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Temas de nuestra américa

e-ISSN: 2215-3896.
(Enero-Junio, 2023). Vol 39(73)
DOI: https://doi.org/10.15359/tdna.39-73.7
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Reflexión política


Ejercicio de traducción: coordenadas teóricas para un marxismo latinoamericano

Translation exercise: theoretical coordinates for a Latin American Marxism

Exercício de tradução: Coordenadas teóricas para um marxismo latino-americano

Alejandro Del Valle

Universidad Nacional de San Martín

Buenos Aires, Argentina

Recibido: 29/08/2022 Aceptado: 29/09/2022


Resumen

El presente trabajo repasa los puntos principales del concepto de traducción. A partir del estudio de Martín Cortés sobre la “práctica teórica” de José Aricó, se realiza un punteo por los ejes conceptuales de la traducción, los marcos históricos y conceptuales de su creación y los principales problemas que aborda o enfrenta. El ejercicio de traducir se presenta como una actividad teórico-práctica de intervención coyuntural, necesaria para la producción de un marxismo fructífero en clave latinoamericana.

Palabras claves: marxismo; estudios latinoamericanos; teoría crítica; marxismo latinoamericano.

Abstract

This paper reviews the main points of the translation concept. Based on Martín Cortés’s study of José Aricó’s “theoretical practice”, the work explores the conceptual axes of translation, the historical and conceptual frameworks of its creation and the main problems it addresses and/or faces. The translation exercise is presented as a theoretical-practical activity of conjunctural intervention necessary for the production of a fruitful Marxism in a Latin American key.

Keywords: Marxism; Latin American studies; critical theory; Latin American Marxism.

Resumo

Este artigo revê os principais pontos do conceito de tradução. Com base no estudo de Martín Cortés sobre a “prática teórica” de José Aricó, é feito um levantamento dos eixos conceptuais do conceito de tradução, dos quadros históricos e conceptuais da sua concepção e dos principais problemas que aborda e/ou enfrenta. O exercício de tradução é apresentado como um exercício teórico-prático de intervenção conjuntural necessário para a produção de um marxismo frutuoso numa chave latino-americana

Palavras Chave: Marxismo; Estudos latino-americanos; Teoria da crítica; Estudos latino-americanos; Teoria da crítica

1. Marco general

Desde que, a finales de los años 60, se proclamó a viva voz la “crisis del marxismo”, apuntalada en la teoría y en el ambiente francés por la exhumación de los escritos juveniles de Marx, se puso a la orden del día un rescate del filósofo, de acuerdo con su “modo de hacer teoría”. La centralidad del “método dialéctico” en la lectura de Marx o, mejor dicho, el apuntalamiento de su método científico, en cuanto verdadero legado del revolucionario alemán, se desplazó hacia una reflexión respecto a dilucidar el procedimiento para ejercer una práctica, específicamente la teórica, como una manera de hacer teoría.

La discusión focalizada en el método implicaba un debate con fuertes rasgos epistemológicos y se inscribía, sin grandes sobresaltos, en los marcos de la filosofía de la historia afianzada por los regímenes estalinistas y sus instituciones satélites. El deslizamiento en las reflexiones sobre el legado y la actualidad del marxismo que permitió dirigir la deliberación sobre los modos de hacer teoría desembocó en una concepción de dicho sistema filosófico como “teoría finita” (Althusser), que incluía analizar la práctica teórica como la captación de un presente abierto y siempre en disputa. Así, las nuevas perspectivas conceptuales para asir el legado marxiano sumaban, a la dilucidación positiva de los fundamentos de su filosofía, la actualización del modo en que el producto intelectual teórico se relaciona con el presente del cual emana y hacia el cual se dirige. Esa dilucidación filosófica de Marx estaría contenida en esta nueva perspectiva.

Como explica Martín Cortés en Un nuevo marxismo para América Latina, este rasgo problemático de la relación entre el ejercicio de la práctica intelectual y su articulación con las demandas del presente en el cual se inscribe es aquello que la lectura de Aricó pone en relevancia en Marx. Haciendo eco de una distinción epistemológica althusseriana, podríamos decir que el conocimiento que la lectura de Aricó propone del corpus marxiano ya no tiene como fundamento un enlace de representación conceptual del contenido literal de los textos del revolucionario alemán, sino que sugiere un vínculo de apropiación de ese legado, en cuanto es necesario actualizar la “operación de la crítica” (2015, p. 15) que caracteriza al pensamiento marxiano, siempre de acuerdo con la coyuntura en la que este se encuentra históricamente inmerso.

Si aceptamos lo anterior, entonces se hace necesario pensar en la crítica como una simultánea operación de lectura e intervención coyuntural. Esta doble maniobra de apropiación e intervención es justamente aquello que el concepto de traducción viene a especificar: un espacio de reflexión objetivo, es decir, una especificidad susceptible de ser pensada y analizada.

