La pobreza o la desigualdad: ¿por dónde empezar en América Latina?

Poverty or inequality: where to begin in Latin America?

Miguel Iano de Andrade
Asociación Izunome
migueliano@gmail.com

Resumen

Este trabajo reflexiona sobre el desarrollo humano a partir de índices, su elaboración y fidedignidad; cuenta los antecedentes de la construcción de la estructura económica de Brasil y establece una discusión sobre la desigualdad social y el desarrollo humano en esta nación, a pesar de los costosos programas sociales ejecutados por este país durante los tres últimos gobiernos. Además, concluye que la mejoría de la calidad de vida de la población brasileña se dará no solo por el aumento de la condición económica y la disminución de las diferencias sociales, sino principalmente por el desarrollo de la civilidad entre sus habitantes, la participación activa, consciente e interesada de cada individuo por el crecimiento del bien común.

Palabras clave: desarrollo, desigualdad, civilidad, Brasil.

Abstract

This article is a reflection on human development based on indexes, its elaboration and reliability; it also exposes the background of the construction of the Brazilian economic and human development in this nation although the expensive social programs executed by the lost three administration. It also concludes that the improvement of the Brazilian´s population quality of life will be possible not only as a result of economic condition increase and social differences reduction, but mainly because of the development of civility among inhabitants, as well as their active, conscious and interested participation in reach of common welfare.

Keywords: Development, inequality, civility, Brazil.

Una mirada sobre de Brasil a través de índices globales de desarrollo, debe ser llevada a cabo junto con hechos históricos, características socioeconómicas y geográficas, y la diversidad regional fundamentales del país para buscar encontrar las razones de la actual situación de la población nacional, pues una mirada simplista a los números puede generar una comprensión unilateral y por lo tanto equivocada de la realidad del modo de vida de esta sociedad.

Esta reflexión es un ejercicio práctico que tiene por objetivo cumplir con el requisito del curso de desarrollo humano de la Maestría en Desarrollo Comunitario y proporcionar un acercamiento a las realidades vividas dentro de Brasil mediante las informaciones recolectadas en diferentes instituciones públicas y privadas y ONG´s para comparar la seguridad ciudadana, el empleo, el desempleo, la pobreza y la desigualdad.

Como antecedente es vital comprender que Brasil es un país de dimensiones continentales, con cerca de 8,5 millones de km2 (Instituto Brasileiro de Geografia e Estatistica, 2014) y aproximadamente 200 millones de habitantes, divididos en 5 regiones con un total de 27 estados federados.

Fue colonizado inicialmente por Portugal que en el siglo XVI disputaba con España el descubrimiento y posesión de tierras en el entonces llamado Nuevo Mundo, con total dominio en la organización social y económica, salvo breves períodos de ocupación holandesa y francesa en la región nordeste del territorio, lo que sin duda explica algunas características físicas y de costumbres regionales, actualmente perceptibles apenas para los más acuciosos investigadores.

A partir de los años fi ales del siglo XIX, ya abolida la esclavitud e instaurada la república, “el país pasa a recibir emigrantes japoneses y europeos, que se han instalado en la región Sureste teniendo como principal actividad el cultivo de café, originando la llamada “aristocracia rural” con características diversas de las originadas en el Noreste con la caña de azúcar”, muy bien retratada por Gilberto Freire ( Rede Omnia, 2014).

Los ciclos económicos, analizados en la clásica Historia económica de Brasil, de Caio Prado Júnior, como el oro en el centro-oeste, la extracción del hule en el norte y la actividad pecuaria en la Región Sur, conforman las diversidades regionales hasta la mitad del siglo XIX cuando la economía sufre un fuerte desarrollo industrial que muestra la formación de las clases sociales. A lo largo de la historia de la colonización, imperio y república un trazo determinante fue la dependencia económica[1], conforme un brillante estudio del profesor Fernando Henrique Cardoso, ex presidente de la República.

