Vol 16, No 31, Enero-Junio 2018 ISSN: 1409-3251 EISSN: 2215-5325

 

 

 

 

 

 

 

Volver a la tierra: retorno migratorio y

recampesinización forzada en el

Valle del Mezquital, México1

Back to the land: migratory return and forced re-peasantization

in the Mezquital Valley, Mexico

 

DOI: http://doi.org/10.15359/prne.16-32.3

Raúl Hernán Contreras Román

Universidad Autonoma de México, México.

raulantu@gmail.com

 

 

Recibido: 21/11/2017 Aceptado: 19/10/2018 Publicado: 30/12/2018

 

Resumen

Ligado a la crisis económica de Estados Unidos que estalló a finales de 2007, el Valle del Mezquital ha experimentado un alto retorno migratorio. En esta región, la migración internacional había definido parte fundamental de la dinámica económica desde finales del siglo pasado. El autor plantea la interrogante: ¿De qué manera se relacionan con la actividad campesina los migrantes internacionales retornados desde Estados Unidos al Valle del Mezquital? En su respuesta, concluye la emergencia de un proceso de recampesinización forzada por las condiciones de la agricultura y el mercado de trabajo local.

Palabras clave: Valle del Mezquital, retorno migratorio, recampesinización.

 

Abstract

Linked to the American economic crisis that erupted at the end of 2007, the Mezquital Valley has experienced a high migratory return. International migration had defined a fundamental part of this region’s economic dynamics since the end of the last century. The author raises the question of how the international migrants that returned from the United States to the Mezquital Valley are related to the farming activity. The author concludes there is an urgent need for a re-peasantization process forced by agriculture and local job market conditions.

Keywords: Mezquital Valley, migratory return, re-peasantization.

 

Introducción

 

El Valle del Mezquital, situado al oeste del estado de Hidalgo en el centro de México, fue un espacio privilegiado de intervención agrarista desde la década del treinta del siglo XX. El agrarismo en la región, por medio del reparto de tierras y la construcción de una amplia infraestructura de riego, transformó ecológica y socioproductivamente la región. Una proporción mayoritaria de esta pasó de ser un territorio semiárido, con escaso potencial agrícola, a un importante polo de producción de maíz, forraje y hortalizas. Por ello, a esta región eminentemente rural se le conoce —desde mediados del siglo pasado— como el “Granero de Hidalgo.”

 

El fin del proyecto agrarista en México y las contradicciones acunadas durante su desarrollo en el Mezquital (cf. Contreras, 2016) se conjugaron en la liberación de un gran contingente de población que no podía ser absorbida en otros sectores económicos, ya que el núcleo de la economía regional, hasta las décadas finales del siglo pasado, fue el sector agrícola. 2La crisis de la agricultura regional hizo crecer el déficit laboral, especialmente en la población joven que comenzó, en la década final del siglo pasado, a integrarse masivamente a los flujos migratorios internacionales. Durante esa década, en los más de veinte municipios que componen el Valle del Mezquital, se experimentó un aumento sin precedentes en la intensidad migratoria. Dicho aumento empinó a Hidalgo, en la medición censal de 2000, entre los diez estados con la más alta intensidad migratoria (Serrano, 2006) y como el segundo con mayor crecimiento migratorio (Schmidt y Crummett, 2007).

 

En esta historia reciente, la crisis económica que asola al neoliberalismo a nivel global y que tuvo su origen en EE. UU., a finales de 2007, marca un punto de inflexión. Con ella se inauguró un fuerte flujo de retorno de migrantes acompañado de descenso en las remesas, en la migración circular y en la emigración de mezquitalenses hacia el país del norte. Aun cuando entre el 2005 y el 2010 los municipios de la región continuaron ocupando los primeros lugares en migración internacional del estado, en dicho periodo, estos municipios registraron el mayor flujo de retorno, que mostró el más alto incremento desde que se tiene registro. En este contexto, en este artículo nos planteamos resolver la interrogante: ¿De qué manera se relacionan con la actividad campesina los migrantes internacionales retornados desde Estados Unidos al Valle del Mezquital?

 

El retorno migratorio

 

En el marco de la crisis de Estados Unidos y frente a las deterioradas condiciones laborales y al aumento de la persecución a los indocumentados, un número sin precedentes de migrantes oriundos del Valle del Mezquital decidió, o se vio compelido, a volver. La tendencia hacia el aumento del retorno se hizo notar en la región desde el 2008, impactando especialmente en el descenso de las remesas. 3Hacia el 2010, Hidalgo era uno de los estados que más había resentido el retorno de migrantes, alcanzando una tasa de 3.1 %, tasa ampliamente superada en los municipios del Valle del Mezquital.

