letras
Revista de Teología
Revista de Estudios Sociorreligiosos

Volumen 16, Número 2, 2023
ISSN 2215-227X • EISSN: 2215-2482
Doi: https://doi.org/10.15359/siwo.16-2.1
URL: https://www.revistas.una.ac.cr/index.php/siwo
Licencia (CC BY-NC 4.0)


Esperanzar y convivir: aportes desde la interculturalidad1

Hope and live together: contributions from interculturality

Esperançar e conviver: contribuições a partir da interculturalidade

Raúl Fornet-Betancourt

Universidad de Bremen

Bremen, Alemania

raul.fornet-betancourt@t-online.de

https://orcid.org/0009-0001-0819-8002

Agradezco a la Escuela Ecuménica por la invitación a participar en este conversatorio. Para mí es una alegría volver a ver a tantos amigos y amigas. Creo que la amistad es la base de la esperanza. Sin amistad no hay posibilidad de esperar algo. Por eso pienso, que el cultivo de la amistad es algo de primera importancia en el mundo actual.

Como se trata de un conversatorio, seré breve y haré algunas consideraciones, para poder después con-versar, que quiere decir también, pensar. Y pensar, en el mejor sentido de la palabra. Un pensar que conversa es un pensar que se va convirtiendo y que va creando espacios de con-vergencia y de amistad.

Acepté con muchísimo gusto el tema propuesto: Esperanzar y convivir: aportes desde la interculturalidad, porque coincide con el tema del último Congreso Internacional de Filosofía Intercultural, que celebramos en Aachen, en el año 2022. Las actas de este congreso fueron publicadas con el título Esperanza razonable-razón esperanzada: fuentes de esperanza en tiempos difíciles.

Lo de esperanza razonada y razón esperanzada tiene que ver con el contexto en el que se realizó ese congreso, en Alemania, donde se había retomado, poco antes del congreso, una discusión que viene de Kant. Como se sabe, para Kant, la filosofía no es competente para referirse a la esperanza. Kant fue tajante en eso, y esa línea kantiana sigue vigente en nuestros días, por ejemplo, en autores como Habermas. Ustedes recordarán las famosas preguntas de Kant: ¿Qué puedo saber? ¿Qué debo hacer? ¿Qué cabe esperar? A la primera pregunta, Kant responde “la filosofía”; a la segunda, “la ética”; y a la tercera “la religión”. De esa manera, se establece que existe una división del trabajo muy estricta entre filosofía y religión, entre filosofía y teología. Y eso, quiere decir, que la razón filosófica no tiene recursos para decir algo acerca de la esperanza.

Esta línea kantiana se ve hoy, por ejemplo, en Habermas, el autor que relanzó, por decirlo así, la discusión aludida antes, con su último y famoso libro, Auch eine Geschichte der Philosophie 2019 (También una historia de la filosofía). Él sigue la misma dirección de Kant: la razón no es apta para consolar o dar esperanza. Le corresponde argumentar racionalmente. Lo demás, habrá que consultarlo al brujo, al pastor… No a la filosofía. Por eso, en ese Congreso Internacional de Filosofía Intercultural quisimos corregir la falsa división del trabajo que les indiqué. En esa ocasión me referí a una esperanza compartida, que se aprende, que abre, a la anchura del mundo y que robustece la comunidad, en el sentido de la tradición bíblica, semítica; y a una razón esperanzada, una razón filosófica que cruza el horizonte de la esperanza.

Para que esto sea así, tenemos que comenzar por corregir el trasfondo que explica cómo y por qué se plantearon las preguntas kantianas, en un sentido estrictamente individual: ¿Qué puedo yo saber? ¿Qué debo yo hacer? ¿Qué me cabe esperar? Creo que ahí está el núcleo del problema. Con esa forma de plantear las preguntas se quiere indicar que todo ha sido fragmentado e individualizado: las preguntas son de un yo. ¿Qué puedo yo saber, hacer, esperar…?

Pero la pregunta por la esperanza exige aprender a decir nosotros. Si no se aprende a decir nosotros no podremos abrirnos a la esperanza. Y a mí me parece que ahí está el acierto del título elegido para este conversatorio: esperanzar y convivir, ya que la convivencia humana es una escuela para aprender a decir nosotros.

Pero vemos que la humanidad está siendo maltratada por muchas crisis: no solo la guerra, sino también el racismo y otras calamidades, como lo que ocurre hoy en el Mediterráneo (al que el papa Francisco llamó el mayor cementerio del mundo). Todo eso muestra que estamos inmersos en un sistema que produce muerte. Muestra que convivimos mal, y por eso no hay esperanza.

