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Revista de Teología
Revista de Estudios Sociorreligiosos

Volumen 14, Número 2, 2021
ISSN 2215-227X • EISSN: 2215-2482
Doi: https://doi.org/10.15359/siwo.14-2.4
Recibido: 17/03/2021 • Aprobado: 11/08/2021
URL: https://www.revistas.una.ac.cr/index.php/siwo
Licencia (CC BY-NC 4.0)

Monseñor Romero: la búsqueda de diálogos en contextos de violencia

Monsignor Romero: The Search for Dialogues in Contexts of Violence

Monsenhor Romero: A busca de diálogos em contextos de violência

Héctor Raúl Grenni1

Resumen

En este escrito se presentan los intentos de diálogo de Monseñor Romero con la gente de su tiempo, en un contexto de extrema violencia. El arzobispo, a quien todos hacían referencia, intentó de muchas maneras llevar a los actores a espacios de diálogo. La radicalización de las posturas por parte de los `actores principales` de este tiempo llevó al fracaso de estos intentos, y condujo al país, irremediablemente, hacia la guerra civil de 12 años que destruyó el país.

Palabras clave: Comisión de la Verdad, El Salvador, guerra civil, Monseñor Romero

Abstract

This writing shows how Monsignor Romero’s attempts to dialogue with the people of his time, in a context of extreme violence. The archbishop, whom everyone was referring to, tried in many ways to bring the actors into spaces for dialogue. The radicalization of positions by the ‘main actors’ of this time led to the failure of these attempts, and led the country, irremediably, towards the 12-year civil war that destroyed the country.

Key words: civil war, El Salvador, Monsignor Romero, Truth Commission

Resumo

Nesse texto se apresentam as tentativas de diálogo de Monsenhor Romero com as pessoas de seu tempo, em um contexto de extrema violência. O arcebispo, a quem todos faziam referência, tentou de muitas maneiras levar os atores a espaços de diálogo. A radicalização das posturas por parte dos `atores principais` deste tempo levou ao fracasso dessas tentativas, e conduziu o país, irremediavelmente, para a guerra civil de 12 anos que destruiu o país.

Palabras chave: guerra civil, Comissão da Verdade, El Salvador, Monsenhor Romero

1. Introducción

La década de los años 70 en El Salvador fue de una `gran intensidad histórica`. Tiempos herederos de décadas de gobiernos dirigidos por militares, que vieron la consolidación de la pujante oligarquía terrateniente y la pauperización de las grandes mayorías campesinas y trabajadores de las ciudades. Al mismo tiempo, la emigración del campo hacia las ciudades, especialmente hacia la capital, San Salvador, provocó el surgimiento de espacios de hacinamiento urbanos, campo propicio para la toma de conciencia y la militancia.

Los años comprendidos entre 1970 y 1992 -un periodo de intensa efervescencia popular-, vieron surgir, como nunca antes en la historia del país, movimientos populares que ganaron las calles y las plazas, se manifestaron de forma pacífica a veces, con violencia otras, hicieron públicos sus reclamos de siglos y, por primera vez en la historia del país, cuestionaron seriamente el sistema.

En la década de los años 70 la violencia impregnó la vida de todos los habitantes del `Pulgarcito de América`.2 Condicionó los procesos democráticos y las políticas de los gobiernos de turno, y propició una feroz represión por parte de las fuerzas de seguridad del Estado. Suscitó propuestas de los movimientos populares y de la oligarquía, provocó instancias de diálogos y acuerdos, desacuerdos, atropellos, asesinatos…

En este contexto, varios `actores principales` ocuparon espacios comunes y políticas públicas. Entre ellos, las clases campesinas, quienes, al tiempo que tomaban conciencia de que `la pobreza no es una situación querida por Dios`,3 cobraban un protagonismo que no habían tenido antes, salvo, quizá, en 1932 por unos pocos días. Los militares, desde el golpe de Estado de 1979 se encontraron ante la posibilidad histórica de liderar un proceso de cambio único en la historia, dejando de lado su tradicional alianza con la oligarquía. Otro `actor principal`, las clases trabajadoras, conformaron ya desde principios de la década de los años 70, organizaciones populares que alcanzaron niveles de adhesión como nunca los habían tenido antes. La oligarquía, que, disponiendo de la mayor parte de la riqueza nacional y dueña absoluta de los espacios de decisión y de reparto de la riqueza que todos producían, no supo ver la oportunidad que se abría de dejar de lado sus privilegios para la construcción de una sociedad justa. Los partidos políticos tradicionales, sumidos en una práctica corrupta de ejercicio de la democracia, que se vieron superados por la militancia popular sin poder hacer frente a las exigencias de las mayorías marginadas, que, por otra parte, no esperaba mucho de ellos. Los medios de comunicación masiva, que permanecieron atados a una mezquina estrategia de sumisión a un sistema en el que se encontraban cómodos, sin atreverse a dejar de lado los métodos corruptos de ejercicio de su profesión. Las organizaciones populares que optaron por la violencia como camino hacia una sociedad más justa conformaron otro `actor principal`; sus dirigentes de clase media no supieron ver con claridad las necesidades de las mayorías marginadas porque nunca las habían sufrido, y confundieron sus ideales radicalizando sus exigencias. La Iglesia católica, que conservaba una gran influencia entre las poblaciones marginadas, y, sumida en un acelerado proceso de revisión de su forma de afrontar la realidad, vio cómo en su seno se abrían corrientes divergentes que la llevaban a un intenso, y a veces ardoroso diálogo interno, que puso en tela de juicio sus opciones tradicionales y su propia historia en el país.

La compleja relación de esos `actores principales` llevó a la radicalización de las posturas, que a su vez llevó a una rápida evolución de las ideas, de las contradicciones y de los conflictos.

En 1969 regresaron al país centenares de miles de emigrados salvadoreños que se habían radicado en Honduras en busca de mejores condiciones de vida. Esto agudizó severamente la ya tensa situación de efervescencia social, lo que incrementó las contradicciones y las tensiones. Diez años más tarde, en octubre de 1979, un golpe de Estado provocado por militares reformistas intentó afrontar la crisis creciente con un programa de ambiciosas reformas. La oposición de la oligarquía, que se resistía a las reformas para no perder sus privilegios; de los movimientos populares de izquierda, que veían cómo las reformas les arrebataban sus `banderas`; y de las fuerzas armadas, que llevaban su propia agenda de represión, terminó con el último intento de dejar de lado la violencia, y el país se encaminó a una guerra fratricida que, probablemente, nadie deseaba. La guerra civil de doce años en la que desembocó la crisis provocó la muerte de al menos 70 000 personas y la desaparición y la migración forzada de varios centenares de miles.

En este contexto complejo, el arzobispo de San Salvador, Óscar Arnulfo Romero, se convirtió en protagonista principal, entre 1977 y 1980, cuando llegó al arzobispado de la capital San Salvador. Pronto se convertiría en referente no solo para la Iglesia católica, sino para la población salvadoreña. En palabras de Jon Sobrino4, “Desde aquel día, y como aquel día, en cualquier hecho importante que ocurrió en El Salvador, para seguirlo o para perseguirlo, siempre hubo que volver la vista hacia Monseñor Romero”.5

En este contexto de violencia generalizada, el arzobispo fue la única voz que todos reconocían. Sus intentos de llevar a las partes a un diálogo superador de las contradicciones y de la radicalización de las posturas fueron muchos.

