R E P E R T O R I O


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A M E R I C A N O


Segunda nueva época N.° 33, Enero-Diciembre, 2023

ISSN: 0252-8479 / EISSN: 2215-6143



David Díaz Arias: Chicago Boys del trópico: historia del neoliberalismo en Costa Rica (1965-2000)

Dan Abner Barrera Rivera


David Díaz Arias, costarricense, es doctor en Historia por Indiana University Bloomington (Estados Unidos). Es profesor catedrático y director del Centro de Investigaciones Históricas de América Central
(CIHAC) de la Universidad de Costa Rica.

El libro es un análisis de la historia del pensamiento neoliberal en Costa Rica; el periodo de estudio es a partir de 1965, fecha simbólica y significativa debido a la influencia que tendrán algunos de sus protagonistas, porque en abril de ese año estuvo en Costa Rica Friedrich A. von Hayek, uno de los padres del neoliberalismo, invitado por la Asociación Nacional de Fomento Económico (ANFE) para disertar sobre “Los fundamentos éticos y políticos de la economía”. El autor demuestra los prolegómenos de cómo esta corriente política fue acogida tempranamente en el país: “El neoliberalismo apareció en Costa Rica desde la década de 1940 y tuvo intentos de llegar al poder desde la década de 1960, aunque solo presentó su programa real como opción electoral en 1977-1978” (p. 34). Desde mediados del siglo pasado, hubo economistas, profesionales y empresarios costarricenses, miembros de la ANFE (fundada en 1958) y más tarde de la Academia de Centroamérica (creada en 1969), que trabajaban para llevar a cabo esta propuesta económica desde las políticas del Estado. La investigación de Díaz llega hasta el año 2000, a la mitad del periodo de gobierno (1998-2002) de Miguel Ángel Rodríguez. En abril de ese año, el proyecto conocido como “El combo del ICE” fue sepultado por la movilización social y por la resolución de la Sala Constitucional (Sala IV) sobre la inconstitucionalidad de la aprobación en primer debate del proyecto por vulnerar principios democráticos. El autor señala que, con este hecho, se cierra el primer ciclo neoliberal en Costa Rica.

El libro posee una amplia, variada y meticulosa selección bibliográfica; estudia los hechos y sus protagonistas a partir de las campañas electorales. Entre sus fuentes de información primaria, se encuentran los periódicos La Nación, La República, Semanario Universidad y La Prensa Libre (todos de Costa Rica) que, en esos años, se convirtieron en plataformas de debates sobre el tema y, algunas veces, los dos primeros diarios fueron actores políticos. A lo largo del texto, hay un examen minucioso de editoriales de periódicos, artículos de opinión, pautas (publicidad) televisivas, afiches, volantes, fotos, grafitis, consignas, testimonios, etc. Los capítulos están muy entrelazados y muestran los avances y las pausas de la implementación de las reformas del Estado. En todo ese camino, los actores políticos principales son el Partido Liberación Nacional (PLN), abanderado de la socialdemocracia, y los representantes del socialcristianismo, aglutinados primero en la coalición Unidad y después en el Partido Unidad Social Cristiana (PUSC).

El texto está compuesto por el prólogo, seis capítulos y el epílogo. En el primer capítulo, se analiza la irrupción del neoliberalismo como ideología y proyecto político, económico y social en Costa Rica en las elecciones de 1978. Primero, el autor expone los antecedentes de esta corriente de pensamiento, los cuales los encuentra en 1940, y luego se refiere al agotamiento del proyecto socialdemócrata conducido por el PLN desde 1953 hasta finales de la década del setenta, que es cuando el modelo de Estado desarrollado por el liberacionismo se convierte en blanco de una gran crítica: ser estatista, “monstruo devorador de la cosa pública”, paternalista, despilfarrador, corrupto y burocrático. La campaña electoral fue presentada como una lucha entre dos modelos opuestos sobre el papel del Estado. La candidatura de Carazo fue expuesta como la representación del bien, frente al mal, encarnado en el PLN. Así, el triunfo de Rodrigo Carazo, candidato de la Unidad, sobre Luis Alberto Monge, se interpretó como la posibilidad de la transformación del Estado y el fin de “la noche liberacionista” (la socialdemocracia). Sin embargo, a la administración de Carazo le tocó vivir la mayor crisis económica de Costa Rica del siglo pasado, situación que hizo que el neoliberalismo se desdibujara como una opción de transformación. Sobre lo que significó el gobierno de Carazo, el autor señala: “esa opción apenas se percibió como un enfrentamiento directo con el llamado “continuismo” liberacionista” (p. 34).

Titulado “Neoliberalismo y crisis: la transición económica en Costa Rica (1978-1985)”, el segundo capítulo analiza de qué manera la reforma neoliberal se impuso con el gobierno de Monge, quien había ganado las elecciones con un discurso socialdemócrata y antineoliberal, frente a Rafael Ángel Calderón, representante del socialcristianismo y del neoliberalismo. La campaña había mostrado que existía la posibilidad de dos modelos de Estado: uno ya conocido y el otro aún sin aplicarse. Aunque ganó la propuesta liberacionista, conocida como antineoliberal, fue el gobierno de Monge el que dio por terminado el proyecto político socialdemócrata que representaba el PLN y se adhirió a la reforma neoliberal: aprobó y ejecutó el Programa de Ajuste Económico (PAE) I (1985). Al respecto el autor afirma con acierto que los modelos de concepción del Estado, que se presentaban como opuestos por parte de los dos partidos mayoritarios, terminaron unidos.

