TDNA

Temas de nuestra américa

e-ISSN: 2215-3896.
(Enero-Junio, 2023). Vol 39(74)
DOI: https://doi.org/10.15359/tdna.39-74.6
Open Acces: https://www.revistas.una.ac.cr/index.php/tdna
e-Mail: temas@una.ac.cr
Licencia: CC BY NC SA 4.0

Reflexionar sobre américa latina


Por sus tesis los conoceréis Contribuciones a los Estudios Latinoamericanos desde el Colegio de Estudios Latinoamericanos (CELA-UNAM)

You shall know them by their theses Contributions to Latin American Studies from the Colegio de Estudios Latinoamericanos (CELA-UNAM)

Pelas suas teses conhecê-los-á Contribuições para os estudos latino-americanos do Colégio de Estudos Latino-Americanos (CELA-UNAM)

Miguel Orduña Carson

Doctor en Historia

Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional Autónoma de México

ORICD: https://orcid.org/0000-0003-0545-0759

Diana Roselly Pérez Gerardo

Doctora en Historia

Instituto de Investigaciones Históricas, Universidad Nacional Autónoma de México

ORCID: https://orcid.org/0000-0003-0545-0759

Recibido: 19/6/2023- Aceptado: 7/9/2023


Resumen

El propósito de este artículo es analizar las contribuciones que se han hecho al campo de los Estudios Latinoamericanos desde la licenciatura que se imparte en la Facultad de Filosofía y Letras, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). A partir de un análisis cuantitativo y cualitativo de los trabajos de titulación que se presentaron entre 1974 y 2020, esta investigación señala los intereses y preocupaciones que han dirigido dichos análisis. Para ello, se abordan las tensiones teóricas y epistemológicas, los debates sobre el enfoque multidisciplinario, además de la incidencia que los procesos políticos y sociales de la región han tenido sobre los temas, países y temporalidades abordados. A partir de esto, se muestran algunas especificidades de este programa académico que lleva más de medio siglo formando especialistas en América Latina desde México.

Palabras clave: América Latina, ciencias sociales, estudios latinoamericanos, estudios regionales, humanidades, multidisciplina, UNAM.

Abstract

The purpose of this article is to analyze the contributions that have been made to the field of Latin American Studies from the graduate program taught at the Faculty of Philosophy and Arts of the National Autonomous University of Mexico (UNAM). From a quantitative and qualitative analysis of the degree theses presented between 1974 and 2020, this research points out on the interests and concerns that have addressed these analyses. To this end, the theoretical and epistemological tensions, the debates on the multidisciplinary approach, as well as the incidence that the political and social processes of the region have had on the topics, countries and temporalities addressed are addressed. From this, some specificities of this academic program, which has been training specialists in Latin America from Mexico for more than half a century, are shown.

Keywords: Latin America, social sciences, Latin American studies, Latin American studies, regional studies, humanities, multidisciplinary, UNAM

Resumo:

O objetivo deste artigo é analisar as contribuições do programa de pós-graduação da Faculdade de Filosofia e Letras da Universidade Nacional Autônoma do México (UNAM) para o campo dos estudos latino-americanos. A partir de uma análise quantitativa e qualitativa das teses de graduação apresentadas entre 1974 e 2020, esta pesquisa aponta os interesses e as preocupações que têm sido abordados nessas análises. Para isso, são abordadas as tensões teóricas e epistemológicas, os debates sobre a abordagem multidisciplinar, bem como a incidência que os processos políticos e sociais da região tiveram sobre os temas, países e temporalidades abordados. A partir disso, são mostradas algumas especificidades desse programa acadêmico, que vem formando especialistas na América Latina a partir do México há mais de meio século.

Palavras-chave: América Latina, ciências sociais, estudos latino-americanos, estudos latino-americanos, estudos regionais, ciências humanas, multidisciplinar, UNAM

Introducción

El campo de los Estudios Latinoamericanos tiene al menos dos principios compartidos por la mayoría de las instituciones que poseen programas al respecto. El primero de ellos es que se concibe a América Latina como objeto, problema y espacio de indagación y reflexión. De este modo, estos estudios no solo son un ámbito que agrupa diversos análisis sobre los países de una región, sino que supone una conceptualización que toma en cuenta las específicas condiciones económicas, políticas, sociales y culturales de la zona.

Por ello, el segundo principio se funda en el cruce creativo de las ciencias sociales, de las humanidades y de las disciplinas que en ellas concurren; es decir, un trabajo interdisciplinario que propone una aproximación crítica a los diversos procesos de la región.

Debido a la complejidad que supone el desarrollo de estos dos principios, muchos de los programas dedicados a la investigación sobre América Latina se desarrollan en centros que agrupan estudiosos formados en distintas disciplinas, lo que permite que se emprendan indagaciones con una pluralidad de enfoques, aunque no necesariamente estén interrelacionadas, más allá del espacio abordado.

Asimismo, la complejidad de las problemáticas que América Latina exige abordar lleva a que la formación en estos ámbitos se realice en niveles académicos de posgrado, en diplomados o estudios de especialización (Dembiez, 2002). Esta tendencia también se encuentra en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), donde se destaca el programa de posgrado de Estudios Latinoamericanos que forma en maestría y doctorado a los estudiantes interesados en este campo.

A este programa se vinculan las facultades de Filosofía y Letras y la facultad de Ciencias Políticas y Sociales a través del Centro de Estudios Latinoamericanos (CELA-CPyS). Además, como entidades participantes se suman el Instituto de Investigaciones Económicas (IEE), el Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias Sociales y Humanidades (CEICH), así como el Centro de Investigación sobre América Latina y el Caribe (CIALC) (Oliver, 2007).