2. Confianza en un legado incompleto

Dice Cortés que la crisis del marxismo revela los “límites de la fantasía de autosuficiencia de la teoría” (2015, p. 122). Luego de la revolución de 1917, las ofensivas políticas restauradoras y, principalmente, los derroteros políticos de los marxismos habían logrado poner al derecho el discurso revolucionario, otorgándole una positividad de sentido contrario: de ser, parafraseando a Marx, la publicación de la ignominia, se convirtió en su “ideologema justificatorio” (2015, p. 124.). El diagnóstico es, entonces, el de un marxismo idealizado y dogmático a fuerza de un fetichismo cultural que ha distorsionado el carácter subversivo del discurso de Marx.

Con la crisis del marxismo, dice Cortés, cae “el carácter superpoderoso de la letra” (2022). Esta especie de laicización forzada, que consiste en desechar la ilusión de que nos ha sido legado un sistema teórico autosuficiente, es el efecto real de esa crisis del marxismo. La teoría ya “no se legitima en la letra de su autor”, sino en las formas de universalidad que supo captar en el tiempo de su constitución y que exceden aquel tiempo. Hay un exceso de la teoría respecto a su coyuntura, lo cual hace que el producto intelectual teórico no sea inmediatamente reductible a sus condiciones históricas. Quizá esta sea la diferencia principal de la teoría respecto a la política, cuya justeza y eficacia radica en la conformidad de sus actos frente a la coyuntura (2022).

A partir de aquí, la caracterización del legado de Marx, como actualizable o cargado con la potencialidad para su fructífera traducción, refiere, al mismo tiempo, al procedimiento teórico que pone en acto dicha potencialidad. La confianza en la herencia marxiana implica, irremediablemente, la confianza en su proceso de lectura y en lo que se puede hacer con ella.

El procedimiento de traducción se orienta a encontrar en la propia obra de Marx las ambivalencias, complejidades y contradicciones; los “puntos de fuga”. Puede parecer curioso que la confianza en el legado del pensador implique concebir que lo recibido de su parte no constituye un sistema teórico cerrado y autosuficiente. ¿Qué es esta confianza en un legado que solo se sostiene con la condición de hacer surgir de él, como efecto de la lectura, las incompletitudes, inexactitudes y contrariedades? Si bien es posible decir que las ambivalencias y contradicciones están en los textos, es correcto, a su vez, afirmar que la lectura es la responsable de hacerlas surgir y realzarlas como material privilegiado para las tareas del momento. La traducción se presenta como “ejercicio de búsqueda de un Marx capaz de lidiar con la crisis de una tradición que se fundó con su nombre y que, paradójicamente no puede dar cuenta —de manera científica— de su propia historia, reducida a ‘ideologemas justificatorios’”(2015, p. 124).

La producción teórica, fustigada y aguijoneada por las exigencias de los procesos coyunturales, genera los huecos y los “puntos de fuga” en el legado en el que confía. Lo anterior, como si la propia producción teórica necesitase generar el vacío en lo que ya está dicho, para que el discurso resultante empalme con los requisitos acuciantes de las intervenciones políticas, sin dejar de decir algo más que aquello que inmediatamente la condiciona y que hace de ese discurso uno teórico, no uno meramente político (2022).

Ahora bien, lo dicho no implica que, luego de la crisis, el desplazamiento en el modo de considerar la vigencia del legado marxiano esquive los problemas relacionados con la cientificidad del pensamiento marxiano (principalmente las proposiciones positivas de la teoría económica) ni a las cuestiones de método, los fundamentos filosóficos, la naturaleza de la dialéctica, su relación con Hegel, etc., sino que la prosecución en investigar estas cuestiones ya no tiene como horizonte restituir un “sistema filosófico cerrado” (2015, p. 122). Estas cuestiones se subsumen ahora en una nueva problemática (Althusser) que intenta poner como campo objetivo de su propia reflexión la intervención teórico-política que ella misma implica. La conciencia de “la imposibilidad de la clausura” (2015, p. 122) abre el espacio de la posibilidad de la intervención teórico-política que el ejercicio traductor viene a constituir.

Se sigue confiando en Marx, sin embargo, se trata de uno quien no puede evitar el ajuste de cuentas con la tradición que se fundó en su nombre ni consigo mismo. La confianza se sigue manifestando en una referencia de tipo mimética al fundador, pero bajo otras perspectivas: si ya no se puede ser como el padre en lo que a su completitud refiere, lo será en relación con las virtudes de su falta.

Uno de los puntos de la teoría marxista que recibió mayor cuestionamiento es su pretensión holística o “totalitaria”. Se trata de, como dice Aricó, “la tentativa de la razón occidental de englobar como método y teoría la diversidad de lo real” (2015, p. 45). No por nada Cortés sostiene que la crisis del marxismo es también la de las grandes categorías de la modernidad (2015, p. 21). No obstante, sobre este aspecto es importante llamar la atención acerca del peligro de amalgamar rápidamente un sistema filosófico con pretensiones de totalización teórica con una filosofía de la historia o un sistema filosófico cerrado. Si bien en los años 80 (producto de una crisis cuyos alcances exceden al marxismo, pero lo involucran principalmente) ya no se encuentra ese optimismo de la teoría que sí operaba en los años 60, no hay un vínculo de necesidad entre una perspectiva teórica totalizante y su consumación en una filosofía de la historia (2022).

