Voces

ESTE ES UN ESPACIO PARA VOCES DIVERSAS QUE NO SE EXPRESAN CON EL FORMATO DE ARTÍCULO CIENTÍFICO

A Ericka Scholz Vega (1953-2018). In memoriam

 - Eduardo Saxe 

Dos filósofos y una filósofa, oriundos de San Rafael de Oreamuno, Cartago, contemporáneamente han sido protagonistas en los estudios universitarios de Filosofía, en la Universidad Nacional de Costa Rica (UNA). Ellos son Alexis Ramírez Vega y Luis Rivera Pérez, por un lado, y Ericka Scholz Vega por el otro. No escribo sobre ellos porque afortunadamente continúan vivos.

Ericka nació y creció en el centro urbano del citado cantón de la provincia cartaginesa, siendo la mayor de tres hijas del matrimonio de Werner Scholz y Berta Vega Sanabria. El paisaje maravilloso, con formas o borroso (niebla) o perfectamente perfilado (sol), por las rocosas y agrestes faldas del volcán Irazú, avivó su imaginación infantil y le hizo costumbre observar y sentir muchas distancias y entretelones de los mundos y los momentos percibidos y soñados. Estudió la secundaria en el Colegio Saint Clare, en Moravia. Obtuvo los grados de Bachiller y Licenciada en Filosofía por la Universidad de Costa Rica, con una tesis sobre Plotino que le sirvió para superar la educación católica –y como forma de incorporar y a la vez rebasar la influencia metafísica que recibiera de Teodoro Olarte. Fue miembra co- fundadora del Forum Estudiantil Cartaginés, en donde, a través de los años, ofreció ponencias y charlas (Véanse las crónicas en la Revista Ágora, No. 1 y 2), participando en todas las actividades de esa organización cultural juvenil, incluyendo conciertos de Erika con acordeón y canto, y llenando de inteligencia y alegría las discusiones, en serios salones y también en los paseos a bosques y paisajes guarqueños, o en jornadas de observaciones astronómicas en las alturas del volcán. Durante sus estudios de filosofía en la Universidad de Costa Rica, en un grupo de estudiantes que giraba alrededor de Roberto Murillo Zamora, recentró su interés en la filosofía y la historia de la ciencia y profundizó en el estudio de Kant.

A partir de 1975, junto con otras y otros jóvenes estudiantes de filosofía de la Universidad de Costa Rica –graduándose o por hacerlo- y un contingente de filósofos y filósofas que huían de las dictaduras de Argentina, Uruguay, Chile y Guatemala, en la recién creada Universidad Nacional de Costa Rica (UNA), participó activamente en la fundación y desarrollo del Departamento de Filosofía (hoy Escuela de Filosofía). Allí laboró hasta su jubilación, destacándose, como resultado, por su honestidad y brillo intelectuales y profesionales, con excelentes estudiantes y propuestas filosóficas. En todos esos años, ofreciendo cursos filosóficos en las facultades de Ciencias Exactas y Naturales, de Ciencias de la Tierra y del Mar, y de Educación, Ericka impulsó el diálogo de la filosofía con el resto de la UNA y el país, específicamente en las áreas de la filosofía de las ciencias exactas y naturales, así como en la enseñanza de las ciencias y en la epistemología crítica. Destacaron sus participaciones en las presentaciones y discusiones de varios congresos internacionales y latinoamericanos que organizara el Departamento de Filosofía, algunas de las cuales aparecen en diferentes números de la Revista Praxis.

Paralelamente, tuvo una intensa vida personal y política, involucrándose muy profunda y solidariamente en agrupaciones y movimientos para luchar por la universidad y por la justicia social y política en Costa Rica. Tan o más intensamente es que, durante al menos dos décadas, estuvo ofreciendo su vida, identificada e involucrada completamente con el proceso revolucionario en El Salvador.

Estas luchas y aquellos estudios, experiencias y reflexiones la llevaron a ampliar su autognosis (dilatando la paz personal reflejada en sus ojos profundos y transparentes –y en consonancia con la tradición de Sanabria-), por lo que logró enfrentar, airosa y serenamente, los retos y las tormentas existenciales, mediante el perfeccionamiento de la sinceridad sin dobleces y la inquebrantable fortaleza moral que, notablemente, desde niña la caracterizaron.

