Relatos de sobrevivencia. Religión, Teología y Literatura en América Latina

DOI: http://dx.doi.org/10.15359/siwo.7-2.6

Entrevista con Francisco Avendaño Herrera.

Realizada el martes 22 de julio de 2013

Entrevistador: Diego Soto.

Escuela Ecuménica de Ciencias de la Religión, UNA.

Francisco Avendaño Herrera es teólogo costarricense. Participó de la creación y fundación de la Escuela Ecuménica de Ciencias de la Religión (1973), de la Universidad Nacional de Costa Rica, universidad de la cual fue profesor catedrático. Posterior a su jubilación (2004), el profesor Avendaño sigue acompañando procesos de formación y discusión teológica. Su obra contribuye a pensar distintos campos de la teología. Entre sus publicaciones figuran numerosos artículos y libros como los siguientes: Vivir y pensar en el Espíritu; Fe de Jesús, fe humana; Historia de la Teología; Introducción a la Teología; Antropología Teológica.

Diego Soto (D. S.): Profesor Avendaño, le doy la más cordial bienvenida y agradezco mucho su disposición para colaborar con esta entrevista. Un tema que ha sido muy relevante en la reflexión del profesor Avendaño es la literatura, y sus relaciones con la teología y el estudio de lo religioso. Esta mañana quisiéramos hablar con el profesor Avendaño sobre las relaciones entre teología, religión y literatura. Profesor usted ha sugerido que el criterio de ingreso a esta relaciones debería ser la importancia sociocultural del hecho religioso. Podría profundizar esta idea.

Francisco Avendaño (F. A.): Yo agradezco por la oportunidad de poder compartir mis reflexiones acerca de las relaciones entre teología y literatura. Al hacerlo me gustaría referir a mi experiencia personal, porque pienso que toda teología tiene una dimensión biográfica, y en cierta manera, todo mi quehacer y mi interés, mi pasión por la teología parte de un hecho: considero que lo religioso, especialmente en nuestra cultura costarricense y latinoamericana, es una realidad de suma importancia. Aunque en algunos ámbitos se considere que lo religioso es algo pasado, sin importancia u obsoleto, considero que para comprender nuestra cultura, nuestra vida, y nuestra historia, la comprensión de lo religioso es algo fundamental. Por eso es que desde la década de los setenta, algunos compañeros y yo comenzamos a crear instituciones de tipo universitario que se dedicaran al estudio del hecho religioso.

Considero que lo religioso sigue siendo un elemento central en nuestra cultura, un elemento vital, en cuanto fundamenta, motiva y hasta orienta la práctica histórica y el quehacer, no solamente religioso, sino el quehacer cotidiano de una gran mayoría de personas del pueblo costarricense y latinoamericano.  Las formas o prácticas religiosas siguen activas de algún modo en la creación de la historia, por lo que requieren nuestra atención, nuestro estudio, y principalmente, nuestro involucramiento. Considero que lo religioso se debe considerar dentro del ámbito de la cultura, o sea dentro de los aspectos que constituyen el capital simbólico de los pueblos,  y  tiene que ver con individuos y colectivos humanos.

Un problema fundamental sigue siendo que el lenguaje que utilizamos nos traiciona. Por ejemplo, cuando hablo de la importancia que tiene, dentro de nuestra cultura, la memoria, la palabra “memoria” tiene tantos significados que nos pueden traicionar. En la historia de la cultura, la cultura tiene un carácter constitutivo, no podemos hablar de ella si no tenemos en cuenta los recuerdos. Pero cuando comenzamos a hablar de memoria, ¿qué significa memoria? ¿Los recuerdos? En un ensayo, todavía inédito, yo hablo de  que “los recuerdos y la memoria son aspectos constitutivos de nuestro ser, que se inscriben dentro de las relaciones que acontecen entre biología y cultura.”. En la actualidad me doy cuenta de que esta forma de entender la memoria es problemática, porque la memoria es parte de la biología. En otras palabras, la cultura no se puede contraponer a la biología, sino que la cultura o las formas simbólicas son una forma en que la evolución biológica se ha desarrollado. Así que hablar en términos de distinciones e interrelaciones entre biología y cultura es problemático.

Lo anterior tiene implicaciones fundamentales para la teología, porque si consideramos a la religión como parte de la cultura, ligada a la trasmisión y tradición de memoria, y además, si asumimos que la memoria es fundamental para la reproducción de lo humano, entonces debemos plantear  que la religión está ligada en forma inextricable con el desarrollo humano en términos biológicos. La religión es una necesidad humana, no surge por creación o intervención externa. Es necesario o natural que los humanos produzcamos un ámbito de lo sobrenatural que interactúa con lo natural y que tiene que ver con su desarrollo y sobrevivencia. Entramos en un campo interesante donde lo que hemos llamado sobrenatural es natural, lo que hemos llamado trascendente es histórico y necesario para sobrevivir.

