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Revista de Teología
Revista de Estudios Sociorreligiosos

Volumen 14, Número 2, 2021
ISSN 2215-227X • EISSN: 2215-2482
Doi: https://doi.org/10.15359/siwo.14-2.3
Recibido: 15/09/2020 • Aprobado: 11/08/2021
URL: https://www.revistas.una.ac.cr/index.php/siwo
Licencia (CC BY-NC 4.0)

EL IMPACTO DEL MODELO NEOLIBERAL EN LAS INSTITUCIONES LATINOAMERICANAS

The Impact of The Neoliberal Model on Latin American Institutions

O Impacto do Modelo Neoliberal nas Instituições Latino-Americanas

Helio Gallardo1

Resumen

La exposición se concentra en explicar la producción del concepto ‘neoliberalismo’, su significación y aplicación política en la fase actual de mundialización y sus alcances básicos para algunas sociedades latinoamericanas en la transición entre los siglos XX y XXI. Realiza, asimismo, una aproximación elemental a su aporte ideológico en la configuración de un sentido común (o sensibilidad/ethos) en una sociedad como la costarricense, cuestión que incide en la posibilidad de estudiar su impacto en instituciones específicas y complejas como son las instituciones de educación superior.

Palabras clave: América Latina, neoliberalismo, universidad pública

Abstract

The exhibit focuses on explaining the production of the concept ‘neoliberalism’, its significance and political application in the current phase of globalization and its basic implications for some Latin American societies in the transition between the 20th and 21st centuries. It also makes an elementary approach to its ideological contribution in the configuration of a common sense (or sensitivity/ethos) in a society like the Costa Rican, a question that affects the possibility of studying its impact on specific and complex institutions such as educational institutions.

Keywords: Latin America, neoliberalism, public university

Resumo

A exposição se concentra em explicar a produção do conceito ‘neoliberalismo’, seu significado e aplicação política na fase atual de mundialização e seus alcances básicos para algumas sociedades latino-americanas na transição entre os séculos XX e XXI. Realiza também uma aproximação elementar a sua contribuição ideológica na configuração de um sentido comum (ou sensibilidade/ethos) em uma sociedade como a costarriquenha, questão que incide na possibilidade de estudar seu impacto em instituições específicas e complexas como são as instituições de educação superior.

Palavras chave: América Latina, neoliberalismo, universidade pública

Polisemia del término neoliberal

Hablar sobre el neoliberalismo en América Latina tiene dificultades porque el término es portador de un considerable ruido ideológico. El pleito compromete incluso a quienes son considerados, con o sin justicia, como clásicamente neoliberales en América Latina. Escribe, por ejemplo, el costarricense Eli Feinzaig en el principal medio escrito de Costa Rica:

Confieso que, a pesar de haber leído hace más de una década el ensayo titulado El mito del neoliberalismo donde Enrique Ghersi explora el origen y uso del término/neoliberal, nunca he sabido a qué se refiere la gente cuando lo usa, ni mucho menos he entendido qué es ser neoliberal. Dudo que quienes lo usan como figura retórica y hombre de paja para descalificar políticamente a los liberales —su uso más común— hayan siquiera leído a Ludwig von Mises, ni mucho menos sepan que, cuando hablaba en la década de los veinte del/neuen Liberalismus (nuevo liberalismo, en su alemán natal), se refería a los socialistas de su época que se hacían pasar por liberales, los predecesores de la socialdemocracia, en contraposición al älteren Liberalismus/(viejo liberalismo) que usaba para referirse a los liberales clásicos.2

La referencia indica que Feinzaig desea ser conocido como “liberal” y no como “neoliberal”. Declara no saber en qué consiste este último. Más adelante veremos que su declarado desconocimiento resulta no factible. Si está vivo y en Costa Rica (que hace parte de América Latina y del mundo) sabe qué quiere decir o designa neoliberalismo entre nosotros. Tanto que el título de su artículo lo denuncia: “La larga noche del neoliberalismo” no habría podido ni siquiera ocurrírsele si no supiera (aunque su conocimiento fuera falso), qué contiene el término (mal o bien empleado). Feinzag quiere ser conocido como “liberal”, pero existen versiones diferentes del original liberalismo (J. Locke, 1632-1704) y todos ellos son insertados bajo el rótulo genérico de ‘neo-liberalismo’. Neoliberal fue considerado y llamado el pensamiento del inglés J. M. Keynes (1883-1946) quien consideraba que la intervención pública directa (a la que podemos llamar o inversión o gasto público o socorro social) podía impedir o atenuar las crisis que resultan del déficit de la demanda agregada (los factores que le interesaban eran la oferta de empleo y la masa salarial). En breve, estimó que el Estado podía/debía intervenir para prevenir o paliar las crisis económicas que se seguían de una oferta y demanda libres en los mercados capitalistas. Como esto no coincidía ni con John Locke (1632-1704) ni con Adam Smith (1723-1790), ambos reconocidos como “liberales”, por consiguiente, a las ideas keynesianas se las llamó ‘neoliberalismo’. La oposición era entre un mercado determinado por la “mano invisible” y eficaz de la libre concurrencia individual a los mercados o de la intervención estatal en estos mercados vía el apoyo a la demanda, ligada con la oferta laboral. Elementos de este keynesianismo ‘neoliberal’ pueden encontrarse en las ideas de Figueres Ferrer y Daniel Oduber (socialdemócratas) tras la Guerra Civil del 48 en Costa Rica. También pudo llamarse “neoliberalismo” a la experiencia social-cristiana que encabezó “el milagro alemán” tras la destrucción feroz que sufrió Alemania en la Segunda Guerra Mundial. Este “milagro” no se siguió de un ‘mercado libre’ sino de un acuerdo político entre los empresarios, el Gobierno/Estado alemán y los trabajadores sindicalizados. Cada sector aportaba lo que estaba en su mano aportar. No lo que otros podrían exigirle que aportara. Los trabajadores, renunciar a los reajustes salariales y huelgas; los empresarios, no invertir especulativamente ni sacar su dinero de Alemania (reinvertirlo en el país), el Gobierno, no generar inflación para obtener réditos electorales e invertir en salud y educación. A la experiencia se le llamó “economía social de mercado” y a ella suele adherirse el expresidente costarricense Miguel Ángel Rodríguez. Algunos sectores califican a Rodríguez de neo-liberal. Es decir, a la derecha de un socialismo democrático (Figueres), un neo-liberalismo que recobraba mucha de su fe en los equilibrios ‘naturales’ del mercado (libre competencia, oferta y demanda) o no los juzgaba incompatibles con su declarada fe religiosa.

