REVISTA

PRAXIS

86

e-ISSN: 2215-3659
Julio-diciembre 2022
http://dx.doi.org/10.15359/praxis.86.3
http://www.revistas.una.ac.cr/index.php/praxis

CIBERACTIVISMO EN COSTA RICA: CONSIDERACIONES TEÓRICAS Y METODOLÓGICAS PARA EL ESTUDIO DE LA AGENCIA NARRATIVA DE LAS MUJERES

Cyberactivism in Costa Rica: theoretical and methodological considerations for the study of women’s narrative agency

Laura Chinchilla Alvarado

Universidad de Costa Rica, San José, Costa Rica

laura.chinchilla@ucr.ac.cr

Recibido: 17 de agosto de 2022
Aceptado: 13 de setiembre de 2022
Publicado: 16 de noviembre de 2022

DOI: https://dx.doi.org/10.15359/praxis.86.3

Resumen

A partir de la experiencia en investigación de procesos de comunicación feministas desplegados en el espacio público digital y de la revisión bibliográfica, se sugieren algunas consideraciones teóricas y metodológicas sobre cómo abordar en clave feminista la agencia narrativa de sujetos políticos subalternizados y cómo adentrarse en sus maneras de percibir y narrar el mundo y de hacerse espacio en la esfera pública. Se plantean una serie de interrogantes cuyas respuestas pueden guiar los estudios de comunicación con intereses similares y se concluye que, integrar esta perspectiva implica identificar de qué maneras estas narrativas y dinámicas están contribuyendo a poner en cuestión la narrativa hegemónica de la modernidad y la universalidad del sujeto político; es decir, a la construcción de nuevos órdenes simbólicos.

Palabras clave: agencia narrativa, ciberactivismo, comunicación, feminismos, movimientos sociales

Abstract

Based on literature review and research about feminist digital communication processes, some theoretical and methodological considerations are suggested about how to approach the narrative of subalternized political subjects and social agents from a feminist point of view, how to delve into their perception of narrating the world and how they are creating space for themselves in the public sphere. Answers to the questions posed can guide communication studies with similar interests. It is concluded that integrating this perspective implies identifying the ways in which these narratives and dynamics contribute, questioning the hegemonic narrative of modernity and the universality of the political subject, that is, to build new symbolic orders.

Key words: communications, cyberactivism, feminisms, narrative agency, social movements

I. Introducción

Frente al reto de desarrollar estudios de comunicación e interdisciplinarios que permitan identificar, sistematizar, analizar y propiciar el ejercicio de ciudadanías comunicativas disruptivas, contrahegemónicas, subalternizadas, es decir, investigaciones que posibiliten el reconocimiento de otros lenguajes, otras narrativas, otras formas de percibir, entender y relatar el mundo que habitamos, surgen perspectivas en el plano de lo teórico y lo metodológico que se complejizan cuando incorporamos la mirada feminista.

Al poner en diálogo una investigación concluida sobre el discurso en redes sociales del movimiento social que promueve el parto respetado (Chinchilla 2022) y otra, en proceso, sobre comunicación y ciberactivismo feminista en Costa Rica, nos preguntamos ¿cómo estudiar la agencia narrativa de las colectivas que defienden y promueven los derechos humanos de las mujeres y que usan el espacio digital para la visibilidad, la autorepresentación, el reconocimiento de pares y la incidencia política, ubicando a este sujeto político feminista ciberactivista en el centro de interés?

II. Ciberactivismo feminista y espacio público digital

Cuando hablamos de ciberactivismo, hacemos referencia a una forma de movilización política que “se ha puesto a disposición de la ciudadanía a través de las tecnologías digitales, las computadoras y los smartphones” (Acossato y Sendra 2018, 123). En esta línea, los feminismos también han comprendido la importancia de participar en la esfera pública digital, y han venido desarrollando una serie de prácticas comunicativas que, en su conjunto, se conoce como ciberactivismo feminista, ciberfeminismo o cyberfeminismo, o en consonancia con el reconocimiento de las diversidades dentro del movimiento, los ciberfeminismos o cyberfeminismos.