Tal característica, evidentemente se acentúa en los tiempos de la globalización, que origina los actuales análisis de desarrollo a partir de los datos puramente cuantitativos para facilitar la comparación y los programas mundiales de desarrollo económico.

Vale resaltar la importancia de estudios más extensos sobre las diversidades de la economía de la sociedad brasileña a partir del Imperio Portugués, y de la cultura y civilización precabaralina, por comparación con la economía y sociedad de las naciones originadas en la colonización española y las culturas prehispánicas.

Brasil entra entonces al mapa europeo en el año 1500 por el viaje de Pedro Alvares Cabral, quien descubre nuevos mercados a los productos portugueses para hacer crecer las riquezas de su país. Este hecho condiciona el territorio de aquel entonces a una colonia exploratoria de la corona portuguesa. Un abundante espacio con abundante, algunas áreas con metales preciosos y semipreciosos – incluí el oro -, clima tropical que facilitó la extensa producción agricultura y poca resistencia de los nativos para su dominio.

Esta reseña muestra un país que ha pasado por la colonización exploratoria, por la esclavitud, por los monocultivos de caña de azúcar y café, la explotación de la madera de los bosques tropicales y una historia caracterizada por grandes extensiones de tierra bajo una clase aristocrática dominante, lo que remonta problemas coyunturales importantes reflejados durante su historia como una sociedad extremadamente desigual económicamente, el resabio de políticas y políticos corruptos desde su implantación y, lo peor, la sumisa condición cultural del pueblo que absorbe lo que es producido afuera como algo mejor que sus propias creaciones y producciones.

Los antecedentes descritos son importantes para entender hoy el comportamiento social de la nación y crea la necesidad de aclarar puntos entre índices y parámetros de desarrollo económico y social con la realidad del desarrollo de la vida humana, así como la relación entre la perspectiva de crecimiento económico, la industrialización y el contexto del mejoramiento de la calidad de vida. Y finalmente una reflexión del camino trillado por la humanidad en violentas y desiguales urbes o la descentralización humana en la distribución más uniforme de los territorios, permitiendo así el desarrollo regional y local con características propias de cada sitio.

En primera instancia, observar los informes internacionales con la ubicación de cada país encasillado por un número y pretender que solamente esto refl e el desarrollo humano, es una visión restrictiva. Este análisis de desarrollo humano debe partir de con cuales elementos se construye el índice que reflejará el desarrollo de la vida de los humanos. A este respeto vale recordar la limitación de los datos cuantitativos a partir de los sistemas de información y sus herramientas de producción. O sea, existe la discusión de tres puntos de referencia para el análisis de los indicadores cuantitativos a partir de los cuales se comprendan y utilicen los índices, cuando se quiere hacer una intervención para el desarrollo, como lo explican innumerales artículos al respecto.

Según las guías de administración pública, uno de los puntos es “la veracidad de los datos, que a su vez resalta otros puntos: el informante, si es categorizado; el instrumento de colecta en su claridad y ordenamiento y la periodicidad que hace mención a la relación con las variaciones temporales del dato y el costo de la producción y ejecución del proceso de creación del índice, lo que genera un elevado número personas en ocupación en actividad sobrecargando así los costos administrativos en todos los niveles de la administración pública y privada en lugar de ser utilizados para las actividades meta” (Departamento Administrativo de la Función Pública, 2012).

Sin embargo, es de gran ayuda partir de algún dato referencial para mejorar las condiciones de estudios, investigaciones y finalmente propuestas de solución para motivar el desarrollo humano. Por lo tanto, serán confiables los índices cuando se pueda de manera objetiva evaluar al ser humano de forma integral, tomando en cuenta sus valores éticos, morales, emocionales, sociales y espirituales, así como sus verdaderas aspiraciones y necesidades.