“El asesinato de Monseñor Romero estuvo cargado de fuertes connotaciones simbólicas. Siempre se había opuesto a la violencia, de cualquier lado que ésta proviniera. Era la única persona que podía oponerse a una solución violenta a la crisis, respetado por todos los actores del proceso: los militares, la oligarquía, las organizaciones populares urbanas y rurales, la guerrilla y las grandes mayorías marginadas. Con él, desaparecía el único muro de contención de la violencia, y su asesinato tornó inevitable y cercano el camino hacia la guerra civil. Su presencia era una barrera a la guerra que nadie deseaba, pero que la absolutización de las posturas y los egoísmos de las clases que se habían adueñado de las riquezas presentaba como la única salida. Su asesinato fue un craso error político por parte de la derecha, asumiendo que ésta hubiese querido evitar la guerra civil”. 6

En este breve escrito presentamos esos intentos de diálogo que mencionamos. Existen numerosas referencias que nos permiten considerar al arzobispo Monseñor Romero como un `hombre de diálogo`, por su constante búsqueda de consensos. Tomamos esta cita del Diario de Romero: “MIÉRCOLES, 23 de mayo de 1979. Con monseñor Urioste preparamos el diálogo que se transmite por radio y que, esta vez, lo dedicamos a comentar la situación del conflicto entre el Gobierno y el Bloque Popular Revolucionario, expresando las ideas de la Iglesia que ya son conocidas.”7

Por las limitaciones de espacio tomaremos como fuente principal para esta investigación, el Diario de Monseñor Romero8, conscientes de que dejamos de lado otras fuentes que podrían aportar valiosos puntos de vista. Quedarán para trabajos sucesivos. Si bien existen diversas versiones parciales del Diario de Romero, en este escrito hemos preferido la versión publicada por el Arzobispado de San Salvador.9

Dejaremos de lado, por lo tanto, entre otras fuentes, los interesantes aportes que surgen de las homilías de Monseñor Romero en las misas de los domingos, de las cuales hay una interesante y completa edición de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas.10 Además, existen numerosos testimonios personales, cartas y relaciones que dan cuenta de estos intentos de diálogo. Las Cartas Pastorales11 son un interesante ejemplo de ello, especialmente su cuarta Carta Pastoral, de 1979, que presenta un revelador panorama del país.12

2. Los intentos de diálogo relacionados con la situación del país

El contexto de violencia a que aludíamos arriba obligó a Romero a buscar constantemente referencias que le ayuden a tener un panorama claro, en lo posible, de la cambiante situación del país. Un grupo de asesores, a quienes consultaba con frecuencia, le hacían llegar información y distintos puntos de vista, que Romero escuchaba y, generalmente, adoptaba. Por ejemplo, en mayo de 1979, volviendo de un viaje a Roma, escribía en su Diario, antes de llegar a El Salvador: “…después de haber hablado también con monseñor Urioste, brevemente, sobre los problemas y quedando de que por la noche nos reuniríamos con otros que me ayudaran a informarme de la situación de la Diócesis en esta semana tan trágica…”13

Romero presentaba, de forma continua, la situación del país, especialmente en sus homilías de las misas de los domingos o en entrevistas con periódicos, por lo general extranjeros: “DOMINGO, 13 de mayo de 1979. El que quiera tener más datos sobre la iluminación de la realidad nacional en esta semana tan trágica, puede obtener la homilía que se transcribe domingo a domingo y donde está al pie de la letra lo que yo dije en esta ocasión.”14

Poco después de esta cita, continuaba con sus esfuerzos de ponerse al día acerca de la situación del país y la forma de presentarla: “Por la mañana, con un pequeño grupo de consejeros hicimos un análisis de la situación actual y de la participación que la Iglesia puede tener. Preparamos como conclusión un pronunciamiento en que se hace ver la culpabilidad que puede haber en los diversos sectores para haber creado esta difícil situación.”15

La situación de violencia generalizada llevó a la represión desmedida por parte de las fuerzas de seguridad del Estado,16 que culminó en numerosas violaciones a los derechos humanos, asesinatos y matanzas. Escenarios como el de El Mozote17 o el río Sumpul18 fueron saliendo a luz poco a poco, en especial por el trabajo de periodistas extranjeros. El propio arzobispo fue objeto de atropellos y medidas de seguridad desproporcionadas, que probablemente no iban dirigidas a él mismo sino, más bien, a crear un clima de terror e inseguridad en la población. El caso de San Miguel de Mercedes, en el norteño Departamento de Chalatenango es solo un ejemplo de esto que afirmamos. Al respecto, anotaba Romero en su Diario:

SÁBADO, 21 de julio de 1979. Como lo había prometido, cumplí hoy mi visita al pueblo de San Miguel de Mercedes en Chalatenango; con el padre Fabián llegamos hasta Chalatenango y de allí supimos que había retenes a la entrada de San Miguel, de un lado y de otro, para evitar que llegara gente a la cita que teníamos en aquel pueblo. Efectivamente, llegando a Mercedes nos detuvo un grupo de militares, nos hizo bajar del carro, registro, quizá creyendo que había armas. Vimos que había mucha gente detenida allí a la que saludamos y con la que quisimos emprender el viaje de ingreso al pueblo ya cercano, a pie. Sin embargo, el jefe de aquel pelotón, me dijo que no podían ellos seguir, que me fuera yo en el carro, que era orden superior. Comenté yo que era una orden irracional puesto que era gente pacífica, mujeres la mayor parte, que venían a cumplir con un deseo de su fe. Pero la razón no entra con esta gente y lamenté mucho dejarlos, manifestarles mi solidaridad con ellos y pedirles que oráramos juntos ellos allí y yo en la iglesia, y continué. A pocos pasos me esperaba un buen grupo de gente del pueblo y de algunos que pudieron entrar al pueblo, a pesar de los retenes, montiando como ellos dicen; con los cuales me dirigí a la iglesia, la cual casi se llenó. Me dijeron allí que en la otra entrada había mayor número de gente, era la mayor parte de San Antonio Los Ranchos y les mandé a decir que regresaran, que al terminar mis compromisos en San Miguel, iría a San Antonio para agradecerles su visita y platicar con ellos. Celebramos la misa. Estuvo presente el señor Alcalde; el cual no es acuerdo con estas intervenciones que estropean la tranquilidad de la ciudad, del pueblo19

Probablemente la incitación a dialogar más evidente de parte de Romero tuvo lugar a los pocos días de haber iniciado su trabajo en San Salvador como arzobispo: el 12 de marzo de 1977 fue asesinado el sacerdote Rutilio Grande, amigo personal de Romero. Ante la reticencia por esclarecer el crimen por parte del Estado, Romero escribió una carta al presidente de la República, el coronel Arturo Armando Molina, solicitándole el esclarecimiento del crimen, con la advertencia de que el arzobispo no concurriría a ningún acto oficial hasta que ello ocurriera. El crimen nunca fue esclarecido, y los actos oficiales del Estado se desarrollaron con la presencia de los otros obispos e incluso del Nuncio Apostólico, pero sin la presencia del arzobispo.

La represión desmedida por parte de las fuerzas del Estado fue respondida de diversas maneras por parte de las fuerzas insurgentes. Una de ellas fue la ocupación de iglesias y embajadas. Romero nunca se lamentó de la ocupación de las iglesias de su diócesis, pero sí lamentó tanto la utilización política que pudiera hacerse de ello, como que la ocupación de las iglesias impidiera hacer uso de ellas. Un ejemplo claro de ello sucedió cuando un movimiento popular ocupó la catedral, en agosto de 1979, poco antes de la publicación de su Cuarta Carta Pastoral. Romero plasmaba esto en su Diario:

JUEVES, 2 de agosto de 1979. Con el Canciller puse al día una serie de cartas y compromisos. El rector de la Catedral me comunicó desde ayer por la tarde que la Catedral está ocupada por las Ligas Populares 28 de Febrero. La nueva organización que reclama en esa forma la libertad de algunos miembros capturados y desaparecidos. Por la tarde, el padre Pedraz me informa que un representante de esa agrupación quiere hablar conmigo y le dije que estaba a sus órdenes, que me interesaba negociar el asunto de la Catedral porque no quisiera que el domingo, 5 de agosto, y, sobre todo, el lunes 6, estuviera en esa situación, impidiéndonos el lugar donde se celebra tradicionalmente la fiesta patronal del Divino Salvador. Quedó de venir mañana a las nueve de la mañana. 20

3. Los intentos de diálogo relacionados con el Foro Popular y el Foro Nacional

El año 1979 fue particularmente intenso, decíamos arriba. Las razones para afirmar esto son variadas: la agudización de las contradicciones, la intensificación de la represión por parte de las fuerzas de seguridad del Estado, el crecimiento de la militancia en las organizaciones populares, la radicalidad de las posturas, la constante desigualdad en el reparto de la riqueza… Ello se evidenció en el aumento de las manifestaciones de oposición, la ausencia de espacios de participación, la concentración de los espacios de decisión… La crisis se generalizó y tornó cada vez más lejanas las posibilidades de diálogo.