Existen numerosos artículos e investigaciones acerca de la apropiación de las tecnologías de la información y la comunicación por parte de los movimientos feministas (Natanshon y Paz 2019; Rovira 2018; Hasan y Gil 2016; Fernández, Corredor y Santín 2011; Gil 2011) que sin duda aportan reflexión y análisis en torno a la relación entre feminismos, comunicación, política y el mundo digital. Autoras como Graciela Natansohn y Mônica Paz plantean que, a la base de estas dinámicas, debe reconocerse la relación entre género y tecnología, en el sentido de que “la tecnología es al mismo tiempo, fuente y consecuencia de los arreglos de género y por eso, recurso fundamental del patriarcado” (2019, 6). De manera que no solo existen brechas de género -e incluso brechas intragénero- en el acceso a las tecnologías digitales, sino que las tecnologías mismas son dispositivos reproductores de las relaciones de poder y las jerarquías basadas en el género, la clase, la raza, la nacionalidad, la edad, entre otras.

Desde este punto de partida, existe un debate inacabado acerca de los alcances y posibilidades que la apropiación de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación tienen para los movimientos sociales y, particularmente, para los feminismos. En ambos extremos de la discusión se ubican, por un lado, aquellas posturas que defienden las posibilidades libertadoras de la internet -como la autonomía y la libertad creativa- y el desafío que estas suponen a las lógicas y los sistemas mediáticos más convencionales, y, por otro lado, aquellas que ponen en evidencia los condicionantes políticos, técnicos y económicos que, de una u otra manera, restringen o dispersan las posibilidades de apropiaciones tecnológicas por ciertos sectores de la población (Natansohn y Paz 2019).

A algunas pensadoras feministas les preocupa un activismo reducido al uso de las tecnologías de la comunicación, que mantenga intactas las diferencias estructurales de género existentes dentro y fuera de la red y que termine, más bien, promoviendo la despolitización y la asimilación de un sujeto universal abstracto (Gil 2011). Desde otras miradas, la red cuenta con potencial para desafiar imaginarios hegemónicos y permitir la representación de identidades, prácticas y sexualidades diversas, así como “cuestionar las dicotomías clásicas que colocan a las mujeres del lado de la naturaleza y lo privado, y a los hombres de la cultura, la técnica y lo público, afirmando positivamente la presencia de las mujeres en el mundo vedado de la técnica” (Gil 2011, 271).

Por su parte, la perspectiva tecnofeminista, al tiempo que reconoce la relación dialógica entre tecnología y patriarcado y el predominio de una cultura digital contemporánea colonizada por el Estado y el capital, propone una apropiación tecnológica autónoma y una soberanía digital que pasa por montar servidores propios, desarrollar aplicaciones propias, herramientas de seguridad informática y algoritmos confiables que permitan crear redes y plataformas libres y seguras (Natansohn y Paz 2019).

Ya existen experiencias en América Latina, como las reportadas por Pedraza y Rodríguez (2019) en un estudio en el que hacen un mapeo de las redes semánticas que se pueden extraer del activismo en red y analizan los procesos de apropiación tecnológica que promueven los colectivos feministas en México. En el ámbito centroamericano, Roxana Reyes-Rivas (2017) plantea que, a pesar de la evidente brecha en producción y acceso de tecnologías entre el norte y el sur global, su uso se ha vuelto significativo para la resistencia política en el sur global. La autora identifica la agencia narrativa de distintos grupos de mujeres en la región centroamericana, que se despliega en el espacio digital y explica que, en Centroamérica, las prácticas ciberfeministas buscan no solo colocar las demandas feministas en la red, sino también participar en procesos de oposición y resistencia más amplios, en conflictos políticos que afectan a toda la población. En ese sentido, “lo cyborgcyborg y el ciberfeminismo no son más que la expresión tecnológica contemporánea de las políticas oposicionales que han tenido que desarrollar los pueblos de nuestra región desde la colonia” (Reyes-Rivas 2017, 10). Es en este contexto regional, donde se ubican las reflexiones que presento en los siguientes apartados.