Luego de la crisis, en medio de la pretendida completitud y sacralidad de los textos fundantes del socialismo científico, se encuentra el germen vedado de su laicización. Esto es lo que “rastrea” Aricó en la obra de Marx y lo que Cortés “rastrea” en Aricó: la restitución positiva de una negación incancelable que siempre estuvo y estará ahí mientras ese legado no muera definitivamente. Todo lo que está vivo es incompleto y lleno de un vacío inllenable de carácter fundacional. América Latina es el locus para esa restitución.

3a. Traducción y marxismo latinoamericano

Cortés piensa la indagación sobre el marxismo latinoamericano como aquella sobre un objeto “que no es fijo, sino una relación: aquella que liga el marxismo y AméricaLatina” (2022, p. 18). Esta tipificación del objeto permite una doble delimitación: la traducción se sitúa en el “entrelugar” que evade tanto el eurocentrismo como el exotismo y recupera la riqueza de la articulación entre lo universal y lo singular que los dos puntos de vista mencionados descartan (2022, p. 28).

Es interesante detenernos un instante en los argumentos mediante los cuales se rechazan los puntos de vista mencionados. En primer lugar, la traducción se presenta como un escape a posiciones deterministas. Según la conceptualización que Cortés toma de Michael Löwy, se trata de rechazar “la aceptación acrítica de un modelo teórico y filosófico que coloca a América Llatina como rémora y desvío de la realidad europea” (2022, p. 27). Esta concepción, que constituye el núcleo duro del eurocentrismo, tiene, como es evidente, una ligazón orgánica con la filosofía de la historia. Por otro lado, se procura repeler los postulados del exotismo, noción sustentada en una “idea cuasi-folclórica de singularidad irreductible latinoamericana que rechazaría cualquier planteo teórico simplemente porque se produjo en el exterior” (2022, p. 27).

Entendido en términos de universalidad y singularidad, podría decirse que el eurocentrismo construye, a partir de la singularidad de la realidad europea, una universalidad abstracta que toma, erróneamente, atributos correspondientes a la singularidad de Europa y, mediante este procedimiento, subsume, bajo esas categorías, fenómenos particulares de otras latitudes. La consecuencia de esto es que se descuidan o directamente se niegan justo aquellos elementos que hacen de determinado fenómeno uno concreto y particular. En el caso del exotismo, por el contrario, la particularidad se conceptualiza en tanto “esencia” latinoamericana y, a partir de aquí, se rechaza la necesidad de un diálogo con teorías de pretensiones universales surgidas en otros marcos geográficos (2022, p. 28). Mientras el eurocentrismo tiende a subsumir la realidad latinoamericana a sus postulados teóricos y el exotismo latinoamericano busca escapar a esa subsunción, postulando su irreductibilidad en clave esencialista, el procedimiento teórico de la traducción “aspira a ser materialista”, en cuanto un modo de evitar los vicios de una “universalización abstracta” (2015, p. 34). El ejercicio de la traducción se postula como una modalidad de práctica teórica que intentará articular, de forma virtuosa, la universalidad con la singularidad, dirigiendo sus esfuerzos a “abordar un problema real” (2015, p. 34): cómo es que Latinoamérica quedó inserta en “ese movimiento en que la modernidad europea ‘deviene mundo’” (2015, p. 28).

3b. Figura del desencuentro y caso de la experiencia cubana

Hemos dicho que la indagación acerca del marxismo latinoamericano es sobre una relación. Agregamos ahora que ese ligamen es el de un desencuentro (2015, p. 15). Esta figura alude a la existencia de grandes movimientos nacional-populares que son de clase en un sentido amplio, no solo proletarios, sino de agrupaciones subalternas más en general y que no aparecen, en principio, identificadas con la tradición política socialista (2022). En un vínculo especular con Europa, donde los grandes partidos de masas se correspondían con las tradiciones políticas de la izquierda, en América Latina las tradiciones de izquierda estuvieron y están “al borde” de esos movimientos, es decir, con una presencia más cultural o político-intelectual que de conducción política (2022).

Esta caracterización general del ligue entre el marxismo y la “práctica real del movimiento popular de la región” (2015, p. 15) tiene sus matices y sus dificultades. El caso cubano no solo es importante porque rompería esa tendencia, sino porque, hablando de la Argentina, todo el proceso de aproximación al peronismo desde la izquierda, así como al marxismo y a la radicalización de cierta izquierda peronista, o bien todos esos híbridos de los años 60 y 70 como la figura del socialismo nacional o izquierda nacional, son impensables sin la Revolución cubana (2022).

