R E P E R T O R I O


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A M E R I C A N O


Segunda nueva época N.° 28, Enero-Diciembre, 2018

ISSN: 0252-8479 • Doi: 10.15359/ra.1-28.28



El Tilichero

(Cuento para ser narrado oralmente)

Gilda Benavides Bonilla1


Un tanto jorobado con su inseparable gorra color gris y su particular andar, Lorenzo sale de su casa cargando una maleta llena de artículos y además llena de fe y esperanza de que ese día fuese exitoso en las ventas. Cuando Lorenzo abría aquella maleta era como abrir una caja de pandora: allí había de todo lo que usted se puede imaginar y de lo que usted ni se imagina. Allí había relojes, tijeras, cortauñas, naipes, lápices, anillos, diademas, aretes, bolas, zapatos, cuadernos, coladores, cucharas, prensas de ropa y de pelo, cepillos, ratoneras, planchas de dientes, calzones y hasta peines para sacar piojos.

Lorenzo recorre las calles, bajo el sol y la lluvia ofreciendo sus tiliches y es el hombre más feliz del mundo porque su clientela siempre queda satisfecha.

“¿Tiene usted por casualidad un zipper rojo?” (le dice una costurera regordeta) “pero eso sí, que sea de diez pulgadas”, y Lorenzo como por arte de magia saca el zipper rojo y del tamaño solicitado.

“¿Don Lorenzo no llevará usted entre tanta cosa una brocha de pelo de cabra?” (le dice el barbero de la esquina) y Lorenzo a la velocidad de un rayo saca tres brochas y responde: “¿de qué color la prefiere?”.

Cuando aquella maleta se abría ante los ojos de Daniel, un niño pelirrojo, pecoso y vestido de overol de mezclilla, su corazón se le quería salir de la emoción, él recorría todos los rincones de aquella maleta mirando todos los objetos de diferentes texturas y tamaños, se quedaba como hipnotizado. Su mamá tenía que socollonearlo para que volviera en si y siempre decía: “si yo algún día tuviera una maleta como esa...” Hacía ya tiempo que Daniel cada vez que se iba a dormir empezaba a soñar con Lorenzo y su maravillosa maleta, que introduciéndose en ella ésta lo llevaba por los más fantásticos mundos, planetas y estrellas. Esto se repetía noche a noche.

Hasta que un día Daniel se atrevió a contarle a Lorenzo sus sueños y él se quedó mirándolo con ternura y le dijo: “Mira Daniel, abre la maleta y escoge lo que quieras… lo que más te guste”. Daniel peló sus ojos más que nunca y se quedó maravillado porque quería muchas cosas pero fijó su mirada en una redecilla de bolinchas de colores, su mamá le había comprado una o dos bolinchas pero una redecilla llena… era algo que no podía creer.

Lorenzo cerró su maleta y se marchó. Daniel creció y siempre le persiguió el deseo de tener una maleta como aquella, por eso hoy es dueño de un almacén de ferretería, juguetería y librería.

Una mañana, como de costumbre, Daniel abre su negocio y su primer cliente es un ancianito encorbado con gorra gris y cargando una maleta toda destartalada. Se quedaron mirándose pero no fue una simple mirada, fue una conexión directa al corazón. Daniel reconoció en ese anciano su inspiración para tener su negocio llamado EL TILICHERO.


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