R E P E R T O R I O


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A M E R I C A N O


Segunda nueva época N.° 31, Enero-Junio, 2021

ISSN: 0252-8479 / EISSN: 2215-6143



¿Nueva poesía, poesía joven, poesía contemporánea o poesía actual? Campo de disyuntivas, tensiones y ambivalencias en la crítica e historiografía literarias costarricenses

New poetry, young poetry or contemporary poetry? A field of dilemmas, tension, and ambivalences in Costa Rican literary criticismand historiography

Yordan Arroyo Carvajal

Universidad de Costa Rica

Universidad de Salamanca, España

yordan.arroyo@ucr.ac.cr

Resumen

En esta investigación se presenta un análisis metacrítico1 y epistemológico2, desde la crítica y la historiografía literaria, alrededor del marco de tensiones generadas sobre el ambivalente proceso de formación de una “generación emergente”3 o “nueva generación”4, nada nueva hoy. Esto genera un campo minado presto para su análisis que parte, como principal objeto de estudio, de la Antología de Poesía Joven. Nueva Poesía Costarricense (2020), donde se analizan algunos de sus poemas. A su vez, alrededor de esta antología existe un marco de disyuntivas y ambivalencias a partir de edades y etiquetas como: “poesía joven”5, “nueva generación”, “generación crisálida” y “generación emergente”. Al respecto, se colocaron fechas y lugares de nacimiento más una base de datos agregada en notas finales (notas 11 y 37), con el objetivo de aportar información a futuros (as) investigadores (as) y personas interesadas en este tema. Por último, se defiende, a modo de consideraciones finales abiertas a más diálogos, cómo el intento de crear una “nueva generación”, tomando la Antología de Poesía Joven. Nueva Poesía Costarricense (2020) como puente, no es el camino recomendado para dirigir un norte en la poesía costarricense actual, pues la permuta en los paradigmas poéticos no es un asunto de edades, sino epistemológico, justo punto donde, respondiendo a los criterios de Zavala (2007 y 2008) se hace un llamado a grupos de investigadores (as) comprometidos (as) con el seguimiento del presente tema.

Palabras claves: poesía costarricense, tensiones, ambivalencias, historiografía literaria, crítica literaria

Abstract

This research presents a metacritical and epistemological analysis, from literary criticism and historiography, around the framework of tensions generated on the ambivalent process of formation of an “emerging generation” or “new generation”. This causes a minefield ready for analysis that starts, as the main study, from the Anthology of Young Poetry. New Costa Rican Poetry (2020), where some of its poems are analyzed. There is a framework of dilemmas and ambivalences based on ages and labels such as: “young poetry”, “new generation”, “chrysalis generation” and “emerging generation”. In this regard, dates and places of birth were placed, plus a database added in the final notes of this work, with the aim of providing information to future researchers and people interested in this topic. Finally, it is defended, by the way of final considerations open to more dialogues, how the attempt to create a “new generation”, taking the Anthology of Young Poetry. New Costa Rican Poetry (2020) as a bridge, is not the recommended path to direct a north in current Costa Rican poetry, since the exchange in poetic paradigms is not a matter of ages, but epistemological, just where, responding to the criteria of Zavala (2007 and 2008), we call for groups of researchers committed to following up on this topic.

Keywords: Costa Rican poetry, tensions, ambivalences, literary historiography, literary criticism

La poesía no tiene edad.

Nika Turbiná, Historia de un destello

Introducción

Al igual que el ensayo y fuente de apoyo “La nueva poesía costarricense”, del escritor y crítico Adriano Corrales (2014), esta investigación también surgió “a partir de algunos trabajos y “polémicas” encontrados en algunas publicaciones periódicas y en varias redes sociales” (p. 47), entre ellas, los antecedentes y posterior publicación de la Antología de Poesía Joven. Nueva Poesía Costarricense (2020),6 donde participan 42 poetas llamados “la nueva generación”, o la “generación emergente” en Costa Rica, principalmente por su propio compilador Byron Ramírez Agüero, pues para él, y bajo aceptación del escritor y crítico costarricense Carlos Villalobos en el prólogo, a diferencia de las otras

Generaciones, esta no sigue una sola estética literaria: “no hay una sola manera de conformar una generación literaria” (Ramírez y Castillo7 citados por Villalobos, 2020, p. 11) y, por ende, no se pueden hallar puntos en común. Ante ello, surgen algunas preguntas generadoras de este trabajo en dos vertientes epistemológicas: ¿Puede formarse una generación sin buscar puntos en común? ¿Qué motivos conducen al mismo compilador de esta antología a seguir hablando de generaciones, sin importar la incertidumbre que esto ha tenido y generado en el pasado de la literatura costarricense? ¿Existe criticidad para hacerlo? O ¿se está ante un fenómeno que permite reflejar la vigencia de sistema acrítico poco cuestionado en algunos (as) ciudadanos (as) costarricenses?8 Por otro lado, ¿existen criterios críticos o sistemáticos para hablar de “poesía joven” como una nueva categoría en el marco de la crítica e historiografía literarias costarricenses? ¿Acaso esta mezcla de corrientes estéticas no remite a factores socioculturales desde finales del siglo XX en la poesía costarricense?

A manera de hipótesis, no puede existir una generación sin buscar puntos en común. Además, el hecho de seguir hablando de generaciones sin criterios sistemáticos es producto de un sesgo histórico-literario en el estudio de la poesía costarricense, tanto en académicos como en compiladores e incluso, en quienes cumplen ambas funciones, sin asumir un compromiso riguroso y de respeto con los lectores de sus publicaciones.

Asimismo, no se considera válido el uso de una categoría como “poesía joven”, factor que ya utiliza, por ejemplo, en el presente siglo, dentro del campo académico, Cristian Marcelo Sánchez, en su trabajo “El rumbo de la poesía joven en Costa Rica”, publicado en 2001 y agregado al II tomo de 100 años de literatura costarricense, de Margarita Rojas y Flora Ovares (2018).

Aunque dicho esfuerzo de Sánchez (2001) carece de rigurosidad y sigue una metodología tradicional de estudio enfocada en aspectos biológicos (edades) y deja nombres importantes por fuera, entre ellos, solo por señalar dos: Minor Arias Uva y Alí Víquez, ambos ganadores de los Premios Joven Creación de la Editorial Costa Rica en la rama de poesía -1999, Arias Uva y 1990, Víquez-, y sin un marco profundo de análisis de los discursos poéticos y sus estéticas.

Asimismo, en el trabajo de Sánchez (2001) no existe un hilo conductor entre el título y el desarrollo, porque no logra definir cuáles son los rasgos de la “poesía joven” que presenta desde el inicio.

Llegar a una posible y acelerada conclusión de que la poesía joven es aquella que escriben personas con un máximo de 35 años de edad no es una respuesta para nada suficiente en el mundo académico; por ende, entorpece las posibilidades de explorar campos críticos de análisis para la poesía costarricense actual.

Fuera de recitales y concursos como movimientos sociológicos de visibilización en el ámbito de la crítica e historiografía literarias costarricenses, el criterio “poesía joven” no responde a paradigmas sólidos, sino líquidos, pues tan solo se ampara en rasgos biológicos, efímeros y, por ende, presenta una lista de ambivalencias por considerar, entre ellas la posibilidad absurda de hablar, desde su contraparte de “poesía vieja”, creando brechas pueriles como: ¿Qué es poesía vieja? ¿Qué es poesía joven?

Debe quedar claro que, en términos universales, como lo decía antes de su suicidio la poeta rusa-ucraniana Nika Turbiná (1974-2002),9 la literatura no tiene edad. No debe pasarse por alto esta especie de sesgos literarios, ideológicos y acríticos que solo confirman la formación de identidades (imaginarios neoliberales) por medio de ideas pretenciosas y dignas de atención.

Por tanto, uno de los puntos más concretos es arriesgarse en esta hipótesis a afirmar que actualmente, en términos generales, todos los autores son parte de la contemporaneidad y, por ello, los contextos de crisis económicas, sociales e ideológicas actuales influyen directa o indirectamente en sus recientes obras literarias. En este punto sí existe la necesidad de aplicar estudios serios y propuestas rigurosas que apunten a los procesos de hibridación y mestizajes estéticos observados desde 1970 (Cortés, 1999), paralelo al auge de los estudios culturales, la caída del muro de Berlín en 1989 y otras coyunturas como migraciones y diferentes movimientos sociales, que si bien es cierto se han evidenciado en otras épocas como en la antigua Grecia (sincretismos religiosos, culturales, lingüísticos), hoy se mueven de manera más acelerada.

Por último, como subtema de aclaración y de guía, a pesar de que el adjetivo “contemporánea” sea válido y se ha mantenido durante mucho tiempo, en vez de “nueva” (considérese la oposición presentada por Corrales, 2014 y la nota final número 36), en este trabajo se prefiere utilizar “poesía costarricense actual” (subrayado propio), como se hace en el artículo “Modelos discursivos de la poesía costarricense actual”, de Francisco Rodríguez Cascante (2007) y en el trabajo “El suplicio de Casandra. Apuntes sobre la poesía actual de Costa Rica”, de Carlos Villalobos (2020 a).

Antecedentes de investigación

Esta investigación surgió inmersa en un marco de tensiones, en gran parte, provocadas a partir de incomodidades en algunos (as) poetas jóvenes10 costarricenses, donde han intervenido, principalmente en el marco historiográfico-literario, Byron Ramírez Agüero y Marvin Castillo Solís, quien a veces acompaña al primero.

Básicamente, los antecedentes hallados que dieron paso a la publicación de la Antología de Poesía Joven. Nueva Poesía Costarricense (2020) son una serie de publicaciones11 en las revistas literarias internacionales Campos de Plumas12 y Liberoamérica13 (el documento “Sobre el fenómeno de la «poesía joven costarricense»” fue publicado con otro título en la revista Íkaro, Costa Rica). A todas ellas se les prestará atención desde una metodología metacrítica.

Cabe agregar que en Liberoamérica ya se había publicado, meses antes de salir a la luz la antología de poesía joven costarricense, su estudio introductorio, que se aúna a la publicación de “Sobre el fenómeno de la «poesía joven costarricense»”, de Byron Ramírez (2020), lo que permite preguntarse: ¿Existe un fenómeno sólido de poesía joven costarricense como para nombrar así un trabajo?

Desde un paradigma metacrítico, con el fin de ir desarrollando respuestas con argumentos, es necesario señalar que el documento mencionado en el párrafo anterior no posee aparato sistemático alguno. Existe un sesgo de lecturas y aseveraciones subjetivas,14 vinculadas con el uso, como fuente de apoyo, de la aproximación de ensayo (el mismo autor acepta no ser crítico y, por tanto, se valora su intención) titulado “La poesía no sirve para nada”: poesía joven costarricense como discurso contrahegemónico”, de Camilo Retana (2006), también carente de rigurosidad.

Hasta este punto del estudio, se puede apreciar la falta de criticidad a la hora de hacer trabajos sobre la poesía costarricense actual. Es necesario reflexionar sobre esta muestra y apostar por nuevos modelos críticos y sistemáticos, pues al igual que la lengua envejece y las corrientes estéticas se anquilosan en la literatura, la crítica también. Es importante buscar la renovación de ambas partes, que al final trabajan de manera complementaria: literatura-crítica-historiografía.

Lo anterior explica por qué Corrales (2007 y 2014), Rodríguez (2007 y 2008) y Zavala (2008) omiten a Retana (2006) como referencia en sus trabajos. Cabe agregar que los aportes de Magda Zavala (1999, 2006, 2007, 2008 y 2011), Francisco Rodríguez Cascante (2006 a, 2006 b, 2007 y 2008), Adriano Corrales (2007 y 2014), Carlos Cortés (199915) y Boccanera (2014) son los referentes más importantes del marco teórico de la presente investigación (poesía costarricense actual), aunque, Ramírez y Castillo (2020) y Ramírez (2020) no los consultan o toman en cuenta. Incluso, Villalobos (2020a, prólogo), quien sí refiere a Francisco Rodríguez, pero sin colocar año del estudio, omite los aportes de Zavala, Cortés y Corrales; esto explica por qué avala la ambigüedad “nueva generación”, con ejes estéticos heterogéneos, centro de debate en este estudio.

Así también, tampoco se consideran o, más bien dicho, se desconoce, tal cual se defenderá, todo un listado de datos en torno a las transformaciones paradigmáticas, consecuencia de nuevos modelos políticos, económicos y cibernéticos ocurridos en América Latina, entre ellos, el fenómeno de la poesía intermedial, comentados desde 2008 por Magda Zavala en su artículo “Globalización y literatura en América Central: escritores y editoriales”, o la posibilidad de hablar de “literaturas” en vez de “literatura” a partir de 1990, debido a la aceptación de “variedades literarias, según sujetos productores y receptores, etnia, clase social, grupo etario, tendencia estética y otros” (Zavala, 2008, p. 78).

Lo anterior, le permitió a Zavala (2011) solicitar a futuros (as) investigadores (as) y antologadores (as) tomar en cuenta las diversidades literarias, étnicas, estéticas, sociales y culturales vigentes con rigor desde los ochenta; sin embargo, tal cual se defiende a lo largo de este trabajo, al plantearse y avalarse, sin un corpus riguroso, una “nueva generación” en la poesía costarricense actual, sus solicitudes no fueron escuchadas.

En la poesía escrita por jóvenes costarricenses, más que un fenómeno “nuevo” o propio de lo “juvenil”, se sigue reivindicando el fenómeno discursivo sociocultural comentado por Rodríguez (2006b y 2007) producto de un mestizaje de corrientes estéticas (Cortés, 1999) o bien hibridaciones dialógicas e intertextualidades (Zavala, 2008 y Rodríguez, 2008).

Los anteriores puntos de tensión permiten debatir algunas ideas, entre ellas, el afán de crear, principalmente, por parte de Byron Ramírez Agüero (compilador y además, autointegrante de la antología en estudio) una generación de poetas en Costa Rica, a partir de los siguientes cinco puntos hallados:

1.Una lectura imprecisa, o quizás no lectura de lo dicho en el estudio introductorio de Retratos de una generación imposible. Muestra de 10 poetas costarricenses y 21 años de su poesía (1990-2010) (2010), donde nunca se dice que este libro sea formalmente una antología en su definición tradicional (lo mejor de la flor; también Villalobos, 2020b la presenta como tal) ni mucho menos se habla de bautizar, a partir de dicha muestra de diez autores, a una generación, como se asevera en la introducción de la Antología de Poesía Joven. Nueva Poesía Costarricense (2020), hecha por Ramírez y Castillo: “se lleva a cabo una reflexión acerca de los dos grupos que la preceden, es decir, la generación del 60 y la que Gustavo Solórzano bautizara como la generación imposible” (párr. 1).

En la cita anterior, aparte de la premisa en torno a un dato nunca dicho por Solórzano (2010), se omite que para Cortés (1999) a partir de 1970 la poesía costarricense presenta un mestizaje estético, pues comenzó a tomar más conciencia de sí misma:

[…] y vive el largo presente de su tradición. Vive lo que yo llamaría un cruce de vías —para utilizar el último título del libro de Azofeifa— entre generaciones, tendencias y grupos poéticos, entre poetas y poéticas, diferentes y a veces muy diversas formas de entender el ejercicio poético. (p. 43)

Asimismo, Boccanera (2004), en cuanto a lo que él llama poesía costarricense contemporánea dijo lo siguiente:

Se escribe una poesía proclive a la mixtura de estilos y mundos culturales diferentes, que alterna lo surrealizante y lo coloquial, la poesía en prosa y el miniaturismo oriental. Surgen nuevos caminos expresivos que fusionan lenguajes: poesía visual, juegos tipográficos, collage, técnicas de montaje, textos de historieta y letras de canciones. (p.11)

Y, por último, muy ligado a las citas anteriores, Corrales (2007) en el estudio introductorio (presentación) de su antología Sostener la palabra habla de una poesía costarricense entrada en rigor, a partir de la influencia de los vanguardistas, cuyo lapso va de 1925 hasta aproximadamente 1940 y, sin hablar de generaciones a nivel metodológico, “de los años sesenta y setenta, hasta bien entrados los ochenta” (p. 9).

Posterior a la cita referida, Corrales (2007) divide la poesía costarricense en los siguientes tres tópicos:

Poesía social

Se coloca como referente primario a Jorge Debravo.

Trascendentalista

Se describe como la poesía dominante. Esto es certero y, aunado al artículo de Rodríguez (2006a) gran parte del discurso trascendentalista (no movimiento) sigue vivo en la poesía costarricense actual.

Poesía contestataria e iconoclasta

A este tipo de poesía la denomina “hippie” o “outsider” cuyas tres de sus características son:

Paralelo a lo que Ramírez (2020) denomina un “fenómeno de la poesía joven en Costa Rica” (omitiendo lo dicho por Corrales), andar dispersa en diferentes antologías y revistas nacionales e internacionales (donde muchos de ellos son editores) a la espera de estudios y sin depender de “múltiples vías estéticas y formales sin que el peso de la tradición la agobie” (p. 10).

Autores provienen de grupos y talleres asociados a la creación de diferentes espacios de lectura como recitales, festivales y ciclos de lectura, donde la población juvenil se ha empapado de la influencia de poetas internacionales y han podido viajar a eventos en el exterior.

Se muestra un crecimiento a partir de la creación de editoriales independientes sin depender de burocracias y autores “consagrados, para salir y dar a conocer sus producciones. He ahí una nueva visión y compromiso artístico” (p.11).

Los puntos desarrollados en el cuadro anterior, principalmente el dos y el tres, junto con lo dicho por Cortés (1999) y Boccanera (2004), comprueban un sesgo y una especie de argumentación ahistórica (querer empezar desde cero promoviendo el individualismo en vez de la cooperación y colectividad; Zavala, 2007 y 2011) en el trabajo de Ramírez y Castillo (2020). Esto genera dudas, máxime si se considera, según lo respalda Carlos Villalobos (2020 b) en su prólogo, la importancia de esta antología en discusión dentro de la historia literaria costarricense, aunque tal postulado también entra en cuestionamiento, entre otras cosas, porque no posee criterios de selección y porque dicho libro no muestra ni siquiera ficha catalográfica ni ISBN, por tanto, no podría existir formalmente en la memoria literaria del país.16

También, estas mismas falencias ahistóricas y carentes de sistematización se hallan en el mismo Ramírez (2020), pero de manera individual, propiamente en “Sobre el fenómeno de la «poesía joven costarricense»”, prueba de insistencia para proyectar un aporte “nuevo” que en realidad no lo es y si lo ha sido es por medio de diferentes medios virtuales o de difusión literaria (Zohar, 2017), como revistas y diferentes medios de comunicación, asunto preocupante en pleno siglo XXI para la construcción de imaginarios e identidades literarias en Costa Rica.

Se propone que este equívoco en mención se deba a la falta de cuestionamiento en parte de la población costarricense vinculada con la literatura del país. Ante ello, es necesario reflexionar y, por consiguiente, cuestionar lo que se publica como verosímil crítico17 (falacias hechas verdad a lo largo del tiempo) en torno a la poesía costarricense actual, con el fin de buscar un beneficio colectivo y no hundir más su brevísimo aparato de estudio (en comparación con la narrativa).

A manera de fundamento, cabe agregar que, incluso, desde 2008, Álvaro Quesada Soto en su Breve Historia de la literatura costarricense mencionó una red poética de los ochenta caracterizada por la rebeldía, “el escepticismo y el desconcierto” (p. 140). Asimismo, de inmediato, Quesada (2008) habla de un grupo de jóvenes poetas costarricenses en pleno fin de siglo XX, a quienes sí bautizaría con el nombre “generación dispersa”, debido a la disconformidad que los conducía a no querer pertenecer a una sola corriente estética, asunto recurrente en “casi todas las promociones poéticas costarricenses desde mediados de siglo” (p. 141).

2.El segundo punto importante es no atender a profundidad la tradición positivista de crear generaciones o, según el poeta español Ernesto Castro (como se cita en Marco, 2020), sesgo de imposición anglosajona “que responde a necesidades de la mercadotecnia” (párr. 4). Al respecto, se cae en un mar de tensiones propias de este tema.

Dejar de lado que la diversidad de estéticas (mencionado también en el punto 1), defensa para el origen de esta “nueva generación” llamada sin fundamento alguno “diferente”, no es asunto nuevo, sino un fenómeno sociocultural cuyo rostro empezó a ser más notorio desde los setenta y con mayor huella, según Cortés (1999), Boccanera (2004), Rodríguez (2006 b, 2007), Corrales (2007 y 2014) y Zavala (2007, 2008 y 2011) en los últimos años. Desde este periodo se generan “posibilidades combinatorias, múltiples y complejas” (Pérez, 2016, p. 393), en el terreno literario de América Latina.

Hoy, se siguen utilizando recursos estéticos del pasado y mezclando todos ellos (mestizajes estéticos, Cortés, 1999). Este fenómeno también se cita dentro de las características del posvanguardismo (fragmentadas en tres grupos), defendidas en la tesis doctoral de la Universidad de Alicante, Avatares de la poesía costarricense traducida durante el siglo XX. La traducción de literaturas periféricas, de Francisco Javier Vargas Gómez (2012):

Imagen tomada de Vargas (2012, p. 53).

Tal cual se aprecia, en las características anteriores de la imagen, existe hibridación entre lo tradicional (estructura: verso rimado, métrica; temática: lo familiar) y lo considerado de mayor ruptura (versolibrismo, lengua coloquial y cotidiano). Aunque no se queda ni en un lugar ni en otro, pues no interesa estar en un solo punto, es decir, estéticamente en una generación.

Por ende, se considera más apropiado o con más seriedad hablar de influencias de la vuelta al posvanguardismo en la poesía costarricense actual o bien, para delimitar el corpus, en algunos de los poemas publicados en la antología de Ramírez (2020).

También, se omite que el trabajo desarrollado de manera colectiva ya se daba, y se sigue generando en Costa Rica desde muchos años atrás. Ejemplo de ello, al menos en el caso de mujeres y no ubicadas en una sola corriente estética e ideología, es la Asociación Costarricense de Escritoras (ACE), fundada el 22 de marzo de 2000 (basado en Memoria de la ACE, coautoras, Magda Zavala y Marta Rojas, en proceso de publicación), por un grupo de escritoras del país, convocadas en 1999 por Magda Zavala en el local de la revista IMAGO. Tiempo después, la idea de crear esta colectiva fue sellada en la III Feria Internacional del Libro de Centroamérica (FILCEN) en Granada, Nicaragua con la participación de Mayra Jiménez, Alejandra Castro y Magda Zavala.

Luego, un grupo de mujeres más reciente es el de la Colectiva Jícaras, fundada en 2019 por ocho autoras. Ellas son el segundo grupo en construir esta idea pionera de la Asociación Costarricense de Escritoras. El tercer grupo es Mujeres del Gremio Literario Costa Rica, recién creado por once escritoras.

Otro caso, pero ahora de mujeres y hombres, es Faro Cultural, de Puntarenas. Gracias a información brindada por ellos mismos, propiamente por su integrante el poeta José Ricardo Segura Amador,18 se sabe que en 1995 se fundó en Puntarenas el Taller Literario Francisco Zúñiga Díaz, único en el cantón, gracias a la iniciativa de Marjorie Jiménez Castro, poeta y profesora de la Universidad de Costa Rica, Sede del Pacífico, quien trajo consigo al finado maestro esparzano Francisco Zúñiga Díaz, encargado, por aquella época, de conducir y desarrollar el talento poético en la zona.

Con la muerte de Zúñiga Díaz en 1997, el taller se detuvo por un tiempo para ser retomado por Marjorie Jiménez; posteriormente, tras otra disgregación del proyecto (segunda), se retomó nuevamente gracias a la labor de uno de sus fundadores, el poeta José Ricardo Segura Amador.

Durante la dirección de Segura, se publicaron ocho ediciones llamadas Cuadernos de Poesía Puntarenense, cuya meta conseguida fue llenar un vacío popular en las letras de la región. A pesar de este importante logro, los talleres se detuvieron otra vez (tercera y última) de 2001 a 2018, fecha cuando el escritor colombiano Eduardo Berdugo Cuentas propuso nuevas metas e ideas, cuyas semillas dieron fruto al actual Colectivo Faro Cultural, grupo unido (con todo y conflictos y salidas de algunos integrantes) sin importar edades. Hoy, conservan talleres literarios utilizando un método de escritura compartido por el poeta y tallerista José María Zonta. También, poseen espacios de tertulia diarios por medio de la virtualidad con el afán de intentar romper una identidad literaria bastante tradicional y fuertemente arraigada en gran parte de su panorama poético. Además, se generan espacios críticos en la UNED, Sede Puntarenas.

Por último, se puede referir el grupo literario Poiesis, creado en 2007, herencia del Círculo de Escritores Costarricenses,19 fundado, según datos brindados vía telefónica el 15 de febrero de 2021, por Julieta Dobles Yzaguirre, en los noventa, cuando ella y su entonces esposo Laureano Albán regresaron de Israel. Desde ese entonces, empezaron a reunirse poetas y prosistas en la casa de ambos en Barrio Escalante. No obstante, anterior al Círculo de Escritores Costarricenses, estaba el Círculo de Poetas Costarricenses y todavía más antes, el Círculo de Poetas Turrialbeños, fundado en 1958 por Laureano Albán, Marco Aguilar y Jorge Debravo; después de su creación, al poco tiempo se integró Carlos Enrique Rivera Chacón.20

Otro dato, aunque ya no vigente pero igualmente importante, es que, según comentan Jiménez, Bustamente y Gallardo (1982), personas antologadas como: Macarena Barahona Riera (n. 1957), Carlos María Jiménez (n. 1954), Gerardo Morales García (n. 1955), Manuel Murillo Castro (n. 1954) y Habib Succar Guzmán (n. 1957) fueron integrantes y, además, muchos de ellos, fundadores de la sección de jóvenes escritores de la Asociación de Autores.

