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Temas de nuestra américa

e-ISSN: 2215-3896.
(Enero-Junio, 2023). Vol 39(73)
DOI: https://doi.org/10.15359/tdna.39-73.4
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Reflexión política


Triunfo y desafíos de Lula da Silva en Brasil

Triumph and challenges of Lula da Silva in Brazil

Triunfo e desafios de Lula da Silva no Brasil

Jorge Rubem Folena de Oliveira

Doctor en ciencias políticas y jurista

Brasil

María Alejandra Sotelo-Salazar

Traductora

Recibido: 10/11/2022 - Aceptado: 05/12/2022


Resumen

En este ensayo, escrito durante la semana de su triunfo electoral, analizamos algunos de los desafíos que enfrentará el nuevo presidente de la República Federativa de Brasil, Luís Inácio Lula da Silva, a partir del 1.° de enero de 2023.

Palabras clave: Brasil, Desafíos, Elección, Gobierno, Lula da Silva

Abstract

In this essay, written in the week of his electoral triumph, we analyze some of the challenges that the new President of the Federative Republic of Brazil, Luís Inácio Lula da Silva, will face from January 1, 2023.

Keywords: Brazil, Challenges, Election, Government, Lula da Silva

Resumo

Neste ensaio, escrito na semana do seu triunfo eleitoral, analisamos alguns dos desafios que terá o novo Presidente da República Federativa do Brasil, Luís Inácio Lula da Silva, a partir de 1.° de janeiro de 2023.

Palavras-chaves: Brasil, Desafios, Eleição, Governo, Lula da Silva

1. Introducción

“Los muertos se convierten en fantasmas

W. Benjamín

Muertos que nunca mueren

M. Calderón Fernández

Desde hace siglos, los fantasmas del pasado aún no resuelto, del genocidio de los pueblos indígenas, de la esclavitud negra y de los asesinatos de niños, jóvenes y adultos mestizos y negros vagan por las calles de Brasil.

En toda su trayectoria política, inclusive durante sus dos gobiernos al mando de la Presidencia de la República Federativa de Brasil, entre los años 2003 a 2010, Lula da Silva ha sido un legítimo representante de nuestros antepasados, siempre dispuesto a incluir los intereses del pueblo en las políticas públicas del Estado brasileño, algo nunca visto antes en la historia de este país ampliamente rico, pero, con una alarmante desigualdad social.

En su lucha, Lula ha intentado que Brasil sea un país soberano y menos injusto. No obstante, su proyecto ha sido destruido por una clase dominante, egoísta y con una estrecha visión de mundo, lo que durante el mandato del Partido dos Trabalhadores – Partido de los Trabajadores (2003-2016) jamás ocurrió, pues nunca sufrió ninguna amenaza a su dominio. A pesar de eso, Lula da Silva fue perseguido políticamente y encarcelado, de forma injusta, por más de 580 días.

En el presente ensayo, se analizarán algunas de las dificultades que Lula da Silva enfrentará en este retorno, producto de su fuerza, carisma e inmenso prestigio político, con lo cual logró impedir la tercera vía pretendida por la clase dominante brasileña y se transformó en la única opción para detener la ruina del país, promovida por el neoliberalismo y el fascismo, que impusieron un peligroso deterioro en el tejido social brasileño.

Cabe resaltar que, al inicio, Lula da Silva, incluso para honrar a los fantasmas de sus antepasados, no tendrá un camino fácil, aunque se haya presentado hasta aquí con mucha experiencia e inteligencia, intentando aplacar las voces poderosas del neoliberalismo, que destruye la democracia, por el mundo afuera e impone un estado de represión cada vez más amplio contra todos los que se oponen a su estructura.