 

En un trabajo anterior (Contreras, 2014), caracterizamos a los migrantes de retorno al Valle del Mezquital de la siguiente manera: los retornados eran en su mayoría hombres, jefes de familia y jóvenes. En términos de sus características socioeconómicas, la mayor parte de los migrantes retornaba sin ahorros, ni inversiones productivas en el lugar de origen. Aunque la parte fundamental de las remesas se destinó al consumo básico de las familias, en momentos en que el flujo de estas era mayor, se destinaron a la construcción de viviendas para la familia y en menor medida a la compra de carro; pese a que se encontraron casos también relativos a la compra de tierras y/o insumos para la producción agrícola, el transporte público de pasajeros o la instalación de pequeños comercios minoristas en comunidades rurales. Sin embargo, en términos generales, los retornados por la crisis son migrantes que en su mayoría vuelven, como nos señalaban entrevistados del Valle, “como se fueron: pobres y sin trabajo.”

 

El retorno descapitalizado ha ejercido, desde finales de la primera década del siglo XXI, un efecto demostración que ha propiciado la emergencia de un relato negativo de la migración, los vicios que genera, las rupturas familiares y los peligros en el cruce por la narcoviolencia o por el control fronterizo en Estados Unidos. Estos elementos se conjugan en la emergencia de una narrativa sobre la migración y su relato, que ejerce influencia en la contención y contracción contemporánea del éxodo.

 

Retorno y mercado laboral regional

 

En el Mezquital las condiciones del empleo no son las mejores ni para los migrantes de retorno ni para los que no migran. Los retornados manifestaban encontrar un escenario económico muy similar al que existía cuando se fueron. Los cambios más significativos, que podían notar aquellos que volvían después de más de una década, se vinculaban con la terciarización de la economía de la región, por el crecimiento del sector servicio y, sobre todo, del comercio.

 

El sector agrícola continúa teniendo un peso significativo en la generación de ingresos en el nivel de la economía regional, especialmente en la zona irrigada. No obstante —por la extendida presencia del minifundio, 4la carencia de crédito, asistencia técnica e infraestructura para la comercialización y el acopio—, la pequeña agricultura, mayoritaria en la región, genera bajos ingresos directos para los productores; aun cuando la mayoría de estos se especializa en cultivos comerciales y de alta demanda, como la alfalfa y las hortalizas. Por su parte, en la zona sin acceso al riego, la producción agrícola se destina casi en su totalidad al consumo familiar, mientras que la ganadería de pastoreo, la transformación primaria de materias primas para la producción de carbón vegetal, ixtle (fibra de lechuguilla) o bebidas locales como el pulque se destinan a circuitos cortos de comercialización intrarregionales, mínimamente desarrollados.

 

Los empleos en el Valle del Mezquital suelen ser informales y de baja remuneración. La ausencia de industrias, la extendida presencia de tratos directos entre empleador y empleado por faenas de corta duración, así como el desarrollo de un comercio local (principalmente minorista) hacen presuponer que la informalidad en el empleo es de proporciones muy elevadas, quizás similares a las de Hidalgo, uno de los estados con mayor informalidad laboral en el país.5

 

En la agricultura, los requerimientos de mano de obra jornalera son esporádicos. Se reducen al mantenimiento de algunos cultivos, el cercado de propiedades o su mantenimiento, así como a faenas de col, ejote, chile y alfalfa, aunque en esta última la producción está altamente mecanizada.6

 

Por su parte, el sector de la construcción, en particular el de la edificación de viviendas, que fue muy dinámico en la generación de empleos durante los años de mayor intensidad migratoria, se ha desacelerado con el retorno de migrantes. Esta situación puede sugerirse también para los pequeños comercios, en particular para los localizados en pueblos y comunidades rurales dependientes de las remesas.

 

La tierra y retorno

 

En un contexto como el descrito, en el Valle del Mezquital las redes familiares y de solidaridad campesina e indígena son las que han respondido, dentro de sus posibilidades, a la demanda de reinserción productiva de los retornados. Se ha respondido con lo que se tiene: redes y, sobre todo, tierra. Los retornados, frente a las escasas oportunidades laborales locales, “vuelven a hacer” —como me señaló un ejidatario en Santa Ana Bathá— “lo que hacen sus padres o sus hermanos.” “El problema aquí —me comentaba don Anastacio, campesino de Chilcuautla— es que los que se regresan llegan sin nada y se ponen a trabajar en la milpa.”