Desde mucho tiempo atrás, han existido espacios para jóvenes, aunque sin el mundo virtual tan presente.21 A su vez, este mundo cibernético y mercado globalizador (mercadotecnia) permite entender algunos de los vacíos y comportamientos hallados en esta investigación, porque, para Zavala (2011), hoy se ha perdido mucho compromiso y discurso crítico debido a que algunos (as) escritores (as) están más “[…] en busca de fama y notoriedad, otros tras el protagonismo que ofrecen los medios de comunicación masiva, o buscando vincularse con causas diversas, aunque no siempre de manera creativa” (p. 138).

Apoyado en la tesis defendida por Zavala (2011), para quien, además, las rencillas literarias son un hecho persistente y poco nuevo, hablar de una red de escritores donde sobresalga la colectividad de manera idílica es básicamente montar una máscara sobre el tema para captar la atención pública. Ante ello, vale más la objetividad desde un punto crítico o metacrítico para reflexionar de manera profunda y rigurosa. Bien comenta la poeta española Ángela Segovia: “si no puedes con el enemigo únete a él en términos ultrairónicos que es una manera de reaprovechar e intentar desviar los recursos que genera el sistema neoliberal” (párr. 12), tal cual lo comenta también Zavala (2011).

Entonces, si hoy hasta en España se nota la incertidumbre de crear generaciones literarias, ¿por qué razones se sigue insistiendo en Costa Rica? ¿Seguirán llegando las nuevas visiones de mundo de manera tardía a pesar de las posibilidades de la virtualidad? ¿Por qué se ignora el hecho de que un escritor o una escritora no puede encasillarse en una sola generación y que no existe una sola literatura? ¿Por qué omitir falencias tradicionales y obsoletas cometidas desde el pasado literario costarricense? ¿Acaso estas tensiones se generan por no leer con atención los actos sucedidos en el pasado literario costarricense?

Como última interrogante, se plantea lo siguiente: al existir una carencia de aparato crítico en algunos (as) escritores (as) jóvenes que buscan asomarse también en el campo de la historiografía literaria, ¿hacia dónde camina el futuro de la literatura costarricense?

Son muchas las razones para entender por qué motivo grupos o redes literarias anteriores no han pervivido; el estilo de sus escritores (as) y las formas de trabajo son diversas, híbridas (Zavala, 2008 y 2011) y las generaciones no aceptan las diversidades. Incluso, en el artículo “Es operativo el concepto de generación”, de Manuela Caballero y Artemio Baigorri (2013), se demuestra cómo la aplicación de este término en lo científico, fuera de lo social (importancia de incluir a jóvenes, donde aparecen teorías sociológicas sobre la juventud: captar la atención y construir imaginarios de lucha por la equidad en recitales, círculos de lectura, antologías en el nivel simbólico [no bajo la intención de sacralizar a autores y hundir a otros], etc), se limitan y estropean las posibilidades de estudio en diferentes campos, entre ellos la literatura.

Hablar de generaciones en el terreno de los estudios literarios no permite ver horizontes de expectativas más allá de edades o términos biológicos. No existe “una operatividad del concepto en el marco de una investigación” (Caballero y Baigorri, 2013, p. 45), lo que conlleva también a una lista de problemas metodológicos y epistemológicos sobre su uso.

Por consiguiente, la tensión persiste no en el hecho de crear una antología de poesía escrita por jóvenes -aspecto válido como material simbólico, de rastreo inclusivo-, sino en lo pretencioso de aprovechar tal publicación con el afán de crear una generación literaria, como lo hizo Azorín con protagonismo cuando bautizó la Generación del 98, a la cual él mismo perteneció, asunto quizás válido en aquella fecha, finales del siglo XIX, no hoy.

Además, tomando en consideración el caso de Ramírez (2020), quien apela a la lejanía de lo hegemónico en su supuesta “nueva generación o “generación emergente”, grupo por el cual habla tanto por él como por los demás, sin importar quiénes quieran o no estar e incluso, quiénes están fuera, son extrañísimos los casos de escritores que persisten en el intento de crear una generación literaria. Sorprende, además, que le brindan características sin material sistemático, realizan una antología y al mismo tiempo se incluyen en ella.

Todo lo expuesto proyecta serios indicios de mercadotecnia y deseos de figurar de manera legendaria o como lo llamaría Zavala (2011), obtener fama y protagonismo, comportamiento propio del neoliberalismo y la globalización; entonces, cabe preguntarse si es ese el camino que debe tomar la literatura costarricense desde la población juvenil como puente de esperanza en el presente y con miras hacia el futuro.

Es necesario comprender y estar al tanto de los procesos de hibridación que se siguen viendo actualmente en la literatura costarricense, punto de encuentro y cruces entre pasado y presente; al respecto, se puede mencionar lo dicho por Francisco Rodríguez Cascante (2006a ) en su artículo “La formación discursiva trascendentalista en la poesía costarricense contemporánea”, donde se defiende la presencia de huellas del discurso trascendentalista, heredero de ideas manifestadas por Platón en la Antigüedad, incluso antes de firmarse el movimiento que carga con su mismo nombre (Trascendentalista):

Esta modalidad de textualización ha sido (y lo sigue siendo) una formación discursiva en la historia literaria costarricense porque se ha mantenido vigente como paradigma poético desde la misma fundación de la lírica nacional con la antología Lira costarricense (1890), atravesando el eje diacrónico en textos producidos, entre otros, por Roberto Brenes Mesén, Julián Marchena, Eunice Odio, Ana Antillón, Rodrigo Quirós, hasta la poesía posterior a 1980: Laureano Albán, Ricardo Segura, Carlos Francisco Monge, Laura Fuentes y Alejandra Castro. (p. 116)

Asimismo, este paradigma dialógico referido por Rodríguez (2006a), donde también aparecen temas como “la soledad, el fracaso y la incomunicación” (p. 115), siguen vigentes en el siglo XXI “gracias a su asentamiento enunciativo, su legitimación referencial y sus modelos de producción históricos” (p. 117). Dentro de las muestras más recientes presentadas por Rodríguez (2006a), aparecen en su respectivo orden cronológico: Porque el tiempo no tiene sombra (2001), de Ronald Bonilla; Hay milagros peores que la muerte (2002), de Alejandra Castro; Enigmas de la imperfección (2002), de Carlos Francisco Monge; Aun desde la lluvia (2003), de Milton Zárate y Vientre de ocarina (2005), de Vivian Cruz.

En su mayoría, desde los setenta, la poesía costarricense sigue reproduciendo, quizás de manera inconsciente, rastros de redes o grupos anteriores.22 Ante este punto, se concuerda con lo dicho por el profesor y poeta Carlos Francisco Monge en su charla virtual por medio de la página en Facebook de la Biblioteca Nacional “La literatura costarricense: Avatares” (10 de febrero de 2021, 1:00 - 1:05 min), para quien, a pesar de no mencionar ejemplos de escritores y escritoras de trayectoria académica como: Magda Zavala, Carlos Villalobos, Ronald Campos López, Mía Gallegos, Emilia Macaya, Jorge Chen Sham, entre otros, sí acierta en el hecho de mencionar una carencia de aparato crítico en escritores (as) costarricenses cuando escriben literatura o cuando hablan sobre ella -al punto de alejarse y marginalizar lo académico-.

Al menos, sobre este último punto (hablar sobre literatura sin un aparato crítico) en la presente investigación se tiene una serie de pruebas por considerar para el presente y futuro, pues este no es un tema que concluya con este trabajo.

No se considera que las generaciones, desde su concepción bíblica, unifican a partir de una serie de características normalmente mencionadas con el paso de los años por la crítica y la historiografía literarias, punto que amerita ruptura.

Ramírez y Castillo (2020) redactan su mensaje en primera persona plural (nosotros), sintiéndose así parte de una generación literaria a la cual le atribuyen características que, a manera de sesgo, no son nuevas y, además, tratan de incluir a una colectividad de autores unidos de manera idílica, casi como creando un mito de la identidad costarricense, aunque, según muestras recogidas en redes sociales, algunas personas jóvenes, entre ellas Gabriel Ulloa (incluido en las consideraciones finales)23 no gustan mucho de ello, como también sucede actualmente en España.

Por consiguiente, incluso en Escritores de Costa Rica (1942), de Rogelio Sotela, aunque se utiliza el método generacional en todo el trabajo, no se hace así con la población juvenil (pp. 739- 877). Este sector aparece bajo el título: jóvenes. En la lista están: Arturo Agüero, Francisco Amighetti, Isaac Felipe Azofeifa, Fresia Brenes, Manuel Antonio Bonilla Navarro, Alberto F. Cañas, Eduardo Cavalcanti, Claudia Cascante de Rojas, Fernando Centeno Güell, Gonzalo Dobles, Fabián Dobles, Arturo Echeverría Loría, Carlos Luis Fallas, Rodrigo Facio Brenes, Mario Fernández Callejas, Myriam Francis, Adilio Gutiérrez, Joaquín Gutiérrez Mangel, Rubén Hernández, Adolfo Herrera García, Arquímedes Jiménez, Fernando Luján, Carlos Monge Alfaro, Manuel Mora Valverde, Luis Morales, Yolanda Oreamuno, Conchita de Orozco Castro, Napoleón Quesada, J. Ramírez Sáizar, Juan Francisco Rojas Suárez, Ricardo Rojas Vincenzi, Carlos Manuel Salazar Herrera, Ricardo Segura, Luis Demetrio Tinoco Castro, Emmanuel Thompson, Jorge Zeledón Venegas y Alfonso Zeledón Venegas.

Algunos de los nombres anteriores marcaron huella gracias también a la difusión académica o contactos y a casos extraordinarios de persistencia; en cambio, el resto cayó en el olvido.

Se omite que escritores como Ronald Bonilla no solo aparecen en la categoría citada por Ramírez y Castillo (2020) como “generación trascendentalista”, sino también en la que Carlos María Jiménez, Jorge Bustamante e Isabel Gallardo (1982) bautizaron como “dispersa”. Este tipo de tensiones se generan a partir de la creación de las generaciones, donde un mismo autor o autora ha llegado a pertenecer a tres de ellas, por ejemplo, el caso de Carmen Lyra.

Por esta razón, Ronald Bonilla, a pesar de haber sido parte de quienes firmaron el Movimiento Trascendentalista en 1977, hoy su poesía no solo se puede ubicar en una sola corriente estética, siendo así, fuera de su edad, pertenecería a la supuesta “nueva generación”. Por tanto, no puede existir un criterio biológico. Por ejemplo, el poemario Recurso de amparo (2019), de Ronald Bonilla, posee rasgos de poesía social y contestataria; una muestra está en su poema con el mismo título “Recurso de amparo” (p. 47), en donde el yo lírico reclama por un mundo mejor y da muestras de las ciudades llenas de inmundicia, indigentes y capitalismo, donde, como lo dice Carlos Villalobos en el prólogo, el sujeto social, mediante una estética del reclamo, carga con la piedra de Sísifo día y noche.

Otros puntos de tensión hallados

Para detallar de manera más profunda algunos aspectos sobre esta antología en cuestión, en el prólogo, Villalobos la presenta como “una de las muestras más inclusivas de la historia literaria en Costa Rica” (p. 10). Esto, aunque no se justifiquen con claridad las razones, podría ser objetivo o no según desde el ángulo que se mire; por tanto, enseguida, se presentan tres posibles causas para defender dicho criterio de Villalobos, pero a la vez, se brindan cuestionamientos desde visiones o paradigmas descentralizadores:

1. Por incluir voces subalternas, enseguida, se divide este punto en tres partes:

Publicación de una voz poética de la comunidad brorán (Bröránsö: térrabas): Leonardo Porras Cabrera (n. 1993) quien en sus poemas “Durgo” (p. 78), “Yaigó Tëyo” [se corrigió un error: falta de diérisis en la ë] (p. 79) y “Kjoke” (p. 80), basado en lo dicho por Díaz (2009) en su artículo “Identidad en la comunidad indígena de Térraba: un caso de revitalización”, cumple con un “proceso de revitalización de las raíces indígenas en Térraba desde el fenómeno de la identidad étnica” (p. 125), es decir, sus aportes podrían ubicarse dentro del corpus de estudios de grupos subalternos (opuesto a lo hegemónico o privilegiado).24

Leonardo Porras revitaliza la importancia de sus ancestros (Kjoke: abuelo), primero, en lo lingüístico desde los títulos de sus poemas y la mención de animales como yaigó (mono carablanca) y dbún (águila arpía) en térraba o téribe (de la familia chibcha) y luego, en el nivel cosmogónico cultural gracias a códigos relacionados con pueblos indígenas, en este caso de Térraba, según Díaz (2009), descendientes de los Teribe o Naso, siendo uno de los pueblos indígenas en Costa Rica que más han luchado con tal de no perder sus tradiciones e identidad étnica, consecuencia de los pocos estudios sobre ellos. Tapia (2016) en su tesis doctoral también confirma dicha discriminación.

En los poemas antologados de Leonardo Porras Cabrera aparece el papel de la naturaleza (río, hojas, lluvia, luna, montaña) como divinidad o espacio sagrado junto con sus animales, entre ellos en “Durgo” (p. 78) se mencionan los saínos (shtöc’o: el saíno dejó su huella en la piedra de mano del tigre) y la danta, ambos relacionados con los chanchos; al respecto, para Rivera (2012) los chanchos representan “al espíritu del pueblo” (p. 39).

Con base en la cita anterior, la abuela Tjër Dí, protectora de los Térrabas, según su cosmovisión, convirtió a los habitantes en chanchos para “protegerlos de los invasores” (p. 39); en este caso, los invasores pueden verse como los españoles o toda aquella persona o grupo que atente contra sus principios, filosofía, religión y lengua, es decir, contra lo que Stavenhagen (1991, citado por Díaz, 2009) entiende como etnia.

También, en “Durgo” aparece el jaguar (suele traducirse como tigre), animal que, en alusión a la leyenda Dobón órcuo ác (La leyenda térraba de mano de tigre), escrita por Navas (2015), representa el espíritu de lucha del pueblo Térraba; por esta razón, con la llegada de los invasores, la modernidad o la industria (según quiera verse), el rugido del tigre no se volvió a escuchar; sin embargo, sus hijos practican la danza sagrada del tigre (dobón tëyo) y del mono carablanca (yaigó tëyo) con la esperanza de que algún día recuperen su espíritu ancestral o, mejor dicho, de ética armoniosa con la naturaleza.

De manera paralela, en el poema “Yaigó Tëyo” [Danza del mono] (p. 80) aparece el mono (: mono amarillo), quien según José Luis Navas (2015) dejó su huella junto con el “tigre (dobón) […] y el saíno (shtöc’o)” (párr. 1) en la piedra de mano del tigre. Por esta razón, los monos poseen su propia danza cantada por los niños:

“jimboro, jiambe, jii / Doronjo, doronjo jii / Jïmboro, jiambe, jíi / Jimbowe jiambe, jíi / Na iyong dłu iyong, jíi” (vv. 13-17).

En cuanto a la cita anterior, según la tradición oral [conversación vía telefónica con Leonardo Porras Cabrera el 9 de marzo de 2021], los ancianos (ancestros) veían bailar a los monos en la orilla de un barranco ubicado en una montaña. Los monos se pintaban la cara con achiote de montaña. Dicha danza imita los sonidos de estos animales y esto explica por qué la danza posee fragmentos intraducibles al español. Durante el canto, cuando se dice “jíi” los hombres levantan la pierna derecha y las mujeres se agachan.25

Integración de una voz afrodescendiente: Karina Obando González (n. 1994), aunque cabe aclarar que este dato sería solo geográfico (Limón, y esto no quiere decir que los poetas afro son todos de Limón) y no temático, pues en los poemas “Enigmas del retorno” (pp. 186-187), “Venus” (p.187), “Abismo en el retrovisor” (p. 188) y “Mariposas negras” (p. 189) no existen códigos o referentes algunos para ubicarlos dentro de los estudios de reivindicación de la etnia africana citados por Zavala (2006), población doblemente excluida en Costa Rica, como sí se ha hallado en otros poemas consultados y más recientes de esta autora. Como representante de la provincia de Limón, aunque no afrodescendiente, aparece Génesis Cubillo.

En fin, en todos los poemas publicados de Karina Obando,26 el yo lírico femenino protesta y se reivindica en su condición de mujer (en lo respecta a género) desde la feminidad; sin embargo, ninguno podría ubicarse dentro de la poesía de negritud que exponen con mucha fuerza autoras como: Shirley Campbell Barr, Delia McDonald Woolery, Eulalia Bernard Little, Queen Nzinga Maxwell y Nancy Banard (esta última mencionada en una investigación en proceso).

Por ende, tras Villalobos (2020) defender en el prólogo que se está ante “una de las muestras más inclusivas de la historia literaria en Costa Rica” (p. 10), debe considerarse que, de todas las zonas geográficas incluidas, al igual que ha sucedido, como conducta heredada, en toda la historia literaria costarricense llamada “vallecentralista” por Corrales (2007 y 2014), el territorio con más presencia es San José (12 poetas) -súmese a ello, en cuanto a provincias, la falta de representantes en Guanacaste así como, en cuanto a regiones, la falta de representantes en toda la zona norte del país, sitio donde se registran autores jóvenes activos e incluso con libros27-; por tanto, no puede dejarse de lado la aparición de casos recientes y juveniles como: Shalaisha Barrett Parkinson (n. 1996) y Pauline Gordon Chacón (n. 1997) (únicas jóvenes publicadas en Álbum cultural de la familia afrocostarricense, 2020), quienes no solo son un ejemplo de inclusión en el nivel geográfico, sino también temático o de reivindicación étnica.

Actualmente, ambas poetas (Gordon y Barrett) muestran rastros de compromiso poético con la negritud en sus escritos, asunto de suma importancia para los grupos de lucha por la etnia africana en Costa Rica, quienes en la literatura encuentran un arma de protesta. Tómense estos datos en cuenta para futuros trabajos (antologías y estudios) comprometidos con las reivindicaciones étnicas africanas.

La inclusión de poesía lésbica (no en todos los poemas, pues en “II” está abiertamente dedicado a un tú lírico masculino), por ejemplo el poema “I” (p. 30), de Madeline Soto (n. 1995), joven abiertamente bisexual [dato colocado bajo consentimiento de la autora por vía telefónica en enero de 2021]. Esto se considera de relevancia dentro de las rupturas ideológicas que se fueron normalizando posteriormente a 1970 con el feminismo cultural, porque, al menos en cuanto a casos más recientes de poesía lésbica, después de los poemarios Hasta me da miedo decirlo (1987), de Nidia Barboza (n. 1954) y Ritual invicto (2006), de Lorena Vásquez Alvarado (n. 1982), no se conocen otros casos recientes en la historia literaria costarricense. Este contenido es toda una fuente de estudio,28 máxime en Madeline Soto, quien apenas en sus inicios no solo escribe poesía de contenido lésbico, sino también, a manera de intratexto (influencia de la vida del autor en su obra), dedicada a un tú lírico masculino.

Además, paralelo a temáticas ubicadas dentro de las teorías queer o los feminismos lésbicos, Madeline Soto es oriunda de Puntarenas, región casi “fantasma” en las visiones normalmente vallecentralistas (única persona antologada de la provincia) e incluso, en quienes intentan descentralizar. Para comprobarlo, basta con citar un fragmento del estudio introductorio del libro -se prefiere llamarlo así en vez de antología, pues en la página 9 es como lo considera su propio compilador- Retratos de una generación imposible. Muestra de 10 poetas costarricenses y 21 años de su poesía (1990-2010) (2010), de Gustavo Solórzano Alfaro, quien en cuanto a regiones, señala como hilo conductor la influencia de Francisco Zúñiga Díaz y destaca el intenso trabajo literario en San Ramón, Pérez Zeledón y Liberia, pero ¿dónde queda Puntarenas? (tampoco citada por Castro, 2016). En este trabajo se comprueba su actual colectivo (Faro Cultural), influencia de los talleres de Francisco “Chico” Zúñiga.

2. En términos biológicos, la inclusión de dos de los (as) poetas más jóvenes registrados en esta antología: Dante Calienno y Carolina Montalvo, ambos nacidos en 2003.29 Esto puede ser relevante a futuro para la historiografía literaria costarricense con el fin de valorar el seguimiento en la escritura creativa de ambos autores.

En definitiva, dentro de las bases registradas y consultadas de antologías de literatura con el adjetivo “costarricense” no aparece nunca antes un poeta y una poeta, ambos con 17 años, pero esto no permite omitir la relevancia que tiene para la historiografía literaria regional (aunque todavía no existe es relevante su construcción) la antología Florilegio de las nuevas voces guanacastecas (2019), compilada por el académico y poeta guanacasteco Miguel Fajardo Korea. Este trabajo se ha omitido, como suele suceder, dentro del horizonte de expectativas concentrado en la capital costarricense. En la antología compilada por Fajardo (2019), a la hora de ser publicada, la mayoría de jóvenes tenía entre 16 y 17 años. En el marco de las personas antologadas, primera multitud de estudiantes graduados del Colegio Humanístico Costarricense, Campus Nicoya apoyado por la Universidad Nacional, aparecen: Luis Alejandro Barrantes Zúñiga (n. 2002), Alisson Escobar García (n. 2001), Carolina Rodríguez Pérez (n. 2001), Daniela Fonseca Torres (n. 2002), Jesús Andrés Vallejo Cortés (n. 2001), Karen Paola Zúñiga Jiménez (n. s.f), Katherine Sofía Ramírez Castro (n. 2002), Kerym Centeno Cortés (n. 2002), Lauren Marcela Avilés Alfaro (n. 2001), Liz Ariana Romero Chavarría (n. 2002), Maikol Vargas Carrillo (n. 2002), María Fernanda Guevara Dinarte (n. 2002), Andrés Medina Gutiérrez (n. 2001), Nayith Cubero Nieto (n. 2001), Nicole Vega Nieto, Raquel Alvarado Brenes (n. 2001), Sergio Luis Zúñiga Rodríguez (n. 2002) y Sindel Karime Enríquez Obando (n. 2001).

Es importante señalar que, de la lista anterior, conformada por dieciocho participantes, trece son mujeres y cinco hombres. Esto es bastante inclusivo si se considera, a manera de hipótesis, que los hombres a lo largo de la historia han tenido mayores espacios de pronunciación en el mundo literario tanto en recitales como en premios, libros y antologías (en la antología compilada por Ramírez, 2020, se rompe con ello).30

También, cabe decir que se habla de hipótesis porque, por más lógico y verídico que parezca, en Costa Rica la desigualdad entre hombres y mujeres en espacios literarios es un trabajo que todavía amerita un estudio profundo para comprobarlo. Al respecto, se halló la publicación “La lucha por visibilizarnos y por visibilizar: la mujer en la literatura costarricense”, de Andrea Mora Zamora (2020); sin embargo, a pesar de las buenas intenciones de la autora y el adelanto brindado para futuros aportes, es un trabajo sin aparato crítico riguroso, paralelo a la falta de un cuerpo metodológico serio, contrario al estudio de Delgadillo (2021), que puede ser visto como buen ejemplo junto a otro caso referido en la nota 31. 31

3. Puede considerarse la inclusión de diversidad de corrientes estilísticas, entre ellas, versos escritos de manera tradicional, como es el caso del soneto “La luna está en su punto” (p. 48), de Steven Bonilla (n. 2000); poesía híbrida (formas y contenidos): en prosa poética como es el caso de “Purga” (p. 108), de Daniel Araya Tortós (n. 1998) y “Anatolia” (pp. 134-135), de Ignacio Aru (n. 1999).32 Sin embargo, este asunto tampoco es nuevo, y, además, debe considerarse que la poesía rimada está lejos de los moldes estilísticos actuales.

La diversidad de corrientes tanto estilísticas como estéticas se aprecia en diferentes antologías según los gustos de los compiladores; tal es el caso de la Antología de una generación dispersa (1982), primera antología de poesía juvenil de la que se tiene registro en la historia literaria costarricense [aunque no utiliza el calificativo] o en Retratos de una generación imposible. Muestra de 10 poetas costarricenses y 21 años de su poesía (1990-2010), de Gustavo Solórzano Alfaro (2010).

En el caso de selecciones de poesía costarricense publicadas en el siglo XXI, la muestra más rigurosa y sobresaliente metodológicamente (crítica y sistemática) es la de Gustavo Solórzano Alfaro (2010), quien no solo antologa a diez poetas, sino que también realiza un estudio crítico al inicio, y una aproximación por cada poeta. Además, Solórzano (2010) no se autoincluye, muestra profesionalismo al proponer su selección desde sus subjetividades; por ende, no pretende considerar que los poemas allí prersentados sean los únicos mejores, pues existe diversidad de criterios de valoración, y dentro de su labor de difusión comprometida, deja una detallada lista de consulta con nombres de otros (as) poetas no publicados en su libro. Sin duda, es una muestra que sirve como modelo y amerita seguimiento para valorar no solo este trabajo, sino también evaluar la producción poética de Solórzano para incluirla en futuras muestras de poesía costarricense.

Aunque también deben considerarse casos en las regiones como la Antología de poesía Puntarenense (1990-2019), publicada en 2019. En ella aparecen, desde versos rimados y procedentes del folclor puntarenense, ubicados en la sección “Portadores de Tradición” (pp. 119-198), hasta el poema “Algo sobre la generación del 99” de José Luis Arguedas Arce (n. 1984), autor olvidado por la crítica o por la poca crítica e historiografía literaria existente en la poesía costarricense (antologías).