Un ejemplo del sentido actual del término se dio, para los latinoamericanos, en la década de los 90 del siglo pasado. Las ONG y otras agencias cuyos programas de apoyo social se desplegaban en los países subdesarrollados se concentraron en Washington (1989) para intercambiar opiniones acerca de cómo extender más eficazmente su trabajo. Pidieron a un profesional escribir un documento (paper) que sirviera como base de la discusión del seminario. Así lo hizo el elegido, el economista inglés John Williamson. Su escrito proponía básicamente lo siguiente:

1.Disciplina en la política fiscal, enfocándose en evitar grandes déficits fiscales en relación con el Producto Interno Bruto; 2. Redirección del gasto público en subsidios («especialmente de subsidios indiscriminados») hacia una mayor inversión en los puntos claves para el desarrollo, servicios favorables para los pobres como la educación primaria, la atención primaria de salud e infraestructura; 3. Reforma tributaria, ampliando la base tributaria y la adopción de tipos impositivos marginales moderados; 4. Tasas de interés que sean determinadas por el mercado y positivas (pero moderadas) en términos reales; 5. Tipos de cambio competitivos; 6. Liberalización del comercio: liberación de las importaciones, con un particular énfasis en la eliminación de las restricciones cuantitativas (licencias, etc.); cualquier protección comercial debería tener aranceles bajos y relativamente uniformes; 7. Liberalización de las barreras a la inversión extranjera directa (IED); 8. Privatización de las empresas estatales; 9. Desregulación: abolición de regulaciones que impidan acceso al mercado o restrinjan la competencia, excepto las que estén justificadas por razones de seguridad, protección del medio ambiente y al consumidor y una supervisión prudencial de entidades financieras; 10. Seguridad jurídica para los derechos de propiedad. 3

Desde luego, en este encuentro de agencias e instituciones no figuraba ningún Gobierno latinoamericano ni tampoco se votaba asunto alguno. Sin embargo, los medios latinoamericanos presentaron el documento de trabajo como un acuerdo de lo que había que hacer para salir del subdesarrollo. Esto era ya enteramente falso. Pero, además, políticos y medios publicitaron un Consenso censurado. De él se eliminaron los puntos 2, 3 y 4. O sea, los que no favorecían directamente al capital y tenían rostro ‘social’. Los recuerdo: 2) Redirección del gasto público en subsidios (…) hacia una mayor inversión en los puntos claves para el desarrollo, servicios favorables para los pobres como la educación primaria, la atención primaria de salud e infraestructura; 3) Reforma tributaria, ampliando la base tributaria y la adopción de tipos impositivos marginales moderados; 4) Tasas de interés que sean determinadas por el mercado y positivas (pero moderadas) en términos reales. Eliminados o desfigurados estos puntos, el Consenso se transformó, aunque por poco tiempo, en el evangelio neoliberal. Se recordará que el Movimiento Libertario, con Otto Guevara a la cabeza, nació en 1994. Y que en este período se permitió en Costa Rica la banca privada. Un hospital privado (CIMA) se fundó en el 2000. Curiosamente, los “hijos de los caudillos” (Calderón, Figueres) tuvieron, en su ejercicio de la presidencia del país, arrestos neoliberales.

Lo anteriormente dibujado, muestra, en forma básica, que uno de los alcances del término ‘neoliberal’ en América Latina designa una política económica y general determinada por una metafísica de los mercados (lo ideal es cero intervención en ellos), reducción del tamaño y funciones del Estado (lo ideal es que se concentre en el cumplimiento de los contratos). Todo lo que se vislumbre, deje ganancias, ha de estar en manos privadas. Los desafíos sociales son asunto de alienígenas (juicio de la esposa del actual presidente de Chile, 2020). Esta gracejada femenina tiene su inspiración en John Locke. Este último, liberal, está en el fundamento de derechos humanos. Pero, al mismo tiempo, que los propone, crea la figura de la no-persona. Quien agrede (de intención o con un acto) la propiedad/riqueza/cuerpo (son una sola cosa), de un individuo deja de ser humano y se transforma en bestia salvaje. Cualquiera puede matarlo (también puede perdonarle momentáneamente la vida y esclavizarlo). Es decir, Locke, paralelamente a los derechos humanos, inventa la figura que colombianos paramilitares llamaron “desechable” (quien debe ser asesinado para que existan el bien, la verdad y la belleza). El “desechable” es una invención de sectores de la ‘derecha’ latinoamericana. Probablemente muchos neoliberales rechazarían (al menos, de forma pública) su imagen-metáfora. No estoy entonces aquí sugiriendo un vínculo inevitable y estrecho entre ‘neoliberalismo latinoamericano’ y “desechable”. Sectores que se reconocen “cristianos” también han celebrado los “triunfos” sobre los desechables.

Realizada una primera aproximación al sentido contemporáneo (y latinoamericano) de ‘neoliberal’ conviene dar una mirada a lo que Eli Feinzaig dice que leyó para entender lo que era un neoliberal, fracasando en su intento. Tomo el texto “El mito del neoliberalismo”, (autoría de Enrique Ghersi) de una publicación en Internet4. El Instituto Cato, con sede en Washington, se autodefine como un laboratorio de ideas respecto a las políticas públicas que estimulan los principios de libertad individual, mercados libres, gobierno (Estado) limitado y paz. Acepta que se le reconozca como doctrinalmente (o ideológicamente) libertario o pro laissez faire (liberal). El Instituto Cato es quizás la referencia institucional más apreciada por la que los latinoamericanos le han llamado neoliberalismo. Enrique Ghersi es de nacionalidad peruana y coautor de “El otro sendero”, libro, normalmente atribuido, a un solo autor: Hernando de Soto (en realidad son tres coautores: de Soto, Ghersi y Mario Ghibellini).

El mito del neoliberalismo de Enrique Ghersi

Por hacer una referencia que aproxime a Ghersi al lector costarricense, él fue amigo cercano de Cecilia Valverde, activa militante de ANFE y, en vida, columnista permanente del periódico La Nación S. A. A Cecilia Valverde se la elogió así, tras su muerte:

Desde su columna doña Cecilia fue muy crítica del modelo intervencionista de los sesentas y setentas. Sobre todo, se opuso fervientemente a las prohibiciones que imponía el Estado a los individuos, coartando sus libertades, esclavizándolos. Algunas veces a favor de monopolios estatales y otras veces a favor de grupos de interés. 5 (el texto es del actual columnista del periódico, Luis Mesalles)

La Asociación Nacional de Fomento Económico (ANFE) se dedica a la promoción de las ideas liberales que recorren todos los liberalismos (libertad individual, apertura económica, responsabilidad fiscal). La sociedad es miembro de la Fundación Internacional para la Libertad, presidida por el peruano Mario Vargas Llosa. Ghersi es también peruano.

Resulta difícil de creer que Feinzaig, el articulista mencionado al inicio de este artículo, escriba que “Confieso que, a pesar de haber leído hace más de una década el ensayo titulado El mito del neoliberalismo donde Enrique Ghersi explora el origen y uso del término /neoliberal, nunca he sabido a qué se refiere la gente cuando lo usa, ni mucho menos he entendido qué es ser neoliberal”. El texto de Ghersi es una conferencia llana para personas adultas adscritas a un neoliberalismo y que busca colaborar/robustecer su identidad política enfrentada a sus opositores o enemigos. La disertación o ponencia se pronunció en una Conferencia Regional de la Mont Pelerin Society realizada entre el 18 y el 21 de septiembre del año 2003 en Chattanooga, Tennessee, Estados Unidos. En términos básicos la Sociedad Mont Pelerin es descrita como una organización internacional neoliberal constituida por economistas, filósofos, historiadores, intelectuales y líderes empresariales. Ellos desean interpretar los términos de los principios fundamentales de la sociedad económica moderna tal como los razonaron economistas, politólogos y filósofos occidentales clásicos. Los fundadores de esta sociedad fueron personalidades prestigiosas como Friedrich Hayek, Frank Knight, Karl Popper, Ludwig von Mises, George Stigler y Milton Friedman. La Mont Pelerin respalda y patrocina las libertades personales, las políticas económicas de libre mercado y los valores políticos de una sociedad abierta. Además, busca descubrir formas en que la libre empresa puede reemplazar muchas funciones que actualmente brindan las entidades gubernamentales. Como dato curioso ha de señalarse que el concepto de ‘sociedad abierta’ no posee estrictamente ‘enemigos’ sino solo ‘opositores’. Si tuviese enemigos, a los que debería destruir, no sería ‘abierta’. El punto destaca la inconsistencia del título de un libro prestigioso: La sociedad abierta y sus enemigos (Karl Popper, Londres, Reino Unido, 1945). A los opositores se les ha de convencer racionalmente, de modo que reconozcan sus errores y acepten políticas racionales. Visto así, un neoliberal actual dogmático (y que además no estudia) constituiría una contradicción en los términos. Por desgracia este rasgo básico del neoliberalismo conceptual, el estudio y el debate ilustrado, no es lo que distingue al ‘neoliberalismo latinoamericano’. Nos ocuparemos más adelante de esto.

