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Temas de nuestra américa

e-ISSN: 2215-3896.
(Julio-Diciembre, 2021). Vol 37(70)
DOI: https://doi.org/10,15359/tdna.37-70.11
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NUESTRA AMÉRICA JÓVEN: VOCES Y PALABRAS


Charlando con el autor. A propósito de ensayar un ensayo sobre Camilo Torres y la teología de la liberación

Chatting with the author. On the Subject of an Essay on Camilo Torres and the Theology of Liberation

Conversar com o autor. Sobre o tema de um ensaio sobre Camilo Torres e Teologia da Libertação

Daniel Umaña-Vargas

Estudiante

Maestría en Estudios Latinoamericanos

Universidad Nacional

Costa Rica


Resumen

Cuando me acerco al texto que presenta Samuel Silva Gotay sobre el legado de Camilo Torres a la Teología de la Liberación, no lo hago desde un terreno inexplorado. En cierta forma, revivo aquellos días en los que un gran maestro me hablaba de realidades nuevas. Y no puedo sino sentir, pensar, relacionar a aquel personaje colombiano tan extraordinario desde mi propia vivencia, con Juan Stam, otro gran pensador latinoamericanista.

Palabras clave: Camilo Torres, ensayo latinoamericano, pensamiento latinoamericano, Samuel Silva Gotay, Teología de la liberación

Abstract

As I approach the text presented by Samuel Silva Gotay on the legacy of Camilo Torres to Liberation Theology, I do not do so from an unexplored ground. In a way, I recall those days when a great teacher, Juan Stam, spoke to me of new realities. And I can only feel, think, relate that extraordinary Colombian leader, Camilo Torres, out of my own experience with the teachings of Juan Stam, another great Latin Americanist thinker.

Keywords: Camilo Torres, Latin American essay, Latin American thinking, Liberation Theology, Samuel Silva Gotay

Resumo

Quando me aproximo do texto apresentado por Samuel Silva Gotay sobre o legado de Camilo Torres à Teologia da Libertação, não o faço a partir de terrenos inexplorados. De certa forma, revivo aqueles dias em que um grande professor me falava de novas realidades. E não posso deixar de sentir, pensar, relacionar esse extraordinário carácter colombiano da minha própria experiência, com Juan Stam, outro grande pensador latino-americano.

Palavras chave: Camilo Torres, essaio, Pensamento Latino-Americano, Samuel Silva Gotay, Teologia da Libertação

Ha muerto Juan Stam. El 16 de octubre del año 2020, a la edad de 92 años. Para mí, uno de los referentes más cercanos de la Teología de la Liberación. Costarricense por naturalización y enamorado de Latinoamérica, decidió entregar su conocimiento a esta tierra, en donde dedicó gran parte de su vida al trabajo comunitario y a la educación.

No recuerdo bien dónde, o cómo lo conocí, pero sí recuerdo sus enseñanzas, principalmente de cómo leer el Apocalipsis con nuevos anteojos, de la interpretación de esperanza que se podía extraer, contrario a la visión fatalista que recibe en general. Luego de muchos años en donde fui influenciado por una iglesia sin criticidad, aparece un señor de ascendencia estadounidense con palabras distintas a las que escuchaba con normalidad. ¿Qué es esto tan nuevo para mí?

Lejos sabía yo, en aquel entonces, que esta visión se venía ya desarrollando por muchos años en América Latina, que había otra forma de leer la Biblia. ¿De dónde salieron estas ideas? Resonaban con gran fuerza en mi corazón, tenían mejor sentido que las prédicas que por años me introdujeron a la fuerza, que las palabras tan huecas que escuchaba de personas que aprendieron a repetir, pero a quienes nunca les enseñaron a pensar. Cuando yo, en una reunión de jóvenes, hice una pregunta enrevesada, la respuesta fue tan extraña como surreal: un silencio incómodo. Este cuestionamiento se vislumbraba como una situación inconveniente. Fue tan extravagante que un enunciado así fuera emitido, que no supieron responder, prefirieron ignorar y seguir con la lista de cotejo que ya tenían planeada. Salirse del script era mal visto, era incómodo, era incorrecto.

Pero con Juan Stam esta no fue la realidad. El espacio estaba abierto para las preguntas incómodas, para las preguntas que no se aceptaban, para mí. Me acerqué a él, y me recibió, me escuchó y me ayudó. En pocos minutos vi una realidad que parecía imposible.

Cuando me acerco al texto que presenta Samuel Silva Gotay sobre el legado de Camilo Torres a la Teología de la Liberación, no lo hago desde un terreno inexplorado. En cierta forma, revivo aquellos días en los que un gran maestro me hablaba de realidades nuevas. Y no puedo sino sentir, pensar, relacionar a aquel personaje colombiano tan extraordinario desde mi propia vivencia, con Juan Stam.