 

Que la tierra constituya el refugio de los migrantes retornados en condición de retorno descapitalizado, ha posibilitado la eclosión de lo que denomino recampesinización forzada. Forzada porque no está motivada por la apertura en el acceso a la tierra, ni se relaciona con un aumento en los precios de los productos agrícolas o con un proceso de concientización política que incline a los retornados del Valle a la producción campesina. Por el contrario, es una estrategia defensiva desplegada frente a la crisis por la que los migrantes fueron compelidos a interrumpir su proyecto migratorio, el retorno descapitalizado y la nula diversificación económica del Valle.

 

Junto a las redes familiares que integran a los retornados al trabajo en la tierra o a irregulares oportunidades de trabajo fuera de esta, existen condiciones propias del desarrollo agrario en la región que otorgan margen de posibilidad para el desarrollo del proceso de incipiente recampesinización observada. La primera de ellas se relaciona con el acceso a la tierra cultivable, condición presente por las características que ha asumido el mercado de tierras en el Valle. Este no ha logrado mercantilizar en niveles significativos las propiedades ejidales y comunitarias, paralelamente a que la mayor proporción de propiedad privada se reproduce en las mismas condiciones que la propiedad social (minifundio y trabajo familiar campesino). En el Valle del Mezquital, la gran mayoría del territorio cultivable se encuentra en manos de pequeños campesinos minifundistas y la apertura del mercado de tierras no ha revertido esta situación, ya que, incluso entre los propietarios bajo régimen de propiedad privada, la superficie promedio no supera las dos hectáreas por productor.

 

La segunda condición se refiere al potencial agrícola de la región. El Valle del Mezquital es el principal polo de producción agrícola en el estado de Hidalgo y sus municipios son los que aportan la mayor cantidad de granos, hortalizas y alfalfa. En este último cultivo, el Mezquital es la tercera región productora a nivel nacional (SIAP, 2011). La permanencia del Valle del Mezquital como el granero y forrajero de Hidalgo es funcional a un tipo de acumulación que basa buena parte de su rentabilidad en la explotación de los campesinos.

 

El bajo precio del forraje mezquitalense hace más competitivo al sector pecuario industrial ubicado fuera del Valle, a la vez que la proporción de la producción destinada al autoconsumo y las remesas, subsidia la parte del salario negado en un contexto de mercado laboral precario. Es decir, el que la agricultura del Mezquital continúe, en gran medida, bajo formas de producción y propiedad campesina, y que desde ella aporte (en términos absolutos) altos niveles de productividad, otorga ventajas al sector capitalista que absorbe el valor del trabajo campesino y con ello se beneficia del mantenimiento de las formas de explotación campesina en la región.

 

La tercera condición, aunque relacionada con la primera, otorga particularidades al Valle del Mezquital frente a otras regiones rurales donde la posesión de la tierra continúa en buena medida bajo propiedad de los campesinos. Esta condición se relaciona con el hecho de que, en los municipios del Valle del Mezquital, los niveles de desactivación agraria son relativamente bajos. Por ello, siguiendo a van der Ploeg (2010), se sugiere la idea de desactivación relativa.7 En la región de interés, la tierra continúa siendo cultivada, los campesinos aportan la mayor producción agrícola de la entidad y destinan parte fundamental de su producción al mercado, toda vez que existe, particularmente en las zonas con acceso al riego, una creciente especialización en cultivos mercantiles (como la alfalfa) de alta demanda externa.

 

Estas tres condiciones se conjugan para posibilitar la eclosión de un incipiente proceso de recampesinización de los migrantes retornados al Valle del Mezquital, que logran acceso a la tierra mediante las redes familiares, las cuales prestan, entregan en mediería o les suman al trabajo en la parcela. Que la tierra continúe bajo formas de propiedad campesina posibilita esta integración, ligada a prácticas de solidaridad campesina y no necesariamente a un cálculo respecto de la productividad y la ganancia. Asimismo, el desarrollo de ciclos agrarios vinculados a cultivos mercantiles posibilita que los retornados se encuentren con una actividad agrícola activa, por lo que sumarse a ella no requiere necesariamente de su inversión económica. Con lo anterior, la integración de los migrantes de retorno a prácticas campesinas en la región no significa la reactivación del campo mezquitalense, ya que la tierra de la región no ha dejado de ser sembrada en casi todo su potencial. De tal modo, el proceso de recampesinización acá apuntado es de carácter cualitativo y se expresa como experiencia, en tanto que trayectoria laboral u ocupacional, de sujetos que habían dejado de trabajar en la tierra para migrar o que, por su edad al momento de migrar, nunca la habían trabajado.