III. Enunciación, sujeto, agencia y narratividad

A la base de cualquier investigación de la comunicación en clave feminista, debe haber un reconocimiento de las desigualdades de género históricas y estructurales que han limitado el acceso de las mujeres a la esfera pública y a la industria mediática (Vega 2010). Pero, al mismo tiempo, y con la misma acuciosidad, debe reconocerse cómo, frente a esos obstáculos y resistencias las mujeres del mundo, desde sus diversidades, han tomado la palabra pública y han dicho “acá estamos, somos, existimos”. Es decir que, si bien las mujeres hemos sido sistemáticamente invisibilizadas, discriminadas, violentadas, empobrecidas, victimizadas, no somos consustancialmente ni invisibles, ni pobres, ni víctimas. Este es un punto de partida: entender las prácticas comunicativas de los sujetos políticos subalternizados como campos de estrategias reivindicativas en las que dichos sujetos se reconocen como agentes de insurgencia, herederos de una experiencia de subordinación que buscan transformar (Maldonado 2014). Esta perspectiva implica colocar en el centro de la pregunta a un sujeto que, a pesar de las fuerzas que, de manera constante, buscan ubicarle en ese lugar de opresión y subalternidad, está construyendo un lugar de enunciación propio para denunciar, exigir y transformar.

Se trata de poner la mirada en las mujeres organizadas en tanto sujeto político, entendiendo al sujeto feminista no como una entidad homogénea con una identidad predefinida, sino más bien trascendiendo esta perspectiva esencialista y reconociendo a un sujeto político que, por un lado, está en permanente construcción, que no es, sino que “está siendo”, y, por otro, que es diverso y heterogéneo, pero que se encuentra con otras y con otros, de manera estratégica, temporal y contingente, para plantear sus demandas y propuestas en conjunto.

En este sentido, el análisis de la agencia narrativa no asume una sujeto enunciador estático o que posee una identidad inmutable (Lucas 2016). Al contrario, el sujeto político da sentido a su propia identidad cuando se enuncia como tal; es decir, cuando ejerce su agencia narrativa desde ese lugar particular de enunciación. A partir de este punto de vista, entendemos la agencia narrativa como la capacidad de los sujetos individuales y sociales de construir significados, “de dar sentido a la situación de una dentro de una red de otras narrativas” (Lucas 2016,108) y hacerlo desde un lugar de enunciación que es particular y único, que es concreto y es corpóreo. En nuestro caso de interés, una enunciación que “pasa” por la realidad psicofísica de las mujeres, y cuenta con una historicidad, pues está situado en un tiempo y un espacio particular (Violi 1991; Haraway 1995).

Esta agencia narrativa se materializa en el espacio interpersonal, que, a su vez, es reflejo del espacio sociocultural (Schongut-Grollmus 2015). En el proceso de narrar, los seres humanos participamos de la construcción de la realidad y de nosotras y nosotros mismos. Esta agencia narrativa se construye, además, en la dialogicidad: pensando, compartiendo el pensamiento y haciendo. Es decir, en la praxis, en esa unión entre acción y reflexión. Retomando a Paulo Freire, estamos abordando colectivos humanos que “no se hacen en el silencio, sino en la palabra, en el trabajo, en la acción, en la reflexión” (Freire 1970, 106). De ahí que la agencia narrativa coloca al sujeto enunciador en el espacio de la interlocución y de lo público; es decir, como sujeto que comunica.

Es partiendo de estos dos elementos: el lugar de enunciación y la agencia narrativa, que tanto en una investigación sobre el discurso del movimiento por el parto respetado (Chinchilla 2022) como, en otro estudio en proceso, sobre ciberactivismo feminista en Costa Rica, colocamos el interés ya no en cómo otros actores sociales perciben, interpretan o representan a las mujeres, sus discursos e identidades, sino en cómo las mujeres -en particular aquellas que se encuentran con otras y se organizan-, construyen una identidad discursiva, un discurso social con el que irrumpen en el espacio público para plantear sus miradas de mundo, sus preocupaciones y sus propuestas para la vida en sociedad. En este sentido, el sujeto político ciberfeminista construye su discurso y desarrolla sus prácticas comunicativas como una acción reflexiva y consiente, lo que implica el reconocimiento de las particularidades, posibilidades y desfíos del espacio público digital.

En el plano metodológico, este abordaje implica que las técnicas de investigación y análisis deben construirse pensando en cómo estas servirán para dilucidar lo que el sujeto político dice en primera persona del singular y del plural, dentro de ese universo complejo y caótico del internet y las redes sociales. Pero más aún, implica leer e interpretar eso que dicen -su discurso público- con las propias sujetas constructoras de ese discurso, esto es, preguntarles sobre eso que dicen, cómo lo dicen, por qué lo dicen. En otras palabras, detectar cómo funcionan sus dinámicas y estrategias de autorreconocimiento, auto-representación y agenciamiento en la comunicación digital.