2. La elección de Lula

La noche del domingo 30 de octubre de 2022, fecha del segundo turno de la elección presidencial de Brasil, tras haber vencido a su adversario de extrema derecha, Luís Inácio Lula da Silva se pronunció anunciando un pacto de reconstrucción y unión nacional para los brasileños y para el mundo, después de cuatro años de destrucción de la democracia y de las instituciones consumada por Jair Bolsonaro y por sus seguidores, grandes defensores de las políticas neoliberales promovidas por el voraz mercado financiero.

En realidad, desde el golpe que retiró indebidamente a Dilma Rousseff de la Presidencia de la República, en 2016, Brasil se sumergió en un trágico declive de los indicadores económicos y sociales1, al ser implementado por los golpistas el proyecto neoliberal “Puente hacia el futuro”, que generó duras consecuencias a la población, producto de los cortes de los derechos de los trabajadores, de la seguridad social y de la reducción de gastos de presupuestos, que han impedido el avance social, científico y tecnológico y ha conllevado a la paralización de actividades esenciales, transformando al país en un mero exportador de mercaderías primarias, con la reducción intencional de su capacidad de industrialización2.

Durante el gobierno de Jair Bolsonaro, la crisis política y humanitaria se agudizó, aumentando intensamente la lucha de clases en el país3, que volvió al mapa del hambre y tuvo más de setecientos mil muertos de COVID-19, debido a la negligencia en el combate a la pandemia y a la demora en la compra y aplicación de vacunas, motivados por tentativas de favorecimiento económico de grupos vinculados al Gobierno (entre estos los militares, conforme indagado por la Comisión Parlamentar de Investigación del Senado Federal4) y a una gigantesca operación de manipulación, disfrazada de negacionismo.

3. Propuesta de acuerdo desde abajo hacia arriba

El mencionado discurso de Lula da Silva5, tras el resultado de la elección, representó una propuesta de acuerdo manejado desde abajo (fuerzas populares que él representa) hacia arriba (parte de la clase dominante que lo apoyó en el segundo turno de la elección presidencial), para alejar con urgencia del país el mal del fascismo6, representado por la extrema-derecha que no respeta los principios civilizatorios propugnados por los liberales en el actual periodo histórico y la intención de construir “una ‘historia oficial’ mediante la destrucción de acervos y ‘monumentos’ de la memoria de Brasil”7.

El claro comportamiento de esta extrema-derecha reveló que está compuesta de una masa histérica, infantilizada por la desinformación, y nostálgica de métodos violentos que la vuelven peligrosa, pues elogia la tortura y la última dictadura civil-militar de 1964-1985.

En su discurso, Lula da Silva propuso retomar los programas sociales utilizados en los Gobiernos anteriores, comandados por el Partido de los Trabajadores (PT), con la transferencia de renta a los más pobres y la ampliación de los gastos públicos en educación, salud, ciencia y tecnología. Sin embargo, Lula encontró un Estado con los cofres vaciados por el gobierno neoliberal de Jair Bolsonaro8, que escogió no fiscalizar ni actuar eficazmente en la recaudación de tributos, solo atender los intereses de los defensores del estado mínimo. De este modo, para poder cumplir sus compromisos de campaña, Lula tendrá que tributar el patrimonio y la renta de los más ricos.

Frente a estas contradicciones, es bastante probable que la derecha liberal que apoyó a Lula en el segundo turno le proponga que, en su gobierno, se respeten, y no sean revertidas, las privatizaciones realizadas en los gobiernos de Michel Temer y de Jair Bolsonaro, que se mantenga el “equilibrio fiscal” y se dé seguimiento a la realización de la reforma de la Administración Pública.

Es importante registrar que el gobierno neoliberal de Jair Bolsonaro renunció a parte de sus atribuciones en el control de la economía, al permitir, pasivamente, la autonomía del Banco Central, que en la actualidad es independente y no le debe obediencia al Gobierno, y, además, está manipulado por esa mistificación denominada mercado financiero, que controla la deuda pública del país en beneficio propio, perjudicando los intereses de la soberanía nacional y las necesidades de la población.