El presidente Carlos Humberto Romero, que había llegado al poder político por elecciones clamorosamente fraudulentas, intentó ir al encuentro de la crisis con la propuesta de una instancia de diálogo que llamó Foro Nacional. Buscaba poner freno a la violencia invitando a la oposición a participar en un diálogo sin objetivos claros, al cual no estaba invitada toda la oposición y `sin dejar de lado la lucha contra el terrorismo`, o sea, sin dejar de lado la represión. El Foro nacía viciado de credibilidad, estaba destinado al fracaso y aumentó el descrédito del Gobierno: “Casi todos expresan con pesimismo la poca credibilidad al ofrecimiento gubernamental de libertad y democratización.”21 Por otra parte, los movimientos populares temían perder la iniciativa política conquistada con años de militancia y llamaron a un Foro Popular.

También aquí el arzobispo fue un referente a quien todos buscaban: sindicalistas, oficiales del ejército, intelectuales, integrantes de la guerrilla, miembros de los desacreditados partidos políticos o miembros de los movimientos populares, lo consultaban con frecuencia. La participación en el Foro propuesto por el Gobierno tenía muchas connotaciones negativas, y Romero participó activamente en el quehacer político al cual dio lugar la iniciativa gubernamental. De hecho, Romero volcó esto en su Diario:

VIERNES, 25 de mayo de 1979. Por la tarde, visita del rector de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas, quien me expresó con un sincero sentido de amor a la patria, la preocupación ante la ausencia que las universidades deben tener al Foro reparado por el presidente de la República, ya que no hay un ambiente de confianza y de credibilidad. Por lo cual se cree que asistir es como legitimar actitudes que han causado tanto dolor a la patria. Y que sería como apañar esas injusticias y también las actitudes pretendidas democráticas, pero que, en realidad, niegan esa libertad que la verdadera democracia exige. Le dije que hay ausencias que son dolorosas, pero que son necesarias y que la ausencia a este Foro, en estas circunstancias, no era una negación a la buena voluntad de quienes quieren sinceramente trabajar, sino pedir ambiente apropiado para colaborar con buena voluntad. 22

La contrapropuesta de diálogo de las organizaciones populares y de oposición se organizó alrededor del Foro Popular que mencionamos, y también aquí el arzobispo tuvo participación activa:

MIÉRCOLES, 16 de mayo de 1979. Desayuné con monseñor Urioste y con el doctor Chávez, que es vínculo de unión en el diálogo tenido con miembros de ANEP, con Democracia Cristiana y con el Gobierno, diálogo al cual ha participado la Iglesia. Él me informó de toda la actividad de acercamiento que tenía durante los últimos meses, abriendo bastantes cauces de esperanza para un mutuo entendimiento. Sobre todo, en busca de una solución en que haya más participación de todos los elementos vivos de la nación en la búsqueda del bien común. 23

Resulta curioso que, mientras las organizaciones populares ocupaban embajadas e iglesias, participaban en un Foro de diálogo en el que intervenían representantes de la iglesia.

En el seno de este Foro Popular, el arzobispo participó en diálogos propuestos por diversos sectores: universitarios, sindicales, religiosos, políticos… Particularmente interesante es el diálogo en el que participaron, además del arzobispo, los rectores de las dos únicas universidades existentes en ese momento en el país, que Romero narró con pormenores en su Diario:

A las cuatro de la tarde, tuve en el Arzobispado una entrevista muy interesante con el rector de la Universidad de El Salvador y el rector de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas; a quienes acompañaban elementos de la alta dirigencia de ambas universidades. Conmigo tuvo monseñor Urioste y el padre Rafael Moreno. El diálogo fue abierto por el rector de la Universidad de El Salvador, a cuya iniciativa nos encontrábamos reunidos. Y se orientaba en el sentido de los pronunciamientos que las dos universidades y nuestra Arquidiócesis han hecho a propósito de la situación conflictiva entre el Gobierno y el Bloque Popular Revolucionario, buscando manera de colaborar a solucionar dicho conflicto. Dije ambos rectores que veían con muy buenos ojos el llamamiento que el Arzobispo había hecho para que todos los elementos vivos del país pusieran su contribución, a la medida de sus capacidades y competencias, para resolver no sólo el problema coyuntural, sino para ahondar en la solución de raíz de todos los problemas que provoca la injusticia social en el país. El diálogo se prolongó hasta muy entrada la tarde y se acordó promover la participación de todos los elementos a quienes el Arzobispado está llamando, principalmente, las universidades moverán los ambientes profesionales y culturales del país. Se tendrá a este propósito una mesa redonda en que se estudiará el pronunciamiento del Arzobispado y se darán iniciativas de busca de soluciones de nuestros problemas socio-político-económicos. 24

Por su parte, el arzobispo llevó a cabo diálogos y estudios sobre la realidad del país en esos tiempos de crisis, por medio de consultas a numerosos asesores; como esta reunión que narró en su Diario:

VIERNES, 8 de junio de 1979. En el almuerzo con el padre provincial de los padres jesuitas y otros tres de la misma compañía, para pedirles un asesoramiento acerca de la situación del momento. Fueron muy explícitos y muy sinceros en darme opinión; también para elaborar una próxima carta pastoral de acuerdo con una encuesta que se ha hecho a todos los párrocos y a todas las comunidades que vengan a ser como el voto, como la opinión de la Iglesia en la Arquidiócesis en el Foro Nacional, que ha resultado muy parcial, pero que la Iglesia siente la conciencia de decir, desde su competencia, la opinión para el bien público en esta situación del país. Ya tenemos un esquema y esperamos las respuestas de las comunidades para incorporarlas en la redacción definitiva. 25

Todo ello se vio volcado en su cuarta Carta Pastoral, llamada, precisamente, Misión de la Iglesia en medio de la crisis del país.26 La Carta afirmaba que “nuevas formas de sufrimiento y de atropellos han empujado nuestra vida nacional por caminos de violencia, venganza y resentimientos”, y quería ser ‘una aportación en la crisis del país’,27 y a partir de esta afirmación desarrollaba su Carta.

4. Los intentos de diálogo relacionados con la ocupación de embajadas

Los últimos años de la década de los 70 fueron años de `gran intensidad histórica`, en especial, en lo que tiene que ver con la militancia en los movimientos populares y sus manifestaciones. A las manifestaciones en plazas y calles de las ciudades, principalmente en la capital San Salvador, se le sumaron la ocupación de iglesias y representaciones diplomáticas. Con alguna frecuencia, eran varios los templos y las embajadas ocupados al mismo tiempo. Los movimientos populares usaban estas estrategias ante la falta de espacios de expresión, y porque esos espacios garantizaban, en alguna medida, una cierta protección ante la represión por parte de las fuerzas armadas.

Las embajadas de México, Suiza, Francia, Venezuela, Sudáfrica, Perú, Panamá y Japón sufrieron estas ocupaciones, y alguna en más de una oportunidad en esos años. Con frecuencia, los propios diplomáticos buscaron al arzobispo para que oficie de mediador ante los movimientos populares. Romero nunca se negó a esta intermediación, y contaba, para ello, con la aceptación de parte de estos últimos. Alguna vez, incluso, esta situación provocó la solidaridad entre cuerpos diplomáticos de varios países, como en este caso que presentamos aquí: “VIERNES, 25 de mayo de 1979... Visita también de la encargada de negocios de Panamá para suplicarme una intervención ante la Comisión Negociadora del BPR, para ofrecer de parte de su Gobierno asilo a los que ocupan las Embajadas de Venezuela y de Francia; ofreciendo que también ya están hechos los trámites con la  cancillería de El Salvador, para que puedan salir para aquel país”.28 Con la intervención de Romero se buscaba, además, la búsqueda de soluciones conjuntas entre cuerpos diplomáticos de varios países.