Estas consideraciones son un referente para otros planteamientos y para sugerir algunos criterios para  repensar una serie de tendencias como la que afirma que la religión es algo primitivo, algo que ya no tiene sentido. Más bien tendríamos que proponer que dentro del campo del desarrollo de la cultura, muchas cosas que denominados sobre-naturales, o mágicas, aspectos que alguna gente desecha por innecesarias, quizás sean necesarias en términos biológicos. Ahora bien, al plantear que la religión está ligada con la vida humana, habría que interrogarnos acerca de algunas posibilidades: por un lado, preguntarse si la religión o las prácticas religiosas en algún aspecto ayudan, sirven, o se adaptan y ajustan a las necesidades implicadas en la generación de la vida, vida plena; o por el contrario, si se pueden convertir en elementos que inhiben el desarrollo histórico, y que no sólo si lo inhiben, sino también si lo coartan, y en cierta manera lo trastornan.

Cada vez estoy más convencido que ocuparse de lo religioso, debe ser una tarea interdisciplinaria, no solamente por razones académicas o concepciones abstractas de universidad,  sino en el sentido de que todas las disciplinas en cierta manera, tienen o deben tener interés en lo religioso. Esto se debe a que lo religioso es un elemento que en cierta manera motiva, mueve y moviliza las fuerzas productivas de la vida y la historia, y por lo tanto son fundamentales para el ser humano. La religión interesa a los estudiosos precisamente como práctica, como creadora de historia y porque está relacionada con nuestras vidas. Por eso, es de interés para todas y todos.

D. S.: Es una reflexión muy interesante, ya desde el 2004 usted planteaba esta idea que en realidad la teología era un momento de la antropología.

F. A.: Sí.

D. S.: Ahora bien, a partir de estas ideas, cómo se posiciona usted ante las teorías de secularización, donde advierten en las sociedad una tendencia al crecimiento en el número de personas que afirman no vincularse con lo religioso; y por otro lado, cómo se ubica usted delante de la posición de grupos sociales con respecto a Justo Orozco[1], por ejemplo, cuando afirman que la solución es que la religión se practique de manera privada. Entonces, por un lado, teorías seculares, por el otro, si bien no desaparición, sí una privatización de lo religioso. ¿Cómo puede leerse este panorama desde su perspectiva?

F. A.: La afirmación  de que lo religioso y la espiritualidad son parte de la evolución histórica de la humanidad, esto es, parte de la biología, comporta que  la descripción de “la biología” incluya lo que tiene que ver con respuestas que se van dando a las exigencias de la sobrevivencia. Esta última tiene que ver con lo dado y con la imaginación  o representación de lo futuro.  Las prácticas religiosas son hechos que promueven la vida, también hay los que la impiden. Ahí está precisamente uno de los retos de la teología: el estudiar el papel que  juegan las prácticas religiosas en nuestra realidad viviente. Tanto  lo religioso como el conocimiento teológico como partícipe de la realidad cultural y biológica que son, se caracterizan por su precariedad, provisionalidad y temporalidad. Son realidades que aunque se perciban como trascendentes, se trata siempre de una trascendencia sesgada hacia la realidad biológica. En otros términos, la diferencia entre lo secular y lo religioso no es ontológica, a lo sumo es producto de la evolución de la vida y por ende orientada  hacia la sobrevivencia.

Lo anterior supone que la discusión en boga sobre la diferencia entre secularización y religión, el ateísmo, y cuestiones afines, a mi parecer, requieren de un cambio en el ángulo de estudio. Es un hecho innegable que en nuestros días todavía existen formaciones sociales en las que las instituciones religiosas, en cuanto, tales tienen mucho poder hasta el punto que es difícil distinguir entre la autoridad civil y la religiosa. Esto es algo que en mi criterio requiere de un cambio. No obstante considero que tal realidad no justifican planteamientos como: “Ojalá lleguemos a una sociedad totalmente secularizada.” La secularización habría que entenderla desde otro ángulo, tendría que verse más bien desde la práctica de los derechos humanos lo que comportaría que ninguna forma de religión debería ser impuesta. Por ejemplo, cuando una religión determinada define e influye en el quehacer y en las políticas de las instituciones gubernamentales o en los servicios públicos fundamentales acontece que se está cerca de una violación de los derechos humanos cuya aplicación es para todas y todos.  Por secularización se entiende que los servicios fundamentales, las decisiones políticas del estado deben estar en manos de grupos no confesionales o autoridades civiles. Esto no quiere decir que se considere que personas con prácticas o posiciones religiosas (generalmente todos tenemos prácticas religiosas explícitas o implícitas, conscientes o subconscientes) no puedan participar en esas tareas.