Si bien puede considerarse la Revolución cubana una excepción entre una caracterización más amplia signada por la figura de desencuentro, ella tampoco habilita la constitución lineal de una contratendencia. Aunque el abandono del programa en clave democrática liberal del movimiento 26 de julio y su inscripción en otro socialista de corte marxista-leninista permite lícitamente pensar la Revolución cubana como un encuentro, si se quiere, entre Marx y Latinoamérica, sucede, al mismo tiempo, que las tesis que los partidos comunistas latinoamericanos sostenían para la región no coincidían inmediatamente con las líneas de acción revolucionarias del movimiento. Esta situación permite abrir un campo de reflexión sobre las formas específicas de ese encuentro y esa excepción (2022).

4. Ejercicio de traducción: universalidad y particularidad

Es importante, para comprender el ejercicio de traducción, evitar un desplazamiento formalista de los pares conceptuales universalidad-particularidad y los espacios geográficos Europa-Latinoamérica. No solo por los déficits teóricos de un procedimiento de este estilo (el formalismo), sino, además, porque este procedimiento privaría al ejercicio de la traducción de su componente crítico, respecto a los vínculos de dominación que el área latinoamericana mantiene con Europa.

Por otra parte, la perspectiva crítica no debe quedar reducida, como suele suceder, a los cuestionamientos o denuncias realizados de las relaciones sociales capitalistas. La crítica no es solo el valor moral o ético de cuestionar o denunciar ni la sobrestimación difusa de una libertad vacía del pensamiento. Por el contrario, desde el punto de vista de la traducción, la crítica marxiana es una operación intelectual concreta que puede definirse y cuya eficacia radica en la actualización constante de su ejercicio.

La traducción implica, afirma Cortés, una “concepción materialista del marxismo” (2015, p. 26). Esta aseveración remite a un modo de vincular el concepto y la realidad, es decir, a un mecanismo de “conceptualización de la realidad”. Vale recordar la célebre sugerencia de Engels: el materialismo viene a intervenir justamente allí en el enlace entre el ser y el pensar. En este sentido, el ejercicio de la traducción, en tanto dinámica teórica que se orienta a establecer un ligamen específico entre la universalidad del concepto y la particularidad de la coyuntura, es una praxis de crítica materialista y se inscribe en el legado tanto crítico como materialista del propio Marx.

Volviendo brevemente a lo previo, el límite del análisis formalista se hace evidente en el momento en que quedan constituidos los pares conceptuales universalidad europea y singularidad latinoamericana, es decir, exactamente cuando ambas teorizaciones conforman un modo simétrico de respuesta: el eurocentrismo como un aparato teórico que tiende a subsumir la particularidad latinoamericana bajo sus categorías y el exotismo latinoamericano como uno que busca escapar a esa subsunción, al postular su irreductibilidad en clave esencialista. La susceptibilidad de traducción en clave latinoamericana albergada en la teoría marxiana no se debe a una universalidad teórica sustentada en el vínculo de dominación con Europa (aunque esto fundamente toda una serie de problemas que son la verdadera espada de Damocles pendiendo sobre nuestras cabezas1), sino en el carácter universal de su objeto, esto es, “las relaciones sociales capitalistas” (2015, p. 16). Es a partir de aquí que la traducción plantea la dinámica entre universalidad y particularidad no como una que responde de manera determinista y mecánica a los vínculos económicos-políticos de los polos de la dominación imperialista, sino que va de la universalidad del concepto a la particularidad de la realidad y viceversa (2015, p. 27). No está de más aclarar que las relaciones de dominación con Europa son un tipo de enlace social capitalista y que, por lo tanto, quedan incluidas en el objeto de abordaje.

5. La nación como locus desde el cual se debe pensar

Como hemos mencionado, el ejercicio traductor se presenta como una operación teórico-práctica que trabaja sobre el enlace entre la universalidad y la particularidad (sobre el concepto y la realidad). El concepto de nación es una de las figuras fundamentales a la hora de estipular teóricamente la dinámica que el ejercicio de la traducción establece entre los términos.

En primer lugar, antes de especificar la función estrictamente teórica, es importante señalar que para la región latinoamericana el concepto de nación permite poner inmediatamente a la luz del debate la singularidad histórica de Latinoamérica. Esta singularidad “se funda en que el proceso de construcción de los Estados latinoamericanos operó sobre un virtual vacío social, vale decir, más como impulso externo que como el producto de la cristalización de una clase nacional” (2015, p. 211). Dicha referencia histórica no solo apunta a una descripción del proceso histórico, sino que sirve para comprender el estado actual de los debates. Otra vez, en relación especular con Europa, donde la batalla por la nación la ganó la derecha, en la región latinoamericana el problema de la nación sigue suscitando discusiones en clave emancipatoria, incluso a partir de componentes clasistas, en un sentido sociológico amplio, como hemos mencionado supra (2022).