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A propósito de las recietes elecciones presidenciales

Nos llovió parejo
Dorelia Barahona Riera

doreliabarahona@gmail.com

Escuela de Filosofía
Universidad Nacional, Costa Rica

Lo que acaba de pasarnos en Costa Rica en estas últimas elecciones presidenciales fue similar a la caída imprevista de un chaparrón con granizo sobre cabezas calientes. Nos dio tortícolis y a todos se nos mojaron las ideas que teníamos tendidas en nuestros patios construidos desde antes del 48. Igualmente, a todos se nos inundó la casa que, aunque estaba asegurada contra recetas mágicas y ataques piratas, no logró contener la invasión de los bárbaros del fin del mundo en el campo de la política nacional.

Nos asustamos. Sí, todos nos asustamos. No solo mi generación, sino la que viene después de mí también y la otra, la que no guarda mi memoria, ni las anteriores memorias. Así que, aunque por razones muy diferentes, nos despabilamos, corrimos a alzar la voz e hicimos pactos entre grupos, partidos y personas, para que la demagogia y el mercado en línea no siguieran lastimando a los pueblos de la orgullosa democracia tica.

Ya nada es blanco o negro, o más bien ni verde ni azul ni rojo, como en otros tiempos. Las personas, al moverse en ese marasmo llamado redes del mundo digital, no saben que vuelven a internarse en la Matrix del mito de la caverna platónica, donde solo las sombras de lo percibido hablan entre ellas y no llegan ni siquiera de cerca a confrontarse con las ideas. Más bien los ideales, esa palabra tan desacreditada, aunque se siga leyendo en El quijote, o cuando se ve su versión en fábulas, terminaron de cavar su propia fosa.

Para muchos también concluyó su entierro el ideal de “en la calle codo a codo somos mucho más que dos“, por llamarlo de alguna manera. Fue a dar directo a la fuente de la obsolescencia donde todo es pasajero. Por un momento vi mis chancletas y mi poncho huyendo entre los pasillos de la facultad de Filosofía y Letras, detrás de la Revolución sandinista y todos los idearios de generaciones anteriores, desde el nacionalista al liberal; desde el socialdemócrata hasta el socialcristiano y el comunista. Todo quedó enredado entre el don de hablar en lenguas de la esposa del candidato neopentecostés. Y esto no solo sucedió en Costa Rica. América Latina pasó a ser conquistada por carpas de predicadores y líderes populistas baratos, a punta de retórica rudimentaria y muchas canciones pegajosas. Las banderas y los mítines se cambiaron por el Facebook, prometiendo modificar un estado urgido de desalojar a muchos vándalos premiados en el 48 y que seguían viviendo de él a fuerza de sociopatía y leguleyadas. Todo muy lejano a lo que dicta la buena teoría de la Contraloría General de la República y la Constitución.

Nos asustamos. Primero nos sentimos indefensos ante esos nuevos modos de acceder al poder, sin encontrar la manera de defendernos. La carencia educativa, la desactualización de programas administrativos que compitan con la globalización y su red de mafias silenciosas nos tenían en vilo. Pero, poco a poco, cada quien fue reconociendo cosas que podía hacer. Pienso que es a partir de ese momento que conceptualizo con claridad la política como una flor y no como un solo pétalo. Es tiempo de visiones realmente integrativas y sistémicas de la sociedad, cosa que ya vemos se hace muy bien en redes y muy mal en la realidad.

Y es que somos el resultado de nuestras relaciones. Con intención o no, las relaciones nos hacen. Cómo diseñamos y construimos el plano de nuestras relaciones es, sin duda, un asunto que va desde la maestría a la completa ignorancia.

