TDNA

Temas de nuestra américa

e-ISSN: 2215-3896.
(Edición Extraordinaria, 2022). Vol 38
DOI: https://doi.org/10.15359/tdna.38-e12
Open Acces: https://www.revistas.una.ac.cr/index.php/tdna
e-Mail: temas@una.ac.cr
Licencia: CC BY NC SA 4.0

PERSONAJES


La devoción martiana de Joaquín García Monge1

Mario Oliva-Medina

Universidad Nacional

Costa Rica

Estas páginas andan lejos de hacer justicia a García Monge, en cuanto a su aporte al conocimiento y divulgación del ideario martiano entre los americanos y particularmente entre hombres y mujeres de su país se refiere, en los primeros sesenta años de este siglo. Las líneas son posibles porque habrá que recordarlo, don Joaquín García realizó esfuerzos para divulgar la importancia de José Martí en la conciencia americana. Parte de este trabajo son las páginas maestras que dedicara a Martí, Martí en Costa Rica (García Monge, 1942, pp. 60-64) y Un amigo de los niños (García Monge, 1953, p.151). Tampoco podríamos eludir incontables anotaciones que hiciera y que se encuentran dispersas por toda su obra escrita, en sus discursos, conferencias, propaganda y obra educativa.

Notables diferencias se pueden apreciar en la difusión y asimilación de las ideas de Martí que se produjeron en el siglo XIX. La recepción decimonónica contó con la penetrante influencia que ejercieron las dos visitas de José Martí a nuestro país. La primera de ellas en 1893, por una semana, y la segunda, en 1894, cuando su estancia se prolongó por dos semanas. Esta última, a menos de un año de su muerte en combate. Para libertar la isla caribeña, emprendió una campaña fundadora y germinal, como preparación a la guerra, fundó clubes revolucionarios de solidaridad y asumió la organización de futuras expediciones insurreccionales que saldrían desde la costa atlántica costarricense.

Martí era un orador de indiscutible valor, su manejo del idioma, su elocuencia, deslumbró a los cientos de costarricenses que lo escucharon en San José, al dictar una conferencia en la Escuela de Derecho. En un almuerzo que en su honor le brindaron intelectuales y hombres públicos en el Gran Hotel, en Cartago, en el Club Punta Brava, donde también encontró un nutrido auditorio. En Puntarenas pronunció algunas palabras en el muelle, a la orilla del estero, cuando asistió al botadero de una embarcación. Allí participó e el Té de los Patacones, en casa de Deidemia Castro Harle, así como en reuniones secretas que sostuvo con sus compatriotas cubanos, entre los que se encontraba Antonio Maceo y Flor Crombet.

En tierras costarricenses Martí planteo, con toda claridad, los peligros que se avecinaban para la América y que, al poco tiempo, se conocieron con el nombre de imperialismo. en la carta a Pío Víquez, fechada 8 de julio de 1893, antes de su primera partida, dijo:

“...recordaré siempre la bondad con que Costa Rica ha premiado en mí, viajero humilde y silencioso, el amor y la vigilancia con que los americanos, unos en el origen, en la esperanza y en el peligro, hemos de mantener esta América nuestra, sorprendida en su cuenta gestión, en los instantes en que por sus propias puertas, muda de lugar el mundo...” (Martí, 1983, p.4).

Inmediatamente después de su muerte, por toda la geografía nacional, costarricenses, centroamericanos, sudamericanos y migrantes cubanos radicados en el país, constituyeron un amplio movimiento social y cultural, heterogéneo en su composición, pero uno en sus objetivos, para apoyar la lucha por lograr la libertad de Cuba del coloniaje español. Su veta revolucionaria fue sin duda, la que más arraigo tuvo en el siglo pasado. Sin embargo no incluía ella todos los valores de su avasallante personalidad. Habría que esperar el nuevo siglo y, con el, la llegada de un grupo de jóvenes intelectuales que retomaran el ideario martiano desde múltiples vertientes y que destacaron las facetas del pensador, escritor, poeta, sin descuidar la del hombre de acción. Entre ellos encontramos a: Omar Dengo, Roberto Brenes Mesén, Joaquín García Monge, Carmen Lira, Lilia González, Mario Sancho, Carlos Luis Sáenz, Octavio Jiménez, entre otros muchos.

No sabemos en forma precisa cuándo entro en contacto don Joaquín con los escritos de Martí. Lo cierto es que a inicios de la segunda década del siglo veinte, ya los estudiaba, lo que le permitió conocer y comprender su pensamiento y su obra.