Los rasgos estéticos de José Luis Arguedas provienen de las posvanguardias chilenas de la segunda mitad del siglo XX; además, se caracteriza por la experimentación, entre esta con las temáticas vinculadas con las redes sociales, el lenguaje cibernético y los algoritmos (características ubicadas por Zavala, 2008 en el marco de la globalización). Súmese a ello que actualmente se encuentra escribiendo una novela y su primer y único poemario Bitácora del ahogado y otros poemas (2017) resultó ganador del Certamen de Poesía de la Editorial UCR.

4. Por incluir, como en la mayoría de antologías, diversidad de temáticas de contenido híbrido, aunque, en este caso, como punto bastante positivo [sin que sea el único, véase como un fenómeno particular, sin importar edad, con su mayor crecimiento a partir de los setenta], esta diversidad temática fue escrita por poetas que, en su gran mayoría no poseen libros, manera de incentivar el talento desde la juventud. Sin embargo, se recomienda que, en las antologías costarricenses, salvo por cuestiones étnicas y de género, se les dé prioridad a autores (as) con libros publicados. Luego, si se considera apropiado, abrir la convocatoria a otras personas.

Lo más recomendable es que exista un proceso de investigación previo para asumir los trabajos relacionados con literatura costarricense con la mayor seriedad y profesionalismo posibles.

También, paralelo a lo anterior, cabe señalar la hibridación cultural en cuanto a referentes intertextuales. Para ello, se pondrán algunos ejemplos de autores (as) que desde los presentes objetivos o paradigmas críticos destacan en la antología y que permiten, de la mejor manera posible, ejemplificar dicho paradigma.

En el poema “Mi voz y yo” (p. 240), de Jennifer Rojas González (sin libros publicados, pero con distintas publicaciones en revistas y antologías), se mezclan intertextos cristianos como es el caso del infierno de influencia dantesca; griegos: Medea, Amazona, Hera, Alcmena y Metis; la quema de brujas en la Edad Media, un viaje a Alejandría a partir de la presencia de Hipatia (utilizado también como referente nominal en el poema “Hipatia” de Roberth Ramírez, pp. 90-92) como referente contestatario, al igual que todo el poema, para aclarar la importancia de la sabiduría en las mujeres y también la relevancia de la memoria, para recordar las muertes injustas de mujeres destacadas en la ciencia “Hipatia es mi nombre” (v. 7).

Esta autora presenta una considerable muestra de poesía polifónica y diseñada mediante mitopoéticas que exponen un campo cultural abierto a un yo y a un otro u otros. La voz poética se convierte en un ajiaco mítico-cultural.

Luego, ligado al caso de la hibridación cultural vista en el poema “Mi voz y yo” (p. 240), de Jennifer Rojas, pero todavía de manera más rotunda y con más tratamiento en referentes orientales, africanos, norteamericanos y británicos, se aúnan dos voces, consideradas con mayor identidad cosmopolita, universal y proyección no solo en esta antología en discusión, sino en el panorama literario costarricense actual y que sí podrían seguirse tomando esta labor con oficio y seriedad. Estos dos poetas son Ignacio Aru (excepto [en el nivel de cosmopolitismo] su poema “Los contentos”, ubicado en una protesta contra el sistema costarricense) y Sean Salas. Ambos con dos libros publicados.

Ambos casos referidos muestran una identidad literaria lejana al imaginario de lo “nacional” o lo “local” y buscan explorar en una especie de cosmopolitismo, a partir del conocimiento de otras culturas, música norteamericana (el título del poema “Don’t Fear The Reaper”, pp. 199-200), de Sean Salas, referente al grupo Blue Öyster Cult, donde se mezcla el amor con la muerte (influencia gótica) en una especie de petite mort [orgasmo, placer]) y otras literaturas hiladas al cuestionamiento de la existencia misma fuera de Costa Rica.

En cuanto a la lejanía del imaginario de lo “nacional”, con base en Zavala (2008), el aumento del espacio y difusión cibernéticos de las literaturas ha provocado que el espacio geográfico (país) de los (as) autores (as) pase a un segundo plano, porque se tiende a apostar más por inclusiones universales donde la población lectora tenga mayor protagonismo (recepción lectora), entre ello, la posibilidad de sentirse en diferentes sitios, sin estar o haber viajado a ellos.

También, a lo señalado por Zavala (2008) se pueden agregar las posibilidades más mediáticas de lecturas y acercamiento con escritores (as) de otras partes del mundo con tan solo un click (revistas digitales, documentos virtuales, recitales o ciclos de lectura virtuales) y el recibimiento de premios internacionales donde destaca, en este corpus, Sean Salas, punto en el que se ahonda en los próximos párrafos.

Respecto a la muestra poética de este último autor, en ella se suelen construir diálogos con otras literaturas, principalmente británicas e incluso, dándole vida a poetas, escritores (as) muertos (as) o a personajes. Esto también es parte del repertorio poético de Alfredo Trejos, quien es otro de los referentes más importantes de la poesía costarricense actual. Por esta razón, no es casualidad que su epitafio XI, del poema “Bocetos para un epitafio”, incluido en el libro Sad Hill (2019) haya sido colocado por Sean Salas en el poema “Don’t Fear The Reaper” (pp. 199-200), construido a partir de diálogos generados mediante las acciones de Mary Shelley (1787-1851), quien fuera una de las autoras británicas más importantes de siglo XIX, mayormente reconocida por su obra Frankenstein y por su tradición gótica, y su esposo Percy Bysshe Shelley (1792–1822) a quien, debido a la capacidad de Sean Salas de crear nuevos mundos mediante la traída de muertos a la vida por medio de sus versos, lo coloca casi como hermano de Lord Byron, destacado poeta del romanticismo británico, además concebido como uno de los mejores poetas de lengua inglesa y poeta maldito del siglo XIX (algunos lo consideran antecedente de los poetas malditos).

Esto mismo provoca que el poema en mención se ambiente en un espacio gótico y de frenesí donde hay vino, cadáveres humanos, prostitutas y ladrones, ilustrando así los espacios más oscuros de la humanidad desde lo carnavalesco.

Asimismo, existe una cercanía muy fuerte entre el yo lírico y el malditismo de dos poetas que murieron jóvenes. El yo lírico se siente cercano a ellos porque no omite la posibilidad de morir joven en un mundo desencantado donde priman las crisis, los existencialismos y las distopías; ambas llevan al poeta a explorar entre sus sombras que no se miran con miedo, sino como la posibilidad de explorar otro mundo más placentero que la misma realidad. Justamente, este placer se aprecia en el acto de copulación de dos muertos (Mary Shelley y Percy) que desde sus tumbas llegan al orgasmo. Existe un rotundo viaje hacia la parte dionisiaca y escatológica del ser, con el afán de escapar de lo adverso, lo apolíneo. Existen, sin dudas, procesos de búsqueda.

También, referentes extraterritoriales en Sean Salas, al menos en dos de sus cuatro poemas, son el viaje hacia “Siria” (p. 198) y hacia “África” (p. 201), pero con dos temáticas universales como lo son la muerte y el existencialismo; ambos no requieren de territorio alguno, solo del cuerpo humano.

En el poema “Esperanza de vida en Siria”, que le permitió ser uno de los ganadores del “III Certamen Internacional de Poesía Luis Alberto Ambroggio, 2020”, el yo lírico, con un lenguaje fresco, que permite decir mucho con poco, y con un buen manejo de ritmos, construye un espacio en Siria adverso a la realidad o a imágenes comunes. Para ello, coloca como puente de dudas el accionar humano por medio de la analogía con las moscas, las cuales viven felices porque no tienen tiempo para pensar en nada (ser filósofas), no tienen preocupaciones debido a que sus vidas tienen una duración de un día o incluso menos. Y, en ese corto lapso, ven luz en la oscuridad; por ejemplo, las moscas creen que los niños muertos en Siria son flores y por eso descansan felices sobre ellos antes de morir: “Durante su corta existencia / las moscas en Siria nunca están tristes, hay suficientes flores para todas.” (vv. 15-17).

Entonces, este poema de Sean Salas, a pesar de concentrarse en las muertes y en la violación de derechos humanos en Siria, donde a diario fallecen más niños bombardeados, “Ha sido una semana horrible para los niños de Siria, viviendo y muriendo bajo el incesante bombardeo de colegios, hogares y hospitales” (UNICEF, 21 de noviembre de 2016),33 tal cual su título, permite apreciar la posibilidad de esperanza en un futuro cercano: encontrar luz en lo trágico o lo terrible.

Sin dudas, “Esperanza de vida en Siria” es un poema muy íntimo, universal, creativo y humano, pues se plantea la posibilidad de que, aunque la humanidad esté destinada a morir, durante ese proceso se pueda decidir entre ver un altar lleno de flores o ver un camino lleno de espinas y sufrimientos. Todo se construye según se quiera ver. En el arte y en la fantasía hay salvación para escapar de los locus horribilis, vistos no solo en diversos textos literarios (incluso mejor que en la realidad), sino en las mismas vivencias en el planeta.

Ahora, en un tono más de denuncia, pero con la misma capacidad de frescura, recreación y de decir muchísimo con poco, en el poema “África” se utiliza el mito griego de Narciso como referente mitopoético para enunciar las condiciones de vida en África: “Igual que Narciso / una niña en África / bebe agua de un lago contaminado / y este le devuelve su reflejo:/ un esqueleto” (p. 201).

Tal cual se aprecia, se resemantiza con innovación dicho mito griego para exponer ya no la condición del narcisismo humano, como ha sido mayormente utilizado, sino para exponer la desigualdad que debe enfrentar la ciudadanía africana en el día a día. En dicho continente, las personas mueren de hambre y esto se representa muy bien con la construcción de la imagen gótica del esqueleto que da cierre al poema.

Asimismo, en cuanto al buen tratamiento de los mitos griegos de manera innovadora como en Sean Salas, también, al respecto, se destaca el poema de Victoria Marín Fallas, titulado “Andrómaca” (p. 207). En él se toma esta figura femenina sufriente para exponer, desde lo profundo del ser, cómo la soledad muchas veces no es tan soledad y es la única compañía que queda después de una pérdida o de perdernos nosotros mismos al recordar a alguien que se ha ido de nuestro lado.

En el caso de Andrómaca, en el mito griego, ella perdió a su hijo Astianacte, quien fue arrojado por Neoptólemo, hijo de Aquiles, desde lo más alto de la torre de una ciudad sin poder rendirle los respectivos y honorables actos fúnebres. Por eso, en el poema de Victoria Marín, Andrómaca quiso lanzarse desde un sitio que trae consigo los recuerdos de su hijo asesinado, aunque su propio sufrimiento no le permitió suicidarse, siendo consciente de que “aún no se quieren enderezar mis huesos” (v.4).

Cabe destacar que, similar a Ignacio Aru y a Sean Salas, la influencia gótica es recurrente en las publicaciones de Victoria Marín. Ella es otra de las autoras que, aunque no tenga libro publicado, tal cual sucede también con Jennifer Rojas, se recomienda darles seguimiento, pues podrían brindar importantes aportes al campo literario.

Ahora, siguiendo con Sean Salas, todos los componentes literarios expuestos persiguen y edifican su actual identidad literaria. Él, además, a su corta edad destaca por haber sido el ganador del premio internacional “Poesía Paralelo Cero, 2021” (también ganado por el poeta costarricense Juan Carlos Olivas en 2017) gracias a su libro Alter Mundus, que el jurado consideró como una creación que se acerca a los tiempos de la universalidad, aunque sin dejar de lado la individualidad del poeta y su presencia en el mundo. También, según el jurado, este libro rompe con mitos y se permea de intertextos y diálogos con otras literaturas y con pinturas, fusionando diferentes estéticas que dan pie a nuevos mundos donde la población lectora podrá cumplir un rol activo. Quedan los poemas abiertos a la imaginación de sus receptores.

Luego, en lo referente a la poesía de Ignacio Aru (dos libros publicados y otro en proceso), al igual que en Sean Salas, el contenido gótico es un tema constante, claro ejemplo en “Ana´s Poem” (p. 132) y en “Attila” (p. 135), donde lo escatológico toma un fuerte protagonismo; además, en este último poema se hace referencia al personaje Attila, quien, según Ruiza, Fernández y Tamaro (2004), es rey de los hunos y pesadilla de los romanos, cultura bajo la que se inscribe su ópera prima Lupercalia (2019), publicada en México, y parte también del contenido de su segundo poemario Catorces días bajo la nieve (2021) publicado en Costa Rica.

Asimismo, las características extraterritoriales en la poesía de Aru se aprecian en “Anatolia” (pp. 134). Desde el título, se remite a la península encargada de unir Asia y Europa. En la actualidad, Anatolia es parte de Turquía, sitio donde en un pasado estuvieron los imperios de los frigios, hititas, asirios, persas, griegos y romanos; por tanto, cuenta con un gran legado e hibridación cultural. Esta hibridación es bastante particular en la identidad poética de Aru, quien recoge mitos de diferentes tradiciones y los refresca al igual que Sean Salas, incluso, creando otros mitos a partir de las posibilidades de poetizar espacios de la cotidianidad.

Inclusive, con base en lo anterior, no es casualidad que el yo lírico en el poema mencionado por Aru quiera salvarse en “Anatolia”, pues para Sanz (2015) existe un mito para defender que la lengua frigia fue la lengua hablada por los primeros pobladores del mundo.

Según Heródoto (citado por Sanz, 2015), el mito de la lengua frigia se creó a partir de una lucha por ser el primer pueblo y poseedor de la primera lengua hablada del mundo, la lengua de los dioses. Los egipcios querían ser protagonistas; sin embargo, para intentar comprobarlo, tuvieron que dejar a dos recién nacidos bajo el cuidado de un pastor, quien debía cuidarlo lejos de contacto alguno con otros humanos. Dos años después, luego de los primeros balbuceos, los niños dijeron sus primeras palabras mientras levantaban la mano solicitando algo en lengua frigia: “becós, becós”, cuyo significado en español es “pan” y justamente, los frigios “ocupaban la mayor parte de la península de Anatolia en la actual Turquía, eran el pueblo más antiguo” (p. 16).

A su vez, otros lugares externos ambientados en el mismo poema de Aru son las Maldivas, ubicadas en el océano Índico, y Konia, antigua capital de los Selyúcidas. En este sitio, según Anadolu Agency (2018), se conservan verdaderos tesoros ancestrales, entre ellos la mezquita de Alaeddin.

Por último, en el mismo poema de Aru se mencionan pesáj (fiesta de la primavera donde se liberan los esclavos egipcios), Shavout (fiesta de las primicias donde se entrega la Torá en el monte Sinaí) y Sucot (Sukkot: fiesta de las cabañas donde se recuerda el deambular por el desierto), según Tapia (2007), referentes de la religión judía.

Entonces, abordados los puntos anteriores, primero, se recomienda la posibilidad, en cuanto a poetas con libros actualmente publicados y con una producción mayormente destacada, de prestarle seguimiento al contenido que vienen creando Sean Salas e Ignacio Aru, el segundo de ellos todavía sin recibir premios como Sean Salas, pero con un libro publicado en el extranjero (México), uno en Costa Rica y otro en proceso. Ambos comprueban, en gran medida, la influencia de otras literaturas, punto relacionado con los procesos de hibridación cultural y el gran impacto imperial en Costa Rica de la cultura norteamericana, donde se absorben otras culturas, producto de la globalización y el neoliberalismo.

A pesar de que en la antología en discusión otros (as) poetas de las ciudades [desde este método de valoración no se puede considerar a poetas de regiones, como Daniel Araya Tortós, Melissa Valverde Gamboa, Joset André Navarro y Marvin Castillo Solís] como Byron Ramírez Agüero, Nathalie Crum (vive actualmente en Europa), Silvia Elena, Carolina Campos Solís, Ale Prada y Danny Drachen tengan poemarios publicados, se decidió destacar el contenido antologado de Sean Salas y de Ignacio Aru, porque fue el material que más se ajustó a los objetivos de esta investigación.

Los poemas de Aru y Salas muestran poesía bastante depurada, dialógica, polifónica, creativa, innovadora, cosmopolita y con referentes intertextuales y mitopoéticos [sin decir que son las únicas posibilidades]. Salas tiene la capacidad de decir más con menos, mientras Aru se caracteriza por no perder fluidez en versos largos o escritos en prosa, sin caer en imágenes comunes, pues como se dijo anteriormente, crea desde su propia lengua hilando referencias a referentes lejanos, mistéricos, irracionales y, aunque no necesariamente en esta muestra, con ciertos tonos barrocos.

El material publicado de ambos autores permite apreciar, a partir de lo que han construido en el presente, la posibilidad de que sigan sobresaliendo. Esto les permitirá la posibilidad de conducir la poesía costarricense hacia un muy buen norte, de la mano con otros (as) autores (as) que contrario a los casos referidos de Alfredo Trejos y Juan Carlos Olivas, para términos de esta sección, no serán mencionados (as). Se amerita un espacio o diversos espacios por aparte. No obstante, algunos de ellos serán referidos, a manera de consulta, en el siguiente apartado.

Por consiguiente, esta posibilidad de que la labor poética de Ignacio Aru y de Sean Salas siga trascendiendo, tal cual lo vienen haciendo, solo la dirá el arduo trabajo y el compromiso de las publicaciones que sigan realizando, la búsqueda de otras voces en sí mismos y sus innovaciones. El terreno literario es un campo de constante movimiento y más aún en el repertorio poético, donde se suele publicar más poesía que narrativa; aunque, de manera contradictoria, la poca crítica literaria actual suele enfocarse más en novelas. Se espera con anhelo un cambio o bien muchas variantes. Esto lo dirá el esfuerzo del mismo personal investigador y la suma de más personas en este campo.

Segundo, en contraparte al cosmopolitismo, polifonías, intertextualidades, dialogismos y mitopoéticas expuestos, se encuentran creaciones con un tono regionalista que se han dejado para otros trabajos o espacios como el I Congreso de Estudios Literarios

Regionales. Por mencionar seis de las 42 personas antologadas, a quienes se les puede prestar mayor atención, destacan: Leonardo Porras Cabrera, Joset André Navarro, Leonardo Cruz (Calú), Milena Chaves Matamoros, Pamela Monge, Melissa Valverde Gamboa (“Vainica”, pp. 254-255) y Katherine Quirós, quienes aparte de vivir o venir de regiones del país (Comunidad Térraba, San Marcos de Tarrazú, Tuetal Sur de Alajuela, San Ramón de Alajuela, Acosta y Pérez Zeledón), presentan lenguajes coloquiales y dialogismos desde y por la naturaleza o los espacios locales. Se aprecia una mayor cercanía con la filosofía telúrica y con el pasado de los abuelos y de las abuelas. De todos ellos, destaca muchísimo el trabajo del poeta indígena Leonardo Porras Cabrera, quien posee dos poemarios publicados y fue ganador del Certamen Brunca de Poesía en 2020.

También, en algunos casos, existe una referencia de territorialización que no busca salir de las fronteras locales, sino denunciar el día a día como sucede en la poesía de Marvin Castillo Solís, bastante coloquial o con un estilo narrativizante que le permite denunciar con rebeldía.

Y respecto a Daniel Araya Tortós, aunque sea un poeta de región con libro publicado, en sus poemas antologados no existe un cronotopo, sino poesía íntima y de mucha fuerza existencial, aunque es necesario darle un mayor seguimiento con un corpus más amplio, pues aunque no esté en la antología, sí se sabe de su poema “Dominó de lápidas”, que construye la región de Pejibaye, Turrialba, a partir de lo escatológico, lo ctónico.

De todo lo anterior, sin dudas, incluso en las mismas regiones no existe una sola manera de ver, analizar y leer poesía. No necesariamente los (as) autores (as) se casan con un territorio o con la cotidianidad como se ve en Marvin Castillo, sino que otros buscan caminar sobre sus propios interiores para esconderse de sus realidades, de sus calles, la naturaleza y las pulperías o centro de comercio. Incluso, dentro de las mismas regiones se puede generar poesía cosmopolita y que explora en otras literaturas y mitopoéticas, como es el caso de Jennifer Rojas.

No obstante, lo más apreciado en toda la antología en discusión es la vigencia de la brecha entre lo local y lo foráneo que abrió el primer debate desde 1894 en periódicos costarricenses sobre cómo debía ser la literatura del país. Si se coloca un ojo crítico desde las heterogeneidades y las hibridaciones, ambas son válidas.

Tercero, respecto a mujeres sin libros publicados y con tonos y estilos cosmopolitas, híbridos e influyentes de los movimientos de género en sus poemas, según lo estudiado, se recomienda seguirle prestando atención a las producciones literarias de Victoria Marín Fallas y de Jennifer Rojas, ambas destacadas en este trabajo y con posible buen norte en el panorama literario. Sin duda, todo dependerá del oficio que se tomen y si llegan a publicar libros, pues en el mundo literario, muchos (as) autores (as) con talento tienden a desmotivarse y, por ende, quedan rezagados en el camino. Se espera que esta no sea la situación. Al igual se espera que esto no suceda con autoras como Carolina Campos, Ale Prada y Silvia Elena, todas con poemarios publicados y que, a pesar de no haber sido analizadas detenidamente en este trabajo, presentan calidad literaria por analizar en nuevos espacios que requieren de grupos o equipos de investigación.

Cuarto, esta antología comprueba una especie de boom literario de escritoras costarricenses, lo que se aúna a una manifestación también notoria en toda América Latina. Aunque, sería un gravísimo error delimitar esta posibilidad solo a esta muestra 1986-2003, pues este horizonte va más allá de edades.

Quinto, cabe indicar que la publicación de la Antología de Poesía Joven. Nueva Poesía Costarricense, compilada por Byron Ramírez (así lo certifica Villalobos en el prólogo, párr. 2) en 2020 gracias a una Beca Creativa del Ministerio de Cultura y Juventud, abre paso a un listado de posibilidades de estudio y horizontes de expectativas, pero también tensiones, cuyas raíces aproximadas datan desde 2018.

El problema de la literatura como “archivística”34 en la literatura costarricense

Para ampliar el panorama sobre las disyuntivas en torno a los métodos generacionales en los estudios literarios, se decidió utilizar como una de las bases el libro Contra el método generacional (2006), de Ricardo Cuadros, para quien dicho concepto se convirtió en un método político-ideológico de influencia romántica-positivista en las historias de la literatura. Fue criticado, para referir algunos casos, por: Dámaso Alonso, José Juan Arrom (sumamente polémico), Emilio Carrillo, Ricardo Cuadros (en referencia) y Mateo Gambarte, pues como ya se comentó, proviene del Génesis en La Biblia, donde existía, en sus creyentes, la necesidad de explicar las procedencias divinas de la humanidad a partir de la supuesta procedencia de un único Dios.

Sus dos mayores influencias fueron Julius Petersen y Ortega y Gasset; incluso, para este último, el concepto “generación” era muy importante. No obstante, sabía que las generaciones están condicionadas por un grupo de intelectuales relacionados con un mismo momento histórico e ideológico, debates en torno a un problema particular y pertenencia a un campo cultural-literario específico y, por esta razón, en 1968, Óscar Tacca señalaba que el concepto de generaciones es “vago y flotante” (p. 99).

En el contexto costarricense, las primeras personas en referirse dentro del mundo académico al problema de las generaciones en la historiografía literaria de Centroamérica, donde ingresa la literatura de Costa Rica, fueron Magda Zavala y Seidy Araya a partir del libro La historiografía literaria en América Central: 1957-1987 [con colaboración de Albino Chacón], publicado en 1995. Ellas se apoyaron, igual dentro del plano costarricense, en gran parte en el trabajo “Discurso histórico e historiografía literaria: Una alternativa en la construcción de un discurso explicativo de las producciones culturales de América Central”, de Ligia Bolaños Varela (1988).

Para Zavala y Araya (1995), las historias de la literatura en Centroamérica, aparte de sus constantes métodos de periodización generacional que ameritan necesarios cambios, presentan sesgos o vacíos a raíz de la mala elaboración de antologías, donde muchos compiladores deciden incluir primero a sus contactos telefónicos, dejando bastante material por fuera y afectando con ello a los historiadores de la literatura.

Desde la perspectiva de Zavala (2008), la idea de las antologías es permitir posibilidades de establecer conexiones de diferencia-semejanza, rechazo-apropiación y deconstrucción-reconstrucción entre textos creados en épocas diferentes a los lectores e investigadores. También, Rodríguez (2008) propone romper con el método archivístico y enfocarse en las formaciones discursivas con base en “las nociones de totalidad contradictoria, heterogeneidad no dialéctica e hibridación” (p.15). Asimismo, Zavala (2008) propone un análisis de la poesía intermedial mediante el uso de diferentes paradigmas interdisciplinarios (sociales, discursivos, culturales, étnicos y de género) determinados por elementos extratextuales y enunciativos, con el fin de poder acercarse a la función social de la literatura, como aparato de creación y deconstrucción.

En fin, las acotaciones presentadas contra los modelos positivistas en el estudio de la poesía costarricense actual, inscrita por Rodríguez (2006b y 2007) en el campo conversacional,35 permiten ver, entre muchos otros elementos, la poesía costarricense como materia híbrida, característica atribuible a la escrita actualmente por jóvenes. El mismo Corrales (2014) menciona la importancia de considerar cómo lo estimado “actual” muchas veces puede ser antiguo y cómo el concepto “nuevo” tiende a ser “ambiguo y problemático” (p. 47).36

Un claro indicio sobre por qué existen deseos en Costa Rica de crear una “nueva generación” de escritores, como se ha hecho en épocas pasadas, es el afán de sentirse iniciadores de algo, entre ello, por ejemplo, con base en Corrales (2014), la poesía del desencanto no es una particularidad (dentro de las heterogéneas defendidas por Ramírez y Castillo, 2020) de la juventud, sino de diversos modelos bajo los que se inscribe la poesía actual de Costa Rica, para lo cual coloca como contraparte a Francisco Rodríguez Barrientos (n. 1956),37 poeta poco considerado por el elitismo y quien, además, desde su consideración, no solo rompe desde su escritura, sino también desde su diversidad de profesiones: “poeta, ensayista, narrador, profesor e investigador universitario” (p. 51). Lo anterior es difícil de hallar, pero no imposible (punto al que apela Monge, 2021); por tanto, menciona otros dos ejemplos de autores regionales para ser considerados por su calidad poética a pesar de no ser tomados en cuenta ni dárseles su valor: Joaquín Soto (n. 1946) y Luis Yuré (n. 1970).