Desde el hormiguero tejido hormiga con hormiga, el radar de las hojas cayendo, la conformación de los pétalos alrededor de una corola en la flor, la vida se construye gracias a sus relaciones. En los humanos, el barrio, la familia, los amigos y, finalmente, el territorio que habitamos, todo es resultado de estas relaciones. Hablamos de las relaciones entre las personas, las cosas y los símbolos que construimos entre estos caminos. Nos relacionamos por afinidad, por necesidad, por inercia, por enemistad, por jerarquía, por herencia, por inopia. Muchos son los modos de relacionarse que habitan silenciosamente el mundo y lo conforman. Modelarse como grupo, como comunidad, es sinónimo de supervivencia. Se empuja y se influye en un ejercicio de bien común que gana a la voluntad de poder, aunque con él no se eviten las víctimas. Lo oportuno es saber que el procedimiento sigue siendo el mismo. Nos relacionamos al escoger, en la calle, al reaccionar ante los demás, como práctica de costumbres y tradiciones. Nos relacionamos entre la diversidad, no entre los clones de una red virtual que nos va cerrando ante el espejo de una fórmula que crea una burbuja de gente pensando igual. Nos relacionamos cuando nos sorprendemos, cuando asumimos una posición, cuando nos comprometemos por estar en el lugar de los hechos, y son las pasiones, no la ventana o pantalla de las ilusiones pasajeras de la propaganda y la publicidad, las que nos informan. Nos relacionamos cuando optamos por un camino, cuando ponemos límites, cuando creemos en el tejido social que hemos elaborado antes de los likes. Los likes no lijan madera ni siembran.

Nos relacionamos cuando nos emocionamos ante la presencia de otros y aportamos o disentimos. No como resultado, únicamente, de estar cerca, sino como resultado cognitivo de las relaciones que hemos experimentado en y con el mundo, en tanto que este nos hace seres sociales dispuestos a emprender nuevos modelos y cambiar. Sin relaciones no hay identidad.

También los centros de gestión de lo público son el resultado de lo anterior. ¿Cómo se relaciona la política con estos centros? ¿Qué relaciones tiene la cultura con la agricultura o la tecnología, las gerencias con las tecnologías de la información, las artes con la política exterior y el comercio, etc.? ¿Han explorado estas relaciones los planes de gobierno? No. Pero es posible que ahora sí lo hagan y para eso nos sacudimos el susto, nos secamos del chaparrón y dejamos a un lado el candor tico.

No más debates que dan pena. No más programas de gobierno tradicionales por no decir genéricos. No más líderes opacos y anticuados que hacen grietas por donde avanzan los karaokes religiosos con su espuma de cánticos, mandatos esclavistas y siervas que juran hablar en lenguas.

Esa segunda ronda fue un ataque de nervios para muchos. Teníamos que juntarnos amarillos con verdes y rojos para votar en contra del restaurador divino. Por un lado, se encontraban los seguidores de Fabricio Alvarado con su partido Restauración Nacional, abogando por un estado confesional, teocrático y en contra del matrimonio igualitario, entre otros tópicos conservadores; por otro, los seguidores de Carlos Alvarado, un joven periodista y escritor, quien había sido ministro y asesor con posiciones más progresistas y que nunca pensó en llegar a ser presidente en esta su primera campaña como candidato. Sí, los dos son de apellido Alvarado, de los más viejos apellidos de la colonia... aquí todavía no hay giro descolonial por lo visto. Pero sí un momento inédito en la historia política nacional hizo que nos juntáramos para impedir que el imperialismo religioso neopentecostés nos robara el país. Uno más ya tomado en América Latina. Al estilo de las cruzadas. Una cruzada detrás del grial del dinero, amparada en la teología de la prosperidad que se predica como instrumento para que Dios los haga prósperos en lo material y de manera individual.

Recordé mis tiempos de católica y cuán diferente se veía la participación de la Iglesia en el Estado. Aunque era la religión oficial, no competía abiertamente buscando curules en el poder legislativo o en puestos de mando, aunque sí lo hacía en los pasillos y, a excepción del general Volio y el cura Núñez, seguía hablando de justicia social, libertad, consciencia y teología de la liberación, a diferencia de lo que pregonaban Ronny Chaves o Fabricio Alvarado.

Finalmente quedó electo Carlos Alvarado gracias a todos. Se supone que hará un gobierno de unificación nacional. Un arroz con mango difícil de liderar, sino es que él termina siendo liderado por otro, pero necesario para terminar de limpiar los vicios del bipartidismo instituido en el 48. Seguimos siendo un pueblo grande, pero ya no todo pasa en Cartago ni en San José. Ahora los sistemas tejen un mantel hecho por algoritmos en la nube y es allí donde pasan las cosas. Defendernos de estos medios, luchar por la educación y el pensamiento critico, recordar el ideal del bien común y la paz como garantía, derecho y obligación son parte de esta gran lección. Se trata de ser indóciles, pero sumamente reflexivos.