El texto de Ghersi es ameno y sencillo. Orgánicamente se mueve con dos puntos clave: el neoliberalismo actual se seguiría de las transformaciones que debió generar en el discurso racional (científico) de las sociedades contemporáneas la teoría del valor subjetiva (Escuela Austríaca de Economía, siglos XIX y XX). De acuerdo con esta teoría el valor de un bien no se determina por la cosa (por la que se pagará) ni por la cantidad de trabajo (abstracto y concreto) que contenga, sino por la importancia (estimación, importancia, valoración) que un individuo le da desde sus objetivos y deseos. Esta estimación puede estar ligada primariamente a necesidades básicas, pero al considerarse satisfechas estas, puede extenderse a otros consumos. Toda libre decisión/elección económica supone una aceptación y un rechazo: lo que se recibe tiene para el actor económico más valor que aquello a lo que se renuncia. Como cumplir satisfacciones determinadas tiene un límite, las cosas tienen una utilidad marginal (límite en el cual ya no son deseadas). Los mercados libres (donde todos pueden comprar lo que desean) se transforman en los núcleos de sentido duro de una sociedad humana-libre. El antiguo liberalismo descansaba en una concepción del valor-trabajo. El nuevo (es decir el neoliberalismo) debe afirmarse en la teoría del valor subjetiva. Solo ella puede asentar el imaginario de un progreso infinito que no descansa en las cosas sino en la apreciación que las personas tienen de ellas.

El segundo aspecto clave del texto de Ghersi es que el neoliberalismo no ha logrado convertir la apreciación del valor subjetivo en sentido común político-cultural. Esto ha permitido que opositores y enemigos lo satanicen o ridiculicen. Este neoliberalismo encuentra desahuciadores, aunque de distinto tipo, tanto entre los conservadores como entre los revolucionarios (comunistas). Ambos bandos se mueven todavía en el imaginario del valor-trabajo. Y como las gentes se experimentan, principalmente, aún, desde un imaginario político gestado a partir del valor-trabajo, los neoliberales quedan atrapados en minorías que tienen la razón pero no consiguen el respaldo colectivo que les permitiría ponerse a la cabeza de la conducción social planetaria. Se trata, en principio, de problemas de comunicación política y de liderazgo.

Ghersi ha planteado, desde casi el inicio, el sentido que le lleva a titular su ponencia como “El mito del neoliberalismo”. Explica:

El término “neoliberalismo” es confuso y de origen reciente. Prácticamente desconocido en Estados Unidos, tiene alguna utilización en Europa, especialmente en los países del Este. Está ampliamente difundido en América Latina, África y Asia. Sin embargo, esta difusión tiene poco que ver con su origen histórico. Forma parte del debate público que se produce en tales regiones, en el que la retórica -que es una ciencia autónoma- tiene un rol protagónico para darle o quitarle el sentido a las palabras. //Ahí donde tiene difusión el “neoliberalismo” es utilizado para asimilarlo con el liberalismo, a veces despectivamente, a veces con cierta pretensión científica, políticas, ideas o gobiernos que, en realidad, no tienen nada que ver con él. Esta práctica ha llevado a muchos a considerar que se encontraban frente a un mito contemporáneo: el “neoliberalismo” sólo existía en la imaginación de quienes usaban el término. //Este rechazo se ve incrementado además porque actualmente resulta muy difícil encontrar un liberal que se reclame a sí mismo como perteneciente a aquella subespecie, calificándose como “neoliberal”. Por el contrario, quienes lo usan son generalmente sus detractores.6 (itálicas no están en el original)

A la organización básica de su exposición, Ghersi añade una referencia o detalle específico. No se trata de algo secundario, sino de un esfuerzo de comprensión analítica, en relación con cómo el término ‘neoliberal’ ha venido a significar lo que de ninguna manera es:

Muchas veces los liberales (neoliberales) han despreciado los debates terminológicos para atenerse prioritariamente a los hechos. Esta actitud ciertamente les ha permitido contribuciones notables al desarrollo de la ciencia económica, pero también los ha hecho víctimas de numerosas estratagemas. // Hayek advirtió, por ello, contra la perversión del lenguaje y denunció la existencia de lo que él llamaba palabras-comadreja. Inspirado en un viejo mito nórdico que le atribuye a la comadreja la capacidad de succionar el contenido de un huevo sin quebrar su cáscara, Hayek sostuvo que existían palabras capaces de succionar a otras por completo su significado.// Él denunció entre otras a la palabra social. Así explicó que esta palabra agregada a otra la convertía en su contrario. Por ejemplo, la justicia social no es justicia; la democracia social, no es democracia; el constitucionalismo social, no es constitucionalismo; el estado social de derecho, no es estado de derecho, etc. En el Perú se llegó, por ejemplo, en tiempos del general Velasco Alvarado, a plantear una singular innovación en las ciencias jurídicas mediante la creación de la así llamada propiedad social, que -por supuesto- no era propiedad alguna. //Mutatis Mutandi (s), el “neoliberalismo” parece pertenecer a ese género de las palabras-comadreja. Sólo que en una función diferente. Mientras que la palabra social le da sentido contrario a la que se le agrega, la palabra “neoliberal” identifica con esta doctrina a quienes no pertenecen a ella. Una invierte los sentidos, la otra asimila a los distintos. 7

De esta manera ‘neoliberalismo’, utilizado por sus adversarios o críticos, quiere decir en realidad, para el calificado de ‘neoliberal’, liberalismo efectivo, real, el que se puede y debe tener/alcanzar y que beneficia a todos. Se entiende ahora de mejor manera por qué es que Feinzaig declara no saber en qué consiste ser ‘neoliberal’. No desea aceptar una derrota retórica. ‘Neoliberal’ es como lo ven otros (enemigos). ‘Él se ve llanamente ‘liberal’. Sin embargo, no explicó con claridad la razón de su posición. Para él, “neoliberal” es una palabra comadreja que designa a los efectivos (o verdaderos) ‘liberales’ de hoy.

Ghersi, en cambio, abordó este asunto desde un inicio. Por ejemplo, desautorizó el título de su ponencia o conferencia (seguramente instalado por quienes le invitaron): “El mito del neoliberalismo” dice que, en efecto, la actual designación ‘neoliberal’ proviene de los opositores de los liberales efectivos (reales) en esta época. Así, ni la sociedad Mont Pelerin ni la ponencia de Ghersi mencionan a Adam Smith como uno de sus antecedentes históricos. El Instituto Cato recuerda a Smith desde dos de sus frases que pertenecen a obras notoriamente diferenciadas: “No es por la benevolencia del carnicero, del cervecero y del panadero que podemos contar con nuestra cena, sino por su propio interés” (La Riqueza de las Naciones, 1776) y “Por más egoísta que quiera suponerse al hombre, evidentemente hay algunos elementos en su naturaleza que lo hacen interesarse en la suerte de otros de tal modo, que la felicidad de éstos le es necesaria, aunque de ello nada obtenga, a no ser el placer de presenciarla” (Teoría de los sentimientos morales, 1759, itálicas no están en el original). El nombre del Instituto Cato recuerda al romano Marco Porcio Catón El Viejo (234 a.C. - 149 a.C., conocido por su patriotismo e incorruptibilidad).