En el caso de la investigación sobre el discurso del parto respetado, no era posible pensar en él sin explorar dialógica y sostenidamente, a lo largo de todo el proceso investigativo ¿quiénes eran estas mujeres que promovían el parto respetado?, ¿por qué se dedicaban a denunciar la violencia obstétrica y a promover otras formas de atender y entender el parto?, ¿qué las movía en sus subjetividades y las movilizaba para la acción política?, ¿cómo se percibían a sí mismas y al movimiento?, ¿cómo eso que expresaban les atravesaba el cuerpo? Por eso, el análisis crítico del discurso que realizamos de los contenidos de sus publicaciones en redes sociales, siempre estuvo en diálogo con lo que las activistas expresaron en las entrevistas a profundidad, en torno a eso que publicaban.

En el caso de la investigación sobre ciberactivismo feminista en Costa Rica, las sujetas participan en la construcción del conocimiento no solo como fuentes primarias de la misma, sino también en la revisión y validación de los hallazgos en las distintas etapas. Pretendemos construir un espacio de autorreconocimiento de su agencia narrativa, y, en un segundo momento, de la investigación, propiciar una plataforma de narrativas digitales feministas con ellas.

Este posicionamiento teórico y epistemológico también nos interpela, en tanto comunicadoras, mujeres que hacemos y pensamos la comunicación en clave feminista, porque no existe una sola manera de construir y desarrollar una metodología feminista, ya que la construcción del conocimiento es algo determinado por la experiencia y esta por la multidimensionalidad y la interseccionalidad (Schongut-Grollmus 2015). La metodología feminista nos permite reconocer, en nuestras propias subjetividades, la experiencia de ser mujeres y los significados que esto tiene en nuestras vidas cotidianas, en nuestro desarrollo profesional y académico y en las maneras en que participamos del espacio público.

En el caso del estudio sobre el discurso del movimiento de parto respetado, el conocimiento situado y corporeizado se explicitó desde el inicio: el parto y el cuerpo reproductivo como zonas de disputa del sentido me atravesaban literalmente el cuerpo. Mi búsqueda por vivir un proceso de gestación, parto y posparto digno me llevó a desarrollar después la investigación. Yo era, en parte, esas mujeres que buscaban resignificar el parto, yo era el movimiento también, yo estaba allí en ese discurso, en toda su polisemia y complejidad.

En cuanto a la investigación que desarrollamos en el presente sobre comunicación ciberactivista feminista en Costa Rica, nos reconocemos como comunicadoras feministas, al igual que las sujetas de nuestra indagación, y partimos de que ellas, al igual que nosotras, enfrentan las complejidades que conlleva desarrollar estrategias y prácticas comunicativas de autorrepresentación, de interpelación y de “impugnación a significados sedimentados” (Rosales 2018, 67) en una sociedad marcada por las desigualdades económicas, sociales y culturales y los discursos conservadores instalados, en un entorno mediático colonizado y controlado, pero además en un contexto de post-pandemia global. Todo esto interpelado desde nuestras subjetividades, experiencias, dudas, enojos, necesidades y pasiones, pero, también, desde nuestras particularidades y diferencias.

Desde este marco, identificarse no significa “igualarse”, sino pensar la frontera ellas-nosotras como una frontera líquida y maleable, porque somos (de) las mismas y a la vez, en nuestra diversidad, y en función del lugar que ocupamos en esa construcción colectiva del conocimiento, no somos (de) las mismas. En este sentido, la caracterización que hagamos de este sujeto ciberactivista feminista debe partir del reconocimiento de la diversidad a lo interno de los movimientos y los colectivos. Como explica Rosales (2018) para el caso del feminismo argentino, con el cual podemos establecer algunos aspectos comunes con Costa Rica, el feminismo es, fundamentalmente, un espacio discursivo y de participación política que entraña la diferencia, la confrontación y la fragmentación.