En los marcos del ejercicio de la traducción, el concepto de nación permite situar “la tendencia del capitalismo a la universalización” en el orden de una “indicación teórica”, es decir, mostrando que no revela “el modo concreto” en el que esto sucede (2015, p. 174). La subsunción del mundo bajo la órbita del capital y la consecuente universalidad de las relaciones de producción capitalistas no implica la uniformidad en las maneras en que se lleva a cabo ese proceso ni de “las formas de existencia social” (2015, pp. 173-174). Para que estas últimas devengan “foco principal del análisis”, con miras a dar cuenta de cómo aparecen “las fuerzas sociales progresivas que ponen a la orden del día la cuestión de la revolución” (2015, 174), son necesarias herramientas teóricas que permitan avanzar en la ubicación y caracterización específica de esas fuerzas sociales. La traducción es el ejercicio orientado al forjamiento de esas herramientas teóricas y de las articulaciones teóricas requeridas para dicho fin.

Respecto a su función más teórica, el concepto de nación designa “un territorio que permite establecer un corte en la universalidad” (2022). Si se parte de la tesis de que la universalidad es heterogénea internamente, el concepto tiende a especificar los modos con los que se suturan o articulan las relaciones universales (2022). Si bien a este “corte” en la universalidad es preciso darle distintas escalas, puesto que las especificidades regionales claramente exceden el análisis de lo nacional (aunque lo involucran), “el punto privilegiado es nacional solo en el sentido de que tiene cierta preeminencia para capturar una coyuntura como ese momento específico de entrecruzamiento” (2022).

Por último, en tanto el concepto de nación opera como una herramienta para avanzar en la aprehensión de la diferencia específica, por decirlo de algún modo, que la dinámica heterogénea y desigual de la universalización de las relaciones de producción capitalista imprime en la región, queda emparentado con la idea leninista de “formación económico-social” (2015, pp. 185-187). Esta sirvió a Lenin para progresar en el planteamiento del problema sobre el capitalismo en Rusia, acorde con el análisis de las “fuerzas reales actuantes, y sólo a partir de allí obtener las conclusiones relativas a la acción política” (2015, p. 185). Se trata de una herramienta teórica que permitió prosperar en el análisis de la situación específica en la que se estructuran los antagonismos de clase. Tomado en este sentido, el concepto de nación no se presta a la operación reivindicadora bochornosa de la explotación económica, realizada desde ciertos pareceres en clave nacionalista, o a exaltar una dimensión litúrgica que se orienta a invisibilizar los antagonismos de clase en categorías abstractas como la del ethos de un pueblo. Por el contrario, en los marcos traductores, nación sirve para especificar cómo es que se dan, en concreto, las “formas de existencia social” (dimensión litúrgica incluida) y cómo se estructuran específicamente los antagonismos de clase en una geografía determinada, con el objeto de orientar las intervenciones políticas, según la justeza que requiere su eficacia. Como dice Cortés, el concepto de formación económico-social “vincula la crítica de la filosofía de la historia con el locus nacional como terreno de validación de la teoría” (2015, p. 187) En esta línea, el “marxismo latinoamericano” es una “apuesta teórica y política” (2015, p. 18) y “la nación se constituye como la unidad para pensar el problema de la revolución” (2015, p. 179)

6. Trabajo sobre el corpus analítico

El ejercicio de la traducción, cuyo despliegue solo puede darse en los marcos más generales esbozados en el primer apartado, implica un tratamiento específico sobre lo que hemos llamado anteriormente de manera general “legado”, pero que ahora podemos referir de modo particular como la teoría, el corpus y los conceptos.

En primer lugar, lo que ya dijimos: el rechazo a la ilusión de que la teoría marxista constituye una producción teórica autosuficiente. Agregamos ahora su corolario: el marxismo “no es un objeto concluido que se aplica sobre la región” (2015, p. 18). Al sostenerse sobre la idea de la “finitud” del marxismo, la traducción constituye un mecanismo puntual de trabajo teórico. Esta especificidad no implica que haya una única y sola forma de traducción, sino, por el contrario, habilita la posibilidad de hablar de “los marxismos” o “los modos de hacer marxismo” y de referir el enorme bagaje teórico que constituye la herencia de Marx como un “continente abierto” (2015, pp. 39-41). El marxismo no es concebido como un “cerrado cuerpo doctrinario, sino como un inmenso, complejo y conflictivo campo de ideas” (2015, p. 19).

La caracterización habilita los procedimientos de descomponer y recomponer (p. 30) que se realiza sobre el corpus. La intervención editorial que Cortés rescata de Aricó permite dar cuenta de la dimensión de dichos procesos. Una serie de textos que pueden leerse en clave más determinista, como los artículos de Marx sobre la India, quedan fuertemente contrastados con las afirmaciones del filósofo respecto al porvenir de la comuna social rusa que aparecen en el intercambio epistolar entre él y Vera Zasúlich. Esta correspondencia constituye un documento central de la denominada “cuestión rusa” y fue tanto editada como anotada por Aricó durante su exilio mexicano. Su aparición y, sobre todo, sus aseveraciones disonantes respecto de otros postulados teóricos han producido ese efecto de reorganización general del corpus como un todo (fenómeno que muchas veces se expresa en la problemática del estatus asignada a un texto particular y en los modos de su inserción en el corpus).