Con nuevos estudios, a los anteriores nombres podrían sumarse otros más,38 también mencionados raramente o casi nunca “en reseñas ni discusiones sobre poesía costarricense, mucho menos en la academia” (Corrales, 2014, p. 56). Al menos con poemarios publicados sobre temáticas heterogéneas, diferentes y contrahegemónicas están en orden cronológico: Leonardo Porras Cabrera (n. 1993), Josué Torres Morales (n. 1990), las conocidas como hermanas Quintero: Carolina (n. 1989) y Carmen (n. 1988), Sebastián Arce Oses (n. 1986), Juan Carlos Olivas (n. 1986),39 José Luis Arguedas Arce (n. 1984), Ronald Campos López (n. 1984),40 Sebastián Brenes Miranda (n. 1983), Lorena Vásquez (n. 1982), Alejandra Solórzano (1980), Gustavo Solórzano Alfaro (n. 1975),41 Nancy Banard (n. 1974), Minor Arias Uva (n. 1971), Queen Nzinga Maxwell (n. 1971), María Montero (n. 1970), Leonardo Villegas (1970), Cristian Marcelo (n. 1970),

Carlos Manuel Villalobos Villalobos (1968),42 Rocío Mylene Ramírez González (n. 1969), Álvaro Mata Guillé (n. 1965), Ignacio Carballo Luján (n. 1965), Nidia González Vásquez (n. 1964), Guillermo Fernández (1962), Carlos Cortés (n. 1962),43 José María Zonta (n. 1961),44 Vilma Vargas (n. 1961), Guadalupe Urbina (n. 1959), Adriano Corrales (1958), Alexander Obando (1958-2020), Miguel Fajardo (n. 1956), Nidia Barboza (n. 1954), Magda Zavala (n. 1951),45 Leda García (n. 1951), Arabella Salaverry (n. 1946),46 entre otros nombres de los cuales se tiene conocimiento y otros más, quienes actualmente, debido a la imposibilidad de que una única persona abarque todos, todavía no forman parte de nuestra recepción lectora.

Debe considerarse de nuevo que uno de los objetivos de crear una genealogía en la Biblia fue colocar a un grupo de personas más cerca de los orígenes de Dios y, por ende, darles con fundamento “sagrado” la posibilidad de tener una serie de privilegios en la sociedad: ¿Eso se busca para la literatura costarricense? ¿Mercadotecnia como lo menciona Ernesto Castro (citado por Marcos, 2020)? ¿Una guerrilla literaria como lo menciona Adriano Corrales (2014)?

El caso debatido y casi extraordinario de Ramírez (2020), como pocos existen en el país, basado en los aportes de Zavala (2007), quien valora las posibilidades de mejorar los aportes en torno a las literaturas centroamericanas desde Centroamérica, se puede integrar en la categoría de crítico aficionado “con profesión de base en otras disciplinas o sin formación específica, pero con poder de escucha por los otros sujetos del campo literario, dado su poder en otras áreas (esfera artística, política, educativa, etc.) (párr. 42). Justo este poder de escucha ha dado posibilidades de legitimar datos pretenciosos e inciertos.

A manera de compromiso con el estudio de la literatura costarricense, no se debería seguir permitiendo ninguna de las anteriores posibilidades; por ende, se acude de inmediato al llamado de un pensamiento crítico contra la construcción de generaciones literarias, mucho menos desde posiciones como las presentadas.

Considérese que este asunto ya había sido emitido por Magda Zavala y Seidy Araya desde 1995, aunque según lo confirman pruebas colocadas en esta investigación, no ha sido escuchado.

Por esta razón, tanto Zavala como Araya, ya en 1995, comentan, como posibilidad de cambio, la presencia de nuevos críticos literarios en el país asumiendo la tarea de llevar la literatura, entre esto la creación de antologías, hacia un buen norte, para no seguir heredando patrones tradicionales, románticos o copiados de los anglosajones -según quiera verse- ya vistos en un pasado y, por ende, criticados. La historia, si no se lee con cuidado, se seguirá repitiendo producto de vacíos epistemológicos por rellenar. Así también, la historia, si no se lee de manera rigurosa, da paso a argumentos ahistóricos como se ha expuesto con Ramírez (2020).

En la poesía costarricense de paradigma actual, contextos conflictivos, entre ellos la pandemia, de incomodidad y de quiebre ideológico, económico y político, de la mano con el crecimiento masivo de la era digital -sin importar criterios biológicos (edades)-, toman mucha fuerza en el proceso de escritura creativa (tal cual lo apunta Zavala, 2008).

En el caso particular de Centroamérica, Zavala (2008) identifica dos grupos cada vez más separados de escritores: quienes escriben con aspiraciones cosmopolitas y quienes continúan creando una literatura de urgencia con mínimas posibilidades de ser publicadas. Claramente, en este cosmopolitismo, en este trabajo se han destacado mayormente los poemas de Ignacio Aru y Sean Salas.

Zavala (2008), a su vez, señala la existencia de una globalización literaria, fenómeno expresado mediante diferentes horizontes como el uso del lenguaje mediado por las redes sociales, diversidad temática mucha de ella a manera de rebeldía como crítica a los sectores y personajes privilegiados de la sociedad, y una estrecha relación entre la cibernética y la escritura creativa. Estos nuevos horizontes aceptan cada vez más una identidad de poesía intermediable y transnacionalizada que permite análisis desde métodos interdisciplinarios y heterogéneos.

Como último punto, para confirmar lo dicho por Zavala (2008), la categoría llamada “generación dispersa”, según Jiménez, Bustamente y Gallardo (1982), se empezó “a desarrollar en una Centroamérica convulsionada, unos países vecinos y hermanos en pie de lucha, un país desestabilizado y en crisis, es decir en un contexto social cercano a la incertidumbre y la encrucijada” (p. 10).

Aproximaciones a la poesía costarricense actual

En el marco de la. poesía costarricense actual, Rodríguez (2006b)47 tiene por objetivo estudiar, desde la historiografía literaria, la poesía costarricense actual de carácter conversacional, con el fin de reconceptualizar “la perspectiva desde los aportes de la historia literaria latinoamericana y el estudio de las constantes discursivas” (p. 145). Desde ese ángulo, para Rodríguez (2006b) surgen los siguientes cinco rasgos distintivos:

1. Énfasis individualista unido a la narratividad del mundo cotidiano: importa mucho la soledad como medio de denuncia. También, para agregar lo dicho por el escritor Guillermo Fernández (2012), la bohemia y el malditismo son vistos como un valor.

Análisis social: se dan pronunciaciones desde la infancia, los quiebres culturales, la globalización, las migraciones, la política como reclamo de la función pública y se reconstruyen pasados integrantes de la identidad costarricense, entre ellos, alusiones a la temática indígena.

No obstante, en cuanto al último punto referido por Rodríguez (2006b), cabe agregar que hoy no son solo alusiones como sí sucede en casi toda la poesía más reciente de Nidia Marina González; ejemplo de un solo caso de ella es “Autorretrato diluido” (pp. 19-20, 2015); “Ixquic” (p. 17, 2019),48 de Carlos Villalobos (n. 1968) y en casi todo el capítulo “Ancestros y tradiciones” (pp. 75-115), junto con otros poemas más49, del poemario Costa Rica: 360 grados de poesía (2016), de Minor Arias Uva, poeta de raíces térrabas y borucas. También en poemarios construidos totalmente a partir de la revalorización de las culturas indígenas, tal es el caso del poeta de raíces térrabas Leonardo Porras Cabreras, autor de Dbon shricshirc orcuo böǹ (Huella de jaguar) (2019) y Memoria del hígado (2020); también por escritores no necesariamente de raíces indígenas, pero cuya temática latinoamericana, a modo de rescate y reivindicación de la etnia indígena, se aborda desde el pasado colonial en Guatemala (Antigua) en comunicación con el presente, ejemplo: Antigua luna (2017), de Magda Zavala o en el caso de Costa Rica, el poemario indigenista La voz que duerme entre las piedras (2018), de Luis Esteban Rodríguez Romero, donde se recoge como referente principal la leyenda de Sibö para construir una historia de amor y duelo.50

2. Énfasis metapoético y culturalista: se genera una relectura de autores, mitos y lenguas clásicas (Grecia y Roma) a través del viaje a espacios imaginarios mediante el intelectualismo de las hipertextualidades.

Dentro de este aporte de Rodríguez (2016 b), dentro de lo culturalista, primero, se deben agregar las influencias orientales que se ven en producciones poéticas más recientes de José María Zonta, entre ellas La reunión de los crisantemos (2016) y en Antología de la dinastía del otoño: antología de poetas de la dinastía Tang (2016) y en Kintsugi (2020), de Joset André Navarro Abarca.

Segundo, se deben sumar los criterios de Magda Zavala en su trabajo “Poesía, género y etnia en Centroamérica” (2006, también publicado en la revista Centroamericana, número xxx, publicado en 2007 por la Università Cattolica del Sacro Cuore). Para ella, desde los setenta, misma fecha desde la que parte Rodríguez (2006b), existe reivindicación de voces de etnia africana y su legado cultural en la poesía contemporánea costarricense; en este caso, Zavala (2006) cita a las poetas Eulalia Bernard Little, Delia Adassa McDonald Woolery y Shirley Campbell Barr.

Por su parte, a esta lista recogida por Zavala (2006), se agregan en el presente en Dudreuil (2019), en su trabajo “Del silencio al canto: las huellas de la esclavitud en la poesía femenina afrocostarricense” a Wendy Patricia Maxwell Edwards (n. 1971) (seudónimo: Queen Nzinga Maxwell).

A lo anterior, deben agregarse tres poetas afrodescendientes: primero, Nancy Banard, Pauline Gordon Chacón y Shalaisha Barrett Parkinson, todas ellas compiladas en Antología Poética: El Álbum Cultural de la Familia Afrocostarricense (2020, Delia McDonald), y debe sumarse a Berley Marcia Reid (n. 1950), quien escribe poemas en limonense criollo, traducidos al español por el lingüista costarricense Mario Portilla, Karina Obando, pero contrario a los de la antología de Ramírez (2020), sí son de contenido afrodescendiente, y a Naomi Quesada Sánchez (n. 1996).

Asimismo, como elemento culturalista en relación con la etnia africana, aunque sus raíces sean indígenas, Minor Arias Uva posee el poemario Médula Africana: memorial de la esclavitud (2019). En él se rescata la historia del sufrimiento vivido por los africanos en la época colonial costarricense, propiamente en la Puebla de los Pardos de Cartago, junto con sus rituales y filosofía, puntos sobre los cuales se prepara un artículo académico.

Por último, en cuanto a la parte metapoética, cabe agregar la poesía del “antilirismo”, trabajada en el artículo “El antilirismo costarricense” del escritor Guillermo Fernández (2012), donde se destaca el uso del lenguaje coloquial y desenfado, cercano a lo cotidiano y al pueblo.

Carácter feminista: Rodríguez (2006b), en este apartado, comenta que las mujeres reflexionan51 desde una perspectiva crítica de género sobre su papel en la sociedad costarricense contemporánea a partir de la escritura creativa. Sin embargo, en la poesía escrita por mujeres, principalmente posterior a los setenta, en atención a los aportes hechos en “Ser poeta y mujer: una manera de revelarse y rebelarse en la poesía de Mía Gallegos y Julieta Dobles”, de la académica costarricense Mayela Vallejos Ramírez (2016); “Poetas centroamericanas de la rebelión erótica”, de Magda Zavala (1999); estudio introductorio de la Antología de poetas centroamericanas contemporáneas (1970- 2008), publicada en el 2011 y Desde los márgenes a la centralidad. Escritoras en la historia literaria de América Central, de Magda Zavala y Consuelo Meza Márquez (2019), se sabe que las mujeres no solo reflexionan.

En realidad, en la poesía feminista costarricense de mayor ruptura, las mujeres cuestionan y reivindican sus funciones en la sociedad. El mismo cuerpo como espacio de erotismo y autoerotismo, según Zavala (1999), después de los ochenta se convirtió en un territorio político de manifestación, así como también la sexualidad se convirtió en un lugar de pronunciación sin eufemismos en las escritoras. Muestras pioneras de ello son los poemarios ubicados en el lesbianismo: Las voces: Nidos en las orejas del aire (1980) y Hasta me da miedo decirlo (1987), ambos de Nidia Barboza; y en el erotismo precursor: Conmigo al desnudo (1983), de Leda García Pérez (recuperadas por Zavala, 2011).52

También, para Zavala (1999), el cuerpo de las mujeres se convierte en espacio sociocultural y de poder (coloca a Ana Istarú como ejemplo) y el amor en puente de conocimiento. Por tanto, las mujeres forman un sistema tripartito en sus poemas: erotismo, poder y creatividad, para lograr romper con el discurso falocéntrico y autorregenerarse a partir de un erotismo militante.

Luego, el tópico de reflexión mostrado por Rodríguez (2006b) se ubica en un aparato epistemológico conservador, donde no se pasa de la reflexión. Esto reafirma la tesis de Zavala (2007 y 2011), para quien existe un débil aparato crítico en torno al estudio de la literatura indígena (todavía más si son mujeres) y la escrita por mujeres en Centroamérica.

¿Acaso no existe una liberación de las escritoras costarricenses en su poesía? No se puede negar un corpus de poemas donde la hablante lírica queda rezagada e incluso no pasa más allá de un proceso de reflexión como lo comenta Rodríguez (2006b); sin embargo, existen poemas donde la mujer desdobla su función tradicional en la sociedad de manera contestataria, resemantizando mitos y rompiendo imaginarios y censuras de manera más pronunciada (lesbianismo y virginidad) e incluso, aceptándose como mujer.

Enseguida, cabe referir, en esta ocasión, cinco ejemplos, anteriores a la publicación del estudio de Rodríguez (2006b), para comprobar la liberación, reivindicación y acción más allá de la reflexión por parte de las hablantes líricas en los poemas: “Mía de Nadie” (p. 94), de Mía Gallegos (1985);

“Un hombre que golpea a una mujer” (p. 58), de Ana Istarú (1989); “Último Aquelarre” (p. 25), de Julieta Dobles (1987); “Condena” (p.25), de Leda García Pérez (1998) y “XIII” (pp. 143-144), de Shirley Campbell Barr (1994).

También, Rodríguez (2006b) menciona la recurrencia a la niñez por parte de las escritoras para entender la construcción problemática de la adultez; sin embargo, a manera metacrítica, este criterio también se inserta en una lectura conservadora o básica de entender la poesía escrita por mujeres en Costa Rica, pues no necesariamente se voltea a la niñez para entender la construcción problemática de la adultez (proceso de reflexión); eso sería tan solo el primero de los tres niveles de conciencia citados por Zavala (2011) que se pueden hallar en el estudio de la poesía escrita por mujeres, siendo el segundo el impulso (cuestionamiento) y el tercero la acción para ser libre, adquirir espacios antes imposibles como lo es la misma apropiación de la voz para proponer sus visiones de mundo.

No obstante, para tomar partida de otras perspectivas, cabe agregar que, según la poeta Valeria Morales Núñez (citada en Hexágono, 2020), no todas las escritoras están de acuerdo con el término “feminista”. Un claro ejemplo son las integrantes de la Colectiva Jícaras, para quienes no necesariamente todas ellas son o se sienten feministas tanto en la colectividad como en la escritura, simplemente se sienten plurales desde la misma palabra “mujer”.

Ante un caso como el anterior, respetable y según Zavala (2011) nada nuevo (diferentes mujeres, principalmente jóvenes, se oponen al feminismo y deambulan en las exploraciones, pp. 134-135), de igual forma es sumamente notoria y casi irrefutable la muestra de liberación en la literatura escrita por mujeres costarricenses, principalmente a partir de los ochenta, paralelo a la influencia de las luchas sociales (literatura-sociedad), incluso, vividas desde el exterior por precursoras como Victoria Urbano Pérez, quien en su poemario Los nueve círculos (1970), se adelanta al paradigma poético de la época en Costa Rica y presenta un fuerte e irónico cuestionamiento de la Iglesia y el cristianismo en sí. Al respecto, se tiene un estudio académico en prensa; parte de él se presentó como lección inaugural del V Encuentro de Literatura de Mujeres en Costa Rica organizado por la Asociación Costarricense de Escritoras.

Tópico amatorio: Rodríguez (2006b) dice que las experiencias amorosas se problematizan desde el diálogo. Aunque, se debe agregar que este factor no se da en toda la poesía costarricense actual, pues también, por citar casos anteriores a la publicación de Rodríguez (2006b), las experiencias amorosas se problematizan, por ejemplo, desde la solicitud de cambio de hombre, pero amándose como mujer, es decir, desde su propio ser (feminismo de la diferencia). Tal es el caso del poema “Hermanos estelares” (pp. 257-260), de Magda Zavala, publicado en 2010 en Tríptico de las mareas, pero escrito en 1986. En él se dice “Amarás por primera vez tus engendramientos / y los míos, / distintos y válidos” (p. 258, vv. 38-40).

Existe una búsqueda equitativa desde la reflexión interior. Así también, lo contestatario pone en tela de juicio el amor, dando paso a procesos de introspección donde la soledad es la única compañera, incluso se le ama; ya no existe diálogo ni siquiera con Dios, quien no escucha y la esperanza se quiebra; ejemplo de ello es el poema “Amor en clausura” (1985), de Mía Gallegos. Como bien lo comenta Zavala (1999), los temas de amor en la poesía escrita por mujeres se convierten en fuente sagrada de conocimiento y autorregeneración. En el poema de Mía Gallegos es la introspección la encargada de permitirlo, al punto de labrar “una ciudad que habitaré mañana” (v. 30) producida por una espera que perdió la “esperanza” (v. 36).

Discusiones finales

Tras presentar una lista de preámbulos sobre el presente trabajo y demostrar en su desarrollo vacíos metacríticos y epistemológicos en el terreno de la historiografía, la cual camina indexada con la crítica literaria costarricense, enseguida es necesario ampliar el tema sobre los comentarios que han generado incomodidad en ciertos (as) jóvenes escritores (as) de Costa Rica, corpus que motivó el desarrollo de esta investigación junto con publicaciones que, desde su reproducción ahistórica, han dado paso al fenómeno literario conocido como verosímil crítico.

Marvin Castillo Solís en “La poesía Joven de Costa Rica” (2020), publicado en la Revista Digital Campos de Plumas, donde se encuentra, en el archivo de abril de 2020, una sección especial titulada “Poesía Juvenil Costarricense”53, comenta parte de las molestias generadas a partir del I Encuentro Internacional de Poesía Joven en Costa Rica, organizado por Casa de Poesía.54

Según apunta Castillo (2018), Casa de Poesía es un colectivo cuya peculiaridad ha sido la inclusión de poetas mayormente reconocidos en las actividades literarias. Para el I Encuentro Internacional de Poesía Joven en Costa Rica, se convocaron escritores de 45 a 78 años, pero debido a críticas enunciadas por una red de jóvenes poetas costarricenses, cambiaron el nombre a “I Encuentro Nacional de Poetas Talleristas” (Castillo, 2018, párr. 5).

Además, como dato hallado, la presión de cierta población juvenil, sumada al texto escrito por Castillo (2020) entre marzo o abril de 2020, tal cual lo presentan las bases de datos colocadas en las notas finales números 53, 54 y 55 de esta investigación,55 han sido reflejo de un impacto significativo paralelo a los medios de difusión cibernética que deben seguir pronunciándose en términos de conocimiento de voces poéticas jóvenes.

Por su parte, alrededor de estas coyunturas sobre la poesía costarricense escrita por jóvenes, no se puede dejar de lado la importancia de no expulsar del centro, tal cual se ha hecho a lo largo de la historia literaria costarricense, a escritores regionales.

Respecto a escritos publicados en 2020, donde se comprobó el interés de dar vida a una generación literaria en Costa Rica, se tienen los siguientes: “Introducción a la Poesía Joven Costarricense”, de Byron Ramírez Agüero y Marvin Castillo Solís; “Sobre el fenómeno de la “«Joven Poesía Costarricense»”, de Byron Ramírez Agüe- ro, y “Generación Crisálida: nueva poesía costarricense”, de José María Zonta, sobre quienes nos concentraremos en los tres cuadros a continuación.

Byron Ramírez Agüero

Byron Ramírez Agüero y

Marvin Castillo Solís

José María Zonta

La nueva generación ya no se ve en necesidad de pensar a la poesía en términos binarios. Siendo, o no, influenciado por múltiples tradiciones a la vez, no recae en el o en la joven poeta la necesidad de construir un estilo en respuesta a otro, sino que elige construirse un estilo de acuerdo con su propia realidad, ya no con la preocupación de pertenecer a un bando o a otro; la poesía, para esta generación, es un gran espectro de posibilidades que nacen, se interrelacionan y mutan conforme avanza tiempo. El acto creador entiende de este modo que el poema es cambiante e inestable, como todo lo que vive.

Es aquí, en la contemplación de ese gran espectro, donde esta generación de jóvenes poetas viene a parar.” (párrafos 11- 12, subrayados propios).

“A nivel de logística extraliteraria, quienes formamos la generación más reciente nos definimos por oposición a la anterior en este sentido” (párr. 5, subrayado propio).

“[…] esta generación que apenas surge, presenta una combinación que no se ha visto en las dos anteriores: Renuncia a la formación de una estética unívoca, pero se cohesiona a nivel extraliterario” (citado en “párr. 10, subrayado propio).

“De igual manera, se observa que esta generación emergen- te tiene una dinámica propia y diferenciada de las anteriores” (párr. 16, subrayado propio).

Las generaciones poéticas, entendidas como grupos de poetas que se reconocen similitudes éticas y estéticas, con inquietudes comunes, han marcado la evolución de algunas tradiciones. Son grupos con “participación en actos colectivos propios” (Julius Peterson), que construyen una identidad colectiva dentro de un panorama. La Generación del 27 en España renovó el lenguaje, y la Generación Beat en Estados Unidos marcó un fenómeno cultural y social al rechazar los valores clásicos, enrumbando hacia la contracultura y el movimiento hippie” (párr. 1, subrayado propio).

Así bien, de los tres trabajos citados, debido a que en el desarrollo se expusieron argumentos y debates necesarios contra los vacíos del primero, enseguida nos concentraremos en el segundo y en el tercero, respectivamente: Ramírez y Castillo (2020) y Zonta (2020).

Primero, Ramírez y Castillo (2020) hablan de una “generación emergente”. Al respecto, la palabra “emergente”, según la vigésima-tercera edición del Diccionario Digital de la Real Academia Española (2014), es el que “nace, sale y tiene principio de otra cosa”, aunque, no solo los escritores jóvenes se inician en la tarea de la escritura creativa; por ende, de nuevo no concuerda la categoría. biológica porque ¿acaso si una persona no inicia o se da a conocer joven deja de tener oportunidad de tomar la escritura creativa como oficio? Afirmarlo sería excluyente y muy subjetivo. Por ejemplo, son muchos los casos de mujeres, dadas sus condiciones de vida aferradas a un hogar, cuidando a los hijos, cumpliendo con otras funciones e incluso, por temas de censura, que han empezado el proceso u oficio de escritura creativa en edades avanzadas.

Algunas muestras, no todas, de poetas que publicaron a edad tardía, por referir seis ejemplos de mujeres son: Magda Zavala, quien publica sus primeros poemas en 1989 en el boletín UNA Mujer (6 epigramas y un poema); en mayo de 1990 en el número 1 de la revista Casa de la mujer se incluyen varios de sus poemas; en 1994 en el número 6 de la misma revista, 15 poemas en la sección Sublevaciones; la mayoría de estos poemas aparecen luego en su ópera prima Tríptico de las mareas (2010). Marta Rojas Porras publicó su primer poemario La sonrisa de Penélope y su costumbre del adiós en 1993, con 43 años; Arabella Salaverry, quien también, a pesar de escribir desde joven y tener publicaciones desde los años sesenta en revistas, publicó su primer poemario Arborescencias en 1999 con 53 años; Lucía Alfaro, quien también, a pesar de escribir desde joven, no es hasta 2010, con 51 años, que publica su primer poemario Nocturno de presagios; María Pérez Yglesias (1949), quien dedicó la mayoría de su tiempo a la producción académica, por tanto, no fue hasta 2008, con 59 años, que publicó sus primeros libros en prosa poética Boleros nos volvemos tango y Las fronteras de la luna y el sol; por último, la poeta guanacasteca Ligia Zúñiga Clachar publicó su primer poemario Cielo aparte en 1990, con 39 años.

En ese caso, si no se conocieran las particularidades de estas autoras, quienes no publicaron jóvenes por diversos factores que podrían tratarse en otro estudio, desde esta óptica llena de ambivalencias, se podrían considerar “emergentes”, así como también es el caso de muchas personas que escriben, pero por diferentes factores, entre ellos timidez, ideología religiosa dentro de su círculo familiar y otros factores, no dan a conocer sus obras hasta edades avanzadas ¿Es esto un criterio válido? Más que válido se considera problemático debido a su trasfondo biológico (edades).

De manera paralela, aparece el trabajo de Zonta (2020), quien, muy similar a Ramírez y Castillo, crea, ya no el nombre “generación emergente”, sino “generación crisálida”, para referirse a una red juvenil en transformación; en este terreno minado entra en juego la siguiente pregunta: ¿qué poeta ha dejado de estar en proceso de metamorfosis?