Las historiadoras Susy Castor (haitiana), y Lucía Sala (uruguaya), quienes trabajaron en México, indicaron en 1985 que este país había sido pionero en los estudios latinoamericanos y donde, en el momento de su evaluación, se realizaban de manera más amplia (Castor y Sala, 1985).

Los distintos centros que se articulan al posgrado dan cuenta de esta experiencia, pues la historia de estas instancias de investigación y docencia son fundamentales en la trayectoria de los Estudios latinoamericanos en México. Tanto el CELA-FCPyS como el CEICH fueron fundados por iniciativa del sociólogo Pablo González Casanova, en 1960 y 1986, respectivamente (Holguín, 1990; Sosa, 1990; Darling, 2010.) Por su parte, el CIALC, antes llamado Centro Coordinador y Difusor de Estudios Latinoamericanos (CCyDEL), fue fundado por el filósofo Leopoldo Zea e inicialmente, estaba inscrito a la facultad de Filosofía y Letras de la que se desligó en 1979. Una nueva reforma institucional en 2007 lo llevó a nombrarse CIALC (Saladino, s/a) para incluir en el nombre a la región Caribe.

Estos centros se crearon en un contexto que se inaugura cronológicamente con la revolución cubana y se extiende durante la segunda mitad del siglo XX, esto es, en el marco de sucesivas convulsiones políticas que incluyen diversos golpes de estado que impusieron regímenes dictatoriales en Sudamérica en la década de los setenta y las guerras civiles de Centroamérica en los ochenta.

Estos acontecimientos llevaron a que estos centros de investigación acogieran a diversos intelectuales de izquierda que fueron perseguidos en sus países de origen y que desde el inicio se trazara una clara ruta de vinculación entre los procesos políticos y económicos de la región con el quehacer académico. Sin embargo, la separación entre los enfoques sociológicos y aquellos inclinados a las humanidades se gestó desde el inicio y se correspondía con la división en facultades: la de Filosofía y Letras, por un lado, y la de Ciencias Políticas y Sociales por el otro.

En el mismo periodo, se creó el Colegio de Estudios Latinoamericanos (CELA) para impartir una licenciatura especializada que inició sus cursos en 1967. Desde entonces, se distinguió claramente de las tendencias de las que hablamos previamente. No se trata pues de un centro de investigación ni de un programa de posgrado, sino de un proyecto educativo en el nivel licenciatura que, hace más de medio siglo, apostó a una formación interdisciplinaria de grado.

Al pertenecer a la facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, su perfil humanístico, con un fuerte énfasis en los estudios filosóficos y literarios, tuvo a la historia como columna vertebral, que, de acuerdo con el diseño facultativo de la UNAM, es considerada como una disciplina humanística y no como una ciencia social. Es decir, se trató de una alternativa frente a la preponderancia de las ciencias sociales en los estudios de la región.

A partir de estas consideraciones, este artículo aborda la historia del colegio y de sus particularidades al analizar los trabajos de titulación que se han presentado desde 1974, pues se consideran como un parámetro indicativo de las tendencias, preocupaciones y formas de acercamiento que han desarrollado los egresados de esta licenciatura, en gran medida como resultado del vínculo, casi siempre indirecto, con investigadores asociados a las instituciones de las que hablamos.

Breve recuento del Colegio de Estudios Latinoamericanos (CELA)

El Colegio de Estudios Latinoamericanos se gestó como un proyecto formativo en humanidades. Su fundador, Leopoldo Zea, intentaba fusionar “asignaturas de los colegios de Filosofía, Letras e Historia”, como lo asienta el historiador colombiano Gustavo Vargas Martínez (1993, p. 1).

Con el impulso de 18 o 20 profesores que hasta entonces estaban acostumbrados a trabajar en su especialidad, “pero no a estar juntos y mucho menos a pensar juntos” se realizó la primera propuesta (Rodríguez, 2012).

Entre ellos, además de Zea, estaban: de literatura José Luis González (portorriqueño), Carlos Solórzano (guatemalteco), Ernesto Mejía Sánchez (nicaragüense) Carlos Horacio Magis (argentino). En filosofía, Abelardo Villegas, José Luis Valcárcel (guatemalteco) y María Elena Rodríguez Ozán quien fungió como la primera coordinadora del colegio. En historia, Ernesto de la Torre Villar, Beatriz Ruiz Gaytán, Alfonso García Ruiz, Beatriz de la Fuente y Carlos Bosch.

Después de la aprobación por parte del Consejo Universitario, en diciembre de 1966, esta nueva licenciatura comenzó a funcionar como un espacio interdisciplinario (Zea, 1993). De acuerdo con Rodríguez (2012), la iniciativa conjuntó los cursos existentes en la universidad, de modo que, comenzó con lo que había y más que un plan ideal fue el posible.

Fue hasta 1975 que se elaboró un nuevo plan que estuvo vigente por tres décadas. A partir de la experiencia previa, se decidió incorporar una formación en economía y ciencias sociales con lo que se pretendía completar un perfil profesiográfico que, a partir del manejo de distintas disciplinas, permitiera a sus egresados identificar problemas concretos y proponer rutas de análisis y acción frente al contexto de convulsión política y transformaciones económicas que se vivían en el país y en la región.

En términos cuantitativos, fue hasta el Anuario estadístico de la UNAM de 1971 donde se registró por primera vez el número de estudiantes inscritos a la licenciatura: fueron 20, de los cuales nueve eran de nuevo ingreso. A partir de entonces encontramos un constante crecimiento de inscritos, aunque con algunos picos y largas mesetas.