En el orden del trabajo sobre los conceptos, es importante remarcar la tarea de contextualización, descontextualización y recontextualización que la labor traductora exige como mecanismo de leer la teoría producida en otras latitudes u otros momentos históricos. Mientras que el primer movimiento sirve para “entender las determinaciones específicas de un concepto en los términos en los que se lo pensó”, el segundo y el tercero implican “la abstracción de esas determinaciones y el encuentro de su dimensión universal con nuevas determinaciones históricas” (2015, pp. 34-35). Así, la realización de un trabajo de traducción implica fabricar algo nuevo: un producto intelectual novedoso sostenido por la necesidad de su objeto, es decir, por una relación materialista con su objeto. La figura de la “productividad” (2015, p. 18) apunta a esta diferencia específica de la traducción: se distingue de la práctica que consiste en la aplicación mecánica “de conceptos ya dados” para el análisis de circunstancias disímiles (2015, pp. 17-18). La traducción toma elementos teóricos y, a partir de una operación intelectual que hace “dialogar a autores, conceptos o debates en contextos que inicialmente le son heterogéneos” (2015, p. 18), los pone a disposición como “fructíferos para pensar una nueva realidad” (2015, p. 18).

Por otra parte, uno de los puntos principales que la traducción propone, en tanto problematiza el vínculo de dominación imperialista que la región mantiene con Europa y la repercusión de este vínculo en el campo teórico, es la ruptura total con la idea de que hay un marxismo original en Europa y un segundo texto en América Latina que es, más o menos, una copia del original o que se acerca a este en tal o cual grado, etc. (2022). La necesidad del ejercicio de la traducción (sustentada no tanto en las deficiencias o incompletitudes de la teoría per se, sino en las características del objeto que las hace aparecer en el cuerpo teórico) revela, justamente, los propios límites internos del marxismo europeo (2022). De este modo, la producción teórica que surge de la traducción se presenta como algo que refiere al marxismo en su conjunto y que lo modifica sustancialmente. Esta perspectiva es potencialmente fértil para indagar sobre la reproducción de relaciones de dominación política y económica, expresadas al interior del propio aparato teórico marxista. Ello es algo que el marxismo, si efectivamente es una teoría crítica capaz de dar cuenta de su propia historia, como afirmó alguna vez Perry Anderson, debería poder capturar en una “reescritura del marxismo” (2015, p. 246), a partir de su propia plataforma teórica y política.

7. Un marxismo fructífero

El marxismo como una teoría de la traducción presenta el problema de pensar la doble necesidad de dar cuenta, científicamente, de la realidad latinoamericana y de lograr arraigo popular en función de la buscada eficacia política.

La idea principal que resalta Cortés es que, expulsada la filosofía de la historia del marxismo (y todas las “certezas” sostenidas por ella), este recupera dos cosas: inmanencia y crítica. “Expulsadas las garantías que esas filosofías proveen, queda un marxismo ciertamente ‘finito’, pero también revitalizado por una forma de inmanencia que le devuelve la potencialidad crítica” (2015, p. 162). El marxismo como inmanencia crítica es el depurado de la filosofía de la historia y potencialmente fecundo en términos teóricos y políticos.

Respecto a la crítica, es importante señalar que apunta a “las contradicciones operantes en el capitalismo y sus tendencias” (2015, p. 115), sin formular una “idea deductiva” de socialismo (2015, p. 117). En este sentido, se afirma que la crítica es negativa: la operación de crítica no puede afirmar positivamente, esto es, científicamente (2015, p. 117), las “formas diversas de lo real en su propio devenir” (2015, p. 117). Hacer esto último implicaría postular una razón histórica ascendente cuya escalada estaría ya consagrada por la situación del capitalismo europeo. Insistimos en que una concepción como esta niega, desde América Latina, las relaciones de dominio imperialista sobre la región y, en Europa, repercute en toda una serie de modos en los que se separa la primacía política europea de los mecanismos de expoliación y explotación, como si las relaciones de sometimiento imperialista no fuesen un elemento determinante del “desarrollo” europeo.

Si partimos de la idea de que la vitalidad del marxismo está dada por su inmanencia crítica, entonces la solución de una crisis teórica es inseparable del remedio de la crisis política. La virtud del mecanismo teórico-práctico de la traducción es la de proponerse abordar el problema en su conjunto, sin descuidar el quizá necesario desmenuzamiento analítico que el conflicto requiere. Este inconveniente teórico-político está en el centro de la formulación de “inmanencia crítica” y una de las formas posibles de abordaje está en sostener que materialismo no es inmediatamente realismo: el primero contiene al segundo.