La propuesta de Ghersi y la ambigüedad o sequedad de Feinzaig nos obligan a bosquejar, al menos, las razones por las que el ‘neoliberalismo’ actual, como término y como concepto, tiene una reputación negativa para muchos latinoamericanos.

El neoliberalismo para los latinoamericanos

Por supuesto no se pretende, en este apartado, un despliegue histórico-ideológico (y social) del contenido del título. Se harán tres referencias. Comenzamos con una muy conocida. La primera experiencia de gobierno en el planeta desde una perspectiva considerada ‘neoliberal’ fue la dictadura empresarial-militar chilena (1973-1990). Esta dictadura se abrió con un golpe de Estado que derrocó a un gobierno constitucional y abrió de inmediato un régimen que se caracterizó por la utilización sistemática del terror de Estado como mecanismo permanente de control político y por un régimen económico determinado, unilateralmente, por los intereses empresariales. No interesaban para nada la libertad, salud y educación de los ciudadanos no empresarios (capas medias y sectores populares) y el mercado resolvía el carácter de la existencia de los dos grandes sectores en que se dividió a la sociedad chilena: los sectores amenazados por la precariedad ¡cuidado con protestar!, ¡es terrorismo, es comunismo!, y los sectores amenazados por la provisoriedad, determinada por su inserción en un mercado mundial que, obviamente no respondía sino a sectores empresariales chilenos muy limitados. La denominación “neoliberal” se le otorgó a esta experiencia chilena porque el equipo económico de la dictadura empresarial-militar estuvo dominado por los conocidos como “Chicago Boys”. Eran economistas que se habían formado en el Departamento de Economía de la Universidad de Chicago (EUA), en el que dominaban entonces las ideas y personalidad de Milton Friedman (1912-2006) y Arnold Harberger (n. 1924). La influencia de estas personalidades y sus ideas, traspasadas a la realidad social y cultural de Chile (y después, a otros países latinoamericanos) llevó a una economía ‘neoliberal de mercado’ sobredeterminada por los intereses empresariales, el terror militar y el apoyo de los medios de comunicación, régimen que, en el corto y mediano plazo se instaló, con sus peculiaridades locales, en países como Argentina y Uruguay. El primer régimen dictatorial de Seguridad Nacional latinoamericano fue el brasileño (1964), pero la experiencia chilena fue la primera en el mundo calificada como neoliberal. La administración Thatcher (Reino Unido, 1979-1990) fue la segunda. Privatizó empresas estatales y también la educación y los medios de ayuda social. Desregularizó el sector financiero, flexibilizó el mercado laboral y, sobre todo, aplastó a los sindicatos. Se opuso, asimismo, a la formación de la Unión Europea y acentuó el alineamiento de su país con la política exterior de EUA que la ayudó en su Guerra de las Malvinas (1982, contra Argentina) en la que, además, contó con el apoyo de Chile.

El golpe de Estado contra Chile tuvo como actores directos a sus militares y empresarios (también cooperaron empresarios de otros lugares de América Latina). La activación del golpe contó con la participación directa del gobierno de EUA (Nixon-Kissinger). Kissinger (n. 1923) además, ideó y supervisó un Plan Cóndor (inserto en el marco de la Guerra Fría) de cuya ejecución se encargaron las cúpulas de los regímenes dictatoriales del Cono Sur -Chile, Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay, Bolivia y esporádicamente, Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela, y sus servicios secretos. La Operación Cóndor (es su otro nombre) implicó, oficial y directamente, el seguimiento, vigilancia, detención, interrogatorios con tortura, traslados entre países, violación y desaparición o asesinato de personas valoradas por militares y policía secreta como “subversivas”. El Plan Cóndor se conformó como una organización clandestina internacional para la estrategia del terror de Estado que instrumentó el asesinato y desaparición de decenas de miles de opositores a las dictaduras de Seguridad Nacional. La desaparición afectó a personas que militaban en la izquierda política, el peronismo, el sindicalismo, agrupaciones estudiantiles, docencia e investigación universitaria, periodismo, artistas, intelectuales y activistas de la Teología latinoamericana de la Liberación y de las Comunidades Eclesiales de Base, y los movimientos de derechos humanos. Unos llamados ‘Archivos del Terror’, descubiertos en Paraguay en 1992, dan la cifra de 50 000 personas asesinadas, 30 000 desaparecidas y 400 000 encarceladas.

El neoliberalismo latinoamericano, además de los regímenes de Seguridad Nacional (el enemigo es interno, el pueblo), entregó, asimismo, eventos pintorescos que, si no fuera por las tragedias, resultarían cómicos. El autor que encabeza el libro El Otro Sendero, Hernando de Soto, peruano, promovió dos ideas que le dieron prestigio planetario. La primera es que los trabajadores informales, serían los empresarios que, por desempeñarse fuera del Estado y muchas veces contra él, sacarían del subdesarrollo a las naciones latinoamericanas. La segunda es todavía más espectacular. Se percató de Soto que los latinoamericanos pobres y miserables no inscribían o registraban las miserables propiedades en las que malmueren. Inició campañas entonces, campañas para que las inscribieran de modo que sirvieran de garantía para contratar créditos financieros. El Otro Sendero apareció en la segunda parte de la década de los ochenta del siglo pasado. Cuarenta años después los informales limeños (o sus hijas/hijos o nietas/nietos) y de otras ciudades peruanas siguen siendo informales y el crecimiento/desarrollo no se acerca por Perú. En cuanto a la inscripción de propiedades miserables para optar por créditos (que obviamente no podrían pagar) sin duda hubiesen permitido a otros la realización de algunos buenos negocios con las propiedades rematadas, pero no habrían sacado de la miseria a los miserables. La razón es sencilla y dramática: a un miserable en América la sociedad le ha dado dos caracteres básicos que lo arruinan (esto sin contar su catolicismo milagrero): su educación formal, si la tiene, no lo torna competitivo y la miseria heredada que sostiene su día a día abruma sus horizontes (lo tornan cortoplacista). El ethos de los pobres extremos y miserables se nutre de precariedad. No saben si llegarán a la noche vivos y tampoco saben a qué edad se prostituirán sus hijas e hijos menores. Estos rasgos dinamizan su existencia, la acortan, la tornan vana. Por supuesto, pueden darse excepciones. Pero el sistema social puede con la mayoría de ellos. Su lugar de nacimiento los mata desde el primer momento de su existencia. Sociedades de status, les llaman. En ellas, el que nace para maceta del corredor no pasa. Y si pretende pasar, todos los poderes sociales se concentran para destrozar a garrotazos al insolente, descarado, bribón, agrandado, hijo de p.

Como se advierte, su historia reciente les dice a los latinoamericanos que un régimen al que quienes entienden, los doctos, califiquen de ‘neoliberal’ va ser otra tanda de golpes sobre sus lomos. Los golpean el culto mariano, los policías, los ejércitos, el poder judicial ni se hable, los medios… Si se pudiera uno tornar invisible para todos. Pero no se puede.

Un último dato. El Otro Sendero se llama así porque en Perú existió una movilización político-militar, de inspiración popular, a la que los periodistas llamaron Sendero Luminoso. El nombre surgió porque en su primer Congreso el grupo instaló en las afueras del lugar donde se reunían un lienzo en el que se leía “Por el sendero luminoso de José Carlos Mariátegui”. El “sendero luminoso” era el proceso revolucionario. Mariátegui (1894-1930), es considerado el principal pensador marxista latinoamericano. Los periodistas, siempre escasos de papel, tiempo y entendimiento cuando se trata de sectores populares, bautizaron al movimiento y agrupación como Sendero Luminoso. El ‘otro sendero’ era, según sus autores, el trazado por los ‘empresarios’ informales y los humildes, inscribiendo e hipotecando sus haberes (después de legalizarlos), para inevitablemente perderlos en beneficio de otros naturalmente más afortunados. Estos son ciertos rostros del llamado “neoliberalismo” entre los latinoamericanos.