En 1914 don Joaquín publica en la Colección Ariel, una selección de Ismaelillo, de Versos Sencillos, de Versos Libres, donde explica en una breve nota, el motivo de la publicación:

Se han seleccionado estos versos de los volúmenes XI y XII de las obras de Martí, compilados por Gonzalo Quesada con una devolución sincera e inalterable, digna de elogio y la gratitud de la América que estudia y piensa (García Monge, 1914, p.1)

La edición contiene un prólogo de Roberto Brenes Mesén, quien en poco más de veinte páginas, discurre magistralmente sobre la obra y vida de Martí. Este texto de Brenes Mesén, prácticamente desconocido, descubre virtudes mayores de su letra poética y, desde su inicio, hace invitación y confiesa al maestro:

Poeta venga a mí porque así le amo; porque cada poesía suya es palmera en flor y árbol de sándalo para los bosques de mi alma, porque es despeñado torrente de sierra su niagarada elocuencia; porque es plata de manantial en valle, bajo el rumor del álamo, la voz de su Piéride encantada, porque un genio bello en arreos de arcángel, guarda a la puerta del edén de su alto Meru, sagrado y sellado para pies profanos, la entrada a los más; y a poder de impetrar y imprecar, benigno me ha sonreído el genio y me ha conducido hasta la fragua de oro, endonde (sic) a luz y ritmo elaboró Martí, la forja de su gloria (Brenes Mesén, 1914, p.3)

Y capta otra parte indisoluble del poeta, del escritor; el de luchador y agrega: Poeta, venga a mí, porque fue oda a la libertad su vida y canto heroico su morir en campos de batalla (1914, p.3).

La devoción martiana de Joaquín García Monge lo lleva a iniciar una relación epistolar con destacados martianos cubanos. Por esa concordancia, consigue del Dr. Arostegui, un ejemplar de La Edad de Oro, obra que Martí había escrito para los niños de América y que había sido publicada en 1889 en la ciudad de Nueva York. Son bien conocidas hoy, como apunta Mirta Aguirre en las ideas básicas de La Edad de Oro:

1.Formar hombres de criterio independiente

2.Firmes en sus ideas pero comprensivos con las de los demás

3.Que conozcan la vida con sus verdades; vivir es actuar, conocer, fundar, constuir, aunque la recompensa tarde en llegar

4.Que deben saber que la desunión es uno de los mayores peligros, sobre todo ante el naciente imperialismo

5.Hay que querer a la tierra en que se nace, con ternura y con fiereza hay que defenderla con todo y como un guerrero (Citado por Arias, 1987, p.14).

Bajo estas concepciones y con la convicción de que a los niños debe ofrecérseles buenas lecturas, don Joaquín García Monge se dio a la tarea de publicar La Edad de Oro, en 1921, que se convirtió en la primera edición americana. A los pocos días de su publicación, la obra circulaba entre los niños, sus depositarios naturales. En el Instituto de Alajuela Adela Salazar reportaba su lectura entre alumnos de primer año.

Don Joaquín comprendió que de los sentimientos de José Martí, su ternura hacia los niños es uno de los más hermosos. Mucho quiso a los niños de América, mucho pensó en el problema de su educación, ofreció a los niños de América su preciosa Edad de Oro como recreo e instrucción, lectura sin pedantería pero significativas e inspiradoras.

Joaquín García Monge fue al igual que Martí, un pedagogo intuitivo que gustaba acercarse a los niños. Su presencia era frecuente en cualquier escuela costarricense. Una de estas visitas fue descrita por una de sus más fervientes discípulas: Adela Ferreto:

Lleva bajo el brazo un cuadre que desenvuelve con amoroso cuidado. Es uno de los retratos que lo acompañan en su sala de trabajo. Uno de sus Santos: Martí, Lincoln, Sarmiento, Bolívar, Washington, San Martín. Hablaba a los niños sin aniñamientos falsos, artificiales. Sintetizaba sus lecturas, hablaba de los próceres de América, también de Costa Rica (Ferreto, s/a; s/p)

La edición costarricense de La Edad de Oro, de 1921, fue elogiada en Cuba. El diario El Mundo expresó:

“a la biblioteca de El Convivio que se edita en San José de Costa Rica, bajo la dirección del señor Joaquín García Monge, se debe el que se haya reeditado La Edad de Oro, que estaba agotada y lo que es más importante el que los niños cubanos tengan la oportunidad de instruirse en las amenas y educativas lecciones del maestro”.

