R E P E R T O R I O


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A M E R I C A N O


Segunda nueva época N.° 30, Enero-Diciembre, 2020

ISSN: 0252-8479 / EISSN: 2215-6143



RESEÑA DE LIBRO

Gustavo González Villanueva
(Guatemala-Costa Rica):
El afán de la palabra
(San José: PROMESA, 2011)


Este libro “está compuesto por ciento cinco poemas de variada extensión. Son ciento cinco intentos de captar y transmitir, en palabras, el halo poético de ciento cinco momentos entresacados de las horas, cortas o largas, leves o densas, del vivir diario. Recogen el afán humano de alcanzar y transformar el mutismo del otro, en palabra cálida o en silencioso agradecimiento y admiración por la vida” (G. González V.).

Ya es un lugar común afirmar que la buena poesía no necesita presentación, sobre todo cuando estamos frente a la producción poética de Gustavo González Villanueva que, como bien ha afirmado Bruno Rosario Candelier es “el más alto representante de la lírica mística en Guatemala” (La mística en América Latina, 165) y autor, además, de una veintena de libros publicados de poesía, ensayo y ficción.

Los ciento cinco cantos que conforman este poemario carecen de títulos y divisiones y están separados por el orden de los numerales romanos. Esta presentación nos habla de un solo bloque compacto, de una profunda respiración sostenida en el silencio y exhalada poco a poco en poemas-suspiros enamorados, sembrados en el aire, cuya nota predominante es una íntima, de amor y queja a veces hacia el Amado. Vibración que en algunas ocasiones se presenta teñida de una profunda reflexión ante el yo y ante el mundo que se percibe. El poemario en su totalidad se puede afirmar que está lleno de luz, claridad, ligereza, dulzura y perfume, elementos que tienen una base real en cuanto al uso de sustantivos en profusión, tales como: luz, sombra, brisa, lucero, clavel, rosa, flor, amor, corazón.

El canto LXXXVI es un poema clave ya que el primer verso que se lee así: “Afán de la palabra” nos da el significado del conjunto poético. Este deseo vehemente que acucia al poeta, además de ser intelectual, está movido por el amor puro y no espera que quede entre los hombres: “Afán de la palabra / como afán de la mente: / clavel del corazón, / -afán, -clavel, / siembra en el aire.” (30), siendo el clavel un símbolo de la pasión y del amor.

El poema CIV, antepenúltimo de esta colección, amplía lo anterior, con la diferencia de que aquí encontramos una explicación del porqué del afán por la palabra; el poeta confiesa que es alimento y que más allá del nombre, el ser humano que es el poeta tiene su origen en el Eterno y hacia Él regresa:

Abreviada palabra

para ser comida,

y quitar el cansancio

del vivir al sentido.

Encerrado en un nombre

más allá de la carne

la palabra abreviada

que salió del Eterno

y que vuelve al Eterno,

lo finito asumido. (37)

También es necesario destacar que el poemario abre con un canto breve de solamente tres versos lapidarios pero muy sugestivos que nos dan la pauta en cuanto a la posición espiritual que toma el poeta para dirigirse al Amado y al mundo: “Soy / un pez de madera / que contempla el mar…” (2). Se destacan en estos versos los símbolos del pez y el mar. El pez que representa a los creyentes y que según el conocido pasaje de Tertuliano: “Nosotros, pequeños peces tras la imagen de nuestro Ichtus, Jesús Cristo, nacemos en el agua.” Como se ve, es una observación clara al bautismo. Por medio de las aguas del bautismo permanecemos en la gracia del Espíritu Santo, pero al salirnos de estas aguas, estamos expuestos a sucumbir seducidos por la tentación de los sentidos, -véase el poema XL- del mundo en otras palabras. El símbolo del mar en este contexto representa al Amado, y por consiguiente la vida eterna. De aquí se deduce que la postura espiritual del poeta-hombre es de contemplación ante la presencia del Amado.

En cuanto a los temas, es necesario destacar el del Amor divino, el del tiempo y el espacio imbricados que son una constante en su producción poética. Se trata del tiempo en una dimensión de presente y el tiempo eterno. Además, están la soledad, el dolor y el silencio, temas remozados donde se encuentra el eco de San Juan de la Cruz, Antonio Machado y Helena Ospina, entre otros.

En conclusión, hago mía la observación de B. Rosario Candelier que al sintetizar el aporte de la lírica del poeta de Antigua, Guatemala, en “La onda sublime en la lírica de Gustavo González Villanueva”, afirma al final de su estudio que: “es un poeta de la lengua que ha alcanzado para Guatemala y para la lírica hispanoamericana el sitial de los grandes cultores de la palabra mediante el arte de la creación poética al hacer de la llama de la Creación una hermosa lira de alta lumbre para las grandes delicias del espíritu.” (La mística en América Latina, 184).

Conny Palacios

Anderson University, USA

Academia Nicaragüense de la Lengua


Doi: 10.15359/ra.1-30.35


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