2019-2020 Una réplica reciente al neoliberalismo en América Latina

Excurso significativo - ÚNANSE AL BAILE DE LOS QUE SOBRAN

El coro-lema que entonó la multitud, según la prensa más de un millón de gentes, contra el statu quo chileno (inaugurado en 1973 con un golpe empresarial-militar que se dio a la tarea de refundar el país” mediante el primer gobierno neoliberal del mundo, versión latinoamericana, es decir, centrado en la práctica del terror de Estado), fue tomado de la canción “Únanse al baile de los que sobran” (su autor es Jorge Humberto González Ríos, y el principal grupo que lo interpreta es Los Prisioneros) que contiene un chilenismo curioso: “Únanse al baile de los que sobran. Nadie nos va a echar de más. Nadie nos quiso ayudar de verdad”. El “… nos va echar de más” hace referencia a ‘somos tan insignificantes para el sistema socio-político-cultural, empezando por el Estado y pasando por iglesias, sistema educativo, salud y empleo’ que quienes se han apoderado de todo ni siquiera advertirán que estamos bailando’ y a que, esta primera forma coreográfica de manifestación social multitudinaria dirá que comenzamos a organizarnos. Es una forma angustiada y urgida de gritar “El pueblo unido jamás será vencido”, pregón hermoso pero falso. El pueblo (o sea la variopinta multitud ciudadana y social) puede ser aplastado y masificado mediante el terror de Estado, desagregado mediante iglesias falsamente cristianas, enredado por sus confusiones internas y el mito democrático (cada ciudadano un voto y el electo es legítimo) y su derrota brutal puede sostenerse casi medio siglo, como en el caso chileno. Esto, sin causar escándalo alguno. La prensa hegemónica ha mostrado durante este medio siglo a Chile como la economía más “exitosa” de América Latina y como ejemplo a seguir. En varios espacios de Santiago hoy se dirá: ¡Y qué reclaman estos pelados insolentes! El presidente Piñera, en un primer instante de urgida sinceridad, le gritó a su General de turno: “¡Estamos en guerra contra un enemigo poderoso, implacable, que no respeta a nadie ni nada, que está dispuesto a usar la violencia y la delincuencia sin ningún límite!”. El hombre instaba al retorno del terror de Estado. Horas después reculó. Ahora habla de realizar cambios en el sistema, que privilegia a unos pocos y golpea día a día a las mayorías, negándoles incluso las esperanzas. La esposa de Piñera, una anciana “pituca” (estereotipada por el exceso de alturas falsas), para el habla chilena, Cecilia Morel, la sacó del estadio: “Estamos absolutamente sobrepasados, es como una invasión extranjera, alienígena (…) vamos a tener que disminuir nuestros privilegios y compartir con los demás”. Tomo su declaración de BBC News Mundo, no de redes. Puede escucharse grotesca, pero dice lo que siente. Aquellos a quienes el sector de opulentos, al que pertenece Pituca, les priva de todo son “alienígenas”, extranjeros, que ofenden a quienes nacen con privilegios porque ganaron su guerra. La señora, por supuesto, no dispara ni suspiros. Tampoco cuenta torturados ni asesinados ni pauperizados. Esa realidad pertenece a los “rotos”. Los que “sobran”, del cantito.

Bueno, el levantamiento sociopolítico de los chilenos “sobrantes” inquietó a uno de los columnistas permanentes de La Nación S. A., Luis Mesalles que, en este rubro, solo es superado en ‘peoredad’ por Jaime Daremblum. Mesalles abre así su escrito: “A pesar de ser el país económicamente más próspero de Latinoamérica, Chile experimenta una crisis política y social de grandes magnitudes. Según algunos analistas el descontento ciudadano se debe a la desigual repartición de los beneficios de la prosperidad” (LN, 02/11/2019). El analista está a la derecha de la Pituca Morel. Y además bizquea. ¿Desde cuándo un país económicamente “próspero” no contiene la posibilidad de crisis sociales, políticas y humanas de grandes magnitudes? El PIB de un país puede elevarse con constancia desde la base de una economía con enclaves transnacionales financieramente asociados con pequeños grupos internos y que, fuera de este circuito, paga salarios miserables y, desde aquí, siempre fuera del circuito regio, no financia educación pública de calidad ni brinda salud a la población que no puede pagarla al contado y, además, estafa las jubilaciones de la población empobrecida/anciana. Esto por hacer algunas referencias. Por supuesto, mucha ciudadanía sufre (y esto solo les importa a ellos) y una minoría ríe. No solo feliz sino complacida por el dolor ajeno. Es la situación chilena que vivió una dictadura feroz de casi dos décadas para crear el “modelito”. Tras la ferocidad armada comenzó a elegir gobernantes “pitucos” y gratos para quienes tramitan ingresos millonarios mientras otros carecen incluso de sopa y gorra. El sistema resulta ‘natural’ y ‘legítimo’ y, por supuesto, sostenible, si se tiene un ejército (con ingresos privilegiados asegurados, por supuesto) y curas. Para Mesalles, la explosión social determinada por la exclusión brutal es opinión de “ciertos analistas”. Ahora se entiende por qué guillotinaron a María Antonieta. Tuvo como consejeros a ancestros de Mesalles.

El columnista de La Nación S. A. se inquieta porque lo que ‘parece ocurrir en Chile’ podría repetirse en Costa Rica. Esta última economía ha visto crecer su coeficiente Gini y está entre las peores en la distribución de la riqueza que produce en América Latina. Le parece oportuno a Mesalles, por ello, seguir la opinión de dos economistas de la OCDE que recomendaron aumentar los salarios de los trabajadores menos calificados del sector privado y mejorar su cumplimiento y castigar las remuneraciones de los trabajadores del sector público. También estimaron conveniente optimizar el vínculo entre educación y mercado laboral. Finaliza Mesalles diciendo: “Si no queremos que nos suceda lo de Chile, vale la pena prestar atención a estas recomendaciones”. No dice si para seguirlas o para condenarlas. Porque describe lo que se hizo en Chile. Pero allá existe un ejército que aseguró la ganancia/felicidad de los poderosos y la ruina/abandono de los empobrecidos. Al menos hasta octubre/noviembre/marzo de estos años 2019-2020.