Uno de los aspectos que más ha determinado mi quehacer teológico es el surgimiento de los movimientos fundamentalistas. Uno de los ejemplos de fundamentalismo es la posición  que asume Justo Orozco. Considero que toda posición fundamentalista, que pretenda que, desde lo religioso, se puede normar la vida humana, representa en nuestra era una de las aberraciones más grandes que tiene la religión y precisamente una de las cosas que hay que superar y entender. Las tradiciones religiosas tienen una función importantísima en la vida, por ello deben ser liberadas de las pretensiones absolutistas y manipuladoras para que puedan ser  transmitidas como memoria que genera vida y esperanza al tiempo que favorece el diálogo y la participación de todas y todos.  

D. S.: Si uno revisa con detenimiento su obra se encuentra que la memoria tiene un lugar primordial en su proyecto de definir los fundamentos de la teología. Lo mismo ocurre con su cristología, su texto de historia, y en su proyecto de pensar una antropología teológica (proyecto que usted ha ido cambiando, ya ni siquiera lo llama antropología teológica)[2]. El carácter fundamental que tiene la memoria en su pensamiento, ¿se debe a una condición antropológica de la memoria en términos de sobrevivencia?

F. A.: Se debe precisamente a la consideración de que es por medio de la memoria que se da la trasmisión de las experiencias individuales y colectivas de lo religioso y espiritual. Esta memoria de lo espiritual contiene elementos que trascienden las prácticas particulares y específicas y las vinculan con la práctica religiosa de la humanidad.  La memoria nos permite conocer que las prácticas religiosas concretas que se han ido desarrollando a través  de la historia misma de la humanidad, y las necesidades de vida y sobrevivencia de quienes las practicaron. La memoria trasmite información, está  la información está determinada  en gran parte por quienes pueden trasmitirla, es decir quienes tienen ese poder. A modo de ejemplo en todos los credos y ritos  hay elementos chamánicos que tienden  a ser negados y rechazados por las autoridades religiosas que ocupan puestos altos dentro de estructuras a religiosas establecidas de ahí la persecución y acusación de hechicería de prácticas otrora aceptadas. De hecho si aceptáramos que las formas religiosas sufren procesos de cambio y adaptación y que lo que fue bueno para la vida en una época puede que no lo sea en otra, se podría  pensar que todas las formas religiosas merecen respeto. Respetar para mí significa tomarlas en serio y no rechazarlas a priori, la brujería, por ejemplo, hay que estudiarla con seriedad.

Para los teólogos latinoamericanos esta memoria residual es de suma importancia pues contiene residuos que, podría decirse a contra pelo, trasmite información  de lo acontecido en  la vida y sobrevivencia de los empobrecidos, de los pequeños y débiles.  Es en ella donde se transmite la historia de cómo lo religioso  inspira y moviliza a pueblos enteros a luchar por la justicia y la liberación de lo que impedía su vida.

Hoy se sabe que lo ritual se origina como una etapa de la evolución de la vida. No es algo exclusivamente humano. Es decir, cuando hablamos de la importancia de lo simbólico, ritual y todo esto, estamos hablando de algo que no concierne solamente a la cultura humana, sino que hay que tener en cuenta los primeros desarrollos en otros seres vivos; de hecho, hasta los chimpancés y los lobos tienen formas rituales de comunicación.  La comunicación se desarrolla en el proceso de  sobrevivencia de cada especie. Se sabe, por ejemplo, que el desarrollo de la comunicación vocal: gritos, cánticos, entre otros, tiene que ver con formas de sobrevivencia.

En los seres humanos también el desarrollo de la comunicación es una evolución de las formas en que los humanos respondemos a nuestro proceso de poder vivir y sobrevivir.  En cuanto tal la  comunicación humana no es diferente. Se trata de un desarrollo que tiene una impronta  simbólica, que se va despegado de lo mediato, de lo presente para ingresar al ámbito de lo imaginado, de lo representado. Esta es una de las dificultades que nos encontramos nosotros, el hecho de que lo simbólico  pueda y tienda a separarse cada vez más de lo físico (lo que se puede localizar, lo temporal, lo objetivo). Esto no quiere decir que lo simbólico se desprenda de lo biológico. Sino que es precisamente un elemento necesario para desarrollar, preservar, y potenciar lo físico y lo local.  La dicotomía entre lo espiritual y material, que fundamenta el dualismo ontológico,  me parece  una aberración que hay que corregir.