Ante eso, la cuestión fundamental está en desarrollar pedagogías de convivencia, que permitan esperanzar nuestra convivencia. Se trata de esperanzar nuestras formas de convivencia cotidiana y practicar la esperanza. Hay muchas filosofías y teologías de la esperanza (por ejemplo, Jürgen Moltmann, Ernst Bloch). Pero, a mi modo de ver, no se trata solo de aprender la esperanza, sino de convivir la esperanza, de compartirla.

Ya he señalado la necesidad de cultivar lazos de amistad. Hay lugares de convivencia que se vuelven perversos, incluso la universidad, cuando hay más rivalidad y competencia que amistad. En muchas universidades la amistad se ha ausentado, pues deben funcionar como empresas. Esa ausencia de amistad es lo que lleva a que el espacio de convivencia humana sea un espacio desértico, donde no hay, muchas veces, ni sentido, ni convivencia, que permitan decir “estamos aquí porque esperamos”.

La esperanza, en ese ámbito de la convivencia, implica también una práctica de fidelidad: quien espera es fiel, sobre todo con quien espera. Esa fidelidad con lo que esperamos es fundamental para que la esperanza gane una dimensión verdaderamente política: la dimensión de la organización de la esperanza. Yo creo que no es suficiente aprender a decir nosotros, sino organizar el nosotros, organizar la comunidad como una comunidad que espera, y que sabe que en esa espera hay más de lo que promete el sistema. Eso es clave en la esperanza política: no confundir la esperanza con las expectativas que nos trae el sistema: expectativas de éxito como profesionales, por ejemplo. La esperanza está más allá de todo eso.

Hay un poeta latinoamericano que caló más hondo que algunos filósofos, cuando planteó el significado y el horizonte último del esperar en comunidad, es César Vallejo. En una poesía suya, afirma que lo importante es que nos preguntemos unos a otros por qué esperamos aquello a lo que no tenemos derecho. Estamos aquí, frente a la dimensión de lo gratuito. ¿Qué lugar ocupa la gratuidad en la búsqueda de una comunidad organizada que pretende abrirse para romper las expectativas? Porque a las expectativas (del sistema) sí tenemos derecho, pero parece que no tenemos derecho a la esperanza.

Por la presión sistémica en la que vivimos, cada vez más intensa, creo que hay pedagogías para achicar la esperanza, para recortar las alas a la esperanza: “no esperes tanto”, “no seas utópico”. Yo creo en la esperanza como esa escuela de convivencia donde se aprende a decir “nosotros”, y, aprendiendo a decir “nosotros” aprendemos el arraigo y el vuelo. Desde la esperanza organizada no tenemos miedo a alzar el vuelo.

Por último, hay que tener en cuenta que en el espacio concreto de la convivencia (ese espacio donde esperamos y también desesperamos) tendríamos que discernir cuándo debemos tener esperanzas concretas que realizamos como un proyecto de acción, en un determinado plazo. Pero, para que esa esperanza se mantenga, y no nos derrumbemos con los fracasos, hay que profundizar otro aspecto, que tiene que ver con despertar y fomentar en el alma humana la esperanza humana, como hábito. Es indispensable estar en estado de esperanza.

En el idioma alemán cuando una mujer está embarazada se dice una expresión que puede traducirse así: está en buen estado de esperanza. Creo que, desde la Escuela Ecuménica de Ciencias de la Religión, podrían desarrollarse pedagogías que nos ayuden a comprender que la esperanza no es simplemente una práctica, sino, sobre todo, un estado de ánimo que nos ayuda a soportar y a no desesperanzar cuando las esperanzas concretas no se realizan.

Biografía de la persona autora

Raúl Fornet-Betancourt es doctor en Filosofía por las Universidades de Aachen y Salamanca. Obtuvo su doctorado de habilitación en la Universidad de Bremen, donde desempeñó su labor docente. Es director del Departamento de América Latina del Instituto de Misionología en Aachen, donde es catedrático honorario. Director de Concordia. Revista Internacional de Filosofía y coordinador del Programa de Diálogo Filosófico Norte-Sur, como también de los Congresos Internacionales de Filosofía Intercultural. Es profesor invitado permanente de varias universidades de América Latina y miembro de la Societé Européenne de Culture.


1 Ponencia realizada en el marco del 50 aniversario de la Universidad Nacional y de la Escuela Ecuménica de Ciencias de la Religión, el 19 de septiembre del 2023.

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