Así como en mi historia, muchos de los relatos que se encuentran en documentos audiovisuales de amigos de Camilo Torres lo describen como un gran ser humano, alguien que dejaba una huella de humanidad inexplicable, de forma particular estaba interesado en el bien social, con gran conocimiento en diversos temas; en fin, una persona con quien se quería estar. Pero también lamentan, en gran manera, la muerte de este sacerdote, la que reconocen como una pérdida para un mundo que lo necesitaba vivo.

Colombiano de nacimiento, Camilo Torres provenía de una familia acomodada de la burguesía liberal. Luego de varios traspiés, decide ingresar al Seminario Conciliar de Bogotá de la Orden de los dominicos, donde asume los hábitos sacerdotales. Años después, motivado por la injusticia social que visualizaba en su país, decidió estudiar la carrera de Sociología en la Universidad Católica de Lovaina, en Bélgica. A partir de estas experiencias, nace en él el reconocimiento de una espiritualidad que se debía al servicio popular, a los sectores más desfavorecidos. Esto lo lleva a fundar el frente político Frente Unido del Pueblo, pero luego de ver que el cambio no sucedía con marchas pacíficas, y de varias amenazas de muerte en su contra, decide enrolarse en la guerrilla, más específicamente en el Ejército de Liberación Nacional. Durante su primera experiencia en combate, su inexperiencia le jugó una mala pasada, y cae muerto en aquel fatídico día, convirtiéndose en un mártir no solo para el ELN, sino para el movimiento de la Teología de la Liberación.

Por su parte, Juan Stam, estadounidense por nacimiento, pero costarricense por naturalización, fue un gran líder espiritual en Costa Rica. Luego de cursar estudios de Historia y Teología, empieza su labor en Santa Cruz de Guanacaste, donde se enamora del trabajo en comunidad. Al aprender poco a poco a hablar español, se empieza a desenvolver en este contexto, llegando a ser académico de la Escuela Ecuménica de Ciencias de la Religión de la Universidad Nacional y de la Universidad Bíblica Latinoamericana. Su visión era muy clara, no hay cristianismo sin justicia social. Como líder, fue un gran crítico de los movimientos teológicos de la prosperidad, por lo que tuvo varias confrontaciones con distintas iglesias en Costa Rica que lo tildaban de comunista, las cuales empezaban a florecer gracias al movimiento neopentecostal. Su principal pasión, y a la vez su mayor preocupación, fue una lectura correcta de la Biblia, una hermenéutica sana para no dañar el mensaje verdadero. Es así como yo lo conocí, leyendo de nuevo el Apocalipsis.

Pero hoy, en este momento histórico personal, me encuentro con una situación que me toma por sorpresa. La última vez que vi a don Juan fue, casualmente, en mi alma mater. Lo vi distinto, con muchos años más. Fue una sorpresa tan inmensa que no pude contenerme y lo fui a abrazar. Muchos no tuvieron esa oportunidad, muchos vieron a sus Camilos irse de forma tan inesperada que no supieron decir adiós. Y, sin embargo, yo si tuve la oportunidad de despedirme de este gran teólogo.

Al leer el posicionamiento de Samuel Silva Gotay acerca del legado que deja Camilo Torres tras su trabajo y su muerte, el cual engalana con gran esperanza, que incluye movimientos estudiantiles, encuentros intelectuales, seminarios latinoamericanos, observo a un personaje extraordinario, alguien que se acerca con una visión distinta a la interpretación bíblica tradicional, quien cree en la justicia social como un valor ineludible en el cristianismo, quien trabaja hacia una mejor sociedad. Pero, también, reconozco que la muerte no logró terminar con su legado, que el movimiento se hizo tan fuerte que resonó en toda Latinoamérica.

Quizás por eso, por ese temblor que causó, quizás por esa fuerza de elefante que llevaba, fue necesario que las potencias anglosajonas hicieran algo al respecto. Hoy vemos como, de la mano de gobiernos sin escrúpulos, la teología de la prosperidad tomó un espacio dañino en la sociedad. La amenaza de ver que la muerte de Camilo (y de muchas y muchos otros) no fue suficiente, y que esto inspiró a tantas personas a perseguir el mismo ideal, no le era grata a la bestia norteamericana. Con políticas solapadas, encubiertas con el falso ideal de “evangelizar”, las tendencias pentecostales se fueron haciendo camino y renombre dentro de las naciones latinoamericanas. La idea era relegar y desplazar a aquella nueva teología “izquierdista” y revolucionaria que se levantaba.

Al encontrarme de frente al anuncio de la muerte de Juan Stam, algo dentro de mí se agitó. Empezó, con recordar un sentimiento que surgió tras la lectura de Samuel Silva, pues no dejaba de pensar en el momento en que fue escrita, hace más de 40 años, y en la validez actual de la esperanza que pregonaba. Fue mucha la maquinaria ideológica que se movió para desestimar a la Teología de la Liberación, fue golpeada y dañada, perdió su fuerza frente a promesas de prosperidad y riquezas al ciento por uno, ¿cuál, entonces, es la verdadera esperanza hoy por hoy para América Latina? Algunos incluso hablan de un movimiento muerto, circunscrita en el contexto de la Guerra Fría. Si fuera escrito hoy, ¿tendría este ensayo el mismo matiz tan esperanzador?