Asimismo, Lula puede enfrentar dificultades para construir una mayoría parlamentar, de la cual no disponía hasta el momento de su elección. Por tanto, es posible que encuentre un Congreso hostil, con bastantes reaccionarios de origen religioso pentecostal y representantes del sector agrario, que pueden, incluso, intentar un golpe mediante un impeachment, como ocurrió con Dilma Rousseff al inicio de su segundo mandato presidencial.

Igualmente, pueden tramar una reforma constitucional para reducir los actuales poderes de la Presidencia de la República, a través de la introducción del semipresidencialismo (una forma de parlamentarismo)9 en Brasil, lo que ya se encuentra en estudio en el parlamento brasileño10.

Sin embargo, pese a la fragilidad que llevará a Lula da Silva a buscar el apoyo de la derecha liberal, se espera que, con su amplia capacidad de negociación, tenga éxito en su propósito junto a los parlamentares, del mismo modo como condujo su candidatura a la victoria y a pesar de la formación de una poderosa máquina electoral, por parte del gobierno de Jair Bolsonaro, que dispuso de millones de dólares del presupuesto público para cooptación de electores, contó con el acoso electoral promovido por empresarios y con la ayuda explícita de las fuerzas de seguridad pública, que intentaron reprimir e impedir que los partidarios de Lula votasen en la elección del segundo turno, hecho que llevó al Tribunal Superior Electoral a proferir una decisión judicial para frenar la actuación ilegal de la Polícia Rodoviária Federal, PRF, subordinada al Ministerio de Justicia del Gobierno Federal11.

Brasil es un país que convive naturalmente con los acuerdos impuestos por la clase dominante a los dominados12. No obstante, resaltamos que, en este caso, es la primera vez que un representante de las fuerzas populares anuncia una transición de abajo hacia arriba, que podrá ser aceptada, por la necesidad de sobrevivencia de una parte de la clase dominante, la cual, hasta ahora, ha demostrado que es totalmente incapaz de controlar y derrotar a la extrema-derecha fascista, que encuentra en Jair Bolsonaro a su principal líder, quien podrá continuar en circulación para, en cualquier momento, volver a prestar sus servicios a los mismos que hoy se acercan a Lula por miedo al fascismo descontrolado.

4. Dificultades políticas y militares

En este punto, es necesario destacar que la derecha liberal que golpeó a Dilma Rousseff en 2016, no tuvo la capacidad para construir una vía política eficiente para vencer la elección presidencial de 2018, al final, disputada entre el candidato de la extrema-derecha, Jair Bolsonaro, y Fernando Haddad, del Partido de los Trabajadores. Además, fue incapaz de presentar candidatos con mínimas condiciones de victoria en la elección presidencial de 2022, ya que los partidos tradicionales de su base política (PSDB y MDB) están bastante reducidos y desgastados.

Es oportuno mencionar que aquel Lula da Silva, preso ilegalmente por más de 580 días para que no pudiese disputar la elección de 2018 (con grandes posibilidades de vencer) y cuyo encarcelamiento e impedimento político permitieron la elección de Jair Bolsonaro, es el mismo que enfrentó una fuerte resistencia por parte de la clase dominante para aceptar su participación en la elección presidencial de 2022, pero, con su fuerza política y la del Partido de los Trabajadores, actuó como el principal constructor de su propio camino y se convirtió en la primordial vía, dentro del orden constitucional, de resistencia al fascismo.

Tanto así, que al final del primer turno en el que casi salió vencedor, con el 48.43 % de los votos, buscó aliarse a la derecha liberal (cuya transferencia de votos fue de un parco 2.47 %, ya que Lula venció por el 50.90 %13), ávida por el restablecimiento del orden constitucional, por la preservación de las instituciones políticas del país y de la prensa tradicional, atacadas y desacreditas casi diariamente por el gobierno de Jair Bolsonaro, incluso después de proclamado el resultado de las elecciones.