De manera que se trata de una agencia narrativa que no existe ni podría existir en solitario, sino que se construye en ese espacio de lo colectivo. Partimos entonces de que es en el espacio común donde se transforman los individuos y donde consiguen concebir y materializar proyectos políticos para incidir en la agenda pública y generar transformaciones sociales y culturales. Esto no significa desconocer un ciberactivismo feminista construido también por sujetas individuales, porque sabemos que existe también esta modalidad de participación en la esfera pública digital. Pero, siguiendo la teoría de la agencia narrativa, inclusive esa activación se materializa solo cuando entra en interacción con el otro, con la otra; en concreto, es relacional por naturaleza (Lucas 2016).

Por otro lado, partimos de que, si bien esta práctica responde a una construcción cultural, las mujeres hablamos de lo que nos pasa (Segato 2021). No hablamos al vacío, lo compartimos con otra, con otras, con otros. Hemos aprendido y sabemos hablar de nosotras. De una u otra manera el “hacernos en la palabra” ha servido como mecanismo de resistencia y supervivencia. Porque al narrar nuestra historia, al narrarnos, no solo estamos rompiendo silencios, sino que estamos construyendo nuevos significados. En ese “narrarnos a nosotras mismas” expresamos un “yo” que solo existe en interlocución con otros (Lucas 2016). Desde esta perspectiva, incluso el agente narrativo no puede ofrecer una descripción acabada de sí mismo, porque su identidad depende de las narrativas cambiantes de los demás a lo largo del tiempo y porque, cuando aquello que se narra entra en interacción, en conversación, se pone a disposición de otros, es susceptible de ser modificado, reconstruido, convertido en nuevos significados. Como dice la autora, “el significado generado por el intercambio de narrativas…equivale a más que la suma de sus partes” (Lucas 2016, 113). Entonces, en ese narrar nos narramos, pero también narramos a los otros y las otras, y al mundo que nos rodea, y esos otros y otras hacen, con esa narración, nuevas interpretaciones y construyen nuevos sentidos.

Sin adentrarse en las diferencias teóricas y metodológicas que se presentan a la hora de analizar contenidos y mensajes desde las teorías del discurso y las de la narrativa, pues trasciende el interés de este texto, creemos que los estudios de comunicación inclinados en las construcciones de sentidos de sujetos políticos subalternizados, se enriquecen cuando incorporan estas cuatro dimensiones:

-al sujeto enunciador o agente narrativo, aquel que enuncia el discurso: en el caso de las investigaciones que inspiran esta reflexión, se trata de las mujeres ciberactivistas feministas;

-lo narrado, lo enunciado por este sujeto, es decir, el discurso, la narrativa: este componente podemos analizarlo desde el análisis crítico del discurso, el análisis de contenido, el análisis narrativo u otros métodos. En las investigaciones citadas, se trata de las narrativas construidas por las colectivas ciberactivistas feministas en sus publicaciones en redes sociales;

-el cómo este sujeto enuncia y pone en circulación su discurso: las estrategias, recursos, métodos que implementa para comunicar. En nuestro caso, las plataformas, herramientas y recursos comunicacionales y discursivos desplegados en sus publicaciones en el espacio digital;

-las interacciones que ese discurso, ese mundo narrado genera, cuando se pone a disposición de otros actores sociales y políticos en el espacio digital, que en nuestras investigaciones se puede medir a partir de las reacciones e interacciones establecidas desde sus publicaciones.

Finalmente, nuestras investigaciones enfrentan también el desafío de leer la comunicación en un contexto mediático multiplataforma, que posibilita la producción de contenidos diversos desde instancias tan distintas como dispositivos existen, mensajes que pueden interconectarse, pero también quedar, con facilidad, desprovistos de un lugar en medio de una marea de sentidos cambiantes. Creemos que una clave para decodificar estas dinámicas comunicacionales es, justamente, la organización. Compartimos la premisa de que la comunicación es constitutiva de la organización (Schoeneborn et al. 2014), que son la comunicación y el lenguaje los que proveen el tejido de sentidos que da lugar a la creación de espacios de organización.

En este aspecto, autores como Rovira consideran que “las organizaciones ya no estructuran la comunicación en el movimiento feminista; al revés, las redes de comunicación por sí mismas, desde los blogs a los hashtags, se han convertido en importantes estructuras de organización: convocan y son la convocatoria” (2018, 228). De ahí que el autor secunde la afirmación de Baer (2016) al afirmar que el activismo en red está “re-haciendo” el feminismo. Este acercamiento no debe, eso sí, desconocer las coordenadas históricas del feminismo (Rosales 2018) -o los feminismos- que posibilitaron la existencia de estas nuevas expresiones del movimiento. En palabras de Faith Wilding, “para ser efectivas en la creación de un entorno feminista politizado en la red, que desafía sus estructuras actuales de género, raza, edad y clase, las ciberfeministas deben basarse en las investigaciones y estrategias de la historia feminista de vanguardia y su crítica del patriarcado institucionalizado (2006, párr. 21).