LUNES, 14 de mayo de 1979. Lo más sobresaliente fue en el campo de relaciones con la política y la diplomacia, ya que tuve la visita del embajador de Perú, que traía una solicitud del embajador de Venezuela capturado por el Bloque Popular Revolucionario en su propia Embajada y que pide a la Iglesia una intervención. De mi parte, le prometí toda buena voluntad, pero que necesitamos también que la petición viniera de parte del Bloque, ya que una mediación supone petición de las dos partes. Sin embargo, le prometí estudiar más a fondo la solicitud y que, desde luego, llevara al embajador de Venezuela el consuelo de la Iglesia y la seguridad de que estamos plenamente con el mejor deseo de ayudar a normalizar esta situación. También la visita de un enviado especial de Francia para normalizar la ocupación de su propia Embajada, donde está también el señor embajador y otras personas como rehenes. También a este señor le prometí toda nuestra ayuda y lo invité a la reunión que estábamos celebrando con el vicario general, monseñor Urioste, con los encargados de la Secretaría de Prensa y Comunicación, padre Rafael Moreno y el padre Pedraz y el padre Fabián Amaya y el secretario, padre Brito. Con todos ellos y el enviado de Francia estudiamos todas las posibilidades para que la Iglesia pudiera actuar con eficacia en este deseo, en el cual ella también está afectada, ya que está ocupada la Catedral por el mismo Bloque y se ha sabido esta mañana que han ocupado también las iglesias de Suchitoto y de Apopa.29

La mediación del arzobispo no siempre tuvo los resultados deseados, o sea, la liberación de los espacios ocupados. Sin duda, los movimientos populares lograban llamar la atención del Gobierno sobre un determinado hecho. Es muy probable que Romero comprendiera las razones de quienes ocupaban embajadas e iglesias, que no dejaban de ocasionar problemas diplomáticos. Quizá por ello, también, el arzobispo manifestó su preocupación por las condiciones de los rehenes, y no tanto por las ocupaciones en sí. En su Diario escribe en esos días, comentando la ocupación de una embajada, con cautivos “cuya condición humana es sumamente precaria, y ya se prolonga por más de 25 días.”30 Y al día siguiente, insistiendo en su preocupación por la condición humana de los rehenes, escribía “que ya eran 28 días de cautiverio en la Embajada, del embajador y sus colaboradores, entre ellos una señora anciana de 70 años, en condiciones físicas e higiénicas muy inhumanas”.31

Con mucha frecuencia, estas ocupaciones iban acompañadas de toma de rehenes y manifiestos públicos con reclamos. Sin duda, estas ocupaciones hacían aparecer al Gobierno en el ámbito internacional como incapaz de controlar la situación. Probablemente, además, esta fue la razón del apoyo generalizado al golpe de Estado del 15 de octubre de 1979. De hecho, las ocupaciones disminuyeron notablemente después de esa fecha, al tiempo que se mantenía o aumentaba la represión hacia los movimientos populares. La cita anterior se completa, pocos días después, con esta otra grabación de Romero en su Diario:

VIERNES, 18 de mayo de 1979. Por la tarde, visita del embajador especial de Francia, el cual se muestra muy desanimado porque sus gestiones para liberar la Embajada de la ocupación del Bloque Popular Revolucionario han sido infructuosas. El Bloque se empeña en exigir al Gobierno la liberación o la noticia de tres compañeros que fueron capturados y de los cuales el Gobierno asegura que no los tiene. La opinión pública, bajo secreto, comenta que ya no existen. En mi llamamiento he dicho al Bloque que ponga término a estas ocupaciones y que de los desaparecidos ya todo el mundo sospecha lo fatal y que es suficiente haber presionado al Gobierno. De otra manera, el Bloque también está contribuyendo grandemente a un malestar del país que no compensa el objetivo de sus peticiones. Al señor embajador le comuniqué estos mismos conceptos y le manifesté la buena voluntad de la Iglesia de hacer todo cuanto está a su alcance, pero que aquí lo único era acompañarlo a él en ese sentimiento de impotencia ante el capricho de los hombres. Me contó la triste situación en que se encuentran los rehenes de la Embajada de Francia, los cuales tienen hasta que dormir en el suelo. Los tenían retenidos en el mismo cuarto; algo logró mejorar la situación humana, pero siempre es de una emergencia muy dura y ya se prolonga por dos semanas esta situación. Todavía permanece también ocupada la Embajada de Venezuela, pero fue ocupada una semana después de la de Francia. La Catedral también, y esto se lo hice ver al embajador, está ocupada en igual fecha que la Embajada de Francia. La Catedral es un centro del Bloque. A mí no me molesta, pero es también un sentido de impotencia poderla rescatar y dedicarla al culto como se debe.32

Incluso algunas veces la toma de rehenes derivó en secuestros que terminaron en asesinatos: “MIÉRCOLES, 30 de mayo de 1979. Nuevamente ha sido un día muy intenso. Amanecimos con la noticia del asesinato del encargado de negocios, con rango de embajador de Suiza, en la plaza Alegre, paseo Escalón. Fue atacado cuando venía para la Embajada y muerto con una ráfaga de ametralladora.”33

Nos interesa, en este escrito, la búsqueda de parte de Monseñor Romero de espacios para dialogar, con el fin de poner fin a la situación. Dejamos de lado, por ello, la compleja trama de implicaciones que estas ocupaciones comportaban.

5. Los intentos de diálogo relacionados con los movimientos populares

Mencionábamos arriba la efervescencia popular en esa década de los años 70, que se tradujo en una intensa militancia en los diversos movimientos populares, urbanos o rurales. También con ellos Monseñor Romero tuvo numerosos encuentros, con frecuencia buscados por sus mismos dirigentes, que solicitaban su apoyo o para explicar sus acciones o para pedirle su mediación. En estas breves páginas presentamos los diálogos de Romero con los representantes de tres de esos movimientos populares: el Bloque Popular Revolucionario (BPR), las Ligas Populares 28 de Febrero (LP28) y el Frente de Acción Popular Unificada (FAPU).

En 1979, en un contexto de crisis y violencia, que culminó con un golpe de Estado militar reformista, los movimientos populares ocuparon con frecuencia inusitada tanto las iglesias como algunas embajadas. Lo anterior ocasionaba serios problemas para su utilización en el culto. Una de las tantas ocupaciones de iglesias se dio a mediados de 1979, y los mismos militantes de los movimientos populares buscaron a Romero para explicar sus acciones. En su Diario el arzobispo narró varias veces episodios como este:

SÁBADO, 12 de mayo de 1979. Dos jóvenes del Bloque Popular Revolucionario vinieron a pedirme una misa en la Catedral, en sufragio de cuatro nuevos matados por las fuerzas del Estado mientras se dedicaban a actividades de su organización. Analicé con los padres que estábamos en reunión esta petición; les dije que para mí era difícil comprender cómo no podía yo celebrar la misa oficial de las ocho en la Catedral, porque ésta está ocupada por el Bloque Popular Revolucionario. ¿Cómo podría celebrarse una misa sólo porque la pide el Bloque, aunque sea por los difuntos, en una Catedral ocupada por ellos? Y que, por tanto, aparecería nuestra misa como subordinada a la estrategia y a los ideales del Bloque. Por lo cual, les propuse que, como cristianos, teníamos que celebrar el sufragio por estos difuntos, pero que lo haríamos en la Basílica. Y el párroco de la Basílica, padre Cortés, se encargará de organizar esta liturgia. Ellos aceptaron y creo que se ha resuelto uno de esos problemas inesperados, que son difíciles de solucionar por las complicaciones que puede tener.34

Romero recibía siempre a estos representantes, buscando aclarar motivos y solicitando una pronta desocupación.

Con frecuencia, estos diálogos tuvieron interlocutores variados: Monseñor Romero o sus representantes, dirigentes de los movimientos populares, embajadores o representantes del Gobierno. Y, de forma continua, esos intentos fueron infructuosos, ya que no se alcanzaban los acuerdos deseados. En ese álgido año de 1979 se dio uno de estos intentos con variados interlocutores.