Aparte de todas las dificultades ya citadas, están los militares brasileños, con “un claro proyecto de poder”14 y una visión indebida de sí mismos como tutores de los civiles en la vida política del país, que jamás le ofrecieron ningún apoyo a Lula da Silva ni a los gobiernos del Partido de los Trabajadores; que participaron activamente en el golpe que retiró a Dilma Rousseff de la Presidencia de la República en 2016 e integraron la conspiración que llevó a la prisión política de Lula da Silva en el 2018, en desobediencia a la presunción constitucional de inocencia y controlada por la “operación lava jato”, que causó daños irreparables a la economía, a la soberanía y al orden político y jurídico del país15.

Los militares brasileños colaboraron de manera directa para elegir el gobierno de extrema-derecha de Jair Bolsonaro, (expulsado del Ejército por indisciplina), conforme reconocido por el propio presidente en una reunión con el excomandante del Ejército, general Villas Boas16. Como premio, participaron activamente en su gobierno, ocupando más de seis mil cargos comisionados en la Administración Pública Federal.

Por otro lado, su cooperación les rindió acusaciones de corrupción en la Comisión Parlamentar de Investigación del Senado Federal que analizó abusos y desvíos del Gobierno en el curso de la pandemia del COVID-19. Durante el gobierno de Bolsonaro, los militares consiguieron ventajas personales y patrimoniales que ninguna otra categoría profesional tuvo en Brasil, entre 2019-2022.

Es evidente que, según Martins (2021), “los militares tienen un proyecto de poder” a largo plazo, presentado al inicio de 2022 bajo el título “Proyecto de Nación: Brasil en 2035”, el cual ha recibido fuertes críticas de diversos académicos, por su aspecto autoritario y entregado, pues renuncia a la soberanía nacional y excluye a la población de la distribución de las inmensas riquezas del país, lo cual ha sido rotulado como un “delirio”17.

De este modo, Lula da Silva también tendrá que enfrentar el descabellado proyecto político de los militares, en un país dividido por el resultado de las elecciones, en el que la parte derrotada no acepta la victoria del expresidente y ha hecho ataques constantes al Estado Democrático de Derecho, incluso con aglomeraciones en las puertas de los cuarteles para pedir intervención e instalación de una dictadura militar en el país.

5. Pasado de autoritarismo y de violencia aún no resuelto

En realidad, mucho de este cuadro de desobediencia con el resultado de las elecciones ha sido consecuencia del proceso de estructuración de la Nueva República, iniciada en 1985, que terminó con el régimen militar, pero no lo alejó, ni tampoco castigó de forma ejemplar a los criminales de 1964-1985. Al contrario, la Nueva República nació a partir de la aprobación de la ley de amnistía de 1979 (Ley Federal 6.683) y, a lo largo de los años, ha permitido su vigencia, pese al desacuerdo con los propósitos y las finalidades de la Constitución de 1988.

En verdad, hasta hoy la sociedad brasileña se omitió de debatir, con seriedad y honestidad, una Ley de Memoria Histórica dentro de los marcos de las Leyes de la Alemania pos Segunda Guerra Mundial, de la Grecia, posdictadura de los coroneles de 1967-1974, de la Argentina posdictadura e, incluso, de España, con su Ley de Memoria Democrática de 200718, que llevó a la retirada, en 2019, del cadáver de Francisco Franco del Valle de los Caídos.

En Brasil, opuestamente, elegimos la farsa del “olvido”, lo que perjudicó la memoria y la verdad y le permitió a Jair Bolsonaro, defensor de la tortura y de la dictadura de 1964-1985, llegar al gobierno de Brasil, atacando abiertamente el orden democrático de 1988 y justificando la existencia y permanencia de grupos que fingen desconocer la ocurrencia de la dictadura en el país y niegan los horrores de la esclavitud negra y del genocidio indígena.