En la evolución de la vida, podemos distinguir el ámbito de lo cultural, de lo simbólico y advertir que este tiende a desligarse de los condicionamientos del tiempo y del espacio Y ahí es donde viene la importancia del lenguaje oral y escrito. Es muy interesante notar que en la memoria que se transmite oralmente todavía hay un ligamen mucho más cercano entre el símbolo y la materia que cuando hablamos de la palabra escrita. La escritura permite, en cierta manera, una ruptura, lo que podríamos denominar un trauma, entre lo físico y el mundo simbólico. Porque en cierta manera la escritura permite que lo que pasa en un tiempo se pueda recordar, se pueda archivar y documentar para la posteridad, hasta miles de años. Se rompe la barrera del tiempo. En la memoria oral todavía hay un vínculo. La memoria oral sobrevive durante los primeros 40 años de la historia, en una generación, en las primeras cuatro décadas, donde hay una comunicación física y verbal, en la cual se recuerda a las personas. Pero cien años después de un acontecimiento, ya hay muy poca gente que sobrevive, ya no hay recuerdo, de un vínculo que era temporal y físico. Esto no quiere decir que lo oral no tenga importancia.

Con el surgir de la escritura, la memoria que se originó como medio de comunicación y aglutinamiento de las comunidades de humanos, y que por lo tanto estaba ligada al tiempo y al espacio, logra despegarse y permitir que el horizonte  de la memoria preservada simbólicamente creciera más allá de la memoria que cumple la función de memoria aglutinante y comunicativa. En ciertas circunstancias la memoria escrita libera a las personas  de las constricciones de aquellas. En contraste con la función comunicativa  de la memoria puede  abarcar lo añejo, lo desechado, lo extraviado y, en contraste con  la aglutinante, puede incluir lo que no se puede instrumentalizar, lo herético, lo subversivo y lo desheredado.  Con la memoria  escrita, la cultura adquiere expansión de visión y de fuerza, los espacios de milenios de memoria  se abren. En el primer milenio antes de Cristo, luego del final de las culturas  de la Edad de Bronce, culturas con memoria comenzaron a emerger en varias partes del mundo, y la escritura fue causa y efecto de ese desarrollo, o se podría decir, de  esa adaptación en la evolución de la vida. La escritura permite que la cultura adquiera consciencia de las profundidades del tiempo y  desarrolle un sentimiento de simultaneidad cultural que permite identificarse con las formas de expresión de un pasado que retrocede miles de años y compartir sueños y representaciones de nuestra imaginación del futuro.

A propósito de la escritura, el término comúnmente usado de “tradición escrita” no manifiesta su propio significado en forma transparente. Conceptos tales como “traditio”, “paradosis”, “qabbalah” se refieren solo al proceso de transmisión y recepción de información en cuanto tal, no a las fuerzas conductoras: los intereses y las necesidades que motivan la labor incesante de su traspaso y adopción de lo que  transmite.  Cuando se habla de “escritura”  o de “tradiciones escritas  religiosas” estamos hablando de  experiencias humanas que quedan por escrito,  es una memoria que en cierta manera se logra separar del momento histórico en que se vivieron aquellas experiencias. Pero eso no quiere decir que no tengan  referencia aquellas experiencias, sino que aquella historia, el contexto donde surge la memoria escrita, se convierte en referente que permite ubicar el contenido de lo escrito, descubrir las fuerzas que subyacen a su transmisión, también nos dice que los elementos que se trasmiten no son fijos, sino que constantemente hay que re-interpretarlos, re-establecerlos, dándole sentido históricamente, es un llamado a la creatividad perenne.

D. S.: Es muy interesante lo que nos propone. Uniendo estos cabos, su propuesta de hacer teología, parte más bien de una manera muy radical de comprender la necesidad de sobrevivencia, es decir, unos cuerpos que se encuentran y tiene la tarea de sobrevivir. Dentro de este proceso se inscriben otros procesos como, por ejemplo, la memoria, la noción de archivo tan importante. Con esto último que usted decía me viene a la mente ese texto de Freud “Recordar, repetir, reelaborar.” La memoria no es un mecanismo fijo que establece unas coordenadas intocables sino que la memoria participa de un proceso también dinámico.

F. A.: Sí. Pero ahí mismo es donde entramos con otro problema que es complejo. Yo creo que una de las aberraciones más grandes es la lectura literal de la memoria escrita.  Lo escrito está ahí para ser interpretado y  reinterpretado, no obstante, mucha gente se escandalizaría si dijera que hay textos escritos que deben ser meticulosamente conservados en su  forma original, es decir que no deben ser    reescritos. La letra original hay que mantenerla,  a esto se le llama la “canonicidad del texto”, porque precisa mantener el texto en la forma que fue escrito, en la época en que fue escrita, existe una conexión esencial y el flujo de la tradición. Los textos canónicos requieren transmisión literal. Por ejemplo, en el libro del Deuteronomio se afirma que ni siquiera una jota puede ser alterada: “No añadiréis nada a lo que yo os mando, no quitaréis nada, de modo que guardéis los mandamientos de Yahvé vuestro Dios que yo os prescribo” (4,2). Si tomamos un texto y dudáramos de su autenticidad u originalidad, no podríamos leerlo por confianza. La posición que sugiero es que es necesario conservar, en el sentido de no introducir cambios, conservarlo para que sirva a la función que debe tener en la historia y en la vida humana; un texto permite iniciar nuestro proceso de lectura, relectura, reinterpretación y adaptación.