Me duele pensar que no le podía dar una respuesta positiva a esta esperanza. A Samuel Silva, quería decirle: “mira lo que pasó, en realidad es algo triste, todos estos años luchando y no se pudo continuar”. Pero, entonces, muere una persona tan grande como Juan Stam, y me interpela en otras maneras que no imaginaba. Me hizo confrontar mis ideas de tristeza. Muchos años después de la muerte de Camilo Torres, muchos años después de que se escribiera el ensayo de Samuel Silva, una persona con su legado interceptó mi caminar y dejó una semilla que no solo se convirtió en un árbol de conocimiento, sino que, de manera fundamental, me ayudó a entenderme a mí y al mundo que me rodea, me dio una salvación de la teología inescrupulosa, agresiva y, francamente, mediocre, que se me avecinaba. En fin, me dio el placer de aspirar a tener más humanidad en mi andar.

Entonces me di cuenta. El movimiento no está muerto, no está dormido, nada más yo no lo puedo ver, no lo busco en aquellos lugares donde se revela. Y así como por mucho tiempo no me percaté de la vida de este maestro, quizás no observaba el trabajo que él y muchas otras personas desarrollan en nombre de la teología latinoamericana y la justicia social.

Esto trae un breve sentimiento de paz, pero, a la vez, una consternación. Me siento alegre de saber que no muere el movimiento, pero ¿por qué me fue tan difícil encontrarlo en la actualidad? Muchos apuntarían a la responsabilidad individual de buscar lo que se desea, pero ¿qué pasa con aquellas personas que no conocen lo que desean? ¿Quién les va a ayudar a encontrar algo que no conocen?

Es necesario que el movimiento salga a la luz, que se fortalezca, que se haga público y, a riesgo de sonar millenial, es necesario que se haga viral. Con esto quiero decir que el movimiento de la Teología de la Liberación latinoamericana merece tener un espacio en el mundo digital moderno, merece ser conocida por la sociedad, merece llegar a los espacios de aquellas personas a quienes les puede dar una luz en su camino, merece salir de su escondite.

En el mundo actual, muchas son las herramientas que pueden favorecer los movimientos sociales para darse a conocer. El conocimiento del contenido teológico es necesario, se debe explorar más y más en buscar una verdadera verdad. Pero no se logrará mucho si no empieza a nacer la preocupación acerca de cómo exponerlo en el nivel público, cómo desarrollamos contenido pedagógico para que pueda ser no solo escuchado, sino entendido y escudriñado por la mayor cantidad de personas. Es necesario que esta verdad llegue a los oídos de quienes lo necesitan, de quienes lo andan buscando, de quienes no saben hacia dónde dirigir su libertad.

Este es el llamado que se debe hacer en estos momentos. Es necesario aprender a propagar las ideas haciendo uso de las herramientas digitales vigentes, ideas que pueden cambiar mundos enteros, lo sé porque me ayudaron a cambiar a mí. Y así como yo, todos y todas merecemos escuchar las nuevas esperanzas, que no mueren, sino que se transforman. Hoy sigue habiendo personas que luchan y creen, que se levantan y buscan la verdad, que invitan a leer y releer un libro manoseado y tergiversado, pero que no tienen la misma maquinaria propagandística, ni tienen iguales plataformas para comunicar su mensaje que los movimientos neopentecostales. Este es uno de los puntos débiles que debe ser confrontado y fortalecido con ideas que le ayuden a volver a propagarse, y con recursos que le permitan expandirse.

Luego de la muerte de Juan Stam, recordé cuán cerca y vivo estaba el movimiento, reconocí que, si bien ha sufrido golpes duros y ha luchado contra una maquinaria inmensa de pensamientos neocoloniales, aún sigue en pie dando luchas. Reconozco el poder de la influencia de Juan Stam en mi vida, reconozco que no hubiera existido un Juan Stam sin un Camilo Torres, y no hubiera existido un Camilo Torres sin amor por el prójimo o justicia social. Este es el punto que debemos recordar, no hay cristianismo sin justicia social. A pesar de haber sido escrito hace más de cuarenta años, el texto de Silva Gotay habla de una realidad que debe prevalecer, acerca del deseo de tener esperanza, aunque no la podamos ver en la inmediatez.

Por esto doy gracias. Gracias Samuel Silva, gracias Juan Stam, gracias Camilo Torres, gracias a todas y a todos quienes aman Latinoamérica y la quieren ver surgir, quienes me ayudaron a cuestionar la formación dogmática, quienes no solo me transformaron a mí, sino a una gran cantidad de personas que siguen luchando y viviendo los grandes ideales de la justicia social.

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