Más allá de los primeros años de la licenciatura, cuando se registraron importantes variaciones, en poco menos de 20 años de su existencia, a partir de 1978 y hasta 1996, el ingreso fue de alrededor de 80 estudiantes al año. En 1997, se incrementó el número de primer ingreso y en 1998, alcanzó los 110 alumnos, cifra que se mantuvo, aunque con ligeras variaciones, hasta 2020, año en que se cierra este estudio. En comparación a otras licenciaturas impartidas en la facultad de Filosofía y Letras, todavía hoy, se trata de un colegio pequeño, pero cuya proyección se ha consolidado en las últimas dos décadas.

Como puede esperarse de una licenciatura universitaria, los números de estudiantes de nuevo ingreso no se corresponden necesariamente con el de titulados. Los educandos, que en el curso normal de su formación se inscriben más o menos a los 20 años de edad, pasan por diversos avatares y peripecias que los llevan, en muchos casos, a no terminar su carrera o a hacerlo mucho tiempo después.

De este modo, si bien el Colegio de Estudios Latinoamericanos inició cursos en 1967, fue hasta 1974 que se presentó el primer trabajo de titulación. A partir de este momento y hasta 2020 (en 47 años) se presentaron 656. Hay que advertir, sin embargo, que la mayoría de estos estudios se concentran en los años más recientes.

En los primeros 20 años se presentaron apenas 75 trabajos de titulación (11 %), pero entre 1994 y 1999 el número se incrementó considerablemente, alcanzando la cifra de 134 (20 %). Sin embargo, en los últimos 15 años de nuestro estudio, de 2005 a 2020, se concentra el 65 % de los trabajos presentados en el CELA.

Si bien no se puede establecer una correlación directa entre el número de inscritos y el de titulados, resulta pertinente asentar la correlación entre estos procesos: el aumento del 20 % en la admisión, a partir de 1998, no explica directamente el incremento de titulados entre 1998 y 2006, que lleva de 12 a 22 por año.

A estos datos se debe agregar además otra periodicidad: el plan de estudios de 1975 se renovó hasta 2004, y como parte de una reciente política universitaria, se modificó nuevamente en 2019. Cada una de las renovaciones obliga a los estudiantes a concluir los créditos de su programa en un plazo definido pues, si no lo hacen, es necesario que cursen materias nuevas para concluir en los términos del nuevo plan.

En todo caso, terminar los créditos de la carrera no es lo mismo que lograr la titulación, pues para ello se requiere presentar un trabajo escrito y defenderlo ante un sínodo. Por ende, tampoco resulta claro que haya una relación entre los incrementos en la titulación y las modificaciones de plan de estudios, pues los picos en el número de trabajos presentados se dieron apenas un año después de aprobados.

Tensiones epistemológicas del CELA

El Colegio de Estudios Latinoamericanos se creó para dar respuesta a las discusiones filosóficas que iniciaron con las preocupaciones de Leopoldo Zea en su Seminario de Historia de las Ideas en América, pero adquirió rápidamente una vocación de pensamiento crítico en favor de la justicia social en los convulsos años setenta.

Este perfil de crítica política y social se concretó en el plan de estudios de 1975. Cerca de 20 años después, cuando todavía funcionaba este plan, María Elena Rodríguez Ozán emitió una contundente evaluación: “este plan tuvo un defecto, que es la orientación demasiado definida hacia el área socioeconómica. En esa época los alumnos tenían un verdadero sarampión en este sentido y querían que el plan de estudios fuera revolucionario para modificar el mundo” (1993, p. 64). En una visión contraria, el historiador y sociólogo argentino Sergio Bagú (1985), reiteró la necesidad impulsar un perfil académico en favor de la transformación social. Después de más de 20 años de fundado, el proyecto del CELA seguía siendo debatido, como lo es ahora.

La perspectiva inicial, que tenía un fuerte énfasis en la historia de las ideas y de la que participaban tanto Zea como Rodríguez Ozán, se había modificado como consecuencia de tres fuertes circunstancias con las que tuvo que convivir el CELA: 1) las condiciones políticas existentes en México que hacían imperiosa una posición combativa en la universidad; 2) la presencia de académicos militantes que habían sido expulsados de sus países y que recalaron en el colegio, y 3) una fuerte presencia de la teoría de la dependencia en las explicaciones económicas y sociales de América Latina.

En palabras del escritor Fabricio Mejía Madrid (1993), quien entonces era estudiante del CELA, la teoría de la dependencia “fue quizá la última explicación totalizante de la realidad subcontinental que calmó por algún tiempo las incertidumbres con respecto al pasado colonial, el presente maldito, pero rupturable y el futuro de la revolución socialista” (p. 93).

En el Colegio de Estudios Latinoamericanos, según lo expresó el sociólogo ecuatoriano Agustín Cueva (1985), la teoría de la dependencia convivía con una posición intelectual que insistía en mostrar las particularidades culturales e históricas del subcontinente. De este modo, y como resultado de esta simbiosis teórica, América Latina era concebida, no solo como “una comunidad cultural y una comunidad histórica –que las hay y cuentan mucho– sino igualmente de una ubicación estructural común que determina un similar ‘estilo’ de subdesarrollo y de problemas básicos por resolver” (p. 103). Así, aunque se aceptaba la necesidad de que se realizaran investigaciones con un perfil cultural e histórico, reiteraba la preponderancia del análisis estructural: el estudio de las condiciones materiales debía ser el principio epistemológico que organizara a los estudios latinoamericanos.

Esta voluntad economicista, como despectivamente le llamaron en su momento los fundadores del colegio, ha sido objeto de revisiones críticas recientes y, en gran medida el plan de estudios de 2004, mostró su distancia con aquel proyecto que se instaurara en 1975. Por su parte, el programa de 2019 recupera en cierta medida este ímpetu y una visión de regiones socioeconómicas que organizan el estudio del subcontinente. En todo caso, según evaluaba Ignacio Sosa en el 2007, “la comunidad del CELA, formada al calor de los cambios políticos que se vivieron en la región a partir de los años sesenta, sí vivió un compromiso y se manifestó, principalmente, en forma emotiva y se expresó como simpatía con causas hoy perdidas” (2007, p. 60).