LUNES, 14 de mayo de 1979. Por la tarde, también supimos que habían ocupado la iglesia de Aguilares. Se llegó a la conclusión de que lo más urgente era un contacto con los dirigentes del Bloque y para esto se ofreció el enviado de Francia, quien a través de los ocupantes de su embajada, y teniendo ya conseguido el local de la Universidad Nacional, convocará a esa entrevista a los dirigentes del Bloque y a donde irá una representación de la Iglesia formada por el padre Fabián Amaya, el padre Brito y el encargado del Socorro Jurídico, doctor Infieri Roberto Cuéllar. Por la tarde, se reunieron estos tres representantes junto con el Vicario General y la Secretaría de la Información para llevar conceptos claros a la reunión, pero lamentablemente sólo ellos se presentaron con los representantes del Bloque, los cuales no quisieron pasar adelante mientras no estuvieran las representaciones de las Embajadas afectadas, principalmente del representante de Francia que los había invitado. Y así no se pudo regresar a pesar de todo el esfuerzo que se ha hecho; seguimos orando y esperando porque la solución tiende a agravarse. Se está anunciando para mañana una gran manifestación del Bloque Popular Revolucionario conmemorativa de los asesinatos del 8 de mayo por parte de la Policía Nacional. 35

Estos diálogos tuvieron también el objetivo de aclarar posturas ante la crisis nacional, tanto de parte de la iglesia como de parte de los movimientos populares, que miraban a Romero como un interlocutor posible; probablemente, como el único interlocutor posible: “MARTES, 26 de junio de 1979. Por la tarde estaba concertada una entrevista con miembros del FAPU. Y de nuestra parte, estuvo el padre Moreno, la niña Doris Osegueda, el bachiller Roberto Cuéllar y yo; y dialogamos especialmente para deshacer ciertos prejuicios que el FAPU tiene contra la Iglesia. Creo que ha sido útil si hay sinceridad en aceptar las explicaciones.”36

Y con frecuencia, estos diálogos servían para aclarar la posición de la Iglesia institucional ante la ocupación de las iglesias, por parte de los movimientos populares, o para aclarar cuestionamientos de ambas partes.

JUEVES, 7 de junio de 1979. Desde las cinco de la tarde, en el hospital de la Divina Providencia, con representantes del FAPU y, por nuestra parte, con Beto Cuéllar, el padre Moreno y la señorita Doris Osegueda, para dialogar sobre algunos puntos de divergencia entre la Iglesia y esta organización. Sobre todo, la toma de templos, las relaciones de su grupo con nuestras comunidades eclesiales de base, sus críticas a las líneas pastorales de la Iglesia. Y la conversación resultó interesante porque también se resolvió una atención de la Iglesia para ciertos movimientos políticos, aunque la Iglesia, no es especialista en política, pero sí puede asistir como invitado, respetando siempre la autonomía y la responsabilidad que los laicos y los partidos y organismos tienen en esta materia. Pero ella, como Iglesia, siempre tiene una palabra que decir para apoyar lo justo o para reprobar lo injusto.37

6. Los intentos de diálogo con seminaristas, sacerdotes, laicos y gente del pueblo

El arzobispo era un hombre callado y hasta tímido, cuentan muchas personas, que lo conocieron personalmente. Era considerado `un hombre religioso, más dado a la oración y a las componendas que a la confrontación’. Pero, al mismo tiempo, era un gran comunicador. Sus homilías de los domingos dan prueba de ello. Quizá por ello buscó, de manera constante, el diálogo con gente del pueblo.

Cuando sus ocupaciones le permitían, buscaba el diálogo con los seminaristas, con quienes se detenía, de forma prolongada. En mayo de ese conflictivo año 1979 escribía en su Diario: “Tuve una reunión con los seminaristas del Seminario Mayor Arquidiocesano a la que asistió, también, el rector del Seminario, padre Gregorio Rosa y resultó sumamente cordial, franca. Tuve ocasión de aprovechar el diálogo, sus preguntas para expresar mis temores de una politización y llamarlos también a un trabajo de colaboración en la unidad de la Iglesia”.38

Romero recibía con frecuencia a sindicalistas, estudiantes,39 obreros, madres de hijos desaparecidos, representantes de partidos políticos, militares, empresarios, militantes de movimientos populares... Lo buscaban para pedir consejo o intervención en asuntos oficiales, para que haga de mediador y para que dé refugio a perseguidos injustamente, para plantearle cuestionamientos o para aclarar posturas o ideas.

Dijimos arriba que el arzobispo consultaba con sus asesores acerca de la homilía de la misa de los domingos. Esta consulta sucedía, por lo general, los sábados, y las reuniones se hicieron periódicas. En el Diario de Romero hay numerosas alusiones a esas consultas, como esta que citamos aquí:

SÁBADO, 9 de junio de 1979. Como todos los sábados, tuvimos un desayuno de consulta para preparar las notas de la homilía. Y resulta una reunión muy interesante porque se evalúa el caminar de la Secretaría de Información Social. Criticamos la nueva forma de Orientación, pidiendo que se suspendieran algunas notas muy piadosas y que se diera lugar a informaciones o a criterios que sean más útiles en el momento en que nuestro periódico es la única voz, ya que la radio está sin poder salir al aire. Se acordó que la señorita Doris Osegueda, que dirige Orientación, se asesore de elementos que sean un poco agresivos, aunque se haya que frenar, pero siempre es bueno tener quienes impulsen también en este sentido.40

Si bien Romero demostró encontrarse a gusto con la gente del campo o con personas de los poblados y cantones, supo también aceptar diálogos con universitarios, tanto estudiantes como profesores. En esos años existían solo dos universidades en El Salvador: la estatal Universidad de El Salvador y la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas. Profesores y estudiantes de estas universidades tuvieron, también, al arzobispo, como referente.

VIERNES, 18 de mayo de 1979. Por la noche, nos reunimos con el doctor Lara Velado, González, director del periódico La Crónica y un grupo de universitarios, estudiantes de Derecho, para planear una mesa redonda, que este grupo de estudiantes de Derecho ha promovido para el próximo ٢٢ de mayo en la Universidad Nacional, sobre Derechos Humanos. A mí me toca desarrollar el tema de los derechos, bajo la perspectiva de la moral y de la teología. 41

Incluso en temas delicados, como fueron los temas relacionados con la actuación pública de la Iglesia como institución, Romero consultaba con el grupo de sus asesores. En el difícil, violento y cambiante año de 1979, el diálogo propuesto por los movimientos populares -el Foro Popular-, y el propuesto por el gobierno -el Foro Nacional-, adquirieron particular importancia. De hecho, ese año culminó con el golpe de Estado de octubre, por parte de militares reformistas, y la proclama militar donde se presenta el golpe de Estado a la población presentaba un programa de reformas muy similar a las propuestas del Foro Popular. También en esto el arzobispo consultó con su equipo, y contó en su Diario acerca de estas consultas.

MIÉRCOLES, 23 de mayo de 1979. Tuve desayuno de consulta con los sacerdotes y laicos de costumbre. Los temas principales fueron evaluar el diálogo que ha estado sosteniendo la ANEP, Democracia Cristiana y al cual fue invitada la Iglesia. Últimamente asistió también representación del Gobierno. Se pregunta si conviene seguir, si se saca algún provecho. Concluimos que siempre era conveniente participar y aprovechar para iluminar desde la Iglesia los caminos de nuestra situación; otra consulta fue sobre el Foro Nacional convocado por el señor Presidente. El parecer general fue que hay que esperar mayor credibilidad para no dejarse manejar por intereses políticos. Y un tercer punto, sobre la relación entre la Iglesia y el Bloque Popular Revolucionario que en el actual conflicto con el Gobierno ha mostrado poca atención al tomarse iglesias y expresarse contra el Arzobispo.42

Uno de los temas probablemente más álgidos en esos tiempos de violencias y de radicalización de las posturas fue el del papel de la Iglesia en la sociedad y el Estado. Y en esto, la jerarquía estaba seriamente dividida. Siendo Romero una personalidad a quien todos atendían, sus palabras, sus discursos y sus declaraciones eran tenidas en cuenta. Por esos tiempos, la derecha política, representada, en especial, por la oligarquía y los militares tradicionales, había adoptado una postura crítica para con Monseñor Romero. Y también aquí, el arzobispo consultaba frecuentemente la postura a presentar ante los acontecimientos que tenían que ver con la cosa pública, desde las palabras ante los medios de comunicación, hasta sus homilías de los domingos. Numerosas veces aparecen en el Diario de Romero sus consultas con este propósito: “SÁBADO, 2 de junio de 1979. Tuvimos un desayuno de asesoramiento para la homilía. Discutimos bastante el tema de la fe y la política”.43 De hecho, su cuarta Carta Pastoral de agosto de 1979 tiene mucho que ver con este tema, y su discurso de aceptación44 del Doctorado Honoris Causa que le otorgara la Universidad de Lovaina, en febrero de 1980, trata a profundidad este tema.