“Crisálida” no es un tema ni de juventud ni de adultez o vejez; este calificativo no calza y mucho menos, en ningún caso, el sustantivo hecho concepto: “generación”. Deben romperse esquemas y no permitir la difusión de ideas reproductoras de patrones homogeneizadores en el marco de la literatura costarricense; por supuesto, esto implica asumir el reto de explicar la complejidad.

Además, Zonta (2020), al final de su trabajo menciona: “Esta generación ya no es de orugas, están evolucionando, están en constante metamorfosis, se convertirán en mariposas o dragones, en lo que quieran.” (párr. 13, subrayados propios). Al hablar de la futura metamorfosis, el discurso en su texto esconde, igual que “emergente” (Ramírez y Castillo, 2000, párr. 16), imprecisión, pero también subordinación, pues al no ser mariposas son simbólicamente menos; es decir, al identificarlos bajo el comparativo de “orugas”,56 se les da la potestad a los poetas nacidos antes de 1985 de tratar la poesía de sus contemporáneos con menos valor.

Así bien, las publicaciones diferidas de Zonta (2020) y Ramírez y Castillo (2020), omiten factores al centrarse en lo biológico; al menos, en el caso de Zonta (2020), por un lado, defiende y, por otra parte, de manera indirecta y, muy probablemente, sin mala intención alguna, se trae al suelo todos los argumentos dichos a favor del ambivalente proyecto de identidad literaria en discusión.

Por otro lado, en cuanto a temas de selección, donde se halla otro campo de coyunturas, Castillo (2020) cita una lista de catorce poetas:

Josselyn López Rojas, Melissa Valverde, Bianka Monge Llubere, Dante Calienno, Carolina Campos Solís, Katherine Quirós Bonilla, Joset André Navarro Abarca, Byron Ramírez, Pamela Monge, José Ignacio Aru, Bryan Sánchez Rivera, Pablo Romero Barboza, Valeria Villalobos Ramírez y Daniel Araya Tortós. (párr. 14)

Sin embargo, en la selección de poetas jóvenes citados por Castillo (2020), como en la gran mayoría, quedan muchísimos nombres por fuera, pues, para ampliar en el asunto, se requiere todo un corpus investigativo y acercarse todavía más a las regiones olvidadas por la hegemonía.

No obstante, no se puede negar que el aporte de Castillo (2020) es bastante significativo en el plano historiográfico. Por ende, en lo simbólico, en el nivel social, deben seguirse sumando más nombres a esta lista o a las listas de poetas jóvenes costarricenses, con una clara mayor apertura en las regiones para no ser atrapados por las redes de la hegemonía desde el mismo espacio juvenil.

Enseguida, dentro del mismo campo minado, ingresa de nuevo el poeta costarricense José María Zonta (2020), tras la publicación de “Generación Crisálida: nueva poesía costarricense” (2020), en el suplemento Áncora del diario La Nación, pues, a pesar del innegable aporte historiográfico, presenta una lista de escritores jóvenes costarricenses y también, aunque menos que Castillo (2020), deja a muchísimos por fuera. En su lista aparecen los siguientes nombres:

Josselyn López, Melissa Valverde, Bianka Monge Llubere, Dante Calienno, Carolina Campos, Katherine Quirós, Joset André, Byron Ramírez, José Ignacio Aru, Bryan Sánchez, Pablo Romero, Valeria Villalobos, Daniel Araya, Ale Prada, Carolina Quintero, Carolina Montalvo, Danthe Thenad, Sean Salas, Alejandra Vega, Alison Castillo, Eduardo Fonseca y Daniela Herrera. (párr. 4, subrayado propio)

También, menciona a las siguientes integrantes de la Colectiva Jícaras: “Susana Alvarado, Ana María Badilla, Silvia Elena, Melissa Mendiola, Pamela Monge y Valeria Morales” (párr. 4, subrayado propio), pero deja por fuera a las poetas Carolina Campos Solís y a Melissa Valverde, mencionadas en otra sección del mismo trabajo.

Nuevamente, se señala la importancia de abrir, a futuro, espacios profundos de estudio donde puedan aparecer más autores, pues los mismos Zonta (2020) y Castillo (2020) convergen y difieren en la presentación de sus listas. Ejemplo: Zonta cita a todas las autoras y a todos los autores que menciona Castillo, pero este último deja por fuera a: Ale Prada, Carolina Quintero, Carolina Montalvo, Danthe Thenad, Sean Salas, Alejandra Vega, Alison Castillo, Eduardo Fonseca, Daniela Herrera, Susana Alvarado, Ana María Badilla, Silvia Elena y Melissa Mendiola. Por esta razón, las notas finales de esta investigación dejan, al respecto, un corpus de consulta.

Las propuestas de visibilización de autores jóvenes es importante, pero, se repite, no se admite el intento de crear generaciones ni hablar sobre ellas, junto con sus características y posibilidades, pues no se trata de la creación de una colonia desde la misma juventud.

Por otro lado, se repite, para hacer una minuciosa selección de poetas jóvenes en Costa Rica, sin restarles del todo importancia a las misiones introductorias realizadas principalmente por Castillo (2020) y Zonta (2020), se amerita un estudio más a profundidad; por ello, ante este tenso panorama, la propuesta hecha por Mijail Mondol López sobre una antología costarricense de poesía regional, enfocada en las juventudes, paralela a la reciente publicación de la Antología de Poesía Joven. Nueva Poesía Costarricense (2020), será un aporte sumamente significativo para ir abriendo nuevos caminos, hilados con el trabajo que han venido realizando, aparte de los ya dichos, por mencionar casos más recientes en 2020 e inicios de 2021 una lista de personas expuestas en los anexos de esta investigación.

Consideraciones finales

A modo de consideraciones finales abiertas al diálogo como propuesta para nuevos trabajos en este terreno investigativo: las incomodidades, rebeldías, migraciones, intercambios culturales más ligeros por medio de la virtualidad (concursos, ciclos de lectura, recitales) y transformaciones provocadas por la globalización (Zavala, 2008), los cambios en el sistema político, económico, educativo y cultural más el impacto del mundo cibernético en la lengua y, por ende, en la cultura costarricense (paso de lo nacional a lo transnacional o cosmopolita en diversos casos e imágenes construidas a partir de elementos cibernéticos: algoritmos, comportamientos en redes sociales, etc.), los estudios culturales, posestructuralistas, étnicos, decoloniales, poscoloniales, los movimientos feministas y la construcción de nuevos imaginarios indexados al contexto de la pandemia (miedo, soledad, molestia, crisis), sin importar edades, son hoy la columna vertebral del paradigma de hibridación en la poesía actual en Costa Rica, el cual, en términos generales, sigue representando una pugna entre lo local y lo exterior que brinda un horizonte de expectativas y análisis diferentes, pero válidos.

Es notorio que no se podría considerar válida la categoría “poesía joven”. Ella carece de aparato crítico y no trasciende en el tiempo como sí sucede con otras categorías mencionadas a lo largo de este trabajo, entre ellas: “poesía feminista”, “poesía indígena”, y “poesía afrodescendiente” creadas por escritores y escritoras de cualquier edad, donde realmente se aprecian diferencias en sus comunidades, invisibilizadas de manera amplia durante siglos o, siendo muy amables, años.

Las molestias con la sociedad más sus transformaciones ideológicas, políticas y socioeconómicas provocan procesos de hibridación contrahegemónicos en la literatura, a través de discursos producidos de manera diferente en el centro (San José) y en la periferia (regiones), ambos válidos e importantes, razón por la cual, como bien apuntan los trabajos de Zavala (2007 y 2008) y Corrales (2007 y 2014) es necesario abrir expectativas más allá del vallecentralismo legitimado fuertemente por la misma academia. En el caso de esta investigación, las posibilidades de hibridación cultural fueron más visibles por medio de las identidades cosmopolitas vistas en Sean Salas, Ignacio Aru y, cercana a ellos, Jennifer Rojas.

Por otra parte, la idea de crear una generación “emergente” (Ramírez y Solís, 2020, párr. 16), “crisálida” (Zonta, 2020, párr. 8) o “nueva” (Ramírez, 2020), a partir de los trabajos escritos con sesgos sobre la poesía costarricense actual, debe cuestionarse de manera profunda. Conviene abandonar de una vez por todas tales patrones. A partir del corpus analizado se comprobaron algunas de las causas de esta problemática, como se explica a continuación.

En definitiva, existe una necesidad de algunas personas por sentirse iniciadoras, competentes y pertenecer a las masas, a partir de la comercialización o mercadotecnia de un producto (generación de escritores), que se hace creer nuevo mediante un fenómeno de verosímil crítico que provoca un discurso ahistórico y una especie de mito identitario sobre la juventud -rasgo biológico, no literario-. 57

Dicho fenómeno, a partir del corpus hallado, se detecta principalmente en las palabras de Byron Ramírez Agüero, quien ha persistido en la falacia de “poesía joven” conformada por una supuesta “nueva generación” de poetas en Costa Rica, cuyas características son la colectividad (ya existía y sigue existiendo con disputas, incluso en las regiones sin importar edades) y la rebeldía o disconformidad estética, lo cual, aparte de ya existir desde mucho antes como se demostró, destruye de inmediato, para bien, las posibilidades de que exista una generación poética.

Actualmente, Ramírez Agüero posee de manera sincrónica en la revista digital Liberoamérica un espacio dedicado a difundir, en el nivel de edades, voces juveniles de Costa Rica. Para ello, se recomienda realizar una búsqueda de campo, de lo contrario, se estaría cayendo en una especie de proceso de canon (estático) y no de canonización (con movilidad) dentro de su mismo espacio virtual de difusión (Zohar, 2017). De igual forma, sin ser obligatorio, se recomienda, en caso de persistencia, cambiar la categoría “poesía joven” por “poesía escrita por jóvenes”, pues ya se vio que no pueden hallarse características sólidas y únicas de la juventud en ella. Únicamente responde a un movimiento social que es justificable y ha logrado cambios considerables desde 2017, como, por ejemplo, la entrega solo a jóvenes de los premios del Certamen Brunca en la categoría de poesía, pues al menos esto no se vio en 2016.

Para nadie es un secreto que el establecimiento de cánones, incluso “amiguismos” literarios, han sido una constante en la literatura costarricense, pero no por medios virtuales como puede seguir sucediendo a raíz de las variantes paradigmáticas propias de lo que Zavala (2008) denomina una tercera revolución tecnológica, sino a través de editoriales físicas y estatales. Existen muchos (as) jóvenes en Costa Rica escribiendo, contrario a hablar en un plano crítico de un concepto vacío, vago y minúsculo como “poesía joven”.

Por esta razón, se hace un llamado al cambio y mediante las notas finales de este trabajo se entrega una lista de actuales y recientes poetas, por medio de una muestra comprendida desde 2005 hasta 1986 (aquí sí cabe la edad) 58 en Costa Rica, con la intención de que sirva como consulta para invitaciones en recitales o ciclos de lectura, consideraciones para próximas antologías de poesía costarricense (juveniles o no), personal académico, e incluso, para directores (as) y editores (as) de revistas literarias nacionales e internacionales, quienes gusten tener en sus manos un acercamiento a manera de consulta sobre el tema.

Respaldado lo anterior, cabe debatir lo dicho por Carlos Villalobos en “Otro intento de robarle el fuego a los dioses”, prólogo de la Antología de Poesía Joven. Nueva Poesía Costarricense (2020). Para este autor, de este libro en discusión “[…] saldrán olvidos, pero también autores que ocuparán un sitio en la historia cultural […]. Los que sobrevivan serán acusados de robarle por siempre el fuego a los dioses más sagrados” (párr. 13). Pero este criterio depende de variables geográficas, sociales y económicas.

Como se dijo anteriormente, la literatura costarricense ha estado dominada por una colonia vallecentralista (San José), bastante tradicional y elitista; por esta razón, la primera categoría positivista de la cual se tienen rastros en la literatura costarricense es en referencia al término “Olimpo” (Generación del Olimpo), bastante hegemónica y con fines políticos claros de exclusión.

En las historias de la literatura costarricense se utilizó Olimpo, hogar de los dioses en la mitología griega, para hacer creer que los escritores pertenecientes a esa red fueron los primeros en Costa Rica, aunque así no fue;59 justamente, este fenómeno (Olimpo) se asocia con el título del prólogo de Villalobos (2020b); por tanto, ambos reproducen un discurso elitista, pero se está a edad temprana para colocar un freno.

No solo la población juvenil antologada por Ramírez (2020) podrá “ocupar un sitio en la historia cultural”, ni son los únicos vulnerables al olvido.60 Existen poetas ubicados en regiones, como son los casos, solo por referir dos de muchos más, de José Luis Arguedas o, si nos basamos solo en jóvenes, Josué Torres,61 quienes, a pesar de tener libros publicados de considerable calidad, respectivamente en 2017 y 2019, difícilmente les robarán el fuego a Zeus. Al vivir en otras fronteras lejanas a la metrópoli, ellos le pueden robar otros elementos como el maíz o el cacao no necesariamente a Zeus, o por qué no robarle el silencio a otros dioses o, mejor aún, a diosas como Chicomecóatl para que hablen y digan todo lo que han callado durante años.

A manera de reflexión, al igual que no solo debe existir el fuego de “los dioses más sagrados”, tampoco debe existir únicamente el Olimpo como refugio sagrado; esto permite demostrar cada una de las hipótesis de este trabajo. Fuera de la mercadotecnia y sus pretensiones, con esta investigación se ha logrado demostrar que así como no existe hasta el momento de manera formal, sistemática y rigurosa “una de las muestras más inclusivas de la historia literaria en Costa Rica” (Villalobos, 2020b, p. 10), tampoco existe de manera sistemática ni una “nueva generación” ni una “generación emergente” claramente conformadas en este país. La muestra poética publicada en Ramírez (2020) no permite establecer esos criterios. De allí solo se rescatan algunos poemas y algunos nombres, así como también faltaron otros.

Referirse a la presencia de una nueva generación poética en Costa Rica por medio de la publicación de Ramírez (2020) es seguir comprobando la carencia de un discurso crítico, tema referido por distintos autores como Magda Zavala, Adriano Corrales y Carlos Francisco Monge.

El intento de crear una generación de poetas jóvenes en Costa Rica por medio de un corpus poético sin criterios de selección y sin completa rigurosidad, no responde a la manera contrahegemónica de luchar desde las juventudes, sino seguir reproduciendo un viejo patrón elitista en la literatura costarricense, cuyo hogar es, y si no pone un freno seguirá siendo, solo para hijos de dioses consagrados o para héroes que puedan tener cercanía con el Olimpo.

En síntesis, primero, en este trabajo se comprueba la importancia y validez de ir creando de manera formal una historia de las literaturas regionales en Costa Rica; segundo, se nota un desgaste en el mundo académico por parte de escritores (as) como: Magda Zavala, Ronald Campos López, Adriano Corrales, Gustavo Solórzano Alfaro y Carlos Villalobos; los trabajos, estudios o visibilizaciones en el mundo académico (estudios sobre sus materiales) parecen no llegar de manera justa para ellos. Sus contenidos lo ameritan. No obstante, esto no podría concebirse como un fenómeno únicamente costarricense, sino centroamericano, tal cual lo apunta la tesis de maestría del poeta y académico Sebastián Arce (2019), quien apunta el desgaste de muchas personas vinculadas al gremio literario-cultural que no reciben de vuelta su mismo trabajo.

Tercero, se constata un aumento en el campo poético de escritoras con nuevos niveles de conciencia en su escritura; y cuarto y último, se dejan las llaves de la puerta en el telón de la historiografía y la crítica literaria costarricense, con el objetivo de dar la bienvenida a más visitantes en el hogar de la poesía, donde las voces jóvenes en el nivel inclusivo son importantes, pero no son los únicos vectores de cambio o transformación en la poesía costarricense actual, pues las divergencias y convergencias siempre van a existir porque, como bien lo indica Gabriel Ulloa Herrera (7 de mayo, 2020), en un enfrentamiento contra las ideas de Byron Ramírez (2020): “Somos personas: contradictorias en las individualidades y en la colectividad” (párr. 13).

Según lo menciona el escritor Martín Felipe Castagnet, citado por el escritor y crítico Jorge Carrión (20 de junio de 2021), es valorable la futura propuesta de hablar sobre multiplicaciones. Existe una apuesta por las heterogeneidades. Por tanto, las diversidades colectivas desde sus distintos quiebres y cruces (Rodríguez, 2008) inmersos en el marco sociocultural (Zavala, 2008) son la única expectativa real hasta el momento y, por ende, importa como marco epistemológico de investigación si se quiere llevar la literatura costarricense hacia un mejor rumbo y no eternamente hacia el Olimpo, donde solo una parte de la “generación” de doce dioses griegos ha hablado, enterrando a otros dioses en el cementerio del olvido.

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Algunas recomendaciones

Primero, se recomienda, tanto para futuros trabajos de historiografía literaria como para antologías, colocar el año y si se puede, el lugar de nacimiento de sus autores (as); también, incluir el apellido materno de autores (as), salvo en casos excepcionales de uso de pseudónimo o que las personas no lo quieran así. Esto, con el afán de agilizar los procesos de búsqueda y documentación de manera más formal y poder entregar productos avanzados a otros (as) investigadores (as). El hecho de no contar con muchas fechas y lugares de nacimiento en la Antología de Poesía Joven. Nueva Poesía Costarricense (2020) hizo más laborioso el proceso.

Segundo, en casos de querer mostrar al mundo e historia literaria costarricenses una muestra formal de poesía o literatura actual, en un primer punto, se recomienda empezar valorando autores (as) con libros publicados; segundo, se recomienda no omitir los registros obligatorios de ISBN con el SINABI; y tercero, no sustituir lo físico por lo virtual, sino, intentar ver las posibilidades de ediciones virtuales como complemento de difusión no como prioridad. (Cabe decir que actualmente la antología de Ramírez, 2020, parece estar de manera virtual y de manera física).

Tercero, para este tipo de investigaciones se recomienda tener la mayor cercanía posible con escritores (as) vinculados (as) en el marco o los campos de estudio. Es factible conseguir sus correos electrónicos o medios de comunicación para no obviar ni falsear datos que luego serán reproducidos por otras personas. Esto tiende a suceder en algunas ocasiones. Por ejemplo, en uno de los casos más recientes publicados en una revista académica, aunque las intenciones son buenas, se le atribuye el blog La coleccionista de espejos a Shalaisha Barret Parkinson; sin embargo, es necesario aclarar que dicha página no es de ella, sino de la poeta y escritora afrocostarricense Delia McDonald Woolery. También, se encontró el error del nombre de la antología cuyo título no es Los gritos de Medea. Violencia de género en la literatura femenina de hoy, cuya autoría se le atribuye únicamente a Luis Gustavo Lobo Bejarano; el verdadero título es Los gritos de Medea: violencia de género en la poesía feminista costarricense y fue compilada por Yordan Arroyo Carvajal y Luis Gustavo Lobo Bejarano como un proyecto entregado al Ministerio de Cultura y Juventud. Al respecto, en 2021, Yordan Arroyo Carvajal con la colaboración de Luis Gustavo Lobo Bejarano, publicó el libro 40 madrugadas con Medea. Mujeres poetas costarricenses (1985-2021), que incluye, además, una amplia lista, con resúmenes y análisis de diferentes Medeas en el mundo y sí corresponde a un trabajo sistemático y hecho con criterios de rigurosidad.

Agradecimientos

Un agradecimiento muy especial a la poeta, escritora y académica costarricense Dra. Magda Zavala, quien brindó algunas correcciones y sugerencias antes de la entrega final de esta investigación realizada, aproximadamente, durante un lapso de 12 meses sin apoyo económico ni institucional alguno.

A la revista Repertorio Americano por acoger esta investigación, que se pensó en publicar como libro, pero dadas las dificultades económicas o más bien dicho, falta de apoyo, inesperada y pronta salida del país, más tediosos procesos administrativos, se optó por la vía más rigurosa, mediática y válida.

Al Colectivo Faro Cultural de Puntarenas por la información brindada. Al investigador Luis Gustavo Lobo Bejarano por el préstamo de algunos libros de su biblioteca que no estaban a mi alcance ni posible en bases de datos virtuales. A todos (as) los (as) poetas que de cierto modo colaboraron en gran parte de la recopilación de la base datos, entre ellos: Julieta Dobles Yzaguirre, Ronald Bonilla, Lucía Alfaro, Valeria Morales Núñez, Pamela Monge, Victoria Marín Fallas, Miguel Fajardo Korea, Daniel Araya Tortós, Marta Rojas Porras, María Pérez Yglesias, Joset André Navarro, Minor Arias Uva, Leda García Pérez, Arabella Salaverry, Shirley Campbell Barr, Shalaisha Barrett Parkinson, Magda Zavala, Leonardo Porras Cabrera, Nidia Marina González Vásquez, Cristian Marcelo, Carlos Enrique Rivera Chacón, Marisa Russo y a Roberth Ramírez Martínez, quien compartió, con mucha amabilidad, un importante corpus obtenido mediante su gestión dentro de la Editorial Estudiantil de la Universidad de Costa Rica, donde ya no es parte, pero, incluso así, quiso colaborar con esta investigación; de no ser por su ayuda, hubiera sido imposible alimentar este trabajo con los datos relativos al apoyo de la Editorial Estudiantil de la UCR con jóvenes costarricenses, pues dicho corpus es inaccesible en espacios virtuales.

No obstante, a pesar de todo el esfuerzo, acercándose a varios contactos para rellenar todos los datos posibles, fue imposible lograrlo a totalidad, pues, así fuera mínima, no se logró encontrar información biográfica y geográfica de ciertas personas, aunque, se espera que la información recogida sea de interés para futuros trabajos que logren rellenar vacíos y también, para consulta de gestores (as) culturales, editores (as) y directores (as) de revistas literarias electrónicas interesados (as) en la literatura costarricense actual.

ANEXOS

Muestra (1986-2005) en antologías poéticas y libros publicados entre 2020-202162 63

Nombre de los (as) compiladores (as)

Nombres de los espacios o títulos de antologías

Byron Ramírez Agüero

Posee un espacio digital dedicado a poetas jóvenes costarricenses bajo la denominación “Poesía Joven Costarricense” en la Revista Digital Liberoamérica.42 Allí aparecen, desde el 16 de mayo de 2020 hasta el 5 de abril de 2021, poemas de: Carolina Montalvo Ramírez (Cartago, n. 2003), Ignacio Aru (Alajuela, n. 1999), Valeria J. Campos (San José, n. 1998), Alexa Prada Alfaro (San José, n. 1998), Sean Salas (Heredia, n. 1997), Roberto André Acuña (San José, n. 1997), Dayliana Carranza Méndez (Grecia de Alajuela, n. 1996), Pamela Calderón Monge (Acosta, n. 1995),64 Cristopher Solano (Cartago, n. 1995), Eduardo Fonseca (Turrialba, n. 1995), Andrés Darío (San José, 1992-2020),65 Marvin Castillo Solís (Pérez Zeledón, n. 1992), Viviana Cortés Araya (San José, n. 1990), Carolina Quintero Valverde (San José, n. 1989) y Carolina Campos Solís (San José, n. 1988).

Además, gracias a una Beca Creativa del Ministerio de Cultura y Juventud de Costa Rica, Byron Ramírez fue compilador (así lo verifica Carlos Villalobos en el prólogo, párr. 2) de la publicación digital de la Antología de Poesía Joven. Nueva Poesía Costarricense (2020), donde aparecen publicadas, en términos de edad, 42 jóvenes; de manera inclusiva, la selección está integrada por 22 mujeres y 20 hombres: Dante Calienno (San Ramón de Tres Ríos, n. 2003), Carolina Montalvo Ramírez (Cartago, n. 2003), Steven Bonilla (Grecia, Alajuela, n. 2000), Génesis Cubillo Navarro (Pococí, Limón, n. 2000), Ignacio Aru (Alajuela, n. 1999), Valeria Villalobos Ramírez (Heredia, n. 1999), Ale Prada (San José, n. 1998), Daniel Araya Tortós (Turrialba, n. 1998), Jennifer Rojas González (Palmares de Alajuela, 1997), Sean Salas (Heredia, n. 1997), Manuel Umaña Campos (Turrialba, n. 1997), Byron Ramírez Agüero (Desamparados, n. 1997), María Laura Chaves (Cartago, n. 1996), Katherine Quirós Bonilla (Pérez Zeledón, n. 1996), Melissa Valverde Gamboa (Pérez Zeledón, n. 1996), Steven Venegas (Sarchí de Alajuela, n. 1995), Pamela Calderón Monge (Acosta, n. 1995), Yurien Vindas González (San Ramón de Alajuela, n. 1995), Cristopher Solano Gómez (Cartago, n. 1995), Yordan Arroyo (San Ramón de Alajuela, 1995), Madeline Soto Paniagua (Puntarenas, n. 1995), Karina Obando González (Limón, n. 1994), Asael Guevara (Escazú, n. 1994), Marliz Giraldo (San José, n. 1993),66 Sianny Barrantes Azofeifa (San José, n. 1993), Leonardo Porras Cabrera (Pérez Zeledón, n. 1993), Gabriel Ulloa Herrera (Alajuela, n. 1992), Tamara Isaac (Haití, n. 1992),67 Marvin Castillo Solís (Pérez Zeledón, n. 1992), Roberth Martínez (San José, n. 1992), Victoria Marín Fallas (San José, n. 1991), Danny Drachen (San José, n. 1991),68 Joset André Navarro (San Marcos de Tarrazú, n. 1991), Silvia Elena (San José, n. 1991), Viviana Cortés Araya (San José, 1990), Cristian Montenegro (Coronado, n. 1990), Milena Chaves Matamoros (San Ramón de Alajuela, n. 1988), Carolina Campos Solís (San José, n. 1988), Alonso Víquez (Heredia, n. 1987), Nathalie Crum (San José, n. 1987), Leonardo Cruz (Alajuela, n. 1987)69 y Alejandra Méndez (Alajuela, n. 1986).