En el caso de Brasil específicamente, se ha visto en la última década el mejoramiento porcentual de muchos indicadores económicos con la inclusión de grupos sociales marginados y principalmente el número indicador de reducción de la miseria. Es un caso exitoso, de mucho esfuerzo de la nación y sin duda un ejemplo, pero cabe la pregunta: ¿están más felices los brasileños? ¿Tienen más posibilidades reales de desarrollo y en qué dirección? ¿Están creando acuerdos económicos y sociales sólidos? ¿Tendrán condiciones de mantener los niveles de vida alcanzados con base en los programas sociales? Para dialogar con más propiedad se puede verificar que en el año 2012, Brasil presentó la menor tasa de desempleo de la historia con 4,6% de la población. La trayectoria dio inicio en el año 2002 cuando el país tenía más del doble de desocupados, lo que representaba alrededor de más de 2,6 millones de la población económicamente activa (Agencia Brasil, 2014). Este marco se reflejó también por el avance en la generación de 2,2 millones de empleos formales en el año 2011 que representó 5,9% más en comparación en el año 2010, según los datos de la Relación de Informaciones Sociales (Rais). Además se informa que fue la tercera más grande generación de empleos de toda la serie histórica desde 1985 (Agencia Brasil, 2014), resultado del éxito de las políticas de incentivo a la producción y de la formalización de las actividades económicas practicadas por el comercio callejero, la reducción de las tasas de interés y la exoneración de algunos impuestos para impulsar el consumo y consecuentemente generar empleos sin depender de los mercados internacionales todavía inestables por la crisis inmobiliaria de Estados Unidos en el año 2008.

Esta información puede demostrar que Brasil viene transforman su trayectoria histórica de explotación del trabajador y mejorando las condiciones laborales de una forma más justa y humana. Otro punto importante por considerar fue que durante el “gobierno de Lula (2003-2010) se constató que un poco más del 90% de los puestos de trabajo creados se concentró en la franja de hasta tres salarios mínimos, lo que explica que la masa salarial vuelva a crecer, más por el efecto de la fuerte generación de empleos que por el aumento de su suma media”. Y en enero de 2010, por primera vez en 40 años, el salario mínimo equivale nuevamente al registrado en marzo de 1968 (Lavinas, 2012).

Por lo tanto, es evidente que “la sociedad brasileña viene cambiando su comportamiento histórico de la economía para disminuir la pobreza, lo que debería reflejar el mejoramiento de las condiciones de vida de la población, hazaña que fomenta el pensamiento neoliberal”, ya que el crecimiento económico por el libre mercado conduce consecuentemente a mejorar la vida de los individuos (Vergara, 2004).

Sin embargo, en Brasil, a pesar del crecimiento económico vivido, los desafíos para promover la seguridad ciudadana y enfrentar la violencia estructural generada por la pobreza y la desigualdad históricas existentes son un gran reto. A medida que la población crece, las urbes se vuelven más grandes y más difíciles de controlar, pues la gran masa poblacional que se concentra, principalmente los desocupados sigue siendo una preocupación que genera males (Instituto de Investigaciones Económicas , 2010). A este respecto el gobierno brasileño creó el “Ministerio das Cidades” en el año 2003 lo que prueba el aumento de la burocracia estatal en lugar del uso de recursos para actividades concretas.

Como muestra el informe de seguridad de 2013, el país presentó un promedio de 47 mil crímenes letales intencionados entre los años 2008-2012 (Senado Federal, 2014). La edición 2011 de Human Rights Watch (Human Rights Watch, 2014), evidencia que las ejecuciones extrajudiciales de la policía mi- litar del Estado de Rio de Janeiro sumaron más de 5 mil personas durante el año 2010, lo que muestra que la violencia directa expresada en los homicidios y el comercio de sustancias ilícitas son una realidad en la sociedad.