En tiempos de conflictos laborales y huelgas, los diálogos de Romero incluyeron a dirigentes de empresas interesados en saber el pensamiento de la Iglesia católica frente a la cuestión social. A veces, estos dirigentes de empresas eran miembros de la oligarquía salvadoreña. Romero cuenta en su Diario algunas de estas reuniones, como esta que tuvo lugar a mediados de 1979: “JUEVES, 5 de julio de 1979. Por la tarde, una interesante reunión íntima, pero de mucha trascendencia. Dirigentes de la fábrica La Constancia, que ya han venido varias veces al Arzobispado en búsqueda de luces de la Iglesia para el problema patrono-laboral de esta gran empresa acudieron a una cita que yo les hice para presentarles más a fondo la doctrina social de la Iglesia.”45

Decíamos antes que Romero prefería estar con personas de los caseríos o cantones, de origen humilde, o con madres o padres de hijos desaparecidos o asesinados por la represión de las fuerzas de seguridad del Estado o por fuerzas de seguridad que actuaban al margen de la ley. El Informe de la Comisión de la Verdad los llama `escuadrones de la muerte`.46 Romero se refirió varias veces a estos encuentros en su Diario.

Al regresar a mi residencia me encontré con dos casos tristes de la represión. Cómo un padre, una madre y unos hermanos desde La Unión vienen a ponerme su lamentación de que han perdido un joven de la familia; el cual fue capturado por Pasaquina y del cual no se sabe nada; a pesar de que ya pasan varios días. El otro caso es el de un señor, propietario de una imprenta en San Salvador, al cual lo capturaron también sin saberse nada de su paradero. Por último, el párroco de El Calvario, Padre Federico Sanggiano, me habló para comunicarme que la iglesia está ocupada por el FAPU precisamente para la captura de este último señor.47

SÁBADO, 7 de julio de 1979. En mi residencia me esperaban una madre afligida, junto con la esposa de su hijo, estudiante de quinto año de Medicina que ha desaparecido. Me hizo todas sus confidencias y comprendí lo inmenso de su dolor y le prometí hacer lo que estuviera a mi alcance; más que todo, animándola a no perder su confianza y a confiar mucho en su oración. Mañana en la misa mencionaré este caso como una nueva injusticia que se comete.48

Muchas veces, esos encuentros eran improvisados. Se daban, a veces, en las visitas del arzobispo a caseríos, cantones o ermitas. De hecho, el arzobispo visitaba casi a diario distintos lugares de su diócesis, a los que lo invitaban por cumplirse algún aniversario, o por ser el día del patrono del lugar. Con frecuencia, como vimos, los retenes de las fuerzas de seguridad trataban de impedir el paso de Romero, generalmente sin lograrlo, por la gran presencia de personas en el lugar. Pero, con frecuencia, lograban impedir el paso de quienes esperaban al arzobispo. Todo ello era plasmado por Romero en su Diario.

SÁBADO, 21 de julio de 1979. Me dirigí, después, del almuerzo, a San Antonio Los Ranchos y, efectivamente, en la ermita de la Cruz estaba casi un centenar de personas que no habían podido entrar por el retén, pero que allí partimos, rezamos, cantamos, dialogamos, un interesante diálogo de preguntas, de respuestas, de iniciativas, de sugerencias, en fin, un ambiente de familia, de alegría, de fe, de esperanza. Les dejé como recuerdo una estampita del papa Juan Pablo II, diciéndoles que eran para ellos, las había reservado y no las había dado en San Miguel. Me comprometí con un día más específico para San Antonio Los Ranchos, que será en el mes de agosto. 49

7. Los intentos de diálogo relacionados con los demás obispos

Sin duda, el diálogo más difícil para el arzobispo, fue el diálogo que afrontó con los demás obispos: “La reunión de los obispos en la Nunciatura confirmó la división que existe entre nosotros”.50 Las diferencias de criterio, los distintos estilos de pastoral, los celos y resquemores, la diversidad de opciones e, incluso, las diversas formas de recibir los documentos de la Iglesia latinoamericana.

Yo expresé las razones que muchas veces he expuesto, de que hay algo personal en algunos de ellos y que para mí se me hace muy difícil esta tarea; sin embargo, haré todo lo que esté a mi alcance. De manera especial expresé mis dificultades con el obispo auxiliar, monseñor Revelo, y con monseñor Aparicio, que evidentemente muestran actitudes personales contra mí. Sin embargo, yo tengo la mejor voluntad y con la gracia de Dios haré lo que pueda por esta unificación, que yo soy el primero en sentir cuánto mal hace en nuestro ambiente. 51

A mediados de 1979 fue asesinado en el templo de la parroquia de San Esteban Catarina el sacerdote Alirio Napoleón Macías, de la diócesis de San Vicente, cuyo obispo era Monseñor Pedro Arnoldo Aparicio. Los obispos reaccionaron de distinta manera a este asesinato. Romero narró en su Diario estas reacciones:

cuando se trató de ver las causas (del asesinato), se dejó llevar la junta por los prejuicios de una infiltración marxista dentro de la Iglesia y no fue posible sacar de allí todos los prejuicios, a pesar de que traté de explicar que, la situación de persecución de muchos sacerdotes, es por querer ser fieles al espíritu del Vaticano Segundo, traducido a América Latina por Medellín y por Puebla.52

Incluso la manera de entender la relación con los sacerdotes fue tema de discusiones y distanciamientos. Las referencias de Romero en su Diario dejan entrever un dejo de autoritarismo por parte del grupo de obispos que se oponían al arzobispo. Cuando un grupo de sacerdotes presentó un reclamo ante el Nuncio, aduciendo una serie de comportamientos poco evangélicos de parte de este, los obispos reaccionaron negándose al diálogo.

VIERNES, 17 de agosto de 1979. Para este día estaba convocada la reunión de obispos; yo asistí a la hora, pero monseñor Aparicio había convencido a los otros obispos de que se suspendiera esta reunión por temor de que los sacerdotes que estaban reuniéndose también fueran como a forzar un diálogo con los obispos. Aunque monseñor Rivera y yo nos opusimos a suspender la junta y a seguirla normalmente, prevaleció la opinión de retirarse, aunque los sacerdotes no tenían nada de esta intención. 53

Todo ello llevó a enfrentamientos, con alguna frecuencia, sumamente evidentes, como este que Romero narró en su Diario: “Se conoció también de un documento que monseñor Álvarez leyó en la reunión del clero, en su diócesis de San Miguel, y que denuncia la actitud del Arzobispo y de la Arquidiócesis”.54

El arzobispo quiso afrontar estas divisiones con numerosas iniciativas de diálogo. La mayor parte de esos intentos, sin lograr acercamientos. En estas discusiones e intentos de diálogo intervino a veces el Nuncio Apostólico, y sus repercusiones llegaron hasta las más altas jerarquías de la institución eclesial católica: “Ha regresado el señor Nuncio de Roma y ha querido conversar conmigo. Yo fui a la Nunciatura por estar más tranquilo allá y me expresó que el Santo Padre y la Sagrada Congregación para los Obispos están preocupados de la división del episcopado salvadoreño y que esperan mucho de mi colaboración para esta unidad.”55

Desde el Vaticano, y ante el pedido de varios obispos, se nombró un visitador, Monseñor Antonio Quarracino, en ese entonces obispo de Avellaneda, Argentina, el que recomendó una intervención en la arquidiócesis. Romero contestó con una carta dirigida a las autoridades del Vaticano: “He estado puliendo la carta para la Sagrada Congregación para los Obispos, que próximamente llevará mi opinión acerca de la sugerencia de un administrador apostólico, sede plena, y de los posibles caminos de solución de nuestro conflicto eclesial.”56. Finalmente, la propuesta de intervención no prosperó, pero el tema estuvo en la mesa por varios meses, en los cuales hubo reuniones de la Conferencia Episcopal de El Salvador. Romeo plasmó esta situación en su Diario.