La farsa del olvido permite que “los muertos se conviertan en fantasmas”19 y admite la aparición de zombis, que vagan por las calles de Brasil para favorecer solamente los intereses de los especuladores del mercado financiero y de los que intentan obstruir el desarrollo de un proyecto de nación rica, soberana e inclusiva.

El gobierno de Lula da Silva, que tomará pose el 1.° de enero de 2023, enfrentará muchos desafíos, como los que describimos hasta aquí, incluso la destrucción de diversos campos. No obstante, uno de los peores problemas a enfrentar es el odio social que asola al país, herencia dejada por el actual ocupante de la Presidencia de la República, acostumbrado a dirigirse a la sociedad brasileña apuntando un arma, como símbolo de muerte.

Por lo tanto, creemos que es necesario implementar, de manera inmediata, una política de gobierno que promueva el diálogo, para establecer el equilibrio de las fuerzas políticas y sociales del país, totalmente desmantelado por el gobierno de Jair Bolsonaro, que, desde su punto de vista enfermizo y aprovechando que no hubo justicia de transición, estableció, como sus lemas, los valores de la última dictadura de 1964-1985, incentivó a la violencia y a la represión policial militar sin límites y no obedeció, de forma reiterada, las decisiones del Supremo Tribunal Federal, como ocurrió en la acción de incumplimiento fundamental número 635 (conocida como “ADPF de las favelas”).

En relación con la violencia policial, es necesario destacar que, apenas entre mayo de 2021 y agosto de 2022, en un radio de menos de siete kilómetros que abarca las comunidades de Jacarezinho, Vila Cruzeiro y Morro do Alemão, en la ciudad de Río de Janeiro, ocurrieron tres masacres, en las que murieron más de 60 negros y mulatos, producto de la política de tolerancia a los abusos practicados por policiales, abiertamente defendida por Jair Bolsonaro, cuyo gobierno intentó aprobar la exclusión de ilicitud para policías, que de esta forma tendrían licencia oficial para matar.

Infelizmente, el cuerpo policial, al servicio de un Estado controlado por una clase dominante cruel, es incentivado a ejecutar la matanza de un alto número de personas, y, entre estas, niños, ancianos y mujeres, lo que no se ve con regularidad, ni siquiera en una guerra.

Por lo tanto, la guerra que se traba en Brasil está en contra de las víctimas de la pobreza periférica y subalterna, integrantes de grupos sociales completamente desasistidos de cualquier derecho fundamental y esencial a la vida, así mantenidos a lo largo de muchas décadas.

El colonialismo, todavía presente en la sociedad brasileña20, agravado por la ausencia de un proyecto en defesa de la memoria, de la cultura y de la resistencia popular21, constituye los orígenes de la guerra, que todos los días arrebata vidas de ciudadanos jóvenes, negros y pobres, pero también hace víctimas a los policiales, paradójicamente oriundos de esas mismas clases, históricamente subyugadas, transformados en brazos armados de la clase dominante contra sus iguales, no para combatir la criminalidad, sino para imponer el conformismo frente a las desigualdades y establecer el control social.

Hay quien afirme, como el vicepresidente de la República de Bolsonaro, el general de la reserva Hamilton Mourão22, de modo indebido y con deshonestidad intelectual, que los brasileños son perezosos, como herencia de los pueblos indígenas, y malandros, como herencia de los negros esclavizados. Esta mentira ha sido repetida sistemáticamente en libros, periódicos y medios de comunicación social y ha sido asimilada por muchos individuos pobres, que apenas reproducen, sin cuestionar, lo que les dicen, siendo así mantenidos en la ignorancia.