Es sumamente interesante la formulación de Aricó en La cola del diablo, libro de 1988 que recorre los itinerarios de Gramsci en América Latina (reeditado por Siglo XXI en el 2005), lo cual rescata Cortés en su publicación y da cuenta del problema: “dar cuenta en la teoría de lo que produce la experiencia existencial de la gente” (citado de 2015, p. 30). Por supuesto, a esta formulación se le puede achacar el carácter extremadamente difuso y ambiguo de una expresión como “la gente”. Quizá su explicación se encuentre en la mirada escéptica que sostuvo Aricó por aquellos años de ofensiva neoliberal y por su decepción respecto a su última “articulación teórica”, entre el “concepto ochentista de democracia” y socialismo (2015, pp. 240-244). Más allá de esto, para los efectos de este trabajo, nos detendremos brevemente en la idea de que la teoría debe rendir cuenta de la “experiencia existencial”, digamos ahora, del pueblo o, más específicamente, de la clase y de uno de los problemas que esto trae aparejado.

En principio, hay que descartar respuestas simples, las cuales sostienen la “idea de autosuficiencia de la teoría que no deba preguntarse por su relación con la política”, o bien el pensamiento de que la única teoría que sirve es aquella que puede leer el pueblo para luego ejecutarla directamente. Una vez hecho esto, la negatividad de la crítica y la inmanencia de la enunciación deben realizarse con la conciencia del peligro de que la justeza del análisis teórico (reflejar la realidad) puede deslizarse hacia una especie de fenomenología positiva de esa experiencia existencial, sin la corrosividad que la crítica descarga sobre las categorías existentes. Lo previo significa que la traducción se ejecute como un mero proceder interpretativo, como un discurso con pretensiones de neutralidad que acompaña, a modo de comentario, la “experiencia existencial”, es decir, subjetiva de las clases oprimidas, sin el socavamiento de, como dice Althusser, “los fundamentos” de las categorías dominantes, mediante las cuales se toma conciencia y se actúa sobre el “problema político” por enfrentar. Creemos que el marxismo como inmanencia crítica debe dar cuenta de la “experiencia existencial”, pero en tanto y en cuanto evite ser una mera recolección de lo que aparece en la superficie de la sociedad capitalista.

Dicho a la inversa, la producción teórica debe poder capturar los elementos de universalidad que la coyuntura muestra, al mismo tiempo que no debe desprenderse del vínculo con el que las luchas efectivamente cuestionan, pues hacerlo, además del peligro de recaer en una teoría autosuficiente o en el distanciamiento político, implicaría un marxismo sin objeto específico, es decir, sin la observación a las formas sociales que realmente existen y dinamizan las contradicciones sociales, tal como están estructuradas en su formación correspondiente.

La virtud de no caracterizar a la crisis del marxismo de manera dicotómica (esto es como crisis teórica, o bien como crisis política) es la de evitar la toma de un criterio analítico de distinción como una realidad del fenómeno. La virtud del mecanismo teórico-práctico de la traducción es la de proponerse abordar la dimensión del problema en su conjunto.

8. Conclusión

Suele pasar que, luego de una profunda crisis o de una dura derrota política, las miradas y los balances de los acontecimientos abunden en señalar las pérdidas, las bajas y las insuficiencias. Estos señalamientos, independientemente de poder estar inflamados por el normal sentimiento de desazón y la cruel jactancia de los enemigos políticos que esgrimen como trofeos los daños infringidos, no implican, necesariamente, conjeturas falsas. Una vez hecho el duelo, cabe preguntarse qué es lo que gana el marxismo con su finitud; más aún cuando toda la serie de certezas que hoy no se tienen sigue siendo una especie de argumento para que nada de Marx continúe sirviendo (2022).

Ya hemos dicho que la traducción tiene la virtud de presentarse como un procedimiento, el cual apunta a una depuración de idealismo respecto al corpus y actúa como una intervención teórico-política frente a la realidad. Afirma Cortés que “si no hay filosofía de la historia, la teoría tampoco puede comprenderse sino como una parte integrante del movimiento real”. Es de suma importancia señalar que esto refiere a la inmanencia de la teoría, no únicamente en su vinculación con el sustento material, cuando se le toma como objeto de crítica. La “finitud” (Althusser) del marxismo refiere también, y principalmente, a que el punto de enunciación para algo así como una filosofía de la historia resulta hoy de una impostura tan burda que uno no puede aceptarla sin sonrojarse. El corolario de esta afirmación es que el propio discurso marxista no puede sino estar impregnado de inmanencia y finitud. Quizá una de las particularidades de la teoría crítica marxista puede encontrarse en los modos específicos de articulación entre la “conciencia subjetiva” de esta “situación objetiva”.

