro (1975). Forestín es la imagen de un coipo (Myocastor coypus), que habita en los bosques templados y se antropofiza para aportar mensajes ambientales en referencia a la prevención de incendios (Figura 2). Las campañas de Forestín tuvieron su máxima expresión en las temporadas 83/84 y 84/85, y concluyeron, por razones presupuestarias, en el año 1990.

 

Figura 2. De izquierda a derecha, evolución de las imágenes educativas para la protección de incendios (Custodio, 1974; Zorro, 1975 y Forestín, 1981).

Nota: Imágenes facilitadas por CONAF (2013).

 

La introducción de estos personajes cercanos a la población fue valorada como positiva por CONAF, ya que permitía que “la población captara el problema de los incendios forestales como un agente destructor de la naturaleza y como una tragedia...” (Entrevista a Jefe de Prevención de Incendios de CONAF, 03.12.2013). El análisis discursivo de estas campañas muestra, por un lado, un énfasis en la responsabilidad individual, instando al cuidado de los recursos forestales a la población local, a la cual se solicita que se transforme en custodia o vigilante (Figura 3). Como se ve en las imágenes, estos personajes solicitan colaboración para la protección de su entorno, una masa de pino continua expresa, claramente, el tipo de sujeto que se necesitan: el buen vecino o vecina y el ecosistema a cuidar: las plantaciones forestales.

 

 

Figura 3. Campañas de CONAF y empresas forestales que aluden a la responsabilidad individual de los incendios forestales. En las imágenes se ve a Forestín y Silvestre, el búho que es imagen de la Corporación Chilena de la Madera (CORMA).

Nota: Imágenes tomadas del sitio web de CONAF (2014).

 

Por otro lado, se observa cómo estas campañas buscan reforzar el modelo forestal extractivista (Figura 4) asociando “plantación forestal” a “bosque” y “vida” (campaña de prevención de incendios 1970), trabajo (campaña de prevención de incendios 1984) y protección de la naturaleza (campaña de prevención de incendios 1984).

 

 

Figura 4. Imágenes de las campañas llevadas a cabo por CONAF y empresas forestales en que la prevención de incendios asociadas a valores ambientales o económicos y a igualdad entre bosque y plantaciones.

Nota: Imágenes facilitadas por CONAF (2013).

 

Actualmente, las empresas que ofrecen servicios de control y extinción de incendios son socias estratégicas de las empresas forestales y, por tanto, parte del proyecto de acumulación de capital. Los presupuestos de manejo del fuego de las empresas privadas y de CONAF son similares (alrededor de US $ 20 millones anuales en 2014), aunque las empresas forestales gestionan una cuarta parte de la superficie que CONAF. En las cuentas nacionales del sector forestal (2005-2013), la lucha contra incendios tiende a ser la segunda actividad económica en términos de ventas, después de la explotación forestal y la primera en número de trabajadores (véase la Tabla 2 para información de 2013). Por ejemplo, FAASA, la principal empresa en la provisión de tecnología (aviones y helicópteros) a empresas privadas y CONAF, ha declarado un aumento del 50% en las ganancias entre 2003 y 2010. Cabe destacar que la mayor parte del trabajo en las empresas de control de incendios es temporal, lo que implica condiciones de subcontratación y de seguridad precarias.

 

Tabla 2

Información económica del sector forestal para 2013

Silvicultura, extracción de madera y otros servicios relacionados

Número de empresas

Ventas (mil millones de USD)

Número de personal trabajador dependiente informado

Renta neta informada de personal trabajador dependiente (mil millones de USD)

Explotación de bosques

1,285

985,646

13,979

31,550

Servicios de control de incendios forestales

806

232,031

31,516

44,362

Servicios de forestación

393

105,496

5,481

4,440

Servicios de corta de madera

834

32,298

2,862

1,813

Explotación de viveros de especies forestales

115

10,367

658

840

Recolección de productos forestales silvestres

111

5,373

649

435

Otras actividades de servicios conexos a silvicultura

754

85,180

11,636

11,060

 

Nota: Elaboración propia (Servicio de Impuestos Internos de Chile, 2013).

 

Puesto que los costes de extinción por vías aéreas son muy altos y en el verano las compañías se ven superadas por varios incendios simultáneos, en la actualidad las empresas forestales están incorporando cada vez más estrategias de prevención. El presupuesto de prevención de incendios de la empresa Arauco, por ejemplo, se ha cuadruplicado en los últimos 10 años, aunque todavía es solo aproximadamente el 1% del presupuesto total de incendios (entrevistas a jefe de la Protección del Patrimonio de Arauco y jefe de WoF, 25.02.2014). En áreas con alta incidencia de incendios, los mecanismos disciplinarios corporativos en aras de la prevención de incendios se basan en tres estrategias interrelacionadas: visibilidad, educación e intervención.

    1. Visibilidad. Por medio de distribución de material de propaganda puerta a puerta y conversaciones con comunidades locales, con mensajes asociados a responsabilidad, trabajo y la colaboración, como he señalado anteriormente.