La repetición constante de esas falsedades culturales tiene como objetivo marginalizar a la población y mantenerla en una posición de inferioridad y de subalternidad, aún colonial en pleno siglo XXI, para justificar toda la violencia estatal que recae sobre ella, a ejemplo de lo que ocurrió en las masacres de Vigário Geral, Acari, Parada de Lucas, Candelária, Eldorado dos Carajás, Paraisópolis, Jacarezinho, Vila Cruzeiro, Morro do Alemão, etc., todas perpetradas por fuerzas militares contra su propio pueblo.

La clase dominante promueve, desde siempre, un constante apagón de la memoria nacional, al mismo tiempo que busca exaltar como héroes a hombres que violentaron y mataron a la población en el pasado; los mismos que, en los días de hoy, incentivan el exterminio de la juventud de las periferias y comunidades faveladas, de los campesinos, quilombolas y grupos indígenas que luchan por la mantención de la posesión de sus tierras ancestrales y por la preservación de su cultura.

Este intencional y constante olvido de la memoria permite que personas nefastas, como Jair Bolsonaro, naturalicen el racismo y promuevan el odio y la violación a la Constitución, que establece que la práctica del racismo es un crimen sin fianza e imprescriptible, sujeto a pena de reclusión.

En este escenario, el nuevo gobierno de Lula da Silva deberá implantar una política nacional de justicia restaurativa, que permita el diálogo permanente, basado en el objetivo fundamental de la República Federativa de Brasil de construir una sociedad libre, justa y solidaria y de incentivar el bienestar de todos, sin ningún prejuicio ni discriminación.

El proceso de justicia restaurativa constituye el camino para promover la reeducación de la sociedad como un todo y puede ser implementado con una amplia política de comunicación social y, principalmente, con la participación de todas las fuerzas represivas, para incentivar la formación de una nueva mentalidad y establecer el entendimiento necesario de que la población –formadora del Estado y titular final de todas sus riquezas– debe ser asistida y protegida, y no asesinada, como se ha hecho a lo largo de la historia del país.

6. Conclusión

Entre tantas acciones a ser colocadas en práctica en esta jornada, es urgente iniciar la construcción de una política permanente de preservación de la memoria, para que el conocimiento de las atrocidades del pasado y del presente, nos proporcione comprensión y concientización, con el objetivo de que nunca más se repitan en Brasil.

Es verdad que, en su retorno como presidente de la República Federativa de Brasil, Lula da Silva enfrentará grandes desafíos para intentar reencontrar el rumbo de un país grande y rico, sin embargo, bastante destrozado en estos últimos años.

Por otro lado, a los 77 años de edad, Lula (quien ya anticipó que no será candidato nuevamente), es el hombre que tiene todas las condiciones de ahuyentar a los fantasmas del pasado que siempre han circulado en Brasil y para hacer de este país una gran nación para su pueblo, además de promover el reencuentro con los países de América Latina, de África, Medio Oriente y Asia, unidos por la consolidación de un mundo multipolar, que ya está configurándose como alternativa para superar las adversidades impuestas por el imperialismo y permitir mejores oportunidades y menos explotación para todos los pueblos del mundo.

Grande es el significado del triunfo de Lula da Silva, para nosotros, brasileños, y nos lleva a creer que es posible construir un mundo mejor para todos.

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1 Folena (2018).

2 Pochmann (2021).

3 Folena de Oliveira (2022).

4 El País (2021).

5 Silva (2022).

6 Teixeira da Silva (2019).

7 Teixeira da Silva (2022).

8 Folha de São Paulo (2022).

9 Folena (2021-a).

10 Brasil (2022-a).

11 Brasil (2022-b).

12 Folena (2022).

13 Lula derrotó a Bolsonaro, en la segunda vuelta de las elecciones, por 50.90 % de votos en contra 49.10 %.

14 Martins (2021).

15 Folena (2021-b).

16 O Globo (2019).

17 Neto (2022).

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19 Benjamin (2013, p. 62).

20 Folena de Oliveira (2020).

21 Folena (2021-c).

22 Mourão (2018).

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