La posición anterior podría considerarse como conservadora, la verdad es que es necesario conservar en la mejor forma posible lo acontecido para tener bases firmes para su actualización y lectura. Las posiciones dicotómicas aunque sean comprensibles históricamente, deben ser superadas. Con la llamada modernidad, la religión en cierta manera fue contaminada por una tendencia en que se trató de racionalizar todo, y poner todo en categorías limpias y nítidas, que se podían leer en cierto sentido matemático (aunque la matemática no sea eso) y juridicista;  en cierto sentido ese lenguaje exacto de un solo significado condujo a una comprensión errónea de las mismas instancias e instituciones religiosas que fueron convirtiendo el lenguaje religioso en normativo, en fórmulas exactas, y se calló en una especie de legalismo religioso. Esto hace que se pierda la naturaleza propia de lo religioso, porque lo religioso tiene que ver más con el sentimiento, con la motivación, con lo que mueve. Es cierto que las tradiciones escritas contienen textos normativos y textos formativos o textos que responden a la pregunta de “¿Qué debo hacer?” y textos  que responden a la pregunta de “¿Quiénes somos, de dónde venimos para dónde vamos? Aunque puede variar el énfasis dado a cada respuesta, nunca ocurre que se dé una respuesta sino tener en cuenta la otra pregunta.

D. S.: Un autor francés, Jacques Derrida, habla a propósito de lo que denomina Mal de Archivo, de una instancia política que primeramente guarda el archivo, y además, establece las leyes de quien lo puede mirar, quien lo puede interpretar, y cómo debe interpretarlo. ¿Es un poco esta última idea, en términos de los lineamientos políticos de los usos de la memoria?

F. A.: Sí, correcto. Por aquí es donde vienen mis preocupaciones fundamentales. Me parece muy importante que liguemos la experiencia religiosa con la vida humana, con el cuerpo o más  bien con los cuerpos, que son cuerpos reales que gozan y desean, que lloran y padecen. Pero quiero llamar la atención acerca de una omisión bastante común, cuando hablamos del cuerpo pensamos en el cuerpo individual, pero cuando yo hablo del cuerpo pienso también en el cuerpo colectivo, en cuerpos  colectivos (comunidades, pueblos, etnias que poseen sus propias culturas que les dan cohesión y las diferencian).

Este enfoque que privilegia lo corpóreo, lo carnal, no debería representar una especie de amenaza para una fe auténtica, sea cristiana, musulmana u otra. Las grandes figuras que han fundado religiones, pueden ser interpretarlas dentro de un campo específico de la evolución humana, donde estas personas aparecen para orientar y promover la vida de cuerpos individuales y colectivos vivientes . Así interpreto el papel de Jesús, de Mahoma, de Buda. Los veo como formas evolutivas en que en determinados momentos históricos aparecen como figuras que capaces de orientar las prácticas religiosas y generar religiones necesarias en ese momento. Y tal vez no sólo para el pueblo en el que ellos participaron, sino también para la humanidad entera. Existe una tendencia entre las religiones a pensar que sus prácticas y sus credos son únicos y excluyentes. Esto hace que las religiones fácilmente sean una amenaza para la paz y la justicia. Una comprensión del papel de los líderes religiosos como este tipo permite una visión mucho más ecuménica, mucha más abierta.

D. S.: Es desde este trasfondo, desde estos criterios, que usted se aproxima a algo como la literatura. O por el contrario, ha sido su relación con la literatura la que lo ha obligado a pensar en estos trasfondos. Quizás, ¿una mezcla de ambas?

F. A.: En esto siempre hay mezclas, no podría separar nítidamente lo uno de lo otro. Sí puedo contar que mi interés por el tema se originó al reconocer que la Biblia es en  realidad la literatura del pueblo judío.  Si en esa literatura encontramos una tradición de cómo el pueblo judío experimenta su vida en sus dimensiones más íntimas y profundas, también en las obras literarias  de otros pueblos  deberíamos ser capaces de encontrar narraciones acerca de aquello que ha dimensionado normativa y formativamente su vida.

Considero que el fundamentalismo y que las interpretaciones literales de la tradición escrita son una traición al sentido y significado de la misma memoria escrita, al contenido profundo de la misma. Yo considero el fundamentalismo como una patología, y pienso que en el estudio de lo religioso debe asumirse como una preocupación la necesidad de corregir o poder orientar y buscar formas para que esto no sea posible. Lo religioso es algo tan rico e importante para la historia individual o colectiva que ese tipo de interpretaciones lo que hace es generar, más bien, una corriente que hace que lo religioso en vez de promover el flujo de la vida, dicho flujo se detenga o se torne inamigable.