El modelo neoliberal en América Latina

Deseamos haber dejado claro que no resulta sencillo hablar de un modelo neoliberal en América Latina. Esto porque aquellos que son señalados por el dedo (y los hechos) reclaman no saber de qué se les habla, que el Estado en el que habitan sigue siendo patrimonial y clientelar (y gastón, por encima de sus posibilidades, porque eso asegura votos numerosos en los días en que se juega a ‘la democracia’) y que ellos se experimentan liberales a secas y que el término/concepto ‘neoliberal’ es un invento de odiosos enemigos. Ahora, ‘liberal’ a secas en América Latina, la experiencia histórica lo muestra, tampoco resulta inmediatamente un elogio. Los liberales latinoamericanos constituyen un sector de los tradicionales plutócratas oligárquicos y neoligárquicos. Se trata de derecha política. Enfrentan (incluso literalmente a muerte) a los más tradicionales conservadores que, además de opulentos poderosos, suelen manifestarse fervorosamente católicos (esto ha ido cambiando a medida que el catolicismo pierde adherentes: una media de poco menos del 30 % en los últimos años). Conservadores y liberales latinoamericanos tienden a coincidir en que el imperialismo es un invento comunista, que el subdesarrollo proviene de patologías mentales (“está en la cabeza” de las gentes; es cosa de sacudirla de buena o mala gana y desaparece). Los liberales pueden atraer, sin hacer grandes esfuerzos, a sectores medios de la población, principalmente profesionales, que creen en la estabilidad social (no ven o no desean ver la explosividad de la miseria/pobreza extremas) y, así, los ‘nuevos’ liberales, en plazos relativamente breves, han podido instalarse en puestos de influencia y dirección políticas. No han requerido hacer un gran esfuerzo porque la población latinoamericana mayoritaria, desde casi siempre, ha estado a la espera de que algo o mucho cambie. Quienes han sufrido siempre y mucho, ven en el cambio (prometido o real) siempre la posibilidad/esperanza de mejorar su suerte. Este rasgo potenció los populismos clásicos (peronismo, getulismo, cardenismo y otros). Y hoy favorece, ha favorecido, los neoliberalismos, cualesquiera cosas haya significado. Un poco la idea es: si algo cambia, no puede ser para peor. Y si lo es, salta la constatación inmediata: Vivimos en un valle de lágrimas. Y si lo peor (tortura, por ejemplo) afecta a otros: ‘algo habrán hecho’. Entre nosotros el derrotado, basureado, maltratado e incluso asesinado siempre resulta ‘culpable’. Es el ethos del subcontinente. Por fijar una ironía: es la cruz que debemos cargar. En este sentido, nuestros neoliberalismos no nos espantan. Si es del caso: hacen parte de la cruz que debemos cargar. Para reintroducir a la comprensión de esta cruz, cuando la administran neoliberales, haré un último esfuerzo por señalar lo que ellos experimentan, piensan, dicen. Referiré un autor insospechable Friedrich Hayek (1899-1992), quien tempranamente escribió un catecismo básico de su pensamiento (Camino de servidumbre, 1944) y lo hizo de una manera especial, pintoresca e ilustrativa. Encabezó cada capítulo con un epígrafe. Si se lee y discute todos estos epígrafes se tiene un mural del pensamiento que se considera neoliberal, si es que Hayeck lo es. Hayeck, ya anciano, se declaró gran admirador de la experiencia chilena conducida por el General Pinochet. Uno de los pilares que sostiene el pensamiento de Hayeck es su temor al ‘comunismo’ determinado por la Revolución Rusa (1917-1922). Por supuesto, no reproduciré aquí todos los epígrafes. Seleccionaré cinco para que nadie se engañe.

Capítulo I: El camino abandonado

Un programa cuya tesis fundamental no estriba en que el sistema de la libre empresa, orientada hacia el beneficio, haya fracasado en esta generación, sino en que no ha sido todavía intentado.// F. D. Roosevelt.

A la mitad del siglo XX (1944) todavía no se tiene claro en qué consiste el capitalismo. Lo dice el capitán (Roosevelt) del más poderoso capitalismo/imperialismo del planeta que disputó con Alemania (y en menor medida con Japón) la conducción del mundo (2ª Guerra Mundial, 1939-45). Roosevelt y Hayeck coinciden en que a esa fecha todavía no se ha asumido el ‘verdadero’ capitalismo. Por ello, se trata no del camino abandonado sino de uno que no se ha recorrido nunca y en el cual se ha de empezar a caminar. Si consideramos algunos de los desafíos mundiales actuales (hacia los cuales no existe voluntad política de respuesta): daño del hábitat, migraciones no deseadas, ha sido una gran fortuna que el capitalismo aún no se haya iniciado.

Capítulo II: La gran utopía

Lo que ha hecho siempre del Estado un infierno sobre la tierra es precisamente que el hombre ha intentado hacer de él su paraíso.// F. Hölderlin.

El Estado no anuncia el Cielo. Más bien es su negación. La libre concurrencia en el mercado, eso anuncia el Cielo. Menos Estado, más Mercado: Libertad del Individuo. Hölderlin (1770-1843) fue un poeta alemán, cercano a los filósofos Hegel y Schelling.

Capítulo V: Planificación y democracia

El gobernante que intentase dirigir a los particulares en cuanto a la forma de emplear sus capitales, no sólo echaría sobre sí el cuidado más innecesario, sino que se arrogaría una autoridad que no fuera prudente confiar ni siquiera a Consejo o Senado alguno; autoridad que en ningún lugar sería tan peligrosa como en las manos de un hombre con la locura y presunción bastantes para imaginarse capaz de ejercerla.//Adam Smith.

Socialismo y planificación provienen de mentalidades o espíritus arrogantes//desquiciados. Racionalmente solo el mercado produce, en un mismo movimiento, riqueza y racionalidad.

Capítulo VII: Control económico y totalitarismo

El control de la producción de riqueza es el control de la vida humana misma. // Hilaire Belloc.

La planificación socialista pervierte la existencia humana y lesiona incluso la posibilidad del ser humano mismo (Humanidad). H. Belloc (1870-1953) fue un escritor católico cuyo pensamiento económico provenía de la institucionalidad católica del momento. Aceptar controles sobre la producción condena al alma al infierno.

Capítulo VIII: ¿Quién, a quién?

La más sublime oportunidad que alguna vez tuvo el mundo se malogró porque la pasión por la igualdad hizo vana la esperanza de libertad.// Lord Acton.

Los seres humanos no son ‘naturalmente’ iguales. Cada quien es cada quien. El igualitarismo político y jurídico anula la libertad de los individuos. Cada quien ha de ser libre para resolver qué hace con su existencia. En eso consiste la libertad. Lord Acton (1834-1902) fue un político inglés de quien suele citarse una frase: “El poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente”. Si así fuera, hay que temerles a los papas católicos. Sosteniendo su poder está Dios. Luego, sobre la tierra concentran el máximo poder delegado. El del Espíritu Santo. Pero no hay que temer. Cuando Acton habla de ‘poder’ se está refiriendo, cuando Lord Acton habla de poder, se refiere a algún tipo de bien que puede conducir a la corrupción. Nadie cita otra de sus frases: “El dinero es poder”. Añadimos, cuanto más se lo posee, más posibilidades de corrupción. La gula y la avaricia, por ejemplo. O el endiosamiento. Pero este flanco de Acton no lo cita nadie.

Significación práctica del neoliberalismo en las sociedades latinoamericanas y sus Universidades Públicas

Realizado el breve camino anterior acerca de las valoraciones de un clásico autor neoliberal conviene enfrentar el final de este escrito. La petición para escribirlo decía: “(discutir)… el impacto del modelo neoliberal sobre la educación, sobre las ciencias sociales y las humanidades en las Universidades públicas” (paréntesis no está en el original). Se trata de un tema u objeto que exige investigación de campo. La investigación de campo (aunque sea preliminar) es costosa en recursos y tiempo y exige equipos de trabajo (multidisciplinarios) difíciles de conseguir para alguien que se instala en el ámbito de la filosofía. Me limitaré, por ello, a examinar partes del discurso de un universitario que ha tenido la oportunidad de contar con los recursos para realizar este tipo de investigación de campo. Se trata del Dr. Carlos Alberto Torres y de su informe “Después de la tormenta neoliberal: la política educativa entre la crítica y la utopía8. Torres es Profesor de Ciencias Sociales y Educación Comparada en la Universidad de California, Los Ángeles (UCLA). Dirige allí también su Instituto Paulo Freire.

