Núm. 38 (2005): Letras. Julio - Diciembre

En el centro de la realidad cotidiana se insinúa el fantasma, se abre el lugar fantástico que nos atrapa y nos hunde. Una página, una imagen, se vuelven extrañas, despliegan una seducción que es, a la vez, placer y sufrimiento. El mundo se abre, como un abismo, dice Charles Grivel. El ojo entra en contacto con ese lugar intermedio, en ese agujero intuido dentro de lo que se mira, en esa reduplicación profunda: el espectador es engullido por el lado oscuro, el reverso de la luz y la razón. Muchos autores se han referido a esta naturaleza doble de lo fantástico: todos insisten en que esa «inquietante extrañeza» tiene lugar de repente, en el propio despliegue de la cotidianidad, es parte de la norma que rompe. Vax (1965), por ejemplo, habla de un sentimiento de extrañeza que existe sólo en relación con el lector o el espectador. Caillois (1965) insiste en la irrupción de lo inadmisible en la legalidad de lo cotidiano. También se ha vinculado la experiencia fantástica con la experiencia de la lectura: el libro es, por excelencia, el lugar que metaforiza el surgimiento de la forma que inquieta y fascina, como también señala Grivel. Como se sabe, Todorov sitúa parcialmente la peculiaridad fantástica en la vacilación del lector. Por eso, ningún buen lector es ajeno a la «seducción de lo extraño» que constituye la esencia de la literatura fantástica. Rastreador de los mundos ocultos, el lector de lo fantástico está dispuesto a dejarse atrapar por algo que se desliza entre la puerta entornada. Precisamente, Margarita Rojas («El libro maligno: Aura e Inez») se interesa en la figura del lector y en esa naturaleza envolvente del Libro que lo seduce. A continuación, en «Un laberinto para jugar a la soledad: 'La casa de Asterión'», Jorge Ramírez Caro se adentra en las peripecias del doble en busca de sí mismo. La duplicación espacial en relación con la creación de lo fantástico se estudia en el artículo de Alma Rosa Aguilar («Juegos referenciales y configuraciones espaciales en el universo cortazariano: 'Ahí, pero dónde, cómo'»). En otro artículo sobre Julio Cortázar, Vilma Arrieta Vargas se deja encantar por las voces de otras literaturas, desde Las mil y una noches hasta «La Cenicienta» en el cuento «Lejana» de este autor. El artículo de Seidy Araya («El advenimiento de una nueva realidad en Mujeres, sombras y coloquios de uno, del costarricense Eduardo Vargas Ugalde») indaga sobre las rupturas de los límites que la razón impone a la existencia humana. Por su parte, Gabriel Baltodano Román se interesa en un texto periférico en el discurso crítico e indaga sobre la pertinencia de lo fantástico en el conjunto de la literatura nacional a partir de su análisis de Luzbel, de Gonzalo Arias Páez. Por su parte, Virginia Boza informa en detalle acerca de los temas y el estilo de los textos fantásticos del escritor belga Jean Ray. Juan Roberto Calderón y Cristián Marcelo Sánchez vuelven su mirada a los genios en Las mil y una noches, e invitan a recorrer las páginas de ese libro. Es interesante recordar, de paso, la importancia que la lectura de estos cuentos tiene en autores de lo fantástico como Jorge Luis Borges y Cortázar en temas como el libro que mata a su lector, el jardín oculto que se convierte en una especie de aleph o mundo en miniatura y las constantes confusiones entre el sueño y la vigilia. La aproximación a la literatura maravillosa continúa en la sección de documentos, en la que se recupera una serie de cuentos de tío Conejo en diversas revistas infantiles de las primeras décadas del siglo pasado. De esta manera, los artículos que siguen estudian el proceso de lo fantástico en autores hispanoamericanos y de otras latitudes. Algunos analizan la topografía de lo extraño, la galería de los seres del horror: los laberintos, la noche, el diablo, el doble. Otros se refieren al mundo más amable de lo maravilloso: los genios, los animales que hablan. Todos invitan al lector a atreverse a mirar el reverso del mundo, a sumergirse, a dejarse encantar: es decir, a retar a ese Otro que nos mira con nuestro rostro desde el libro abierto. Flora Ovares (Directora)

Publicado: 2005-07-01

Artículos: Literatura

  • El libro maligno: Aura e Inez

    Margarita Rojas G.
    9-26
    DOI: https://doi.org/10.15359/rl.2-38.1
  • Un laberinto para jugar a la soledad: «La casa de Asterión»

    Jorge Ramírez Caro
    27-48
    DOI: https://doi.org/10.15359/rl.2-38.2
  • Juegos referenciales y configuraciones espaciales en el universo cortazariano: "Ahí, pero dónde, cómo"

    Alma Rosa Aguilar
    49-73
    DOI: https://doi.org/10.15359/rl.2-38.3
  • El eco de otra Alina. Intertextualidades en «Lejana», de Julio Cortázar

    Vilma Arrieta Vargas
    75-89
    DOI: https://doi.org/10.15359/rl.2-38.4
  • El advenimiento de una nueva realidad en Mujeres, sombras y coloquios de uno, de Eduardo Vargas Ugalde

    Seidy Araya
    91-100
    DOI: https://doi.org/10.15359/rl.2-38.5
  • Los hilos de lo desconocido: Luzbel, de Gonzalo Arias Páez

    Gabriel Baltodano Román
    101-121
    DOI: https://doi.org/10.15359/rl.2-38.6
  • L'universe fantastique de Jean Ray

    Virginia Boza Araya
    123-151
    DOI: https://doi.org/10.15359/rl.2-38.7
  • En el vientre de la redoma: los genios en Las mil y una noches

    Juan Roberto Calderón Benavides, Cristián Marcelo Sánchez Cascante
    153-165
    DOI: https://doi.org/10.15359/rl.2-38.8

Documentos

  • Una aventura literaria de Tío Conejo

    Margarita Rojas G.
    167-188
    DOI: https://doi.org/10.15359/rl.2-38.9