    2. Educación. A través de campañas educativas en escuelas y asociaciones locales. Las empresas desarrollan actividades recreativas que buscan explicar e inculcar, sobre todo a la población infantil, valores de cuidado a la naturaleza, los beneficios de la industria forestal y las causas e impactos de los incendios forestales. Por ejemplo, la empresa Arauco llama a este programa “Cuidadores del Bosque” -de nuevo, el uso de “bosque” en vez de “plantación”- en este los niños y las niñas prometen “ante Dios, la patria y la bandera” ser guardianes y guardianas del medio ambiente y de los bosques (Observación participante, 26.02.2014). El objetivo de educar a la población infantil no es solo con la intención de que las futuras generaciones sean obedientes, sino también que sirvan de vehículos de valores a sus familias:

Entretenemos y damos premios a los niños...y después los voy a llevar a la casa. Así llegan cagaos de la risa contándoles a sus padres que estuvieron ahí, que son los adultos que andan ahora hueveando (molestando) en contra de nosotros, y ellos les van a decir que la empresa se portó bien, les van a contar a sus padres también, que también llevó a talleres...Así llego a todos los grupos generacionales que están vinculados a la actividad forestal” (trabajador de WOF, desarrolla talleres con comunidades locales, 26.02.2014).

Además, toda la comunidad es objeto de estas campañas educativas, y los talleres suelen ir acompañados de actividades para el público en general sin contenido ambiental o relacionado con la actividad forestal, como servicios de peluquería, servicios médicos, o la organización de torneos de fútbol para jóvenes, y excursiones para mayores. Así, la satisfacción de dichas necesidades de la comunidad ayuda a establecer “una relación de pertenencia entre las comunidades locales y la empresa” (trabajador de WoF, 19.06.2014).

 

Figura 5. Fotografía de talleres de prevención de incendios desarrollados por WOF en Lota (Región del Bíobio). A la izquierda, en la espalda de la peluquera se lee el lema de la campaña “Alto a los incendios forestales, de ti depende prevenirlos”. A la derecha, un prevencionista explica las virtudes de la industria forestal y los peligros de los incendios para la población.

Nota: Elaboración propia, 19.06.2014.

     

    3. Intervención. La intervención directa de las empresas en las comunidades locales puede tener lugar en zonas con alta incidencia de incendios intencionales, donde los límites entre intervención y cooptación no son claros, como afirma el propio Jefe de WoF (25.02.2014):

En un área con una gran cantidad de incendios cada año ... hemos decidido contratar a alguien de la comunidad, como vigilante, con una motocicleta. Los incendios se redujeron en un factor de 20 ... o bien estamos involucrando con éxito las comunidades o estamos contratando a los que provocan los incendios, no lo sé, pero la cuestión es que funciona.

Las relaciones entre las empresas y las comunidades Mapuche autodenominadas en resistencia pueden suponer estas estrategias de consenso, pero, como he comentado anteriormente, también es remarcable el establecimiento de la disciplina a través de estrategias coercitivas. Algunas comunidades denuncian cómo, después de los incendios en territorios Mapuche, son reprimidas, criminalizadas y allanadas. Por ejemplo, tras el incendio de Carahue (Región de la Araucanía, 2012), donde siete bomberos murieron durante la extinción en las plantaciones de la empresa Mininco, un dirigente de una comunidad Mapuche relata (06.03.2014):

El Ministro de Interior apeló a la Ley Antiterrorista apuntando directamente a nosotros como responsables de inicial el incendio, sin ninguna intención de querer saber qué pasó realmente…. Como en otros casos vinieron a nuestros espacios, destruyendo los cercos, nuestros sembrados, nuestras casas.

Es decir, el control del fuego no es solo una forma de llevar a cabo un lento sistema disciplinario de los sujetos, sino que también sirve para castigar violentamente a aquellos sospechosos de entorpecer el proyecto de acumulación de capital. El Estado chileno sitúa parte de la responsabilidad del éxito del sector extractivista en personas individuales, a través de la criminalización y también mediante programas educacionales y de buena vecindad. Aunque este proceso de disciplina no es siempre exitoso, no analizaré la respuesta de las comunidades en este artículo (ver González-Hidalgo y Zografos, 2017).

 

Disciplina y extractivismo

Las secciones anteriores ilustran cómo el extractivismo forestal chileno es el resultado de una sucesión de luchas de control territorial, en donde la configuración actual del territorio exige la imposición de una disciplina para el mantenimiento de las plantaciones forestales, mediante el control del fuego. En ningún caso pretendo argumentar que no son ciertos los impactos del uso masivo del fuego que se venía haciendo en Chile, ni las implicaciones socioambientales de los incendios forestales de cada año. Sin embargo, señalo que la lucha contra el fuego no está separada del proyecto económico forestal, basado en grandes plantaciones para la exportación de sus materias primas y que, por tanto, su prevención constituye una forma más de “vigilancia jerárquica” (Foucault, 1990) que el establecimiento de las plantaciones forestales supuso en el sur de Chile, aún con la paradoja de que solo gracias al uso histórico del fuego en el territorio es que podían las plantaciones forestales darse en ese territorio.