En contraparte, el filósofo argentino Horacio Cerutti indicaba que no se trataba de promover el estudio de los sujetos que se resisten al cambio y que conforman rutas de lucha social. La tendencia que identificó Sosa en la primera década del siglo XXI seguía activa en el CELA, pero convivía con otra tradición intelectual no menos combativa que consistía, según la propuesta de Cerutti, en una voluntad activa de “construirnos en sujetos de autoconocimiento y no sólo en objetos pasivos del conocimiento y la manipulación ajenas” (1993, p. 55).

Así, Cerutti reiteraba la tradición filosófica que había dado origen al CELA y que implicaba a la conciencia histórica y cultural como el recurso epistémico de la lucha social. Lejos estaban los Estudios Latinoamericanos hechos desde México, de las discusiones sobre los Area Studies, cuyo origen se había asociado a proyectos imperiales, es decir, producir conocimientos “acerca de pueblos y naciones dominadas, o que se proyecta dominar” (Mato, 2003, p. 78). Pero lejos estaban también de la corriente de los Estudios Culturales Latinoamericanos que se producirían en las siguientes décadas en instituciones como la Universidad Andina Simón Bolívar (Walsh, 2003).

Como se puede advertir en estos breves trazos, en el Colegio de Estudios Latinoamericanos conviven constantes tensiones teóricas y epistemológicas que reaniman el intercambio y renuevan las discusiones. Los trabajos de titulación que se han presentado en el colegio son un correlato de estas tensiones.

Los trabajos de titulación del Colegio de Estudios Latinoamericanos

A lo largo de 56 años, el CELA de la FFyL, UNAM, ha formado a numerosos especialistas cuyas trayectorias en diversos ámbitos académicos, de la cultura y la política han enriquecido el campo de los Estudios Latinoamericanos. Por ello, consideramos que un análisis de los temas, los intereses y las investigaciones realizadas por quienes han obtenido el título de esta licenciatura es una contribución a la historia y desarrollo de este campo de estudios.

Esta investigación parte de una base de datos sobre los 656 trabajos de titulación presentados en el CELA, desde su fundación en los años sesenta hasta el 2020.1 Los registros consignados se obtuvieron del sitio Tesiunam [tesiunam.dgb.unam.mx], un repositorio en el que, además de incluir la información sobre la autoría, el título, los directores y el año en que se presentaron, resguarda en acceso abierto los trabajos presentados en versión digital.

Una vez delimitado el universo de trabajos de titulación, la revisión de cada uno permitió distinguir la gran mayoría que son tesis de aquellos que son tesinas, materiales didácticos o informes académicos, ya sean de prácticas profesionales o de servicio social. Al sistematizar la información, después de revisar los índices y el contenido de los trabajos, fue posible hacer un análisis de los países estudiados, así como de las investigaciones que hicieron aproximaciones regionales o comparativas.

Adicionalmente, agrupamos los trabajos en áreas disciplinarias, para lo cual construimos categorías sobre los ámbitos y temáticas expuestos, con lo que se hace evidente el carácter multi- e interdisciplinario de muchos de estos. Así, logramos hacer un seguimiento de las ideas, los intereses y las perspectivas que, desde este colegio, han contribuido al campo de los Estudios Latinoamericanos.

Países estudiados

En la revisión de las tesis que se han presentado en la licenciatura en Estudios Latinoamericanos, se contabilizan, además de México, 27 países distintos. Entre ellos, se encuentran tanto hispanohablantes como francófonos y angloparlantes; territorios que han vivido experiencias coloniales y otros más que se encuentran en la zona del Caribe, tales como Jamaica, Martinica, Haití, Guayana holandesa, Puerto Rico, República Dominicana y también, se cuentan países que no forman parte de América Latina, pero con los que la región ha mantenido relaciones intensas: Estados Unidos, Canadá y España (ver tabla 1).

Esta diversidad parece responder a lo que Norma de los Ríos estimó como una necesidad de los Estudios Latinoamericanos: “profundizar en el análisis de las especificidades de cada formación social latinoamericana” (1985, p. 154). A su vez, la presencia de profesores provenientes de distintas regiones ha catalizado el estudio de ciertos países. No obstante, los estudios exclusivamente sobre México llegan a 195.

Los países más recurrentes –con más de diez tesis cada uno– son Argentina, Bolivia, Brasil, Cuba, Chile, Colombia, Guatemala, Nicaragua, Perú y Uruguay. Entre ellos se concentra el 33 % de las tesis de Estudios Latinoamericanos. Su presencia, sin embargo, no es siempre constante. Con las notables excepciones de Cuba, Argentina y Brasil, el resto de los países concentra sus trabajos en periodos más o menos cortos, de modo que lo que caracteriza la atención sobre los países es una lógica coyuntural.

Así, por ejemplo, tenemos que el 70 % de las tesis sobre Bolivia se concentra en el periodo de 2010 a 2020, signo de la atención prestada al país con motivo de las movilizaciones indígenas que llevaron a Evo Morales a la presidencia. Algo semejante ocurre con las tesis de Nicaragua: un tercio de las cuales se concentra entre 1985 y 1987, en el contexto de la victoria electoral del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), mientras que otro tercio se encuentra entre 2006 y 2012, en el contexto de la primera y segunda reelecciones directas de Daniel Ortega, bajo las siglas del FSLN.