Sin duda, se trata de una línea de investigación, en comunicación, con un enorme potencial porque hace confluir las dimensiones política, social, tecnológica y organizacional de los fenómenos de comunicaciones actuales.

A partir de las consideraciones esbozadas arriba y, con base en las reflexiones de Rosales (2018), Butler (2017) y Encinas y Paganini (2020), nos planteamos una serie de preguntas de cara al análisis de la comunicación de los movimientos feministas, en el marco de la cultura digital contemporánea: ¿Cuáles estrategias despliega este sujeto enunciador y a partir de cuáles recursos y medios? ¿Qué tipos de productos comunicativos genera? ¿Qué busca cuando comunica: denunciar, ejercer su derecho de aparición, participar de la construcción de la opinión pública, movilizar y convocar, expresar una subjetividad e identidad particular, visibilizar aquello que ha estado oculto, hacer incidencia para transformar? ¿Podemos afirmar que este sujeto está desarrollando nuevas lógicas comunicativas, formas otras de hacer política, modos otros de participación, nuevos sentidos de comunidad, de resolución de problemas? ¿Cómo se posiciona e interactúa este sujeto político con otros actores sociales, políticos, mediáticos? ¿Con quiénes establece negociaciones y alianzas, a quiénes adversa? ¿Se involucra, y de qué maneras, en procesos multisectoriales y transpartidarios? ¿Cómo se establecen las interconexiones entre los distintos colectivos feministas? ¿Podemos hablar de organización en red? ¿Consiguen trascender y a la vez asimilar lo local? ¿Cómo reelaboran significantes y significados, cómo asignan sentidos en la construcción de la subjetividad o subjetividades colectivas y qué implicaciones y consecuencias concretas tienen estas reelaboraciones en el plano de las acciones? ¿Cómo se cargan de sentido significantes como “mujer”, “vida” o “derechos” en su comunicación? ¿Cuáles significados logran primacía en la articulación de su comunicación y cuáles se mantienen subalternizados? ¿Desde cuáles marcos éticos, políticos e ideológicos se interpretan estos sentidos? ¿Cómo desde la diversidad y heterogeneidad se construyen códigos comunes? ¿Cómo se materializan y corporeizan los discursos y las consignas? ¿Cómo se encarnan en las acciones, prácticas y cuerpos concretos?, entre otras interrogantes aún por dilucidar, al menos en nuestro contexto.

IV. Conclusiones

Hemos punteado una serie de consideraciones epistemológicas y metodológicas que pueden contribuir a encaminar estudios en comunicación con perspectiva feminista, investigaciones que faciliten el reconocimiento de sujetos políticos y, que nos permitan entender mejor los procesos comunicacionales-organizativos de los actores sociales, y por qué no, propiciarlos y fortalecerlos.

También hemos destacado el reconocimiento de la sublaternidad como lugar de enunciación activo y reivindicativo; de la enunciación como acto situado, concreto, particular, corporizado e histórico; de la agencia narrativa como acto de construcción identitaria, de interpelación y de construcción de nuevos sentidos de lo político y lo social; de la agencia narrativa de los movimientos sociales como diversa, polifónica e inacabada; de la investigación en comunicación feminista como espacio de (auto) reconocimiento y (auto) representación y del encuentro y de la comunicación, como espacio privilegiado para la creación de tejido social y organización.

En síntesis, los estudios de la comunicación interesados en las construcciones de sentido desde los actores sociopolíticos subalternizados deben considerar estas dimensiones de la agencia narrativa y de los procesos y formas de construcción de los discursos políticos e identitarios. Al mismo tiempo, cuando estos estudios integran la perspectiva feminista, enfrentan el reto de dilucidar si las dinámicas comunicacionales y las narrativas emergentes están, y de qué maneras, contribuyendo a deconstruir el sujeto moderno universal masculino y a construir nuevos órdenes simbólicos.

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