 

Empero, paralelamente a que las condiciones materiales descritas abren espacio para un incipiente proceso de recampesinización, existen condiciones estructurales e institucionales que limitan el potencial de esta respuesta como alternativa sostenible, que funja como pilar para la integración definitiva de los migrantes de retorno y viabilice un proyecto alternativo al pauperismo y la inestabilidad económica. De las condiciones estructurales, la más incidente es la extendida presencia del extremo minifundismo en la región. Mientras, entre las condiciones institucionales destacan la ausencia de políticas productivas para el campo, la falta de créditos, asistencia técnica, promoción de la organización de productores, así como de subsidios a los precios y acceso a los mercados.

 

Estas condiciones estructurales e institucionales hacen que la actividad campesina esté limitada en términos de ofrecer horizontes de desarrollo a los productores del Valle. Los municipios del Mezquital, pese a aportar en conjunto la parte mayoritaria del valor de la producción agrícola de Hidalgo, captan un valor mínimo de esta, cuestión que redunda en la pertinaz precariedad de la pequeña agricultura regional.

 

Reflexiones finales

 

Bajo las circunstancias descritas, la tierra —en lugar de surgir como alternativa viable para la integración productiva de los retornados— emerge como refugio, cumpliendo la “función social” de la economía campesina en el capitalismo, desde la que esta acoge a aquellos trabajadores de origen rural o campesino, quienes han sido desechados del mercado de trabajo capitalista (Meillassoux cit. en Otero, 2004, p. 98). La tierra es reducida a su valor de uso, al que no pareciera otorgársele otra función que esta y la de mantener y reproducir al futuro ejército laboral migrante, que alimente la máquina engrasada por la diáspora mezquitalense.

 

En medio del debate entre campesinistas y descampesinistas, Manuel Coello (1981) se preguntaba si era posible plantear la recampesinización, en un contexto de acelerado proceso de descampesinización. El autor concluía que, en los países pobres, el aumento insostenible de la superpoblación relativa, acompañado del deterioro en las condiciones de reproducción de las economías no capitalistas y la imposibilidad física de la industria de absorber a la gran masa de trabajadores de origen rural, hacía que la parcela constituyera frecuentemente una “máscara” campesina para dicha población. Así, la recampesinización formaba, para Coello, parte de la dinámica de los trabajadores de origen rural que el mercado capitalista de trabajo no lograba reconvertir del todo en proletariado. Creemos que esta conclusión se reactiva en los tiempos del retorno y la contención migratoria que viven gran parte de las poblaciones rurales del centro-sur de México, desde hace una década.

 

En el Valle del Mezquital, volver a la tierra cobra una doble dimensión. La primera, la del retorno a comunidades y municipios de origen con los que se mantuvo un nexo mediante el envío de remesas, el pago de cuotas comunitarias, la participación eventual en festividades, la articulación de redes para recibir a nuevos migrantes y, sobre todo, el anhelo por retornar a construir en la tierra natal un proyecto de vida. La segunda, la de volver a la tierra como fuente de reproducción, volver a sembrar y a participar en el ciclo agrario. Volver para (re)hacerse campesino, como respuesta defensiva y coyuntural tanto al nuevo contexto que bloquea la migración internacional como al del mercado de trabajo local que no permite la total inserción laboral de los retornados.

 

Frente a la pregunta planteada al comienzo de este texto, es posible sostener que, si bien la tierra, por las condiciones descritas, actúa como refugio y posibilita la eclosión de un proceso cualitativo de recampesinización, no ofrece horizontes para la sustentabilidad económica de los retornados, al mismo tiempo que su inserción en mercados laborales, por medio de estrategias pluriactivas, se ve limitada por las condiciones del mercado de trabajo en la región. Por la precariedad en que se desarrolla la práctica de la agricultura en el Valle del Mezquital, la recampesinización de los retornados está limitada en términos de sus horizontes económicos y no constituye una posibilidad sostenible a largo plazo, para la reinserción productiva de quienes retornan ni para frenar el éxodo de nuevos migrantes mezquitalenses. La recampesinización en el Valle del Mezquital es, para los retornados, una respuesta defensiva y contingente, desplegada por la solidaridad familiar, mientras “sale algo mejor.” Sin embargo, esta respuesta parece prolongarse por las propias condiciones del mercado de trabajo local, que bloquea esa posibilidad para parte importante de quienes retornan.