O sea, aunque haya más personas con trabajos formales, con mejores condiciones laborales incluyendo seguro social y salarios más elevados, la transformación social de los patrones de agresividad y la no participación en las actividades ilícitas todavía deben tardar algunas generaciones, pues los cambios en la estructura formativa de la sociedad se generan a partir de la educación cívica y académica, la formación y fortalecimiento del capital social con la difusión del conocimiento, y el impacto del cambio sembrado en esta generación, lo que seguramente será evidenciado cuando la civilidad llegue a ser parte fundamental de los individuos.

Así, es a través de formación de las nuevas generaciones que los cambios ganan la legitimidad y la confianza de la población, al mismo tiempo que los agentes de seguridad pública tendrán que acudir a un programa de actualización de su forma de proceder para atender el nuevo orden social, de ciudadanía y cooperación que está siendo creado.

Aquí cabe destacar que el punto principal para el cambio es la civilidad en toda su dimensión: desde la participación en los procesos políticos hasta el respeto y compromiso con la vida de todos los participantes de la comunidad y el ambiente. La civilidad debe sobrepasar el carácter de formación escolar formal o participación ciudadana. Es la civilidad que se rige por un camino superior a la formación académica o niveles económicos opulentos, pues está basada en los valores de respeto a la vida como ser humano, de respeto al bienestar común para una sociedad justa construida por todos.

El desarrollo humano sólido y sostenible nace no por el miedo y cumplimiento de las leyes o por programas de asistencialismo o la inclusión socioeconómica o cultural, sino por la conciencia humana del esfuerzo de querer aportar a la construcción de un bien mayor, el bien colectivo.

En este sentido, Brasil ha llegado a un nuevo marco en su historia. En la presentación de la evolución de los indicadores sociales de la última década, la ministra de desarrollo Tereza Campello dijo que el país se ha fijado metas ambiciosas que lo sitúan en otro nivel de desarrollo. “Brasil ha reducido la pobreza, 24,25% en 2002 a 8,55% en 2012. Y la pobreza extrema bajó de 8,8% a 3,5% durante el mismo periodo. La inversión del gobierno federal en las políticas de seguridad alimentaria y nutricional se quintuplicó entre 2004 y 2013. “Durante este período, el presupuesto en el área aumentó de R$ 13.4 mil millones a 77 mil millones de Reales. Entre 2011 y 2013, el gobierno de Dilma duplicó el presupuesto” (Governo Federal , 2014).

No hay duda de que la inversión estatal en favor de la sociedad ha sido grande y que los resultados han sido notorios. Los dos programas sociales brasileños de gran éxito son el “fome zero” (hambre cero) y el “bolsa familia” (beca para familias), ambos desarrollados por el gobierno brasileño con el apoyo de la sociedad civil, donde el primero se destacó por el objetivo de sacar a los brasileños del nivel de la extrema pobreza distribuyendo alimentos y vestimenta a los menos favorecidos de la sociedad. Era la forma de redistribución de la riqueza de forma sutil. El segundo consiste en garantizar un ingreso mínimo para las familias que mantienen a sus hijos en las instituciones formales de educación básica.

Sin embargo, no se puede perder la mirada de hasta dónde se desea llegar. Un país crece por sacar a los pobres de la miseria, y también crece porque la franja no miserable de la sociedad consigue seguir creciendo, produciendo y generando condiciones para mantenerse lejos de la miseria.

Al detener la observación sobre este punto se encuentra uno que el crecimiento económico reproduce la desigualdad social en América Latina. De acuerdo con la demanda de los gobiernos, CEPAL, PNUD e IPEA presentaron un informe basado en un extenso estudio econométrico (CEPAL/ IPEA/PNUD, 2003) que concluye que, en América Latina: a) El crecimiento económico tiende a concentrar riqueza. b) La reducción de las desigualda- des es un mecanismo más efectivo para la reducción de la pobreza que el crecimiento económico. c) Los elevados niveles de desigualdad de América Latina son un obstáculo para el logro de un crecimiento más dinámico. d) La desigualdad social, característica de América Latina, muestra una gran persistencia.