A través del material empírico recopilado, he mostrado cómo el control territorial necesario para la extracción forestal no solo se explica a partir de la concentración de la tierra, inversiones público-privadas o uso directo de la violencia, sino también mediante estrategias más sutiles (Peluso y Lund, 2011). La informalidad, la educación ambiental y la cooptación desempeñan un papel importante en el control de la subjetividades y formación de sujetos, a fin de que estos no entorpezcan el proyecto extractivo forestal. Este artículo, por tanto, no solo sirve para entender mejor la forma en que el poder circula en las plantaciones forestales y en las campañas de prevención de incendios, sino también puede inspirar otros estudios interesados en el extractivismo latinoamericano a explorar estas dinámicas (Svampa, 2011; Gudynas, 2013).

Además, este artículo demuestra también cómo el control de las subjetividades, y en concreto de las emociones de los grupos locales es estratégico para la prevención del daño y del conflicto en relación con las plantaciones. A través de estrategias de prevención de incendios, las empresas estatales y forestales buscan imponer discursos hegemónicos enmarcados como neutros o con valores ambientales positivos para que así la población local pueda apreciar la actividad forestal extractiva; también inculcan miedo en las personas de ser declaradas culpables de mala conducta, malas vecinas o incluso ser terroristas. Las compensaciones emocionales, como ofrecer campos de fútbol o servicios de peluquería son estrategias para que Estado y sector privado convenzan a los sectores lugareños de los beneficios de vivir entre plantaciones de árboles y alentarles a involucrarse emocionalmente con el proyecto extractivista forestal. Por tanto, este artículo no solo permite entender mejor cómo se sostiene la actividad extractiva forestal en el sur de Chile, sino, también, contribuye a los trabajos que analizan la disciplina, la gubernamentalidad y la biopolítica de los regímenes extractivos (Andreucci y Kallis, 2017; Li, 2007; Svampa, 2011), al mostrar, de manera específica, cómo las emociones son capturadas o insertadas en las narrativas de la disciplina extractivista.

Desde el punto de vista de las implicaciones políticas, no es el objetivo de este artículo proponer mejoras en la estrategia de comunicación para la prevención de incendios forestales del Estado o las empresas forestales. Mi análisis crítico de la información recopilada muestra que la forma en que el extractivismo de mano del ente empresariado forestal y del Estado neoliberal en Chile se ha apropiado de valores ambientales loables como la protección del suelo de los procesos erosivos o la pérdida de biodiversidad debido a grandes incendios forestales, hace que se transmitan valores que pretenden solo “conducir la conducta” hacia un “deber ser” que asegure la acumulación de capital, pero no hacia una construcción colectiva de territorios sin vulnerabilidad por incendios forestales. Por tanto, ante los incendios forestales en las zonas con plantaciones forestales masivas, así como ante proyectos criticados socialmente como la ampliación del DL 701 o la ampliación y modernización de la planta Horcones de la empresa Arauco (proyecto MAPA), resulta imprescindible que Estado y empresas forestales tomen en serio los impactos del modelo forestal en los suelos, las aguas, la biodiversidad, los tiempos y las economías locales, así como en las emociones y subjetividades de las comunidades locales.

 

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1. Tras los incendios en zona de plantaciones forestales, suele darse un debate social acerca de la cuota de beneficio para las empresas forestales en relación al cobro de seguros. Ver por ejemplo http://www.soychile.cl/Santiago/Sociedad/2017/02/01/444372/Forestal-Arauco-dijo-que-los-seguros-por-los-incendios-son-infimos-en-relacion-al-dano-causado.aspx

2. Entre 2003 y 2016, las causas de los incendios responden a las siguientes: 55,47 % accidentales, 32% intencionales, 0,31% naturales y 12,22 % desconocidas (CONAF, 2017)

3. En el artículo me refiero a sur de Chile de manera genérica, aunque mi trabajo se centra en las regiones con alta densidad forestal que son parte del territorio Mapuche, especialmente la provincia de Arauco en la región del Biobío y las regiones de La Araucanía y Los Ríos.

4. Se estima que el 31% del bosque nativo de las zonas de la costa pasó a ser plantaciones forestales entre 1978 y 1987 (Clapp, 2001; Cossalter y Pye-Smith, 2003).

6. La diferencia entre plantaciones forestales y bosques es uno de los principales argumentos del movimiento internacional contra plantaciones forestales (World Rainforest Movement) en relación con indicadores de biodiversidad, cantidad y calidad de agua, composición edáfica, tiempos de maduración, provisión de servicios ecosistémicos a las comunidades locales, etc. (WRM, 2013).

 

Disciplinamiento de las subjetividades como estrategia de prevención de incendios ...
Marien González Hidalgo

 

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