LUNES, 28 de mayo de 1979. Hoy he acabado de perfeccionar la carta que enviaré al cardenal Baggio, con copia para el secretario de Estado, acerca de la sugerencia de monseñor Quarracino de nombrar un administrador apostólico, sede plena. He expresado que tal solución no sólo me parece ineficaz, sino muy dañina para la Arquidiócesis, porque acabaría de romper la unidad y expresaría una situación doble de nuestra comunidad arquidiocesana; que no se trata únicamente de resolver problemas personales sino de que sea expresión de todo el pueblo de Dios, la voz del obispo, lo cual se neutralizaría enormemente poniéndole un administrador apostólico, cualquiera comprendía que es una desconfianza acerca del propio obispo. He sugerido, como la solución más de fondo, la nominación de nuevos obispos, con criterios del Concilio Vaticano II, para inyectar nuevos criterios pastorales en la Conferencia Episcopal, evitando así una desunión que no tiene razón de ser, ya que va en contra de esos principios del Concilio.57

En el mes de julio de 1979 hubo, incluso, una reunión de la Conferencia Episcopal de El Salvador para elegir nuevas autoridades, y también allí, nuevamente, se notó la división.

MARTES, 17 de julio de 1979. Todo el día en reunión de CEDES, Conferencia Episcopal de El Salvador. Tocaba como agenda la elección de nuevos cargos, a partir del presidente y tratar el asunto del Seminario. Yo había escrito antes una carta refiriéndome a nuestra desunión y suplicando que se pospusiera la elección y que, en cambio, nos dedicáramos a reflexionar sobre esta situación que urge componer, la unidad episcopal. Hemos hablado con toda franqueza de las muchas deficiencias de nuestra jerarquía. Hemos reconocido culpas, pero me preocupa la radicalidad de algunos hermanos obispos contra mi actuación pastoral.58

Los temas de discusión entre los obispos fueron numerosos y constantes, pero, en general, partían de distintas formas de ver la realidad, y se manifestó, principalmente, en las reuniones de obispos. La postura ante la propuesta de diálogo por parte del presidente Carlos Humberto Romero fue uno de estos temas de discusión.

8. Conclusión

Los años de Monseñor Oscar Arnulfo Romero en San Salvador, entre febrero de 1977 y marzo de 1980, fueron años de violencia exacerbada. Los distintos `actores principales` de esos tiempos radicalizaron sus posturas en medio de una crisis institucional generalizada. A la militancia creciente de los movimientos populares, las fuerzas de seguridad del Estado respondieron con una represión creciente y feroz.

En ese contexto, la figura de Monseñor Romero surgió como la única que podía abrir espacios de diálogo. Lo buscaron militares y dirigentes de movimientos populares, políticos y rectores de universidades, madres de hijos desaparecidos y estudiantes, obreros y sindicalistas…

El arzobispo de San Salvador se transformó así en un `hombre de diálogos`, y volcó en su Diario estos esfuerzos, no siempre exitosos.

Su asesinato significó el fracaso de todos estos intentos, y la radicalización de las posturas dejó frente a frente solo dos `actores principales`: la guerrilla, el movimiento popular que eligió el camino de las armas para lograr una sociedad sin injusticias, y las fuerzas armadas, que se refugiaron en una represión creciente para defender un sistema que conocían injusto, peor en el cual estaban cómodos.

Fracasados los protagonismos y perdida la última oportunidad que brindó el golpe de Estado de octubre de 1979, por parte de militares reformistas, el país se encaminó rápidamente hacia una guerra civil que duró 12 años, que produjo 70 000 muertos y numerosos desaparecidos, provocó la destrucción de buena parte de la infraestructura productiva del país y la división de este.

Bibliografía

Comisión de la Verdad. Ver_-Informe- (1992-1993). De la locura a la esperanza (La guerra de 12 años en El Salvador). 1993. NN.UU. sin datos editoriales.

Grenni, Héctor. 2015. El Salvador en tiempos de Monseñor Romero: contradicciones de un período de violencia. Tesis de Doctorado, Universidad Pablo de Olavide, Sevilla, España.

Romero, Monseñor Óscar A. 2019. Cartas Pastorales. San Salvador: Ediciones del Arzobispado de San Salvador.

_____________. 2019. La dimensión política de la de fe desde la opción preferencial por los pobres. Discurso con motivo del Doctorado Honoris Causa conferido por la Universidad de Lovaina, el día 2 de febrero de 1980. San Salvador: Ediciones del arzobispado de San Salvador.

______________. 2005 a 2009. Homilías, tomos I a VI. San Salvador: UCA Editores.

_______________. 1990. Su Diario, edición preparada por el Arzobispado de San Salvador.

Vigil, María López. 2001. Monseñor Romero, piezas para un retrato. San Salvador: UCA Editores, 5ª ed.


1 Doctor en Historia de América Latina-Mundos indígenas por la Universidad Pablo de Olavide, Sevilla, España. Profesor investigador de la Universidad Don Bosco, San Salvador.
Correo electrónico: hector.grenni@udb.edu.sv ORCID 0000–0003–2564–0229 

2 Nombre literario con el que se conoce a El Salvador por ser el país más pequeño de América continental. Probablemente, el primer literato que utilizó este nombre haya sido Julio Enrique Ávila, desde 1938 en adelante, con sus escritos “El Salvador, Pulgarcito de América”.

3 Frase referida por las comunidades eclesiales de base de la zona de Aguilares, donde llevó a cabo su trabajo pastoral el sacerdote Rutilio Grande, asesinado en 1977.

4 Jon Sobrino, sacerdote jesuita, nacido en Barcelona de origen vasco, radicado en San Salvador desde 1957, profesor de Teología en la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas de San Salvador, muy cercano a Monseñor Romero entre 1977 y 1980.

5 María López Vigil, Monseñor Romero, piezas para un retrato (San Salvador: UCA Editores, 2001, 5ª ed.), 161. El comentario de Sobrino alude al episodio del pueblo y la iglesia de Aguilares, ocupados por la Guardia Nacional a mediados de 1977 y devueltos luego de un mes. La devolución se hizo en un ambiente de suma tensión.

6 Héctor Grenni, “El Salvador en tiempos de Monseñor Romero: contradicciones de un período de violencia” (tesis de doctorado, Universidad Pablo de Olavide, Sevilla, España, 2015).

7 Monseñor Óscar Arnulfo Romero, Su Diario, edición preparada por el Arzobispado de San Salvador, 23.05.1979, 199.

8 Monseñor Oscar Arnulfo Romero, Su Diario, edición preparada por el Arzobispado de San Salvador, desde el 31 de marzo de 1978 hasta el 20 de marzo de 1980 (San Salvador, 1989).

9 La versión más completa del Diario de Romero, fuera de la versión del Arzobispado de San Salvador, es la de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, en http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/monsenor-oscar-a-romero-su-diario--0/html/ff33581e-82b1-11df-acc7-002185ce6064_2.html. Con todo, esta versión tiene discontinuidades y está presentada en forma desordenada.

10 Monseñor Óscar Arnulfo Romero, Homilías, tomos I a VI (San Salvador: UCA Editores, 2005 a 2009).

11 Monseñor Romero escribió cinco Cartas Pastorales: la primera en 1975, siendo obispo de Santiago de María; las otras cuatro, entre 1977 y 1980, siendo arzobispo de San Salvador. Existe una edición de las cinco Cartas Pastorales: Monseñor Óscar A. Romero, Cartas Pastorales, Edición del Arzobispado de San Salvador, 2019. Se trata de una edición oficial, e incluye, además de las cinco Cartas Pastorales, los discursos de aceptación de Doctorado Honoris Causa conferidos a Romero por la Universidad de Georgetown en 1978, y por la Universidad de Lovaina en 1980. La edición, en forma de cuadernillos separados, es sumamente práctica.