Don Joaquín García Monge sabía que había que trabajar sin cansarse para los niños y por eso emprende una tarea mayor y original. Entre 1925 a 1930, con el nombre de La Edad de Oro y bajo la influencia martiana, publicó varios libros de 160 páginas cada uno con lecturas para niños, incluyendo seis con lecturas para jóvenes y como suplemento de Repertorio Americano. Don Joaquín no tuvo sosiego, porque era él, los libros renuevan al hombre, sus ideas o ideales y con ello crece a tiempo que también crecería la patria. Atento al devenir y a los aportes de variadas ideologías, de quehaceres útiles y artísticos de todas latitudes, pero también de su tierra, incluyó autores nacionales, centroamericanos, del sur y del norte del continente. Esta producción permite conocer la estrategia pedagógica que don Joaquín propuso para la educación de niños y jóvenes.

La Edad de Oro fue un noble modelo que propició en Costa Rica el desarrollo de una tendencia ejemplar y multiplicadora de las revistas para niños y de la literatura infantil, hasta nuestro días. Haremos, sin embargo, solo un acercamiento a aquellas publicaciones sobresalientes y meritorias.

Entusiasmados por dar a conocer a los niños la literatura de valor permanente, según el ejemplo de Martí, Lilia González, educadora eminente y Carmen Lira, publicaron San Selerín, la primera revista con orientación moderna, ofrecida en el medio. Su primera época data de 1912-1916, cuando fueron publicados 22 números. Su edición era bimensual y se vendía en 25 centavos. Esta revista tuvo una segunda época, en 1923, cuando García Monge aparece como coeditor. San Selerín circuló por todos los rincones del país, donde los autores y sobre todo Carmen Lira, al igual que Martí, escribió y adaptó muchas de las narraciones que en ella aparecen.

De 1947 a 1957, algunos maestros de la ciudad de Heredia publicaron otra revista infantil de carácter nacional, su nombre fue Farolito. Su directora fue Evangelina Gamboa y la administración estuvo a cargo de Ángela Sáenz y Emma Gamboa. En sus páginas podemos encontrar pensamientos, cuentos, dibujos y poemas tomados de La Edad de Oro y de la obra de José Martí.

En los años treintas, Carlos Luis Sáenz y Adela Ferreto alegraron a muchos niños con Triquitraque. Más cerca de nosotros, en los años ochentas, emergieron trabajos de acopio y sistematización de Elías Zeledón, hoy vitales para la historia cultural popular costarricense. En 1989 recoge cuentos y leyendas costarricenses y edita mimeografiada su versión de La Edad de Oro. A esta edición precedió una de la Editorial Costa Rica, prologada por Víctor Julio Peralta, con un tiraje de 5 000 ejemplares.

También debe destacarse la labor del escritor Alfonso Chase, quien publicó en 1991 una antología de poemas para niños y jóvenes bajo el título del conocido poema de Martí: Cultivo una rosa blanca.

La tradición literaria de carácter martiano se prolonga hasta nuestros días, con las bellas ediciones que publica la Fundación San Judas Tadeo de la revista Cuenta que te cuento, y la reedición de La Edad de Oro de Martí, en 1993. Esta tradición contó con versiones radiales como La Hora del Cuento y El Rincón de los Niños, su influjo llegaría hasta México en los años setentas, donde se creó un programa dirigido por Rocío Sanz. En Costa Rica Carlos Luis Sáenz realizó una labor semejante.

Además instituciones culturales como escuela, colegios, universidades populares, centros de estudio, tertulias, bibliotecas populares, entre otros, fueron espacios que permitieron la circulación y consumo de las ideas martianas.

Pero volvamos a los trabajos y los días de don Joaquín. En 1919 disertó ante un grupo de profesores de español de la Universidad de Columbia acerca de cómo Sarmiento y Martí habían visto a los Estados Unidos. Su conocimiento sobre esos temas era extraordinario. Dos años antes impartía un ciclo de 16 conferencias en El Ateneo de Costa Rica: Hombres de América: Sarmiento, Martí y Emerson. José Albertazzi Avendaño registró su asistencia al Ateneo y anotó en su diario: sobre Martí ¡admirable!