El compilador se autoantologa.

Marvin Castillo Solís

Compiló una “Muestra de Poesía Joven de Costa Rica” dentro de la revista mexicana Campos de Plumas, dirigida por José Antonio Albarrán; allí aparecen poemas de: Dante Calienno (San Ramón de Tres Ríos, n. 2003), Daniel Araya Tortós (Turrialba, n. 1998), Byron Ramírez Agüero (Desamparados, n. 1997), Katherine Quirós Bonilla (Pérez Zeledón, n. 1996), Melissa Valverde Gamboa (Pérez Zeledón, n. 1996), Pamela Calderón Monge (Acosta, n. 1995), Pablo Romero Barboza (Pérez Zeledón, n. 1995), Joset André Navarro Abarca (San Marcos de Tarrazú, n. 1991) y Carolina Campos Solís (San José, n. 1988).

El compilador no se autoincluye.

Colectiva Jícaras70

Gracias a una Beca Creativa del Ministerio de Cultura y Juventud de Costa Rica publicaron Atemporal (2020) tras el esfuerzo de todas sus 8 integrantes. La antología es solo de las poetas del grupo, de ellas, según la Ley de la Persona Joven en Costa Rica (2012), siete están dentro de las fechas de muestra de estos cuadros: Melissa Valverde Gamboa (Pérez Zeledón, n. 1996), Pamela Calderón Monge (Acosta, n. 1995), Valeria Morales Núñez (San José, n. 1995), Susana Alvarado Montero (San José, n. 1994), Silvia Elena (San José, n. 1991), Melissa Mendiola Vásquez (Nicaragua, costarricense naturalizada, n. 1988), y Carolina Campos Solís (San José, n. 1988). [La octava es Ana María Badilla (San José, n. 1982)].

Yordan Arroyo Carvajal y Luis Gustavo Lobo Bejarano

Gracias a una Beca Creativa del Ministerio de Cultura y Juventud de Costa Rica, compiladores de la publicación digital y física de la Antología Poética Los Gritos de Medea: violencia de género en la poesía feminista costarricense (2020).71 De 40 antologadas, 18 están dentro de la muestra establecida: Ana Arguedas Barrantes (San José, n. 2000), Mónica Alvarado Barzuna (San José, n. 1998), Jennifer Rojas González (San Ramón de Alajuela, n. 1997), Dayliana Carranza Méndez (Grecia, Alajuela, n. 1996), Shalaisha Barrett Parkinson (San José, n. 1996), Katherine Quirós Bonilla (Pérez Zeledón, n. 1996), Pamela Calderón Monge (Acosta, n. 1995), Madeline Soto Paniagua (Puntarenas, n. 1995), Yurien Vindas González (San Ramón de Alajuela, n. 1995), María José Carpio Ulloa (Cartago, n. 1994), Sianny Barrantes Azofeifa (San José, n. 1993), Silya Blanco Garita (San José, n. 1991), Adriana Bartels González (San José, n. 1991), Victoria Marín Fallas (San José, n. 1991), Vanessa Paniagua Araya (San Carlos, n. 1990), Milena Chaves Matamoros (San Ramón de Alajuela, n. 1988) y Alejandra Valverde Alfaro (San José, n. 1986). [Cuando se publicó el libro, Emy Quirós (n. 1985) todavía estaba en el lapso jurídico de juventud].

Arabella Salaverry

Gracias a una Beca Creativa del Ministerio de Cultura y Juventud, como compiladora de la Antología poética Women Poets of Costa Rica / Mujeres poetas de Costa Rica, 1980-2020, Bilingual Anthology / Antología bilingüe (2020) donde se incluyen 50 autoras y de ellas 2 cumplen con los criterios establecidos para la presente muestra: Goldy Levy (San José, n. 1993) y Milena Chaves Matamoros (San Ramón de Alajuela, n. 1988).

La compiladora se autoincluye.

Delia McDonald Woolery

Gracias a una Beca Creativa del Ministerio de Cultura y Juventud, como compiladora de la Antología Poética: El Álbum Cultural de la Familia Afrocostarricense (2020), donde, según la misma compiladora, aparecen dos jóvenes poetas: Shalaisha Barrett Parkinson (San José, n. 1996) y Pauline Gordon Chacón (Cartago, n. 1997).

La compiladora se autoincluye.

Valeria Morales Núñez y

Katherinne M. Vargas

Con un fondo de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Costa Rica en 2017, se becó el “Proyecto Escritoras Aflorantes”, como compiladoras de la antología Desacuerdos (2020),72 donde aparecen como autoras jóvenes:73 Mariela Ch. Herrera (Heredia, n. 1999), Ale Prada (San José, n. 1998), González Suárez, M. (Alajuela, n. 1996), Naomi Quesada Sánchez (Limón, n. 1996), Joselyn S. Rojas (Alajuela, n. 1995), Pamela Calderón Monge (Acosta, n. 1995), Anama Rojas (San José, n. 1994), Fernanda Carrillo (Alajuela, n. 1994), Sharling Morales Fallas (Turrialba, n. 1994), Jennifer Aranda (Alajuela, n. 1994), KariOba (Limón, n. 1994), Adriana Marín Sandoval (San José, n. 1993), Karen Monge Cascante (Pérez Zeledón, n. 1992), Silvia Elena (San José, n. 1991), Silya Blanco Garita (San José, n. 1991) y Lucía Rodríguez Rodríguez (Atenas de Alajuela, n. 1989). [Cuando se publicó el libro, Alexa Calderón (Heredia, n. 1985) todavía estaba en el lapso de juventud].

Las compiladoras no se autoincluyen.

Carlos Villalobos

Publicó en 2020, con la Editorial Escarabajo en Colombia, el libro Las costuras del sueño. 15 poetas costarricenses contemporáneos donde aparece, únicamente dentro del corpus seleccionado, Juan Carlos Olivas (Turrialba, n. 1986).

El compilador se autoincluye.

Valeria Morales Núñez

Cabe destacar el gran trabajo que ha venido realizando la poeta Valeria Morales Núñez, ahora de manera individual. Ella fue compiladora de la Antología Cuerpos en movimiento (2020). Este trabajo posee un prólogo del escritor nicaragüense, nacionalizado costarricense, Carlos Calero.

Este proyecto, financiado por una Beca Creativa del Ministerio de Cultura y Juventud de Costa Rica, realizado en conjunto con el Centro de Derechos Sociales del Inmigrante en Costa Rica, CENDEROS, integró a 9 participantes internacionales (refugiados o que pidieron refugio en CENDEROS), en la línea de poesía (seis autores de manera individual) y narrativa. Aunque posee, a partir de un cadáver exquisito, un poema colectivo, creado por todas las personas partícipes del proyecto.

Por último, aunque dicha antología sea de participantes extranjeros (Nicaragua y Venezuela), es un trabajo importante como impacto social. Denota un esfuerzo comprometido de la compiladora y, por tanto, debe considerarse. Además, primero, en línea con la presente investigación, de los nueve participantes, ocho son jóvenes, y segundo, su compiladora, Valeria Morales Núñez, desde su experiencia como profesional graduada en Trabajo Social de la Universidad de Costa Rica, publicó una antología donde se aprecia la perspectiva, mediante la literatura, de las personas migrantes en Costa Rica, punto de interés para los estudios culturales, pues la literatura de migración también es un importante tema de estudio en la poesía costarricense actual, donde se puede apreciar la visión, experiencias y dolores del otro, sea costarricense fuera del país o extranjero en Costa Rica.

La compiladora no se autoincluye.

José María Zonta

Con el apoyo de la Universidad de Costa Rica, Sede del Pacífico, como tallerista y compilador, está próximo a publicar la antología, cuyo nombre se reserva; no obstante, según datos brindados por José María Zonta, la Universidad de Costa Rica la llama, por el momento, Antología Poética de Escritores de la Región Pacífico (2021), donde aparecerá la participación de 10 poetas, entre ellos, dos pertenecen a la muestra establecida (2005-1986): Yordan Arroyo (San Ramón de Alajuela, n. 1995, aunque ha compartido parte de su vida en Puntarenas y trabajado con estas poblaciones) y Luis Gabriel Ortega Cruz (Puntarenas, n. 1988). Esta selección es importante para las regiones.

El compilador no se autoincluye.

Yordan Arroyo Carvajal en colaboración con Luis Gustavo Lobo Bejarano

Publicó en la editorial Nueva York Poetry Press, en coedición con la Editorial Estucurú, el libro 40 madrugadas con Medea. Mujeres poetas costarricenses (1985-2021). Se incluye una selección poética donde aparecen, respecto a los criterios establecidos para estos cuadros (2005-1986): Daniela Herrera (Alajuela, n. 2005), Jennifer Rojas González (San Ramón de Alajuela, n. 1997), Dayliana Carranza Méndez (Grecia de Alajuela, n. 1996), Shalaisha Barrett Parkinson (Limón, n. 1996), Melisa Valverde Gamboa (Pérez Zeledón, n. 1996), Katherine Quirós Bonilla (Pérez Zeledón, n. 1996), Karina Slon Vega (San José, n. 1995), Madeline Soto (Puntarenas, n. 1995), Kimberly Huertas Arredondo (San Carlos, n. 1994), María Macaya Martén (San José, n. 1991), Silvia Elena (San José, n. 1991), Viviana Cortés Araya (San José, n. 1990), Milena Chaves Matamoros (San Ramón de Alajuela, n. 1988), Melisa Mendiola Vásquez (Nicaragua, n.1988) y Alejandra Valverde Alfaro (Sarchí de Alajuela, n. 1986).

Autores (as) nacidos (as) desde 1986 hasta 2005 con poemarios publicados74

Un rasgo al cual prestar atención es que Villalobos (2020b), contrario a Castillo (2020) y Zonta (2020), como material historiográfico no incluye a poetas nacidos después de 1984. En este caso, ejemplos recientes de poetas no mencionados (se intentó abarcar la mayor cantidad posible sabiendo que, como en todo trabajo, pudo haberse quedado alguien o a algunas personas por fuera) y que pueden considerarse en futuros estudios. En su respectivo orden cronológico serían los siguientes 41 casos:

Nombre del autor o de la autora y su año de nacimiento

Título del libro y año de publicación

Editorial o modo de publicación y país

Daniela Herrera Arguedas (n. 2005) 75

Intemperie (2021).

Editorial Vesania en Costa Rica.

Vorágine (2021).

Obra ganadora del Premio Lisímaco Chavarría, 2021, en la categoría juvenil. No ha sido publicada, pero como sucede normalmente, es probable que aparezca en un volumen colectivo.

Ignacio Aru (n. 1999).76

Catorce días bajo la nieve (2021).

Poiesis Editores en Costa Rica.

Lupercalia (2020).

Diablura Ediciones en México.

El hambre de los náufragos (en proceso).

Se omiten datos por temas de privacidad.

Bryan Sánchez Rivera

(n. 1999).

Álbum (2020).

Volumen colectivo con los demás ganadores del Certamen literario Brunca de la Universidad Nacional en Costa Rica [Ganador del primer lugar categoría de poesía nacional].

Ale Prada (n. 1998).

Cuando llueve sobre el hormiguero (2021).

Nueva York Poetry Press en Estados Unidos.

La gruta de sus pasos (2021).

Obra ganadora del Premio Lisímaco Chavarría en la categoría de autor con obra publicada.

No ha sido publicada, pero como sucede normalmente, es probable que aparezca en un volumen colectivo.

Daniel Araya Tortós

(n. 1998).

Reposo entre agujas (2019).

Editorial Nueva York Poetry Press en Estados Unidos

Valeria Jiménez Campos

(n. 1998).

Saturno (2019).

Volumen colectivo con los demás ganadores del Certamen literario Brunca de la Universidad Nacional en Costa Rica [Ganadora del primer lugar categoría de poesía].

Byron Ramírez Agüero (n. 1997).77

Terra incógnita (2021).

Editorial Arboleda en Costa Rica.

Adamar (2020).

Poiesis Editores en Costa Rica.

Entropías (2018).

Editorial Nueva York Poetry Press en Estados Unidos [Ese mismo año (2018), este libro fue ganador del primer lugar en el Certamen literario Brunca de la Universidad Nacional en Costa Rica bajo el título Incertidumbres].

Sean Salas (n. 1997).

Alter mundus (2021).

El Ángel Editor en Ecuador [Recibió el Premio Internacional de Poesía Paralelo Cero 2021].

Ciudad gótica (2021).

Editorial Nueva York Poetry Press en Estados Unidos.

Katherine Quirós Bonilla (n. 1996).

La última llamada (2018).

Volumen colectivo con los demás ganadores del Certamen literario Brunca de la Universidad Nacional en Costa Rica [Ganadora del segundo lugar en la categoría de poesía].

Melissa Valverde Gamboa (n. 1996).

Nacer en el trópico (2020).

Se desconoce la editorial (Beca creativa del Ministerio de Cultura y Juventud). Es un libro de poesía ilustrada.

Valeria Morales Núñez

(n. 1995).

Podemos ser (2019).

Volumen colectivo con los demás ganadores del Certamen literario Brunca de la Universidad Nacional en Costa Rica [Ganadora del segundo lugar en la categoría de poesía].

Edan Alberto Mena

(n. 1993).

Versos del Wurlitzer (2017)

Volumen colectivo con los demás ganadores del Certamen literario Brunca de la Universidad Nacional en Costa Rica [Ganador del segundo lugar en la categoría de poesía].

Leonardo Porras Cabrera (n. 1993).

Memoria del hígado (2020).

Volumen colectivo con los demás ganadores del Certamen literario Brunca de la Universidad Nacional en Costa Rica [Ganador del primer lugar en la categoría de poesía regional].

Dbon shricshirc orcuo böǹ (2019).

Editorial Amargord en España.

Joselyn López Rojas

(n. 1992).

Alicia en el país de las jeringas (2020).

Volumen colectivo con los demás ganadores del Certamen literario Brunca de la Universidad Nacional en Costa Rica [Mención honorífica en la categoría de poesía].

Gabriel Ulloa Herrera

(n. 1992)

Los incómodos azules (2020).

Volumen colectivo con los demás ganadores del Certamen literario Brunca de la Universidad Nacional en Costa Rica [Primera mención honorífica en la categoría de poesía].

Walter Torres Rodríguez

(n. 1992).

Cinefilia (2020).

Editorial de la Universidad de Costa Rica.

Mario Alberto (n. 1992).

67 poemas (2020).

Editorial de la Universidad de Costa Rica.

Marvin Castillo Solís

(n. 1992).

El ganador de bombas (2019).

su poemario fue el ganador del Premio Lisímaco Chavarría en 2019, pero todavía no hay rastro de su publicación, los poemarios los publican en volúmenes colectivos junto a ganadores de otros años.

El libro de Jonás (2019).

Editorial Perro Azul en Costa Rica.

Prueba de sonido (2017).

Volumen colectivo con los demás ganadores del Certamen literario Brunca de la Universidad Nacional en Costa Rica [Ganador del primer lugar en la categoría de poesía].

Elizabeth Echemendía

(n. 1992).78

Mi sombra es la madrugada (2021).

Valparaíso Ediciones. Editorial internacional con delegaciones en España, Colombia, México y Centroamérica.

El ave nos guarda en su canto (2020).

Valparaíso Ediciones. Editorial internacional con delegaciones en España, Colombia, México y Centroamérica.

Danny Drachen (n. 1991).

Apología del fuego (2021).

Poiesis Editores en Costa Rica.

Silvia Elena (n. 1991).

Juana (2020).

Editorial Eva en Costa Rica.

Joset André Navarro Abarca (n. 1991).

El parque de los venados (2019).

Volumen colectivo con los demás ganadores del Certamen literario Brunca de la Universidad Nacional [Ganador del tercer lugar en la categoría de poesía].

Kintsugi (2020).

Editorial de la Universidad de Costa Rica.

María Macaya Martén

(n. 1991).

Viento inmóvil (2020).

Editorial de la Universidad de Costa Rica [Recibió Mención honorífica].

Diego Quintero (n. 1990).

Estación Baudelaire (2015).

Ediciones Espiral en Costa Rica.

Erick Martí (n. 1990).

Worstseller (2012).

Editorial Germinal en Costa Rica

Josué Torres Morales

(n. 1990).

Boreal (2017).

Editorial Nuevas Perspectivas bajo colaboración de la Coordinación de Investigación de la Universidad de Costa Rica, Sede de Guanacaste.

¿?

Está próximo a publicar un poemario con la Editorial Círculo Punto y Ediciones, pero el autor decidió conservar el título debido a que todavía no lo tiene definido. Lo establecerá 15 después de haber entregado este trabajo para su diagramación.

Jason Arias Vargas

(n. 1989).

Querida Carmen (2016).

Editorial Fruit Salad Shaker en Costa. [Sin ISBN].

Johana Picado Vargas

(n. 1989).

Las cortezas cerebrales (2019).

Ediciones Perro Azul en Costa Rica.

Ana Luisa Mora (n. 1989).

Un hombre teórico (2014).

Editorial Germinal en Costa Rica.

Carolina Quintero Valverde (n. 1989).

Datos Adjuntos (2016).

Ediciones Espiral en Costa Rica

Pequeña muerte en el Ártico (2010).

Editorial Perro Azul en Costa Rica.

Carolina Campos Solís

(n. 1988).

Helechos en los poros (2021).

Editorial Nueva York Poetry Press en Estados Unidos

Josué Trejos Campos

(n. 1988).

Horror de ángeles (2019).

Poiesis Editores en Costa Rica.

Poemas (2018).

Edición Independiente en Costa Rica

Iván Sanabria Solano

(n. 1988).

Frutos de la especie (2015).

Editorial de la Universidad de Costa Rica.

Carmen Quintero Valverde (n. 1988).

El año de la muerte de Tim Burton (2014).

Editorial Espiral en Costa Rica.

William Pérez Porras

(n. 1987).

Resonancia Magnética (2007).

Editorial Arboleda.

Nathalie Crum (n. 1987).

Cemyeka (2019).

Editorial Amargord ¡en España.

Sebastián Arce Oses

(n. 1986).

La grieta en el espejo (2019).

Círculo Punto y Ediciones en Costa Rica.

Variantes de una herida (2017).

Editorial Nuevas Perspectivas en Costa Rica.

Emigrar hacia la nada (2010).

Ediciones Espiral en Costa Rica.

Alejandra Valverde Alfaro (n. 1986).

Escalones (2020).

Volumen colectivo con los demás ganadores del Certamen literario Brunca de la Universidad Nacional [Segunda mención honorífica en la categoría de poesía].

Días sentados (2016).

Proyecto Editorial La Chifurnia en El Salvador.

Estíbaliz Solís Carvajal (1986).

Memoria mala (2020).

Editorial Costa Rica [Este libro recibió el Premio Eunice Odio de poesía, 2020].

Los taxis nunca vendrán vacíos (2009).

Editorial Perro Azul en Costa Rica.

Cristopher Montero Corrales (1986)

Échele miel (2018).

Editorial Nueva York Poetry Press, Estados Unidos.

A ojo de pájaro (2017).

Magna Terra, Guatemala.

Canicas galaxias (2017).

Editorial Alción, Córdoba, Argentina.

Criaturas exhaustas (2013).

Editorial Universidad Técnica Nacional, Costa Rica.

Juan Carlos Olivas

(n. 1986).79

Contra un cielo pintado (2021).

Editorial de la Universidad Estatal a Distancia en Costa Rica. Ganador del Concurso Anual de Poesía de la UNED.

Las verdades del fuego. Antología breve (2020).

Ediciones Municipalidad de Lima en Perú.

El año de la necesidad (2018).

Ediciones Diputación de Salamanca en España [Premio Internacional de Poesía Pilar Fernández Labrador].

Colección Particular-Antología Personal (2018).

Nueva York Poetry Press en Estados Unidos.

La hija del agua (2018).

Editorial Amargord en España.

En honor del delirio (2017).

El Ángel Editor en Ecuador [Premio Internacional de Poesía Paralelo Cero 2017].

El manuscrito (2016).

Editorial Costa Rica [Recibió el Premio Eunice Odio de poesía 2016].

Autorretrato de un hombre invisible. Antología personal (2015).

Editorial EquiZZero en El Salvador

El señor Pound (2015).

Editorial de la Universidad Estatal a Distancia. [Recibió el Premio Internacional de Poesía Rubén Darío 2013],

Los seres desterrados (2014).

URUK Editores en Costa Rica

Mientras arden las cumbres (2012).

Editorial de la UNA en Costa Rica [Este libro obtuvo el Premio UNA-Palabra 2011].

Bitácora de los hechos consumados (2011).

Editorial de la UNED en Costa Rica [Este libro obtuvo el Premio Aquileo J. Echeverría de Poesía 2011 y el Premio de la Academia Costarricense de la Lengua 2012].

La sed que nos llama (2006).

Editorial de la UNED en Costa Rica [Este libro fue premio Lisímaco Chavarría Palma en 2007].

NOTAS FINALES

1 Según Mijail Mondol López en su tesis doctoral Historiografía literaria y sociedad: una interpretación socio-discursiva del pensamiento histórico literario centroamericano (2017), la metacrítica es un más allá de la crítica. Además, implica “complejidad epistemológica que abarca este modo de conocimiento con respecto a los estudios literarios y filológicos, así́ como su relación trans e interdisciplinaria con otros campos de reflexión o análisis cultural” (p. 30); para ello se analiza el discurso desde sus conexiones interdisciplinarias (puntos de contacto entre las disciplinas) y transdisciplinarias (lo inherente a las disciplinas) con la sociedad y la cultura.

2 Se toman como apoyo las ideas de la tesis doctoral de Mondol (2017) para entender la epistemología historiográfica, concepto que responde a la búsqueda de los fundamentos y métodos del conocimiento generados, a grandes rasgos, alrededor de “las diversas contradicciones, ambivalencias y exclusiones” (p. 151) en los espacios de creación de proyectos de identidad.

En el presente trabajo, el afán de crear, desde la publicación de estudios envueltos en polémicas y debates, una “generación emergente” “crisálida” o “nueva”, se entiende como marco subyacente a un proyecto de identidad literaria; por ende, deben analizarse los procesos epistemológicos de fondo, donde se hallan distintas tensiones y ambivalencias, para dar con su entendimiento.

3 “Generación emergente” aparece mencionado por Ramírez y Castillo (2020), tal cual se menciona en el desarrollo de este trabajo.

4 “Nueva generación” aparece mencionado por Ramírez (2020), tal y como se refiere en el desarrollo de esta investigación.

5 Este trabajo inicia en un completo campo de debates epistemológicos, bien podría hablarse de un terreno minado donde surgen dos bandos: el olvido o la lucha por el poder. Al respecto, a pesar de estar en Facebook, se considera, tras su valioso contenido, el material publicado por el poeta Gabriel Ulloa Herrera en una nota titulada ¿Poesía Joven en Costa Rica? (7 de mayo, 2020); en respuesta a Ramírez (2020) comenta:

Mi opinión es entonces que hablar de Poesía Joven es: o hablar de compromisos y de ética, asumiendo el ser “poetas conscientes y completos” como dice Marvin, en la “composición de caminos imaginados” de la que habla Byron, o inmiscuirse en una etiqueta sin mucho sentido que se disolverá mucho antes de que nos demos cuenta y deje de importarnos.” (párr. 27).

Por tanto, más allá de joven o no, el compromiso está en el oficio de la escritura, en romper y abrir nuevos caminos desde la poesía como parte de un ser colectivo, al cual justamente se refiere Bordieu (2002), y similar a ello, cabe citar también a Sebastián Arce Oses, quien en su ensayo Tejer caminos para la poesía en Centroamérica (2019) recoge ideas de su tesis de maestría, Una aproximación historiográfica a la poesía centroamericana entre 2000 y 2015, también publicada en 2019, y de manera atinada dice:

En la poesía hay política cultural y trabajo de relaciones públicas –hoy día, de negocios y administración–, aunque tampoco podemos obviar el hecho de que trabajar la poesía, pulirla, ganarse cierto lugar ante los otros por la seriedad de las posturas y saberes, y no solo por oportunismo, es de importancia para acceder a estas coyunturas. (párr. 10).

De nuevo, se explica que de nada sirve encajar en un grupo o etiqueta, pues, al final, lo más importante es asumir, como sujeto colectivo, el oficio para ingresar en el marco de coyunturas provocadas por el acto de escribir poesía como campo de pulmón donde respira la herida, manifestación social, episteme y muchas posibilidades más.

6 En 1997, el Colegio Británico de Costa Rica publicó Antología de poesía joven. No se añade “costarricense”, pero es la primera antología de la que se tiene registro con el uso de la categoría “poesía joven”.

7 Ramírez y Castillo (2020) son dos poetas costarricenses con formación en el campo de filología española en la Universidad de Costa Rica.

8 Esto no quiere decir que este pensamiento acrítico no se mire en la población mayor a los 35 años; sin embargo, para término de este estudio, la observación pone como límite autores (as) nacidos (as) en 1986. Además, un punto que fundamenta este criterio es un pensamiento bastante pronunciado en jóvenes costarricenses quienes ven al personal académico con menosprecio y burla. Esto permite preguntarse lo siguiente: si cierta población de jóvenes ve y presenta al personal académico con burla, ¿cómo generar conocimiento científico en una sociedad que así lo requiere? Mediante la etiqueta de menosprecio contra el personal académico solo se aprecia la construcción de un pensamiento acrítico gestionado desde los objetivos de las políticas neoliberales en donde muchas personas jóvenes están siendo subordinadas.

9 Nika Turbiná murió un 11 de mayo de 2002 en Moscú, Rusia, tras lanzarse de un quinto piso. Se le destaca por su escritura desde antes de los seis años y por haber publicado su primer libro a los diez años de edad.