En el tercer capítulo, “La consolidación de la reforma neoliberal (1985-1989)”, se estudia el papel que tuvo en la disputa electoral de 1986 el tema de la reforma del Estado. Las dos fuerzas políticas mayoritarias estaban a favor de esa reforma, pero por la coyuntura del conflicto centroamericano, la “disputa” sobre ese tema se opacó; la campaña se concentró en la guerra. Arias se presentó como el representante de la paz frente a Calderón, señalado como un incendiario de los conflictos en la región. El triunfo de Arias lo condujo a realizar su propuesta de paz en Centroamérica, por la que recibió el Premio Nobel en 1987. En un contexto de celebración nacional por esa distinción, y con una oposición tenue de parte de algunos sectores sociales, académicos y profesionales que debatían en el diario La República sobre el PAE II y sus consecuencias, Arias lo envió a la Asamblea Legislativa y fue aprobado después de varios debates. Era la segunda vez que un gobierno socialdemócrata (antes había sido Monge) suscribía una nueva reforma del Estado. Díaz dice: “Arias escondió bien la verdadera dimensión de la reforma estructural de la economía: que partía de imposiciones venidas del FMI y el BM con contenido neoliberal, no socialdemócrata” (p. 111).

En el cuarto capítulo, “El neoliberalismo socialcristiano (1989-1993)”, se pretende estudiar el tema del PAE en la campaña electoral, pero esta se caracterizó por acusaciones entre los candidatos de los dos partidos mayoritarios; las denuncias se relacionaban con que ambos habían recibido dinero del narcotráfico. Las elecciones fueron ganadas por Rafael Ángel Calderón, cuyo programa de gobierno describía con amplitud la reforma estructural del Estado. Desde la presidencia se dirigieron fuertes medidas de ajuste para reducir la inflación (recortes del gasto público, nuevas políticas monetarias, aumento de la tasa de interés del Banco Central, aumento del precio del combustible y las tarifas de los servicios públicos, etc.). Aunado a lo anterior, el gobierno anunció los planes de privatización de empresas estatales y la necesidad de aprobar el PAE III, provocando así una gran protesta social y una amplia crítica en los medios, por parte de ex presidentes, académicos, profesionales y técnicos conocedores del tema quienes demostraban las funestas consecuencias que eso significaba para el país. El autor afirma que estas intervenciones también sirvieron para quitarle el monopolio del conocimiento que sobre el neoliberalismo parecían tener los expertos (economistas y técnicos) del socialcristianismo. El descontento y la presión social condujeron a la renuncia del ministro de hacienda, Thelmo Vargas, que era uno de los mayores promotores de estas reformas y a cualquier precio quería continuar con los ajustes económicos. La vía de aprobación del PAE III entró en pausa. Díaz califica esta situación como “la primera gran derrota política del neoliberalismo costarricense luego de la crisis de 1980-1981” (p. 143).

En el penúltimo capítulo, “El pacto neoliberal (1993-1997)”, se analiza la campaña electoral de 1993-1994. El autor halla que la expresión neoliberalismo es usada para calificar o descalificar al adversario político. Díaz dice que fue una campaña antineoliberal, porque se desarrollaba en un contexto en el que los defensores de esa corriente política habían caído en descrédito. Al igual que en otras justas electorales, los candidatos de los dos partidos mayoritarios optaron por las acusaciones antes que debatir sobre el modelo de Estado que querían. Defender públicamente las propuestas neoliberales era una carga electoral antipopular. Salió elegido José María Figueres, que había hecho una gran campaña antineoliberal contra Miguel Ángel Rodríguez, conocido como el mejor exponente del neoliberalismo en el país. Estas circunstancias hicieron pensar que de una vez el PAE III no sería aprobado, pero sucedió lo contrario. Antes de su primer año de gobierno, Figueres aceptó el PAE III, tal y como lo había propuesto el neoliberal Calderón Fournier, mostrando así una total incoherencia con lo que dijo en campaña y generando un gran descontento social. En esas condiciones adversas, ambos partidos, representados por los hijos de los caudillos costarricenses (Figueres y Calderón) firman el pacto neoliberal (1995) que daría la vía libre para la aprobación de las reformas neoliberales en la Asamblea Legislativa. Para Díaz, este pacto mostró que el PLN no era distinto a su adversario político (PUSC); no existían diferencias en el bipartidismo; esto “sirvió para acuerpar, como evidencia, el argumento de algunos analistas de que existía una clase política dispuesta a sobrevivir contra cualquier marea popular” (p. 189).