Junto con los estudios sobre países puntuales, nos encontramos con trabajos sobre problemáticas regionales específicas: Centroamérica, Antillas y Amazonas. También hallamos 86 análisis comparativos o que atienden las relaciones entre distintos países: las combinaciones son tan diversas que destacamos, por su reiteración, los estudios de México con Colombia (8), con Argentina (7), con Brasil (6) y con Cuba (5).

En los últimos 20 años, se ha mantenido el interés por hacer estudios que comparen o expliquen relaciones entre distintos países, dando un promedio de cerca de 3.5 tesis por año. Cabe señalar que este rasgo ha sido resultado de la itinerante política institucional que ha llevado a ciertos coordinadores, y a otros no, a postular como requisito que los trabajos sobre México sean necesariamente comparados, para de algún modo, mantener la especificidad de los estudios latinoamericanos frente a otros colegios.

Retomando la reflexión entre distintos niveles de análisis que llevan sucesivamente del país a la región y a la totalidad de América Latina, el CELA cuenta con un importante número de trabajos que reflexionan sobre la realidad latinoamericana en general. Aunque en proporción los estudios sobre América Latina rondan el 10 % del total, en 15 años se supera ese porcentaje (la mayor concentración la encontramos entre 1978 y 1980, y entre 1994 y 1997). Así, entre los estudios regionales, los comparativos, los que abordan relaciones entre países y los que reflexionan sobre problemas latinoamericanos suman algo más del 25 % del total de las tesis del CELA.

Perspectiva disciplinar

Habíamos dicho que el Colegio de Estudios Latinoamericanos fue concebido desde su nacimiento en 1967 como un espacio multidisciplinario. La profesora Rodríguez Ozán evaluó que, incluso con sus diferentes reformas, el perfil no había sido “interdisciplinario, sino multidisciplinario” (1993, p. 63).

La temprana intuición sobre la necesidad de establecer cruces disciplinarios para enfrentar problemas que requieren de diversas perspectivas para ser comprendidos y atenderse de manera más eficiente, ha traído una constante inquietud dentro del colegio, la cual se acompaña de una preocupación por crear modelos de conocimiento que no se restrinjan al sistema disciplinario que se instauró desde el siglo XIX.

Como consecuencia, se ha insistido en que el trabajo con diversas disciplinas no puede realizarse con estudiantes que recién ingresan a la licenciatura y que, en consecuencia, debería dejarse para estudios de nivel posgrado, es decir, trabajar con educandos que ideal y rigurosamente estarían formados en alguna disciplina y que tendrían las condiciones de madurez para afrontar el reto de lidiar con otras.

No deja de ser interesante que quienes manifiestan estas expresiones de frustración hayan sido profesores del CELA que se negaban siquiera a responder cómo debía ser esta relación entre disciplinas o proponer preguntas a través de las cuales se intentaran aproximaciones posibles.

Un ejemplo de esta actitud la encontramos en el testimonio airado, y alimentado con una ironía que raya en lo sardónico de Rafael Campos: “Nuestro creador, aparentemente en un momento de profunda reflexión filosófica, convierte al objeto de estudio en una disciplina en sí, ocultándose el problema de fondo a través de la llamada multidisciplinariedad, interdisciplinariedad o hasta polidisciplinariedad: somos aprendices de todo y maestros de nada” (1993: 75). No obstante, vale advertir que la sola existencia de la licenciatura en Estudios Latinoamericanos ha empujado a repensar constantemente el problema.

Ignacio Sosa, preguntaba en 2007: “¿Humanidades o ciencias sociales? ¿Disciplina, interdisciplina, transdisciplina? ¿Cuáles son los vínculos entre las disciplinas? ¿Miscelánea o guerra de disciplinas? ¿El método puede sustituir al objeto de estudio? Las dificultades teóricas de estos interrogantes pueden explicar parcialmente, las razones por las que este debate, en nuestra comunidad, no se ha producido […]” (p. 65).

No se ha producido de manera formal —agregamos nosotros— pues esta problemática se discute cotidianamente en los salones de clases y en los trabajos de titulación del estudiantado. Cada una de las tesis, tesinas e informes es en sí una respuesta al problema de la vinculación disciplinaria. Se trata de propuestas que reafirman, en su pluralidad disciplinaria y temática, la atinada observación de Horacio Cerutti: “los alumnos necesitan conocer con sentido instrumental o auxiliar la constitución geográfica, demográfica, económica, social y política de nuestra América para poder producir conocimientos en relación con las culturas populares, las letras, los símbolos, los discursos políticos, la historiografía, las religiones, las artes, etcétera” (1993, p. 55).

La interdisciplina no se logra como una suma indiscriminada de conocimientos disciplinarios, sino en los cruces creativos que surgen al abordar problemas complejos. Más allá de las inacabadas y densas discusiones que se han dado y siguen dándose sobre las posibles formas de articulación disciplinaria, realizar una clasificación que exponga con justicia las rutas teóricas, las especificidades temáticas y las preocupaciones que animan a la diversidad de trabajos de titulación que han presentado los estudiantes del CELA, representa un reto metodológico mayúsculo.

Para resolver esta problemática clasificatoria, en esta investigación se definieron nueve grandes áreas disciplinarias que pudieran agrupar, como amplias categorías, los conocimientos que se producen en el CELA: tres de estas disciplinas son pertenecientes a las ciencias sociales (Sociología, Economía, Política), tres más a las humanidades (Literatura, Historia, Filosofía) y otras tres clasificaciones, que son más generales, remiten a los ámbitos de la educación (enseñanza básica, media y superior, así como proyectos y experiencias pedagógicas), de las artes (pintura, fotografía, cine, etcétera) y de la antropología (estudios de los pueblos indígenas, identidades sociales, tradiciones y costumbres de comunidades específicas, así como estudios culturales).