10 Se considerará la etiqueta “joven” como un acto simbólico o de inclusión en el nivel sociológico, pero, en el literario no importa la edad como estereotipo o calificativo, solo interesan modelos discursivos donde se enfrentan diferentes corrientes estéticas y se “develan las ambigüedades de sujetos culturales que observan las contradicciones del presente con asombro y el futuro con incertidumbre” (Rodríguez, 2007, p. 381).

11 Dentro de la lista de poesía costarricense escrita por jóvenes recogida en este trabajo (incluida la sección de autores con libros, anexos) existen otras voces que no aparecen en ninguna de las secciones (2005-1986), es decir, ni en la hecha por Marvin Castillo (2020) ni en la que conserva actualmente Byron Ramírez; con respecto a regiones: Grecia y Juan Viñas, Cartago:

Andrey Gómez Jiménez (Grecia, Alajuela, n. 1997): actualmente, habita en San Ramón. Aparece publicado en la revista mexicana Primera Página, dirigida por Joshua Córdoba y en la revista Kametsa en Perú, dirigida por Emilio Paz Panana. Véanse sus poemas al ingresar a los siguientes links: https://primerapaginarevista.com/2020/09/22/reflexiones-multiples-poemas-de-andrey-gomez-jimenez/

https://revistakametsa.wordpress.com/2021/04/30/andrey-gomez-jimenez-1997-un-caso-olvidado-de-poesia-joven-o-un-caso-invisibilizado-de-poesia-escrita-por-jovenes-en-costa-rica/

Jordan Ulate Dondi (Juan Viñas, Cartago, n. 1999): pseudónimo JUD. Actualmente, habita en San Ramón. Aparece publicado en la revista literaria Pluma, creada por escritores de Venezuela, Perú, Francia, México y Argentina. Véanse sus poemas al ingresar al siguiente link: https://es.calameo.com/books/0059872998cc0a5aad162

Andrés Ruíz (Guanacaste, n. 1993): actualmente habita en San Carlos y dirige los colectivos Club Literario Bagatzi y Club Literario La Fortuna. Se caracteriza por fomentar y difundir la lectura en diferentes regiones costarricenses. Algunos de sus poemas aparecen publicados en: https://circulodepoesia.com/2018/05/poesia-joven-de-costa-rica-andres-ruiz/

https://www.revistaikaro.com/mamando-palabras-seleccion-de-poemas-de-andres-ruiz/

Cabe indicar que costó muchísimo hallar a autoras jóvenes de regiones del país que no aparezcan en el corpus encontrado; no obstante, se tienen los siguientes tres casos:

Guadalupe Vargas Díaz (Turrialba, n. 1993): pueden hallarse poemas suyos en: Círculo de Poesía https://circulodepoesia.com/2016/10/abolir-los-signos-de-pregunta-poetas-de-costa-rica-nacidos-en-los-noventa/

Mailyn Madrigal Abarca (Palmares, n. 1997 [los ciudadanos palmareños nacidos desde finales de los ochenta nacen en San Ramón, tal es el caso de Mailyn]): pueden hallarse dos poemas suyos en: https://revistakametsa.wordpress.com/2021/03/16/autoras-costarricenses-el-cansancio-de-un-dios-creado-por-hombres-y-una-suiza-inexistente/

Esther Segura Ceciliano (Pérez Zeledón, n. 1996): pueden hallarse dos poemas suyos en: https://revistakametsa.wordpress.com/2021/03/16/autoras-costarricenses-esther-segura-ceciliano-costa-rica-1996/

Luego, aunque no son de regiones, cabe destacar algunos casos de jóvenes no referidos en ninguno de los corpus de este trabajo. Entre ellos están los casos de poetas nacidos en los noventa, recogidos por el escritor y poeta costarricense Gustavo Adolfo Chaves en “Abolir los signos de pregunta: Poetas de Costa Rica nacidos en los noventa”, publicado en la destacada revista virtual Círculo de Poesía https://circulodepoesia.com/2016/10/abolir-los-signos-de-pregunta-poetas-de-costa-rica-nacidos-en-los-noventa/ :

Juanjo Muñoz Knudsen (n. 1990). No tiene poemarios publicados, aunque sí dos novelas: Genial 2006 (2014) y Como perdí mi sonrisa juvenil, mae (2016).

Pri Gómez (Heredia, n. 1990).

Carla Quesada Alluin (San José, n. 1991).

Carlos Cárdenas (Heredia, n. 1991).

David Vargas (¿?, n. 1991).

Kevin Román (¿?, n. 1992).

Byron Salas (¿?, n. 1993).

Ernesto García (¿?, n. 1993)

Guadalupe Vargas Díaz (Turrialba, n. 1993).

José Alberto Fallas (San José, n. 1993).

Erick Benavides (Pérez Zeledón, n. 1994).

Sofhía Guevara (¿?, n. 1995).

Andrés Zumbado (¿?, n. 1998).

Luego, está el caso de Alison Castillo Barboza (n. 1997), quien aparece publicada en la revista Ablucionistas: https://ablucionistas.com/autofagia-alison-castillo-barboza/ y los casos de Armando Calvo y Mariela Herrera. Ambos participaron en Escenario Poético Viento de Cristal 2021; sin embargo, no se hallaron poemas de ellos.

12 Puede ingresarse mediante el siguiente link: https://camposdeplumas.com/2020/04/

13 Para ingresar a la columna de Byron Ramírez Agüero como editor en la Revista Digital Liberoamérica está el siguiente link: https://liberoamericamag.com/author/byronramrez/

14 Otra antología repleta de aseveraciones es Una temporada en el Centro. Panorama actual de la poesía en Costa Rica. Antología 1980-2013, publicada en 2014 por Antonio Jiménez Paz. En su estudio introductorio se considera que lo visto en la poesía costarricense es algo totalmente nuevo, cayendo también en un discurso ahistórico e intentando evadir las heterogeneidades discursivas sin entender el fenómeno más allá del hoy y las multiculturalidades; por tanto, no se consideró dentro de este trabajo.

15 Sobre un corpus bibliográfico amplio de literatura costarricense puede leerse el dossier hecho por el poeta y académico Gustavo Solórzano Alfaro en la revista Círculo de Poesía por medio del siguiente link: https://circulodepoesia.com/2012/09/coda-dossier-de-poesia-costarricense/

16 Según el SINABI, todo libro electrónico o no tras el Decreto No.14377-C del 6 de abril de 1983, fecha cuando se creó la Agencia Nacional ISBN, tiene la obligación de tener ISBN, esto ayuda, además, a registrar de manera oficial al editor y al libro. http://sinabi.go.cr/ver/bibliotecas/agencias%20isbnissn/Que%20es%20el%20ISBN.pdf?fbclid=IwAR14vwCF4AVLn6-HdXZnDg6GhpfBYCv75e6fWLWN6QlN6w59VjnOfBZKrpU#.YjTvu7i71Oh

Una muestra reciente de una antología virtual realizada con los fondos de la Beca Creativa del Ministerio de Cultura y Juventud y que posee la legalidad del ISBN y, por tanto, su debido registro es Conmigo al desnudo (2020) que contiene toda la obra literaria y fotografías que resumen parte de la vida de la poeta costarricense y española Leda García Pérez. Para tener acceso: https://es.calameo.com/read/0065221656485932bb0e9

17 Concepto de verosímil crítico trabajado en: Picado Gómez, M. (1985). Literatura, ideología y crítica. Notas para un estudio de la literatura costarricense. Editorial Costa Rica.

18 Según la página 103 de la Antología poética puntarenense (1990-2019), José Ricardo Segura Amador, a pesar de ser hoy un poeta olvidado, ganó, en su respectivo orden: el primer lugar en el Certamen Arturo Argüello Chaves (1988), tercer lugar en el Certamen Carmen Lyra de los Festejos Populares (1989), premio Joven Creación (1989), primer lugar Certamen Isaac Felipe Azofeifa de los Festejos Populares (1990), primer lugar Certamen Pablo Neruda Vive (1991) de la Universidad Nacional, la Embajada de la República de Chile, el Instituto Costarricense Salvadoreño y el Consejo Superior Universitario Centroamericano (CSUCA). Por último, publicó su primer y único poemario hasta hoy títulado Ecos (1993), gracias al referido premio Joven Creación obtenido en 1989.

19 Gracias a información brindada por Ronald Bonilla y Leda García Pérez, debido a que siguen siendo poetas inscritos en la poesía costarricense actual (se mantienen con oficio activo) el Círculo de Escritores Costarricenses publicó en 2002 la Antología del Círculo de Escritores Costarricenses, Latido Generacional, con la Editorial Círculo de Poetas Costarricenses, la cual ha publicado una lista de libros que pueden consultarse por medio del siguiente link: https://isbn.cloud/cr/editorial/circulo-de-poetas-costarricenses/

20 En Villalobos (2013), se defiende la fundación del Círculo de Poetas Turrialbeños en 1959, aunque la información brindada de manera aproximada por Julieta Dobles remite a un año atrás; además, se confunde el Círculo de Escritores Costarricenses con el Círculo de Poetas Costarricenses, anterior al viaje de Laureano Albán y Julieta Dobles a Israel, de allí la corrección de datos.

21 Parece ser que el primer recital de poetas jóvenes costarricenses se realizó el 21 de agosto de 1946.

22 Para Zavala (2011), el hecho de que muchas mujeres entre los ochenta y noventa en Costa Rica siguieran utilizando una estética trascendentalista, infertilizó en gran medida sus posibilidades de manifestarse desde lo contestatario, lo exteriorista.

23 Cabe citar el planteamiento filosófico desarrollado por Gabriel Ulloa Herrera (7 de mayo, 2020), quien apoyado en Bordieu dice:

El sujeto joven es una creación recientísima, de menos de dos siglos, anclada a un sistema adultocéntrico que se origina con la generalización de las sociedades patriarcales ya varios milenios. Y por eso, no sorprende que resulte tan difícil para las personas jóvenes saber cuál es nuestro lugar, más allá del que se nos ha venido imponiendo. ¿Por qué? Porque la juventud es una asignación cuyas posibilidades de ser resignificada apenas y se han explorado desde hace pocas décadas, que ha carecido de un sustento teórico que la historice y que se ha pretendido armónica, sin siquiera adscribirse a la naturaleza conflictiva que le da explicación. (párr. 14)

Ante ello, como bien apunta Ulloa, lo armónico no existe; el terreno sobre lo “joven” es conflictivo y antes de sentarse a pensar en un campo equilibrado, perfecto y unívoco, debe reestructurarse la cultura para aceptar las diversidades sociales; de lo contrario, el otro, el joven, el negro, la mujer, el pobre, el homosexual y el extranjero, siempre chocarán; en su mayoría, tras no existir un proceso de aceptación de las diversidades humanas, casi siempre, de manera inconsciente, lo otro se verá como inferior, esto se tiene en casos muy antiguos desde la literatura misma: ejemplo, en el Canto IX de La Odisea (S. VIII a. C), Odiseo, en tierra de los lotófagos, es el otro, el extranjero, el raro desde la visión de los cíclopes y, por ende, se ve envuelto en el peligro, aunque, al final, tras su astucia, nombrándose de manera irónica “nadie” (en sí es nadie en tierra de otros), se termina saliendo con las suyas.

24 Sobre las literaturas indígenas de Centroamérica se recomienda hacer lectura del libro: Zavala, M. y Araya, S. (2002). Literaturas indígenas de Centroamérica. EUNA. Luego, de manera actual y propiamente en Costa Rica, considérense los artículos: Sánchez Mora, A. (2020). Hacia una historiografía literaria costarricense del periodo colonial. Revista de Filología y Lingüística de la Universidad de Costa Rica, 46, 69-94 DOI 10.15517/RFL.V46IEXT..43504 . También: Gómez Jiménez, A. (2021). Historiografía literaria y literatura indígena costarricense: exclusión y violencia epistémica desde la retórica de la modernidad. Cuadernos Intercambio sobre Centroamérica y el Caribe, 18(2), 1-25. DOI: https://revistas.ucr.ac.cr/index.php/intercambio/article/view/47031

25 Puede verse la danza del mono al hacer click en el siguiente link: https://www.youtube.com/watch?v=7iZwFO1d-KI

26 En el poema “mariposa negra” de Karina Obando, el adjetivo (negra) no remite a un referente cultural de la negritud, sino a la tristeza, dolor, etc. que carga de manera universal la simbología de este color.

27 Gracias al Sistema de Información Cultural de Costa Rica cabe destacar el trabajo y aporte como gestor cultural del joven poeta y escritor de Río Frío de Sarapiquí, Jason Arias Vargas (n.1989) quien permite conocer la siguiente lista de escritores de la zona norte del país: Stephanie Jiménez Sanabria (2005), aparece publicada en la Antología Literaria de la Región Norte (s.f.) y en la Antología literaria Café Pendiente (s.f.); Katherine Torres (2002), cuyo pseudónimo es Airam Serrot y posee su novela La elegida (s.f.); Cherdan Miranda Meneses (1998) y Jason Arias Vargas (1989), quien posee su poemario Querida Carmen (2016) y su novela Debajo de un Paraguas (2017). Cabe decir que este sector cuenta con el apoyo de la editorial independiente Fruit Salad Shaker que ha hecho una lista de publicaciones las cuales pueden consultarse por medio del siguiente link: https://si.cultura.cr/agrupaciones-y-organizaciones/fruit-salad-shaker-ed.html

28 Para Zavala (2011), “Los estudios de literatura “queer” de mujeres apenas empiezan” (p. 136).

29 Aunque la poeta activa más joven, aparte de Stephanie Jiménez Sanabria, es Daniela Herrera (Alajuela, n. 2005), quien aparte de un poemario publicado, Intemperie (2021), ganó el premio Lisímaco Chavarría 2021 en la categoría juvenil, posee publicaciones en diferentes revistas y fue antologada en Arroyo (2021). Además, a sus tan solo 15 años ha recibido talleres literarios nacional e internacionalmente; sin embargo, no aparece en la Antología de Poesía Joven. Nueva Poesía Costarricense (2020); cabe indicar que su nombre ya había sido mencionado por Zonta (2020).

30 Sobre la falta de equidad del Premio Nobel de literatura puede leerse Delgadillo Álvarez, D. M. (2021). Desigualdad de género en la entrega de los Premios Nobel 1901-2020. Pensamiento actual. 21 (36), 159-171. 10.15517/PA.V21I36.47096

31 A partir de una entrevista realizada por IMER, NOTICIAS, México, Magda Zavala comenta la marcada diferencia entre hombres y mujeres en el mundo literario: https://noticias.imer.mx/blog/la-literatura-hecha-por-mujeres-sigue-siendo-un-territorio-olvidado-magda-zavala/

32 Nombre completo: José Ignacio Arias Ruiz, Aru, contracción de los dos apellidos, lo que permite visibilizar a la madre.

33 https://www.unicef.org/es/comunicados-prensa/detengan-los-bombardeos-colegios-y-hospitales-en-siria

34 Se toma “archivística” de Rodríguez (2006b).

35 Rodríguez (2006b) recoge el campo “conversacional” de Roberto Fernández Retamar, espacio donde se da tránsito a la cotidianidad con un lenguaje coloquial, la narrativización, el versolibrismo y el objetivismo, todo mediante una formación discursiva heterogénea, con ciertas huellas provenientes de la formación de las vanguardias de mediados del siglo XX y antepuestas “a las estéticas romántica y modernista de finales del siglo XIX y principios del XX” (p. 149).

36 Sobre el término “Nueva poesía costarricense”, este aparece por primera vez, según nuestra base de datos, en 1962, bajo la firma del poeta turrialbeño Marco Aguilar en su libro Cantos para la semana (1962), publicado por la Biblioteca Líneas Grises, número seis (Tomado de la biblioteca de Julieta Dobles Yzaguirre).

37 En 2019, Corrales publicó el artículo: La literatura de la Región Norte Costarricense. Un caso paradigmático: Francisco Rodríguez-Barrientos. Puede consultarse en: https://www.revistas.una.ac.cr/index.php/tdna/article/view/13592/18936

38 Carlos Villalobos (2020b) presenta la siguiente lista:

Cristian Marcelo (1970), Joan Bernal (1974), Alejandra Castro (1974), Gustavo Solórzano (1975), Cristian Solera (1975), Angélica Murillo (1976), Felipe Granados (1976-2009), Randall Roque (1977), Camila Schumacher (1977), Gustavo Arroyo (1977), Gustavo Chaves (1979), David Monge (1980), Jonatan Lépiz (1981), David Cruz (1982), Diego Mora (1983), Ronald Campos (1984) y Paola Valverde (1984), entre otros (párr. 12).

39 Sin duda, faltan estudios sobre su gran producción poética.

40 Posee una amplia producción poética de contenido homoerótico. También, destaca en su labor académica. El estudio de su producción literaria ha sido injusto. Súmese la exclusión de creaciones del contenido trabajado por él tanto en estudios como en antologías.

41 Ha realizado un buen trabajo de difusión y en la academia; sin embargo, él ha sido poco considerado. El mismo Adriano Corrales lo excluyó de su antología Sostener la palabra (2007). Cabe destacar que Solórzano publicó en 2010 el libro Retratos de una generación imposible. En ella antologa a diez poetas nacidos entre los sesenta y los setenta, pero no se incluye él, autoinclusión que sí realiza Adriano Corrales.

42 Hacen falta estudios sobre su labor literaria en narrativa y en poesía. Su trabajo como académico ha sido destacado e importante; sin embargo, sus producciones literarias no han sido premiadas con justicia académica. Al igual que Zonta es referido en Rodríguez (2006b); parecer ser que no más. Su reciente libro Altares de ceniza (2019) es importante y amerita prestarle atención. Realiza una labor de recuperación digna de señalar. Un caso destacable en el mundo académico, pero que sí ha sido mayormente atendido en este mismo espacio es Carlos Francisco Monge.

43 Se le ha conocido mayormente como académico y novelista. Posee un amplio repertorio poético que se puede consultar en su libro Vestigios de un naufragio. Poesía reunida (1980-2015) con la Editorial Germinal.

44 Su producción literaria amerita más estudios. Ha pasado por diferentes corrientes y estéticas, además de tratar diferentes temas, entre ellos, de contenidos orientales. Es uno de los autores con una de las producciones literarias más importantes del país. Sin embargo, en el ámbito académico no se le ha prestado la debida atención. Salvo Francisco Rodríguez Cascante (2006b) y una simple mención en Carlos Francisco Monge (2006), no se han hallado otros estudios sobre su trabajo poético, el que ha recibido distintas premiaciones de prestigio.

45 No ha existido equidad con su producción literaria tanto en narrativa como en poesía. Se le ha considerado mayormente como académica. Es una mujer pionera en los estudios historiográficos en Centroamérica. Tuvo la posibilidad de estudiar en Francia y en Bélgica; sin embargo, su producción literaria amerita mayor inclusión y cuidado. Es una autora que desde los ochenta innova, sigue diferentes corrientes estéticas y tiene poesía revolucionaria apegada al exteriorismo y las posvanguardias en plena época en que primaba el movimiento trascendentalista en Costa Rica.

46 En las universidades se le estudia mayoritariamente en narrativa, no así en poesía. No obstante, estos estudios no pasan de un trabajo de un curso.

47 Cabe agregar que hace falta un estudio aparte para las características de la poesía infantil inscrita en la literatura costarricense actual y, también, a futuro tómense en cuenta las posibilidades de análisis en torno a poemas, antologías o poemarios creados en torno al contexto de la pandemia como muestra de registro, código y metáforas surgidas a partir de este periodo convulso no solo en Costa Rica, sino en el mundo entero.

48 En el libro Altares de ceniza (2019), se presentan 54 poemas elaborados a partir del rescate de diferentes diosas halladas en diferentes mitologías de Oriente y Occidente y en las culturas prehispánicas. Entre estas últimas figuras se revitalizan los papeles de: “Ixquic” (p. 19), “Mama Quilla” (p. 18), “Pachamama” (pp. 19-20), “Xochitlicue” (p. 21), “Coatlicue” (p. 22), “Cihuacóatl” (p. 23), “Chicomacóatl” (p. 24), “Itzpapálotl” (p. 25) y “Atabey” (p. 26).

49 Los nombres de los poemas de temática indígena en Costa Rica 360 de poesía (2016) son: “Conocer es amar” (p.5), “Retórica del intento” (p.7), “Derivación de una canción felina”, “Las rebeldes danzas del trópico” (p. 10), “El país de usted” (p. 17), “Entrevista a un anciano” (p. 20), “Cartago” (p. 40), “Guayabo: canta el agua junto a la piedra” (p. 46), “Las abruptas cercanías de Tortuguero” (p. 49), “Finca Loroco: un nido de semillas en Talamanca” (p. 55),”Sierpe de Osa” (p. 69),”Entre el Térraba y el Sierpe: el valle del Diquis” (p. 71), “Soplo de una especie” (p. 73),”Breve retorno al ritmo natural” (p. 74), “Breve viaje hacia el origen” (p. 77), “El baile de la serpiente” (p. 79), “Templo acorralado” (p. 80), “Nacimiento en un rancho” (pp. 81-82), “Boruca esférica” (pp. 83-84), “Sibú canta en la cordillera” (p. 85), “Bajos del Tigre” (p. 87), “Boruca” (p. 88), “Fuego de Dios” (p. 89), “¿Qué fue de la Llorona?” (p. 94), “Guardián del trópico” (p. 96), “Canto entre raíces” (pp. 112-113), “Galán sin ventura” (p. 114), “Viaje” (p. 115), “Los campesinos” (pp. 105-107), “Sincronización de la alegría” (pp. 108-111), “Canto entre raíces” (pp. 112-113), “Galán sin ventura” (p. 114), “El viaje” (p.115), “Adela Pita, héroe de Talamanca” (p. 122), “He visto” (p. 133), “Uno conoce seres de noble trascendencia” (p. 135), “La guerra que se hace en el bosque” (p. 140), “Los regresos” (p. 140), “La casa” (p. 144),”Ciclo y fecundidad” (p. 163).

También, Minor Arias Uva posee el poemario inédito Arteria Ancestral, construido totalmente a partir de la reivindicación de la etnia indígena.

50 Puede leerse el ensayo de Yordan Arroyo (2021), Ética y filosofías indígenas como acercamiento a la naturaleza del ser humano en La voz que duerme entre las piedras, de Luis Esteban Rodríguez Romero (2018), publicado en Nueva York Poetry Review. https://www.nuevayorkpoetryreview.com/Nueva-york-Poetry-Review-3177-42-yordan-arroyo-luis-rodriguez-romero

51 Rodríguez (2006b) afirma sus criterios a partir de los poemarios Perfiles de tinta (1998), de Meritxell Serrano y La caja negra (2001), de Elena Gutiérrez. En contraposición, más que reflexión, Zavala (2011) afirma que es un cuestionamiento y denuncia del género impuesto con el fin de obtener un perfil identitario (no en todas las escritoras costarricenses, pues han aparecido “neoconservadoras”, p. 133). El cuestionamiento es posterior a la reflexión.

52 Desde las concepciones teóricas de la feminista y estudiosa francesa Hélène Cixous, a este tipo de producciones también se le conoce como escritura femenina. Al respecto, en Costa Rica se halla el estudio: Solórzano Alfaro, G. (2011). Escritura femenina. Una lectura desde los estudios de género del poemario La mano suicida, de María Montero. Revista comunicación. 20(32), 4-12. https://revistas.tec.ac.cr/index.php/comunicacion/article/view/818/732?fbclid=IwAR1t3dJaHbojT_7BC0BeUQdAaDfKND8UEgw882g73TMv8GeFH20o0EuqMiA

Aunque, debe aclararse que sobre este tema todavía no existe un consenso; por ejemplo, si se habla de poesía femenina, para Zavala, es aquella que no rompe y se queda en los esquemas tradicionales. El horizonte va a variar dependiendo de la autora que guste ser utilizada como marco teórico. Sin embargo, lo que no puede negarse es la diferencia e importante y dinámica presencia de esta literatura que amerita todo un campo de estudio por aparte.

53 En lo respecta a colectivos, talleres y revistas, según Castillo (2020): revista Campo de Plumas, Colectiva Jícaras, Taller Joaquín Gutiérrez y Voz UCR han ayudado a difundir la poesía escrita por jóvenes en Costa Rica junto con el apoyo de los mismos poetas jóvenes.