Si consideramos que la filosofía de la historia permite sostener la teoría general de la existencia de un texto original en Europa y un segundo texto en América Latina, una teoría de la traducción plantea que cada traducción tiene algo para aportar al universal y que no se limita solo a decir un detalle sobre su dominio específico. “Lo contrario de concebir al marxismo como una filosofía cerrada o una filosofía de la historia —dice Cortés— sería pensar al marxismo como una teoría de la traducción cuya serie de procedimientos o indicaciones teóricas crecen y se potencian en cada ejercicio” (2022). Por este motivo, el ejercicio de la traducción, al ser un procedimiento teórico-práctico, permite señalar, además del error teórico que consiste en separar artificialmente el material teórico analizado de la materialidad que lo determina, las consecuencias políticas de esa falla para los territorios considerados periféricos. Las “asimetrías internas del marxismo” (2022) no pueden referir a otra cosa que a la reproducción, al interior del marxismo, de relaciones de poder establecidas por el dominio imperialista. O, dicho de otra manera, la filosofía de la historia marxista encubre y legitima enlaces de poder que el discurso marxista pretende marcar y cuestionar. De este modo, si el ejercicio de la traducción posibilita una crítica materialista a la propia tradición marxista, la dinámica debe señalar la reproducción dogmática de la filosofía de la historia como una de las tantas representaciones inmanentes y necesarias, de acuerdo con las condiciones materiales (relaciones de dominio incluidas) en las que se sustentan.

En la perspectiva más general de que la traducción del marxismo solo puede concebirse a partir de los efectos de la crisis del movimiento y en las líneas teóricas que pretenden seguir adelante con el proyecto marxiano, el trabajo de Cortés sobre la obra de Aricó se presenta como la dilucidación de un artefacto teórico-práctico orientado a una producción teórica fecunda en clave marxista. La labor de traducción en clave marxista de los intelectuales latinoamericanos permitiría recuperar una teoría marxista inmanente y crítica. La inmanencia, como ya hemos mencionado, está dada por el objeto: las relaciones económicas capitalistas reales en Latinoamérica; la crítica es negativa en tanto no puede anticipar de manera positiva las formas concretas de lo real en su devenir.

Por último, si se plantea que la “crisis del marxismo”, además del aspecto teórico, involucra necesariamente lo político y que la traducción aborda el conjunto del problema, entonces no se puede evadir la toma de posición política. La postura en debates centrales (por ejemplo, el de la opción política por la reforma o revolución, por nombrar uno clásico) es inherente para quien quiera hacer de la producción teórica marxista una intervención teórico-política. Esto significa que si bien la traducción deja desarticular y rearticular aspectos que aparecen cristalizados en la tradición, renovándolos, revitalizándolos, reformulando incluso el modo en que se han planteado históricamente los debates, la operatoria de la traducción, de ninguna manera, restituye el espejismo de un enunciador neutral. La producción teórica marxista en Latinoamérica está necesariamente unida a las condiciones materiales de vida latinoamericanas y, justo por eso, esencialmente implica optar, sin garantías, por los criterios por los cuales dicha producción teórica se considera o no fecunda. En este sentido, la traducción es también siempre una apuesta.

Cortés expresa lo aludido cuando dice que “la política ya no es la ‘concretización’ de un principio trascendente y finalista (el comunismo), sino la búsqueda por realizar la potencia que descansa en las contradicciones inmanentes de las sociedades capitalistas: siempre complejas y sobredeterminadas, siempre específicas” (2015, p. 188). La traducción deja entrever que la fecundidad de la producción teórica marxista radica en un vínculo materialista con su anclaje material, es decir, en su sensibilidad respecto a las particularidades que adquieren esas “contradicciones inmanentes” y su postura frente a ellas. De esta manera, la operación teórica no descarta los problemas sensibles al sujeto político, es decir, al agente práctico del usufructo político de esas contradicciones. Por el contrario, esa potencia que descansa en las contradicciones debe ser actualizada, esto es, ser inhibida de su presentación potencial por la teoría y ser acto en la concreción positiva de una existencia política. La traducción es el ejercicio teórico de esa práctica política. De un modo global, la traducción intenta ser una intervención teórico-política ligada orgánicamente a la lucha y orientada a evitar la desviación, parafraseando a Althusser, sin subyugarse a ninguna norma (2015, p. 165).

Referencias

CORTÉS, Martín. (2015). Un nuevo marxismo para América Latina. José Aricó: traductor, editor, intelectual. Buenos Aires, Siglo XXI editores - Centro Cultural de La Cooperación Floreal Gorini.

CORTÉS, Martín. (2022). A propósito del libro “Un nuevo marxismo para América Latina. José Aricó: traductor, editor, intelectual.” Siglo XXI, Argentina.


1 Sobre esto, se remite a ver, por ejemplo, DEL VALLE, Alejandro. (2021ª). “Julio De Zan: dialéctica, militarismo y una nueva forma de heteronomía” en Temas de nuestra América, vol. 37, n.° 70. Costa Rica, julio-diciembre, 2021. Doi: https://doi.org/10.15359/tdna.37-70.4

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