A partir de esta clasificación inicial construimos un segundo y un tercer nivel de caracterización, donde empleamos categorías que agruparan de manera cada vez más específica la diversidad de temas, temporalidades y espacialidades abordados. A partir de estas categorías es posible dar una pista certera de los intereses y preocupaciones de los egresados del CELA, así como de sus búsquedas temáticas y metodológicas para responder a sus inquietudes.

En primera instancia, en relación con el área disciplinar, identificamos que una gran parte de los trabajos de titulación se articulan desde una perspectiva histórica. Son estudios que abordan diferentes cuestiones, pero que tienen como centro de atención una dimensión histórica.

Así, historia agrupa a 243 trabajos, el 37 % del total. Entre política y literatura suman cerca de 30 % de las tesis (98 y 90, respectivamente). El 33 % restante es la suma de los ámbitos de la educación (62), economía (39), antropología (36), artes (35), filosofía (29) y sociología (24) (ver gráfica 1).

También es pertinente señalar que el área disciplinar que llamamos Educación está compuesta mayoritariamente por informes de actividad profesional (41 trabajos, es decir, el 80 % de los agrupados en esta categoría). Algunos de los informes dan cuenta de labores antropológicas, sociológicas o de investigación histórica, pero la inmensa mayoría reportan experiencias en la labor docente. Los estudios restantes apuntan a revisar y promover proyectos educativos en América Latina.

Por otra parte, clasificamos el área disciplinar que tiene la mayor frecuencia —Historia—, en un segundo nivel, siguiendo los cortes temporales en los que coinciden los planes de estudios de 1974 y del 2004: América precolombina, colonial, siglo XIX y siglo XX. Agregamos, sin embargo, una temporalidad que denominamos tiempo presente. Más allá de que coincidimos en que “la historia del tiempo presente no sólo es una inquietud de los historiadores, sino una necesidad social que nos debe permitir entender las fuerzas profundas que están definiendo nuestro abigarrado presente” (Fazio, 1998, p. 51), para este estudio, la categoría requería una definición temporal que establecimos entre 1970 y 2020, periodo que coincide con el marco temporal abarcado en este análisis.

Además, con el afán de incluir la mayor cantidad de matices, tuvimos que considerar categorías que ponían atención en los tránsitos entre épocas, de modo que abrimos un apartado para el periodo entre los siglos XIX y XX (13 trabajos), otro para los cuatro estudios que van del siglo XVIII al XIX y uno más para los tres trabajos que abordan del siglo XVI al XX (ver tabla 2).

Al caracterizar el tipo de trabajos que se realizaron sobre el siglo XX y el tiempo presente, resultó evidente que se trataba de los más frecuentes de la clasificación temporal, lo que muestra con claridad las preocupaciones que se mantienen en el CELA.

Para el siglo XX, abundan las investigaciones sobre organizaciones sociales obreras, campesinas y estudiantiles, lo mismo nacionales que continentales; hay diversos estudios sobre partidos políticos y proyectos promovidos por los estados para ampliar derechos sociales; la presencia comercial y política de Estados Unidos en Centroamérica y el Caribe, y sobre relaciones internacionales, principalmente de carácter diplomático.

Por su parte, en lo que respecta al tiempo presente, en contextos convulsos y de violenta confrontación política, los estudios se centran en los movimientos revolucionarios y en los procesos represivos que encabezan las dictaduras en el Cono Sur y en Centroamérica, los procesos migratorios que dichos conflictos desencadenaron, así como los diversos procesos de pacificación; el retorno a sistemas democrático-electorales para dirimir los conflictos políticos y sus ocasionales interrupciones en diversos países; los movimientos por verdad y la justicia frente a los crímenes de Estado en las guerras contrainsurgentes, así como iniciativas políticas de organización nacional.

El tercer nivel clasificatorio que denominamos temáticas permitió advertir preocupaciones compartidas por diferentes áreas disciplinarias. Por ejemplo, en Historia, si bien “Historiografía y fuentes de investigación” fue la categoría con más trabajos (29), los estudios sobre “Relaciones internacionales” (26) y el de las “Organizaciones y movimientos sociales” (22), también son significativos. Entre los tres temas, abarcan el 36 % de los trabajos de corte histórico.

Se hace evidente entonces que la perspectiva histórica se hacía acompañar de preocupaciones de carácter político o sociológico apuntando cruces disciplinarios. Cabe destacar, en este nivel, la presencia de un enfoque de género en los años recientes.

En la misma lógica analítica, para el área disciplinar de Literatura, nos servimos de la distinción tradicional en géneros literarios para definir un segundo nivel clasificatorio. Aunque resulta pertinente revisar el análisis de Françoise Perus (1985), sobre la complejidad en la distinción de géneros, para este análisis nos permitió identificar que la novela ocupa cerca de la mitad de las 90 tesis de esta área (ver tabla 3).

Algo semejante sucede en el área de arte, donde se identificaron ámbitos de investigación dependiendo del tipo de producción que trabajan. La diversidad de expresiones artísticas que se han atendido es vasta, pues junto con los análisis de arte y arquitectura colonial aparecen estudios que se ocupan del cine, la música, la fotografía, el performance, la danza o la historieta, e incluso se ha puesto a discusión la frontera clasificatoria que distingue arte de artesanías (ver tabla 4).

Si bien la licenciatura en Estudios Latinoamericanos se define como una carrera multidisciplinaria, como dijimos anteriormente, en los trabajos de titulación encontramos preocupaciones de distinta índole, muchas de las cuales abren cruces disciplinarios indispensables.

De este modo, el área disciplinar de Economía, además de problematizar las posibilidades del desarrollo económico y de afrontar críticamente la perspectiva del subdesarrollo y la dependencia, ha centrado buena parte de sus preocupaciones en las relaciones internacionales, especialmente en las comerciales. Estos tres ámbitos de estudios, en conjunto, integran el 56 % de las tesis contenidas en esta área.