Criterio de ingreso básico

Presento, ante todo, un criterio básico para hablar sobre prácticas educativas y sus instituciones. Su idea dice: la sociedad educa, la familia educa, el barrio educa, la escuela-liceo-universidad educan. El mundo humano educa. El proceso educativo es permanente y está en todo sitio social. “Educa” implica básicamente aprendizajes. De esta manera, la sociedad educa y deseduca, la familia educa y deseduca, etc. Todo aprendizaje implica desaprender.

En la síntesis que antecede a su informe, Carlos Alberto Torres indica:

Este artículo, que tiene como marco referencial la extensión de oportunidades educativas a niños, a jóvenes e incluso a adultos de todos los sectores sociales en América Latina, que marcó el siglo XX, muestra cómo el ideario de la Ilustración benefició la ampliación de los servicios educativos en preescolar, primaria, secundaria y universidad, generando una expansión educativa de envergadura. Unidad en la diversidad de experiencias educativas en la región puede ser la divisa de esta conversación sobre grandezas y miserias en la educación latinoamericana en el siglo pasado.9

Un giro como “…la extensión de oportunidades educativas a niños, a jóvenes e incluso a adultos de todos los sectores sociales en América Latina que marcó el siglo XX” muestra que su concepto de “educación” es reductivista si se lo pone en relación con el criterio de ingreso propuesto en el primer párrafo de esta sección. En las sociedades contemporáneas puede afirmarse, por ejemplo, que el aula formal de un Liceo o Escuela procura que sus estudiantes y maestros y profesores (e incluso personal administrativo) constituye un espacio en el que se intenta desaprender lo que enseña la televisión comercial (o el bus en el que viaja a diario) y a aprender cómo ha de ser, o podría llegar a ser, la convivialidad básica entre personas que o son ciudadanas o van a serlo en cuanto cumplan la edad requerida. Esto quiere decir que, el referente de toda aula escolar es siempre su sociedad civil. Cómo promueve y requiere experiencias educativas la sociedad civil es el referente de todo aprendizaje formal. Y de buena parte del aprendizaje informal. La sociedad civil está presente en el hogar (casa común, barrio), pero también en los distintos espacios más amplios de la calle, los cines, el campo trabajado o no trabajado, etc. Si la calle no educa ciudadanamente, el aula de la escuela o del liceo o de la universidad tampoco podrá hacerlo bien. Calle, aula y universidad, por ejemplo, son tres espacios diferenciados de un único mundo de aprendizajes-desaprendizajes (o sea de crecimiento humano solidario). El punto incide directamente en la formación del profesional docente y en la organización administrativa de la escuela, liceo o universidad. Debería influir, asimismo, en los hogares y barrios. Históricamente se ha repetido que “…la Universidad no debe ser torre de marfil”. Nunca lo es. Para serlo tendría que ser exterior (en el sentido de ajena) a su sociedad. Nunca lo consigue. Puede querer serlo y comportarse de acuerdo a esta voluntad. Pero no lo conseguirá. Será ‘torre de marfil” en sus aulas y quienes se titulan en ellas deberán aprender a desaprender su carácter antisocial mediante experiencias auto valoradas de socialización directa. En términos más directos para una Escuela de Ciencias de la Religión de una universidad pública, si sus aulas se constituyeran como torres de marfil sus estudiantes, docentes e investigadores y personal administrativo deberían (y lo harán tarde o temprano) aprender a recuperar los valores y comportamientos que estiman compatibles con la solidaridad social que ha de existir en la sociedad civil. Si no existe sociedad civil o ha sido ferozmente disminuida (como ocurre en los regímenes dictatoriales de Seguridad Nacional inspirados neoliberalmente) en las calles y barrios (existencia cotidiana), su existencia se manifestará en las lógicas de aprendizaje colectivo de las aulas. Las aulas (los hogares serán un tipo de ellas) expresarán, se llenará de experiencias radicales de contraste vividas por todos lo que conforman cada sitio-aula y ‘la calle’ (o el barrio) o, por desgracia en este caso, el autoritario sedicente núcleo familiar. Salta a la vista la interpenetración que ha de existir entre familia-hogar y escuela-liceo-hogar o entre hogar y Universidad y que los recorre bebiendo de aquí y de allí. Han de incorporarse/integrarse las personas que se instalan en esos espacios. El costo de no hacerlo es que el aula formal se constituya como espacio paralelo e independiente a, y de otros espacios sociales, incluyendo el hogar. Esto quiere decir que, se está invirtiendo en intentar secar el mar, sacándole agua con un pequeño vaso para tirarla luego a un costado, en la arena.

Construyamos un ejemplo truculento de la idea (o imagen) anterior: ¿Resultan compatibles la práctica sistemática de la tortura propia de los regímenes de Seguridad Nacional y el aula formal de enseñanza/aprendizaje? La respuesta que dice que sí son compatibles tiene en mente una docencia autoritaria, vertical y unilateral que no respeta a los estudiantes y docentes como seres humanos. La docencia centrada en la enseñanza y su directividad y no en el aprendizaje compartido, solidario, es de ese tipo. En cambio, el aula centrada en una lógica en la que todos aprenden (‘docentes’ y ‘alumnos’) se muestra al menos en el mediano plazo incompatible con la violación permanente de derechos humanos y, también, con la práctica de la tortura.

Al intentar realizar un balance de las grandes propuestas neoliberales en educación, Carlos Alberto Torres repara en su agenda de privatización de la enseñanza. Indica que, en los países latinoamericanos ella perjudica “profundamente los principios de extensión de las oportunidades educativas”. Su juicio es correcto solo si se entiende la función social de la educación como mediada por su mercado específico. En efecto, si esto ocurre, la oferta educativa (determinada por las ganancias privadas que contiene), de inmediato, se abre a un abanico que va desde su polo más oneroso al menos caro. Se trata de un único abanico. La educación formal enseña así, que responde a una sociedad escindida/polarizada, en la que determinados sectores pueden pagar por lo que se considera “educación y formación de calidad” (incluye el bilingüismo, por ejemplo, y la formación en investigación y razonamiento científico) y otros han de conformarse con pagar por servicios ‘educativos’ en los que se informa y adiestra (mejor o peor) en distintos campos sociales pero en los que el eje de la actividad reside en que el estudiante desaprenda las juzgadas “irracionales arrogancias” e internalice una disposición no natural a obedecer. De acuerdo a su edad, obedece en el ‘hogar’ a los mayores a los que debe respeto, en el barrio a los ‘más fuertes o despiadados’ porque se es débil/tierno y en la sociedad a los mercados implacables porque en ellos poco o nada valen las personas. A los mercados ingresan carteras, no personas.

Este tipo de realidades se muestran insostenibles. Un buen y sano proceso de aprendizaje lleva a estudiantes y profesores/maestros (coordinadores de experiencias colectivas e individuales/personales de aprendizaje) a buscar, si no se encuentra o da (de ninguna manera) en las aulas, fuera de ellas. El aprendizaje más efectivo se genera al darse o producirse en un colectivo o sus individuos experiencias radicales de contraste. Esto es solo un corolario de la tesis que dice que la familia educa/deseduca, el barrio educa/deseduca, el aula primaria educa/deseduca, el aula secundaria, el laboratorio, la universidad educan/deseducan… aunque no se lo propongan o incluso cuando se niegan explícitamente a hacerlo. La experiencia chilena del 2019-2020 es la mejor prueba, una vez más, de esto. Familias autoritarias, escuelas y liceos autoritarios y defectivos, universidades determinadas por los egoísmos conducen a sectores significativos de la población a buscar y encontrar en ellos mismos los recursos que posibilitan perder el miedo y anuncian el ingreso al baile de quienes se juzgó invisibles por inatendidos pero que aprendieron a estar allí, aquí, y se tornan visibles: es el baile de aquellos a los que se quiso siempre ausentes. Es, casi con el vocabulario de Carlos Alberto Torres, “Lo que viene con la tormenta neoliberal y después de ella”.