El lenguaje religioso trasmitido oralmente o por escrito es lenguaje metafórico, aun cuando su contenido tenga un carácter normativo,  este aspecto determina las formas en que ha de ser leído e interpretado. La metáfora o lo metafórico tiene que ver con el relato. Lo que el relato trata de transmitir principalmente no son hechos, ni acontecimientos, lo importante es el mensaje que la historia nos da en su contexto, porque es ahí si tenemos que ver la relación entre el relato, la historia y el relator. Lo importante  está entre líneas: lo que se cuenta, el que cuenta y el cuenteado. Toda narración está inscrita en un contexto, los autores literarios son privilegiados en la captación del contexto, del movimiento y del espíritu de las épocas. Por ejemplo cuando se trata de explicar la espiritualidad cristiana las personas que mejor la captan e interpretan no  son quienes la experimentan o viven sino los escritores que desde afuera, pero en el contexto histórico en que esa se vive, interpretan la vida.  Parecen poseer el lenguaje y la sensibilidad adecuados para expresar lo que espiritualidad significa en la vida de los individuos y de las comunidades.

D. S.: Algunos llamados místicos/as cristianos/as han recurrido a la escritura para comunicar la profundidad de sus experiencias. Responde a esto que estás diciendo.

F. A.: Ciertamente los cristianos encuentran en su tradición escrita bíblica un lenguaje apropiado para expresar sus experiencias más profundas. Pero la tradición bíblica que fue escrita en un contexto determinado no es la única tradición escrita que ofrece un lenguaje adecuado para hablar de nuestra interioridad. Según mi criterio para nosotros que vivimos en un contexto latinoamericano, las obras literarias de nuestros escritores nos ofrecen formas de expresar y de narrar nuestras experiencias que sin excluir el aporte de la tradición bíblica nos ayudan a ser creativos y a enriquecer la tradición de fe.

Se me ocurre que un autor como Mario Vargas Llosa, en La Guerra del Fin del Mundo, al escribir su forma de entender la historia de Canudos, expresa muy bien lo que trato de decir. En esa obra se ve cómo lo religioso es capaz de generar y en cierta manera motivar para que se haga lo inaudito.  Mario logra expresar lo que aquella gente vivió, sus sentimientos, motivaciones; también expresa momentos cómo la tragedia, el dolor, el hecho de que estaban muriendo de hambre. Describe como se fue generando una esperanza que los llevó a unirse y a luchar por lo que ellos creían, que los motivó a seguir adelante. En el fragor de las luchas se dan actos heroicos, apariciones que aparecen como cosas sobrenaturales y son incorporadas por los participantes como medios para sobrevivir.

Entonces un autor como Vargas Llosa en cierta manera expresa cómo es que funciona, o cómo se expresa lo religioso sin entrar en complicadas definiciones y sin decir que ésta es la única manera de entenderlo. Toda la obra es metafórica. La metáfora permite expresar, hacernos sentir la experiencia, pero al mismo tiempo nos deja el espacio para no reducir la experiencia a una cuestión puramente objetiva, con lo cual no quedamos encerrados en las posibilidades que esa objetividad ofrece. La Biblia es una obra esencialmente metafórica, lo que no niega que trasmita información histórica. Esta nos narra experiencias religiosas profundas, tremendamente impactantes para quienes las experimentaron. Por ejemplo, los evangelios de la infancia cuando se narra la experiencia de Jesús, si lo interpretamos en términos literales nos quedamos ahí con la virgen, José, Egipto, y olvidamos que ese fue un texto escrito en un contexto, que expresa la primera experiencia de los discípulos después de la muerte de Jesús y cuenta cómo sus primeros seguidores vivieron aquel acontecimiento. Tenemos que aprender a leer ese lenguaje.

Pienso que al recurrir nosotros a los escritores latinoamericanos, que expresan más de cerca nuestra experiencia vital, encontramos no solamente una expresión de la experiencia de vida de nuestros pueblos, sino que experimentamos y podemos encontrar el lenguaje para expresar nuestras propias experiencias.

D. S.: Esto me recuerda mucho a R. Otto, y aquel texto, Lo sagrado, cuando nos dice que si uno quiere comprender cómo era vivir lo sagrado alrededor de Jesús, no debe intentar hacer una visión histórica, sino acercarse a personas que estén viviendo lo sagrado actualmente. Ejemplifica esto lo que usted propone, ¿Eso pasaría con la literatura, ofrece un criterio de ingreso, que permite completar la imagen de cómo lo religioso permanece y opera en una cultura particular?