Una característica que anima al CELA es la dimensión crítica de sus investigaciones, muchas de las cuales, al señalar las condiciones de desigualdad e injusticia, apuntan a la necesidad de la transformación social. Así, las preocupaciones políticas animan buena parte de los estudios para la titulación; por tal motivo, distinguir los trabajos de “historia del tiempo presente” de aquellos que integran el área disciplinaria de “política” fue complicado; sin embargo, ámbitos de investigación que se circunscriben en las relaciones internacionales y las preocupaciones sobre la democracia y los partidos políticos nos daban una pista para incluirlos en esta área disciplinaria.

Una situación semejante enfrentamos con las áreas disciplinares de sociología y antropología, integrada la primera por los estudios sobre organizaciones y movimientos, así como el análisis de sectores sociales, mientras que la segunda agrupa los estudios sobre pueblos indígenas y afrodescendientes además de las tradiciones, las costumbres y las formas culturales de diversas comunidades; también, encontramos ámbitos de investigación, como los de la violencia, que atraviesan ambas disciplinas.

En lo que respecta a filosofía, se destaca que, junto con las 11 tesis registradas que trabajan esta disciplina en latinoamericana (entre las que se incluyen estudios sobre la teología y la filosofía de la liberación), haya un igual número de tesis que abordan explícitamente la filosofía política.

Llama la atención que, dentro del conjunto, las tesis de corte filosófico sean tan pocas, tomando en cuenta que, desde su fundación, las discusiones sobre la existencia de una filosofía de Nuestra América (Bondy, 1968; Zea, 1969) fueron constitutivas del colegio.

Más allá de las clasificaciones disciplinarias, la fuerte tradición de realizar investigaciones en torno a algún autor (filósofos, artistas, políticos, educadores y escritores) condensa el 14 % de todos los trabajos de titulación. Sin embargo, es importante señalar que, de los 97 estudios de este corte, solo 12 atienden a mujeres, casi todas literatas, un análisis sobre Sor Juana, otro sobre Santa Teresa de Ávila y solo una artista plástica.

El cruce de temáticas con disciplinas nos advierte además que los pueblos indígenas y afrodescendientes no han sido estudiados solo desde las herramientas de la antropología, sino desde la política, la sociología y en muchos casos con una marcada perspectiva histórica. Asimismo, el estudio de las categorías de izquierda y de derecha no se ha limitado a los análisis políticos, sino que ha sido atención de sociológicos, económicos y educativos.

Situación semejante encontramos con una diversidad de estudios que agrupamos bajo la categoría de “Ciencia y tecnología”, donde se inscriben sobre la producción de energía, análisis en torno a sociedades de la información, sobre la ecología y la diversidad, todos ellos problemas que son abordados desde diversos ámbitos disciplinarios. Cabe apuntar que la proliferación de estos trabajos posiblemente responde a que el plan de estudios de 2004 tenía una materia obligatoria llamada igual que la categoría.

Así, entre los temas que más se abordan en los trabajos de titulación, encontramos algunos que se han conformado como novedosos ámbitos de estudio y que apuntan a los esfuerzos por hacer trabajos interdisciplinarios en el CELA. Entre estos podemos mencionar los análisis sobre migración, ecología y biodiversidad, así como de género (con las respectivas luchas sociales y políticas que han desencadenado). La emergencia de estos contenidos de investigación corresponde a los años recientes, de modo que en el periodo que va de 2004 y 2020, encontramos el 62 % del total de los estudios realizados sobre migración, el 90 % sobre género y el 100 % sobre ecología y biodiversidad.

Consideraciones finales

A 56 años de su fundación, el Colegio de Estudios Latinoamericanos de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM sigue siendo un proyecto educativo que forma especialistas en América Latina en el nivel licenciatura con un marcado programa multi- e interdisciplinario.

Sin desligarse de los centros de investigación ni del programa de maestría y doctorado que con el mismo objeto de estudio existen en la universidad, la licenciatura se ha consolidado tanto por el aumento de su matrícula como por el creciente número de egresados y sus muy diversas trayectorias; pero es a través de los trabajos de titulación (tesis, tesinas e informes) que se han presentado desde 1974 que es posible dar un panorama de las contribuciones que se han hecho al campo de los Estudios Latinoamericanos desde este espacio educativo.

En primera instancia, es importante reiterar que se trata de una licenciatura y que los trabajos para obtener el grado son el primer ejercicio de investigación de largo aliento de estudiantes. En muchas ocasiones, se trata de la única experiencia de este tipo, pues no todas las personas egresadas se insertan en ámbitos académicos.

En este sentido, concebimos estos trabajos como contribuciones al campo de los Estudios Latinoamericanos, no por ser paradigmáticos, que hayan tenido numerosas ediciones, ni por ser de autores de fama (aunque los hay), sino porque el conjunto da cuenta de una praxis intelectual y epistemológica caracterizada por su pluralidad temática, disciplinaria y metodológica.

La segunda consideración atañe al lugar desde el que se hacen estos trabajos, es decir, se trata de estudios hechos desde México, en consecuencia, casi una tercera parte aborda esta región, ya sea de manera individual o comparada; con todo, las tesis analizadas abordan la totalidad de los países latinoamericanos continentales y casi la mitad de los del Caribe: 27 en total. Se suma una profusión de estudios que se concentran en panoramas generales o comparativos (25 % del total), lo que indica una preocupación por salir de las restricciones nacionales, aporte fundamental de una perspectiva Latinoamericana.