No obstante, a la lista desarrollada por Castillo (2020), sin decir que son todos, cabe agregarle otros medios nacionales e internacionales como: Revista Digital Taller Ígitur (México), dirigida por el poeta y crítico mexicano Fernando Salazar Torres; Revista Digital Liberoamérica, donde el poeta costarricense Byron Ramírez Agüero es editor y posee un espacio dedicado a poesía costarricense escrita por jóvenes, a lo cual él llama “Poesía joven costarricense”; Santa Rabia Magazine (Perú), dirigida por el poeta peruano Elí Urbina; revista Hiedra (México), dirigida por el poeta mexicano Antonio Ojeda; revista Círculo de Poesía, fundada por Elí Calderón y dirigida por Adalberto García López; Cardenal Revista Literaria, dirigida por los poetas Ricardo Plata Soto y Mateo Mansilla Moya; revista Altazor, dirigida por Mario Meléndez; Nueva York Poetry Review y Editorial Nueva York Poetry Press (se da espacio a poetas jóvenes costarricenses), dirigidas por Marisa Russo, quien apoya mucho a jóvenes del país con distintas actividades y publicaciones; Diario Más allá de la Cortina de la Cátedra Virtual Autónoma de Filosofía Política (Costa Rica), dirigido por Esteban Paniagua quien ha dado talleres literarios con énfasis especial en jóvenes; además, ha publicado a jóvenes, aunque recientemente cerró su revista; revista Kametsa (Perú), dirigida por el joven escritor Emilio Paz Panana; Revista Virtual Quimera (Costa Rica), en la línea de mitologías y folclor, única en Costa Rica, dirigida por la escritora y poeta costarricense, Victoria Marín Fallas. Luego, en cuanto a grupos o colectivos nacionales: Grupo Literario de Escritores Poiesis (Costa Rica), dirigido por los poetas costarricenses Ronald Bonilla y Lucía Alfaro, quienes además poseen una editorial con el mismo nombre y a diario están realizando recitales y actividades literarias donde incluyen a jóvenes; Hojas sin Tiempo (Costa Rica), dirigido por la escritora costarricense y española Leda García Pérez, quien se caracteriza por el apoyo fundamental brindado a jóvenes, colaborando para que aparezcan en actividades y sean publicados en otros medios; Colectivo Faro Cultural, Puntarenas, dirigido hoy por Herbert Contreras Vásquez, sitio donde se está luchando por descubrir a talentos jóvenes regionales e incluirlos en el grupo; Birlocha Cultural, dirigida por el escritor y poeta costarricense Óscar Leonardo Cruz (Calú), quien apoya las voces jóvenes del país; Colectivo Turrialba Literaria, fundado por la argentina Marisa Russo; Club Literario La Fortuna, dirigido por el poeta Andrés Ruíz; Taller de Creación Literaria Café Pendiente, a cargo del poeta y escritor Jason Arias; Taller Literario Círculo Inguz, dirigido actualmente por los jóvenes escritores costarricenses Luis Carlos Rojas y Jennifer Rojas; Taller Nuevo Paradigma, dirigido por el poeta costarricense Juan Carlos Olivas; Sociedad de Poetas Cartagineses, entre ellos están Vilma Zavaleta, Rogelio Coto Alfaro y Tere Rodríguez, también representantes de Cartago en la Unión Hispanomundial de Escritores, Sede en Costa Rica; Taller Literario Come Libros, dirigido por estudiantes de la Universidad Nacional, Campus Pérez Zeledón, donde, como habitante de la zona, aparece Marvin Castillo Solís; Jóvenes sin voz, coordinado en la zona norte del país; Desampa Lee, coordinado por Marta Rojas Porras y Marta Mora en la Municipalidad de Desamparados donde se les brinda gran apoyo a los jóvenes; Taller Literario Don Chico, dirigido por Henry López, donde, en sus inicios estuvo Byron Ramírez Agüero; Ceniza Huetar en San Ramón, donde, al menos, se sabe de la participación durante algún tiempo del joven poeta Jesús Rodríguez Delgado; Los hijos de Caín en Cartago; Limón escribe, dirigido por Shalaisha Barrett Parkinson quien como representante de esta provincia con la Unión Hispanomundial de Escritores, Costa Rica, busca consolidar a un grupo de jóvenes poetas; Taller Literario Alajuelense; Taller de Poesía Antitaller; Asociación de Escritores y Editores de Pérez Zeledón de donde subyace una revista literaria con el mismo nombre; Otro Taller Literario (Villalobos, 2020b); Anti Taller Anti (Villalobos, 2020b); Colectivo Poetas del Caribe (Villalobos, 2020b); Taller Literario Daniel Jones (Villalobos, 2020b), Unión Hispanomundial de Escritores en Costa Rica, donde se generan diversos espacios gratuitos de difusión; Circulo Literario Vertedero Satélite y Taller Literario Reencuentro con los Vivos del CAI Sandoval de Limón; estos dos últimos trabajan juntos con el apoyo de Acción Social de la UCR en proyectos de transformación social, por ende, se quiso considerarlos para dejar su rastro en esta investigación.

54 En el II Recital de Poesía Joven de Costa Rica participaron: Cristopher Solano, Mariann Flores, Dayliana Carranza Méndez, Óscar Arias González, Lovesun Cole, Allan Pérez, Beatriz Rojas, Katherine Navarro, María Macaya, Manuel Umaña, Roberto Acuña Vargas, Gabriel Vargas, Eduardo Fonseca, Jennifer Rojas González, Yordan Arroyo, Byron Ramírez, Dante Calienno, Julio Larios, Kevin Flores, Viviana Méndez, Julián González Betancur, Daniela Herrera, María José Carpio-Ulloa,

Viviana Cortés, Steven Bonilla, Daniela Soto Garro, Daniel Araya, Alelí Prada, Alejandra Valverde Alfaro, Sean Salas, Yared Alemán, Roberto Cambronero Gómez, Walter Campos, Allan Pérez Elizondo, Sofía Zumbado Torres, Cameron Zúñiga, Karla Mora, Bianka Monge, Ángel Gallo, Wayath Smayler Barquero, Priscilla Valverde, Emanuel Céspedes, Rachel Aguilar, Silvia Elena y Danny Drachen.

55 En 2018, bajo el sello de la Editorial Estudiantil de la Universidad de Costa Rica salió publicada la Antología Y2K, cuyo límite de fecha de nacimiento para criterios de selección fue 1990, es decir, poetas con un máximo de 28 años. En esta selección aparecen: Adriana Marín Sandoval (1993), Alberto Solórzano (Tres Ríos, s.f), Ale Prada (San José, 1998), Andrea Blanco (sin datos), Andrés Montero (San Ramón, 1994), A.V. (sin datos), Cassandra Monge Ramírez (San José, 1992), Cristopher Solano Gómez (Cartago, 1995), Daniel Araya Tortós (Turrialba, 1998), Dante Thenad (San José, 1993), Danyeli Abarca (San José, 1998), Edad Mena (sin datos), Fernando Sequeira (sin datos), Francisco Sibaja (sin datos), Joaquín Alcázar (San José, 1988), José Pablo Artavia (San José, 1994), José Picado (sin datos), Josué Ureña (sin datos), JPAF (sin datos), Julián Granados (sin datos), Katherine Rodríguez (sin datos), Manuel Umaña Campos (Turrialba, 1997), María José Carpio (Cartago, 1994), Marvin Castillo Solís (1992), Melany Vega (sin datos), Melissa Valverde (1996), Nicolás Omar Barrantes (San José, 1994), Nicole Chaves (sin datos), Nicole Badilla (sin datos), Pamela Calderón Monge (Acosta, 1995), Paula Ávila (sin datos), Paula Flores (sin lugar, 1997), Ricardo Corrales (sin datos), Ricardo Huapaya (San José, 2001), Rimai Sojo Patiño (San José, 1996),

Roberto Acuña (San José, 1997), Roberto Fernández (San Ramón, 1992), Silya Blanco (San José, 1991), Susana Alvarado Montero (San José, 1994), Tom Chávar (sin datos), Valeria Morales Núñez (1995), Valeria Villalobos Ramírez (1999) y Walter Torres (San José, 1992). Luego, en 2016 se publicó Sub 30. Antología de poesía joven costarricense, cuyo límite de edad fue de 30 años. En ella aparecen: Alejandra Valverde Alfaro (San José, 1986), Joset André Navarro Abarca (San Marcos de Tarrazú, 1991), Cristhofer Angulo Borbón (Pérez Zeledón, 1990), Edan Alberto Mena Guzmán (Pérez Zeledón, 1993), Kevin Román Villalobos (San José, 1992), Nella Monge Ramírez (1992), Roberth Ramírez Martínez (San José, 1992), Sergio Mauricio Sánchez Cooper (San José, 1988), Marvin Castillo Solís (Pérez Zeledón, 1992), Mónica Alvarado Barzuna (San José, 1998) y Sofhía Tamar Guevara Herrera (San José, 1995).

Otra antología donde aparecen jóvenes publicados es Miércoles, 2:00 p.m (2017). La edad máxima que aparece es 29 años (1981). Aparecen los autores: Erick Benavides Chaves (Pérez Zeledón, 1994), Marvin Castillo Solís (Pérez Zeledón, 1992), Andrés Darío (San José, 1992-2020), Lupus Dei (San José, 1993), Arieto González (Desamparados, 1993), Esteban Gutiérrez Vargas (1981), Joset André Navarro Abarca (San Marcos de Tarrazú, 1991), Roberth Ramírez Martínez (San José, 1992), Nismy Rojas (San José, 1993), Kevin Román (Desamparados, 1992), Danthe Thenad (San José, 1993), Gabriel Ulloa Herrera (Alajuela, 1992), José Umaña (Grecia, Alajuela, 1989), Joel Vargas Alvarado (Jota Vargas) (San José, 1993), Kevin Johnson (1995), Andrés Montero (San Ramón, 1994), y Lex Berio (Liberia, 1994).

La penúltima antología donde aparecen jóvenes es Palabra U. Hambre, poder y tierra (2014), la cual también fue coordinada por la Editorial Estudiantil de la Universidad de Costa Rica. De un total de 25 poetas aparecen los siguientes 23 jóvenes: Álvaro Esteban Zúñiga (San José, 1989), Ana Isabel Alfaro Cruz (Cóbano, 1992), Andrea Bravo Rojas (Cartago, 1995), Bryan Hernández Cortés (Heredia, 1994), Bryan Montero Salas (San Ramón, 1990), Carlos Andrés Villalobos Meza (Cartago, 1992), Dante Thenad (San José, 1993), Fabián Chaves Campos (San José, 1988), Fernando Obando Reyes (San José, 1991), Ivan Sanabria Solano (San José, 1998), Joel Vargas Alvarado (San José, 1993), Antonio Garro (San José, 1995), Lyan Di Bonaria (Goicoechea, 1989), José Trinidad Quirós Rodríguez (Cartago, 1990), Juan José Rodríguez Rojas (Alajuela, 1991), Katherine Rodríguez Mora (San José, 1995), Roberth Ramírez Martínez (San José, 1992), Roberto Morales Rodríguez (San José, 1991), Sebastián Cole Poma-Murialdo (San José, 1992), Sergio Picado Arias (Ciudad Quesada, 1992) y Silya Blanco Garita (San José, 1991).

Por último, dentro del mismo marco de ambivalencias, Valeria Morales Núñez y Katherinne M. Vargas, como compiladoras de la Antología Desacuerdos (2020), prefirieron apegarse a la Ley General de la Persona Joven. Según el artículo 2 “Personas jóvenes. Personas con edades comprendidas entre los doce y treinta y cinco años, llámense adolescentes, jóvenes o adultos jóvenes; lo anterior sin perjuicio de lo que dispongan otras leyes en beneficio de los niños y adolescentes.”

Por tanto, para este trabajo se prefiere la posición de estas dos últimas escritoras, pues existe una ley que así lo legitima, mientras los demás son puntos subjetivos de los mismos poetas y gestores culturales. Sin embargo, el tema sigue en terreno de discusiones tras distintas posturas y desacuerdos.

Por otro lado, ya no en antologías, sino los Festivales Internacionales de Poesía en Costa Rica iniciados desde el 2001 (del Festival V hasta el XV: http://www.festivaldepoesiacr.com/prensa.html), pero, según datos hallados, no hasta en la edición XIII en el 2014, dedicada a la juventud y niñez, donde aparecen en una sección especial: Joset Navarro Abarca (1991), Nella Monge Ramírez (1992), Gabriel Ulloa Herrera, (1992), Roberth Ramírez Martínez (1992), Cristian Obando Fallas (s.f), Priscila Gómez Arce (2006), Cristhofer Angulo Borbón (1990), Vianey Mora Vega (1990), Geiner Elizondo Umaña (1986-2018). En el resto de recitales aparecen jóvenes, pero no con espacios especiales para ellos, no obstante, en la edición XIV, 2015 no aparecen jóvenes; en la edición XV, 2016, no aparecen jóvenes como invitados, pero en el cierre aparecen jóvenes privados de libertad (Kim Marato Vega exprivado fue invitado especial, hoy posee un poemario publicado, título Destro adentro, así como hay otros poetas exreclusos: https://www.mjp.go.cr/Comunicacion/Nota?nom=CAI-La-Reforma-presento-a-sus-poetas-con-versos-de-esperanza-infancia-y-desamores), por aquel entonces: Brenda Rodríguez (1985), Randall Nájera (1994), Yendry Campos (1981); en la edición XVI, 2017, no aparecen jóvenes; en la edición XVII, 2018, gracias a información dada por Marta Rojas Porras aparecen, en un convivio especial para jóvenes: Allison Castillo Barboza (1997), Valeria Morales Núñez (1995), Ignacio Aru (1999), Génesis Cubillo Navarro (2000), Marvin Castillo (l992), Valeria Villalobos Ramírez (1999), Melissa Valverde (1996), Daniel Araya Tortós (1998), Pamela Calderón Monge (1995), Danny Drachen (1991) y Byron Ramírez Agüero (1997); en la edición XVIII, 2019, aparecen: Ignacio Aru (1999), Byron Ramírez Agüero (1997), Marvin Castillo Solís (1992), Daniel Araya Tortós (1998), Valeria Morales Núñez (1995), Génesis Cubillo Navarro (2000), Lenon Villagra Sandí (2004), Bryan Josué Sandoval Muñoz (2001), Marjan Araya Ulloa (2004), Emily Arroyo Rojas (2003), Alexis García Montes (1999), Zaseth Rojas Guerrero (2006), Unash Calvo Díaz (2004), César Miranda Menéndez (1999), Mónica Fernández Nieto (2000), José Tenorio Solís (2004), Merwill Alemán Real (2002), Kiara N. González Anchía (2004), Anahi Cruz Duarte (2004), Ericka Díaz Salgado (2004), Juan Pablo Colindres Gaitán (2004), Sharon Hernández Saborío (2004), Yojeey Francisco Beita Díaz (2000), Called Barrantes Ruiz (2004), Lilliana Patricia Coto Vargas (2001), Ignacio Gabriel Hernández Camareno (2004), Joselyn Pamela Mendoza Cruz (2004), Brandon Fabián Ortiz Martínez (2003), Nicolás Gutiérrez Sánchez (2011), Michelle Méndez Rodríguez (2000), Yorleny Celina Cruz Villalobos (2004), Gloriana Victoria Guerrero Rodríguez (2006), Yorleny Celina Cruz Villalobos (2004), Gloriana Victoria Guerrero Rodríguez (2006), Allison Rivera González (2002), Meisel Serrano Contreras (2001); y por último, en su última edición en el 2020, realizada por medio de la virtualidad, aparecen: Alejandra Valverde Alfaro (1986), Byron Ramírez Agüero (1997), Carolina Campos Solís (1988), Cassandra Monge Ramírez (1992), César Miranda (1999), Joset André Navarro Abarca (1991), Pamela Calderón Monge (1995), Roberth Ramírez Martínez (1992), Marvin Castillo Solís (1992), Silvia Elena Guzmán (1991), Valeria Morales Núñez (1995), Bianka Monge Llubere

(2004), Daniela Naranjo (2004), Eduardo Alvarado (1988), Katherine Quirós Bonilla (1996), Mónica Alvarado Barzuna (1988).

56 También, cabe la posibilidad de que Zonta (2020), al referirse a “orugas” aluda al Grupo Oruga que tuvo una destacada función cuestionadora entre 1976 y 1977 en Costa Rica.

57 El fenómeno de la creación de mitos para sentirse iniciadores de algo también es parte de la búsqueda por la adquisición del poder desde épocas antiguas; por esta razón, los griegos crearon el mito de Helén, hijo de Deucalión y Pirra (primer hombre y primera mujer en la mitología griega) y padre de Eolo, Doro y Xuto (padre de Ión y Aqueo). A raíz de lo que Burckhardt (1947, I) llama falso y conocido árbol genealógico, por medio de Helén los griegos se llamaban a sí mismos helenos y calificaban de bárbaros a todos aquellos externos a esta genealogía, aunque, tal cual lo confirma el mismo Burckhardt (1947, I), esto amerita una revisión en la etnología griega para verificar que anterior a los griegos ya había otras tribus a raíz de migraciones y luchas. Esto le permite confirmar al autor citado que los griegos perdieron la memoria para sentirse superiores e intentar borrar todo lo anterior a ello, incluso, por esta misma razón “[…] es en el suelo griego donde el género humano ha recibido aquellos recursos de vida que se suelen considerar como dones especiales de los dioses” (p.31). Eran los griegos primitivos, en términos genealógicos, grandes inventores, lo que les dio mucho poder incluso sobre la historia, por supuesto, hasta que se empezó a arraigar cada vez más el logos; sin embargo, como lo confirma Burckhardt (1947, I), la huella genealógica ahistórica siguió persistiendo así fuera poco. Para más información, léase: Burckhardt, J. (1947). Historia de la cultura griega. Tomo I. [Traducción directa del alemán por Eugenio Imaz]. Editorial Iberia.

58 Como se comentó, existen personas que pueden comenzar su “formación literaria” a edad tardía y eso no los hace menos; incluso, pueden llegar a asumir un compromiso mayor con el paso de los años.

59 Las tensiones detrás de la categoría “Olimpo” son el eje central de mi investigación: La categoría discursiva del mito en el estudio de la oligarquía literaria: tensiones y ambivalencias histórico-literarias en un corpus de historias de la literatura costarricense (en proceso de espera de respuesta para su publicación).

60 Además, el hecho de ser una antología que, según se aprecia, busca realce mediante diferentes propuestas, entre ellas, aseveraciones críticas y epistemológicas y datos ahistóricos y carentes de criticidad, debatidas por primera vez en el ámbito académico, al no estar inscrita ni siquiera en el Sistema Nacional de Bibliotecas, por más buenas intenciones que quizás se tengan, debido a una carencia de seriedad sistemática, se condena de inmediato al olvido, al menos, en una memoria formalmente literaria en Costa Rica, a todos los antologados, quienes no vivirán más allá de un mundo de descargas y mercadotecnia.

61 Josué Torres Morales (Guanacaste, n. 1990,). Según Sebastián Arce Oses en La vieja poesía joven en Guanacaste (2020), es uno de los poetas jóvenes (para tomar en cuenta, cita además a otros jóvenes como: Luis Murillo, Gabriela Fonseca, Thamara Ortiz, Luis Andrey Solano, Eyleen Arce, Yassin Alvarado y Braulio Rodríguez), más comprometidos de la zona. Incluso, el escritor de la misma región Miguel Fajardo Korea le dedicó un estudio titulado La irrupción boreal de Josué Torres en la poesía de Guanacaste (s.f.), donde habla del poemario Boreal (2017).

62 Aunque no aparezca en los cuadros anteriores porque no incluye autoras jóvenes, sí se quiere mencionar el más reciente libro de mujeres publicado en la Editorial Costa Rica: Ni miel ni hojuelas. escribir desde la feminidad (2021), de Yadira Calvo Fajardo. Este trabajo consta de tres partes: estudios, obras narrativas sobre fantasía y poesía. En la línea de poesía aparecen antologadas: Janina Fernández, Ana Istarú, Teresita Aguilar Mirambell, Ligia Zúñiga, Marta Rojas, Julieta Dobles, Anabelle Aguilar Breali, Arabella Salaverry, Olga Goldemberg, Nidia Marina González Vásquez, Lara Solórzano y Raquel Villareal. Sin embargo, tal cual se aprecia, hacen falta nombres de escritoras comprometidas y que han forjado toda una trayectoria destacable en las letras costarricenses. Sin detallar nombres por ahora, queda el camino abierto a futuras valoraciones.

63 Se colocan los lugares de nacimiento de los (as) autores (as). Por ejemplo, Jennifer Rojas vive desde niña en Palmares, pero debido a que en Palmares no hay hospital, después de los ochenta deben nacer en el Hospital Carlos Luis Valverde Vega en San Ramón. Sin embargo, con esta autora no es solo un asunto de nacimiento, pues ha llevado gran parte de su vida en este lugar (San Ramón). Esto también sucede con Shalaisha Barrett Parkinson quien nació en San José, pero vive en Limón.

64 Aparece en varias publicaciones como Pamela Monge, visibilizándose así el apellido materno, punto interesante de ruptura con la herencia tradicional del primer apellido paterno.

65 Su verdadero nombre era Andrés Darío Martínez Sequeira. Murió el 18 de agosto de 2020, muy al respecto de su muerte, Byron Ramírez Agüero le abrió un espacio de difusión el 5 de septiembre de 2020.

66 Como dato interesante, según la Revista Virtual Quimera, Marliz Giraldo es hija de madre costarricense y padre panameño. Sus primeros años los vivió en Panamá, pero el resto lo ha disfrutado en Costa Rica; por tanto, ha obtenido la nacionalidad costarricense: https://revistavirtualquimera.com/2019/08/15/ave-lilith-un-poema-de-marliz-giraldo/

67 Tras información brindada por la misma Tamara Isaac vía telefónica en diciembre de 2020, ella confirmó no ser costarricense (solo vive en el país). Entonces, la antología no solo incluye a costarricenses.

68 Según la página de Poiesis, donde es integrante, su nombre verdadero es Daniel Arias Rojas.

69 Conocido bajo el pseudónimo de Calú.

70 En el artículo: Guzmán, S. E. (2020). Colectiva Jícaras: Diversidad, Refugio y Poesía. Revista Digital Liberoamérica (https://liberoamerica.com/2020/07/04/colectiva-jicaras-diversidad-refugio-y-poesia/) sí aparece el nombre de las ocho integrantes. Además, en ese texto, su autora decide no referirse al marco de tensiones en torno al uso del término “nueva poesía joven costarricense” (párr. 4), donde no hay ninguna jícara, según Guzmán discutió; por tanto, solo se concentra en defender la diversidad de ideas, así como estilos y temáticas de sus autoras e integrantes de la colectiva. No obstante, en caso de requerirse más información sobre esta colectiva, puede leerse: Hexágono Arte y Cultura (21 de julio de 2020). Colectiva Jícaras: Un espacio amable y seguro creado por mujeres poetas. Hexágono. https://hexagonoarteycultura.wordpress.com/2020/07/21/colectiva-jicaras-un-espacio-amable-y-seguro-creado-por-mujeres-poetas/

71 Considérese que en el ensayo: Guzmán, S. E. (2021). Herederas del pensamiento. Estas poetas costarricenses nacidas entre el año 1985 y el año 2000. Temas de nuestra América, 37 (69), pre-print. https://www.revistas.una.ac.cr/index.php/tdna/article/view/15430 se coloca mal el título de la antología y, por otro lado, se omiten nombres de autoras publicadas en la antología de Ramírez (2020).

72 Gracias a información brindada por Valeria Morales Núñez, se dio con toda la información necesaria para este valioso trabajo, el cual reúne dieciocho voces de mujeres. Como dato importante, de todas ellas, en el momento de la publicación en 2020, dos ya no eran jóvenes. El proyecto surgió en 2017 con la idea de que todas fueran publicadas como jóvenes según la Ley de la Persona Joven en Costa Rica (2012) cuando cumplían con el requisito; sin embargo, tras el poco apoyo económico, la labor se atrasó y no fue hasta la actualidad que, tras la colaboración de la Editorial Eva junto con el fuerte y gran trabajo de las compiladoras, se pudo dar a luz. Actualmente, dado el convenio entre las compiladoras y la Editorial Eva, la antología está a la venta. En el siguiente link se puede encontrar más información mediante una entrevista realizada por Erick Núñez Cortés y Mariana Soto, miembros de Revista Paréntesis. https://revistaparentesis.com/2020/11/01/un-proyecto-completamente-gestionado-por-mujeres-entrevista-sobre-la-antologia-desacuerdos/?fbclid=IwAR28qninuLN6bWjUIM21MY8xbiIilyno9GBlrJDm_g-ZbN9Y8hhGkrAzVgU

73 Según la compiladora Valeria Morales Núñez, esos son los nombres artísticos de todas las antologadas; por tanto, no pueden cambiarse, habría que valorar, máxime como mujeres, salvo casos excepcionales, la visibilización del apellido materno, lo cual sea muy probable.

74 Solo se incluyen poemarios. Cabe aclarar esto porque algunos de los autores, entre ellos Silvia Elena Guzmán y Cristopher Montero Corrales, tienen libros de cuentos publicados.

75 Actualmente, es la autora más joven en Costa Rica.

76 Viene desarrollando un camino literario bastante próspero. Destaca, actualmente, como una de las voces más frescas, dialógicas y novedosas. Mezcla diferentes diálogos, intertextos, refresca mitos, viaja por lugares lejanos pero a la vez cercanos al cerrar los ojos; apunta por una poesía muy cosmopolita que remite a la duda, la ausencia, lo escatológico, la búsqueda del ser en sí y en otros seres y el malditismo heredero de Rimbaud. Su producción poética demuestra no solo a un escritor que empieza sus bases con rigor, sino a un minucioso lector que acumula diversidad de voces de otros poetas y culturas que pone en diálogo con la profundidad de su voz propia.

77 Entre los poetas nacidos en los noventa y con obra publicada, dejando de lado los fenómenos comentados de manera metacrítica en este trabajo, María Macaya Martén, Josué Torres Morales, Walter Torres Morales, Byron Ramírez Agüero, Ignacio Aru y Sean Salas son quienes hasta hoy se han tomado más seriamente el oficio de la escritura. Los cuatro, con voces estéticamente diferentes, vienen desarrollando una considerable trayectoria poética en el país, muy al lado de otras voces (existenciales, rebeldes, íntimas y oscuras) donde se destacan Daniel Araya Tortós y Danny Drachen, quienes hasta la fecha tienen un poemario publicado. Cabe decir que se decidió hablar de quienes no poseen obra publicada, aunque hay quienes tienen poemas de interés. Queda esperar qué sucederá con ellos (estas personas) con el paso del tiempo.

78 Cubana nacionalizada costarricense. Actualmente reside en Estados Unidos.

79 De toda la presente lista, es el poeta más destacado en su oficio, premiaciones y repertorio poético publicado. Su trabajo no solo es significativo en el nivel costarricense, sino también latinoamericano.


Recibido: 2 de octubre, 2020

Aceptado: 11 de noviembre, 2020

Doi: 10.15359/ra.1-31.3


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