F. A.: Es decir, la literatura nos da un acceso para comprender la vida, no lo religioso en sí mismo, sino la experiencia de vida de pueblos y comunidades hoy, lo cual mucho más amplio que lo religioso. Sin embargo, debido a que lo religioso está presente en esa vida, la literatura también nos permite el acceso a lo religioso. Yo considero, por ejemplo, que lo importante de la Biblia no es sólo su mensaje sobre lo religioso, sino que la escritura nos permite un acceso a la vida de los pueblos en que esa escritura aconteció, y por eso es que el acercamiento a la literatura nuestra, que hace exactamente lo mismo, permite una sintonía o continuidad.  La historia literaria de cada pueblo es una forma de escritura que debe preservarse y estudiarse con respeto y profundidad para entendernos. Es también una cierta manera de darle importancia a la memoria de nuestro pueblo, a la memoria nuestra. Permite pensar que la inspiración no fue un fenómeno que sucedió en el pasado, sino que sigue siendo parte de la vida humana, que hay momentos donde se nos revelan las cosas, y que todos tenemos esa posibilidad.

Una lectura de los relatos que tome en cuenta la relación entre relato y relator, y relatado puede constituirse en parte sustantiva de la revelación y por ende en creativa e inspiradora.

D. S.: Cortázar indicaba, en contra de esta visión que ubica al lector como pasivo, que tal pasividad del lector no existía, sino que el lector tenía un lugar muy activo en lo que está leyendo. Y propuso ese tipo de textos donde era básicamente el lector quien armaba la historia. Se acerca esta idea de Cortázar a esa última idea sobre el lugar activo del relatado.

F. A.: Yo pienso que Cortázar en su manera es el escritor latinoamericano que expresa estos aspectos en lo que podemos llamar el contexto de la cultura urbana. Escribe desde la experiencia urbana de la vida. Logra expresar todo esto. Es uno de los autores que en lo personal me gustan.

D. S.: Su planteamiento es interesante porque si uno, en tanto estudioso de lo religioso, quiere aproximarse a lo religioso, usualmente define categorías, determina un objeto particular, lo mide con algún tipo de instrumento. Pero lo que usted nos propone es que en la literatura, la persona que escribe se aproxima a experiencias particulares, por ejemplo lo erótico, y relatando lo erótico, el autor puede o nos ayuda a comprender cómo en relación con un fenómeno como éste se vinculan cuestiones de índole religiosa. ¿Es éste un criterio de aproximación?

F. A.: Para mí el escritor está inmerso en la vida. Esta narrando su forma de captar la realidad y el movimiento de lo que hace sentir, vibrar, lo que mueve a la humanidad. Porque lo religioso tiene que ver con el sentimiento, con lo que motiva, con lo que hace que la gente llore o cante, el lenguaje que los escritores utilizan para describir su experiencia de la vida. Es por eso que me parece que es un lenguaje que puede ayudar a describir la experiencia religiosa. Lo que relatan los escritores tiene mucho que ver con cómo se les manifiesta o revela la vida en contextos muy concretos, contextos en que lo religioso tiene un papel importante, especialmente en nuestra realidad latinoamericana. La percepción y narración de esa revelación por parte de los escritores permite no solo un acceso único a la realidad sino también un lenguaje apropiado para describir la captación e imaginación de la misma.  

Los escritores  no  abordan  la realidad, no describen el mundo o su mundo desde un enfoque profesional, como lo haría el científico o el técnico, su abordaje es vivencial. Hablan del mundo  percibido a la vez como realidad  dada en el espacio y en el tiempo y como realidad imaginada y soñada. Resulta interesante como captan la realidad en la vida de las comunidades,  a menudo utilizando para ello el lenguaje bíblico. Se da así un proceso que llama la atención, el lenguaje bíblico les sirve para expresar sus intuiciones y al expresarlas en ese lenguaje le aportan un nuevo significado, lo actualizan. Las narraciones o los cuentos puede ayudar a comprender y a buscar una nueva forma de entender la escritura religiosa, y permite, además, expresar y comprender cómo en la vida de los pueblos lo religioso sigue teniendo una gran importancia.

D. S.: ¿Qué es lo que designa esta noción “lo que mueve”? podríamos hablar en términos de “lo que paraliza,” pienso por ejemplo en Juan Rulfo, que escribe muy bien esto.

F. A.: Uso la expresión “lo que mueve” aquí en el sentido de lo que causa el flujo de la historia. Ahora ese flujo puede ser también reflujo, es flujo-reflujo siempre. Es decir, yo pienso que el flujo y el reflujo se dan porque existe la vida, la vida comporta procesos de integración y desintegración, de caos y orden.

D. S.: Actualmente usted está trabajando algunos escritores en particular, o desarrolla algún proyecto a partir de escritores.