Sobre esto cabe advertir que al ser trabajos de nivel licenciatura cuentan con menos recursos institucionales y económicos para hacer estancias de investigación que, por ejemplo, en el posgrado; es decir, se trata de esfuerzos que han hecho uso de los recursos disponibles en cada época para estudiar espacios que en muchas ocasiones no se conocen de manera vivencial, cuyos contextos y tradiciones académicas son estudiadas a través de terceros y, muchas veces, gracias a la presencia de profesores que bien, son de otras nacionalidades y que logran generar una impronta, o de mexicanos que se hicieron de bibliotecas personales y de experiencias que generosamente compartieron con sus alumnos.

El Internet, sin duda, facilitó la circulación de materiales, pero todavía antes de 2020, la cantidad de recursos electrónicos, sobre todo de textos clásicos, por no decir viejos, era muy limitado. La pandemia recién vivida aceleró aún más la digitalización de acervos y sus consecuencias sobre los temas y espacios abordados está por verse.

En todo caso, hacer estudios latinoamericanos desde México y desde América Latina, fue una especificidad que, desde su fundación, se ha defendido frente a la tradición de los estudios de área hechos desde Europa o Estados Unidos, aunque, es verdad, no escapamos de cierto “mexicocentrismo”.

La tercera consideración tiene que ver con las tensiones teóricas y epistemológicas que han sido una constante en el colegio. A diferencia de otras instituciones de investigación y docencia en Estudios Latinoamericanos, el CELA no se ha plegado en ninguna de sus etapas a una corriente teórica o ideológica, ni a una escuela de pensamiento como sí lo han hecho, por ejemplo, quienes se especializan en los estudios culturales latinoamericanos.

Los trabajos analizados dan perfecta cuenta de esto; así, la teoría de la dependencia, la teología de la liberación, el giro decolonial, lingüístico, el nuestroamericanismo, el materialismo histórico o los estudios de género, entre tantos otros, han tenido gran aceptación en diferentes épocas con periodos de mayor presencia en los trabajos de titulación, pero en ningún momento se convirtieron en líneas hegemónicas de pensamiento dentro del colegio.

A ello ha contribuido la circulación de profesores de distintas nacionalidades, disciplinas, posturas políticas y afinidades, siempre dispuestos a dialogar, pero, como lo demuestran las tesis, han sido los estudiantes quienes han marcado los temas, las preocupaciones y las pautas teóricas, a partir de sus intereses personales o generacionales, de sus experiencias vitales, de sus militancias y de su voluntad de entender y cambiar el mundo que les ha tocado vivir.

Y si para los fundadores la posición combativa y la alta politización de los estudiantes podía ser visto como un “sarampión”, para la historia del colegio es una de sus características constitutivas. De ahí que buena parte de los trabajos aborden movimientos revolucionarios, procesos represivos, organizaciones sociales, campesinas, obreras y estudiantiles, movilizaciones populares, entre otros.

Estos intereses se han conjuntado con el espíritu multi- e interdisciplinario que animó el proyecto desde su gestación, y han estado acompañados de un rigor académico, que hace que cada trabajo haya sido evaluado por un sínodo de cinco académicos y defendido ante un jurado de tres.

En este sentido, podemos sugerir que los Estudios Latinoamericanos es una carrera que provee de herramientas que permiten abordar problemáticas complejas desde variadas perspectivas disciplinarias, cuyos estudiantes titulados son lo suficientemente creativos como para enfrentar los complejos problemas de la región con una diversidad de herramientas analíticas y metodológicas.

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Tabla 1

Países estudiados

País

Número de tesis

Argentina

34

Cuba

34

Perú

24

Brasil

23

Chile

22

Guatemala

20

Colombia

17

Bolivia

16

Nicaragua

14

Uruguay

12

Venezuela

9

El Salvador

7

España

6

Costa Rica

6

Honduras

6

Belice

4

Estados Unidos

5

Panamá

4

Paraguay

4

Puerto Rico

4

República Dominicana

4

Haití

3

Canadá

2

Ecuador

2

Guyana Holandesa

1

Jamaica

1

Martinica

1

Fuente: Elaboración propia a partir de datos obtenidos del sitio TESIUNAM [https://tesiunam.dgb.unam.mx]

Gráfica 1

Porcentaje de tesis por áreas disciplinarias.

Fuente: Elaboración propia a partir de datos obtenidos del sitio TESIUNAM [https://tesiunam.dgb.unam.mx]

Tabla 2

Épocas históricas

Temporalidad

Número de tesis

Siglo XX

92

Tiempo presente

65

Colonial

28

Siglo XIX

27

Siglos XIX-XX

13

Siglos XVIII-XIX

4

Prehispánica

4

Siglos XVI-XX

3

Fuente: Elaboración propia a partir de datos obtenidos del sitio TESIUNAM [https://tesiunam.dgb.unam.mx]

Tabla 3

Géneros literarios

Géneros literarios

Número de tesis

Novela

42

Ensayo

20

Poesía

17

Crónica

5

Cuento

2

Teatro

1

Lingüística

1

Fuente: Elaboración propia a partir de datos obtenidos del sitio TESIUNAM [https://tesiunam.dgb.unam.mx]

Tabla 4

Expresiones artísticas

Artes

Número de tesis

Pintura

10

Música

8

Cine

4

Fotografía

3

Historieta

2

Danza

1

Alfarería

1

Performance

1

Fuente: Elaboración propia a partir de datos obtenidos del sitio TESIUNAM https://tesiunam.dgb.unam.mx


1 Realizamos esta base de datos con el apoyo de estudiantes a quienes agradecemos su dedicación y entusiasmo La estructura estadística de esta investigación fue realizada por la matemática y latinoamericanista Nayeli Camacho Olvera, las actualizaciones fueron colaboraciones de los estudiantes Héctor Saldívar, Ilse Medina y Fernanda Paz.

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