12 Monseñor Óscar Arnulfo Romero, Misión de la Iglesia en medio de la crisis del país, cuarta Carta Pastoral, agosto de 1979 (San Salvador: Edición del Arzobispado de San Salvador, julio de 2019).

13 Monseñor Óscar Arnulfo Romero, Su Diario, edición preparada por el Arzobispado de San Salvador, 12.05.1979, 187.

14 Monseñor Óscar Arnulfo Romero, Su Diario, edición preparada por el Arzobispado de San Salvador, 13.05.1979, 188.

15 Monseñor Óscar Arnulfo Romero, Su Diario, edición preparada por el Arzobispado de San Salvador, 15.05.1979, 191.

16 En la década de los años 70, en El Salvador, existían tres cuerpos policiales, todos ellos militarizados: la Policía Nacional, la Policía de Hacienda y la Guardia Nacional. A ellas habría que añadir la Organización Democrática Nacionalista (ORDEN), un cuerpo de milicias que, con frecuencia, actuaba como cuerpo para policial. Todos ellos actuaban en forma coordinada, y llevaban adelante la represión contra los opositores al gobierno o los miembros de los movimientos populares. A estos cuerpos policiales habría que agregar el ejército.

17 Operación militar de represión llevada a cabo por el batallón Atlacátl en diciembre de 1981, en la que resultaron asesinados unos 1000 habitantes del cantón El Mozote y algunos caseríos cercanos con el objetivo de `quitarle el agua al pez`, que se entendía como exterminar a la población que apoyaba a las fuerzas insurgentes.

18 La masacre del río Sumpul, que señala el límite entre El Salvador y Honduras, en la que murieron entre 300 y 600 personas, es el resultado de una operación militar, por parte del ejército salvadoreño, en mayo de 1980. Los desplazados que huían de la operación intentaron cruzar el río, pero los disparos que provenían de una y otra orilla provocaron la masacre.

19 Monseñor Óscar Arnulfo Romero, Su Diario, edición preparada por el Arzobispado de San Salvador, 21.06.1979, 248-249.

20 Monseñor Óscar Arnulfo Romero, Su Diario, edición preparada por el Arzobispado de San Salvador, martes 12 de mayo de 1979, 258.

21 Monseñor Óscar Arnulfo Romero, Su Diario, edición preparada por el Arzobispado de San Salvador, 18.05.1979, 194.

22 Monseñor Óscar Arnulfo Romero, Su Diario, edición preparada por el Arzobispado de San Salvador, 21.05.1979, 201.

23 Monseñor Óscar Arnulfo Romero, Su Diario, edición preparada por el Arzobispado de San Salvador, 16.05.1979, 191.

24 Monseñor Óscar Arnulfo Romero, Su Diario, edición preparada por el Arzobispado de San Salvador, 16.05.1979, 191-192. Esta reunión tuvo lugar el mismo día que se dio el diálogo con la ANEP y el Partido Demócrata Cristiano.

25 Monseñor Óscar Arnulfo Romero, Su Diario, edición preparada por el Arzobispado de San Salvador, 08.06.1979, 215.

26 Monseñor Óscar Arnulfo Romero, Misión de la Iglesia en medio a la crisis que vive el país, cuarta Carta Pastoral, 6 de agosto de 1979 (San Salvador: ediciones del Arzobispado, julio de 2019).

27 Monseñor Óscar Arnulfo Romero, Misión de la Iglesia en medio a la crisis que vive el país, cuarta Carta Pastoral, 6 de agosto de 1979, 7.

28 Monseñor Óscar Arnulfo Romero, Su Diario, edición preparada por el Arzobispado de San Salvador, 25.05.1979, 201.

29 Monseñor Óscar Arnulfo Romero, Su Diario, edición preparada por el Arzobispado de San Salvador, 14.05.1979, 189-190.

30 Monseñor Óscar Arnulfo Romero, Su Diario, edición preparada por el Arzobispado de San Salvador, 30.05.1979, 206.

31 Monseñor Óscar Arnulfo Romero, Su Diario, edición preparada por el Arzobispado de San Salvador, 31.05.1979, 207.

32 Monseñor Óscar Arnulfo Romero, Su Diario, edición preparada por el Arzobispado de San Salvador, 18.05.1979, 193.

33 Monseñor Óscar Arnulfo Romero, Su Diario, edición preparada por el Arzobispado de San Salvador, 30.05.1979, 205.

34 Monseñor Óscar Arnulfo Romero, Su Diario, edición preparada por el Arzobispado de San Salvador, 12.05.1979, 188.

35 Monseñor Óscar Arnulfo Romero, Su Diario, edición preparada por el Arzobispado de San Salvador, 14.05.1979, 190.

36 Monseñor Óscar Arnulfo Romero, Su Diario, edición preparada por el Arzobispado de San Salvador, 26.06.1979, 232.

37 Monseñor Óscar Arnulfo Romero, Su Diario, edición preparada por el Arzobispado de San Salvador, 14.05.1979, 215.

38 Monseñor Óscar Arnulfo Romero, Su Diario, edición preparada por el Arzobispado de San Salvador, 18.05.1979, 193.

39 Monseñor Óscar Arnulfo Romero, Su Diario, edición preparada por el Arzobispado de San Salvador, 01.06.1979, 208.

40 Monseñor Óscar Arnulfo Romero, Su Diario, edición preparada por el Arzobispado de San Salvador, 09.06.1979, 216.

41 Monseñor Óscar Arnulfo Romero, Su Diario, edición preparada por el Arzobispado de San Salvador, 18.05.1979, 194.

42 Monseñor Óscar Arnulfo Romero, Su Diario, edición preparada por el Arzobispado de San Salvador, 23.05.1979, 197-198.

43 Monseñor Óscar Arnulfo Romero, Su Diario, edición preparada por el Arzobispado de San Salvador, 02.06.1979, 209.

44 Monseñor Óscar Arnulfo Romero. La dimensión política de la de fe desde la opción preferencial por los pobres. Discurso con motivo del Doctorado Honoris Causa conferido por la Universidad de Lovaina, el día 2 de febrero de 1980. San Salvador: Ediciones del arzobispado de San Salvador, 2019).

45 Monseñor Óscar Arnulfo Romero, Su Diario, edición preparada por el Arzobispado de San Salvador, 05.07.1979, 197-198.

46 Comisión de la Verdad, Informe (1992-1993). De la locura a la esperanza (La guerra de 12 años en El Salvador), NN.UU. sin datos editoriales, 1993.

47 Monseñor Óscar Arnulfo Romero, Su Diario, edición preparada por el Arzobispado de San Salvador, 21.07.1979, 249.

48 Monseñor Óscar Arnulfo Romero, Su Diario, edición preparada por el Arzobispado de San Salvador, 07.07.1979, 239.

49 Monseñor Óscar Arnulfo Romero, Su Diario, edición preparada por el Arzobispado de San Salvador, 21.07.1979, 249.

50 Monseñor Óscar Arnulfo Romero, Su Diario, edición preparada por el Arzobispado de San Salvador, 11.08.1979, 262

51 Monseñor Óscar Arnulfo Romero, Su Diario, edición preparada por el Arzobispado de San Salvador, 02.07.1979, 236.

52 Monseñor Óscar Arnulfo Romero, Su Diario, edición preparada por el Arzobispado de San Salvador, 11.08.1979, 262

53 Monseñor Óscar Arnulfo Romero, Su Diario, edición preparada por el Arzobispado de San Salvador, 17.08.1979, 264.

54 Monseñor Óscar Arnulfo Romero, Su Diario, edición preparada por el Arzobispado de San Salvador, 25.05.1979, 201.

55 Monseñor Óscar Arnulfo Romero, Su Diario, edición preparada por el Arzobispado de San Salvador, 02.07.1979, 235-236.

56 Monseñor Óscar Arnulfo Romero, Su Diario, edición preparada por el Arzobispado de San Salvador, 29.05.1979, 205

57 Monseñor Óscar Arnulfo Romero, Su Diario, edición preparada por el Arzobispado de San Salvador, 28.05.1979, 203-204.

58 Monseñor Óscar Arnulfo Romero, Su Diario, edición preparada por el Arzobispado de San Salvador, 17.07.1979, 245.

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