El último capítulo se titula “La suma de los inconformes: el primer final de la era neoliberal (1997-2000)”. El autor se enfoca en el papel que jugó el pensamiento neoliberal en la campaña electoral de 1997-1998 y analiza cómo fueron los dos primeros años de gobierno de Rodríguez. En la campaña entre José Miguel Corrales (PLN) y Miguel Ángel Rodríguez (PUSC), tampoco se debatió sobre el modelo de Estado. Aunque Rodríguez rehusó aparecer como un neoliberal radical, fue atacado como tal por Corrales, quien cargaba el peso de ser candidato del PLN, que tenía en la presidencia a Figueres, cuyo gobierno impulsó la aprobación del antipopular PAE III. Las elecciones las ganó Rodríguez por estrecho margen, razón por la que propuso la conformación de una Comisión para la Concertación Nacional. Aunque Rodríguez “ignoraba” oficial o públicamente la reforma del Estado, promovía la venta de sus activos, y lo hacía en un contexto en el que, según las encuestas, el 83% de la población tenía una opinión negativa de los políticos y la apatía era de 34%. Dice el autor que, para ese año, era evidente que ni el PLN ni el PUSC habían consolidado la reforma del Estado; ambos se resumían en lo mismo (el PLUSC). El gobierno de Rodríguez recibió un gran apoyo; primero, de un grupo de neoliberales denominado “Costa Rica primero”, que hizo una gran campaña en los medios a favor de la venta de empresas del Estado, en la que decían que quien apoyaba esa propuesta era “un verdadero defensor de la patria” (p. 202). Otro actor importante fue el periódico La Nación, que exigía que el gobierno tomara medidas de ajuste estructural. En esas condiciones, Rodríguez promovió la “Ley para el Mejoramiento de Servicios Públicos de Electricidad y Telecomunicaciones y de la Participación del Estado”, conocida también como “El combo del ICE”, que ya había sido aprobada en primer debate. El proyecto obtuvo un amplio rechazo de parte de los sindicatos, las universidades, los estudiantes de secundaria, los agricultores, los empleados públicos, entre otros. También hubo oposición en la Asamblea Legislativa por parte del PLN, que pedía se hicieran algunas reformas, y de los tres diputados de izquierda. Pero el mayor rechazo se expresaba en las calles en todo el país. En esas semanas, Costa Rica era un pueblo movilizado: bloqueos, paros, huelgas indefinidas, etc. Ese rechazo condujo a que el gobierno suspendiera el trámite de “El Combo del ICE” y a eso se sumó que la Sala IV lo declarara inconstitucional por vulnerar principios democráticos.

Lo que David Díaz Arias se propuso hacer en su libro fue un “análisis del pensamiento político neoliberal costarricense que, para ello, presta atención a sus raíces, al papel de las campañas electorales en su definición y transformaciones, a los programas de gobierno y a los actores que propusieron y llevaron adelante las reformas neoliberales, así como la reacción combativa (por medios escritos y movilizaciones) de sus opositores” (pp. xxiii-xxiv), y lo logró con creces.

Esta obra debería insertarse en los debates que están latentes, en las universidades públicas y en las organizaciones y movimientos sociales; es un tema actual sobre el que estos sectores suelen hablar o movilizarse, pero es necesario que lo hagan con conocimiento y análisis de su historia, especialmente por parte de las nuevas generaciones. La historia del neoliberalismo es más antigua que algunas universidades, partidos políticos y movimientos sociales; es una tarea estudiarla.

De muchos de los aciertos del libro, menciono cuatro: 1) en Costa Rica, por lo general, se han estudiado las ideas de la izquierda, como si se tratara de fenómenos extraños (¡son atípicas, por eso se estudian!), mientras que las ideas de la derecha, como el neoliberalismo, muchas veces pasan inadvertidas o son normalizadas (nada tienen de perturbadoras); por eso, es un gran aporte mostrar las causas y consecuencias del neoliberalismo en una perspectiva histórica; 2) el texto llena un vacío que existía sobre este tema, porque en Costa Rica se han escrito algunos ensayos sobre el neoliberalismo, desde disciplinas como la sociología o la filosofía, pero el libro de David Díaz es pionero al presentarnos un análisis histórico de esta corriente política de pensamiento en el país; 3) el texto examina y retrata con suficientes pruebas el fracaso de las principales corrientes políticas del país: la socialdemocracia (PLN) y el socialcristianismo (PUSC); en todos estos años de disputas y ejercicio alterno en el poder, estos partidos no lograron gobernar en función del bien común; 4) queda implícito que, por los caminos indicados anteriormente, no será posible aproximarse a la Costa Rica más inclusiva que existió antes de los años setenta del siglo pasado. Se requiere de otras ideas y fuerzas políticas que materialicen esos anhelos.

El texto permite conocer no solo la historia de este pensamiento político en Costa Rica, sino la historia de los actores políticos que la defendían y de los que la adversaban; son actores que han conducido, a veces con mucha prisa y otras con algunas pausas, los destinos del país hasta aquí; pero este libro también es un arma de combate, porque conocer la historia permite posicionarse mejor en el presente; la información contenida en sus páginas enrostra a quienes hoy defienden banderas o ideologías caducas y convoca a la necesidad de organizarse para buscar nuevos caminos y horizontes.


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