La Escuela Normal de Cosa Rica, instalada en la ciudad de Heredia, se convertiría en otro de los espacios idóneos y centrífugos del ideario martiano. Allí, como recuerda Francisco Zúñiga, don Joaquín fundó la Cátedra de Litearatura Infantil. A su lado, Carmen Lira enseñó también literatura infantil. Ambos asumieron las tareas de difundir la vida y obra de Martí entre los maestros, y estos hacia los niños y jóvenes. Así, el circulo de consumidores tendió a ampliarse y abarcar en su interior a más de un sector o clase social. Es decir que se movió en dirección de la heterogeneidad.

Por último, señalo la tarea de más largo aliento, realizada por García Monge. En 1942 recordaba la presencia de Martí en Repertorio Americano, calificándola como de la mayor importancia, y enseguida precisaba:

es mucha la devoción que le profeso a José Martí, el caso ejemplar y saludable de su vida y de su obra. He anhelado que América, la suya, arrime el oído al corazón de Martí, y coja su voz monitoria (...) es uno de los seis o siete profetas conductores de la América hispana (RA, VII, 11 abril 1942, p.98).

A comienzos de los años cincuentas, desde México, Raúl Cordero Amador escribía un artículo sobre la obra poética de José Martí, el cual contiene una dedicatoria: “Para el maestro don Joaquín García Monge, quien me señaló el camino a Martí”. Revelación que muchos americanos podían suscribir sobre los trabajos de García Monge del homagno cubano.

Un lector descuidado podría juzgar que las referencias a Martí en Repertorio Americano son alusiones como apósol, héroe y martir, elevado a la categoría de santo; en suma, una visión mistificada, cobijada en la tolerancia como principio editor. No obstante, sin desconocer esas páginas están aquellas multiplicadas donde se rescatara a Martí humano y ponen énfasis en el estudio de su obra de escritor en verso y en prosa de pensador de los problemas americanos.

Sus páginas ayudaron a la reinstauración de Martí en el sitial que le corresponde. No olvidemos que esta última tarea está estrechamente ligada, como indicaba Andrés Iduarte en 1951, a dos hispanoamericanos: Miguel de Unamuno y Rubén Darío, dos plumas con presencia permanente en Repertorio Americano, a los que de paso con los años se unieron martianos tan destacados como Roig de Leuchsenring, Félix Lizaso, Juan Marinello y entro los costarricenses, destacan en hojas de la Revista, Roberto Brenes Mesén, Juan Carazo, Rómulo Tovar, Ulises Delgado y Octavio Jiménez, quien se nos presenta como el más ferviente martiano por el acercamiento y asimilación de su ideario, que le permitió captar los poemas más apremiantes de su contemporaneidad. Sus escritos en favor de lo nacional, su lucha contra los monopolios de toda clase, su crítica social, debe mucho a Martí.

En 1954 don Joaquín corona su labor con una sagaz observación:

Pongamos a nuestros próceres a caminar. Sus consejos, sus testimonios, debemos consultarlos a menudo. A ver si no ayudan a explicar nuestra historia, la pasada y la nueva, de no con estos trastornos mentales que el mundo vive, seguiremos en Nuestra América en la misma: sin brújula y cojeando (R.A., 15 diciembre 1954, p. 275)

La magna figura de Martí, a la que García Monge ha contribuido a enaltecer con su entusiasmo y una devoción sin par entre nosotros, es de destacar en esta hora centenaria de las visitas de Martí a Costa Rica.

Referencias

García Monge, J. (1914) Nota del Editor. En Versos. [Gonzalo Quesada, compilador]. San José: Imprenta Alsina.

____________. (1942) José Martí en Costa Rica. En Repertorio Americano, No. 7, 11 de abril.

___________. (1954) Rómulo Gallegos en Costa Rica. En Repertorio Americano, XLVIII, No. 18, 15 de diciembre

Brenes Mesén, R (1914) Martí escritor. En Versos. [Gonzalo Quesada, compilador]. San José: Imprenta Alsina.

Martí, J. (1914) Versos. Gonzalo Quesada, compilador. San José: Imprenta Alsina


1 Publicado originalmente en: Nuevo Humanismo, Segunda Época, No. 2, julio-diciembre, 1994. Centro de Estudios Generales, Universidad Nacional, Costa Rica

ambientales EUNA UNA

Instituto de Estudios Latinoamericanos (IDELA)
Universidad Nacional, Campus Omar Dengo
Apartado postal: 86-3000. Heredia, Costa Rica
Teléfono: +506 2562-4056
Correo electrónico temas@una.ac.cr