Siguiendo el pensamiento de Bernardo Kliksberg, ex directivo del BID, la pregunta que se genera y se repite a partir de los hechos es ¿por qué en América Latina, el lugar de más desigualdad del mundo y con fuertes evidencias de que esa desigualdad reduce los potenciales de crecimiento, no se ha gestado un debate serio y consistente al respecto?

Para Boisier, la respuesta se encuentra en las carencias de conocimiento (Boisier, 2003), pero también “en necesidades ideológicas derivadas de las estructuras de poder latinoamericano. De hecho para muchos políticos y economistas neoliberales, el problema que debe ocupar el centro de atención sería la pobreza y no la desigualdad social, sosteniendo que esta última sería una simple preferencia ideológica de los grupos socialistas” (Vergara, 2004).

Pero en realidad, un “escenario previo de elevada desigualdad social parece ser un ambiente inhóspito no sólo para que las políticas de crecimiento económico nacionales e indiferenciadas puedan entregar resultados productivos sino también para generar los rendimientos crecientes que permitan que la acumulación de capital cumpla con su rol de motor del desarrollo endógeno” (Vergara, 2004). La sociedad con creciente desigualdad se destaca por los bajos niveles educacionales que impiden la difusión de las innovaciones, las nuevas formas productivas fl bles y el desarrollo de una nueva institucionalidad con mayores componentes de ciudadanía.

Entonces, aunque se observa una importante mejoría de los índices de desarrollo económico en Brasil y un gran esfuerzo nacional para aumentar de los salarios, para combatir la miseria y para garantizar el acceso a una vida digna, l Brasil necesita mucho trabajo para revertir el profundo peso histórico de su desigualdad social y lograr seguir creando bases educacionales que permitirán la innovación e implementación de nuevos sistemas de crecimiento por medio de la inclusión y participación social.

En relación con esto, recientemente se han creado leyes que garantizan cuotas de ingreso a las universidades estatales para los grupos menos favorecidos de la sociedad, como personas de raza negra, personas con discapacidad, extranjeros y alumnos de escuelas públicas.

Todos los esfuerzos hechos durante los últimos tres gobiernos del Partido de los Trabajadores, han conducido a un Brasil más estable económicamente, con más oportunidades económicas, con un mejoramiento sustancial en la parte social, aunque ahora se presenta otro gran reto: crear nuevos espacios para la participación social de la población que se ha formado durante esos años de cambio. Una evolución democrática para escuchar, negociar y tomar decisiones en conjunto con la población.

O sea, es la madurez de la democracia como un proceso participativo, transparente, honesto que abre nuevas oportunidades para que la población pueda superar el nivel de vida alcanzado y se motive a seguir creciendo para el desarrollo del país como nación, además de la posibilidad de crear condiciones para sanar las deficiencias estructurales de décadas atrás y cuidar que los sistemas productivos adoptados no sean depredadores del medio ambiente y de la población.

 

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[1]  Brasil ha mantenido a lo largo de su historia una relación con las demás naciones asociada al potencial agroexportador. Esto es, Brasil se sometía a os intereses del mercado externo en relación con los productos agrícolas nacionales como azúcar, café, cacau, algodón, etc. lo que generó la dependencia nacional de los productos industrializados de los países más adelantados en la industria hasta el periodo de la II Guerra Mundial. Después de la Guerra, Brasil asume una política de proteccionismo y desarrollo pero al prevalecer las políticas neoliberales, el país queda sometido a las potencias capitalistas y la dependencia del capital externo y al Fondo Monetario Internacional. Apenas en la mitad de la década de los 90, Brasil asume una posición hegemónica en el continente y pasa a liderar el Mercosur, crear alianzas con China, República Soviética y Corea del Sur, y pasa a buscar independencia en el campo internacional, desarrollando tecnologías propias y liberándose de la dependencia económica de otras naciones (Ekman Faber, 2014).