 

Referencias

 

Artís, G. (1997). Minifundio y fraccionamiento de la tierra ejidal parcelada. Revista Estudios Agrarios, 8 (pp.1-21).

BBVA Bancomer. (2013). Anuario de Migración y remesas 2013. México: Fundación BBVA Bancomer.

Coello, M. (1981). ¿Recampesinización en la descampesinización? Revista Mexicana de Sociología, 1, (pp. 329-342).

CONAPO. (2012). Índice de Intencidad Migratoria México-Estados Unidos 2010. Recuperado de http://www.conapo.gob.mx/swb/CONAPO/Indices_de_intensidad_migratoria_Mexico-Estados_Unidos_2010

Contreras, R. (2014). Volver a la tierra. La recampesinización forzada de migrantes internacionales de retorno al Valle del Mezquital. (Tesis para optar por el grado de Maestro en Antropología). Posgrado en Antropología UNAM, México.

Contreras, R. (2016). Indio, campesino y migrante. Los proyectos históricos en la construcción del Valle del Mezquital como región. Revista de Estudios Otopames, 10, (pp. 13-57).

Escalante, R. (2001). El mercado de tierras en México. Serie Desarrollo Productivo, (p. 110).

Granados, J. y Pizarro, K. (2013). Norte, qué lejos te vas quedando. Implicaciones de la migración de retorno en México. Estudios Demográficos y Urbanos, 28(2), (pp. 469-496).

INEGI. (2010). Censo de población y vivienda. Recuperado de http://www3.inegi.org.mx/sistemas/mexicocifras/default.aspx?src=487&e=13

INEGI. (2011). México en cifras. (Datos desplegados del Estado de Hidalgo). Recuperado de http://www3.inegi.org.mx/sistemas/Movil/MexicoCifras/filtroABC.aspx?e=13&i=e

Otero, G. (2004). ¿Adiós al campesinado? Democracia y formación política de las clases en México Rural. México, D. F.: M. A. Porrúa, Universidad Autónoma de Zacatecas y Simon Fraser University.

Robles, H.; Rello, F. y Saavedra, F. (2012). Región de Ixmiquilpan, Hidalgo: ¿etapa final de una transición económica no exitosa? En F. Saavedra y F. Rello (eds.), Integración y exclusión de los productores agrícolas. Un enfoque regional. México: FLACSO.

Romero, H. (1997). El Valle del Mezquital, México. Estudio de Caso. PNUMA, CCAIS, OMS. Recuperado de http://www.bvsde.ops-s.org/eswww/proyecto/repidisc/publica/repindex/repi066/vallemez.html

Schmidt, E. y Crummett, M. (2007). Herencias Recreadas: capital social y cultural entre los hñañhu en Florida e Hidalgo. En América Latina y el Nuevo Orden Mundial. México: Miguel Ángel Porrúa Editores. Universidad Autónoma de Zacatecas.

Serrano, T. (2006). Migración internacional y pobreza en el estado de Hidalgo. México: Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo.

SIAP. (2011). Panorama agroalimentario y pesquero de Hidalgo 2011. Recuperado de http://www.siap.gob.mx/opt/flip/hidalgo/index.html

Van der Ploeg, J. D. (2010). Nuevos campesinos. Campesinos e imperios alimentarios. Barcelona: Icaria.

Viniegra, G. (2011). Criterios para considerar la innovación en el campo mexicano. La Jornada del Campo, 43.

 


1 Este artículo ha sido escrito con el respaldo del Programa de Apoyo a Proyectos de Investigación e Innovación Tecnológica de la Universidad Nacional Autónoma de México, Proyecto PAPIIT IN302117 Ganarse la vida. La reproducción social en el Granero de Hidalgo, el Huerto de Yucatán y la Faja de Oro en Veracruz.

2 En 1990, el 48.7 % de la población económicamente activa (PEA) del Valle del Mezquital se concentraba en el sector primario. En municipios como Actopan y Zimapán este porcentaje llegaba a 58.3 %, mientras que en Ixmiquilpan el 45 % de trabajadores ocupados desempeñaba tareas agrícolas y forestales (Robles et al., 2012). Para la comprensión de estos porcentajes, debe considerarse que, excluyendo al polo industrial situado en la ciudad de Tula, el desarrollo del sector secundario en el Valle del Mezquital era mínimo hacia la década señalada. Por su parte, el sector terciario estaba en su gran mayoría subordinado a la dinámica del sector primario. Lo anterior se relacionaba tanto con los patrones de consumo de la población local como con la importancia de las empresas comerciales dedicadas al acaparamiento y la intermediación, para la venta de productos agrícolas del Mezquital en espacios urbanos como el Mercado de la Merced, en Ciudad de México.