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Ahora, Costa Rica tiene una historia distinta a la de Chile. Y vivimos una ‘mundialización’ de la que casi no hemos hablado. La mundialización, desplegada especialmente en los últimos veinte años del siglo XX y durante todo este siglo, genera inercialmente una sensibilidad neoliberal. A Chile le llegó el neoliberalismo con su terror de Estado y de Mercado en 1973. A Costa Rica, en cambio, la penetra el neoliberalismo bajo la forma de “sentido común” en los últimos 25 años del siglo XX y, obviamente, durante todo este siglo XXI. A diferencia de Chile, aquí el neoliberalismo se expresa como “sentido común”, como la manera natural de vivir el capitalismo dependiente. Más: como la manera costarricense (Pura Vida) de existir en la mundialización. Con la mundialización y sus tecnologías, cada región o país del planeta pasa a constituirse como “punto de inversión” privilegiada o diferida. Se trata de una sensibilidad ‘democrática’: ningún punto geográfico queda excluido. Digamos, en todos y en cualquier punto del planeta se juega fútbol y se bebe Coca Cola. Ya se instalará McDonald’s en el fondo del mar y también orbitarán sus hamburguesas el planeta. No es claro si a los costarricenses les agrada esto, pero ni protestan ni se incomodan. Parece no advertirse que todos los puntos del planeta vienen en el bulto de la mundialización porque de cada uno de sus puntos se puede extraer ganancias. Si hoy las tecnologías no pueden manejarlo, mañana lo harán. Es el mito/sueño del progreso infinito. La población costarricense sueña ese sueño. Dormida, no parece advertir que todos los puntos del planeta significan para la mundialización y, en ella, pero que esta consideración no vale para la gente, las personas. Un desafío de finales del siglo XX y de este siglo XXI es que “sobra” población. Ahí se muestra a los migrantes triplemente no deseados. Grupos de ellos pasan por Costa Rica porque su destino es EUA. Confían en atravesar su muro. Una vez adentro, estarán a salvo. Curiosamente, no se experimentan a salvo en Costa Rica. Los costarricenses (hasta la llegada de la pandemia) sí lo hacen. Cuando la pandemia sea controlada los costarricenses volverán a sentirse seguros. No lo están. Población sobrante quiere decir población que hoy ni produce con eficiencia ni consume con opulencia. Es un criterio neoliberal, según hemos mostrado. Quien no se hace presente y eficiente en los mercados, sobra. Si está parado sobre aguas y tierras explotables y que no sabe explotar, sobra. Su población sobra. Ninguna religión podrá evitar que sobre. En el planeta, en este mundo y en este momento pueden sobrar unos 2000 o 3000 millones de individuos. Ni producen con eficiencia ni consumen con opulencia. No agitan mercado alguno. Peor, polucionan y envenenan. Beben aguas que podrían satisfacer a otros. Consumen energía que podría ahorrarse. Se enferman. Polucionan, polucionan. Les explotan en la cara sustancias que no saben guardar. Sobran.

Cuando las poblaciones centroamericanas y caribeñas creen ser parte del mundo (y de su mundialización) se han tornado neoliberales inerciales. Ya sabemos, porque lo hemos discutido, que se puede ser neoliberal enterado y neoliberal no enterado. Pero también existe un neoliberal no enterado inercial. Este último respira feliz. No requiere pelearse con nadie ni defender nada. Ha internalizado el neoliberalismo como ideología de progreso y paz. Nada malo va a pasar. Todo irá mejor y todos estaremos contentos. Tenemos malos vecinos, pero es problema de ellos. Nosotros vamos bien, estaremos mejor, saldremos de problemas. Esta forma de neoliberalismo (como sensibilidad difusa, semejante al culto mariano) no exige ser enseñado (aunque puede serlo) en universidades públicas y privadas.

Se experimenta como sentido común. Escribe Carlos Alberto Torres:

Espero que sea evidente en el análisis que el nuevo sentido común neoliberal no está específicamente orientado hacia la educación, sino que emerge como parte de una estrategia, un esfuerzo global para desmantelar el Estado de bienestar social en los Estados Unidos y otros países. Transformaciones similares están ocurriendo en otros importantes servicios humanos y sociales, como los servicios de salud y transporte.10

Con la mundialización no se requiere adoptar el neoliberalismo, o aprenderlo y enseñarlo. Se le respira con normalidad y ya. Es Pura Vida.

Bibliografía

Consenso de Washington. Disponible en https://es.wikipedia.org/wiki/Consenso_de_Washington

De Soto, H., Ghersi, E., Ghibellini M. 1987. El otro sendero. México: Diana.

Feinzag, Eli. 2020. La larga noche neoliberal. La Nación, 9 de julio. Disponible en: https://www.nacion.com/opinion/columnistas/pagina-quince-la-larga-noche-neoliberal/AI3PBQSHWBAILAGIP5CKGGQJBM/story/.

Gallardo, H. 2020. Únanse al baile de los que sobran. Pensar América latina. Disponible en: https://www.heliogallardo-americalatina.info/index.php?option=com_content&view=article&id=755:unanse-al-baile-de-los-que-sobran&catid=8&Itemid=103

Gallardo, H. 2015. Producir la Torre de Babel. San José de Costa Rica: Arlekín.

Ghersi, E. 2004. El mito del neoliberalismo. Disponible en https://www.elcato.org/el-mito-del-neoliberalismo

Hayeck, F, 2005. Camino de servidumbre. España: Alianza.

Locke, J. 2006. Segundo Tratado sobre el gobierno civil. Traducción de Carlos Mellizo. España: Tecnos, 2006.

Mesalles, L. 2017. Murió Cecilia Valverde. La Nación, 12 de junio. Disponible en https://www.nacion.com/economia/murio-cecilia-valverde-defensora-de-la-libertad-personal-y-economica/Z2EC3H2Y4ZARVBIO5RGAPIZ32A/story/

Mesalles, L. 2019. El espejo de Chile. La Nación, 2 de noviembre. Disponible en https://www.lanacion.com.co/el-espejo-de-chile/

Torres, C.A. 2014. El neoliberalismo como nuevo bloque histórico, Perfiles Educativos 36, n.144. Disponible en http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0185-26982014000200012#notas

Torres, C.A. 2008. Después de la tormenta neoliberal: la política educativa entre la crítica y la utopía. Revista Iberoamericana de Educación 48, n. 1.


1 Chileno, radicado en Costa Rica. Profesor de la Universidad de Costa Rica. Conocido por sus estudios sobre la realidad social y la política popular de América Latina. Correo electrónico: heliogallardo@yahoo.es

2 Eli Feinzag, “La larga noche neoliberal”. La Nación, 9 de julio de 2020. https://www.nacion.com/opinion/columnistas/pagina-quince-la-larga-noche-neoliberal/AI3PBQSHWBAILAGIP5CKGGQJBM/story/

8 Carlos Alberto Torres. “Después de la tormenta neoliberal: la política educativa entre la crítica y la utopía”, Revista Iberoamericana de Educación 48 (2008): 207-229.

9 Carlos Alberto Torres, 207.

10 Carlos Alberto Torres, El neoliberalismo como nuevo bloque histórico”, Perfiles Educativos 36, n.144 (mar.2014). Disponible en http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0185-26982014000200012#notas

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