F. A.: Estoy trabajando precisamente la temática de cómo relacionar la teología con ciencias como antropología y biología. Desde hace años he venido pensando que es necesario que la teología comparta las búsquedas y los logros de otros conocimientos, que esa es la ventaja de trabajar en ámbito universitario. Para una teología que se considera ligada con la vida, con  la naturaleza, con el medio ambiente, con la realidad social, compartir problemáticas con las ciencias que estudian esas realidades es indispensable.  Hoy lo religioso debe estudiarse desde todos los ángulos, y quizás por mis lecturas   de antropología, de biología y de psicología yo priorizo esos campos: me gusta explorar las posibilidades de interrelación con esas áreas del conocimiento. También me siento tentado a comenzar a escribir algunas notas con carácter biográfico.

D. S.: La biografía, contarse a uno mismo, quizás un poco eso también intentan algunos textos de literatura latinoamericana. 

F. A.: Sí. Hay una cuestión de índole personal, yo por ejemplo me siento fuera de lo que puede ser la práctica religiosa tradicional. Las prácticas católicas no satisfacen mis necesidades personales. En cierta manera las rechazo. Pero sé que subconscientemente, sigo siendo religioso. Tal vez racionalmente algo nos parece que ya no va, pero nosotros somos la memoria, y nuestra memoria tiene no solamente recuerdos de uno mismo, en la cantidad de años que ha vivido, sino de lo que se viene heredando genética y culturalmente. Mi  preocupación sería la de ir entendiendo cómo estoy viviendo. Mucha gente dice, yo soy ateo, ¿qué quiere decir soy ateo? Tal vez racionalmente no creo que exista un Dios o algo por el estilo, pero todos sus hábitos y costumbres, la culpa, sentimientos, y cosas que se viven son parte de nuestra constitución, es heredado, no es algo que uno puede disponer como se dice, personalmente.  Algunos afirman que “Ya la gente no cree”  ahora bien, creo que  todos tenemos una dimensión religiosa, y quizás lo necesitemos también.

D. S.: Por ejemplo una dimensión como el sacrificio, al cual usted le ha dedicado una reflexión importante, donde la advierte en ámbitos no-religiosos, por ejemplo el deporte cuando se dice “esto es el esfuerzo del sacrificio.” Resulta ser un espacio secular, pero que se piensa a partir de coordenadas religiosas. Y en estos procesos de narrar estas tensiones internas, en términos de una biografía, usted se ha acercado a algunos escritores, o textos que le han provocado este tipo de reflexión.

F. A.: A mí me gusta mucho la forma en la que escribe Carlos Fuentes. En esta última obra: “Todas las familias felices,” son pequeños cuentos y algunos de ellos me parecen fantásticos. Especialmente cuando habla del padre y las tres hijas. La presencia del padre que se oculta en el misterio para destacar su omnipresencia y poder,  hace pensar sin lugar a dudas, sin decirlo explícitamente en Dios Padre, o en el Padre Eterno como se titula el cuento. Sin decir que habla de Dios-Padre, del concepto de Dios y cómo éste se manifiesta en la vida personal de tres mujeres, esa parte me parece muy interesante. Es como una especie de acercamiento que puede ser válido para casi todo latinoamericano. Y esa obra es interesante porque Fuentes habla de México y América Latina actualmente.

También en su manera el trabajo poético de Benedetti me gusta bastante para ese tipo de reflexiones. Mario es un tipo que me parece interesante e irrespetuoso con respecto a la religión tradicional pero me parece un acercamiento muy interesante.

D. S.: Profesor Avendaño, agradezco mucho su buena disposición, y amabilidad para tratar temas tan interesantes.

F. A.: Más bien aprecio mucho la oportunidad. Este es un campo que a mí me fascina.

Referencias bibliográficas

Avendaño, Francisco. Vivir y pensar en el Espíritu. Heredia: EECR, 2003. Impreso.

Avendaño, Francisco. Fe de Jesús, fe humana. San José: EUNED, 2008. Impreso.

Avendaño, Francisco. Historia de la Teología. San José: EUNED, 2010. Impreso.


[1] Justo Orozco es diputado de la Asamblea Legislativa de Costa Rica (período 2010-2014). Su partido político “Renovación Costarricense” es de la derecha conservadora de carácter cristiano-protestante, y ha luchado por lo que denomina “la familia,” en contra de proyectos de ley para Uniones de Hecho de personas del mismo sexo, así como contra la Fertilización in Vitro.

[2] Avendaño, Francisco. Vivir y pensar en el Espíritu. Heredia: EECR, 2003. Impreso.

Avendaño, Francisco. Fe de Jesús, fe humana. San José: EUNED, 2008. Impreso.

Avendaño, Francisco. Historia de la Teología. San José: EUNED, 2010. Impreso.