3 Antes de la crisis de 2007, las remesas constituyeron un ingreso fundamental para las familias de la región. Luego del salario, principal fuente de ingreso de las familias, las remesas constituían la segunda fuente de ingresos (cf. Robles et al., 2012). Como resultado de la crisis y del aumento del retorno migratorio, entre el 2007 y el 2010, en Hidalgo se registró una caída en la recepción de remesas superior al 65 % (BBVA Bancomer, 2013). Asimismo, entre el 2005 y el 2010, se redujo el número de viviendas que recibían remesas, de 5.06 % a 4.33 %, y disminuyó a la mitad el número de hogares con emigrantes, de 7.14 a 3.47 (CONAPO, 2012).

4 Ya en la década final del siglo pasado, el estado de Hidalgo era reconocido como una de las entidades de minifundismo extremo (Escalante, 2001). Según datos del Programa de Certificación de Derechos Ejidales y Titulación de Solares Urbanos, la media nacional de tierra por ejidatario era, en 1997, de 9.26 ha; mientras que en Hidalgo el promedio era de 3.30. Particularmente, en el Distrito de Desarrollo Rural (DDR) Mixquiahuala, en donde se concentra la mayoría de los municipios irrigados del Valle del Mezquital, el promedio de hectáreas por ejidatario era de 1.8; el más bajo entre los DDR de la entidad (Artís, 1997). Otros abordajes (Romero, 1997; Viniegra, 2011), centrados específicamente en los municipios del Valle, han calculado en 1.5 ha la superficie promedio por productor.

5 Según cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), disponibles para noviembre de 2017, el estado de Hidalgo es la cuarta entidad con mayor informalidad laboral, con un 73.8 %, cifra que supera en 20 puntos la media nacional (ver en http://www.stps.gob.mx/gobmx/estadisticas/pdf/perfiles/perfil%20hidalgo.pdf [consultado el 17 de noviembre de 2017]).

6 En los dos principales municipios productores de alfalfa de la región, los niveles de superficie mecanizada son altos: en Ixmiquilpan llegan al 92.3 % y en Alfajayucan representan 85.1 %, mientras que la media del estado de Hidalgo rodea el 58.7 % (INEGI, 2011).

7 Analizando los datos de los ciclos productivos de las últimas dos décadas, se puede concluir que solo una proporción menor al 15 % de la tierra cultivable del Valle del Mezquital no ha sido cultivada (cf. Contreras, 2014). Al variar aleatoriamente entre un ciclo productivo y otro el porcentaje de suelo no cultivado y al ser minoritario este último respecto del suelo cultivado, es preferente utilizar la idea de la desactivación, en lugar del concepto de desagrarización. Aun así, podría ser pertinente emplear la noción de desagrarización para señalar el peso que ha adquirido el salario en la composición de los ingresos de las familias con acceso a la tierra (81 %, según Robles et al., 2012). Esta noción, que otorga centralidad al trabajo no agrícola, limita observar la diversidad y las especificidades regionales, respecto de la importancia de la práctica de la agricultura campesina en las bases diversas de reproducción familiar. Alternativamente, van der Ploeg (2010) propone la idea de desactivación para referirse al proceso en que la producción agrícola se detiene o reduce voluntariamente y que, a diferencia de la descampesinización, se vincula con el estancamiento o reducción de la producción agrícola y no con el abandono definitivo de la agricultura. Si bien, como apunta este autor, la desactivación reside esencialmente en la agricultura empresarial, la que puede migrar a otra actividad económica no agrícola según criterios de rentabilidad, “se podría argüir que el dedicarse a muchas actividades diferentes, una frecuente característica de la agricultura campesina, también representa un tipo de desactivación” (p. 30).

 

Volver a la tierra: retorno migratorio y recampesinización forzada en el Valle del Mezquital, México
Raúl Hernán Contreras Román

 

Licencia de Creative Commons
Revista Perspectivas Rurales. Nueva Época se encuentra bajo una licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License.
Creado a partir de la obra en http://www.revistas.una.ac.cr/index.php/perspectivasrurales